Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

WOODROW WILSON Y LA DIPLOMACIA NORTEAMERICANA EN MÉXICO, 1918-1915

Alicia Mayer


Con gratitud al doctor Juan A. Ortega y Medina

El estudio de las relaciones internacionales de México y los Estados Unidos es particularmente interesante durante el periodo de la Revolución Mexicana. La historia de ambos países ha corrido siempre de manera paralela, a tal grado que carecería de sentido tratar de comprender el desarrollo de ciertos acontecimientos mexicanos ignorando la presencia de la nación norteamericana. La injerencia de los Estados Unidos se ha dejado sentir en todos los ámbitos de la vida del pueblo mexicano.

Desde luego, el tema que nos ocupa ha sido tratado por destacados historiadores, sin embargo intentamos aportar una nueva explicación a los problemas diplomáticos relativos a los meses precursores a la toma del puerto de Veracruz por parte de las fuerzas norteamericanas, en abril de 1914, así como de sus consecuencias y efectos. También es necesario destacar a las grandes figuras del momento, Venustiano Carranza, Woodrow Wilson, Victoriano Huerta, Francisco León de la Barra y otras, y el papel que desempeñaron en la historia de la Revolución Mexicana. Entre las personalidades sobre las que más énfasis pone este trabajo está la del presidente norteamericano Thomas Woodrow Wilson, por haber sido él quien tuvo mayor injerencia en los asuntos internos de México. Para entender los móviles por los cuales el presidente Wilson se involucró en su vecino, fue necesario acercarnos a varios tipos de fuentes documentales, manuscritos e impresos, además de las fuentes hemerográficas. Algunos de estos documentos nos remitían a un juicio elaborado únicamente desde la perspectiva anglosajona; los otros, correspondían a los que se habían escrito en México. Si se consideraba la información que aportaban los documentos de manera aislada, nos quedábamos con una visión subjetiva; en cambio, si se consideraban en conjunto, proporcionaban una visión global de los acontecimientos. Hay que acercarnos a las fuentes tratando de responder a las siguientes preguntas: ¿Fue realmente ayuda desinteresada la que prestó el presidente Wilson a México? ¿Fue una intervención en donde el presidente se vio forzado por las presiones de distintos grupos dentro de su mismo país? ¿Fue falta de comprensión de nuestra historia por parte del presidente y de la psicología del pueblo mexicano? En suma, se trata de un intento por comprender lo mejor posible la mentalidad del presidente estadounidense que no fue más que un reflejo de la mentalidad misma de su pueblo. Woodrow Wilson fue el heredero de una vieja tradición política y diplomática que determinó mucho su actitud frente a los acontecimientos.

Los fundamentos de la política exterior de Norteamérica

Para entender las relaciones internacionales de los Estados Unidos, orientadas en este trabajo particularmente hacia México, es necesario conocer las bases sobre las que se ha sustentado su política exterior desde que se inició como país independiente. Desde 1796, toda afirmación en esta nación sobre asuntos exteriores derivó del principio de separación de los Estados Unidos del resto de las potencias europeas. Se daba así el fundamento de que la joven nación debía ser siempre libre para perseguir sus fines específicos y poder desarrollarse de manera distinta a como lo habían hecho las naciones de Europa. Los padres de la patria fueron bastante precavidos en este sentido. Advirtieron el peligro que representaba el hecho de entrometerse en los asuntos ajenos, o que otros países interfirieran en los propios. George Washington expresó fielmente en su discurso de despedida, en 1796, la idea de aislamiento que debía guardar el continente americano frente al europeo. "La gran regla de conducta para nosotros respecto a las naciones extranjeras es, a la vez que extender nuestras relaciones comerciales, tener con ellas tan poca relación política como sea posible."[ 1 ]

En ese año Europa no tenía de qué preocuparse de los Estados Unidos y vio esto como un acto de fanfarronería. Nunca pensaron que algún día llegarían a rivalizar con la recién independizada nación americana.

