Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

FRANCISCO BULNES Y SU VISIÓN DE LAS RELACIONES DIPLOMÁTICAS EN LA ÉPOCA DE JUÁREZ

Elena Zondowicz


Las naciones no tienen honor, tienen apetitos, egoísmo, crueldad, no obran más que por su interés, aun cuando éste sea la iniquidad. Siguen la ley internacional sólo cuando no tienen la fuerza suficiente para violarla, o cuando no es negocio burlarse de ella.

Francisco Bulnes

Francisco Bulnes. Datos biográficos

Ingeniero de profesión, historiador por vocación y además periodista, sociólogo, diputado, senador pero antes que nada espíritu amante de la polémica y la controversia. Nació en la ciudad de México el 4 de octubre de 1847, año crucial en guerra contra los Estados Unidos. Aunque el nombre de Bulnes es ampliamente conocido dentro de la historiografía mexicana se sabe poco de su vida privada. Sus primeros estudios los hizo en escuelas particulares, posteriormente se graduó de ingeniero civil y de minas en la Escuela de Minería. Poco tiempo ejerció su profesión, más bien se dedicó a la política, el periodismo y la docencia. Fue maestro de matemáticas en la Escuela Nacional Preparatoria y de hidrografía, cálculo, economía política y meteorología en la Nacional de Ingenieros. Fue también editor y redactor en jefe de La Libertad, editor en El Universal, Siglo XX, México Financiero y La Prensa. Además colaboró con sus artículos en otros diarios capitalinos.

Bajo la presidencia de Sebastián Lerdo de Tejada y durante los primeros años del régimen porfirista, Bulnes tuvo como los jacobinos de la gran década nacional que terminó en 1867, el amor a la libertad y el sentimiento anticlerical. Pero como la mayoría de los supervivientes de aquella contienda, que ocuparon cargos políticos bajo el gobierno de Díaz, fue un sumiso servidor del dictador, a pesar de sus alardes de independencia y de ciertas frases que pronunció dando la impresión de rebeldía.[ 1 ]

Debemos suponer que don Porfirio desconfió siempre de Bulnes, porque conociendo su gran erudición y cultura lo tuvo por treinta años como diputado o senador, pero nunca quiso otorgarle un cargo dentro de su gabinete. Durante aquellos años fue miembro de varias comisiones e intervino en la redacción de la primera ley bancaria de México y en el Código Minero de 1884 y las reformas al mismo en 1892. Desde el año de 1894 perteneció a la Comisión Monetaria y fue consultor en varias secretarías de despacho.

Es notorio que aunque amigo de don Porfirio y doña Carmen, quienes disfrutaban mucho de su amena conversación, e involucrado tantos años en la política, Bulnes no lo aprovechó para su enriquecimiento personal; desdeñó, por así decirlo, la riqueza pero conservó la honradez.

Durante la presidencia de Francisco I. Madero, nuestro autor tuvo buenas relaciones con el mandatario, quien eventualmente le solicitó algunos consejos. Después de la Decena Trágica, aprobó el gobierno autoritario de Victoriano Huerta, pero no hay noticia alguna de que hubiera participado en la política. En cambio, Venustiano Carranza estuvo a punto de mandarlo fusilar por una frase atrevida intercalada en su contra en uno de sus artículos. Bulnes logró entonces salir al exilio; primero a los Estados Unidos y luego a La Habana, Cuba. A la muerte de Carranza, volvió libremente a México. Se dedicó entonces a escribir y publicar en El Universal. Sus artículos, como siempre, provocaron debates y levantaron polémicas entre el público lector.

Don Francisco permaneció activo hasta su muerte, acaecida el 22 de septiembre de 1924.[ 2 ]

Francisco Bulnes. Historiador

En la abundante y variada producción literaria de Francisco Bulnes, destacan sus libros de análisis histórico aunque él mismo los haya definido como obras de crítica histórica.[ 3 ] Entre los títulos de mayor controversia contamos El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio; Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma; Las grandes mentiras de nuestra historia y El verdadero Díaz y la Revolución.

