Pablo Serrano Álvarez[ 2 ]
El gobernador provisional Francisco Solórzano Béjar tuvo que sortear dos grandes dificultades en 1926: una, la aplicación de las medidas anticlericales del callismo, reduciendo y controlando el número de sacerdotes en el estado; y dos, la preparación del proceso electoral de 1927, donde se renovarían la gubernatura y los representantes ante el Congreso local y federal.[ 3 ]
La jerarquía eclesiástica católica de Colima se unió de inmediato a las protestas anticlericalistas y, mediante las organizaciones católicas -desde los Caballeros de Colón hasta las Damas Católicas, la acjm y la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR)-, manifestó su repudio a las medidas establecidas por el gobernador y el Congreso estatales, claramente influidas por el callismo y el gobierno nacional. Las protestas por escrito y la organización para la defensa de la religión fueron la estrategia utilizada por la jerarquía y los católicos durante 1926, postulando los derechos católicos de los colimenses y las tradiciones "libertarias y justas" del catolicismo y su acción en la región, ante la "anarquía" que representaba el gobierno.[ 4 ]
Los grupos de bandidos que asolaban la entidad muy pronto se unieron a los católicos y a la jerarquía, empezando propiamente la rebelión cristera colimense, que se convirtió en una verdadera revolución, muy significativa para la sociedad provincial. Eduardo Ochoa encabezó la rebelión, en un primer momento, bajo la tónica de la propaganda y la organización, junto con el jefe local de la LNDLR, Antonio Vargas. El norte del estado, en las faldas del volcán, fue el escenario de los primeros hechos de la rebelión. En cuatro meses, más de 500 hombres realizaron una campaña por todo el estado contra las fuerzas gobiernistas, uniéndoseles los grupos de bandidos y encontrando un eco sin precedentes de la población agraria y urbana de Colima.[ 5 ]
En los primeros meses de 1927, la organización cristera estaba extendida por todo el estado. Se desarrollaron los primeros combates con el ejército, los ataques a las propiedades de extranjeros y hacendados prominentes, a las vías de comunicación (desde los caminos hasta el ferrocarril Manzanillo-Colima-Guadalajara), al comercio (agrícola y urbano) y a poblaciones apartadas (principalmente del norte de la entidad, desde rancherías hasta comunidades). El desasosiego se apoderó, nuevamente, de la población colimeña. La Cámara de Comercio pidió una acción pronta del gobierno de Solórzano, pues la rebelión hacía peligrar la paz social, indispensable para el desarrollo económico de Colima y la estabilidad política, fundamentales para la buena marcha del gobierno. Los partidos políticos, por el contrario, pidieron al gobernador una represión pronta y efectiva del ejército, con el apoyo de las autoridades del centro, para combatir a los rebeldes.
Organizaciones sociales, como la CROM y las ligas agraristas, se pusieron a disposición de las autoridades constituidas para combatir a los "rebeldes" y estabilizar la situación de crisis que experimentaba el estado. Varios hacendados, los más ricos, manifestaron que, en los límites de sus haciendas, organizarían grupos de guardias armados, para combatir cualquier ataque a sus propiedades, y pidieron el apoyo gubernamental en este sentido. Los jefes de la zona militar extendieron su apoyo irrestricto a las medidas gubernamentales, además de pedir refuerzos al ejército nacional para combatir con las armas a los "rebeldes fanáticos". Colima se paralizó ante el enfrentamiento y el gobierno tuvo que desarrollar acciones de inmediato, siempre con el apoyo del presidente Calles, principal interesado en combatir la rebelión católica en todos los confines regionales del país.[ 6 ]
En el primer semestre de 1927, además, los ánimos políticos se caldearon ante la renovación de las autoridades y el proceso electoral que se celebraría en julio. A pesar de todo, el Partido Independiente, que postuló a Laureano Cervantes a la gubernatura, siguió manteniendo su posición de grupo hegemónico regional, frente a las tendencias conservadoras, cooperatistas, constitucionalistas y socialistas, que se enfrascaron en un continuo debate por las elecciones, los representantes ante el Congreso nacional y la situación caótica por la que atravesaba la región en todas sus estructuras. Las elecciones se celebraron en un clima de conflicto y enfrentamiento, resultando ganador Laureano Cervantes. Los grupos, entonces, debatieron ampliamente sobre la legitimidad del nuevo gobernador y acerca de su capacidad para hacer retornar la paz a la entidad.[ 7 ]
A mediados de 1927, Colima se encontraba en guerra abierta. Los ataques a las vías de comunicación, los incendios de las fábricas, los secuestros de particulares, los asaltos a las haciendas y propiedades, los enfrentamientos de los cristeros con las fuerzas federales, los atentados dinamiteros, las ejecuciones públicas de cristeros, las labores clandestinas de la población en ayuda a los sublevados, el cierre del comercio, la paralización económica, los choques entre agraristas y cristeros y los ataques públicos de incapacidad gubernamental en los periódicos evidenciaron el clima de crisis y guerra.[ 8 ]
La situación no mejoraría sino hasta 1930, incrementada aún más por los efectos de las elecciones federales de 1928, la asonada militar de Serrano y Escobar y la inestabilidad que caracterizó al gobierno nacional. El gobernador Cervantes, a pesar de todo, pudo mantener el control gubernamental y continuar en el poder. Su política se concentró en la conciliación con los grupos de poder económico y político, de tal manera que le sirvieran de apoyo ante la inestabilidad y la intranquilidad públicas que ocasionó la rebelión cristera. La alianza con la Cámara de Comercio, por ejemplo, fue sintomática para el abasto de la población, la proveeduría del gobierno y la neutralización de los ataques de la oligarquía. Pero esta alianza dio también por resultado el retraimiento de la reforma agraria, la aplicación de una ley del trabajo en contra de los obreros y el incremento de poder de la vieja oligarquía regional.[ 9 ]
Hacia 1928, el jefe de operaciones del movimiento cristero en Colima, Miguel Anguiano, había logrado aglutinar a más de 500 efectivos levantados en todo el territorio colimense. Los pertrechos de guerra, los apoyos de la jerarquía y de la población, en general, y las estrategias de ataque a puntos neurálgicos de la vida local colimense acrecentaron la fuerza cristera frente a la campaña que el ejército desarrollaba, comandada por uno de los enviados del general Calles (por medio de Joaquín Amaro), Heliodoro Charis, quien, mediante la negociación y el acercamiento, logró en poco tiempo la pacificación o el estancamiento de las acciones cristeras en la entidad.[ 10 ]
El movimiento cristero se expresó mediante el bandidaje que había caracterizado a Colima desde la Revolución, por lo que sus efectos a corto plazo fueron devastadores en todos los sentidos. Aunado a esto, el continuo debate político de las organizaciones y los partidos impidió que los procesos electorales se desarrollaran con consenso y estabilidad. Los hacendados, actores por excelencia de la vida económica regional, se defendieron con guardias armadas ante los ataques cristeros y del mismo ejército, por lo que los enfrentamientos violentos eran cotidianos.[ 11 ] Los obreros y campesinos aprovecharon el clima para demandar y movilizarse contra el gobierno, por lo que las huelgas y manifestaciones dieron por resultado la otra cara de la crisis.[ 12 ] La situación no varió aun con los arreglos celebrados entre la Iglesia y el Estado a mediados de 1929. El gobernador Cervantes, sin embargo, se mantuvo en el poder ejerciendo un control endeble de las actividades gubernamentales. El apoyo de los aparatos centrales, en este sentido, fue decisivo.[ 13 ]
