Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

 

Charles A. Hale, La transformación del liberalismo en México a fines del siglo XIX,
traducción de Purificación Jiménez, México, Vuelta, 1991, 453 p.

Álvaro Matute


Mientras que median veintiún años entre la edición en inglés del primer libro de Charles A. Hale y el que ahora ocupa nuestra atención, son diecinueve los que separan a sus respectivas versiones a nuestra lengua. Hale se dio a conocer en el mundo académico con su riguroso y bien trabajado libro sobre El liberalismo mexicano en la época de Mora (1821-1853), y aun antes, para los lectores de Historia Mexicana con una crítica a la obra de Jesús Reyes Heroles en la que destaca la profundidad con que acometió la lectura de los tres volúmenes que publicó a fines de los cincuenta quien llegara a ser uno de los más destacados ideólogos del Estado mexicano contemporáneo. La mención tanto al comentario de Hale a El liberalismo mexicano como a esta misma obra no son gratuitos ni anecdóticos. Desde ahí se apunta (1963) el origen lejano de este libro, del actual, porque, entre otras cosas, al establecer Reyes Heroles la "continuidad del liberalismo mexicano", consistente en omitir el desarrollo de las ideas políticas que tuvo lugar durante la República Restaurada y el Porfiriato, se hacía una suerte de historia oficial en la que había un puente directo entre la Reforma y la Revolución de 1910, mientras que el pensamiento político positivista parecía ser algo totalmente extraño u opuesto al desarrollo del liberalismo.

No quiero que se me malinterprete en el sentido de que expongo una especie de malinchismo historiográfico, en todo caso asumo un maniqueísmo en el que queda clara mi preferencia por Hale. En realidad las cosas no son tan simples como eso. Todo esto viene a colación porque Hale menciona en su introducción unos comentarios de Woodrow Borah y de John Womack acerca de la mínima profesionalidad de la historiografía mexicana, su rezago metodológico, su irrelevancia temática, su patrocinio estatal. En un ya lejano congreso de historiadores, en Santa Mónica, California, expresaba Miguel León-Portilla -en 1973- las diferencias que hay entre la historia desde adentro y la historia desde afuera. Ambas tienen ventajas y desventajas y cumplen funciones sociales diferentes. Alguna vez me preguntaron si podría darse en México un Womack que escribiera sobre algún asunto histórico norteamericano. Mi respuesta, optimista, dijo que sí, pero que no pronto. En la práctica he constatado la preferencia de lectores extranjeros (mexicanos, italianos y aun ingleses) a la historia de los Estados Unidos del alemán Willy Paul Adams frente al famoso texto de Morrison, Commanger y Leuchtemberg, con todo y los excelentes historiadores que son los tres citados. ¿Por qué? Simplemente porque ven desde fuera a los Estados Unidos. No dan por sabidas muchas cosas, no participan del "consenso" norteamericano y se permiten entender desde una óptica externa un país determinado. ¿Cuándo? Cuando la administración académica entienda que el productivismo puede ser estéril si se trata de alentar obras de profundidad que puedan ser producto de una entrega constante de diez a veinte años, ya que los grandes libros no son resultado de improvisaciones. Ciertamente el de Reyes Heroles no fue escrito en un día como lo prueba su alta calidad. Su problema es el mensaje. Es un libro de intelectual orgánico, no de intelectual a secas. La verdad está matizada.

Y, de cualquier manera, alguien tenía que penetrar en esa suerte de continuidad del liberalismo mexicano en el positivismo. Ya Zea, desde hace cuarenta y ocho años, había dado un firme y sólido primer paso, bajo la sabia guía de José Gaos. La historia de las ideas no estaba desprotegida en México. Acaso la sorprendió el avance que en otros medios tuvo la denominada historia intelectual, que se diferenciaba de la primera por relacionar las realidades concretas de los individuos con el discurso ideológico, y éste no era visto como un hongo que brotase de la nada. La historia de las ideas, pese a tener una sólida factura en el medio mexicano, llegó a cierto anquilosamiento que felizmente fue superado más tarde.

Charles Hale entendió que las ideas se producían en realidades concretas y de ello dio fe en su primer libro. Ahora, con base en una investigación riquísima lo vuelve a expresar. La transformación del liberalismo en México a fines del siglo XIX, libro de título largo pero exacto, es una magna indagación, cuyos resultados están a la vista en 450 páginas. Producto de constancia y madurez intelectual, Hale vuelve a hacer pertinente la historia de las ideas -referida a lo concreto-, para mostrar que las modas no deben dictar los temas a tratar, sino la entrega paciente y la buena factura. Incluso cuando expresa su deuda con Elie Halevy, autor de principios de siglo, hace una oportuna llamada de atención en torno a la permanencia de ciertos temas y enfoques. Resultaría a todas luces injusto que, si la moda en turno así lo dictara, quedaran preteridos temas de la riqueza del que exploró Hale durante un veinteno y que ahora el lector puede disfrutar.

