Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

LAS ELECCIONES DE 1988

Irma Campuzano Montoya


En memoria de Jaime González Graf, su recuerdo
y reflexiones están presentes a lo largo de este texto.

Las elecciones de 1988 han sido consideradas como un momento de ruptura y simultáneamente como un indicador de la presencia de una cultura autoritaria. Con base en la primera interpretación, se subraya la emergencia de un sistema de partidos competitivo, un cambio en la correlación de fuerzas entre las opciones políticas y la mayor vigilancia de la sociedad civil de los procesos electorales. La segunda interpretación destaca la presencia de acciones irregulares, inequidad electoral y la carencia de limpieza. Estas dos dinámicas fueron el marco de la articulación en un movimiento popular de oposición que provocó la polarización de las fuerzas políticas en torno de la desigualdad de condiciones de competencia que prevalecían en el sistema electoral y reactivaron la lucha por la democratización.[ 1 ]

Los vicios en materia electoral no eran un asunto novedoso, como tampoco lo era poner a discusión la veracidad de los resultados, ya que en 1940 los almazanistas y en 1952 los enriquistas cuestionaron este aspecto. Sin embargo, a diferencia del pasado, los cuestionamientos de las elecciones de 1988 derivaron en dos aspectos que tuvieron una gran trascendencia: la conformación de un nuevo partido político que ha tenido permanencia y cambios en las reglas electorales, las cuales en el mediano plazo permitieron que las organizaciones partidarias se fortalecieran.

Este último proceso fue producto de una larga lucha política que permitió vencer al proyecto de la elite que buscaba ampliar la participación, pero sin que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) perdiera su posición hegemónica.[ 2 ] Esta propuesta que pretendía una apertura controlada, cancelaba la posibilidad de una real competencia y por lo tanto de la alternancia. El proceso fue largo y se dio con la inclusión del PRI, lo cual implicó retrocesos y avances que finalmente evitaron que una opción partidaria fuera favorecida frente a las otras, lo que contribuyó a que se consolidaran las opciones partidarias y se adaptaran al proceso de competencia. Las elecciones de 1988 fueron un momento determinante en el logro de este objetivo, ya que generaron presiones organizadas para ajustar de manera profunda las normas y las instituciones electorales y pusieron a discusión los riesgos de que la disputa política no se diera de manera pacífica e institucionalizada, sino que diera paso al estallido social, que venía anunciándose desde la crisis económica de 1982. Adicionalmente, estas elecciones evidenciaron que el sistema de partido hegemónico comenzaba a ser incapaz de controlar y canalizar la competencia partidaria, aspecto que sería reconocido por el propio presidente, quien se vería presionado a promover una renegociación de las asimetrías mediante una nueva reforma electoral.

La lucha política previa a las elecciones

Antes de las elecciones de 1988 y en el contexto de la aprobación del Código Federal Electoral que regiría esa elección, la intención política del PRI fue muy clara: mantener a toda costa su posición hegemónica. Este código reglamentaba y precisaba las reformas constitucionales en materia electoral, las cuales habían sido diseñadas para impedir que el PRI perdiera el control de la Cámara de Diputados. Se ampliaron los espacios de representación proporcional en esta cámara a 200 curules, pero el partido en el gobierno participaba por primera ocasión en este reparto, que originalmente había sido un espacio de participación de los partidos minoritarios.

El secretario de Gobernación controlaba y nombraba a todos los funcionarios encargados de la elección y esta ampliación de facultades favorecía evidentemente al partido en el poder, el cual logró la mayoría de los votos en la Comisión Federal Electoral (CFE), al establecerse que el mecanismo de integración se basara en un sistema de representación proporcional acorde con los sufragios obtenidos en la elección federal anterior. Con esta nueva regla, los partidos de oposición, aún unidos, no tenían capacidad para oponerse a una decisión del partido en el gobierno. Esta modificación en la composición de este órgano electoral provocó la ruptura del PRI con sus tradicionales aliados: los partidos satélites,[ 3 ] que ahora ya no eran requeridos para que este partido tuviera el control de la CFE, lo que generó incertidumbre en torno de su nuevo papel en el sistema de partidos.[ 4 ]

Adicionalmente, el sufragio para diputados en una sola boleta y la decisión de que las curules fueran repartidas con base en el voto uninominal complicaron el escenario para los partidos satélites, que en gran medida habían vivido de las prebendas gubernamentales otorgadas por la vía de la representación proporcional, y ahora tenían que mostrar su arraigo en la sociedad si no querían desaparecer de la arena electoral. El riesgo de que esto ocurriera era alto, ya que se había eliminado la figura del registro condicionado que permitió la permanencia de organizaciones con poca presencia electoral.

También se creó el Tribunal de lo Contencioso Electoral, el cual estaba condenado al fracaso porque la ley hacía casi imposible poder comprobar el fraude. A pesar de ello y "aun cuando dicho órgano sólo tenía un carácter administrativo, su creación sentó las bases para la construcción de las nuevas instancias jurisdiccionales",[ 5 ] que se fueron perfeccionando en el futuro.

A pesar de sus limitaciones, este código precisaba algunos lineamientos que eran fundamentales para la competencia partidaria, como el acceso a los medios de comunicación y el financiamiento público. Este último estaba determinado en razón del porcentaje de votos obtenidos y del número de diputados, por ello podemos afirmar que esta regla estimulaba la competencia partidaria, ya que los avances electorales significaban mayores recursos para los partidos.[ 6 ]

De acuerdo con esta legislación los partidos políticos eran considerados "entidades de interés público". En su momento esta decisión no fue valorada en términos de su trascendencia jurídica y política. Sin embargo, en el presente sería impensable hablar de equidad partidaria sin esta condición, que les brindó tanto a los integrantes como a las organizaciones su reconocimiento formal, aspecto fundamental para avanzar en el proceso de institucionalización partidaria.

A pesar de que la fórmula de integración del Congreso en la Cámara de Diputados no rompió con la sobrerrepresentación del PRI,[ 7 ] el incremento en el número de miembros de este órgano, 500 diputados, y la competencia electoral registrada en las elecciones favorecieron una composición diferente de ésta. Así el PRI perdió en el Congreso la mayoría calificada, aunque no la absoluta, lo que obligó a este partido a negociar con otras fracciones parlamentarias la aprobación de reformas constitucionales.

La flexibilidad de las reglas en materia de candidaturas comunes creó una estructura de oportunidades que permitió la conformación del Frente Democrático Nacional. Esta regla había sido diseñada en función del apoyo que los partidos satélites tradicionalmente le habían dado al candidato del PRI. Sin embargo, en 1988 éstos ya no eran requeridos por este partido para lograr la mayoría en los órganos electorales. Así, estos partidos que buscaban sobrevivir encontraron en la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas la vía más adecuada para asegurar sus cuotas de poder. Su postulación por el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) lo convertía en un aliado natural y las fuertes críticas expresadas hacia la política económica y a las directrices emanadas de la Secretaría de Programación y Presupuesto ubicaban a Cárdenas como más cercano a sus planteamientos que Carlos Salinas de Gortari.

La confluencia de estas organizaciones con la Corriente Democrática, que fue una escisión del PRI y a la cual nos referiremos con más detalle posteriormente, fue determinante en la candidatura de Cárdenas, pues por un lado impidió a la Secretaría de Gobernación cancelar el registro del candidato disidente, ya que contaba con otras dos opciones partidarias en caso de que esto ocurriera, y, por el otro, la decisión implicó un realineamiento partidario, lo que provocó que por primera vez el candidato del PRI fuera postulado únicamente por su partido.[ 8 ]

En suma, el sentido de la modificación de las reglas institucionales mostró de manera previa que el propio PRI consideraba que el resultado de las elecciones de 1988 se tornaría conflictivo. El diseño institucional del Código de 1986 planteó retrocesos respecto de la legislación anterior, particularmente por el control que ejercía este partido sobre la autoridad electoral. Sin embargo, tuvo efectos no previstos, ya que creó la estructura de oportunidades para el surgimiento del Frente Democrático Nacional (FDN) al alterar la alianza entre el PRI y los partidos satélites y ubicó la revisión de la normatividad electoral en uno de los primeros lugares de la agenda electoral, aspecto de gran trascendencia en el futuro.

Es importante destacar que los cambios en la legislación electoral no desalentaron la participación política. Diversos factores influyeron en este comportamiento: el deterioro de la situación económica que creaba expectativas respecto de que el PRI no tuviera capacidad de mantener el poder;[ 9 ] la discusión en torno de la relación entre mecanismos de elección interna y el contenido de las políticas públicas que fueron abiertos por la Corriente Democrática; los triunfos paulatinos del Partido Acción Nacional (PAN) en el ámbito regional que habían fortalecido el peso de la participación, la cual también experimentó cambios con la escisión de la Corriente Democrática del PRI, al romper con algunas de las ataduras corporativas; la trayectoria política de los candidatos; las dudas de los partidos satélites en cuanto a su futuro en el sistema de partidos; la discusión acerca de la necesidad de que las distintas organizaciones de izquierda lograran una unión en torno de una fórmula política, así como la presencia de diversas organizaciones sociales que veían en las elecciones una opción para promover sus intereses y cuestionar la política del régimen.