Ese mismo año, la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) provocó en Colima otra crisis política por el enfrentamiento entre los grupos y los actores de la escena partidista. El Partido Independiente se constituyó en el germen de la organización estatal del PNR, por lo que su hegemonía y autonomía, con respecto al centro, quedaba coartada, pero sus miembros pudieron mantener la estructura organizativa por dos años más, aunque con la oposición de otras fuerzas que se querían aglutinar al nuevo partido nacional, y otras más que quedaban sin sustento sociopolítico, fuera del apoyo de las instancias nacionales. Los procesos electorales colimenses y federales se vislumbraban conflictivos y agotadores, pues cada año tenían expresión y la población colimense se encontraba agotada de tanta actividad política.[ 14 ]
La crisis entre el vasconcelismo y el penerrismo, hacia 1930, por ejemplo, no tuvo efectos en Colima, aunque demostró la debilidad del partido oficial, el Independiente, ya casi absorbido por el PNR, dando por resultado el resurgimiento del Partido Liberal Colimense, que existía desde 1917 y que había sido apagado por el Independiente. Este partido lo constituían sectores de la clase media que se postulaban como los herederos por excelencia de la Revolución en Colima y que buscaban el apoyo directo del callismo para combatir a los del Independiente en el poder, a partir de su inclusión en el PNR.[ 15 ]
En las elecciones federales para la renovación del Congreso Nacional, de mediados de 1930, el Liberal Colimense adquirió fuerza gracias a la acción de su presidente, Salvador Saucedo, quien ya había estrechado una alianza histórica con el callismo central y creado un conjunto de apoyos regionales que se basaban en la crítica a la debilidad que había caracterizado al gobernador Cervantes, tanto con respecto a los cristeros como a los grupos sociopolíticos que tenían sumida a Colima en la inestabilidad y la crisis. El enfrentamiento entre los dos partidos se hizo de carácter público en las elecciones para senador, José D. Aguayo fue postulado por el Independiente o PNR, frente a Salvador Saucedo por el Liberal Colimense. El primero volvió a ganar, con la "mano negra" del gobierno y las estrategias penerristas, lo que causó que Saucedo buscara la inclusión de su partido en el partido callista, con tal de arremeter contra los independentistas y sus actores en el poder gubernamental.[ 16 ]
Se avecinaron otras elecciones, las de 1931, donde hubo cambio de gobernador y representantes al Congreso estatal.[ 17 ] Los grupos políticos, casi siempre adheridos al PNR, se ampliaron, por lo que se desarrolló una intensa campaña preelectoral, cuyas consecuencias sumaron a Colima en otro conflicto político más, por la envergadura del cambio de gobernador y la necesidad de que el ganador acabara, con el apoyo del gobierno nacional, de una vez, con la situación catastrófica que experimentaba Colima, todavía sumida en el bandidaje cristero reticente a aceptar los famosos arreglos de 1929 entre la Iglesia y el Estado.[ 18 ]
Las elecciones auguraron otra tormenta en la escena política, mientras que la región no podía recuperarse de la guerra cristera y de la paralización económica. Se postularon en la precampaña para la gubernatura, José D. Aguayo, por el Independiente; Salvador Saucedo, por el Liberal; Miguel G. Santa Ana, por el Reconstructor, y Jesús Cobián, por el Liberal "Benito Juárez". Los postulados se enfrascaron en el debate y el enfrentamiento entre sus adeptos, dando por resultado varios zafarranchos, la intervención de las fuerzas del orden, la violencia en varias poblaciones, el enfrentamiento entre los agraristas, cristeros y los miembros de los partidos.[ 19 ]
Salvador Saucedo, hábil político, recurrió a Calles y a las instancias centrales para lograr el éxito electoral y gobernar a Colima. El PNR envió a Manlio Fabio Altamirano a coordinar la campaña, lo que causó el enojo del gobernador Cervantes, quien daba todo su apoyo al candidato Aguayo. El centro, directamente, ordenó al gobernador dar todo género de garantías a Saucedo y su grupo en la lucha por la gubernatura, lo que no fue aceptado por Cervantes, acusando a Saucedo de aliarse con los cristeros, los agraristas y los grupos desafectos con el gobierno para conseguir sus fines. Acusó a este último, además, ante la Secretaría de Gobernación, de causar desórdenes públicos y enfrentamientos, sin lograr inclinar la balanza en favor de su candidato y el grupo penerrista que provenía del Independiente.[ 20 ]
Fabio Altamirano se encargó de informar al presidente Ortiz Rubio de la política de mano dura establecida por el gobernador Cervantes, favoreciendo a Saucedo, lo que ocasionó una ruptura entre el gobierno nacional y el estatal.[ 21 ] Los demás candidatos corroboraron la versión de que Cervantes ejercía una amplia represión sobre los opositores, inclinando los apoyos en favor de Saucedo. El mismo presidente pidió al gobernador un informe detallado de su participación en la "orgía de sangre" y los "acontecimientos sangrientos", en el proceso de precampaña, a lo que respondió Cervantes acusando directamente a Saucedo de esa campaña de desprestigio.[ 22 ]
Las elecciones de postulación se verificaron en junio de 1931. El ganador indiscutible fue Salvador Saucedo que, con el apoyo irrestricto del callismo central, la presidencia de la República y los grupos opositores al grupo Independiente en el poder, se apostó a preparar su campaña para la gubernatura estatal. El penerrismo se encontraba dividido. El gobernador pidió licencia para separarse del gobierno y negociar directamente con los aparatos centrales la situación política del grupo Independiente del PNR.El manejo de las elecciones, se aseguró, estuvo a cargo de este grupo del partido e influyente en el gobierno.[ 23 ]
Las elecciones de agosto de 1931 favorecieron a Higinio Álvarez, candidato del grupo Independiente del PNR, lo que ocasionó el enojo de Saucedo y su grupo, por el fraude del que habían sido objeto por el gobierno encabezado por Cervantes. La violencia política se desató aun dentro de la organización del PNR en Colima. El 6 de agosto, cuatro días después de las elecciones, el presidente Ortiz Rubio declaró desaparecidos los poderes en el estado de Colima, con la clara intención de poner en la gubernatura a Salvador Saucedo. Así se estableció en la declaratoria:
Que los actos preparatorios de las elecciones señalaron con toda evidencia una indebida participación de los elementos oficiales, para favorecer determinada candidatura y poner incesantes obstáculos a la libre expresión del voto, haciendo imposible, con semejante conducta, la implantación de un régimen legal que satisfaga la aspiración general de la República, para establecer verdaderas instituciones democráticas, representativas de la voluntad popular.[ 24 ]
Los considerandos hacían un balance de una relación conflictiva entre el gobierno estatal y el central, basada en la acción del gobernador Cervantes en el sentido de una autonomía poco justificada y en la mano dura con que deseaba desaparecer a los opositores, y los embates que esto significaba para el establecimiento del partido oficial en Colima. La justificación presidencial se basaba en el clima de violencia sociopolítica que había caracterizado al estado durante la gubernatura de Cervantes, aunque esto en realidad mostraba claramente la intervención directa del centro sobre la vida política de Colima.[ 25 ]
