Rafael Torres Sánchez[ 2 ]
Para Álvaro Matute
Dentro del amplio espectro que cubren las ciencias sociales, el estudio de la vida cotidiana ha venido ganando terreno en los últimos años, y esto desde diversas perspectivas.
La reflexión sobre dicho tema debe necesariamente remontarse al siglo pasado y, de manera en apariencia paradójica, no al laboratorio científico sino al artístico y, más específicamente, al literario.
Firmado en París, en julio de 1842, seis años antes de la aparición del Manifiesto del Partido Comunista, el prólogo a La comedia humana, escrito por Honorato de Balzac después de haber terminado su magna obra, es un ensayo de carácter metodológico donde da cuenta de la estructura, propósito, objetivos y alcances de los dieciséis volúmenes de que consta aquélla, uno por cada letra del nombre de su autor.
La lectura de dicho prólogo muestra de manera clara cómo la literatura toca temprano a las puertas de temas y problemas caros a las ciencias sociales ya que, en la pluma de su autor, las fronteras entre el trabajo del historiador y el trabajo del novelista son por demás borrosas: "la obra proyectada -anota Balzac- debía presentar una triple forma: los hombres, las mujeres y las cosas, es decir las personas y la representación material que ellos dan de su pensamiento; en una palabra, el hombre y la vida".
Precisando la idea, Balzac anota a continuación: "Leyendo las secas y enfadosas nomenclaturas de hechos llamados historias, ¿quién no se ha dado cuenta de que los escritores han olvidado, en todas las épocas, en Egipto, en Persia, en Grecia, en Roma, darnos la historia de las costumbres?"
En pos de su empresa, Balzac no se conforma con la simple y llana descripción y va más allá de la crónica de sociales o la pintura de caracteres, insistiendo en el parentesco entre su arte y la Historia con mayúscula.
La sociedad francesa iba a ser el historiador [dice] y yo tenía que limitarme a ser el secretario. Levantando el inventario de los vicios y de las virtudes, reuniendo los principales datos de las pasiones, pintando los caracteres, escogiendo los sucesos principales de la sociedad, componiendo tipos por la reunión de los rasgos de varios caracteres homogéneos, quizá pudiese llegar a escribir la historia descuidada por tantos historiadores: la de las costumbres [...].
[Pero] este trabajo no era aún nada. Ateniéndose a esta reproducción rigurosa, un escritor podía llegar a ser un pintor más o menos fiel, más o menos afortunado, paciente o intrépido de los tipos humanos, el narrador de los dramas de la vida íntima, el arqueólogo del ajuar social, el denominador de las profesiones, el consignador del bien y del mal; pero[...] ¿no debía yo estudiar las razones o la razón de estos efectos sociales y captar el sentido oculto de este inmenso conjunto de figuras, de pasiones y de sucesos? En fin, después de haber buscado, no digo encontrado, esta razón, este motor social, ¿no se hacía preciso meditar sobre los principios naturales y ver en qué se apartan o se acercan las sociedades de la regla eterna, de lo verdadero y de lo bello? A pesar de la extensión de las premisas, que podían constituir por sí solas una obra, la obra, para ser completa, requería una conclusión. Así descrita, la sociedad debía llevar consigo la razón de su movimiento.
Como vemos, en Balzac están al centro, como se desprende con toda claridad del prólogo a La comedia, muchos de los objetivos perseguidos de manera creciente por los estudiosos de la vida cotidiana, ya implícita, ya explícitamente, con nombre propio o con otros nombres: la pasión, las costumbres, los caracteres, el reflejo material, diría Lukács, que los hombres y las mujeres se hacen de la vida diaria.
"La pasión [exclama Balzac] es toda la humanidad. Sin ella, la religión, la historia, la novela, el arte, serían inútiles." En otro pasaje de este ensayo fundamental sobre la cotidianidad, el autor de La comedia humana no puede hacer más explícitas las prefiguraciones que su obra monumental encierra para el posterior desarrollo y bifurcación de las investigaciones sobre la problemática que nos ocupa:
Captando bien el sentido de esta composición, habrá de reconocerse que yo concedo a los hechos constantes, cotidianos, secretos o patentes, a los actos de la vida individual, a sus causas y a estos principios, tanta importancia como la que los historiadores han atribuido hasta ahora a los acontecimientos de la vida pública de las naciones.