Y es que la transformación del liberalismo en la segunda mitad del XIX es un asunto fundamental para la historia de México. Zea, por su parte, e investigadores bien intencionados como don Alfonso Noriega y otros, por otra, arrojaron luces importantes sobre la manera como el pensamiento de Augusto Comte, Herbert Spencer, John Stuart Mill y Charles Darwin influyeron en México -y América Latina en general-. Cito a Noriega porque él incluye sus comentarios sobre el positivismo dentro de un texto sobre el pensamiento conservador mexicano. Es decir, de acuerdo con la ésta sí maniquea historia oficial, liberalismo es algo opuesto a conservadurismo. Eso está bien dentro de un periodo determinado, pero no son categorías absolutas. El liberalismo se conservatiza, el liberalismo se anquilosa, el liberalismo evoluciona hacia otros rumbos. Justo Sierra se enfrenta a José María Vigil. Efectivamente, puede haber diferencias sustanciales entre un liberalismo y otro, entre Juan Jacobo Rousseau y John Stuart Mill. Éste no es lo que fue el liberalismo de fines del XVIII, pero no deja de ser liberal. Su pensamiento sufrió una transformación, como la que ocurre en México con la adopción de las ideas del positivismo en el liberalismo. Hale ha captado y, sobre todo, expuesto esta transformación de manera magistral. Es el tema fundamental del libro, seguido a través de múltiples facetas, casos, ejemplos.

Ciertamente el peso de la política es el mayor. Si bien es historia intelectual y/o de las ideas, estas ideas son, en mucho, políticas. También las hay pedagógicas, e incluso más "puras", esto es, todo lo que desarrolla alrededor de la polémica sobre los textos de lógica que se debían seguir en la Escuela Nacional Preparatoria. Pero, con todo, la política domina, aglutina, define. En el libro, el pensamiento tiene sus exponentes. No son ideas que lleguen del topus uranos sino que se generan en circunstancias concretas y, desde luego, esos exponentes, los intelectuales de fines del siglo XIX, tienen nombres y vidas. Acaso quien capitaliza más la atención de Hale sea Justo Sierra. No se lo reprochamos, al contrario, nadie como él protagonizó la historia intelectual de su tiempo. Objeto de muchos y buenos libros, no está de más uno nuevo, no monográfico sobre él sino donde él ocupa un lugar tan voluminoso como lo fue su figura. Sierra y, claro está, sus congéneres afines y opuestos. La trayectoria de los científicos es seguida de manera puntual por Hale. Sus espacios de publicación, sobre todo los periódicos. Sus puntos de convergencia y divergencia, tanto entre sí como frente a los extraños, es decir, los viejos liberales o los católicos.

La pesquisa documental de Hale es preponderantemente bibliohemerográfica, como tenía que ser. Revisa los principales diarios y revistas donde hicieron acto de presencia los liberal-positivistas. Si acaso soslayó El Foro, periódico de legislación y jurisprudencia, de principios de la década de los setenta, previo a La Libertad -el más importante-, porque, pese a ser un diario de interés jurídico, en él aparece también el grupo y uno de sus personajes más conspicuos, José Ives Limantour, quien, tenía también participación financiera, además de la eventual colaboración en temas de derecho económico. Salvo esta omisión, la exhaustividad es definitiva e impresionante.

Como ya apunté, el tema dominante es el de las ideas políticas, pero también está la transformación liberal en el ámbito educativo y en el propiamente de las ideas, sean éstas sociales, filosóficas, morales, etcétera. Una enorme virtud es la relación que constantemente establece Hale entre la génesis de una idea y su adopción mexicana. El caso del tratamiento del influjo y la figura misma de Emilio Castelar es ejemplar. No le escatima espacio al republicano español porque su proyección en México es enorme, como lo demuestra, por su constante envío de colaboraciones a los periódicos mexicanos y el seguimiento de la prensa local sobre sus pasos. Castelar interesaba y era admirado. Su proyección en el proceso de la transformación del liberalismo mexicano es fundamental.

Ni qué agregar de la manera cuidadosa con que son seguidas algunas ideas de Comte, Spencer, Mill y Darwin. Cómo las adoptaban, cuáles eran aceptadas y cuáles rechazadas, en suma, se muestra claramente en qué medida es internacional y en qué medida esa internacionalidad de las ideas se pierde para amalgamarse con las de un medio local.

Libro rico, abundante, de una factura excelente, espera la atención de los lectores. Pese a su riqueza y -como ya dije- exhaustividad en muchos de los puntos que trata, aun da lugar a sugerencias para desarrollar nuevas investigaciones sobre el tema, tanto por la amplitud de éste como por la multiplicidad de aspectos que de él ha extraído Hale y que provocan en el lector nuevos intereses. La traducción de Purificación Jiménez es excelente. Sólo un par de gazapos, infaltables, la menoscaban: un "iglesiasistas", por "iglesistas", como se solía llamar a los partidarios de don José María y su ejército del Oeste, en lugar del habitual Occidente, fueron encontrados, además de ciertos tecnicismos jurídicos. Un reclamo a los editores: el índice onomástico, verdadero apoyo para quienes no nos quedaremos en la primera lectura y que lo tendremos a pocos pasos de la cabecera. No es un lujo, es una necesidad.

Bienvenido, pues, el nuevo libro de Charles Hale. Por lo que es, una magna investigación sobre un asunto fundamental, y por lo que puede representar: una lección sobre la pertinencia temática y metodológica de algo que ciertos espíritus podían dar por liquidado.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), Ricardo Sánchez Flores (editor asociado), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 14, 1991, p. 280-284.

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