Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

 

Emeterio Valverde Téllez, Bibliografía filosófica mexicana, edición facsimilar,
2 v., estudio introductorio por Herón Pérez Martínez, índices elaborados
por Pilar González y Marcelo Sada, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1989.

Álvaro Matute


Heredero de la tradición bibliográfica mexicana iniciada por Eguiara y Eguren y continuada por García Icazbalceta, Andrade y Ramírez, entre otros, Emeterio Valverde Téllez (1864-1948) realizó aportaciones fundamentales al género, entre las cuales descuella la Bibliografía filosófica mexicana (1913-1914) que entrega a los lectores El Colegio de Michoacán, gracias al apoyo del fideicomiso legado por don Felipe Teixidor y doña Monserrat Alfau de Teixidor. Consciente de su responsabilidad y de su herencia, Valverde Téllez expresó en 1905, en su discurso de ingreso a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, que ya no era posible proseguir por los caminos trazados por García Icazbalceta, Andrade y León, es decir, hacer la bibliografía del siglo vacante, nada menos que el XIX, sino elaborarla por aspectos o actividades intelectuales. Así, gracias a su interés por la filosofía y su historia en México, en los primeros años del siglo XX emprendió la tarea, a la postre muy meritoria, de elaborar dicha bibliografía, obra que se convertiría en el punto de partida de posteriores historias totales o parciales de la filosofía de posteriores historias totales o parciales de la filosofía en México, como las escritas por Ramos, Gaos o Zea. Sin la aportación bibliográfica de monseñor Valverde, todo hubiera sido más difícil.

La obra está dispuesta en orden cronológico, ya que parte de fray Alonso de la Veracruz, el primer filósofo en México, y concluye con las últimas tendencias de las postrimerías del siglo XIX, como por ejemplo el espiritismo y la neoescolástica, tendencia esta última dentro de la cual se puede ubicar al propio autor de la bibliografía que se comenta. En medio de esto se encuentra la producción colonial y, sobre todo, la del siglo XIX, la cual está representada por las principales doctrinas cuya influencia tuvo eco en México, ya sea mediante cultivadores locales, o a través de la edición mexicana de obras de autores extranjeros. Por ejemplo, por evidente simpatía que le profesara el autor, hay un apartado exclusivo para describir las ediciones mexicanas de la obra casi completa del filósofo católico español Jaime Balmes.

La nueva publicación de la Bibliografía filosófica mexicana es enteramente pertinente, a pesar de que el cultivo de la historia de las ideas disminuyó en intención durante los últimos veinte años, tras haber sido la especialidad más destacada en la década de los cincuenta. No obstante, pues, la pérdida de la moda historiográfica, sigue habiendo historiadores interesados en las ideas, el pensamiento o, para mejor adecuarse a los tiempos actuales, a la historia intelectual. Para ellos, la reedición de este valiosísimo instrumento de trabajo resulta fundamental.

La acuciosidad, aunada a la honestidad intelectual de Valverde Téllez, hace de su obra un auxiliar sumamente valioso. Es difícil concebir que haya ausencias. Los más suspicaces pueden seguir con puntualidad las secciones, muy amplias, dedicadas a las filosofías que no le eran simpáticas al autor y se podrá apreciar que fue totalmente igualitario para las fobias como lo fue para las filias. Los estudiosos interesados en el positivismo podrán evaluar la bibliografía más completa sobre la tendencia importada a México por don Gabino Barreda, como la que produjeron sus impugnadores, sean éstos católicos o liberales. Si se mencionó a Zea es porque su obra señera sobre el positivismo en México debe mucho a la bibliografía valverdiana. Hay, como esta rica sección, otras muy valiosas, como la dedicada exclusivamente al obispo michoacano Clemente de Jesús Munguía, humanista y pensador político que destacó como aguerrido combatiente de los liberales reformistas. Asimismo, está presente ese extraño personaje de la historia intelectual mexicana que es el padre Agustín Rivera Sanromán, autor de una infinidad de folletos, la mayoría editados en Lagos de Moreno, Jalisco, y como filósofo, muy contrapuesto al pensamiento del obispo de León, autor de la obra comentada.