Por si aún quedaran dudas sobre los cometidos de su empresa, Balzac cierra el prólogo a La comedia de manera por demás elocuente, hablando de su plan de escritura como de "un plan que comprende a la vez la historia y la crítica de la sociedad, el análisis de sus males y la discusión de sus principios".[ 3 ]
No en balde Marx, en cuya obra deben buscarse también muchos de los elementos fundacionales para el estudio de la vida cotidiana -si bien bajo el régimen capitalista-, gustaba mucho de la lectura de Balzac. Abundan en El capital, y sobre todo en los Grundrisse, las referencias a ese "patólogo de la vida social", como lo llamara Stefan Zweig,[ 4 ] ese competidor del Registro Civil con quien llegan el dinero y las pasiones que éste suscita a la novela, así como la mirada acuciosa sobre los esplendores y miserias de la sociedad.
Pero si Balzac navega sobre las olas de las relaciones sociales, Marx bucea a mayor profundidad, develando y desmitificando el carácter, el sentido y los mecanismos más íntimos de dichas relaciones, poniendo al descubierto, mediante un alto nivel de abstracción, aquello que en la superficie se presenta como hechos menudos e insignificantes de la vida diaria y que debajo esconden la alineación característica de la sociedad burguesa, por más que, en los tiempos que corren, vaya dejando de usarse de manera acelerada el contemplar las cosas desde esta perspectiva.
"¿A dónde va Vicente?", se pregunta don Soliloquio, para responderse en seguida: "a donde va la gente".
Como objetivación de la vida cotidiana, el sentido común y la sabiduría popular que del mismo emanan para expresarse en "dichos" y refranes son una de las formas más volátiles y dúctiles, por más que apodícticas, del reflejo que los actores, como gusta decir la sociología, se formulan de su vida diaria.[ 5 ]
El carácter volátil del refranero popular, aproximativo pero dudoso respecto a la esencia de las relaciones sociales, omite dos elementos de primer orden que moldean, condicionan y limitan los movimientos de Vicente: el poder y la desigualdad en las condiciones de producción y reproducción de la vida cotidiana. Esto es, precisamente, lo que la crónica de sociales, tanto como la sociología funcionalista, pierden de vista, al no rebasar la simple y llana descripción de hechos y acontecimientos triviales, la enumeración y pintura de caracteres y costumbres, el conjunto de hábitos y el recuento al detalle de pequeñeces y sucesos prescindibles por lo que hace a la estructura de la vida diaria y, desde luego, a su funcionamiento.
En tal punto radica, precisamente, el gran aporte de Marx para la comprensión y la crítica de la vida cotidiana: en la desmitificación del carácter de las relaciones sociales bajo el régimen capitalista que la caída del Muro de Berlín y la quiebra estrepitosa del otrora mal llamado socialismo real no han hecho más que extender a nivel planetario, comprobando, lejos de invalidar, la justeza de las inferencias teóricas del autor de El capital.
"¿A dónde va Vicente?", vuelve a preguntarse don Soliloquio, pero ahora, antes de que él mismo complete el adagio, el análisis de la cotidianidad responde:
A donde va la gente, siempre y cuando el poder, a través de sus múltiples caretas públicas y privadas, le permita ir, fijándole a su lugar de destino el precio, el horario y las modalidades derivadas de la desigualdad en las condiciones de producción y reproducción de la vida material, condiciones que siguen siendo independientes de su conciencia y de su voluntad y, de tal manera, del reflejo que Vicente se haga de su alocada carrera detrás del gentío.
Así, lo que el refrán pierde en laconismo lo gana en entendimiento del diario que a diario, remontándose por encima del sentido común y alcanzando los beneficios de la reflexión atenta y cartesiana.