En la conciencia norteamericana se había gestado la idea de que tenían una misión histórica que cumplir. El mandato de Dios consistía en enseñar a los otros pueblos del mundo el ejemplo de cómo vivir y cómo gobernarse. La idea del pueblo elegido ha sido muy singular dentro de la historia del pueblo de los Estados Unidos y ha servido para justificar todas sus acciones.[ 2 ] "Esta gran nación tiene delante de ella un destino como el que jamás ha sido concedido a ninguna otra en todas las edades del pasado."[ 3 ]

La Doctrina Monroe vino a coronar los esfuerzos del pueblo norteamericano para convertirse en un país dotado de todos los instrumentos para controlar primero el hemisferio occidental y, posteriormente, el resto del mundo. Para 1913 existían, en cuestión de política internacional, sólidas bases sustentadas en imperativos mesiánicos y doctrinas. Un gran lapso y circunstancias históricas separan a los presidentes George Washington y Woodrow Wilson, pero podemos afirmar que este último fue heredero de la tradición de sus antecesores, los cuales forjaron, en poco más de un siglo, una nación moderna que incluso había sobrepasado sus límites geográficos originales para convertirse en una potencia imperialista de primer orden.

Woodrow Wilson

Thomas Woodrow Wilson nació en Virginia en 1856 en el seno de una familia de protestantes presbiterianos, lo cual es significativo para entender su formación "moralista" y puritana. Siempre se distinguió como un hombre muy culto, desempeñando un importante papel como rector de la Universidad de Princeton y como gobernador de Nueva Jersey en 1910. Posteriormente ganó las elecciones por el Partido Demócrata y subió a la presidencia el 4 de marzo de 1913, donde postuló un programa progresista llamado "la nueva libertad". Se vio envuelto en seguida en la problemática de reconocer al gobierno mexicano del general Victoriano Huerta, cuestión que había dejado pendiente su antecesor, William Howard Taft. Impulsado por un deseo altruista que tanto le alaban los historiadores norteamericanos, y por su obsesión de que los Estados Unidos tenían la misión de hacerles llegar la paz y el bienestar a los otros pueblos faltos de dirigentes competentes,[ 4 ] se lanzó a una política intervencionista hacia México: "Los Estados Unidos deseaban únicamente ayudar al pueblo de México a encontrar la paz y establecer un gobierno constitucional honesto",[ 5 ] lo cual resultó, como veremos más adelante, un fracaso.

El presidente Wilson tuvo más bien una "determinación quijotesca" para enseñar a los latinoamericanos a elegir "a los hombres buenos" como gobernantes.[ 6 ] Asimismo, se sintió con el deber moral de ayudar a México a salvarse de la anarquía. Este conjunto de principios le sirvieron para justificar su política de intervención en los asuntos internos de México. El presidente norteamericano fue impulsado a obrar mediante la ciega creencia de que actuaba en favor de la causa de la humanidad, deber que le había sido otorgado a él por la Providencia divina como representante del pueblo norteamericano. Como vemos, los imperativos religiosos habían constituido las bases de la vida política estadounidense. Wilson expresó su idealismo de esta manera:

Creo que ésta es una gran oportunidad para probarle al mundo que los Estados Unidos de América no sólo son humanos, sino humanitarios; que actuamos bajo no otros motivos que el mejoramiento de las condiciones de nuestro desafortunado vecino y por el sincero deseo de avanzar la causa de la libertad humana.[ 7 ]

Si bien es cierto que Woodrow Wilson presenta características de moralidad e ingenuidad, aunadas a los conceptos de misión e idealismo, también es cierto que hizo del concepto "imperio" un dictamen divino. "Constituye nuestro deber especial [...] propagar a los pueblos sometidos nuestros propios principios de ayuda a uno mismo, el enseñarles el orden y el autocontrol [...] el darles la simpatía y el ejemplo."[ 8 ]

Sería erróneo pensar que el presidente Wilson estaba dispuesto a sacrificar los intereses de su propio país en aras de la salvación de un pueblo considerado como "inferior". Por esto, muchos lo califican de "hipócrita".[ 9 ] Detrás de una fachada de moralidad buscaba, ante todo, salvaguardar los intereses de su patria. Esto no podía ser de otro modo, Wilson era un hombre de su tiempo, amante del orden y del progreso para su propio país; creía ciegamente en el concepto de imperium económico y como sus antecesores, confiaba en la capacidad de su pueblo para ensanchar sus fronteras, justificándose con argumentos morales. Ante todo, quiso que imperara la hegemonía de los Estados Unidos en todo el continente americano. No hay que olvidar que en toda guerra civil, particularmente la de México, se jugaban intereses económicos vitales para ellos. La cuestión del petróleo, el henequén y la seguridad continental eran cuestiones más importantes para los Estados Unidos "que el asesinato de Madero, un Huerta sanguinario o cualquier otro usurpador que se halle en la silla presidencial".[ 10 ] En efecto, para 1911 más de la mitad de la producción del petróleo y un alto porcentaje de minas y ferrocarriles en México eran propiedad de norteamericanos. Es lógico pensar que el presidente tratara de proteger estos bienes. Entender a Wilson es, pues, entender la mentalidad y el espíritu del pueblo norteamericano.

