Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

 

Rubén Rodríguez García, La Cámara Agrícola Nacional Jalisciense.
Una sociedad de terratenientes en
la Revolución Mexicana, México,
Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana,
1990, 126 p. (Colección Regiones).

Álvaro Matute


Este libro obtuvo el Premio Salvador Azuela de 1989, otorgado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, institución que ahora lo publica. El autor es un joven sociólogo de origen jalisciense que realiza estudios de maestría en Historia de México en la Universidad Nacional Autónoma de México, y que continúa interesado en la investigación de temas afines a los que propone en el trabajo que nos ocupa.

Antes de entrar en materia, el lector se tropieza con un significativo epígrafe de Emiliano Zapata que dice: "Yo, como no soy político, no entiendo de esos triunfos a medias; de esos triunfos en que los derrotados son los que ganan". Estas palabras resultan más que adecuadas para servir de marco general explicativo al tema desarrollado por Rubén Rodríguez. En efecto, es un libro sobre los aparentes derrotados de la Revolución Mexicana. Si bien es incuestionable el hecho de que la Revolución Mexicana eliminó la hacienda como unidad de producción y procedió al reparto agrario para constituir ejidos y pequeñas propiedades, conforme con el texto original del artículo 27 constitucional, también lo es que hubo serios intentos y logros -totales y parciales- para no llevar la nueva legislación a sus últimas consecuencias, de lo cual los Tratados de Bucareli, para sólo citar un documento, son prueba fehaciente. Digamos que se trata de un logro parcial.

Hace algunos años, el doctor Friedrich Katz iniciaba una conferencia evocando el hecho de que en los años veinte era frecuente encontrar en París a elevadoristas, choferes de taxi, manicuristas o peinadoras que eran rusos blancos con título nobiliario emigrados a causa de la revolución bolchevique. En cambio, no había mexicanos en situación semejante. Cierto es que hubo emigrados a San Antonio, Phoenix, Los Ángeles, La Habana y Nueva Orleáns, entre otras ciudades, pero no eran ex hacendados sino políticos caídos en desgracia, ex militantes de la facción vencida en turno. Sí hubo hacendados que salieron del país, pero no a trabajar de elevadoristas sino en situación de disfrutar lo que habían cosechado antes de su personal debacle.

El libro de Rubén Rodríguez no trata de ellos, sino de los que se quedaron en México y desde él, en este caso desde Jalisco, lucharon porque los cambios no fueran tan radicales como buscaba la Revolución sino leves o, si se pudiera, insignificantes. Su asunto es la institución creada durante el Porfiriato denominada Cámara Agrícola Nacional, en su versión local jalisciense. Como se sabe, varias instituciones modernizadoras del Porfiriato sobrevivieron, aunque sea algunos años, la emergencia revolucionaria. Algunas se transformaron y otras desaparecieron después para no sobrepasar el sexenio cardenista. Sin embargo, durante su vigencia o permanencia, funcionaron en favor de viejos y nuevos intereses.

En el caso de la cámara local de Jalisco, su origen se debe a la necesidad de reunir a los propietarios de terrenos agrícolas para modernizar la producción y hacerlos que rindieran más. Cuando la propiedad comenzó a ser atacada, la organización sirvió como elemento de defensa de los viejos intereses amenazados. Ahora bien, dentro de este esquema resulta lógico encontrar entre los miembros de la cámara los apellidos más significativos de lo que podría ser denominado como la oligarquía tapatía, trasuntos de lo que fue la original Sociedad Agrícola Jalisciense, de 1879, y dentro de la que se encontraban apellidos como Romero Gil, Verea, Remus, Álvarez del Castillo, Lancaster Jones, Castañeda, López Portillo, Tornel Rincón, Gortázar, Capetillo, etcétera. Muchos de estos apellidos continuaron en las listas de la nueva cámara, pero lo grave es que a ellos se agregaron los de algunos elementos revolucionarios, comenzando por el mismísimo general Manuel M. Diéguez, gobernador del estado tanto en la etapa preconstitucional como después de 1917.

En otro orden, la cámara propició que durante la presidencia de Victoriano Huerta se decretara la formación de acordadas para la defensa de haciendas y ranchos. Después de la derrota del huertismo, las acordadas continuaron con una diversificación o ampliación de funciones.

El tercer capítulo desarrolla el tema "contra las demasías agraristas" y en él se describe y explica el tema central, esto es, la eficacia de los terratenientes organizados para limitar la demanda agraria en Jalisco. Si en términos generales se aduce que en ese estado no hubo brotes revolucionarios, o los hubo en muy pequeña proporción, la eficacia de los terratenientes fue tal, que hicieron efectivo el que pareciera que en Jalisco la Revolución fue algo importado de fuera y no algo originado dentro de la entidad.

Rubén Rodríguez García realizó su investigación con todo el rigor que es menester. Se fundamenta en archivos locales de Guadalajara, en publicaciones periódicas oficiales de las cámaras y en una amplia bibliografía que le permite no omitir ningún elemento de consideración. La idea que guía el trabajo es la de explicar cómo y por qué se incrustaron dentro del nuevo Estado mexicano elementos adversos a los planteamientos de la Revolución. Para llevarlo a cabo utilizó una excelente organización del material y se expresa con un estilo narrativo muy logrado en claridad.

En suma, la lectura de este nuevo libro no sólo contribuye a hacer evidente que la Revolución no fue una y la misma en todos los espacios mexicanos, sino a entender cómo el nuevo Estado fue asimilando elementos contrarrevolucionarios que le fueron dando un perfil distintivo en los años veinte, aunque haya tenido que renegar de ellos para sustentar su legitimidad. La calidad de la obra expresa cabalmente por qué obtuvo un reconocimiento importante en 1989. Los lectores podrán corroborarlo.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álavro Matute (editor), Ricardo Sánchez Flores (editor asociado), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 14, 1991, p. 289-292.

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