Podríamos cerrar este breve apartado diciendo metafóricamente que si Balzac da los primeros pasos en el estudio de la vida cotidiana tocando temprano a la puerta de una nueva historia, Marx afianza esos pasos y deja preparada la escena para la plena realización de tal empresa. Este amplio arco de ballesta es el que va del vals a la sinfonía, de Strauss a Mahler, a Sigmund Freud, con su Psicología de las masas y, sobre todo, su Psicopatología de la vida cotidiana, hasta las obras de Claude Lévi-Strauss y Michel Foucault, del siglo XIX al siglo XX, de aquellas prefiguraciones decimonónicas a las nuevas líneas de investigación sobre la vida cotidiana, cuya
comienza en la década de los veinte del presente siglo con la aparición de la Revista de Síntesis Histórica, dirigida por Henri Berr y, casi en seguida, con la aparición de los primeros Annales franceses.
De manera indudable, en las obras de Marc Bloch, Lucien Febvre y, particularmente, Fernand Braudel,[ 6 ] se encuentran notables aportaciones sobre el estudio de la vida cotidiana de la sociedad medieval y de la moderna sociedad capitalista desde una perspectiva histórica.
Si bien de manera implícita más que explícita, en la obra de estos autores se encuentran, aquí y allá, frecuentes incursiones reflexivas sobre las características de la cotidianidad, aunque habrá que esperar la segunda posguerra y el desarrollo de las investigaciones en ámbitos como la demografía, la economía, la sociología e, incluso, la ecología para llegar a la fundamentación de un discurso explícitamente dedicado a la investigación de la vida cotidiana.
A principios de los años setenta, Georges Duby llama la atención sobre el incipiente desarrollo de la historia social, en la que tienen un destacado papel los valores sociales como articuladores de las relaciones y las fuerzas que determinan la cohesión histórica de la sociedad.
Es este sistema de valores -apunta Duby- el que convierte en tolerables e intolerables las reglas del derecho y los decretos del poder. En él, en fin, residen los principios que pretenden presidir el desarrollo del cuerpo social, en él tiene sus raíces el sentido que toda sociedad atribuye a su propia historia y en él se acumulan sus reservas de esperanza.[ 7 ]
Con el estudio del sistema de valores sociales, destacaba Duby,
se abre un amplísimo campo de investigación sin el cual no podría escribirse la historia de las sociedades: el estudio de las actitudes mentales. Es en este ámbito, aún poco explorado y totalmente abierto a las futuras investigaciones, donde se inscribe necesariamente el estudio de las ideologías.[ 8 ]
A riesgo de traer a cuento términos que hoy puedan parecer anacrónicos, pero en abono de la problemática que nos ocupa, no está de sobra señalar que, en la conceptualización de ideología, Duby sigue a pie juntillas a Althusser, cuya definición no se aleja demasiado de lo que Lukács entiende como reflejo de la vida cotidiana: "un sistema (que posee un rigor y una lógica propios) de representaciones (imágenes, mitos, ideas o conceptos, según los casos), dotado de una existencia y de una función histórica en el seno de una sociedad dada".[ 9 ]
Es en estos aspectos donde destacan los avances de la sociología como perspectiva de análisis de la cotidianidad, cuyos mayores esfuerzos están abocados a poner a punto el instrumental teórico y metodológico adecuado para aprehender el objeto de estudio, en este caso la vida cotidiana.
Notable avance es éste, pues implica un esfuerzo por rebasar las fronteras de la descripción impresionista -e impresionada- de los hechos y acontecimientos menudos de la vida diaria, en apariencia insignificantes, que tanto gustan a las crónicas de sociales.
En los años más recientes, destacan autores como Jean Rémy,[ 10 ] G. Balandier,[ 11 ] Franco Crespi,[ 12 ] Michel de Certau,[ 13 ] Roland Campiche,[ 14 ] Arnold Van Gennep,[ 15 ] Agnes Villardy,[ 16 ] Marianne Mesnil,[ 17 ] Jean Duringna,[ 18 ] Robert Fossaert,[ 19 ] George Lakoff y Mark Johnson,[ 20 ] Erving Goffman,[ 21 ] Franco Ferrarotti,[ 22 ] Henri Lefebvre[ 23 ] y, sobre todo, Agnes Heller, hacia quien queremos dirigir mayormente la atención.