Para Bulnes "El historiador ideal debe reunir la frialdad, la inteligencia, la instrucción vasta, la intransigencia de un potente soberano en su criterio, la impersonalidad al más alto grado, y el estilo siempre natural para él, aunque resulte elocuente, fogoso, incisivo y vehemente para los demás".[ 4 ] Este historiador probablemente no existe ni existirá. Desde luego nuestro autor no pretende serlo, sin embargo, blanco de constantes críticas por sus ideas y por la manera de formularlas, se defiende y dice: "¿Por qué se me echa en cara lo que nadie ha sido ni puede ser."[ 5 ] Por otra parte, para un historiador ideal se necesitan lectores ideales: igualmente serenos, fríos, sabios y honrados. En estos términos, no hay una buena obra de historia que satisfaga a todo el público.

En realidad, Bulnes tuvo muchas cualidades para poder ser un gran historiador pero tuvo también grandes defectos que demeritaron sus obras. No se le puede negar una gran erudición y laboriosidad, su valor de denunciar lo que otros callaban, la fuerza y brillantez de su expresión. Si bien Bulnes se apoya en hechos objetivos, en su formulación destacan planteamientos subjetivos. Selecciona los hechos que apoyaban sus hipótesis y cuando no los encontraba, violentaba la interpretación de los mismos para sustentar sus postulados. Espíritu crítico, demoledor, contradictorio, profundiza poco, inventa soluciones irreales, propone teorías descabelladas y todo ello expresado en palabras vehementes, llenas de pasión. Pudiera parecer que Bulnes buscaba la controversia, provocaba la polémica, tal vez con un afán de notoriedad, por una necesidad de figurar siempre en primera fila.

Pero como el propósito que perseguimos es no caer en lo que criticamos, he aquí lo que sobre Bulnes dice el historiador Martín Quirarte:

en muchos temas no abordados por la crítica de su época, o deficientemente tratados, penetró con tal agudeza que aún nos sigue produciendo asombro. Era lo que se podría llamar hombre de gran poder intuitivo. ¡Cuántas veces con pocos datos pudo formular juicios tan sólidos que no pudieron lograr otros de sus contemporáneos moviendo montañas de documentos![ 6 ]

La filosofía de Bulnes fue el positivismo y perteneció al llamado grupo de los "Científicos", aunque nunca fue de los más destacados. Es éste el origen de muchos de sus planteamientos.

Ligado al sistema político porfirista, al que de alguna manera justifica, fundamenta la dictadura con la teoría de la incapacidad del pueblo mexicano para la democracia. Incapaces las masas de progresar ordenadamente, necesitaban un gobierno de mano fuerte que conservara el orden y garantizara el progreso.

Los llamados científicos, entre los que me cuento, están convencidos de que la organización económica impone irresistiblemente la organización política, y que para modificar ésta es indispensable transformar aquélla; en consecuencia, sus principios se reducen a desear y sostener un gobierno probo que desenvuelva lo más rápidamente posible la riqueza pública[ 7 ]

En su libro El porvenir de las naciones latinoamericanas ante las recientes conquistas de Europa y Norteamérica, propone una clasificación económica de las razas según su alimentación; la raza del trigo, la raza del maíz y la raza del arroz. A través de una serie de ejemplos históricos y químicos, Bulnes pretende demostrar la superioridad alimenticia del trigo. Los pueblos alimentados con maíz, argumenta, pierden el carácter. "Pueblos sin carácter no pueden ser demócratas; el maíz ha sido el eterno pacificador de las razas indígenas americanas y el fundador de su repulsión para civilizarse."[ 8 ] La solución la encuentra como otros tantos contemporáneos suyos en la inmigración.

El análisis histórico del siglo XIX mexicano lo lleva al estudio de las relaciones internacionales. Se centra específicamente en la época y figura de Benito Juárez al que ataca con una insólita vehemencia, con una saña y odio dignos de mejor causa.

Se ha tratado de dilucidar el origen de esta adversa postura y se ha dicho que Bulnes trataba de exaltar a Díaz denigrando a Juárez; que fue venal y recibió dinero de los enemigos de éste último. "En realidad Bulnes no fue sensible ni a los halagos del dinero ni a los del poder. Pero en cambio, sintió una pasión irresistible en destruir ídolos, mancillar reputaciones y contrariar el sentimiento de las masas... "[ 9 ] Tal vez, Juárez para Bulnes fue el representante y el símbolo de una raza incapaz para la democracia. Parecería ser que lo que pretendía, a través de toda su retórica, era sacudir para despertar de su letargo a la sociedad mexicana.