El presidente Woodrow Wilson sostuvo en su administración el principio de que ninguna clase de intereses extranjeros podían poner en peligro la paz y la seguridad del pueblo de los Estados Unidos.[ 11 ] Aceptar la injerencia de algún país extranjero significaba violar los preceptos de la Doctrina Monroe, la cual Wilson aceptó como precepto fundamental de la política exterior norteamericana. Por todo esto, las potencias europeas, aunque algunas no de muy buena gana, intervinieron en México de manera secundaria. Los diplomáticos del Viejo Continente ya habían notado que la administración en Washington nada quería saber sobre ayuda extranjera. "Él únicamente desea mano libre y toda su política está orientada a ello. Cualquier gestión que hagan las potencias extranjeras en Washington sólo servirá para hacerle el juego al señor Wilson."[ 12 ]

Francia, por otro lado, había declarado a través de la prensa que intervenir en los asuntos internos de México era una cuestión impensable dado que los Estados Unidos les "prohibían toda intervención por la Doctrina Monroe".[ 13 ] Francia percibió que existía una rivalidad entre las compañías petroleras de los Estados Unidos (Standard Oil Company) y las inglesas (Pearson Company), por lo que decidió mantenerse ajena.

España manifestó su descontento ante la Doctrina Monroe y la "política monstruosa, inaudita, incalificable del gobierno de Washington, principal responsable de todo ante la humanidad y ante la historia [...], invocando esa Doctrina Monroe, se niegan a que Europa intervenga, mientras ellos lo hacen con descaro".[ 14 ]

Tanto Alemania como Gran Bretaña tuvieron que someterse a los postulados de la mencionada doctrina, aunque no con agrado. Ambas naciones disfrazaron su intervención en los asuntos económicos de México para evitar un enfrentamiento con los norteamericanos. Los demás países europeos al parecer se plegaron a la Doctrina Monroe al reconocer a los Estados Unidos como mediadores legítimos en todo conflicto en Latinoamérica. A pesar de esto, los alemanes y los ingleses no se cegaron ante el impulso de los Estados Unidos y su búsqueda por imponer la hegemonía en el continente americano: "Los Estados Unidos pueden haberles dicho que quieren detenerse en Panamá; nunca harán tal cosa [...] necesariamente tomaran Colombia [...] luego viene Brasil [...] y de allí seguirán hasta Cabo de Hornos".[ 15 ]

El discurso del diplomático inglés Carven es elocuente; Estados Unidos a los ojos del mundo se estaba gestando como una verdadera potencia imperialista-colonialista en constante y peligrosa expansión. Woodrow Wilson hizo saber que su gobierno, en el mantenimiento de la Doctrina Monroe, mostraba su disposición "para proteger a la gente del hemisferio de la intrusión de poderes europeos".[ 16 ] Lo que le faltó al presidente fue ver mediante qué doctrina podían defenderse las naciones hispanoamericanas de la intromisión norteamericana. Los Estados Unidos todavía seguían los conceptos afirmados por los padres de la patria sobre el aislamiento de su país; pero las circunstancias mostraban que esto ya no correspondía a la realidad, sino por el contrario, Europa tenía fuertes inversiones en América Latina y el mundo entero estaba a las puertas de una conflagración mundial. Wilson no podía cerrar los ojos ante estos acontecimientos que afectaban directamente a su país. Los países hispanoamericanos se buscaban a sí mismos y para esto no necesitaban la ayuda de nadie.

