Estudios de Historia Moderna y Contempor�nea de M�xico

 

Luis Fernando Granados, Sueñan las piedras. Alzamiento ocurrido en la ciudad de México, 14, 15 y 16 de septiembre de 1847, México, Era-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2003, 173 p., ils., planos (Colección Problemas de México).

Alfredo ÁvilA

Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México


Sueñan las piedras es el pormenorizado relato que hace Luis Fernando Granados de la sublevación popular contra el ejército de los Estados Unidos en los primeros días de la ocupación militar de la ciudad de México. En definitiva, no es una obra acerca de la guerra de 1846-1848; es, más bien, un estudio de historia urbana y social. También es un ensayo de microhistoria y un extraño ejercicio narrativo. Extraño, porque nunca había visto una narración basada en preguntas. El autor se propuso hacer una reconstrucción minuciosa de acontecimientos difíciles de precisar, a partir de testimonios muchas veces encontrados. De ahí que buena parte del relato se halle entre signos de interrogación que permiten ir avanzando en el desarrollo de los sucesos. De ahí también la pertinencia de la primera cuestión: "¿Existen los hechos?" No estoy muy seguro de la respuesta de Luis Fernando Granados, porque después de leer el libro, tampoco sé qué responder.

Para empezar, el autor hace un recuento breve de las pocas miradas historiográficas sobre la rebelión popular de la ciudad de México contra el ejército estadounidense. Resalta que pocos autores se hayan ocupado del asunto, sobre todo si se considera que el episodio bien pudo haber sido interpretado como hizo Ernesto Lemoine en su tesis profesional, esto es, como una muestra espontánea del patriotismo de las clases populares de la ciudad de México, ofendidas al ver el pabellón de las barras y las estrellas ondeando en el Palacio Nacional. Esta falta de atención puede deberse, asegura el autor, al temor de las elites políticas del país al populacho y, también, al desdén de los historiadores por este tipo de fenómenos. Son, por cierto, estas razones las que proporcionan al autor las principales hipótesis y modo de abordar el tema.

Luis Fernando Granados decidió tratar la sublevación plebeya de 14, 15 y 16 de septiembre de 1847 desde abajo y desde la ciudad, no como un episodio más de la guerra con los Estados Unidos sino como uno de la larga historia de amotinamientos y sublevaciones de los léperos capitalinos. Al mismo tiempo, procuró no encasillar a los pobres de la ciudad de México en los rígidos estancos de las clases sociales, lo cual le hubiera permitido explicar, de un modo más o menos fácil, los hechos como lucha de clases. De seguro, habría algo de verdad en una interpretación así, aunque presentaría algunos problemas, tanto teóricos como empíricos. Sin embargo, el principal inconveniente de una explicación basada en el comportamiento de las clases sociales de mediados del siglo XIX hubiera sido la deshumanización de esta historia, y Luis Fernando Granados está muy interesado en poner nombre y apellido a esos pobres individuos que arengaron a las piedras para que salieran de su sueño. Por esto, ha procurado hacer una reconstrucción tan detallada; por eso mismo, las dudas acerca de la existencia de los hechos.

De tal detalle es el relato de Sueñan las piedras, que sería necio intentar un resumen aquí. Cada uno de los capítulos (salvo el último) se refiere a cada día y noche de la ciudad de México a partir de la ocupación del ejército estadounidense. Se presentan las versiones de los testigos y aquellas que el autor considera más verosímiles. Es un verdadero juego de detectives: ¿quién lanzó la primera piedra?, ¿dónde se hallaba tal regimiento?, ¿qué barrios participaron en los amotinamientos? La lectura se vuelve más interesante a cada momento y la trama se va complicando hasta que se hacen necesarios un alto y una explicación. De esto trata el último apartado, titulado "Las piedras, los pobres". Aquí, el autor procura hacer un poco de sociología de la capital de la república mexicana, no tanta como para borrar los rostros que, con tanto cuidado (casi forense), ha dibujado en los capítulos anteriores. Con el apoyo de autores como Richard Warren, Frederick Shaw y Torcuato S. di Tella, Luis Fernando Granados muestra las delgadas líneas que separaban los estratos sociales y propone una geografía de la pobreza que bien explica la de los enfrentamientos de mediados de septiembre.

Si el libro tuviera notas a pie de página (pero las tiene al final) diría -tomando una frase de Álvaro Matute -que se lee casi por entero en el piso de abajo. En efecto, el lector poco interesado en dar seguimiento a las notas tendrá una lectura menos interesante y una explicación menos satisfactoria de la historia que nos cuenta el autor. La dificultad de cambiar de páginas a cada instante (las notas son muchas, como no podía ser de otra manera en un ejercicio como el que propone Granados) hubiera hecho muy recomendable que los comentarios del autor se hallaran en el mismo texto y dejara para las notas sólo el aparato erudito. Salvo por esto y por algunas ilustraciones a las que se remite en el texto pero que no existen, el libro puede considerarse una obra que no por breve es fundamental para comprender los motivos de los léperos capitalinos y también los de una elite que prefirió colaborar con el ejército de los Estados Unidos en el apaciguamiento de la ciudad a arriesgar su posición privilegiada. Después de todo, al autor no se le escapa que el amotinamiento popular se presentó en el momento en que las autoridades mexicanas iban desapareciendo y todavía no se hacían tan presentes las estadounidenses. Para los criollos de la ciudad de México (y del país entero, si recordamos las rebeliones en el Sur, la Sierra Gorda y Yucatán), estaba abierta la posibilidad de la pérdida de su posición hegemónica frente a los amplios grupos sociales hasta entonces oprimidos. Hay que decir que este temor, manifiesto, por ejemplo, en los escritos de José María Luis Mora, estaba fundado; la guerra sólo debilitó más a un Estado que se hallaba sobre una olla de presión. Episodios como los ocurridos en la capital en septiembre de 1847 mostraron a la elite la fragilidad de su dominio y la capacidad de los líderes populares y de los léperos para actuar en condiciones más o menos propicias para mostrar su enojo y su fuerza.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Marcela Terrazas y Basante (editora), Alfredo Ávila (editor asociado), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 26, 2003,
p. 161-163.

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