Francisco Bulnes. Relaciones diplomáticas

En la extensa producción histórico-crítica de Francisco Bulnes dos libros tratan la época de Benito Juárez: Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma y El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio. Esta última obra fue publicada en el año de 1904, y la otra, que se refiere a la etapa cronológicamente anterior, apareció al año siguiente como respuesta a la crítica de aquélla.

Es nuestro objetivo en el presente trabajo, destacar las constituciones que hizo nuestro autor sobre las relaciones diplomáticas entre México y los signatarios de la Convención Tripartita primero, y entre México y los Estados Unidos, después.

La situación de México anterior a la Intervención Francesa era intolerable. La anarquía que se había apoderado de la nación, el caos político y la ruina económica dieron lugar a que Europa asumiera el papel de árbitro de nuestros conflictos internos. El pretexto podía ser cualquiera; el preferido fue el de nuestras deudas y los agravios perpetrados por los mexicanos a los extranjeros. Por dignidad y por necesidad, opinaba Bulnes, un enfrentamiento con Europa era ineludible. Los instrumentos al servicio de aquellas insaciables ambiciones fueron los diplomáticos.

Al triunfar los liberales en la Guerra de Reforma y ocupar Juárez la capital en enero de 1861, fue abrumado de inmediato con las reclamaciones fraudulentas, exageradas y en algunos casos legítimas de los diplomáticos. Privaba en aquel entonces en México, afirma nuestro autor, la impresión de que la República no podía existir sin el reconocimiento diplomático, de ahí el alto precio que le ponían los diplomáticos a éste.

En octubre de 1861, España, Francia e Inglaterra convinieron en presionar con la fuerza bélica al gobierno mexicano para hacer efectivas las reclamaciones pecuniarias que tenían o suponían tener contra él. Según Bulnes, Juárez pudo y debió evitar la intervención; aduce en apoyo de su afirmación una argumentación poco convincente, cuya premisa mayor es la debilidad y la inercia de Juárez. Arguye en apoyo a sus razonamientos que la suspensión del pago de la deuda se debió de haber declarado en enero y no en julio de 1861 para luego esperar dignamente la aceptación o la guerra. En cambio, Juárez, dada su inquebrantable debilidad, se dejó amedrentar por los representantes de España, Francia e Inglaterra. Por lo pronto, afirma, que el mismo arreglo que se hizo con los acreedores ingleses se pudo hacer con España y Francia ya que a ésta última se le debían menos de 200 000 pesos. Aquí, con toda intención prescinde de mencionar las ambiciones políticas de Napoleón III y el escabroso asunto de los bonos del banquero Jecker, que trata con todo detalle en otra parte del libro.

Respecto a España, el reconocimiento del tratado Mon-Al-monte sería el menos grave de todos los reconocimientos hechos por el gobierno de Juárez. "Por otra parte, en 1861 la deuda española ascendía a poco más de seis millones de pesos..."[ 10 ] Juárez pudo ofrecer para su pago una porción de bienes del clero desamortizados, condicionando su aceptación con un decreto de expulsión contra los españoles.

No hace falta insistir aquí que el argumento cae por su propio peso, pues si la hacienda mexicana tuviese entonces todos los fondos que Bulnes menciona, ninguna necesidad habría de decretar una suspensión de pagos. De manera que don Francisco deforma la verdad de los hechos históricos al atribuir la intervención tripartita a la impericia de Juárez.

El primer periodo de la defensa nacional estuvo bajo la dirección y organización de Juárez, de manera que suya es la responsabilidad del fracaso. Iniciada desde 1861 la guerra civil en los Estados Unidos, Juárez sabía que no podía contar con ningún tipo de ayuda de aquella nación hasta el final del conflicto y que la tendría en todos los sentidos si la guerra terminaba con la victoria de la Unión. En el caso contrario, lo más probable hubiera sido la invasión de México por el triunfante ejército sudista con la ulterior expansión sobre nuestro país.