Woodrow Wilson frente a Victoriano Huerta: el dilema del reconocimiento

El problema del reconocimiento del general Victoriano Huerta por parte del gobierno norteamericano había quedado pendiente en la administración de William H. Taft, después del cual pasó a manos de Woodrow Wilson. Este último tomó precauciones para no actuar ligeramente. En realidad, existió una total ignorancia en los Estados Unidos de la situación que prevalecía en México, así como una falta de comprensión acerca de la revolución que se vivía en el país. El presidente norteamericano no alcanzó a comprender que la situación de su vecino del sur era esencialmente distinta a la de los Estados Unidos.[ 17 ] Al estar mal informado, era lógico suponer que Wilson desconfiaría de lo que ocurría en México.

Por su parte, el general Huerta deseaba ser reconocido por las potencias extranjeras, principalmente por los Estados Unidos. Mandó enviados a Washington con el fin de dialogar con los agentes del presidente y ver qué se podía lograr con esto. De inmediato, los emisarios mexicanos notaron que el presidente les daba largas, que ocurría algo "inexplicable" con él y aseguraban haber agotado "todas las buenas y malas explicaciones".[ 18 ] El reconocimiento no iba a ser de ningún modo algo fácil de gestionar. Woodrow Wilson, por su lado, destituyó de su cargo al embajador Henry Lane Wilson en agosto de 1913 por haberlo creído partidario de Huerta y cómplice de éste en la muerte de Madero. Posteriormente, el presidente nombró a comisionados especiales (George Carothers, John Lind y William Bayard Hale), con la misión de investigar lo que verdaderamente pasaba en México. Los enviados simpatizaban con la administración del presidente norteamericano, a diferencia de Lane Wilson, quien se había opuesto a sus puntos de vista en cuanto al ajuste de las condiciones de México.[ 19 ] John Lind no llevaba instrucciones específicas de reconocer al gobierno del general Huerta. Además, no hablaba español, desconocía la historia del país y no tenía experiencia diplomática. El secretario de Relaciones Exteriores de México, Francisco León de la Barra, se opuso al recibimiento del agente personal de Wilson si este último se negaba a reconocer al general Huerta como presidente de México.[ 20 ] Finalmente, Lind desembarcó el 9 de agosto de 1913.

El secretario de Relaciones, Francisco León de la Barra, había sido comisionado a una misión confidencial en Washington por mandato del general Huerta, pero esta misión había también fracasado.

[Los] Estados Unidos persistían en su actitud de no reconocer al gobierno de México y que mantenían su propósito de intervenir en nuestros asuntos, ofreciendo sus buenos oficios para tratar de encontrar soluciones aceptables al señor presidente y a los grupos alzados en armas.[ 21 ]

El presidente Wilson exigía el cumplimiento de los siguientes objetivos: restaurar el orden en México, para lo cual los Estados Unidos fungirían como mediadores. Pedían, además, el cese de hostilidades y, finalmente, que se dieran elecciones constitucionales para elegir al presidente y al Congreso. El resultado sería reconocido por los norteamericanos, así como también por la parte beligerante. Los angloamericanos advirtieron que Victoriano Huerta no sería aceptado por ellos como candidato a la presidencia de la República. Por su parte, los constitucionalistas se negaron a reconocer a un candidato impuesto por Huerta o los Estados Unidos. La naturaleza intervencionista de las propuestas hizo que éstas fueran rechazadas, tanto por el gobierno huertista como por las facciones revolucionarias. La soberanía del país estaba en juego; habían llegado buques de guerra norteamericanos a Sinaloa, Acapulco y Veracruz.[ 22 ]

En virtud de las tensiones entre ambos países, se suscitaron manifestaciones de hostilidad por parte de los presidentes de ambas repúblicas. Victoriano Huerta declaró que resistiría por medio de las armas cualquier intervención norteamericana en los asuntos internos de su país: "Han llegado al límite de mi paciencia en cuanto a la política de no reconocimiento [...] rehúso mediación o intervención de los Estados Unidos aquí".[ 23 ]

Woodrow Wilson declaró, por su parte, que no tenía ninguna intención de reconocer a un gobierno de "carniceros"[ 24 ] Creía que los tiranos, dictadores o usurpadores no hacían posible el autogobierno, ponían en constante peligro la vida de los ciudadanos extranjeros, perjudicaban el crédito y, sobre todo, frenaban el libre desarrollo de los negocios extranjeros, de los cuales Wilson era ferviente partidario.[ 25 ] El gobierno de Huerta era ilegítimo, lo cual iba contra los ideales de democracia y libertad del pueblo estadounidense. Llegó un momento en que el deseo de derrocar a Victoriano Huerta se convirtió en la meta de Wilson, se le volvió un asunto personal. El presidente mexicano desagradaba profundamente al norteamericano, pues representaba la antítesis de su moralidad puritana: "Ningún hombre puede decir qué pasará mientras tratemos con un bruto desesperado como ese traidor, Huerta. ¡Dios nos salve de lo peor!"[ 26 ]