Autora de una de las contribuciones más importantes del siglo XX para la comprensión de la vida cotidiana desde una perspectiva filosófica, Agnes Heller es identificada como una de las principales representantes de la escuela marxista de Budapest, en cuya universidad estudió antes de convertirse en destacada auxiliar de Gyorgy Lukács, entre 1955y 1958. Muchos de sus textos han sido traducidos al alemán, italiano, inglés, francés y castellano.
Como ha sido señalado, el radicalismo de la propuesta teórica de los estudiosos de la Escuela de Budapest se manifiesta, de manera particular, en la crítica del supuesto ideológico que considera la democratización realizada en el sentido del trabajo suficiente para eliminar la alienación de la vida cotidiana. En abierta oposición a las teorías que identifican la crítica de la alienación con la devaluación de la esfera inmediata de la existencia humana, el esfuerzo de reestructuración de la vida cotidiana de Agnes Heller representa la traducción al plano ético-político del proyecto sociológico del último Luckács.[ 24 ]
En efecto, al centro de los planteamientos de Agnes Heller sobre el análisis de la cotidianidad, los elementos que la componen, la estructura y la lógica de su funcionamiento, sus límites y, lo más importante, las posibilidades que el individuo particular tiene para remontarse por encima del caos, la banalidad y la intrascendencia que la caracterizan, se encuentra lo que podemos llamar con toda propiedad la teoría de las objetivaciones, cuyos gérmenes dejara establecidos Lukács en la obra que debe ser considerada como piedra fundacional del discurso explícito sobre la vida cotidiana: Estética.[ 25 ]
En el capítulo uno del primer volumen de dicha obra, dedicado al examen de los problemas del reflejo en la vida cotidiana, Lukács aborda la caracterización general del pensamiento cotidiano y los principios de la diferenciación en dicho pensamiento. Ahí, el filósofo húngaro establece la idea central que Heller ampliará y profundizará más tarde, dándole forma a la teoría de las objetivaciones: "Si queremos estudiar el reflejo en la vida cotidiana, en la ciencia y en el arte [anota Lukács] interesándonos por sus diferencias, tenemos que recordar siempre claramente que las tres formas reflejan la misma realidad".[ 26 ] Tal realidad, caótica y heterogénea por antonomasia, es, a la vez que punto de partida, destino final del reflejo y de las diversas objetivaciones de la vida cotidiana.
La obra prolífica y fecunda de Agnes Heller es un largo recorrido desde la filosofía hasta la sociología de la vida cotidiana, pasando desde luego por la búsqueda de una nueva antropología de carácter marxista, para nada ortodoxa, en la que sobresale la reflexión en torno al dilema del hombre en la sociedad posindustrializada, y la integran títulos como los siguientes:
Hipótesis para una teoría marxista de los valores, Barcelona, Grijalbo, 1973 (Colección Hipótesis).
Sociología de la vida cotidiana, Barcelona, Península, 1977.
El hombre del Renacimiento, Barcelona, Península, 1978.
Teoría de las necesidades en Marx, Barcelona, Península, 1978.
Instinto, agresividad y carácter. Introducción a una antropología social marxista, Barcelona, Península, 1980.
Teoría de los sentimientos, Barcelona, Fontamara, 1980.
Para cambiar la vida, Barcelona, Grijalbo-Crítica, 1981.
En coautoría con Ferenc Fehér:
Marxismo y democracia, París, F. Maspero, 1981.
La revolución de la vida cotidiana, compilación y revisión técnica de Jacobo Muñoz, Barcelona, Península, 1982.
Aristóteles y el mundo antiguo, Barcelona, Península, 1983.
Teoría de la historia, México, Fontamara, 1984.
Crítica de la Ilustración: las antinomias morales de la razón, Barcelona, Península, 1984.
Historia y vida cotidiana, México, Grijalbo, 1985.
Anatomía de la izquierda occidental, Barcelona, Península, 1985.
En coautoría con Ferenc Fehér y Gyorgy Markus:
Dictadura y cuestiones sociales, México, Fondo de Cultura Económica, 1986.
Coautora del volumen colectivo:
Dialéctica de las formas. El pensamiento estético de la Escuela de Budapest, Barcelona, Península, 1987.
