José Luis Orozco Alcántar, De teólogos, pragmáticos y geopolíticos.
Aproximación al globalismo norteamericano, México,
Gedisa-Universidad Nacional Autónoma de México, 2001, 254 p.
Ángel Armando Rodríguez Luna
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México
De teólogos, pragmáticos y geopolíticos busca comprender, a partir de diferentes perspectivas, el pensamiento y la política estadounidenses desde el inicio de su formación como nación independiente. El libro es una investigación sobre las ideas políticas y geopolíticas de personajes clave dentro de los primeros cien años de la historia norteamericana y de otros personajes no tan célebres pero que aportan, con agudas críticas, una visión realista y alejada del "formalismo y moralismo jurídico, [que] caracterizaban la visión de los Estados Unidos del discurso latinoamericano" (p. 13). A través de preguntas como "¿qué componentes religiosos y simbólicos confieren rotundidad y contundencia a un discurso hegemónico nacional y mundial sustentado en la más alta tecnología de punta y, pretendidamente, en la más alta inteligencia de punta, sin que ninguna 'desconstrucción' enjuicie la anacronía y el tribalismo de sus premisas?" (p. 16), el autor busca adentrarse en las entrañas del aparato Estado-corporación, el cual se sustenta en un discurso teológico y obedece al mismo tiempo a dos circunstancias materiales: una política y la otra geopolítica.
Así, en el "Estudio preliminar. Teología y metafísica del poder", Orozco nos muestra las bases del secularismo norteamericano que combina la filosofía de Thomas Hobbes (teología política) y la de Adam Smith (teología económica). La primera será capaz de crear los consensos internos necesarios, mediante la idea de la posibilidad concreta del enemigo, convirtiendo la seguridad en el bien más valioso, lo que anula toda interferencia teológica de orden moral. La segunda se explica en función de la estructura social de las trece colonias, basada en un status contractual corporativo empresarial que otorga valor ético a los negocios, las jerarquías divinas y la piedad puritana, elementos de orden, control y consenso. Aunado a esto, la teología del dinero sirve para fusionar el materialismo liberal y la política del orden y la piedad estableciendo una conexión corporativa entre Dios y los propietarios (in God we trust reza cada dólar) para hacer de cada unidad colonial una empresa, una teocracia y una polis. De la teología del dinero surge entonces el fundamentalismo capitalista que servirá para resguardar a la oligarquía financiera y agrícola del liberalismo europeo. Con rigor analítico, el autor señala cómo esta combinación que, en primera instancia, parece contradictoria se salva con el pragmatismo, el cual se convierte en el mecanismo ideológico por excelencia del pensamiento norteamericano y que hacia principios del siglo xx será teórica y filosóficamente conciliado por Max Webber en La ética protestante.
En la parte i de la investigación, "El viraje liberal", José Luis Orozco se lanza a responder dos preguntas: "¿fue o no el liberalismo el gran desbancador secular (o metafísico, por lo menos) del razonamiento teológico asociado al absolutismo?; ¿por qué lo que hoy queda de su elemento clave, la Libertad, se vuelve asunto de cálculo económico, de privada y discreta política de presión o de abierta invocación a la seguridad nacional de un solo país?" (p. 37-38). Después de recuperar las reflexiones de Isaiah Berlin -quien distinguió la libertad positiva organicista y racionalista de la libertad negativa entendida como la ausencia de coerciones ejercidas sobre el individuo por otros seres humanos en nombre mismo de la libertad- y de Jonathan Edwards -para quien las palabras freedom y liberty significaban "el poder, la oportunidad o la ventaja que todos tienen para hacer lo que les place [...]. Pero esas cualidades son propiedades de hombres o personas y no de propiedad de propiedades" (p. 39)-, Orozco explica cómo esas concepciones son totalmente funcionales en el esquema teología política-teología económica analizado en el estudio preliminar.