La trascendencia del trabajo es grande y lamentablemente no tiene un parangón en el siglo XX, pese al interés del doctor Fernando Salmerón, quien durante su gestión al frente del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México inició una Bibliografía filosófica mexicana, como anuario, en la que se publicaban las obras del año más una monografía dedicada a algún filósofo o un índice de publicaciones especializadas, como fue el caso de la revista Filosofía y Letras. No obstante esto último, el hueco que hay que llenar entre Valverde y la nueva Bibliografía es oceánico.

El humanista Herón Pérez Martínez fue el encargado de presentar a los lectores modernos al obispo Valverde y su obra. Muchos méritos tiene su trabajo, entre los que cabe destacar la finura de la semblanza biobibliográfica que hace de Valverde Téllez, como su enmarcamiento dentro de la cultura católica mexicana o la vertiente católica de la cultura mexicana.

El hecho de que la cultura católica se haya convertido en la de los vencidos a partir del triunfo de la Reforma ha propiciado que la historia de la cultura mexicana haya sido la vinculada al Estado, como por ejemplo la positivista-porfiriana o las tendencias posteriores que se apartaron de toda referencia religiosa. Gracias al trabajo de Adame Goddard y al reciente de Bastian es posible recuperar tanto a católicos como a protestantes como elementos activos de la cultura nacional. En esa línea está el estudio introductorio de Pérez Martínez, quien informa acerca de la tendencia filosófica de Valverde y además de elementos que revitalizan el conocimiento de la historia eclesiástica mexicana posterior a la Colonia como una historia viva y actuante, tanto en su propio interior como hacia la sociedad. Quiere decir esto, el hecho de destacar aspectos de la vida de Valverde que lo pintan como un hombre de la Iglesia preocupado por su superación intelectual, que introdujo reformas en la enseñanza a los seminaristas y que propició el estudio entre los miembros del clero. Además, no resulta ocioso decirlo, nos recuerda que el cultivo de la filosofía y la teología no se agotaron por parte de los eclesiásticos al morir el virreinato, sino que pervive a lo largo del tiempo y recibe las influencias universales que han ido apareciendo.

Por otra parte, Pérez Martínez no rehúye el relatar la participación de monseñor Valverde en los hechos que desencadenaron la guerra de los criterios, ya que fue él quien promovió la colocación de la estatua de Cristo Rey en la cima del Cerro del Cubilete, lo cual propició la expulsión del nuncio Filipi. Más tarde, Pérez Martínez hace referencia a la comisión que desempeñó en Roma monseñor Valverde, durante los años del conflicto religioso. La semblanza es breve, pero muy completa y bien trazada.

Complementa el trabajo de edición una serie de índices elaborados por Pilar González y Marcelo Sada, de El Colegio de Michoacán, que permiten no sólo un manejo más ágil de la obra sino que revelan datos de alto valor: además del obligado índice onomástico, los indicadores realizaron un recuento de órdenes religiosas a las que pertenecieron los filósofos biobibliografiados por Valverde, otro de profesiones, uno más de lugares de nacimiento de los autores, otro de imprentas y editoriales, otros más de años de edición, de lugares donde fueron editadas las obras, de traducciones, de bibliotecas en las que fueron advertidas las obras, de publicaciones periódicas señaladas, y, para concluir, un último índice de asociaciones e instituciones. Se trata, en suma, de un recuento útil que por sí solo vale mucho como elemento histórico.

Por todas las razones aquí expuestas resulta reiterativo ponderar el enorme acierto de El Colegio de Michoacán por haber sacado del olvido una obra fundamental de la bibliografía mexicana.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), Ricardo Sánchez Flores (editor asociado), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 13, 1990, p. 266-269.

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