En coautoría con Ferenc Fehér:
Políticas de la posmodernidad, Barcelona, Península, 1989.
Historia y futuro. "Sobrevivirá la modernidad", Barcelona, Península, 1991.
Por último, otros libros destacables de Heller son El problema del egoísmo racional y Rol social y prejuicio.
Objetivar la vida cotidiana es dejar atrás las barreras naturales que atan al hombre, en su calidad de individuo, a las formas más animales de reproducción fisiológica. He aquí el presupuesto cardinal de la sociología de la vida cotidiana de Agnes Heller.
La idea fundamental de la teoría de las objetivaciones -apunta la representante más significativa de la Escuela de Budapest- es que las objetivaciones representan distintos niveles. El primer "nivel" lo constituyen el lenguaje, el sistema de hábitos y el uso de objetos: a este nivel lo llamo la esfera de la objetivación que es en sí. Sin la apropiación activa de este "nivel" no hay vida cotidiana en absoluto, pues sin ella no existe tampoco socialidad.[ 27 ]
El análisis de la vida cotidiana desde la perspectiva del humanismo y la antropología marxistas que conducen la reflexión de Heller tienen, como hemos dicho, en la teoría de las objetivaciones, un punto central que, sin embargo, no agota ni resume el recorrido filosófico que conduce a dicha teoría ni los elementos que en ella subyacen. El lector interesado en la reflexión helleriana sobre la cotidianidad deberá estar atento a conceptos como necesidades, valores, roles, prejuicios y conductas sociales, además de hábitos, usos, reglas y normatividades. Son estos conceptos los que, derivados de la vida diaria, potencian la reflexión filosófica y el análisis abstracto de, precisamente, la cotidianidad. Si, como explica nuestra autora, la ciencia y el arte son las mayores objetivaciones de la vida cotidiana a que puede -y debe- aspirarse, ambas tienen su origen en el caos y la heterogeneidad que caracterizan a esta última, así como su lugar de destino. En esto radica otro de los planteamientos de la sociología de la vida cotidiana de Agnes Heller: la ciencia y el arte -al igual que las demás objetivaciones- provienen de la cotidianidad y regresan a ella para enriquecerla y, donde es posible, transformarla. En este sentido, la utopía marxista es constantemente revisitada en la obra de Heller, cumpliendo a cabalidad los presupuestos de un razonamiento dialéctico.
Para el seguimiento de los conceptos básicos del análisis helleriano sobre la vida cotidiana y, en general, para el tratamiento de la misma, el lector interesado deberá consultar aquellas obras en donde la autora húngara -nacida en Budapest en 1929 y radicada actualmente en la ciudad de Nueva York, en cuya universidad funge como profesora- aborda dicho estudio, de importancia central en el cuerpo de su producción bibliográfica. Estas obras son Hipótesis para una teoría marxista de los valores; Teoría de las necesidades en Marx; Instinto, agresividad y carácter: introducción a una antropología social marxista; Teoría de los sentimientos; Para cambiar la vida; La revolución de la vida cotidiana; Rol social y prejuicio; Historia y vida cotidiana y, desde luego, Sociología de la vida cotidiana.
En particular, es en estas dos últimas obras donde la reflexión helleriana sobre la cotidianidad se presenta en su mayor amplitud, moviéndose entre la personalidad individual -el principal protagonista de ambas- y el escenario donde tal protagonista se desenvuelve: el mundo de las objetivaciones.
