Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

 

Adolfo Gilly, El cardenismo, una utopía mexicana,
México, Cal y Arena, 1994, 499 p.

Álvaro Matute


"Un rayo en el azul", "Los principios y los fines" y "Una utopía mexicana" son los nombres de las tres partes que integran el nuevo libro de Adolfo Gilly, el cual responde con creces a la caracterización de trabajo de investigación. Las tres partes integran un total de veinte capítulos, incluido un epílogo, pero dejan fuera la necesaria introducción. Si hubiera foliado el índice, tendría quinientas dos páginas. A propósito de índices, ¿hasta cuándo los editores mexicanos harán suya la costumbre de presentar sus productos, sobre todo los que derivan de investigaciones, con un índice analítico? Ojalá que la globalización los haga conscientes de esa saludable práctica. Pero volvamos a Gilly. Podría caracterizar esta nueva realización de su esfuerzo inquisitivo y de su pluma, como la continuación natural de La revolución interrumpida, ya que la utopía cardenista es el logro de esa revolución cuyo proceso fue alterado.

El libro tiene como eje temporal el año de 1938 y, como es obvio al hacer mención de este año, a la expropiación petrolera. De hecho, comienza con ella, con la manera como fue tomada la decisión de efectuarla y se describen con amplitud los pasos dados para su realización y las consecuencias que acarreó la nacionalización del petróleo. Dicho eje temporal tiene su pasado y su proyección al futuro: es historia y es utopía o, también, historia y mito.

En cuanto a la investigación llevada a cabo por Gilly, es importante observar algunas características. En primer lugar, no vacilo en calificarla de exhaustiva. La bibliografía da cuenta y razón de un repertorio detallado de cuanto se ha escrito no sólo sobre la época del general Cárdenas, sino sobre aspectos más amplios de la Revolución, e incluye tesis inéditas.

Y en cuanto a las fuentes primarias, se obtuvieron materiales del ramo Presidentes, Fondo Lázaro Cárdenas, del Archivo General de la Nación (AGN), el importantísimo Fondo Francisco J. Mújica, del Archivo de Jiquilpan, Michoacán, y el Calles-Torreblanca, por lo que respecta a México; por lo que toca al extranjero, fueron cuatro los archivos consultados: los Nacionales de Washington (NAW), donde se vieron los papeles del Departamento de Estado y los de la inteligencia militar; la Biblioteca del Congreso, donde fueron examinados los papeles de Josephus Daniels; la Biblioteca de la Universidad de Columbia, que conserva los papeles del historiador Frank Tannembaum, y, por último, la Biblioteca Franklin Delano Roosevelt, donde están los documentos del propio presidente demócrata y los de Henry Morgethau, personaje que estuvo a punto de ser embajador de su país en el nuestro.

Complementan los archivos, quince periódicos, trece mexicanos y dos de Estados Unidos. Si me detengo en todo esto es porque de todos los repositorios mencionados, Gilly no sólo extrajo materiales, sino que generosamente los transcribe a lo largo del estudio, dejando hablar a los actores de la historia como lo hicieron cuando los hechos fueron producidos. Hay citas largas insertas en el texto y amplias referencias al pie de página. Se puede decir que es un rasgo estilístico intencional de Gilly en esta obra.

Con respecto al estilo, vale la pena abundar en él, porque es otro de los muy interesantes logros que se pueden advertir en El cardenismo, una utopía mexicana. Al principio, Gilly hace una mención admirativa de su celebérrimo paisano Julio Cortázar. Tampoco es gratuita. Podría decir sin temor a incurrir en un elogio desmedido a Gilly, que le tributó un homenaje muy logrado al autor de Rayuela. El homenaje tiene que ver también, como es obvio si se menciona a Cortázar, con el orden narrativo. El libro puede ser leído siguiendo el orden propuesto por el autor: partir de la expropiación, "el rayo en el azul", y después hacer un flash back para retomar el artículo 27 y el sentido de las luchas agrarias, ir y venir en el tiempo y el espacio, para desembocar en un flash ahead, que implica un recuento de los acontecimientos.

Es, pues, un libro para todo tipo de lectores: para aquellos disciplinados que atienden lo establecido por el autor, y para quienes se sienten atraídos por la anarquía o, al menos, por la indisciplina. Para éstos, la obra de Gilly es un artificio literario que permite leer en desorden. No se atrevió a colocar una tabla como sí lo hizo Cortázar en su obra maestra, pero en la dedicatoria que puso en mi ejemplar hay una clave interesante. Aparte de otras cosas que no vienen al caso, pero que desde luego agradezco en público, dice Gilly: "este libro está escrito como se mueven los caballos de ajedrez", y si así está escrito, así puede ser leído.