Mientras tanto, grupos de ex cristeros hacían de las suyas en el norte y sur del estado, atacando propiedades, oficinas gubernamentales, realizando secuestros y estableciendo enfrentamientos con los agraristas, grupos del ejército destacado en Colima y trabajadores organizados por la CROM. La violencia de la guerra cristera no se había parado aún, lo que fue contra la política del gobernador Cervantes. Otro tipo de organizaciones clandestinas de tendencia católica, como las llamadas Legiones, por otra parte, ocasionaron ese clima de desasosiego mediante acciones de carácter terrorista y la organización social con definición de política, para combatir a los aparatos gubernamentales que apenas y tenían tiempo para trabajar normalmente dada la crisis política.[ 26 ]
El Congreso Nacional, a propuesta del propio presidente Ortiz Rubio, nombró a Pedro Torres Ortiz como gobernador provisional de Colima, con el objetivo concreto de que se encargara de organizar las actividades administrativas, políticas y económicas de la entidad, y convocar a elecciones extraordinarias tanto para la gubernatura como para la renovación del Congreso estatal. El Comité Ejecutivo Nacional del PNR hizo lo suyo también al mandar a renovar a los integrantes del comité estatal del partido y así reestructurar los cuadros dirigentes y los grupos, así como lograr una integración de las tendencias en favor de un nuevo candidato a la gubernatura. Los nuevos dirigentes del partido tenían ese claro objetivo, específicamente apoyando a Salvador Saucedo. Los nuevos dirigentes eran de sus mismas huestes, como Arcadio de la Vega, Pablo Alamillo, Félix Ceballos y Miguel G. Bazán.[ 27 ]
De nuevo, la campaña electoral de Saucedo, candidato único, se desarrolló reivindicando al grupo proveniente del Partido Liberal Colimense. Grupos de obreros y campesinos se adhirieron a la candidatura, y el consenso dirigido desde el centro permitió que Saucedo encontrara limpio el camino hacia la gubernatura.[ 28 ]
En noviembre de 1931, los resultados electorales favorecieron al candidato Salvador Saucedo. El proceso se desarrolló sin enfrentamientos violentos y con toda tranquilidad. La legislatura se renovó con cuadros pertenecientes al saucedismo, presidida desde ese mes por Ignacio Gamiochipi. El PNR cambió su estructura a través de la organización de los sectores sociales, corporativizando su acción y quedando atrás la estructura de subpartidos estatales que le habían dado origen. El día 17 de ese mes, Colima entraba a otra etapa de su historia posrevolucionaria, bajo la acción del saucedismo.[ 29 ]
El periodo fue representativo de la lucha que enfrentó a los colimenses entre el tradicionalismo provincial y oligárquico y el modernismo político de la posrevolución. En este proceso se impuso, indiscutiblemente, la intervención del centro sobre la región, como efecto de la rebelión cristera que desestructuró al poder regional. Es, por este hecho, que la guerra cristera en Colima se constituyó, en realidad, en la revolución por excelencia que modificó las estructuras e introdujo a la sociedad en el ventarrón del cambio sociopolítico de la posrevolución callista. Desde ese momento concreto de la llegada al poder de Salvador Saucedo, la sociedad colimense empezó a experimentar un cambio, vinculado más a las características nacionales que asumió la posrevolución en la década de los treinta. En otro matiz, la sociedad regional inició un debate constante y frecuente entre el tradicionalismo y la modernidad, tanto en la esfera social y económica como en la política y cultural, introduciéndose de lleno en la mecánica del nuevo orden nacional, pero manteniendo sus características históricas provinciales, cuyo efecto la condujo a extender el proceso posrevolucionario hasta la década de los años cincuenta.[ 30 ]
La gubernatura de Salvador Saucedo en Colima fue la concreción del maximato nacional. La política de institucionalidad, combinada con el juego personalista y caciquil, fue una característica de la acción gubernamental. Esta cuestión era indispensable en la región, golpeada por la violencia y la inestabilidad durante años, y dominada por las estructuras tradicionales de poder oligárquico. La intervención del centro fue posible gracias a la alianza de Saucedo con el callismo, sobre todo en el nivel político, lo que permitía cierta estabilidad y control de la vida sociopolítica colimense, ante todo para lograr una estabilidad estatal que permitiera la reorganización gubernamental, el estímulo al desarrollo económico, los acuerdos sociales indispensables y el apaciguamiento de los grupos y sectores opuestos a la posrevolución hecha gobierno.[ 31 ]
En este sentido, la acción del PNR era fundamental para los colimenses, mediante su influencia en los aparatos gubernamentales y su poder social de organización, vía la corporativización de los intereses y demandas. Saucedo se convertiría en el actor político principal de esta circunstancia histórica regional, muy influida por los requerimientos que se exigían en el nivel nacional.[ 32 ]
Los primeros meses del gobierno saucedista se caracterizaron por el apoyo popular a las medidas tendientes a pacificar la región. La reorganización de la administración pública contó con el aval de los grupos de poder, desde los grupos políticos antes enfrentados hasta los grupos oligárquicos de hacendados, comerciantes e inmobiliarios, pero, sobre todo, de las organizaciones de campesinos y obreros que veían cumplidas sus demandas con el programa del gobierno saucedista, principalmente en lo que se refería al reparto agrario, la aplicación de la ley del trabajo, la pertinencia de la organización corporativa, el jacobinismo educativo y el control del comercio. El logro del consenso social permitió la fortaleza de la gubernatura de Colima y la realización de los primeros indicios de estabilidad sociopolítica regional. Este clima perduró sólo tres años, pues muy pronto la lucha por el poder eliminó la posibilidad de la estabilidad colimense.[ 33 ]
La oposición, sin embargo, no quedó neutralizada del todo. Los grupos perdedores de la anterior elección continuamente acusaban al gobernador de incapacidad, autoritarismo, corrupción, personalismo y represión sociopolítica y socioeconómica, ante las instancias centrales, ya sea ante el presidente, la Secretaría de Gobernación, el "jefe máximo", las secretarías de Estado, los líderes de organizaciones obreras y campesinas o partidistas y en la prensa nacional estatal. Los cuestionamientos negativos, sin embargo, no afectaron al poder saucedista en ningún sentido, lo que permitió que sobreviviera hasta 1935, cuando los conflictos del presidente Cárdenas con Calles y la lucha electoral por la gubernatura en el seno del PNR ocasionaron su salida del poder gubernamental de Colima y el resurgimiento de la inestabilidad social imbuida de las demandas campesinas, obreras y de la clase media que caracterizaron al periodo cardenista nacional.[ 34 ]