Por otra parte, es necesario insistir en que los planteamientos de Heller sobre la materia que nos ocupa van y vienen a lo largo de su obra, resumiéndose aquí, extendiéndose allá, regresando sobre aspectos centrales, aun en textos aparentemente prescindibles como los ensayos sueltos y agrupados en libros o en las entrevistas. Así, por ejemplo, en la recopilación de ensayos acompañados de una entrevista que conforman La revolución de la vida cotidiana, Heller sintetiza uno de sus planteamientos centrales que en Historia y vida cotidiana, y sobre todo en Sociología de la vida cotidiana, desarrolla con profundidad, a saber:
Para que los miembros singulares de una sociedad puedan reproducir la propia sociedad, es preciso que se reproduzcan a sí mismos en tanto que individuos. La vida cotidiana es el conjunto de las actividades que caracterizan las reproducciones particulares creadoras de la posibilidad global y permanente de la reproducción global.[ 28 ]
En la reflexión de Agnes Heller, los puentes entre la reproducción individual y la reproducción social están dados por las objetivaciones de la vida cotidiana y el sentido más alto de éstas consiste en alcanzar lo genérico o, en otros términos, en ir del simple individuo particular al "hombre entero", aquel que es capaz de poner en práctica todas sus capacidades creativas como ser humano, superando de manera considerable las barreras que lo atan a la naturaleza como simple animal. En tal virtud, el análisis de la cotidianidad, desde la perspectiva helleriana, tiene como punto de partida el examen del concepto abstracto de vida cotidiana, así como la explicación de las características del hombre particular y su mundo, a saber: la clase social a la que aquél pertenece, tanto como el grupo, la masa y la comunidad, instancias que conforman el ambiente inmediato, donde el diario que a diario se desarrolla.
Cuando decimos que el particular se objetiva en la vida cotidiana [anota Heller] debemos, una vez más, hacer una precisión: el particular forma su mundo como su ambiente inmediato. La vida cotidiana se desarrolla y se refiere siempre al ambiente inmediato. El ámbito cotidiano de un rey no es el reino sino la corte. Todas las objetivaciones que no se refieren al particular o a su ambiente inmediato, trascienden lo cotidiano.[ 29 ]
En este punto, Heller sostiene una de las tesis centrales de su reflexión, aquella que, dicho sea de paso, deja atrás las descripciones exhaustivas de la vida cotidiana, heterogénea por definición, para explicar que si ésta tiene un sentido es porque no es reductible a un valor autónomo sino que forma parte de un contexto más amplio: la historia.
La vida cotidiana es heterogénea en los sentidos y aspectos más diversos. Y ésta es la razón por la que su centro sólo puede ser el particular, en el cual aquellas esferas, formas de actividad, etcétera, decididamente heterogéneas se articulan en una unidad. De esto se desprende que la vida cotidiana no representa necesariamente un valor autónomo; si la continuidad del particular está constituida por aspectos y formas de actividad que se han acumulado casualmente, la cotidianidad no tiene un "sentido" autónomo. La cotidianidad cobra un sentido solamente en el contexto de otro medio, en la historia, en el proceso histórico como sustancia de la sociedad.[ 30 ]
Vale la pena insistir en este punto puesto que en él radica una de las mayores contribuciones de Agnes Heller al estudio de la vida cotidiana: la lectura de ésta, a la luz del proceso histórico que la desborda, la conforma en sus perímetros particulares, le imprime determinada estructura y lógica de funcionamiento y traza su perfil en tanto que, como generalidad, como sociedad, la vida cotidiana se potencia en el proceso histórico para trazar la dirección y el derrotero que éste siga en el tiempo y en el espacio. De esta manera, la vida cotidiana deja de ser mera enumeración de anécdotas y sucedidos "curiosos", en el mejor de los casos, o recuento abrumador de episodios grises e intrascendentes, en el peor de ellos, y asume la estructura de materia prima de la historia, en la que es posible observar el germen, la prefiguración de movimientos -o valores, para decirlo en términos hellerianos- más amplios. Así, la vida cotidiana no es solamente el residuo o el "no sé qué" de la historia sino uno de sus más importantes y reveladores ámbitos de ocurrencia. Se puede ir, de tal manera, de la sociología a la historia de la vida cotidiana.
En la explicación de las objetivaciones que llevan de la cotidianidad a la genericidad del hombre entero no puede faltar el análisis de los elementos reguladores de la vida cotidiana, entendiendo como tales aquellos condicionamientos de la conducta del particular en sociedad: el trabajo alienado, la moral, la religión, la política, el derecho y el Estado. De la misma manera, no pueden faltar las puertas hacia la libertad: el trabajo libre y creativo, la ciencia, el arte y la filosofía.[ 31 ] Estos ejes analíticos contienen las vertientes y las bifurcaciones de la materia de que está hecha la vida diaria: la historia viva, en el momento de ocurrir, desde el saber cotidiano hasta el saber no cotidiano y los elementos que los componen. En ellos se encuentran, por último, las respuestas a los problemas que la vida cotidiana plantea en cada momento y la posibilidad de remontar la grisura, la tendencia al grado cero de la existencia, como diría Roland Barthes, del diario que a diario. Y esto tanto de manera individual como colectiva.