Los informes acerca del general Huerta que Wilson recibió de su enviado personal, William Bayard Hale, no hicieron más que aumentar el resquemor hacia él: "Es un viejo parecido a un simio [...] tomado o medio tomado, nunca está sobrio, conserva siempre su astucia".[ 27 ]

En agosto de 1913, el presidente Wilson se dirigió al Congreso para explicar, primero, la situación de México y, luego, la política que pensaba seguir. Los Estados Unidos mantendrían una actitud de "espera vigilante". Según el mensaje, Wilson quería la paz para el vecino país; pero ésta sólo se podía lograr si México "aceptaba honorablemente" sus servicios. Wilson aseguró que por efecto de una mala inteligencia, México se había quedado sin amigos que lo ayudaran y aconsejaran.[ 28 ] Poco después apareció lo siguiente en el Washington Evening Post: "Mi ideal es un gobierno ordenado y recto para México, pero mi pasión es por la gente [...] luchando por la libertad".[ 29 ]

El presidente Wilson y su secretario de Estado, William J. Bryan, actuaron conforme a los informes que les habían mandado los enviados John Lind y William Hale. Todo desembocó en la demanda de que Huerta fuera destituido y se creara un nuevo gobierno soportado y reconocido por los Estados Unidos. De la resolución que tomara el gobierno mexicano sobre estas cuestiones dependían las futuras acciones diplomáticas de la administración de Wilson hacia México. El general Huerta atizó más contra la mala voluntad que el presidente norteamericano tenía hacia él, no respetó su palabra de que convocaría a elecciones libres, previstas para el 26 de octubre de 1913, se consolidó como dictador y disolvió el Congreso. La administración en Washington amenazó con una intervención armada si no se cumplían sus exigencias y Wilson, exasperado, declaró: "Será un deber de los Estados Unidos usar medios no tan pacíficos para quitar a Huerta si éste no se retira forzado por las circunstancias".[ 30 ]

Los petroleros, por otro lado, retiraron su apoyo a Huerta por su creciente hostilidad y actitud antinorteamericana.

A lo largo de su historia, los Estados Unidos han reconocido a gobiernos ilegítimos si éstos estaban dispuestos a favorecerlos, así que, fuera de un motivo personal, no había razón para que se negaran a reconocer al gobierno del general Huerta. En un primer momento, Wilson se sintió presionado por los capitalistas de su país para reconocer al gobierno porque éste favorecía sus intereses. Incluso hubo peticiones dentro de la nación norteamericana para que Wilson se aprovechara de la situación y se apoderara del norte del territorio mexicano, a lo cual se negó por considerarlo una abierta declaración de guerra.[ 31 ]

Para Victoriano Huerta, en cambio, su enemigo era un pobre soñador que creía que los gobiernos de Centroamérica se dirigían igual que el suyo.[ 32 ] Wilson enfrentó la oposición en ambas cámaras. Miembros del partido republicano y del mismo partido demócrata, el suyo, manifestaron su descontento, argumentando que al presidente simplemente "no le agradaba la manera como el jefe de Estado [Huerta] había obtenido su posición".[ 33 ] Algunos militares despreciaron las justificaciones "idealistas" de su presidente y exigieron un lenguaje claro. Hay documentos interesantes que hablan de los debates a favor y en contra del presidente. Cabe destacar que dentro de la esfera política se trató de evitar el partidismo. Una división de facciones, dadas las tensiones que vivía el país, podían debilitarlo. Por esta razón, todos estuvieron dispuesto "a seguirle el juego a mister Wilson".[ 34 ]

Woodrow Wilson necesitaba explicar su intromisión en México a las naciones europeas. Cuando finalmente se decidieron a intervenir, el secretario de Estado, W. J. Bryan, mandó un manifiesto a todas las embajadas extranjeras para justificar su acción, apelando siempre a la cuestión moral.[ 35 ]