A criterio de Bulnes, la situación demandaba de Juárez prolongar lo más posible la resistencia ante el invasor, evitar en lo factible batallas decisivas, eludir el sacrificio de las tropas y esperar el desenlace de la guerra norteamericana. Juárez hizo lo contrario al afrontar los dos sitios de Puebla, metiendo a todos sus combatientes en una "olla de piñata".[ 11 ] La victoria del 5 de mayo de 1862 se debió a los desaciertos del general Lorencez; el fracaso de 1863 se debió a la impericia del general González Ortega y a los errores de Juárez.

Así, como estaban las cosas en julio de 1863, Bulnes supone que Juárez debió haber reunido cuatro y medio millones de pesos de las aduanas de Matamoros, Tampico, Piedras Negras y Mazatlán y con ellos sostener la resistencia,[ 12 ] y en caso necesario salir en secreto de la República hacia los Estados Unidos en espera de la reducción del ejército francés. La teoría de Bulnes resulta absurda, sobre todo cuando afirma que "la firmeza de Juárez no servía para derrotar a los franceses, sino evitar que se fueran... "[ 13 ] La verdad nos parece otra: creemos que la salida de Juárez, apoyo moral y legal de la causa republicana, posiblemente hubiera debilitado la resistencia nacional, avalando la propuesta de la diputación conservadora mexicana que en el palacio de Miramar proponía el trono mexicano a Maximiliano de Habsburgo.

Tomada la capital por los franceses, el Manifiesto del 12 de junio proclamado por el general Forey, prometía el respeto a la integridad y la independencia de México. Un mes después, la Asamblea de Notables constituía al país en una monarquía moderada con un príncipe extranjero, apoyado militarmente por una potencia extranjera, Francia. ¿Cuáles eran entonces las intenciones de Napoleón III al involucrarse en esta aventura, en principio mal vista por el mismo pueblo francés? ¿Traer orden a un país desordenado, sustituir la anarquía por la monarquía? La generosidad, ya lo sabemos, es poco frecuente en las relaciones internacionales. Bulnes considera que Napoleón fundó sus proyectos en cinco falsedades: "país maravilloso, ingresos de cincuenta millones de pesos, intenciones del partido liberal de vender territorio a los Estados Unidos, odio general al liberalismo, gobierno de facinerosos".[ 14 ] El autor plantea varias hipótesis sobre estos proyectos pero los va destruyendo uno por uno para finalmente concluir que la razón de mayor relevancia fue la rebelión de Napoleón III contra la Doctrina Monroe.[ 15 ] Con esta afirmación simplista a nivel de conclusión, invalida a una buena parte de su alegato anterior.

Bulnes en su libro cita la correspondencia de Matías Romero con el secretario de Relaciones Exteriores, Sebastián Lerdo de Tejada, en la cual se habla de la enajenación del territorio mexicano a cambio de ayuda por parte del país vecino. Pero ahí, según Bulnes, no terminó el asunto, pues al no obtenerla el gobierno de Juárez firmó el convenio Schofield-Romero por medio del cual se formaría un ejército de veinte a cuarenta mil voluntarios norteamericanos quienes al mando del general Schofield vendrían a México a combatir a los invasores. Este convenio por fortuna no llegó a realizarse, no obstante, nuestro autor le dedica varias páginas para demostrar lo nefasto de la política juarista. El hombre clave que detuvo el ímpetu expedicionario de las fuerzas norteamericanas interesadas en "ayudar" a México fue el secretario de Estado norteamericano William Seward. Este, quien en realidad trataba de evitar una guerra entre los Estados Unidos y Francia, intentó justificar la actitud neutral de su país en nuestro conflicto, cuando esbozó ante Matías Romero cuán costosa podría resultar para México la intervención norteamericana. "Dijo que estaba seguro de que si un ejército de los Estados Unidos iba a México nunca regresaría: que era fácil arrojar a los franceses de nuestro país, pero que sería imposible arrojar a los Yankees... "[ 16 ] No obstante la actitud reservada de Seward, los Estados Unidos proporcionaron a México armas y municiones en cantidad considerable.[ 17 ] Otro servicio que nos hizo fue el negar su reconocimiento al Imperio de Maximiliano.

Ahora bien, Bulnes considera además que el despliegue de las fuerzas norteamericanas sobre la línea fronteriza obligó al general Bazaine a retirar sus tropas de la frontera, para evitar así un posible conflicto con los Estados Unidos.