[ 1 ] En buena medida estas notas constituyen una versión de la introducción de mi tesis de doctorado en Historia de México.
[ 2 ] Doctor en Historia, es autor de varios artículos.
[ 3 ] Honorato de Balzac, La comedia humana, 16 v., México, Colección Málaga, 1959; todas las citas entrecomilladas provienen del prólogo, p. 55-69.
[ 4 ] Stefan Zweig, Honorato de Balzac. La comedia humana, México, Colección Málaga, 1959, v. I, p. 9-36.
[ 5 ] Sigo aquí la teoría del reflejo que Lukács desarrolla en el volumen I de Estética. Para él, sentido común "suele ser simplemente una generalización abstracta de las experiencias de la vida cotidiana", y aunque los resultados de la ciencia y del arte desemboquen constantemente en la vida y el pensamiento cotidianos y se encuentren incluidos en el sano sentido común, enriqueciéndolo en la medida en que se conviertan en elementos activos de la práctica cotidiana, tal inclusión suele aparecer en la sabiduría sentencial manejada al libre albedrío y, por tanto, no se basa en prueba alguna.
[ 6 ] En un ensayo titulado "Civilización material e historia de la vida cotidiana", Carlos Antonio Aguirre Rojas, destacado estudioso de Braudel, analiza las concepciones de este autor sobre la vida cotidiana, particularmente las desplegadas por el historiador francés en Civilización material, economía y capitalismo. Véase ensayo de Aguirre Rojas en La Jornada Semanal, México, 30 de octubre de 1994, p. 24-31.
[ 7 ] Georges Duby, Historia social e ideologías de las sociedades, Barcelona, Anagrama, 1976 (Cuadernos), p. 82-83.
[ 8 ] Georges Duby, Historia social e ideologías de las sociedades, Barcelona, Anagrama, 1976 (Cuadernos), p. 84. Por esos mismos años, otros historiadores, como Jacques Le Goff, llamaban la atención sobre ese campo nuevo de la investigación: la historia de las mentalidades. Véase, para esto, de Jacques Le Goff, "Las mentalidades. Una historia ambigua", en la obra colectiva Hacer la historia, 3 v., Barcelona, Laia, 1980, v. III, p. 81-98. En México, una de las llamadas más recientes sobre este campo de investigación puede verse en Luis González, El oficio de historiar, Zamora, El Colegio de Michoacán, cap. II, p. 45-70. Antes de él, Joachim Benoit había llevado a cabo una reflexión similar en Perspectivas hacia la historia social de Latinoamérica, Puebla, Universidad Autónoma de Puebla, 1979, p. 12-20.
[ 9 ] Georges Duby, Historia social e ideologías de las sociedades, Barcelona, Anagrama, 1976 (Cuadernos), p. 84-85.
[ 10 ] Jean Rémy, "Vida cotidiana y producción de valores", en La teoría y el análisis de la cultura, trad. de Gilberto Giménez Montiel, Guadalajara, Secretaría de Educación Pública-Universidad de Guadalajara-Comisión Mexicana de Ciencias Sociales, 1978, p. 711-718.
[ 11 ] G. Balandier, "Sociología de lo cotidiano", en La teoría y el análisis de la cultura, trad. de Gilberto Giménez Montiel, Guadalajara, Secretaría de Educación Pública-Universidad de Guadalajara-Comisión Mexicana de Ciencias Sociales, 1978, p. 695-700.
[ 12 ] Franco Crespi, "El riesgo de lo cotidiano", en La teoría y el análisis de la cultura, trad. de Gilberto Giménez Montiel, Guadalajara, Secretaría de Educación Pública-Universidad de Guadalajara-Comisión Mexicana de Ciencias Sociales, 1978, p. 701-705.