De marzo a octubre de 1913, el gobierno norteamericano intentó por todos los medios posibles obligar a Victoriano Huerta a renunciar, valiéndose más de medios diplomáticos que de la fuerza; incluso recurrió al soborno. Trató de privar a Huerta del apoyo de Gran Bretaña, lo que finalmente logró, dejando al general totalmente aislado. "Las otras potencias con importantes intereses en México, se declararon dispuestas a seguir la delantera norteamericana."[ 36 ]

Sería muy extenso incluir en este trabajo el papel que tuvieron las naciones europeas en el conflicto mexicano-norteamericano. Basta decir que en su política frente a Estados Unidos, Victoriano Huerta contó en un principio con el apoyo de Alemania, Japón y, sobre todo, de la Gran Bretaña. Por la presión que ejercieron los Estados Unidos en materia diplomática, los europeos hicieron su ayuda menos aparente. Alemania, en cambio, trataba de alimentar las diferencias entre México y los Estados Unidos. Le convenía que los norteamericanos se involucraran en una guerra que desviara su atención de los manifiestos conflictos bélicos que se vivían en ese momento en Europa.

En todo momento, la intervención político-diplomática de los Estados Unidos en los asuntos internos de México fue rechazada tanto por el gobierno del general Huerta como por los constitucionalistas. Francisco León de la Barra había declarado en una entrevista que en caso de una intervención por parte de los Estados Unidos, todos los partidos, a pesar de sus diferencias, se unirían contra el invasor.[ 37 ] Seguramente los distintos grupos en México se preguntaban con qué derecho el presidente norteamericano dictaba la línea política que el pueblo mexicano debía seguir. Todo razonamiento fundado en el derecho de soberanía por parte de México había resultado en vano.[ 38 ]

El objetivo del presidente norteamericano fue aislar a Huerta por completo, privarlo de toda simpatía "moral y material".[ 39 ] Se cansó de esperar pacientemente para ver cómo se resolvían los acontecimientos, los cuales tuvieron un nuevo giro al no cumplir Huerta con las exigencias norteamericanas. Wilson acusó al gobernante mexicano de "mala fe y, desde ese momento, el afán de derrocarlo se convirtió en una obsesión. Acto seguido, se acercó a los constitucionalistas facilitándoles armas con la esperanza de que unieran sus fuerzas con las del presidente para derrocar al usurpador. Cabe preguntarnos hasta qué punto le importaba la destitución de Huerta como para poner en serio peligro de guerra a su nación. Parece que los intereses económicos fueron un factor que presionó a Wilson, pero sin duda, hubo algo más, el presidente tenía una determinada moral política y quería que todas las naciones centroamericanas -entre las que incluía a México- se plegaran a ella, en suma, que se convirtieran en parte de ese sistema hegemónico que era el sistema estadounidense.

Woodrow Wilson intenta un acercamiento con Venustiano Carranza

Para 1914 le quedaban al presidente Wilson pocas opciones con respecto a México. Se había mezclado en los asuntos de este país como ningún otro presidente anterior a él lo había hecho. No podía retirarse y dejarlo todo en manos de los mismos mexicanos, cuando había declarado tantas cosas que resultaban ahora difíciles de olvidar. La primera opción que tenía era reconocer a Huerta, lo cual era impensable. Aceptarlo significaba prácticamente "capitular"; por otro lado, no era conveniente ordenar una invasión a gran escala y por tiempo prolongado sobre el país vecino dadas las tensiones que vivía Europa. Victoriano Huerta estaba ya prácticamente derrotado por los avances de los rebeldes y por las presiones del extranjero. La Revolución tomaba un cariz distinto con las victorias de los constitucionalistas. La única salida que le quedaba al presidente Wilson, y que parecía ser la más viable para lograr la destitución del general Huerta, era el apoyo a los constitucionalistas, a quienes utilizó como instrumentos para derrocar a Huerta. "No sería muy desencaminado pensar que antes de octubre de 1913, los diplomáticos norteamericanos habían utilizado a los revolucionarios para presionar a Huerta, pero temían un crecimiento excesivo de la fuerza de aquéllos."[ 40 ]

Tanto Woodrow Wilson como Carranza desconocían al general Huerta, principalmente porque éste había tomado ilegalmente el poder. Wilson ofreció ayuda pensando que obtendría a cambio la fuerza necesaria para poder derrotar a Huerta. Es muy claro el viraje de la política del presidente en este momento; abandonó la idea de crear un gobierno provisional y apoyó una parte beligerante, lo cual era contrario a sus primeras intenciones. John Lind había declarado que con los rebeldes no se concertaban armisticios.[ 41 ] Sin embargo, afloró el pragmatismo norteamericano en un esfuerzo por resolver las necesidades más apremiantes.