A partir de 1865, en vista de la victoria unionista, a Napoleón III no le quedó otra disyuntiva que establecer a Maximiliano y retirar su ejército de México. "Para Francia, argumenta, no era de interés práctico ni teórico, ni de ninguna clase, ni necesario, ni superfluo mantener una guerra costosa en México por una causa que, en realidad, no era más que una estupidez."[ 18 ] De manera que la política de ambas naciones fue prudente: un conflicto entre Francia y Estados Unidos no beneficiaba a nadie.

No cabe duda que los Estados Unidos al exigir a Napoleón la desocupación de México, lo hacían antes que nada por sus propios intereses; "defendían su honor, su supremacía en América, sus intereses políticos y comerciales, su puesto entre las potencias legalizado por su poder".[ 19 ] Francia, a su vez, enfrascada en la aventura mexicana, tan poco popular entre su pueblo, tampoco deseaba la guerra. Aquí Bulnes sostiene, sin ningún apoyo documental manifiesto, que Maximiliano no pudo aceptar la política francesa y en 1866, ante el evidente derrumbe del Imperio, concibío un proyecto, provocar un conflicto armado entre Francia y los Estados Unidos.[ 20 ] Maximiliano, según el autor, al no entender cabalmente la situación, exigía el cumplimiento de los Tratados de Miramar, olvidando que fue un compromiso personal de Napoleón, nunca sancionado por el senado francés. En cuanto a Napoleón III, hizo bien en violarlo puesto que el mantenimiento de Maximiliano en México implicaba un precio político demasiado alto, además afirma, Napoleón no abandonó a Maximiliano, puesto que jamás se había comprometido a sostenerlo indefinidamente. La mayoría de los escritores que se ocupan del Imperio mexicano, se irritan contra Napoleón por este abandono y lo hacen responsable de la ejecución en el Cerro de las Campanas. "Si Napoleón hubiera abandonado a Maximiliano por capricho o por dañarlo, el reproche sería merecido; pero no siendo posible negar que Napoleón estuvo obligado a elegir entre retirar sus fuerzas de México o aniquilar a Francia en una guerra contra los Estados Unidos y a su propia dinastía, el abandono de Maximiliano fue un deber sagrado... "[ 21 ]

Frente a un Napoleón III generoso aunque un poco ingenuo, Bulnes nos presenta a un Maximiliano malagradecido, irresponsable, desleal y, finalmente, traidor que por su propia conveniencia dio la orden de entregar la plaza de Querétaro.

Para finalizar, he aquí que Bulnes declara que "desde septiembre de 1864, tres cosas había escandalosamente imposibles: el establecimiento definitivo del Imperio, la conquista de México por Francia y el desmembramiento del territorio [... ] gastar sangre y sufrimientos para impedir lo imposible era una falta capital, si no un crimen en el gobierno de Juárez."[ 22 ]

En su segundo libro Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, Bulnes estudia con mucho mayor detalle la trayectória política de Juárez y censura muchas de sus biografías como por ejemplo las de Zerecero, Sosa y Baz, a las que no duda en designar como "caramelos literarios" por suprimir los errores, faltas y debilidades del biografiado para así poder destacar sus cualidades y talentos.

El análisis que hace el autor de la Guerra de Reforma lo conduce al tratado MacLane-Ocampo. Indignado por los argumentos empleados por los defensores de aquella negociación, opina que "es ya tiempo de que los mexicanos que buscan la verdad sepan por qué el senado americano reprobó el tratado MacLane-Ocampo."[ 23 ] Para poder explicar el contenido del documento se remonta el origen del conflicto suscitado a principios del siglo XIX en los Estados Unidos, entre los estados esclavistas y los opuestos a la esclavitud. El mantenimiento del equilibrio en el congreso era vital para los esclavistas norteamericanos. Decretados los compromisos de 1820 y 1850 que marcaban la línea divisoria entre ambos, la única disyuntiva para hacer triunfar la esclavitud era la expansión sobre los territorios mexicanos, fábrica de nuevos estados para los sueños. De ahí su apoyo a la anexión de Texas y la ulterior guerra contra México. En 1847, dice Bulnes,

luchábamos contra un pueblo en que cada uno de sus miembros, aun los más humildes, sabía representar como un embajador de la soberanía del trabajo, a la patria, a la razón y a la libertad. ¡Lucha ridícula, irrisoria, siniestra) Un pueblo organizado como un gigante, contra una chusma acobardada por el dolor y la anarquía que pretendía ser pueblo antes de haber adquirido las virtudes que esa grande ambición requiere.[ 24 ]