El gobernador Saucedo pronto se distanció del grupo que lo había llevado al poder dentro del penerrismo. Fue acusado de no cumplir con lo prometido en el programa de gobierno y de desarrollar una política autoritaria con respecto a los opositores, por su confianza en el apoyo del callismo central y el constante apoyo que le manifestaban los líderes populares. Algo imperdonable había sido su alianza con familias oligárquicas de hacendados y comerciantes, pues este hecho ocasionó el estancamiento de la reforma agraria y el mantenimiento del poder político, ahora de manera indirecta, de esos grupos en la estructura de poder regional. La escasa obra pública demostraba la ineficiencia del saucedismo, lo que dio por consecuencia una atmósfera de oposición que duró hasta 1935, por los efectos de la lucha electoral y la filiación callista del gobernador, cuando el Congreso Nacional y el presidente Cárdenas declararon desaparecidos los poderes en el estado.[ 35 ]
Este hecho fue debido al apoyo, por escrito, del gobernador a Calles, en sus declaraciones contra el presidente y su salida al exilio, y la medida se justificó ante los constantes informes de autoritarismo y represión de que eran objeto los grupos opositores dentro del penerrismo y los sectores sociales que manifestaban frecuentemente sus demandas. Ello fue efecto de la efervescencia electoral antes y después de la campaña por la gubernatura.[ 36 ]
Los representantes colimenses ante el Congreso nacional y los personajes que se postulaban para la gubernatura, sin embargo, habían desarrollado una labor intensa de desprestigio del gobernador, en especial José Campero, José D. Aguayo, Manuel Gudiño, Pedro y Francisco Torres Ortiz y Miguel G. Santa Ana, identificados con el cardenismo y con los grupos provenientes del Reconstructor Colimense y el Independiente, que ahora formaban parte del PNR estatal, y con amplias bases sociales provenientes de los sectores obreros, campesinos y clasemedieros organizados por el mismo partido.[ 37 ]
El partido oficial, después de una lucha intensa entre los grupos políticos, en mayo de 1935, antes de que Saucedo se fuera de la gubernatura, había postulado como candidato a Miguel G. Santa Ana, cuya postulación iba en contra del candidato del gobernador, llamado Jesús Reyes Pimentel. Personajes como Torres Ortiz y Manuel Gudiño, representantes de Colima ante el Senado y la Cámara de Diputados, estrecharon una alianza importante con el postulante y los grupos opuestos al saucedismo.[ 38 ]
El gobernador, por su cuenta, realizó un intenso hostigamiento contra ese grupo y tuvo que negociar con las instancias centrales para evitar la desaparición de poderes. La negociación retrasó la caída definitiva, pues el presidente Cárdenas bien sabía del apoyo público del gobernador a Calles. Saucedo se mantuvo en el poder hasta agosto, cuando se verificaron las elecciones para la gubernatura, y cuando se demostró la labor represiva y autoritaria de su acción gubernamental, con claro sesgo político y contrario al grupo que luchaba por imponerse desde el PNR.[ 39 ]
El 20 de agosto, el presidente Cárdenas hizo la declaratoria de la desaparición de poderes en el estado de Colima, después de una visita personal donde corroboró la inquietud sociopolítica, los enfrentamientos violentos y el clima opositor, ocasionados por las medidas represivas del gobernador. Nuevamente, se nombró un gobernador provisional, José Campero, que se encargó de convocar a elecciones extraordinarias para el gobierno del estado, los ayuntamientos y la representación legislativa local.[ 40 ]
Hacia el 20 de noviembre de 1935, Miguel G. Santa Ana tomó posesión como gobernador constitucional del estado de Colima con el apoyo irrestricto del presidente Cárdenas y el consenso de los penerristas, divididos por Saucedo, que tuvo que apartarse de la entidad y sin adeptos que lo siguieran. Pronto se conocieron los "trapos sucios" de la gubernatura saucedista, principalmente fraudes, corrupción, detenciones y control de las organizaciones y, sobre todo, el estigma callista con el que se había identificado fielmente el gobernador. En seguida, hubo un readecuamiento de las alianzas y estructura de poder, que en nada benefició a los grupos de la oligarquía, favorecidos por Saucedo.[ 41 ]
La época del personalismo caciquil quedó atrás desde el momento en que el grupo santanista arribó al poder, pues su intención era lograr que Colima se identificara de lleno con la política cardenista, basada en la organización sociopolítica y la política populista que aseguraba la aplicación del proyecto de la Revolución. El grupo cardenista, representado por Santa Ana, Torres Ortiz, Gudiño, Campero, González Lugo y otros personajes de menor jerarquía, desde ese entonces, se convirtió en el grupo hegemónico del partido oficial y de la política colimense, y no dejaría el poder sino hasta la década de los años cincuenta.[ 42 ]
El gobernador Santa Ana, con el aval del centro y el consenso del partido oficial, tuvo las condiciones para llevar a Colima hacia la estabilidad sociopolítica. En seguida, regularizó el pago a los maestros y burócratas, reorganizó la administración pública, instrumentó medidas para la aplicación de justicia, desarrolló planes y estrategias para impulsar la actividad económica, reanudó la política del reparto agrario, permitió la organización de los sectores obreros y campesinos, estimuló el comercio, brindó planes de obra pública de infraestructura, restringió las funciones del ejército e instrumentó estrategias para controlar a grupos de rebeldes y bandidos que todavía asolaban ciertas localidades de la entidad. El gobernador y su grupo demostraron capacidad de control político y el cumplimiento del plan gubernamental, muy identificados éstos con la política cardenista y sus estrategias populistas para con los sectores sociales y los opositores.[ 43 ]
La efervescencia social, sin embargo, fue encabezada por los trabajadores del puerto de Manzanillo, proceso mediante el cual se enfrentaron los cromistas con los organizadores de la CTM en el nivel local, conflicto del que surgió, desde 1938, la Federación de Trabajadores de Colima, punta de lanza de la oposición a la política antiobrera del gobernador Santa Ana.[ 44 ]
Los enfrentamientos de los grupos obreros, en particular manzanillenses, se sucedieron desde 1937 por las posiciones de poder entre los cromistas y otras organizaciones independientes, origen de la federación y de la CTM. El gobernador desarrolló una estrategia de mano dura, con tal de que el estado mantuviera la estabilidad requerida como una necesidad fundamental, lo cual le arrojó varios descalabros y diferencias con el presidente de la República, el partido oficial y las organizaciones populares como la naciente CTM y la Confederación Nacional Campesina, CNC, que fue creada en 1936.[ 45 ]
Los conflictos abiertos entre los líderes obreros, como José D. Ruiz, José Pimentel Llerenas, José Puente, Ramón Serrano, Ramón Méndez y Benjamín Ortiz, y el gobernador, se manifestaron por el carácter y la fortaleza de las organizaciones y su movilización constante para demandar acciones de gobierno contra los patrones y las empresas.[ 46 ]
Las diferencias surgieron tan frecuentemente que se afirmó que el gobernador había ordenado el asesinato del líder de la federación cetemista, José Pimentel Llerenas, en 1939, porque representaba un peligro para la estabilidad estatal mantenida a todo costo por el gobernador, en contraposición a los intereses obreros y campesinos. Manzanillo fue un polvorín en ese proceso, pero el gobierno del estado pudo mantener el control, con la venia de las organizaciones nacionales y la estructura gubernamental nacional.[ 47 ]
