Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

 

Hans Werner Tobler, La Revolución Mexicana. Transformación social
y cambio político, 1876-1940,
presentación de Friedrich Katz,
traducción de Juan José Utrilla y Angélica Scherp, México, Alianza,
1994, 729 p. (Raíces y Razones).

Álvaro Matute


Antes de concluir el año de 1971, apareció el número 81 de la revista Historia Mexicana, el cual ostenta en su portada una calavera revolucionaria de Posada y contiene tres artículos sobre temas revolucionarios, debidos a Jean Meyer, Hans Werner Tobler y Albert C. Michaels. Era precisamente el momento en que cobraba auge lo que se dio en llamar el revisionismo histórico de la Revolución Mexicana. Por entonces tenía poco en circulación el libro de Adolfo Gilly y todavía Jean Meyer no publicaba ni La Cristiada ni La Révolution Mexicaine. En el año siguiente, 1972, tendría el privilegio de leer y comentar el manuscrito inédito de La ideología de la Revolución mexicana, de Arnaldo Córdova. Se vislumbraba un cambio radical en los estudios sobre el movimiento armado de 1910 y sus consecuencias.

El número 81 de Historia Mexicana adquirió un significado especial. Los temas tratados no eran del todo frecuentes. Si acaso el de los Batallones Rojos, pero no con la óptica con que lo presentaba Meyer, o el de Michaels sobre las elecciones de 1940, tema de cierta gravedad, todavía. Sin embargo, el artículo más radicalmente novedoso era el de un profesor de la Universidad de Zurich, cuyo nombre no había escuchado antes, Hans Werner Tobler, que escribió sobre "Las paradojas del ejército revolucionario, su papel social en la reforma agraria mexicana, 1920-1935". Para comenzar, todo aquello que tratara cosas ocurridas después de 1920 era más bien extraño. Después, el hecho de que el sustento principal del artículo proviniera del ramo Obregón-Calles del Archivo General de la Nación (AGN), todavía ubicado en el Patio de Honor de Palacio Nacional, era verdaderamente extraordinario, en virtud de que era muy difícil acceder físicamente a los documentos. Y tercero, la tesis ofrecida en dicho artículo no inauguraba, pero sí fortalecía lo que vino a ser designado como revisionismo, en un notable artículo de David C. Bailey.

De su lectura en adelante, el nombre de Tobler cobró un significado importante para mí. Era el de un historiador suizo que había tocado un tema central, que había puesto el dedo en la llaga y que había fundamentado académicamente lo que decían viejos actores, entre críticos y resentidos, de otros actores revolucionarios: que el poder había aburguesado a quienes hicieron la Revolución con las armas y con ellas debían hacerla prevalecer. No exagero al decir que de hacerse una antología de artículos sobre la Revolución, éste de Tobler es de aquellos que no harían dudar al seleccionador. Sería escogido desde la primera ronda y llegaría a finalista.

Muchos años después supimos que aquel investigador suizo había hecho un libro de grandes alcances sobre la Revolución. Quienes descuidamos el hecho de escoger el alemán como parte de nuestros complementos formativos nos privamos de su lectura desde el año de 1984 hasta hoy. El caso es que, por fortuna, ya tenemos una buena versión en nuestra lengua de un robustísimo libro de más de 700 páginas y que cubre un periodo amplio de la historia mexicana: del ascenso porfiriano a la salida de Lázaro Cárdenas de la presidencia.

Ahora bien, la opción tomada por Tobler fue notable. Por el papel preeminente que da al ejército como actor fundamental del proceso, bien pudo quedarse en un amplio trabajo monográfico sobre un tema al que pocos han atendido: el de los militares revolucionarios. Eso, de por sí, les hubiera dado a la hipotética monografía y a su autor todas las credenciales necesarias para ganarse la respetabilidad del gremio y la de los lectores, pero su opción fue más ambiciosa. No se quedó en la monografía, como un árbol más del bosque, aunque se tratara de un árbol de tronco grueso y frondoso, sino que se fue a la ambiciosa aventura de tratar el bosque completo, sin mengua de atender sus árboles principales. El resultado fue otro libro sobre la Revolución Mexicana, pero de ninguna manera otro a secas. Es uno más de esta serie de obras que han tenido por objeto reconstruir el proceso revolucionario mexicano, como La guerra secreta de Katz, y los libros de Guerra, Hart y Knight, indiscutiblemente los más representativos de la nueva historiografía internacional sobre la Revolución Mexicana, aunque algunos de ellos se contradigan entre sí. Con éste de Tobler se completa un quinteto definitivo e ineludible. Es el legado de los años ochenta a la historiografía del proceso revolucionario mexicano, legado cuya trascendencia es de enorme significado.