Firmados los tratados de Guadalupe-Hidalgo, la entrada de Alta California en la Unión como estado libre y la resolución de dejar a la voluntad de sus habitantes la calidad que asumirían Nuevo México y Utah, frustró las ambiciones expansionistas de los sureños. A partir de lo anterior, explica Bulnes, la política del presidente Buchanan fue intencionalmente planeada para imponerle a México un nuevo despojo. No fue otro el propósito de denunciar ante el congreso de 1858 que México había causado tanto daño a personas y propiedades de ciudadanos norteamericanos residentes en nuestro territorio, que sólo las indemnizaciones pecuniarias ascendían a una suma superior a los diez millones de dólares. Sobrentendido que México no estaba en condiciones de satisfacer dichos pagos, el presidente Buchanan pidió al congreso la autorización para ocupar una porción del territorio mexicano en garantía hasta que las reclamaciones fuesen reparadas a satisfacción de los demandantes. La petición de autorización para invadir México con el fin de castigar al gobierno de Miguel Miramón por los ultrajes contra los ciudadanos norteamericanos y ayudar a Juárez, fue rechazada por el congreso norteamericano dominando entonces por los republicanos, contrarios a una guerra contra México y opuestos a cualquier proyecto que favoreciera los intereses del Sur.

Pocos meses después de las declaraciones del presidente Buchanan, el gobierno mexicano aprobaba la firma del tratado MacLane-Ocampo. Por éste se concedía a los Estados Unidos el derecho de intervenir en México para la protección de sus ciudadanos y además, por el pago de cuatro millones de pesos, se cedía a la Unión Americana franquicias en el Istmo de Tehuantepec y en una zona de la frontera norte que equivalían al condominio y a la cesión de una parte de la soberanía territorial de la República. Bulnes no profundiza en el análisis del documento sino lo rechaza en su totalidad. "No creo -dice- que Juárez, Ocampo, Lerdo y Mata sabían lo que hacían, pero su programa probado por el tratado MacLane-Ocampo fue convertirse en los más fieles agentes y entusiastas partidarios de los proyectos de Buchanan, tan terribles y pérfidos contra la soberanía e integridad de México."[ 25 ] Empero, el gobierno de Veracruz estaba equivocado si esperaba con dos millones de pesos, de la compensación que pagarían los Estados Unidos, conforme al artículo 10 del tratado puesto que los otros dos se iban a aplicar a las indemnizaciones, lograr la pacificación y el engrandecimiento futuro de la patria. Además, Juárez como jefe del ejecutivo, carecía de facultades legales para firmar tratados, ratificarlos y ponerlos en vigor. La ley de facultades extraordinarias, ya caduca desde abril de 1858, autorizaba al ejecutivo a obtener recursos para la defensa de la integridad e independencia nacional, en tanto que el tratado MacLane­­-Ocampo, la sacrificaba.

Discutido el tratado en el senado norteamericano, fue rechazado "porque el Senado no quiso la intervención de los Estados Unidos en México, o más bien dicho porque rechazó el protectorado de los Estados Unidos en México, estipulado entre Juárez y Buchanan por conducto de sus ministros".[ 26 ]

A criterio de Bulnes, la opinión decisiva en la reprobación del tratado fue la de William Seward, quien en aquel entonces declara a la prensa: "El partido llamado liberal en México, hizo en el tratado MacLane-Ocampo concesiones vergonzosas a los intereses esclavistas del sur, intimidado o comprado por los hombres de la esclavitud."[ 27 ] Concluye Bulnes que Seward, al oponerse sistemáticamente a la política de Buchanan, quien se declaró a favor del gobierno constitucional de Veracruz, es decir, de Benito Juárez, se convirtió en el apoyo principal del gobierno reaccionario de México.