El populismo cardenista en Colima se manifestó mediante la constante movilización de los sectores campesinos -a través de las ligas agrarias de la CNC, demandando tierras y reparto de ejidos colectivos-, obreros -mediante la conformación de la Federación de Trabajadores de Colima, que aglutinó a varios sindicatos de fábrica y actividad, desde estibadores, choferes, albañiles, garroteros, salineros, jaboneros, electricistas, ferrocarrileros, nixtamaleros, burócratas, demandando mejoras salariales, jornadas de ocho horas, vivienda y salud; magisteriales, por medio del sindicato de maestros, que se manifestaban en favor de la educación socialista, la federalización de la enseñanza, mejores condiciones de trabajo, construcción de escuelas, capacitación y becas-, hacendados y comerciantes -que, por medio de la Cámara de Comercio de Colima, se constituyeron en un grupo de presión contra la política cardenista en la entidad, y que demandaban mejores condiciones de infraestructura, la aplicación de la ley del trabajo en su favor y una disminución de impuestos que protegieran sus ganancias e inversiones y grupos de católicos -organizados por la Unión Nacional Sinarquista y la Unión Nacional de Padres de Familia, que se manifestaban por los derechos de la Iglesia católica sobre la educación y la conciencia del pueblo, y se oponían al anticlericalismo cardenista.[ 48 ]
La efervescencia social fue una característica de la contención de que fue objeto la sociedad regional durante los periodos anteriores, pero el gobernador tuvo en sus manos el control y, ante el proceso electoral de 1939, esta efervescencia no se convirtió en un proceso conflictivo en lo político que desestructurara el sistema de poder, como había acontecido anteriormente.[ 49 ]
Desde abril de 1939, la lucha política por la gubernatura colimense se anunció. El Partido de la Revolución Mexicana (PRM), por conducto de su secretario general, Francisco Brust, convocó a la asamblea estatal desde el mes de abril, en donde se postuló la candidatura del coronel Pedro Torres Ortiz, que en ese entonces era senador por Colima en el Congreso nacional. El Partido Renovador Colimense, por su parte, postuló a Jorge Huarte Osorio, adversario del grupo de filiación cardenista en el poder. El Partido Revolucionario Colimense, que aglutinó a los socialistas, a los ex alamillistas y a los veteranos de la Revolución en Colima, postuló a Juan Bueno Larios, ex combatiente maderista en el estado y heredero de la supuesta "tradición revolucionaria" de los colimenses. Las campañas de los candidatos se distinguieron por el contacto con la sociedad colimense en casi todos los confines de la entidad, y con la vigilancia de los aparatos de control, por lo que se evitaron zafarranchos y hechos violentos.[ 50 ]
En agosto se verificaron las elecciones con toda tranquilidad, resultando ganador Torres Ortiz, ante las demandas en contra de las otras fuerzas políticas que deseaban la declaración de la nulidad de las elecciones. El primer día de noviembre de ese año, Pedro Torres Ortiz tomó posesión como gobernador del estado de Colima, sellando con esto la permanencia en el poder del grupo político que se impuso contra el saucedismo en 1935.[ 51 ] Esta circunstancia dio unidad política a los colimenses, sobre todo en momentos en que la estabilidad nacional se encontraba en entredicho por el proceso de sucesión del presidente Cárdenas, y los vientos de enfrentamiento de las tendencias políticas de la posrevolución por el radicalismo que caracterizó al periodo presidencial cardenista.[ 52 ]
El oficialismo colimense declaró su adhesión a la candidatura de Manuel Ávila Camacho a la presidencia. El candidato visitó Colima en enero de 1940. El grupo político en el poder cerró filas con el futuro presidente, declaró la postulación, para la representación nacional, al ex gobernador Santa Ana y Conrado Torres Ortiz, como senadores propietario y suplente, respectivamente; y a Manuel Gudiño como diputado único del primer distrito de Colima. Del lado del almazanismo, los opositores al grupo cardenista postularon para esos puestos, respectivamente, a Alfonso Gómez Morentín y José Rivas y a Francisco González. Estos últimos no ganaron en la elección y, ante los ataques que en el nivel nacional formuló el almazanismo, los colimenses del PRM organizaron marchas y mítines en apoyo al avilacamachismo y al grupo gobernante de Colima, sin mayores efectos desestabilizadores. La "unidad política" de los colimenses dio estabilidad y tranquilidad públicas efectivas, convirtiendo a Colima en un paraíso político que envidiaban otras regiones del país.[ 53 ]
La gubernatura de Torres Ortiz contó con el apoyo de la federación en todo momento, sobre todo en lo que se refería a la inversión pública en obras de infraestructura, carreteras, irrigación, electrificación, servicios sociales y aplicación de la reforma agraria. El plan de modernización regional, con el concierto y apoyo de los grupos de poder económico, los sectores sociales y las organizaciones de carácter sociopolítico, pronto permitió que el gobierno de Torres Ortiz contara con la unidad requerida y se lograra la estabilidad tan ansiada por los colimenses.[ 54 ]
Un hecho natural cerró este periodo: el terremoto que sacudió el estado en abril de 1941, cuyas consecuencias desastrosas retardaron la aplicación del plan de modernización del gobernador y lo distanciaron del senador Santa Ana, quien había hecho labor para evidenciar ante el centro el autoritarismo y la represión de que eran objeto los colimenses por parte del gobierno del estado. Este rompimiento evidenció el divisionismo del grupo en el poder y sacaba a la luz pública los "trapos sucios", de carácter oficialista, de los políticos encumbrados en la región.[ 55 ]
Colima se caracterizó en este periodo, en lo político, por la continuidad del grupo cardenista y el apego a las políticas del centro, concretamente las aplicadas por los presidentes, así como la apertura a la penetración burocrática e institucional nacional, como parte de la inserción de la región en la vida nacional; en lo económico, por las estrategias de modernización dadas por el gobierno estatal en materia de infraestructura, agroindustria, comunicaciones, turismo y comercio, que permitieron que los grupos oligárquicos tradicionales se convirtieran en grupos de empresarios y comerciantes, que se constituyeron, a su vez, en los sectores más poderosos y actores por excelencia de la modernización económica regional; en lo social, por la movilidad de los sectores sociales, compartiendo las esferas de la vida rural y urbana, con una preeminencia de los grupos oligárquicos en la cúpula del poder social, y con un ensanchamiento de la población que se concentró en Colima, Manzanillo y Tecomán, como centros urbanos de primer orden; y en lo cultural, por la defensa sociocultural de una identidad colimense tradicional en contrapartida con los intentos y cambios modernizadores provenientes del centro nacional, cuyas representaciones, valores y símbolos se manifestaron desde los políticos encumbrados hasta los campesinos y grupos burgueses.[ 56 ]
El cardenismo tuvo su continuidad en Colima, mediante la acción de los gobernadores que provenían del grupo político formado en contra del saucedismo callista. Esta continuidad se aseguró por la acción gubernamental, ya ligada al proceso del desarrollo estabilizador nacional, para incidir en el despegue económico de Colima. La estabilidad política y la paz social se aseguraron con los gobernadores de filiación cardenista, dando paso, ya en la década de los años cincuenta, al desarrollo económico tan ansiado por los colimenses durante décadas. El paso del callismo al cardenismo, como proceso histórico regional, tuvo así su razón de ser para Colima y los colimenses.