Por otro lado, Venustiano Carranza había dado órdenes estrictas a sus fuerzas de que protegieran lo más posible los bienes y las personas de ciudadanos norteamericanos.[ 42 ] El problema fue que ni el presidente Wilson ni su secretario de Estado contaron con que su enviado especial se toparía con un testarudo, un hombre intratable como lo fue para ellos Carranza. Se debe resaltar que si el jefe constitucionalista aceptó la ayuda de armamento por parte de los Estados Unidos, nunca se subordinó a ellos, sino por el contrario, repudió abiertamente la política agresiva e intervencionista de su vecino. Siempre se opuso a una invasión extranjera, así como a una intervención por parte de esa potencia en los asuntos internos de México.[ 43 ] Carranza tuvo el mérito de haber defendido la soberanía del país, negándose a negociar el orden interno de éste. "Los constitucionalistas nos rehusamos a admitir que cualquier nación en este continente actuando sola o en conjunción con potencias europeas interfiera en asuntos domésticos en la República Mexicana."[ 44 ]

Venustiano Carranza, como heredero de una tradición liberal juarista, tuvo un firme concepto de nacionalidad que no encontramos en los caudillos Francisco Villa y Emiliano Zapata. Según parece, existió correspondencia entre John Lind y los zapatistas con el fin de que estos últimos entraran en contacto con el gobierno de Wilson. Hay documentos que reflejan la "gran simpatía" que los zapatistas demostraron tener hacia el gobierno de Washington.[ 45 ]

Los villistas, por su lado, tuvieron en un principio una actitud mucho más amistosa hacia los Estados Unidos que los carrancistas. Incluso existió una red de intercambio comercial de ganado entre Villa y los norteamericanos, que se hizo indispensable para el abastecimiento de las fuerzas del primero. En Villa no es muy claro el concepto de soberanía. Permitió la intervención de una comisión extranjera para que llevara a cabo la investigación del caso de un inglés, William Benton, que había sido asesinado, a lo cual Carranza se opuso enérgicamente. En un principio, Villa mostró una actitud muy favorable hacia los Estados Unidos hasta que éstos dieron su reconocimiento a Carranza el 19 de octubre de 1915. El primer jefe constitucionalista terminó con las esperanzas de Wilson de dirigir la Revolución Mexicana por la vía que él quería. "Muy herido por la negativa de Carranza de aceptar ayuda norteamericana, Wilson pensó que no tenía otra alternativa que proceder por su cuenta a eliminar a Huerta."[ 46 ]

El gobierno norteamericano todavía se valió de un último recurso para que los revolucionarios se doblegaran ante sus deseos y, en junio de 1914, interrumpieron el suministro de armas a los revolucionarios. Temían que el movimiento utilizara las armas para defenderse de una intervención armada por parte de los estadounidenses.[ 47 ] Por ningún lado encontró el presidente Wilson el camino deseado para imponer sus condiciones a México. El siguiente paso era elaborar una justificación y esperar un suceso que sirviera de excusa, el cual, no tardó en llegar, debido al rápido desarrollo de los acontecimientos revolucionarios.

Wilson juega su última carta: el desembarco norteamericano en Veracruz

La invasión norteamericana al puerto de Veracruz no es el tema principal de este trabajo, sino los factores internacionales que ocasionaron dicha invasión. Fue este hecho la conclusión de los problemas diplomáticos que se venían gestando desde 1913, particularmente desde que Victoriano Huerta se apoderó del gobierno y Wilson fue electo presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.

Por su génesis, la política exterior de los Estados Unidos tuvo un carácter intervencionista. En un principio, el presidente Wilson se abstuvo de ordenar una acción militar, mientras que, en una segunda etapa, tuvo que intervenir de manera directa porque ya no le quedaba otro remedio. Ciertamente, hubo una discordancia entre la teoría y la práctica a los ojos del mundo. El presidente había dicho que sus móviles eran los ideales de justicia, democracia, libertad y principios pacíficos de reconocimiento de pueblos; sin embargo, interfirió en los asuntos domésticos de México, desconoció al gobierno y presionó para imponer a un candidato a la presidencia que favoreciera sus intereses.