Pero si es cierto que don Francisco no escatima argumentos para reprobar con dureza el tratado, también lo es que al comparar el anterior con los tratados de Miramar, supone que ni Juárez ni Almonte quisieron vender la patria al extranjero. Ambos confiaron en la buena fe de Buchanan y de Napoleón III, jamás pensaron en privar a México de su independencia; recurrieron a la ayuda extranjera por la ineludible necesidad de pacificación y, por último, creyeron que la riqueza de México sería suficiente para pagar la ayuda sin la necesidad de enajenación territorial. Ambos se equivocaron, puesto que Napoleón ambicionaba, la adquisición de Sonora y Buchanan, a su vez, quería la Baja California, Sonora, Sinaloa y Chihuahua. El tratado de Miramar amenazaba un territorio, el de MacLane-Ocampo, la soberanía y la independencia de México.

El análisis de nuestro autor carece de objetividad; el tratado de Miramar se nos presenta envuelto en un halo de misticismo redentor; el de MacLane-Ocampo como un crimen cuya consecuencia indefectible sería la pérdida de la nacionalidad.

Es innegable el peligro implícito en el tratado de haberse aceptado por el senado norteamericano; no obstante, en la argumentación de Bulnes resentimos la ausencia del análisis de la angustiosa situación que atravesaban los partidos en pugna. Sus especulaciones políticas parecen superficiales sin el apoyo de un estudio de los factores objetivos que si no justificaran por lo menos explicaran los motivos inherentes en las decisiones.

Una vez terminado el alegato sobre el tratado, Bulnes centra su interés en el incidente de Antón Lizardo. "Hace cuarenta y cinco años, dice, que los conservadores sostienen que el triunfo liberal de la Reforma fue debido a la intervención de las armas norteamericanas en Antón Lizardo. Si es cierto que las armas de los Estados Unidos intervinieron en la contienda civil reformista a solicitud del gobierno de Juárez, resultará que las responsabilidades del partido libertal son exactamente las mismas que las del conservador, diferenciándose solamente en intensidad."[ 28 ] Hecho el deslinde de responsabilidades, Bulnes denuncia la falta de criterio objetivo sobre el asunto.

Los escritores conservadores afirman que al haber pedido Juárez ayuda a los buques norteamericanos contra las naves de Miramón, traicionó a la patria y atentó contra su soberanía. Los liberales a su vez, lo tratan superficialmente, lo justifican como una tremenda exigencia de las circunstancias, o lo omiten del todo. Bulnes afirma contar con suficientes elementos para establecer la verdad y llegar a la justicia. Para ello acude al fallo de la Suprema Corte de los Estados Unidos de donde resulta que los barcos capturados en las aguas mexicanas no podían ser considerados piratas; que Juárez estuvo en pleno derecho de reclamar la violación del territorio mexicano y se niega de manera rotunda a los barcos estadunidenses el derecho de visita y registro de las naves de Tomás Marín.

A primera vista se advierte que Juárez tuvo grave responsabilidad en el asunto. En primer lugar, argumenta el autor, no le correspondía al jefe del ejecutivo, en el supuesto caso de que lo fuera legalmente, declarar piratas y proceder a la detención de los barcos de Miramón; en el segundo, no tenía derecho de llamar en su auxilio, violando el territorio marítimo nacional, a los barcos norteamericanos o, en su defecto, barcos norteamericanos al servicio del gobierno liberal, armados y ocupados por destacamentos de marinos norteamericanos.

Tiempo después, en 1868, cuando Tomás Marín presentó ante el gobierno de los Estados Unidos la reclamación por el atentado del que fue víctima el 6 de marzo de 1860, su demanda fue rechazada. En opinión del comisionado Wadsworth, la captura de los buques conservadores fue hecha a instigación del gobierno de Juárez y desaprobada por el gobierno de los Estados Unidos.[ 29 ] En otras palabras, resulta que el presidente Buchanan "no tuvo más objeto que proteger descaradamente a Juárez, interviniendo en los asuntos interiores de México para imponer al país a su protegido y explotar abiertamente su protección a beneficio de su partido."[ 30 ] En opinión de Bulnes, Juárez se adelantó a los acontecimientos puesto que lo peor que le pudo haber sucedido al gobierno de Veracruz era quedar bloqueado por los barcos de Miramón, en tal caso había que afrontarlo y pedir al gobierno norteamericano que desconociera el bloqueo. Esta clase de protección no era vergonzosa para Juárez, ni ignominiosa para el partido libertal, ni denigrante para la soberanía mexicana.[ 31 ]

Cuando más cerca del triunfo estaba -opina Bulnes-, Juárez perdió la fe en la causa que con tanta constancia había defendido, llamó en su auxilio fuerzas extranjeras y de esta manera deshonró su gobierno y su nombre ante la historia.