[ 1 ] Este artículo se basa en varias partes de la obra Revolución y posrevolución en Colima, 1910-1955, que se encuentra en proceso de redacción, y cuya investigación se ha llevado a cabo desde 1989, con el auspicio de la Universidad de Colima, la Universidad Nacional Autónoma de México y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Agradezco las colaboraciones de investigación de Dora Elvia Enríquez Licón, Ramón León, Leticia Vallejo, Cristóbal Rodríguez Garay, Elsa Vázquez, Esperanza González, Jorge Pineda, José Miguel Romero de Solís, Acela Garibay Pérez, Héctor Porfirio Ochoa Rodríguez y Blanca Gutiérrez Grageda. Reconozco los apoyos y estímulos de María Álvarez, Francisca Magaña Carrillo, Fernando Moreno Peña, Luis Villagarcía, Martha Loyo, Carlos Martínez Assad, Josefina MacGregor, Irma de Valdovinos, Olivia de García, Georgette José Valenzuela, María Eugenia Romero Ibarra, Pablo Yankelevich e Hilda Iparraguirre, sobre todo en el orden de la solidaridad en tiempos difíciles.
[ 2 ] Maestro en Historia e investigador del Centro de Investigaciones Sociales de la Universidad de Colima, es autor de La batalla del espíritu. El movimiento sinarquista del Bajío.
[ 3 ] La crisis política colimense experimentada desde 1919, en estas dos esferas, ha sido trabajada por Jean Meyer, La Cristiada en Colima, Colima, Instituto Colimense de Cultura-Universidad de Colima-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1993; y por Pablo Serrano Álvarez, La crisis política de Colima en el umbral de la posrevolución, 1920-1926, Colima, Instituto Colimense de Cultura, Gobierno del Estado de Colima-Universidad de Colima-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1995 (Colección Mar del Sur, 1). Se encuentra ampliamente documentada mediante los informes de gobierno de los gobernadores, en Archivo General del Gobierno del Estado de Colima, Archivo Legislativo de Colima, Archivo Histórico Municipal de Colima, y con extensión, en el nivel de correspondencia, en el Fondo Obregón-Calles del Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes, exp. 428-M-6, 816-C-86, 408.C-6, 40848, 707416 y 30763, principalmente.
[ 4 ] Los archivos de Miguel Palomar y Vizcarra y de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, en Archivos Históricos del Centro de Estudios sobre la Universidad de la Universidad Nacional Autónoma de México y en Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Obregón-Calles. Cuentan con amplia información sobre la Cristiada en Colima, que ya fue consultada y sistematizada, y que abarca desde fines de 1926 hasta 1931. En cuanto a información bibliográfica testimonial, además de los artículos ya citados en la nota anterior, puede verse J. de Jesús Figueroa Torres, Marcos Torres, un cristero del volcán de Colima, México, Industria Gráfica Editorial Mexicana, 1980; J. de Jesús Figueroa Torres, Las brigadas de Monte Grande o los cristeros de Colima, novela mexicanista s. l., s. e., 1960; John Adrian Foley, "El catolicismo formal", en Servando Ortoll (coord.), Colima, una historia compartida, México, Secretaría de Educación Pública-Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1988, p. 273-286; John Adrian Foley, Colima, Mexico and the Cristero rebellion, 2 v., tesis de doctorado, Chicago, University of Chicago, 1979; José Andrés Lara, Prisionero de callistas a cristeros, México, Jus, 1954; Juan Macedo López, Un fusil sobre la cruz, Colima, Universidad de Colima, 1990; Spectator, Los cristeros del volcán de Colima, escenas de la lucha por la libertad religiosa en México, 1926-1929, 2 v., México, Jus, 1961.
[ 5 ] En cuanto a información bibliográfica testimonial, además de las obras ya citadas en la nota 3, puede verse J. de Jesús Figueroa Torres, Marcos Torres, un cristero del volcán de Colima, México, Industria Gráfica Editorial Mexicana, 1980; J. de Jesús Figueroa Torres, Las brigadas de Monte Grande o los cristeros de Colima, novela mexicanista s. l., s. e., 1960; John Adrian Foley, "El catolicismo formal", en Servando Ortoll (coord.), Colima, una historia compartida, México, Secretaría de Educación Pública-Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1988, p. 273-286; John Adrian Foley, Colima, Mexico and the Cristero rebellion, 2 v., tesis de doctorado, Chicago, University of Chicago, 1979; José Andrés Lara, Prisionero de callistas a cristeros, México, Jus, 1954; Juan Macedo López, Un fusil sobre la cruz, Colima, Universidad de Colima, 1990; Spectator, Los cristeros del volcán de Colima, escenas de la lucha por la libertad religiosa en México, 1926-1929, 2 v., México, Jus, 1961.