Por su parte, Benjamín Franklin, a través de sus reflexiones en Observations concerning the increase of mankind, peopling of countries &c., de 1751 y reeditado en 1836, lanza el componente geopolítico del pensamiento norteamericano cuando pide "evitar a través de la expansión territorial, la conquista y el despojo, la pérdida de la virtud y la propiedad, la pérdida del comercio y los abastecimientos, del buen gobierno y de la buena sociedad racial amenazadas tanto por Europa como por los negros" (p. 57). Desde los años de los federalistas se tenía plena conciencia de que la amenaza europea no provenía sólo de su fuerza militar, sino de su fuerza ideológica. Era menester entonces marcar límites al radicalismo ideológico y social de la Revolución Francesa y así definir un nuevo tipo de liberalismo en el que la igualdad social y jurídica quedaran supeditadas a la igualdad económica, racial e incluso religiosa. Entonces se comienza a prefigurar la Doctrina Monroe, uno de los ejes históricos de la política exterior estadounidense así como de su seguridad nacional.
La convergencia geopolítica de la sociedad civil con la geopolítica empresarial y bancaria, de la democracia propietaria y de la geopolítica racial, es abordada en la parte ii del libro, "El viraje democrático", en donde la expansión territorial hacia el oeste y hacia el sur (la Luisiana y la Florida) imponen nuevos retos al esquema demócrata-republicano que pusieron en marcha George Washington y Thomas Jefferson, observado y descrito por Tocqueville en La democracia en América. Dando dimensión práctica al pensamiento de Franklin, de los años veinte a los años cincuenta, la expansión económica y territorial de Estados Unidos será la base de la estabilidad política y la acumulación de la riqueza, lo cual da sentido al esquema de seguridad nacional. El aprovechamiento de las nuevas circunstancias geográficas del país creará las condiciones necesarias para un intenso intercambio comercial, el establecimiento de un mercado interno y, sobre todo, la posibilidad de obtener mayores ingresos públicos; pero, como bien señala el autor, esto no se podría explicar sin la aparición de la corporación en el esquema económico estadounidense y de su conexión corporativa con el Estado, el cual poseía y centralizaba el sistema bancario.
Es el momento también de retroalimentación de las ideas de Alexander Hamilton y de Jefferson. Para el primero, un sistema financiero con la liquidez suficiente para apoyar las necesidades de infraestructura pública, financiar proyectos privados y desarrollar una fuerza militar capaz de garantizar la seguridad del intercambio comercial intra y extracontinental eran piezas fundamentales de la viabilidad de la nueva nación. Para el segundo, era menester apuntalar a la sociedad civil, para lo cual se requiere edificar una infraestructura patrimonial que sólo puede sustentarse en los supuestos espacios vacíos del oeste y del sur.
Esta visión, de acuerdo con José Luis Orozco, perfila el realismo presidencialista que prepara el espacio vital (Lebensraum) de la democracia de los propietarios. Si bien con la Luisiana y la Florida la expansión territorial se concretó a través de la figura jurídica, inocente e imparcial de la compraventa, México inauguraría el tipo de transacción contractual en donde se crean situaciones civiles que vuelven "moralmente inevitable" el respaldo estatal de la fuerza militar (p. 94). Es en 1848 cuando, a partir de un cálculo geopolítico brutal, se ponen límites a las ansias expansionistas con argumentos que van del orden político interno al racial. La no anexión de todo el territorio mexicano y el posterior Tratado de La Mesilla en 1853 no sólo establecen los límites del border, sino que además perfilan la idea de la frontier nutriendo el concepto de seguridad nacional al cercenar con un país con potencial territorial y recursos que podrían ser funcionales a los intereses del entonces enemigo principal, Europa.