Frente a este contexto, y en gran parte como respuesta a las demandas internas de abrir el proceso de sucesión, el PRI anunció en agosto de 1987, el nombre de seis precandidatos entre los cuales se elegiría al candidato oficial (Carlos Salinas de Gortari, Alfredo del Mazo, Manuel Bartlett, Ramón Aguirre, Miguel González Avelar y Sergio García Ramírez). Ésta fue una vía para dar cauce, a través de los canales partidarios, a las diferencias internas e iniciar el proceso de ruptura con una tradición en la que el gran elector del candidato de este partido era el presidente. Sin embargo, esta dinámica fue insuficiente en tanto que no dio cabida a la precandidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, que había lanzado Porfirio Muñoz Ledo. La exclusión de esta propuesta era un claro rechazo a la restauración del programa nacionalista revolucionario y fundamentó la escisión del partido de algunos militantes de la Corriente Democrática.

Los candidatos

La designación de Carlos Salinas de Gortari provocó diversos enconos en el interior del PRI. Su candidatura era vista como un afianzamiento de las políticas neoliberales, que no eran compartidas por todos los grupos internos. Al momento de su nombramiento diversos periódicos subrayaron su responsabilidad en materia inflacionaria, gasto público y salarial durante el sexenio de Miguel de la Madrid, así como sus enfrentamientos con personajes como Joaquín Hernández Galicia la Quina, Fidel Velázquez, Alfredo del Mazo y Jesús Silva Herzog, entre otros.

Su carrera pública era breve, se había iniciado en 1971 y se vio interrumpida por su salida al extranjero para estudiar una maestría y posteriormente un doctorado, reincorporándose a su actividad pública a partir de 1979. Era el segundo candidato con estudios en el extranjero (el primero fue Miguel de la Madrid); había estudiado en Harvard y consideraba que los instrumentos de carácter técnico eran indispensables para el ejercicio del poder. Desde su perspectiva la modernización era un requisito indispensable para que México continuara en la trayectoria de un proyecto sin fluctuaciones. El reto económico era definido a partir de romper con la concepción de un Estado obeso, lo que significaba la desincorporación de empresas estratégicas y el fortalecimiento de la capacidad de México frente al exterior. Estos planteamientos implicaban una continuidad de las políticas de ajustes instrumentadas por Miguel de la Madrid y no contaban con el respaldo de todos los priistas, que ya habían experimentado sus efectos.

Los candidatos contendientes de los otros partidos presentaban un elenco interesante. El PAN a diferencia del pasado nominó a Manuel J. Clouthier, un empresario del norte, recién ingresado al partido, que había aspirado con anterioridad a que el PRI lo postulara a la alcaldía de Culiacán sin conseguirlo. Contaba con amplio prestigio en las organizaciones empresariales en donde tenía una larga trayectoria. Durante el sexenio de Luis Echeverría cuestionó la expropiación del valle del Yaqui y posteriormente la expropiación de la banca, lo que definió su perfil de confrontación contra el régimen. Su personalidad carismática y caudillesca le permitió arrasar con sus contrincantes en la contienda por la candidatura presidencial, obteniendo 70.3% de los sufragios frente a 27% de Jesús González Schmall.[ 10 ]

Cuauhtémoc Cárdenas fue postulado por el PARM y Heberto Castillo por el Partido Mexicano Socialista (PMS). Estos candidatos además de haber sido amigos y socios en negocios, militaron en el Movimiento de Liberación Nacional en la década de los sesenta y contaban con una amplia trayectoria política: el primero como hijo del ex presidente mexicano, senador y gobernador de Michoacán, y el segundo como líder en el movimiento de 1968, habiendo sido por esta causa preso político. Fue dirigente del Partido Mexicano de los Trabajadores (PMT) y diputado en la LIII Legislatura.

Ambos desde diversas ópticas habían cuestionado la política gubernamental. Cuauhtémoc Cárdenas en 1985, en Jiquilpan, en una ponencia señaló que la Revolución Mexicana fue desviada de su camino desde 1941 cuando su padre dejó la presidencia de la república.[ 11 ] Esta declaración provocó que el gobierno de Miguel de la Madrid le restringiera recursos económicos y orquestara una campaña comunicacional en su contra. Su política de congelación de rentas de inmuebles, municipalización de los transportes urbanos y la ley seca los fines de semana, así como su proyecto de ley de educación instrumentados en Michoacán lo llevaron a fuertes confrontaciones con la clase política. En estas discrepancias comenzó a perfilarse lo que sería la Corriente Democrática, un grupo que desde el mismo PRI abanderó el nacionalismo revolucionario y cuestionó el proyecto neoliberal del régimen, así como los mecanismos de elección interna del candidato.

Por su parte Heberto Castillo tenía una amplia trayectoria como luchador social: fue representante del Movimiento Nacional de los 400 pueblos y abanderó diversos movimientos sociales principalmente en el Distrito Federal. Fue promotor del pacto de acción conjunta entre el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), Partido Socialista Unificado de México (PSUM) y PMT para las elecciones de 1985 y la conformación del Partido Mexicano Socialista (PMS) en 1987, que implicó la fusión de varios partidos de izquierda. Durante este proceso argumentó que la política de alianzas era fundamental para conformar una fuerza nacional que permitiera eliminar el presidencialismo y el corporativismo. Estos argumentos, que fueron la base de su decisión de declinar a su candidatura a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, se definieron a partir del desprendimiento de un sector del PRT para conformar con militantes de Punto Crítico el Movimiento de Acción hacia el Socialismo (mas), que fue la primera organización de izquierda que apoyó la candidatura de Cárdenas. El arrastre de la candidatura de Cárdenas, así como las dificultades organizativas que experimentaba el PMS fueron aspectos que influyeron en su decisión de apoyar a su ex alumno.[ 12 ]

Gumersindo Magaña y Rosario Ibarra que contendieron por el Partido Demócrata Mexicano (PDM) y el PRT respectivamente, también contaban con el prestigio que les había dado la lucha social y política: el primero en el movimiento sinarquista y la segunda en defensa de los presos, perseguidos y desaparecidos políticos, teniendo también una trayectoria como diputada federal en la LIII Legislatura. La campaña de Magaña no tuvo eco en la población y los medios de comunicación le concedieron muy pocos espacios. Su campaña estuvo definida por las divisiones internas y por la decisión de no aliarse al PAN. Su campaña marginal tuvo resultados adversos para este partido que perdió su registro. El caso de Rosario Ibarra fue similar; en medio de pugnas internas, rechazó sumarse a la candidatura de Cárdenas, lo cual ocasionó una escisión en el PRT. Sin embargo, su actitud fue congruente con sus principios referentes a que la participación electoral es táctica más no estratégica.[ 13 ] La falta de apoyo del electorado llevó a su partido a perder su registro.

Las divisiones en el PRI y la conformación del Frente Democrático Nacional

El PRI no ha sido un partido monolítico; a lo largo de su historia se han gestado diversas facciones en su seno, que en algunos momentos derivaron en la formación de partidos independientes: Ezequiel Padilla fue el candidato del Partido Democrático Mexicano y Henríquez de la Federación de Partidos del Pueblo. La inconformidad con la designación del candidato oficial fue el origen de estas corrientes disidentes que contaron con apoyos políticos diferenciados, el primero con grupos de derecha y el segundo con la izquierda. Previamente a las elecciones de 1988 esta inconformidad nuevamente afloró, pero en un contexto de crisis económica en torno de la cual se pusieron a discusión las estrategias políticas y el modelo de desarrollo seguido. Las caídas de los precios del petróleo y de la Bolsa de Valores, que terminaron con una devaluación del peso, y posteriormente la firma del Pacto de Solidaridad Económica, que surgió como una alternativa frente a la crisis, intensificaron el debate en torno de la solidez de las estrategias económicas instrumentadas y puso a discusión la política de privatizaciones y apertura al exterior impulsada por el gobierno de Miguel de la Madrid, la cual rompía con el proyecto del nacionalismo revolucionario.[ 14 ]

Así, la situación económica fungió como detonante de divergencias que tenían una larga historia, y que en un primer momento se manifestaron sólo como discrepancias de opinión, pero a partir de agosto de 1985 cobraron forma organizativa con la conformación de la Corriente Democrática.[ 15 ] Las banderas originales de este grupo surgido en el interior del PRI representaban la democratización del partido y la crítica al alejamiento de los principios revolucionarios. Se cuestionaron los mecanismos utilizados para elegir al candidato presidencial y se demandó democracia interna para elegirlo.[ 16 ] Este planteamiento no sólo puso a discusión el poder del ejecutivo en esta nominación, sino qué candidato representaría al partido y qué modelo de desarrollo económico impulsaría. Durante la XIII Asamblea del PRI la confrontación adquirió intensidad, el rechazo a los planteamientos de este grupo probablemente aceleró el tránsito de ser una disidencia interna a una externa, proceso que se materializó después de la elección del candidato del PRI.[ 17 ]

Las inconformidades y divisiones en el PRI se manifestaron durante la postulación de Carlos Salinas. Su designación se dio a las diez horas del 4 de octubre de 1987, dos horas después de que una estación de radio diera por segura la postulación de Sergio García Ramírez. Este acto, que puede ser interpretado como un "albazo", generó confusión y desconcierto en la opinión pública. Posteriormente, Fidel Velázquez, dirigente de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), abandonó el recinto cuando Carlos Salinas pronunciaba su discurso de aceptación de la candidatura y ello fue interpretado como un indicio de su rechazo a la designación.

Era evidente que el partido tenía ante sí no sólo el reto de una posible escisión, que finalmente se concretaría, sino también la dificultad de conjugar la propuesta de Carlos Salinas de Gortari, orientada a la modernización del partido para ajustarse a la competencia partidaria, con la presencia de sectores corporativos que respondían a la lógica de un partido hegemónico. El proyecto salinista apuntaba a la necesidad de una reforma que permitiera la presencia de estructuras directas y "ciudadanas". Su propuesta de una reorganización basada en la estructura territorial apuntaba hacia este objetivo, que implicaba romper con una estructura indirecta corporativa. Así, la intensa lucha entre proyectos económicos y políticos (neoliberal y nacionalista, modernizador y corporativista) afectó la disciplina partidaria, proceso que se evidenció tanto en la postulación como en la campaña.