[ 6 ] Además de J. de Jesús Figueroa Torres, Marcos Torres, un cristero del volcán de Colima, México, Industria Gráfica Editorial Mexicana, 1980; J. de Jesús Figueroa Torres, Las brigadas de Monte Grande o los cristeros de Colima, novela mexicanista s. l., s. e., 1960; John Adrian Foley, "El catolicismo formal", en Servando Ortoll (coord.), Colima, una historia compartida, México, Secretaría de Educación Pública-Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 1988, p. 273-286; John Adrian Foley, Colima, Mexico and the Cristero rebellion, 2 v., tesis de doctorado, Chicago, University of Chicago, 1979; José Andrés Lara, Prisionero de callistas a cristeros, México, Jus, 1954; Juan Macedo López, Un fusil sobre la cruz, Colima, Universidad de Colima, 1990; Spectator, Los cristeros del volcán de Colima, escenas de la lucha por la libertad religiosa en México, 1926-1929, 2 v., México, Jus, 1961, véase Ecos de la Costa, nacido en 1927, que reseñó las quejas más frecuentes de la sociedad y los hechos de armas del cristerismo. El Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Obregón-Calles, en sus expedientes 241-H-M-241, 811-1976, 205-E-28, 408-C-442 y 803-C-1, cuenta con gran información al respecto. Los archivos de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, existentes en los Archivos Históricos del Centro de Estudios sobre la Universidad de la Universidad Nacional Autónoma de México, documentan ampliamente las actividades cristeras en Colima.
[ 7 ] Cfr. Ramón León Morales, La posrevolución en Colima. Historia regional del partido del Estado, 1917-1967, Colima, Universidad de Colima, 1993 (Colección Textos sobre Historia Regional), p. 10 y s.
[ 8 ] Archivo General del Gobierno del Estado de Colima, paquetes marcados con los años de 1927, 1928 y 1929.
[ 9 ] Véase Pablo Serrano Álvarez, "La oligarquía colimense y la revolución, 1910-1940", Dimensión Antropológica, año 1, v. 1, (México, D. F., mayo-agosto de 1994, p. 57-78.
[ 10 ] Cfr. Jean Meyer, La Cristiada en Colima, Colima, Instituto Colimense de Cultura-Universidad de Colima-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1993, p. 21. El papel de Charis se encuentra documentado en el Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Obregón-Calles, exp. 818-E-28.
[ 11 ] El ejemplo ha sido estudiado por Servando Ortoll, cuyo texto "Las tribulaciones de un italiano en Colima durante la revolución cristera, 1927-1929", mecanoescrito inédito, 25 p., es ilustrativo en ese sentido.
[ 12 ] Véase Héctor Porfirio Ochoa Rodríguez, Dos aproximaciones al estudio del movimiento obrero en Colima, tesis de licenciatura en Sociología, Colima, Universidad de Colima, 1990; cfr. con las consideraciones sobre este periodo de Dora Elvia Enríquez Licón, Colima en los treinta. Organizaciones obreras y política regional, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994 (Colección Regiones).
[ 13 ] Los informes gubernamentales de Laureano Cervantes de 1928 y 1929, ante el Congreso del estado, así lo reflejan; ambos se encuentran en Archivo Legislativo de Colima y Archivo General del Gobierno del Estado de Colima.
[ 14 ] Véase Dora Elvia Enríquez Licón, El paraíso perturbado, el Colima posrevolucionario, tesis de maestría en Historia Regional, Colima, Universidad de Colima, 1993.
[ 15 ] Cfr. Ramón León Morales, La posrevolución en Colima. Historia regional del partido del Estado, 1917-1967, Colima, Universidad de Colima, 1993 (Colección Textos sobre Historia Regional), p. 32. Este proceso se encuentra documentado ampliamente en el Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Fondo Portes Gil (exp. 4/352); Ortiz Rubio (exp. 3340, 4265A y 5543A), y Abelardo L. Rodríguez (exp. 352.1/1160). Algo se encuentra sustentado en los Archivos Calles-Torreblanca, exp. 179.
[ 16 ] Amplia documentación al respecto se consultó en Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Portes Gil y Ortiz Rubio, exp. 2/648, 4/322, 673,2/977-7-672, 180, 2927, 3154, 3328, respectivamente. Este proceso es amplia y profundamente estudiado por Dora Elvia Enríquez Licón, El paraíso perturbado, el Colima posrevolucionario, tesis de maestría en Historia Regional, Colima, Universidad de Colima, 1993, p. 21 y s.
[ 17 ] Véase Ramón León Morales, "El proceso electoral de 1931. El saucedismo al poder", El Independiente, Colima, Colima, 21 de julio de 1991, p. 5.
[ 18 ] Cfr. Dora Elvia Enríquez Licón, El paraíso perturbado, el Colima posrevolucionario, tesis de maestría en Historia Regional, Colima, Universidad de Colima, 1993, p. 87.
[ 19 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Ortiz Rubio, exp. 3328, 3765, 4108, 1048, 4464 y 6527.
[ 20 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Ortiz Rubio, exp. 3328, 3765, 4108, 1048, 4464 y 6527. Cfr. Dora Elvia Enríquez Licón, "20 de noviembre de 1931, ¿el comienzo de la Revolución en Colima?", mecanoescrito inédito.
[ 21 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Ortiz Rubio, exp. 3328, 3765, 4108, 1048, 4464 y 6527.
[ 22 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Ortiz Rubio, exp. 3328, 3765, 4108, 1048, 4464 y 6527, versión corroborada por Ramón León Morales, La posrevolución en Colima. Historia regional del partido del Estado, 1917-1967, Colima, Universidad de Colima, 1993 (Colección Textos sobre Historia Regional), p. 94.
[ 23 ] Correspondencia de Salvador Saucedo con Calles, en Archivo Calles-Torreblanca. Mucha de esta información se corrobora en Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Ortiz Rubio, exp. 3328, 3765, 4108, 1048, 4464 y 6527.
[ 24 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Ortiz Rubio, exp. 267 (1931), 248.
[ 25 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Ortiz Rubio, exp. 267 (1931), 248.
[ 26 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Ortiz Rubio, exp. 303/3889, 4108 y 4327. Cfr. Dora Elvia Enríquez Licón, Colima en los treinta. Organizaciones obreras y política regional, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994 (Colección Regiones), p. 34.
[ 27 ] Amplia información al respecto existe en los paquetes marcados de 1931 en el Archivo General del Gobierno del Estado de Colima y en la documentación consultada en el Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Ortiz Rubio, exp. 303/3889, 4108 y 4327.
[ 28 ] Véase Dora Elvia Enríquez Licón, Colima en los treinta. Organizaciones obreras y política regional, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994 (Colección Regiones), p. 101.
[ 29 ] Cfr. Ramón León Morales, "El proceso electoral de 1931. El saucedismo al poder", El Independiente, Colima, Colima, 21 de julio de 1991, p. 2.
[ 30 ] Véase Pablo Serrano Álvarez, "Colima posrevolucionaria: el choque entre lo viejo y lo nuevo, 1917-1955", Cartapacios, Colima, n. 262, 28 de junio de 1990.