Conclusión

La política exterior de Benito Juárez, de acuerdo a los cargos formulados por Bulnes, fue una sucesión interminable de errores y desaciertos. Juárez, el que fuera símbolo y bandera en los días aciagos de la Reforma y el Imperio, en las obras analizadas, pierde todo el temple de reformador revolucionario. Y no se le puede negar a Bulnes erudición e inteligencia; las tuvo y en forma sobresaliente pero su estilo fogoso y elegante atrapa al lector incauto dentro del cerco de sus argumentaciones convincentes, en apariencia indiscutibles. Una lectura más cuidadosa de los escritos de Bulnes sobre la época de Juárez, revela sus carencias metodológicas, un análisis documental algunas veces deficiente o una información incompleta que se ocultan detrás de un lenguaje florido y afirmaciones que parecen contundentes.

Hombre de gran talento pero oscurecido por el tono irónico e irreverente de su peculiar análisis de los sucesos, Bulnes pudo ser un gran maestro de la historia nacional, mas la pasión lo cegó y se quedó en los niveles de un ágil y ameno polemista. Criticado por sus contemporáneos, Francisco Bulnes escribió: "A los que juzgan mis defectos de historiador se les ha pasado que mis trabajos no son de historia, sino de crítica histórica.[ 32 ] Una crítica demoledora y sin alternativas, tenemos que agregar.

 

[ 1 ] Francisco Bulnes, Páginas Escogidas, prólogo y selección de Martín Quirarte, México, unam, 1967 (Biblioteca del Estudiante Universitario, 89), p. X - XI.

[ 2 ] Las notas biográficas proceden en su mayoría de George Lemus, Francisco Búlnes, su vida y sus obras; México, Ediciones de Andrea, 1965 (Colección Studium, 52), p. 9-18.

[ 3 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, p. 22.

[ 4 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, p. 20.

[ 5 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, p. 20-21.

[ 6 ] Francisco Bulnes, Páginas Escogidas, prólogo y selección de Martín Quirarte, México, unam, 1967 (Biblioteca del Estudiante Universitario, 89), p. XIV.

[ 7 ] Francisco Bulnes, El porvenir de las naciones latinoamericanas ante las recientes conquistas de Europa y Norteamérica, México, El pensamiento Vivo de América, [s.f.], p. 370.

[ 8 ] Francisco Bulnes, El porvenir de las naciones latinoamericanas ante las recientes conquistas de Europa y Norteamérica, México, El pensamiento Vivo de América, [s.f.], p. 27.

[ 9 ] Francisco Bulnes, Páginas Escogidas, prólogo y selección de Martín Quirarte, México, unam, 1967 (Biblioteca del Estudiante Universitario, 89), p. XII.

[ 10 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 78.

[ 11 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 137.

[ 12 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 271.

[ 13 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 279.

[ 14 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 242.

[ 15 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 816.

[ 16 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 359.

[ 17 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 369.

[ 18 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 709.

[ 19 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 594.

[ 20 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 624-627.

[ 21 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 705.

[ 22 ] Francisco Bulnes, El verdadero Juárez y la verdad sobre la Intervención y el Imperio, México, Editora Nacional, 1967, p. 832.

[ 23 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, p. 416.

[ 24 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, p. 154.

[ 25 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, p. 444.

[ 26 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, p. 464.

[ 27 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, p. 464, apud, Times, Nueva York, 13 de diciembre de 1860.

[ 28 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, p. 486.

[ 29 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, apud Alejandro Villaseñor y Villaseñor, Estudios Históricos, i, México, Imprenta Victoriano Agüeros, 1897, p. 64-65.

[ 30 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, p. 521.

[ 31 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, p. 623

[ 32 ] Francisco Bulnes, Juárez y las revoluciones de Ayutla y de Reforma, México, Editora Nacional, 1972, p. 22.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute, Carmen Vázquez Mantecón (editores), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 12, 1989, p. 125-140.

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