Las tensiones se fueron intensificando a lo largo de la campaña. La propuesta de Carlos Salinas, referente a que para lograr la promesa democrática era necesario reformar el PRI, suscitó nuevos enconos. La conformación de un partido moderno capaz de vencer en contiendas transparentes a los otros partidos implicaba romper con los mecanismos de concesión, prebenda y apoyo que habían sido la base de un esquema corporativo y alteraba la distribución de cuotas de poder, y por ello diversos grupos se oponían.

En este contexto, Cuauhtémoc Cárdenas decidió aceptar la candidatura ofrecida por el PARM, la cual había rechazado anteriormente. Ésta fue dada a conocer oficialmente el 14 de octubre, diez días después de la designación de Carlos Salinas de Gortari. La decisión de Cuauhtémoc Cárdenas lo colocó fuera del PRI y esta opción también fue secundada por algunos miembros destacados de la Corriente Democrática, entre ellos Porfirio Muñoz Ledo. Esta decisión implicó un giro político de esta organización que ya no buscaba la democratización del PRI sino evitar que el candidato de este partido fuera el ganador.

La estrategia de este candidato frente al régimen tuvo implicaciones políticas, ya que buscó restaurar el programa revolucionario a través de la lucha electoral. El hecho de que la confrontación se diera dentro del marco legal existente, y sin romper con éste,[ 18 ] contribuyó al redimensionamiento del ámbito electoral como espacio primordial para la participación política.

El neocardenismo se articuló en torno del Frente Democrático Nacional, el cual surgió el 13 de enero de 1988 y comenzó a cobrar forma de manera paulatina. Así, primero se sumaron los partidos satélites, cuya adhesión puede ser explicada a partir de varias lógicas: ruptura con el PRI establecida a partir del cambio de las reglas electorales, la cercanía ideológica con el candidato y una estrategia oportunista fundada en el apoyo que paulatinamente lograba el candidato. Después se unieron diversas organizaciones sociales que buscaban externar sus inconformidades por la vía electoral.[ 19 ] Estas últimas, que conformaron la denominada izquierda social, [ 20 ] fueron una fuente importante de apoyo político y electoral, ya que tenían tras de sí la experiencia de veinte años de lucha política. El candidato del PMS se sumó a la campaña ya muy cerca de la elección el 6 de junio, la decisión correspondía a una lógica de integración de la izquierda, era congruente con sus postulados y tomaba en consideración la penetración electoral de su adversario. Sin embargo, la integración fue conflictiva, la propia disciplina de este partido, así como su definición ideológica y estratégica entraban en contradicción con el movimiento neocardenista. Esta dinámica delimitó el marco de constantes fricciones y tensiones en el Frente Democrático, las cuales posteriormente se trasladarían al Partido de la Revolución Democrática (PRD), que surgió después de las elecciones.

La candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas contó desde su postulación con algunos principios que definieron su identidad frente a la candidatura de Carlos Salinas, era inclusiva, cuestionaba al régimen, se basaba en una dinámica de movilización amplia y se mostraba como apuesta a cualquier negociación con el gobierno. Lograr que la campaña adquiriera un perfil definido era una preocupación básica, por el origen priista del candidato y por las constantes reiteraciones de Clouthier referentes a que Cárdenas formaba parte de un complot de ese partido para afectar su campaña. [ 21 ] Así, la defensa de la democracia social, que se vinculó directamente con la democracia política, fue un eje de integración. Estos principios, el interés de algunos partidos por no perder su registro, la confluencia de grupos de izquierda y el irse definiendo el FDN como una vía de incorporación a las luchas por la modificación del sistema fueron elementos que contribuyeron a su crecimiento. Sin embargo, adicionalmente a los ajustes organizativos tuvo una gran relevancia que el candidato comenzara a adquirir amplia popularidad en el electorado.[ 22 ]

Si bien el movimiento neocardenista recuperó relaciones de corte populista, éstas se orientaron justamente a la expresión electoral. Era evidente que existían intereses divergentes en el interior de este movimiento, pero, a pesar de ello, la estrategia seguida permitió que la demanda por la democratización del sistema adquiera un carácter amplio, perdiendo su carácter limitado y estrictamente partidario.

En suma, el conflicto y la ruptura en el interior del PRI respecto de la elección del candidato y el modelo económico que éste abanderaba contribuyó a darle identidad al FDN y le imprimió particularidades de oposición a esta candidatura. La estrategia de Cuauhtémoc Cárdenas, quien optó por la vía electoral para expresar sus inconformidades, contribuyó a la integración de diversas organizaciones. Si bien los partidos que asumieron la candidatura no lograron forjar una auténtica coalición, el FDN se convirtió en un polo de atracción de los mexicanos que buscaban vencer al PRI, y la articulación de diversos deseos sociales acercaron a esta coalición a posturas contra el sistema que presionaron hacia la democratización de las reglas de competencia. Este realineamiento partidario puso a discusión justamente la presencia de un sistema de partido hegemónico y el carácter limitado de una apertura política controlada.

Las campañas

Las campañas políticas son el momento privilegiado durante el cual los partidos políticos ponen en evidencia su capacidad de convocatoria y su influencia en la sociedad y éstas estuvieron centradas en tres candidatos: Carlos Salinas de Gortari, Manuel J. Clouthier y Cuauhtémoc Cárdenas.

Durante los primeros meses de las campañas electorales, la oposición recurrió a los discursos denunciativos. Se hizo referencia a aspectos coyunturales y a las decisiones en materia económica tomadas por el equipo gobernante. La posibilidad de fraudes y el sabotaje en los tiempos asignados a los partidos de oposición para su promoción y propaganda en los medios de comunicación fueron vistos como una campaña orquestada en contra de la oposición y ocuparon un lugar relevante en los discursos de los candidatos.

La inflación fue un tema recurrente que generaba críticas hacia las gestiones priistas, lo que creó un clima de denuncia y cuestionamiento al modelo económico. El tema era tan relevante que incluso tuvo que ser analizado por el candidato del partido en el poder, quien definió a la inflación como "el enemigo nacional".[ 23 ]

La conformación del Frente Democrático Nacional marcó una nueva dinámica en los mecanismos de campaña de los partidos, ya que la movilización se convirtió en un indicador de fuerza política y del nivel de competencia partidaria. Este proceso incluso obligó al PRI a regresar a los actos masivos clientelares que habían sido abandonados en el inicio. Así se realizaron gigantescas concentraciones forzadas en Veracruz, Puebla y Ciudad Juárez. Sin embargo, el derroche de recursos en un contexto de crisis económica, en lugar de generar adeptos, suscitó críticas.

Durante la campaña de Carlos Salinas de Gortari se observó un especial interés por expresar los contenidos que tendría su gobierno, centrándose en la modernización de la vida nacional. La presencia de varios mandos, que dificultó la articulación de la campaña evidenció que las divisiones internas prevalecían aún después de la escisión de la Corriente Democrática. Las multitudes que atrajeron tanto el candidato del PAN como el del FDN tuvieron eco en Carlos Salinas, quien en las últimas semanas de campaña modificó su discurso e incluso puso énfasis en que estaba dispuesto a dejar de pagar el servicio de la deuda, si este proceso impedía la expansión de la economía. Días antes de la elección estalló una bomba a pocos metros de su oficina de campaña, lo cual fue un indicador de la tensión política.

La campaña del candidato Manuel J. Clouthier tuvo un carácter denunciativo; también demandaba el apego al orden constitucional (democracia, vigencia del pacto federativo y división de poderes) y en un tono iracundo criticaba las gestiones priistas y sus vicios. Su discurso de oposición contra el sistema y el uso de la resistencia civil como táctica de movilización no sólo eran acordes con la trayectoria del candidato, sino también con la dirigencia del partido que busca romper con la línea de oposición leal.[ 24 ] Estos cambios en el modelo organizativo del partido venían expresándose desde tiempo atrás y cobraron forma con el ascenso de Luis H. Álvarez como dirigente del PAN al vencer a su contrincante Pablo Emilio Madero.