[ 31 ] Para una caracterización de este periodo saucedista, véase los siguientes trabajos de Dora Elvia Enríquez Licón: "Los estibadores de Manzanillo. Conflictos por la hegemonía (1934-1940)", Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, México, n. 14, 1991, p. 177-194; "20 de noviembre de 1931, ¿el comienzo de la Revolución en Colima?", mecanoescrito inédito; "Rebeldes fanáticos y campesinos con tierra (la educación socialista en Colima)", 1991, mecanoescrito inédito, y El paraíso perturbado, el Colima posrevolucionario, tesis de maestría en Historia Regional, Colima, Universidad de Colima, 1993, p. 126. Para detalles de ese contexto, véase de Salvador Saucedo, Informe rendido ante el Honorable Congreso del Estado de Colima, s. p. i., 16 de septiembre de 1932, e Informe rendido por el C. gobernador constitucional del estado, ante la H. XXVIII Legislatura, el día 16 de septiembre de 1933, acerca de su labor administrativa, El Estado de Colima, Colima, Colima, 17 de septiembre de 1933, p. 321-467, ambos informes en el Archivo Legislativo de Colima y el Archivo General del Gobierno del Estado de Colima.
[ 32 ] Cfr. Ramón León Morales, La posrevolución en Colima. Historia regional del partido del Estado, 1917-1967, Colima, Universidad de Colima, 1993 (Colección Textos sobre Historia Regional), p. 98.
[ 33 ] Sobre estas problemáticas, véase Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Abelardo L. Rodríguez, exp. 525.3/359-1,525.3/359,562.7/36. Véase en el Archivo General del Gobierno del Estado de Colima los paquetes marcados con los años de 1931, 1932 y 1933.
[ 34 ] Además de Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Abelardo L. Rodríguez, exp. 525.3/359-1,525.3/359,562.7/36, véase Archivo Calles-Torreblanca, expediente de Salvador Saucedo y José Benítez. Cfr. Dora Elvia Enríquez Licón, Colima en los treinta. Organizaciones obreras y política regional, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994 (Colección Regiones), p. 45.
[ 35 ] Véase Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 542.1/939, 544.2/3, 559/23, 543.1/19 y 534.6/5. Amplia documentación al respecto se consultó en el Archivo General del Gobierno del Estado de Colima, paquetes marcados con los años 1933, 1934 y 1935. En ambos se encuentra el documento principal de la desaparición de poderes.
[ 36 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 542.1/939, 544.2/3, 559/23, 543.1/19 y 534.6/5, y Ecos de la Costa, Colima, marzo-agosto de 1935.
[ 37 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 542.1/939, 544.2/3, 559/23, 543.1/19 y 534.6/5.
[ 38 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 542.1/939, 544.2/3, 559/23, 543.1/19 y 534.6/5. Ampliar con Ramón León Morales, La posrevolución en Colima. Historia regional del partido del Estado, 1917-1967, Colima, Universidad de Colima, 1993 (Colección Textos sobre Historia Regional), p. 102. Un informe de la situación se encuentra en un memorándum enviado por José Campero al presidente Cárdenas en 1935, Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 745.23/78.
[ 39 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 745.23/78. Consúltense, además, Archivo General del Gobierno del Estado de Colima, paquetes marcados con los años 1933, 1934 y 1935.
[ 40 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 745.23/78.
[ 41 ] Véase Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 515.1/440, 404.1/4514, 703.4/370,609.5/3 y 505.1/13. Amplia información se encuentra en el Archivo General del Gobierno del Estado de Colima, paquetes marcados con los años 1933, 1934 y 1935.
[ 42 ] Cfr. Dora Elvia Enríquez Licón, Colima en los treinta. Organizaciones obreras y política regional, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994 (Colección Regiones), p. 104; Lucas Huerta Dueñas, El libro, s. p. i., y Pablo Serrano Álvarez, Aproximaciones a la historia de la Revolución y posrevolución en Colima, 1910-1955, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, en prensa.
[ 43 ] Archivo General del Gobierno del Estado de Colima, paquetes numerados de 1936, 1937, 1938 y 1939. Ecos de la Costa, Colima, Colima, julio de 1938 y agosto de 1939.
[ 44 ] Cfr. Dora Elvia Enríquez Licón, Los trabajadores portuarios y la hegemonía cromista en Manzanillo, Colima, Universidad de Colima, 1990, y de la misma autora, "Tiempos y destiempos: la huelga electricista de 1937", Barro Nuevo, Colima, n. 4, enero-marzo de 1991, p. 3-6.
[ 45 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 515.1/440, 404.1/4514, 703.4/370, 609.5/3 y 505.1/13.
[ 46 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 515.1/440, 404.1/4514, 703.4/370,609.5/3 y 505.1/13. Cfr. Dora Elvia Enríquez Licón, Colima en los treinta. Organizaciones obreras y política regional, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994 (Colección Regiones), p. 105.
[ 47 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 515.1/440, 404.1/4514, 703.4/370,609.5/3 y 505.1/13. Cfr. Dora Elvia Enríquez Licón, Colima en los treinta. Organizaciones obreras y política regional, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994 (Colección Regiones), p. 105.
[ 48 ] Para detalles documentales, consúltese el Archivo General del Gobierno del Estado de Colima, paquetes marcados con los años de 1939 y 1940.
[ 49 ] Tesis sustentada por Ramón León Morales, La posrevolución en Colima. Historia regional del partido del Estado, 1917-1967, Colima, Universidad de Colima, 1993 (Colección Textos sobre Historia Regional), p. 106.
[ 50 ] Véase Archivo General del Gobierno del Estado de Colima, paquetes de 1939. Ampliar en Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 559/23.
[ 51 ] Véase Archivo General del Gobierno del Estado de Colima, paquetes de 1939. Ampliar en Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Lázaro Cárdenas, exp. 559/23.
[ 52 ] Cfr. Pablo Serrano Álvarez, "Colima posrevolucionaria: el choque entre lo viejo y lo nuevo, 1917-1955", Cartapacios, Colima, n. 262, 28 de junio de 1990.
[ 53 ] Pablo Serrano Álvarez, "Colima posrevolucionaria: el choque entre lo viejo y lo nuevo, 1917-1955", Cartapacios, Colima, n. 262, 28 de junio de 1990.
[ 54 ] Archivo General del Gobierno del Estado de Colima, paquetes marcados con los años de 1940, 1941 y 1942.
[ 55 ] Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Ávila Camacho, exp. 565.4/120, 543.1/5, 111.1/123, 515.1/54, 151, 3/59.
[ 56 ] Al respecto, véase Jorge Bolio Osés, "Procesos económicos y formas territoriales en Colima y la costa sur de Jalisco", Habitación, México, año 2, n. 5, enero-marzo de 1982, p. 1523; Archivo General de la Nación, Fondo Presidentes. Ávila Camacho, exp. 565.4/120, 543.1/5, 111.1/123, 515.1/54, 151, 3/59, y José R. Ramírez Insunza, Colima, planificación centralista y crisis local, México, Fondo de Cultura Económica, 1988 (Colección Popular, 370).
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute y Martha Beatriz Loyo (editores), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 17, 1996, p. 123-140.
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