[ 13 ] Michel de Certeau, "Prácticas cotidianas", en La teoría y el análisis de la cultura, trad. Laura López, Guadalajara, Secretaría de Educación Pública-Universidad de Guadalajara-Comisión Mexicana de Ciencias Sociales, 1978, p. 719-726.
[ 14 ] Roland Campiche, "¿Qué es lo cotidiano?", en La teoría y el análisis de la cultura, trad. de Gilberto Giménez Montiel, Guadalajara, Secretaría de Educación Pública-Universidad de Guadalajara-Comisión Mexicana de Ciencias Sociales, 1978, p. 707-710.
[ 15 ] Arnold Van Gennep, "Carácter cíclico y secuencia de la fiesta", en La teoría y el análisis de la cultura, trad. de Gilberto Giménez Montiel, Guadalajara, Secretaría de Educación Pública-Universidad de Guadalajara-Comisión Mexicana de Ciencias Sociales, 1978, p. 651-654.
[ 16 ] Agnes Villardy, "Fiesta y vida cotidianas", en La teoría y el análisis de la cultura, trad. de Catherine Heau, Guadalajara, Secretaría de Educación Pública-Universidad de Guadalajara-Comisión Mexicana de Ciencias Sociales, 1978, p. 655-673.
[ 17 ] Marianne Mesnil, "El lugar y el tiempo de la fiesta carnavalesca", en La teoría y el análisis de la cultura, trad. de Gilberto Giménez Montiel, Guadalajara, Secretaría de Educación Pública-Universidad de Guadalajara-Comisión Mexicana de Ciencias Sociales, 1978, p. 655-687.
[ 18 ] Jean Durigna, "La fiesta como transgresión del orden", en La teoría y el análisis de la cultura, trad. de Catherine Heau, Guadalajara, Secretaría de Educación Pública-Universidad de Guadalajara-Comisión Mexicana de Ciencias Sociales, 1978, p. 689-694.
[ 19 ] Robert Fossaert, "Redes de sociabilidad. La convivencia ideológica", en La teoría y el análisis de la cultura, trad. de Gilberto Giménez Montiel, Guadalajara, Secretaría de Educación Pública-Universidad de Guadalajara-Comisión Mexicana de Ciencias Sociales, 1978, p. 727-735.
[ 20 ] George Lakoff y Mark Johnson, Metáforas de la vida cotidiana, Madrid, Cátedra, 1986 (Colección Teorema), 286 p.
[ 21 ] Erving Goffman, La presentación de la persona en la vida cotidiana, Buenos Aires, Amorrortu, 1989, 271 p.
[ 22 ] Franco Ferrarotti, La historia y lo cotidiano, Barcelona, Ediciones Península, 1991, 205 p.
[ 23 ] Véase, de Henri Lefebvre, La revolución urbana, 3a. ed., Madrid, Alianza, 1980, 198 p., así como La vida cotidiana en el mundo moderno, 3a. ed., Madrid, Alianza, 1984, 254 p.
[ 24 ] Nota de contrasolapa a Sociología de la vida cotidiana, 3a. ed., Barcelona, Península, 1991, 423 p.
[ 25 ] La traducción castellana de Estética (4 v.) es de Barcelona, Grijalbo, 1965.
[ 26 ] G. Lukács, Estética, 4 v., Barcelona, Grijalbo, 1965, v. I, p. 35.
[ 27 ] Agnes Heller, Sociología de la vida cotidiana, 3a. ed., Barcelona, Península, 1991, 423 p., p. 7.
[ 28 ] Agnes Heller, La revolución de la vida cotidiana, Barcelona, Península, 1982, p. 9.
[ 29 ] Agnes Heller, Sociología de la vida cotidiana, 3a. ed., Barcelona, Península, 1991, 423 p., p. 25.
[ 30 ] Agnes Heller, Sociología de la vida cotidiana, 3a. ed., Barcelona, Península, 1991, 423 p., p. 93.
[ 31 ] Agnes Heller, Sociología de la vida cotidiana, 3a. ed., Barcelona, Península, 1991, 423 p., segunda parte, capítulo II, p. 119-223.
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute y Martha Beatriz Loyo (editores), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 17, 1996, p. 163-174.
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