En esta campaña se tendió a dejar en un segundo plano la base doctrinaria y se consolidaron alianzas con sectores sociales con intereses contradictorios. Un grupo de asesores realizó el programa de gobierno y el partido manifestó una mayor apertura a los grupos de interés. El control de la campaña presidencial por organizaciones como Desarrollo Humano Integral (DHIAC) y Asociación Nacional Cívica Femenina (ANCIFEM) fue interpretado como una debilidad organizativa del partido.[ 25 ] Sin embargo, la apertura a los distintos grupos de interés es, justamente, una característica de los partidos profesionales electorales, que intentan adaptarse a la competencia partidaria y éste era el proceso que experimentaba el partido.[ 26 ]

Este proceso de ajuste no fue sencillo y se expresó a través de divisiones entre el candidato Manuel Clouthier y el partido, que se expresaron en el hecho de que el comité de campaña estuvo formado por personas ajenas al Comité Ejecutivo Nacional, así como en los problemas de comunicación entre este grupo y el dirigente del partido.[ 27 ] El ingreso de nuevos militantes, la profesionalización de los cuadros dirigentes y la decisión del PAN de aceptar el financiamiento público, al que se había opuesto, formaron parte de este cambio organizativo, que generó divisiones internas.[ 28 ]

Por su parte, el Frente Democrático Nacional enfrentó las dificultades propias de una coalición de reciente creación, aglutinada en torno de un candidato presidencial y en donde confluía una diversidad de intereses. Si bien el FDN tenía una ideología débilmente estructurada, logró su articulación en torno de la movilización contestaria y este elemento le dio ventajas a lo largo de la campaña electoral, durante la cual quedó muy claro que su principal adversario era el candidato del PRI.[ 29 ]

A pesar de que coexistieron en el interior del FDN tradiciones, lenguajes y diagnósticos diferentes, la convicción respecto de construir una opción popular, nacionalista y democrática contribuyó a definir su identidad como partido de oposición. Por ello, en el discurso en el Zócalo de la ciudad de México al cierre de campaña en el Distrito Federal, Cuauhtémoc Cárdenas señaló: "los proyectos económicos son proyectos políticos más que técnicos [...]. El proyecto económico llamado modernización corresponde a los intereses privados de un puño de empresarios especuladores nacionales e internacionales y se vuelven en contra de los intereses de un país y un pueblo soberano".[ 30 ] Con esta afirmación buscaba precisar que la escisión de la Corriente Democrática no había sido producto de discrepancias técnicas sino políticas y que el FDN se delineaba como opuesto al PRI, pero también con una marcada distancia ideológica respecto del PAN.

La dinámica frentista valoraba la importancia de la integración de varias lógicas de acción colectiva, pero también estimulaba la presencia de liderazgos fragmentados que tenían el control parcial de las zonas de incertidumbre.[ 31 ] Esta dinámica organizativa favorecía la movilización y tuvo efectos positivos en el comportamiento de los electores y de los medios de comunicación. La respuesta popular tuvo tal trascendencia que la prensa a regañadientes o con entusiasmo se vio en la necesidad de reportarlo, incluso no se omitió la información referente al asesinato de dos de los principales líderes políticos del cardenismo.[ 32 ]

Durante la campaña, la posibilidad de fraude era asumida como un obstáculo al triunfo del FDN. Sin embargo, esta dinámica se convirtió en elemento de articulación e integración de la nueva coalición, en la medida en la que creaba una estructura de oportunidades para la movilización.[ 33 ] En este sentido, y de manera paradójica, la presencia de irregularidades electorales fungió como incentivo para la consolidación y articulación del FDN y simultáneamente como elemento de crítica a los ordenamientos legales existentes, fortaleciendo la demanda de democracia política. Sin embargo, la falta de estructura y las características laxas del frente, que constituyeron elementos de fortalezas durante la campaña, fueron su principal debilidad durante el litigio postelectoral.

En suma, durante la campaña observamos tres proyectos diferenciados que buscaron lograr el apoyo del electorado. La dinámica de cada uno retroalimentó a los otros, obligando a reajustes en las estrategias de cada uno. Sin embargo, este proceso estuvo delimitado por los propios objetivos políticos de cada uno de los actores. El PRI experimentó la contradicción entre la estructura sectorial del partido y la propuesta de modernización salinista del partido, que creó divisiones internas. En este contexto, Carlos Salinas renunció en un principio a realizar una campaña tradicional, basada en grandes concentraciones, mientras que los partidos de oposición optaron por una alternativa movilizadora y cuestionadora. El PAN se enfrentó a la competencia de un nuevo adversario y experimentó procesos de reajuste tanto organizativos como en sus estrategias buscando adaptarse a la competencia partidaria, los cuales generaron divisiones y tensiones internas. En este contexto, uno de los retos del partido era lograr un equilibrio entre las expectativas de ganancias inmediatas proporcionadas por un candidato con arrastre electoral y los intereses a mediano y largo plazo orientados a la consolidación del partido. Por su parte, el Frente Democrático Nacional tenía ante sí el reto de consolidarse como una nueva opción política y electoral y definir un modelo organizativo de integración que le diera permanencia en el tiempo.

La jornada electoral

La jornada electoral no fue tranquila, ya que se registró una gran cantidad de irregularidades, las cuales fueron expuestas ante la Comisión Federal Electoral por los partidos políticos; en la noche de la jornada electoral los candidatos de la oposición presentaron ante la Secretaría de Gobernación sus protestas.[ 34 ] La vigilancia electoral instrumentada fue más intensa que en elecciones anteriores, pero no logró las metas esperadas.[ 35 ] El efecto fue que las irregularidades denunciadas eran parciales y no tenían la contundencia política y legal necesaria para su eficacia.

Los obstáculos legales para demostrar las irregularidades fueron variados: los escritos de protesta tenían que ser presentados en las mesas de casilla y muchos no llegaron al Tribunal de lo Contencioso Electoral. Hubo problemas para que los comités distritales recibieran los recursos de queja y los tramitaran y muchos de los que llegaron al Tribunal eran parcialmente fundados.[ 36 ]

La pugna original no estuvo centrada en los resultados, sino en las irregularidades que fueron evidentes al denunciar, Diego Fernández de Cevallos del PAN, que se había "caído el sistema de cómputo", lo que precipitó una dinámica de confrontación abierta entre la oposición y el PRI. Este anuncio suscitó interrogantes y especulaciones, sobre si éste era un indicador de que los resultados no favorecían al candidato de este partido. La lentitud con la que fluyeron los resultados operó como reafirmadora de la desconfianza. Posteriormente, el anuncio de resultados electorales de Hidalgo, cuando aún no se habían cerrado las casillas, generó mayores suspicacias respecto de la transparencia de los datos oficiales. El cambio legislativo que estrechaba el tiempo entre emisión y cómputo de votos quedó anulado ante las irregularidades cometidas.

A la una de la mañana del 7 de julio, y sin respetar el acuerdo entre partidos referente a que ninguna organización señalaría al ganador hasta conocer los resultados oficiales, el presidente del PRI, Jorge de la Vega, anunció el triunfo del candidato presidencial de este partido.

Las cifras preliminares mostraron que el triunfo de Carlos Salinas era sólo con la mayoría relativa. Otra novedad fue la votación a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, quien ocupó el segundo lugar con más de 30% de los sufragios, desplazando al candidato del PAN que quedó en tercer lugar.[ 37 ] Otro elemento de interrogante fue el incremento de la abstención electoral, que en 1982 fue de 25%, mientras que en las elecciones de 1988 fue superior a 48%. Fue difícil explicar por qué en una elección presidencial la abstención alcanzaba prácticamente a la mitad de la población empadronada, particularmente cuando la elección se dio en un contexto de gran movilización y competencia.

Las causas de esta elevada abstención nunca han quedado claras. Se argumentó que este proceso creció en función de que disminuyeron los mecanismos para hacer fraude. Es decir, que en el pasado se inflaba la votación del PRI para reforzar la imagen de consenso o se le aumentaban votos a los partidos satélites, y por lo tanto se desconocían los niveles reales de emisión de votos.[ 38 ] También se afirmó que al alterarse las bases tradicionales de la participación electoral que dependían de la movilización corporativa clientelar se incrementó el abstencionismo. Esta segunda versión partía de la premisa de que la estructura corporativa alentaba una participación electoral alta por el control ejercido por los líderes, pero que ésta no respondía a una conciencia ciudadana. Una tercera versión poco creíble es que el PRI había buscado incrementar la abstención para no verse tan desfavorecido, era difícil pensar en un fenómeno de esta naturaleza con una mayor vigilancia electoral y adicionalmente una decisión de este tipo no redituaba beneficios concretos a ningún partido.

Por otra parte, la Secretaría de Gobernación al presentar los resultados de la elección presidencial no incorporó votos anulados ni votos por los candidatos no registrados, lo que permitió hacer aparecer al candidato del PRI con un porcentaje de la votación de 50.36%. Es posible que si el cálculo se hubiera realizado con estos indicadores, el porcentaje hubiera sido inferior a la mitad de los votos (48.81%).

El efecto de este proceso poco claro fue el incremento de las protestas frente a la sospecha de que los resultados electorales oficiales no eran limpios. La dinámica radicalizó la estrategia de Cárdenas, quien se declaró ganador y pidió la anulación de las elecciones. Asimismo llamó a la movilización popular en defensa del sufragio y buscó que los presuntos diputados priistas lo apoyaran para disminuir la posición mayoritaria de este partido en el Colegio Electoral. En este órgano el PRI tenía 260 votos y la oposición 240 y, de haberse logrado que 11 diputados priistas se pasaran a votar con la oposición, las elecciones hubieran podido ser anuladas o haber podido elegir a Cuauhtémoc Cárdenas como presidente. Por eso fue tan relevante para el PRI no disminuir por ningún motivo su número de diputados, aun cuando ello significó ponerse en una situación de riesgo de ilegalidad.[ 39 ]

Clouthier también llamó a la resistencia civil, y llevó a cabo varios intentos de coordinación con Cárdenas y Rosario Ibarra. En un primer momento parecía que el PAN apoyaba la estrategia, pero la conclusión a la que llegó el Consejo Nacional fue que ninguno de los candidatos tenía la mayoría y que el partido tenía que tener capacidad de asumir fórmulas de transición parciales y provisionales.[ 40 ] Así se estableció una distancia entre el candidato y el partido y el PAN definió la estrategia de cooperación limitada con el gobierno.[ 41 ] Finalmente, este partido no se sumó a la convocatoria de conformar un frente de oposición con su adversario político, el FDN, a pesar de haber considerado esta propuesta.