La Revolución Mexicana. Transformación social y cambio político, 1876-1940 es un libro cuya densidad es evidente y necesaria. No es la síntesis que resume lo que otros han investigado, sino una nueva investigación que ofrece propuestas novedosas. El recorrido es amplio. El tratamiento del primer tramo resulta relativamente breve. El proceso de modernización porfiriana es visto de manera global, para dar paso a las dos partes siguientes, la de la revolución armada y la del proceso posrevolucionario, que para Tobler se extiende veinte años, a partir de la llegada de los sonorenses al poder. La segunda y tercera partes son alícuotas en extensión.

Cabe atender, también, a la sistematización del libro, ya que además de contar con una brillante introducción de Friedrich Katz, Tobler resumió la suya de la edición original, agregó una especial para la edición mexicana y un posfacio que deriva de dicha introducción. En ambos textos, con una concisión admirable, le da a su obra el marco necesario para justificar su aparición en 1994, diez años después de la edición en lengua alemana: ya no podía soslayar las importantes aportaciones de Guerra, Knight y Hart, además de la de Katz, que tiene más asimilada en su libro.

Los años transcurridos entre los ya lejanos setenta, cuando se discutían los "apellidos" de la Revolución Mexicana y se la trataba de definir como "social", "democrático-burguesa", o lo que fuera; y los actuales, cuando las viejas etiquetas han sido desechadas y no sólo la investigación empírica ha dado muestras de avances extraordinarios, sino que la teoría también ha evolucionado para ofrecer mejores explicaciones en torno a los fenómenos sociales, obran en beneficio de la caracterización de la Revolución Mexicana. Acaso planteamientos como el de Ramón Eduardo Ruiz, no del todo convincentes desde su inicio, ya resultan anacrónicos. La aportación de Tobler, en este sentido, es muy rica, puesto que ofrece con su perspectiva extranjera no sólo el apoyo adecuado en fundamentos teóricos de gran solidez, sino que además no pierde de vista las posibilidades que ofrece la comparación con otros procesos revolucionarios. En este sentido, las ventajas de la historia desde fuera son grandes. Quienes la vemos desde nuestro mirador local rara vez nos atrevemos a comparar con otras experiencias históricas. Se nos impone la ajenidad y pecamos mucho de endogenia. Tobler y Knight, sobre todo, benefician la explicación del fenómeno mexicano con vista a otros, y con vista a aquello que ha suscitado la reflexión teórica.

Tobler, en este sentido, le extiende a la mexicana su carta de legitimación revolucionaria al analizar los cambios operados a partir de los años veinte, y, sobre todo, en el cardenismo, teniendo a la vista el proceso paralelo que se dio en la URSS entre las épocas de Lenin, Stalin y la NEP. Asimismo, recoge ejemplos valiosos de la experiencia china.

Pero no se entienda esto como una revalorización de los espantosos "marcos teóricos" con los cuales sociólogos y politólogos abusaron de los intentos de explicación científica de un proceso histórico. Se trata, sí, de reivindicar la reflexión teórica y la perspectiva internacional o mundial para beneficiar la explicación de lo particular, ya que, como vacuna contra el "marco teórico", se ha caído en un abuso del empirismo.

Sobre esto último, Tobler autoevalua su esfuerzo como el de un equilibrio entre lo estructural y lo narrativo. Indudablemente lo logró. Es un libro muy completo, extraordinariamente bien estructurado en su organización interna, y muy bien fundamentado por lo que se refiere a sus apoyos empíricos. Combina muy bien lo proveniente de las fuentes directas con lo que necesita tomar de las indirectas. En suma, se trata de un gran proyecto de lectura. Las más de 700 páginas que nos ofrece han de ser examinadas de manera cuidadosa por el lector que se aventure en ellas. Es de esperarse que, con la aparición de este texto, se acelere la del de Alan Knight para que el lector mexicano disponga, en su lengua, de los trabajos más representativos de la historiografía internacional sobre la Revolución Mexicana.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute y Martha Beatriz Loyo (editores), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 17, 1996, p. 199-198.

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