La mención inicial a las tres partes es muy intencionada. Podría proponer al impaciente que quiere saber qué es esa utopía mexicana que ofrece el cardenismo, comenzar en la página 295, o de plano en la 391, justo en el último capítulo. Aunque esto, sólo para los muy impacientes. Los que no lo son tanto, en la citada en primer lugar, que es la inicial del capítulo 17. En cambio, para quienes sean más amigos de una exposición lineal, que atienda las exigencias del desenvolvimiento temporal, deben comenzar en la página 179 y avanzar hasta el final de la segunda parte, luego regresar a la primera y concluir con la tercera. Podría haber más armazones posibles, combinando capítulos, para ver ese movimiento de caballo de ajedrez, que no de alfil ni de torre, que efectivamente tiene el libro.

Es posible que, para aquellos a quienes lo que interesa es el contenido del libro, esta digresión sobre la forma resulte demasiado larga. Lamento que mis intereses actuales, que tienen muchísimo que ver con la composición historiográfica, desesperen a quienes les da lo mismo cómo se las ingenia un autor para ordenar su producto. Pero debo advertir que contenido y forma no son elementos separados del discurso historiográfico, sino que, antes bien, su relación es absolutamente simbólica. Y si he abusado al mencionar el orden narrativo es para desterrar cualquier posible idea de que el libro sea caótico. Nada de eso. Todo lo contrario.

Sin apartarme de la forma, voy un poco al contenido. Los actores del libro son los generales Cárdenas y Mújica. Conviene destacar el tratamiento de sus figuras. Gilly los ve humanos, demasiado humanos, pero no por ello proclives a las debilidades; quiero decir con esto que no los despega de la tierra ni eleva su estatura de manera descomunal, pero sí la eleva. En eso consiste el que sean figuras demasiado humanas, en contraposición a lo poco humanos que son otros, los que fallan, los que ostentan su pusilanimidad. Cárdenas y Mújica no. Su humanidad consiste en la respuesta que dieron desde el poder a sus semejantes, en la manera en que condujeron la nave estatal.

En la interpretación que hace Gilly de esos "dos generales en las Huastecas" -así se titula un capítulo, porque de ahí bebieron una gran experiencia- queda claro que la inmersión que tuvieron en la realidad de la Revolución, tanto en la actuante como en la interrumpida, los llevó a proponer lo que para ellos, para Gilly, y por lo menos para este lector, fue la recuperación revolucionaria desde el gobierno. De ahí la conformación de la utopía.

En términos de teoría literaria, es importante apreciar la medida de los protagonistas de una obra. Por ello, la insistencia en la estatura de Mújica y Cárdenas, más elevada que la común, pero más elevada en términos de una escritura de fines del siglo XX, hecha con mesura, para no caer en la estatuaria, pero con la dosis necesaria para establecerlos como forjadores de utopías. No es por superioridad, porque tanto ellos como Gilly parten de la creencia en la igualdad de los seres humanos; se trata de calidades, de virtudes, en el sentido más clásico posible de esta palabra. Así es visto también uno de los ídolos de Gilly, con cuyo asesinato concluye el libro. Sí, me refiero al gran revolucionario caído en Coyoacán. Su fin en México permite a Gilly explayar sus ideas sobre la solidaridad humana expresada en el derecho de asilo, frente a la necedad dogmática de una izquierda que fue muchas veces rebasada por los dos generales, gracias a su inmersión en los factores endógenos que ellos supieron aquilatar, en contraposición a quienes actuaban por consigna.

En suma, el libro se refiere a una acción nacional y nacionalista, sustentada en experiencias regionales y de profundas consecuencias internacionales. El peso de lo internacional es muy grande. El seguimiento de actores y de documentos del exterior es casi obsesivo, por la necesidad que plantea la manera como el momento involucraba a todo el mundo. Es un libro sobre una utopía mexicana creada dentro de la historia mundial.

El caballo de ajedrez se mueve en esos ámbitos, avanzando y retrocediendo, devorando piezas y evitando que lo devoren.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute y Martha Beatriz Loyo (editores), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 17, 1996, p. 202-205.

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