La desconfianza ante los resultados alentó la lucha partidaria, orientada a que cada uno de los partidos obtuviera el mayor número de asientos en el Congreso.[ 42 ] En este contexto, el 31 de julio Clouthier declaró que aceptaba como válidos los resultados para la Cámara de Diputados, pero no los de la elección presidencial.[ 43 ] La estrategia de Cárdenas continuó en la misma línea radical: lograr que el Colegio Electoral anulara el proceso o que fuera desconocido Carlos Salinas como el candidato triunfador, pero esta estrategia comenzó a generar divisiones internas dentro de la coalición, ya que de continuar por esta ruta los partidos satélites verían amenazadas sus curules.

En suma, la jornada electoral mostró una lucha más abierta por parte de los partidos políticos por hacer valer sus derechos y puso en tela de juicio la objetividad de las autoridades electorales. Las irregularidades cometidas por éstas deslegitimaron el proceso electoral por su parcialidad y abrieron la discusión en torno de la necesidad de diseñar instituciones que generaran limpieza. Las estrategias partidarias fueron diseñadas en función de los intereses de cada uno de los partidos, pero tomando en consideración la postura de los adversarios. Las decisiones generaron divisiones en los partidos de oposición y sólo el PRI mantuvo una estrategia de unidad ante el riesgo de que el candidato de su partido no pudiera tomar posesión como presidente de la república.

Calificación de las elecciones

Las discusiones en el Colegio Electoral que calificaba las elecciones presidenciales fueron tensas, ya que se demandaba abrir 24 000 paquetes y anular las elecciones. Sin embargo de las dificultades, la dictaminación del presidente electo se logró con el voto de 263 diputados, de los cuales 260 eran del PRI. El proceso fue conflictivo, ya que se efectuó sin la presencia de más de 150 diputados de la oposición y con el voto en contra de 83 que permanecieron en el recinto. No ahondaremos en este aspecto que se explica por sí mismo, sino en las estrategias del PAN y del PRD que comenzaron a delinearse durante este proceso.

Durante la calificación el PAN se apegó a los procedimientos establecidos por el régimen, mientras que Clouthier promovió la resistencia civil y demandó la anulación de las elecciones.[ 44 ] El comportamiento partidario podría ser interpretado, siguiendo el razonamiento de Soledad Loaeza, "como una actitud clara de aversión al riesgo que se deriva de su tipo de partido, del interés que representa y de su nivel de institucionalización".[ 45 ] Podría agregarse que la estrategia se definió a partir de una evaluación de la realidad inmediata y de los valores e intereses institucionales de Acción Nacional. Si el partido optaba por demandar la anulación de las elecciones, perdería las ganancias obtenidas en el Congreso y hubiera tenido que asumir los costos políticos de que el presidente no pudiera tomar posesión del cargo. Una decisión de esta índole implicaba establecer una alianza con el FDN, la cual tenía también altos riesgos para Acción Nacional, ya que fortalecía más a Cuauhtémoc Cárdenas que a Clouthier, puesto que el primero ocupaba el segundo lugar de la votación.[ 46 ] Desde esta perspectiva los costos de transacción eran bastante altos.

El PAN reiteró nuevamente la ilegitimidad del presidente argumentando que era imposible saber quién había ganado, pero esta decisión le permitió impulsar una política de diálogo sin excluir la crítica (cooperación limitada). La estrategia partidaria generó conflictos internos como la creación del Foro Democrático Doctrinario.[ 47 ] Sin embargo, el nivel de institucionalización del partido le permitió aprovechar en función de sus intereses la nueva correlación de fuerzas que se estableció a partir de 1988 con el ejecutivo. Tal vez, como señala Soledad Loaeza,[ 48 ] el triunfo del PAN en Baja California no hubiera sido posible sin la voluntad del presidente para que el PRI reconociera su derrota, pero esta alianza se forjó justamente a partir de la decisión del PAN de no obstaculizar la toma de posesión del presidente. La decisión rompió con la dinámica antisistema que se había perfilado durante la campaña, pero intensificó las demandas de reformas electorales.

El Frente Democrático Nacional, por su parte, asumió la decisión de exigir la renuncia de Carlos Salinas de Gortari, lo que reafirmó su posición contra el sistema. Sin embargo, esta estrategia generó divisiones internas; los partidos satélites, que habían incrementado su caudal electoral, se convirtieron en cuestionadores de Cárdenas y, finalmente, la ruptura se definiría cuando esta coalición decidió conformar un nuevo partido político.

La decisión de los integrantes del FDN de no retirarse de la contienda electoral, sino de conformar una nueva opción partidaria, mostró que la organización optaba por la vía pacífica pero cuestionadora como estrategia para mantenerse en el espacio electoral.[ 49 ]

Las estrategias partidarias a lo largo del sexenio, como lo señala Alicia Gómez, estuvieron definidas por los grandes objetivos políticos de cada partido: "para el PRD una democracia sustantiva, para Acción Nacional una democratización gradual que le permitiera llegar al poder".[ 50 ] Es innegable que las estrategias de ambos partidos fueron diferenciadas. Sin embargo, ninguna llegó, en términos de Linz, a asumir comportamientos de deslealtad,[ 51 ] lo cual tuvo implicaciones en el proceso de transición, que se realizó de manera gradual y sin una ruptura de las instituciones.

El PRD cuestionó durante todo el sexenio la legitimidad del presidente, pero no se retiró de la contienda, por lo que siguió jugando un papel clave dentro de la negociación institucional, aun como opositor total a ésta. El PAN rechazó el camino de la revuelta, pero condicionó su apoyo a la vigilancia de cada uno de los actos de gobierno.[ 52 ] Si bien este partido respondió favorablemente al llamado del presidente para establecer negociaciones en materia electoral, no abandonó la poderosa amenaza de aliarse tácticamente al FDN en aspectos estratégicos, lo cual amplió su margen de maniobra frente al ejecutivo.[ 53 ]

En suma, las estrategias partidarias asumidas por las dos fuerzas políticas en el conflicto postelectoral tuvieron efectos en su comportamiento a lo largo del sexenio. Sin embargo, ambas propuestas desde diferentes ópticas se orientaron a buscar la apertura del sistema y estuvieron directamente relacionadas con el resultado de estas elecciones.

Los resultados electorales

Los resultados oficiales de las elecciones de 1988 mostraron el debilitamiento del PRI, que redujo su votación de porcentajes superiores a 80% presentes de 1953 a 1976 y de votaciones superiores a 60% en 1985, a 50% en 1988. El PAN mantuvo su umbral de votación, mientras que el FDN apareció como un fenómeno novedoso, ya que por primera ocasión se logró que un candidato de la oposición obtuviera más de 30% de la votación, rebasando el porcentaje obtenido por Ezequiel Padilla en las elecciones más disputadas que fueron las de 1946, cuando dicho candidato independiente logró, según cifras oficiales, 19.33% de la votación (véase cuadro 1).

Cuadro 1

Candidato
Partido
Votos
Porcentaje
Carlos Salinas PRI 9 641 329 50.36
Cuauhtémoc Cárdenas FDN 5 911 133 30.8 0
Manuel Clouthier PAN 3 267 159 17.07
Gumersindo Magaña PDM 199 484 1.04
Rosario Ibarra PRT 80 052 0.42
Total   19 145 012 100.00

Fuente : Ricardo Becerra et al., La mecánica del cambio político, México, Cal y Arena, 2000.

La votación lograda por la oposición en la elección presidencial representó casi el 50%, fenómeno que no se había experimentado antes. Por ello, a partir de 1988 dejó de hablarse del triunfo seguro del PRI y el país comenzó a transitar hacia la incertidumbre democrática con todas sus implicaciones.[ 54 ]

En la conformación de la Cámara de Diputados el PRI obtuvo 260 curules, el PAN 101 (38 diputados de mayoría y 63 de representación proporcional). El FDN logró obtener 139 curules (29 de mayoría y 110 de representación proporcional).

A pesar de que en la competencia legislativa los integrantes del Frente (PFCRN, PPS, PARM) actuaron de manera individual los partidos integrantes se vieron favorecidos por la alianza. El PFCRN incrementó su porcentaje de votación en las elecciones de diputados de mayoría de 2.47% en 1985 a 9.30% en 1988, el PPS de 1.96% a 9.19% y el PARM de 1.65% a 6.19%. Sin embargo, el partido que menor capital político obtuvo de la alianza fue el PMS que disminuyó su votación de 4.77% en 1985 a 4.43% en 1988.[ 55 ] Por su parte, el PDM y el PRT perdieron su registro.

En la conformación del Senado, el PRI obtuvo 60 escaños, el FDN 4 y el PAN ninguno.

La configuración del FDN tuvo un impacto determinante en la elección presidencial. Sin embargo, por la naturaleza multipartidaria de la coalición y por los reajustes que ésta sufrió al momento en el que los partidos satélites volvieron a acercarse al PRI, este resultado no se reflejó en la Cámara.

Si bien es cierto que el PAN perdió su segundo lugar en esta contienda, fue el partido que obtuvo mayor número de diputados de mayoría, 38, frente a los 29 obtenidos por el FDN, y mantuvo su umbral de votación acostumbrado. Es decir, si bien la popularidad de Cuauhtémoc Cárdenas afectó la popularidad de Clouthier, no es posible afirmar que el PAN fuera un partido derrotado.