La parte iii, "El viraje evolucionista", nos da cuenta de la transfiguración del Destino manifiesto del nivel nacional al mundial, pasando primero por la expansión hacia el Pacífico y hacia el Caribe. En el plano interno, los intereses de las corporaciones impulsarán una reflexión filosófica de la relación entre individuo y Estado. El autor detecta la forma en que Herbert Spencer y John Fiske formulan y sustentan ideológicamente esa nueva relación. El primero será quien en 1884 defienda la idea del individuo-corporación estableciendo que "la función del verdadero liberalismo en el futuro será la de poner un límite a los poderes de los parlamentos" (p. 129). El segundo hace converger el positivismo evolucionista de Darwin con el carácter teológico del Destino manifiesto. Una vez establecidas las coordenadas ideológicas y teológicas del nuevo espíritu estadounidense, José Luis Orozco destaca el pensamiento geopolítico de Alfred Thayer Mahan como el artífice de la nueva visión expansionista norteamericana. Para el autor, la coyuntura de finales de siglo XIX lleva a Mahan a concebir su estrategia desde una perspectiva económica. "Lo quieran o no, los americanos deben ahora empezar a mirar hacia fuera. Lo demanda la creciente producción del país [...] el aumento del sentimiento público. La posición de los Estados Unidos en medio de los dos viejos mundos y los dos grandes océanos" (p. 156). Así, bajo el imperativo geopolítico de "si no avanzamos, retrocedemos", se va configurando la nueva zona de seguridad nacional a partir de 1898 desde Filipinas hasta el Caribe pasando por Guam, Hawai y Centroamérica.
Esta perspectiva económica que adopta A. Thayer Mahan y lleva a la práctica Theodore Roosevelt sirve al autor para concluir que, una vez que la expansión del pensamiento político se cifra en conjunción con la expansión del poderío naval, el espíritu esencialmente libre del comercio coincide con el interés nacional. José Luis Orozco sabe que esta redimensión de la seguridad nacional de Estados Unidos no sólo significa afirmar y sustentar militarmente la Doctrina Monroe, sino que, además, se incorporan a la lista de enemigos la Rusia zarista, China y Japón, lo cual significó una aproximación al globalismo norteamericano.
El autor se pregunta en la parte iv, "El viraje pragmático", ¿cómo conciliar los intereses económico-financieros de las grandes corporaciones con la política de Estado y la seguridad nacional? La respuesta a esta importante pregunta surge, una vez más, del análisis del pragmatismo. Una nueva forma de imperialismo surgirá entonces y se nutrirá de la experiencia que representó el Tratado Guadalupe-Hidalgo después de la guerra contra México en 1847. De esta manera se comenzará a definir para todo el siglo xx el principio empresarial de la integridad territorial de las colonias informales y la igualdad comercial formal en el acceso a sus mercados y la competencia en ellas. Esto es lo que promovió entonces un sistema colonial de "manos fuera", en el que Cuba, Filipinas y Guam se convertirían en las primeras aventuras expansionistas bajo esta fórmula a partir de 1898. La convergencia de los intereses comerciales extraterritoriales con la idea de seguridad nacional y de paz bajo la perspectiva geopolítica clásica serán los ejes de la política estadounidense sustentada en "el viejo proverbio que acompaña en adelante a Roosevelt: 'Habla suavemente y lleva contigo un gran garrote. Irás lejos' ". (p. 191).
En el epílogo, José Luis Orozco nos da cuenta del estremecimiento intelectual que provoca en Estados Unidos, por un lado, la Primera Guerra Mundial y, por el otro, las nuevas dinámicas que generan la vinculación de las grandes corporaciones con el sistema gubernamental, convirtiéndolo en un mercado político que abrió la puerta a los llamados grupos de presión (lobby). Para ello, la figura de Woodrow Wilson y sus catorce puntos, base de la Sociedad de Naciones, proyecta la democracia de los negocios ya característica de Estados Unidos, significando esto, recalca Orozco, los grandes lineamientos ideales, que no idealistas, de la política norteamericana.
La lectura de este libro resulta indispensable para todo aquel que quiera comprender las raíces de la política estadounidense a partir de sus vertientes ideológicas, teológicas, políticas y geopolíticas bajo el gran eje conciliador del Estado-corporación: el pragmatismo. Por otro lado, es una obra de actualidad permanente debido a las aportaciones epistemológicas que arroja y a que, como pocos, José Luis Orozco toma los documentos que dan testimonio de esas ideas políticas para dejar que hablen por su cuenta. Cabe destacar también que, en razón de la feliz participación de Editorial Gedisa y la Universidad Nacional Autónoma de México, De teólogos, pragmáticos y geopolíticos se edita también en España, por lo que la obra de José Luis Orozco será objeto de trasnacionalización.
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Marcela Terrazas y Basante (editora), Alfredo Ávila (editor asociado), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 26, 2003,
p. 175-180.
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