El efecto más trascendente de las elecciones fue que por primera vez el PRI no contó con el control de los dos tercios de la Cámara de Diputados, por lo que requería del apoyo de otra fuerza política para impulsar reformas constitucionales. La estrategia partidaria del PRD de confrontación con el ejecutivo y el PRI ampliaron los márgenes de negociación del PAN, ubicándolo como fiel de la balanza. El partido adquirió capacidad de influencia política en el régimen y amplió su margen de negociación frente a los triunfos electorales logrados en las entidades. El modelo organizativo de Acción Nacional favoreció la negociación frente a la confrontación. Sin embargo, la estrategia seguida tuvo efectos organizativos, entre ellos la escisión del Foro Democrático Doctrinario, la cual no afectó su posición electoral. La estrategia postelectoral del PAN se orientó a recobrar su posición de segunda fuerza, a través de lograr la garantía de que sus triunfos electorales a nivel municipal y estatal serían respetados; adicionalmente se convirtió en un interlocutor del gobierno y desde ahí impulsó el proceso de democratización de manera gradualista.

El PRD por su parte continuó basando sus estrategias en la línea de un frente amplio, denunciando el fraude electoral y la inequidad en las reglas y un cambio en el modelo económico, pero en el ámbito legislativo fue ampliando paulatinamente su margen de negociación con otras fuerzas partidarias. Durante todo el sexenio de Salinas su estrategia no sufrió grandes cambios, pero a pesar de las dificultades internas logró su permanencia en el tiempo, fungiendo como una oposición cuestionadora de la legitimidad del sistema y de sus reglas.

Conclusiones

Las elecciones de 1988 tuvieron ciertas particularidades: se realizaron en un contexto de divisiones internas dentro del PRI, producto de la ausencia de democracia interna y de los antagonismos que se desarrollaron en torno de la situación de crisis y modernización económica y partidaria. A pesar de que es difícil establecer una relación directa entre desempeño económico y comportamiento del electorado, no podemos negar que este aspecto fue un marco de referencia de todas las campañas.

En segundo lugar, se estableció un fenómeno de convergencia electoral de distintos grupos de izquierda, movimientos sociales y de corrientes nacionalistas, que conformaron el denominado Frente Democrático Nacional. La aparición de esta corriente electoral amplia encontró su explicación en las divisiones internas del PRI, en el cambio en la correlación de fuerzas de este partido con los denominados partidos satélites, en una dinámica organizativa de integración de la izquierda y en la inconformidad de diversas organizaciones sociales y políticas que buscaban un espacio de participación.

En este proceso, Cárdenas fue ubicado como un personaje alternativo, con la virtud de movilizar y con la capacidad de vencer al PRI. La alianza que en torno de él se estableció estuvo matizada de discrepancias ideológicas y tácticas que dificultaron su tránsito de un movimiento social a la conformación de una nueva organización partidaria, pero a pesar de ello esta movilización de corte populista que se aglutinó en torno de la democracia política contribuyó a poner en la agenda política la discusión sobre la necesidad de modificar las condiciones de competencia.

En tercer lugar, las elecciones de 1988 reactivaron un escenario de protesta ante el fraude electoral. Esta dinámica ya se había registrado en coyunturas electoras conflictivas como las de 1940 y 1952. Sin embargo, ambos procesos concluyeron con actos de represión,[ 56 ] mientras que en el caso de las elecciones de 1988 la resultante fue diferente, ya que reactivaron lo que algunos autores han denominado mecánica del cambio político,[ 57 ] definida por el proceso de recomposición de las fuerzas políticas, y constantes reformas electorales que contribuyeron a fortalecer a los partidos políticos.

La decisión del presidente Carlos Salinas de convocar a las fuerzas políticas para discutir el tema de la democratización electoral después de las elecciones mostró que cada vez era más difícil mantener la hegemonía del partido oficial a través de la ingeniería electoral y que eludir las presiones a favor de la democratización ponía en riesgo el funcionamiento del sistema.[ 58 ] Este proceso fue largo y estuvo definido en función de los objetivos particulares de los partidos y sus estrategias.[ 59 ]

Un cuarto aspecto fue el aumento de la competitividad electoral que, aunado a la posibilidad de que se consolidara una coalición antisistema, dio pie a reflexiones en torno de la necesidad de modificar las reglas electorales que correspondían a un sistema no competitivo, que comenzaba a transformarse. La reglamentación electoral de 1986, fue un ejemplo de este diseño institucional orientado a fortalecer al partido hegemónico, que tuvo efectos desfavorables en la legitimidad del sistema.

En quinto lugar, la dinámica de competencia tuvo efectos tanto en la estructura interna de los partidos como en las relaciones interpartidarias. El nuevo contexto obligó a los partidos a presentar propuestas innovadoras y a redefinir sus estrategias. Si bien los reajustes organizativos estuvieron definidos por fuertes divisiones internas, este proceso fue determinante en su comportamiento futuro.

Escribir sobre las elecciones de 1988 es como abrir la caja de Pandora, ya que recuerda la etapa en que la oposición cuestionó e impugnó los resultados oficiales, denunciado con elementos sólidos el fraude registrado, la manipulación de la organización electoral, "la caída del sistema" y la mayoría priista en la Comisión Federal Electoral encargada del proceso. Todos estos acontecimientos cuestionaron la legitimidad de las elecciones y pusieron al descubierto los límites de la apertura controlada. Sin embargo, las elecciones de 1988 también fueron un parteaguas en el sistema político mexicano, ya que la dinámica política entraba en un territorio incierto en donde las viejas reglas perdían sentido y era necesario establecer nuevos patrones de comportamiento y de distribución del poder. A pesar de que existía acuerdo en lo que toca a la necesidad de cambio, los términos de éste eran polémicos, ya que el PRI continuaba resistiéndose a emprender una reforma democratizadora profunda.[ 60 ] Este escenario justamente intensificó la discusión en el interior de los partidos de oposición sobre las vías para lograr el cambio: sus estrategias estuvieron definidas a partir de estas elecciones de 1988.

Las reformas electorales de enero de 1991, julio de 1992, septiembre de 1993, diciembre de 1993 así como mayo y junio de 1994 mostraron las dificultades para lograr acuerdos entre los adversarios, lo cual prolongó el proceso y lo dificultó. Sin embargo, lo relevante fue que los propios partidos de oposición le imprimieron sus particularidades a esta dinámica, a diferencia del pasado.[ 61 ]

Sobre las posturas dialoguistas del PAN coincidimos con el argumento de Soledad Loaeza, quien subraya cómo este partido tenía una gran claridad respecto de su objetivo: la búsqueda del poder.[ 62 ] La estrategia antisistema del PRD [ 63 ] muestra el juego de confrontación total con el PRI, que estuvo definido a partir del resultado de las elecciones de 1988 y de la candidatura de Cárdenas. Sin embargo, como lo demuestra Alicia Gómez, "en esta estrategia tuvo un peso particular el componente ideológico, pero a la larga optó por el cambio gradual".[ 64 ]

En síntesis, el proceso electoral de 1988 puso en evidencia la disfuncionalidad del sistema de partidos para legitimar el régimen y canalizar la competencia. El realineamiento de las fuerzas partidarias y los cuestionamientos a las elecciones abrieron la posibilidad de que el candidato del PRI no triunfara o se anulara la elección, que era un fenómeno inédito.

En estas elecciones el PRI comenzó a perder su posición de partido hegemónico, aun cuando siguió siendo dominante. El PAN se consolidó como un partido profesional electoral y, a pesar de que se vio desplazado en el terreno electoral, fue considerado como la organización partidaria más consolidada. La presencia de una nueva organización partidaria con estrategias antisistema abrió la estructura de oportunidades para que el PAN se ubicara como fiel de la balanza. El FDN se constituyó en partido. El PRD siguió el modelo organizativo instrumentado en estas elecciones, ya que fue muy exitoso, denominado partido movimiento, pero que no logrará tener el efecto de convocatoria logrado en 1988. A pesar de ello, su permanencia en el tiempo como partido de oposición marcó un cambio respecto de la experiencia henriquista, en la que no se consumó este objetivo.

En suma, las elecciones modificaron el comportamiento de los actores, al registrarse un fenómeno de polarización de las fuerzas políticas, reactivando la demanda hacia una democratización que ubicó a todas las fuerzas políticas, en el mediano plazo, en igualdad de circunstancias.

 

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[ 1 ] Por democratización entendemos el proceso de ampliación de los derechos ciudadanos para la formación de opciones colectivas consideradas iguales. Esta definición fue construida tomando como base a Guillermo O'Donnell, Philippe Schmitter y Laurence Whitehead, Transición desde un gobierno autoritario, 2. América Latina, 2 a. ed., Barcelona, Paidós, 1994, p. 15-36.

[ 2 ] Esta propuesta es definida en la ciencia política como un proceso de liberalización, en el cual la elite política administra los derechos políticos de acuerdo con sus objetivos. Véase Kevin Middlebrook, "La liberalización política en un régimen autoritario: el caso mexicano", en Guillermo O'Donnell, Philippe Schmitter y Laurence Whitehead, Transición desde un gobierno autoritario, 2. América Latina, 2a. ed., Barcelona, Paidós, 1994, p. 187-224.

[ 3 ] En términos de Sartori estos partidos eran definidos como de segunda o satélites, en tanto vivían de los favores del gobierno. Véase Giovanni Sartori, Partidos y sistema de partidos, 2 v., Madrid, Alianza Universidad, 1987, v. 1, p. 277. Los partidos satélites en México eran el PARM, PPS y PST, ya que habían fungido como aliados del PRI.

[ 4 ] Antes de la aprobación de este código el PRI contaba en este órgano con cinco votos, el del secretario de Gobernación, el notario, los representantes de las cámaras y los del PRI, y los partidos de oposición contaban con ocho votos. La alianza con el PARM, PPS y PST le permitía al PRI tener ocho votos frente a cinco de la oposición. Con esta nueva legislación el PRI, aun sin contar con los votos gubernamentales, tenía la mitad de los sufragios.

[ 5 ] Ricardo Becerra, Pedro Salazar y José Woldenberg, Mecánica del cambio político, México, Cal y Arena, 2000, p. 182.

[ 6 ] Los partidos de oposición lograron la incorporación de algunas de sus propuestas, que tuvieron impacto en la integración de la Cámara de Diputados, en el establecimiento de un número fijo de circunscripciones y de un único procedimiento para la asignación de diputados de representación proporcional.

[ 7 ] La regla que establecía que el partido que contara con la mayoría relativa tenía derecho a la mayoría absoluta era un retroceso respecto de la legislación anterior.

[ 8 ] Desde su nacimiento en 1946 el PRI siempre había contado con un partido aliado. Miguel Alemán fue postulado por cuatro partidos más; Ruiz Cortines, por uno más; López Mateos, por tres más, y Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo y De la Madrid, por dos más.

[ 9 ] Diversos autores han señalado que el cambio del modelo económico fue un aspecto central en la lucha política de 1988. Aun estando de acuerdo con este argumento es difícil probarlo. Al respecto, Jorge Domínguez y James McCann subrayan que el comportamiento del electorado en esas elecciones se definió en torno del mantenimiento o no del PRI. Sin embargo, aun cuando el comportamiento electoral no haya estado centrado en el proyecto económico, la posibilidad de que el PRI fuera vencido se abrió justamente en el contexto de las divisiones internas de este partido, que estuvieron centradas en esta temática. Por ello, no es conveniente eliminar esta variable. Véase Jorge Domínguez y James McCann en "Shaping Mexico's electoral arena: the construction of the partisan cleavages in the 1988 and 1991 national elections", en American Political Science Review, v. 89, n. 1, marzo, 1995.

[ 10 ] Manuel Clouthier, Curriculum vitae, México, Partido Acción Nacional, 1987.

[ 11 ] Cuauhtémoc Cárdenas, "La Revolución Mexicana desviada desde 1941", La Jornada, México, 31 de agosto de 1985, p. 3. Véase Gerardo Galarza, "El socialismo, objetivo último de la Revolución Mexicana: Cuauhtémoc Cárdenas", Proceso, México, 2 de septiembre de 1985, p. 22-23.

[ 12 ] Los compromisos y acuerdos fueron publicados en La Jornada, 9 de junio de 1988, p. 26.

[ 13 ] Rosario Ibarra de Piedra, Lucha y pensamiento, Oficina de Prensa, Partido Revolucionario de los Trabajadores, septiembre 1987.

[ 14 ] La campaña de Henríquez en comparación con la de Cárdenas también abanderó su vocación revolucionaria. Sin embargo, a diferencia de la Corriente Democrática, desde el principio planteó que, en caso de no abrirse los mecanismos de elección en el interior del partido oficial, se lanzarían de manera independiente, mientras que la Corriente Democrática en sus primeros escritos no planteaba esta última alternativa. Tanto la campaña de la Federación de Partidos del Pueblo como la del Frente Democrático Nacional se convirtió en canal de expresión de la inconformidad política. Sin embargo, a diferencia de la primera federación, el FDN, a pesar de los conflictos internos, sí tuvo capacidad de expresar sus protestas ante los resultados electores a través de las vías institucionales, combinando este proceso con la movilización. Para mayor referencia al respecto, véase en esta revista el artículo de Elisa Servín.

[ 15 ] Resulta complicado ponerle fecha a los primeros contactos de esta organización ya que fueron informales. Su aparición formal se registra a partir de su primer documento de trabajo en octubre de 1985. Este documento fue firmado por César Buenrostro, Cuauhtémoc Cárdenas, Leonel Durán, Armando Labra, Severo López, Ifigenia Martínez, Janitzio Múgica, Porfirio Muñoz Ledo y Carlos Tello; posteriormente se sumaron otros personajes, como González Guevara, entre otros, pero no todos se separaron del PRI.

[ 16 ] La Corriente afirmaba en su segundo documento de trabajo que el PRI consagraba métodos democráticos en la elección de sus candidatos "Hagamos que se observen con el respaldo mayoritario de las bases y de la opinión nacional". Véase Documento de trabajo 2 para la Fundación de la Corriente Democrática del PRI, mayo de 1987.

[ 17 ] En su primer documento de trabajo, la Corriente afirmó que sus impulsores se mantendrían siempre en el seno del PRI y que enunciarían sus actos en el contexto de esta asamblea. Incluso, de manera previa a la realización de ésta presentó sus propuestas de plataforma electoral del PRI que se discutirían en dicha reunión. Véase "1er. Documento de trabajo para la Fundación de la Corriente Democrática del PRI", La Jornada, 2 de octubre de 1985, p. 1. Las crónicas de lo ocurrido en esta asamblea aparecen en Proceso, n. 540, 7 de marzo de 1987, p. 6-15.

[ 18 ] En términos de Linz no se asumió un comportamiento desleal, ya que no se retiraba de los procesos electorales, sino que justamente se insertaba en la competencia. Véase Juan Linz, La quiebra de las democracias, 5a. ed., Madrid, Alianza Universidad, 1996, p. 57.

[ 19 ] Entre los grupos que se adhirieron encontramos organizaciones políticas sin registro como el Partido Social Demócrata, el Partido Socialista Revolucionario, el Partido Verde, la Corriente Democrática, la Unidad Democrática, las Fuerzas Progresistas de México y el Consejo Nacional de Obreros y Campesinos. Para revisar esta integración, Véase Unomásuno, 23 de diciembre de 1987, p. 4.

[ 20 ] Esta conceptualización proviene del propio PRD. Era un grupo heterogéneo en donde encontramos organizaciones como la COCEI, CIOAC, OIR-LM, MAS, etcétera. Véase PRD, El origen y fundación del PRD, 6 de febrero de 1999, p. 2.

[ 21 ] Véase declaraciones en La Nación, año XLVI, n. 1758, 1 de julio de 1988, p. 14. Este argumento también era compartido por la dirigencia del partido, que consideraba que la estrategia se orientaba a quitarle votos de protesta al pan a crear un espacio fuera del PRI y un mecanismo de negociación con los Estados Unidos en caso de que el gobierno utilizara prácticas socializantes. Luis H. Álvarez, "Un solo renglón", conferencia pronunciada en Stanford, California, 21 de abril de 1988, en Memoria y esperanza. Discursos de Luis H. Álvarez, 1987-1988, México, EPESA, 1989, p. 221-233.

[ 22 ] En algunos medios de comunicación fue llamado el candidato de la esperanza. La Jornada, 27 de mayo de 1988, p. 1, 10 y 11.

[ 23 ] Para mayor información, véase el artículo de Jacqueline Avramow, "Promesas Salinas", y los anexos en Jaime González Graf, Las elecciones de 1988 y la crisis del sistema político mexicano, México, Diana-Instituto Mexicano de Estudios Políticos, 1989, p. 137-158 y 191-200.

[ 24 ]Esta conceptualización proviene de Soledad Loaeza y hace referencia a cómo el PAN era funcional al sistema en tanto su participación ofrecía una válvula de escape a los descontentos y contribuía a sostener la fachada democrática, pero no tenía capacidad de impulsar la alternancia. Véase Soledad Loaeza, "De la oposición leal a la impaciencia electoral", en El llamado de las urnas, México, Cal y Arena, 1989.

[ 25 ] Carlos Arriola, Ensayos sobre el PAN, México, Miguel Ángel Porrúa, 1994, p. 47-65. Es importante subrayar que esta decisión fue apegada a los propios estatutos del partido, ya que el presidente del partido tiene la facultad para mantener y fomentar las relaciones con otros organismos cívicos y sociales.

[ 26 ] Estas características son analizadas ampliamente por Angelo Panebianco, Modelos de partidos, 2a. ed., Madrid, Alianza Universidad, 1995, p. 492. Este autor señala cómo los partidos experimentan cambios como una reducción del bagaje ideológico, la apertura a los grupos de interés manteniendo con éstos lazos débiles o esporádicos, los simpatizantes adquieren peso frente a los afiliados, se fortalecen los lazos con los electores más que con los afiliados y una relación entre el electorado y el partido que puede ser fluctuante.

[ 27 ] Con este cambio organizativo Acción Nacional pierde las características de una organización cerrada propia de un modelo de partido de elites. Para mayor información sobre este cambio véase Irma Campuzano, Modelos organizativos e institucionalización del Partido Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática (orígenes y desenvolvimiento en una etapa de cambio político), tesis de doctorado, México, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 2000, p. 104.

[ 28 ] Estas discrepancias fueron evidentes desde el proceso de selección del candidato, ya que a pesar de que Clouthier ganó en la XXXVI Convención con una gran mayoría, la votación del Comité Ejecutivo fue dividida. El candidato presidencial realizó por primera vez en la historia del partido precampañas internas. Esta dinámica propició que fuera ampliamente conocido en los comités estatales y favoreció el establecimiento de acuerdos con las organizaciones intermedias del partido.

[ 29 ] Para mayor información sobre este modelo de partido-movimiento, véase François Prud'homme, Party strategies and negotiations over the rules for electoral competition, tesis de doctorado, North York Ontario, York University, 1996. Este autor considera que el modelo organizativo se encontró condicionado por tres elementos: el proceso de escisión del PRI, el contexto institucional y el éxito de su campaña. El Frente Democrático Nacional presentó entre sus características obtener presencia en el electorado, una ideología débilmente estructurada y débiles lazos organizativos, rasgos de los denominados partidos profesionales electorales, los cuales son definidos por Otto Kirchheimer, "The transformation of western European political parties", en J. La Palombara M. Weiner, Political parties and political development, Princeton, University Press, 1996. Sin embargo, el FDN no puede enmarcarse en esta definición en tanto fue una mezcla de partido y movimiento social. Algunos analistas políticos definieron al frente como un partido de masas. Si bien la coalición tenía como uno de sus objetivos la integración social, que fue una de las características de los partidos de masas, esta coalición nunca tuvo ni la burocratización ni la rígida articulación que poseían estos viejos partidos. Esta definición es ampliamente desarrollada por Maurice Duverger, Los partidos políticos, 7 a. ed., México, Fondo de Cultura Económica, 1980, p. 93-97.

[ 30 ] Al respecto véase el discurso de Cuauhtémoc Cárdenas en el zócalo, véase anexo 10 en Jaime González Graf, Las elecciones de 1988 y la crisis del sistema político mexicano, México, Diana-Instituto Mexicano de Estudios Políticos, 1989, p. 278-279.

[ 31 ] El concepto de zona de incertidumbre es heredero de Angelo Panebianco, Modelos de partidos, 2a. ed., Madrid, Alianza Universidad, 1995, p. 384, remite a la complejidad ambiental y la diferenciación en los roles internos para responder a ésta. Ello puede traducirse en aumento de la conflictividad y la contraposición entre líneas políticas divergentes.

[ 32 ] Esta dinámica organizativa tuvo efectos en la estructura del futuro Partido de la Revolución Democrática (PRD), cuya convocatoria surgió tres meses después de las elecciones de 1988 y se formalizó en mayo del siguiente año.

[ 33 ] Esta hipótesis es trabajada ampliamente por François Prud'homme, Party strategies and negotiations over the rules for electoral competition, tesis de doctorado, North York Ontario, York University, 1996, p. 222. Este autor analiza cómo la actitud del partido ante la esfera electoral también se refleja en la actitud del mismo frente ante los procesos de reforma electoral.

[ 34 ] Para mayor información sobre esta temática, véase Arturo Sánchez, "La contienda electoral", en Jaime González Graf, Las elecciones de 1988 y la crisis del sistema político mexicano, México, Diana-Instituto Mexicano de Estudios Políticos, 1989, p. 105-136.

[ 35 ] Los representantes de los partidos de oposición no lograron cubrir el 100% de las casillas, sólo lo hicieron en el 60%.

[ 36 ] Silvia Gómez Tagle, en Arturo Anguiano, La transición democrática, México, Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, 1988.

[ 37 ] Este resultado fue interpretado como una derrota de Acción Nacional. Sin embargo, un análisis más detallado en términos de los resultados electorales mostraría que el partido mantuvo su tendencia histórica en un contexto de competencia.

[ 38 ] Jacqueline Peschard, "Participación y competencia en las elecciones de 1988", en Las elecciones federales de 1988 en México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Ciencias Políticas, 1988 (Colección Procesos Electorales 4), p. 353-362.

[ 39 ] Para una crónica de este proceso, véase Secretaría Técnica, Comisión Federal Electoral 1987-1988, México, 1988, p. 118, y el Diario de Debates de la Cámara de Diputados, septiembre de 1988.

[ 40 ] Luis H. Álvarez, "Discurso pronunciado ante el Consejo", Memoria y esperanza. Discursos de Luis H. Álvarez, 1987-1988, México, EPESA, 1989, p. 302.

[ 41 ] Esta conceptualización proviene de François Prud'homme, Party strategies and negotiations over the rules for electoral competition, tesis de doctorado, North York Ontario, York University, 1996, p. 285. Este autor analiza cómo en las negociaciones de las reglas electorales el PAN trató de ser un interlocutor privilegiado con el gobierno.

[ 42 ] El PRI defendió a toda costa la permanencia de los 260 diputados, a pesar de que 13 constancias fueron retenidas por la CFE. Este proceso fue ampliamente analizado por Jaime González Graf, Las elecciones de 1988 y la crisis del sistema político mexicano, México, Diana-Instituto Mexicano de Estudios Políticos, 1989, p. 126-129.

[ 43 ] Discurso pronunciado en el Monumento a los Niños Héroes. Véase La Nación, año XLVI, n. 1761, 15 de agosto de 1988, p. 3-4.

[ 44 ] Es importante señalar que existían dentro del PAN mecanismos encaminados a limitar al candidato presidencial: uno de ellos era que no disponía de autonomía para definir la plataforma política, sino que ésta era elaborada de manera previa a la elección. Adicionalmente, el hecho de que la fracción parlamentaria fuera la encargada de calificar la elección presidencial le restó fuerza al candidato. Sin embargo, este último aspecto fue motivo de tensión y el conflicto fue resuelto después de la muerte de Clouthier, un año después de la elección.

[ 45 ] Véase Soledad Loaeza, "Incertidumbre y riesgo en transiciones prolongadas: la experiencia mexicana y el Partido Acción Nacional", ponencia, México, El Colegio de México, 1999, p. 2-3.

[ 46 ] Para mayor información, véase Irma Campuzano, Modelos organizativos e institucionalización del Partido Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática (orígenes y desenvolvimiento en una etapa de cambio político), tesis de doctorado, México, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 2000, p. 105.

[ 47 ] Para mayor información sobre este conflicto, véase Víctor Manuel Reynoso, "El Partido Acción Nacional, la oposición hará gobierno", Revista Mexicana de Sociología, México, v. IV, n. 2, abril junio, p. 133-154, Irma Campuzano, Modelos organizativos e institucionalización del Partido Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática (orígenes y desenvolvimiento en una etapa de cambio político), tesis de doctorado, México, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 2000, p. 169. Esta organización surgió del PAN teniendo como objetivos impulsar la elaboración de una proyección de doctrina, reformar los estatutos del partido y ampliar la propuesta panista para un nuevo Código Federal Electoral.

[ 48 ] Soledad Loaeza, El Partido Acción Nacional, la larga marcha 1939-1994. Oposición leal y partido de protesta, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 487.

[ 49 ] Para mayor información sobre la estrategia del PRD, véase Irma Campuzano, Modelos organizativos e institucionalización del Partido Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática (orígenes y desenvolvimiento en una etapa de cambio político), tesis de doctorado, México, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 2000, p. 169.

[ 50 ] Alicia Gómez López, Juegos políticos: las estrategias del PAN y del PRD en la transición, tesis de doctorado, México Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 2000, p. 130.

[ 51 ] Juan Linz, La quiebra de las democracias, 5a. ed., Madrid, Alianza Universidad, 1996, p. 61-63. Este comportamiento hace referencia a la ruptura con el sistema.

[ 52 ] La Nación, n. 1764, 1 de octubre de 1988, p. 5.

[ 53 ] Esta estrategia fue utilizada para defender sus triunfos en los Estados y en los municipios.

[ 54 ] Adam Przeworski, Democracia y mercado, 1a. ed. en español, Cambridge-Nueva York, Cambridge University Press, 1995. Estoy haciendo referencia al proceso en donde de manera previa no se sabe quién va a ser el ganador.

[ 55 ] Datos provenientes de Silvia Gómez Tagle, La transición inconclusa, México, El Colegio de México, 1997.

[ 56 ] Después de la elección de 1952, Miguel Henríquez Guzmán organizó un mitin en la Alameda para festejar su victoria, en donde intervino la fuerza pública con un saldo de varios muertos.

[ 57 ] Ricardo Becerra, Pedro Salazar y José Woldenberg, Mecánica del cambio político, México, Cal y Arena, 2000, p. 33-37.

[ 58 ] Las propuestas de los partidos de oposición en materia electoral apuntaron a la necesidad de modificar la organización de los comicios, ampliar la corresponsabilidad de los partidos en la calificación de las elecciones, instrumentar nuevas fórmulas para la conformación de las cámaras y plantear avances en materia de financiamientos, entre otros. El gran logro de la reforma de 1989-1990 fue justamente la creación del Instituto Federal Electoral.

[ 59 ] Véase Irma Campuzano, Modelos organizativos e institucionalización del Partido Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática (orígenes y desenvolvimiento en una etapa de cambio político), tesis de doctorado, México, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 2000, p. 49.

[ 60 ] Juan Molinar, El tiempo de la legitimidad: elecciones autoritarismo y democracia en México, México, Cal y Arena, 1991.

[ 61 ] La sublevación de Chiapas operó como incentivo a favor de los acuerdos y creó un escenario favorable a las negociaciones entre los actores en torno de las reglas electorales. A pesar de que en el último momento se observaron discrepancias entre el PRI y el PRD que redundaron en un voto dividido de este partido en la reforma en abril de 1994, fue evidente la presencia de incentivos entre todos los actores para el establecimiento de acuerdos en relación con las nuevas reglas electorales.

[ 62 ] Soledad Loaeza, "Incertidumbre y riesgo en transiciones prolongadas: la experiencia mexicana y el Partido Acción Nacional", ponencia, México, 1999.

[ 63 ] Esta temática es analizada desde diversas perspectivas por varios autores entre los que destacan: François Prud'homme, Party strategies and negotiations over the rules for electoral competition, tesis de doctorado, North York Ontario, York University, 1996; Katheleen Bruhn, Taking on Goliath. The emergence of a new left party and the struggle for democracy in Mexico, Pennsylvania, State University Press, 1997.

[ 64 ] Para una reflexión basada en la perspectiva de la teoría de juegos, véase Alicia Gómez López, Juegos políticos: las estrategias del PAN y del PRD en la transición, tesis de doctorado, México Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 2000, p. 252-253.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Martha Beatriz Loyo (editora), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 23, 2002, p. 207-241.

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