Ante el rompimiento entre Francisco Villa y Venustiano Carranza, el presidente norteamericano tuvo ante sí un dilema que resolver. Si intervenía, existía el peligro de que se prolongara la guerra.[ 48 ] Si no lo hacía después de tantas amenazas lanzadas por él hacia México, quedaría como un "fanfarrón"[ 49 ] Woodrow Wilson estaba consciente de los peligros e implicaciones de una guerra mexicano-norteamericana. En 1913 había propuesto a Venustiano Carranza que aprobara una intervención por parte de los Estados Unidos y colaborara con él "para proteger las vidas y propiedades de los extranjeros". Como sabemos, el primer jefe constitucionalista enérgicamente se opuso a tal acción. La resistencia de Huerta y la poca disposición de las fuerzas carrancistas para ayudar al presidente "despertaron en Wilson el deseo cada vez mayor de intervenir directamente en México para asegurarle así, a los Estados Unidos, una posición clave en el país y les permitiera ejercer mayor control sobre el futuro desarrollo del mismo".[ 50 ] Parece que el mandatario ya había tomado la decisión de emprender una acción armada en México cuando llegó a Washington la noticia de que el barco alemán Ipiranga se acercaba a Veracruz con equipo bélico para abastecer al general Huerta. El 12 de abril, Wilson dio órdenes de apoderarse del puerto inmediatamente. El pretexto fue un suceso trivial que ocurrió el 9 de abril. Marinos estadounidenses fueron aprehendidos por fuerzas federales y puestos en libertad poco después, como resultado de un evidente malentendido. El motivo fue utilizado por los Estados Unidos para invadir. "El incidente hubiera pasado sin una crisis si Wilson no hubiera estado buscando un pretexto en ese momento para una operación militar a gran escala contra Huerta."[ 51 ]

Las dos cámaras del Congreso de los Estados Unidos por unanimidad apoyaron la política agresiva del presidente, pidiendo una reparación por las acciones indignas cometidas por el gobierno de Huerta. Tanto republicanos como demócratas insistieron en que su paciencia se había agotado. Sin embargo, no faltó quien acusara a Wilson "de haber movido la flota con motivo de un prejuicio personal hacia Huerta".[ 52 ]

El gobierno de Washington mandó sus fuerzas hacia México el 18 de abril, pues "estaban cansados de contemporizar con el gobierno de Huerta" y porque procedían "en nombre de la libertad y para el bien de la humanidad".[ 53 ] Los Estados Unidos delegaron toda la responsabilidad del conflicto a Huerta, pues éste se había negado a dar órdenes de saludar a la bandera norteamericana, como se le había exigido.

La intervención levantó una oleada de indignación tanto en México como en los Estados Unidos, pues significaba una violación de los derechos de México como país soberano. La opinión pública repudió el hecho al verlo carente de razones de peso. Muchos criticaron al presidente por hacer la guerra "basado en un absurdo punto de honor"; otros lo calificaron de "hipócrita", de defender al imperialismo, por haber sido poco franco con su pueblo y el Congreso: "Fue un momento triste para el presidente quien reclamaba el liderazgo moral del mundo".[ 54 ]

La situación favoreció a Venustiano Carranza. Hubo una unión nacional para hacerle frente al enemigo. Las filas de los constitucionalistas aumentaron considerablemente y Carranza quiso demostrar que su meta era crear un verdadero gobierno nacional para hacerle frente al enemigo. Las filas de los constitucionalistas aumentaron considerablemente y Carranza quiso demostrar que su meta era crear un verdadero gobierno nacional. El jefe revolucionario exigió la retirada de las tropas norteamericanas, las cuales permanecieron en territorio mexicano once meses. El 2 de abril de 1917, los Estados Unidos entraron a la guerra europea donde también se manifestó el idealismo de su dirigente. Se lanzó a una nueva cruzada que mostró otra vez que la doctrina del aislacionismo en política exterior propugnada por George Washington había quedado muy atrás desde hacía tiempo.

La mediación internacional

Las conferencias panamericanas, celebradas en Niagara Falls en agosto de 1915, fueron el resultado de los sucesos registrados en la diplomacia desde 1913. La intervención en México había sido un rotundo fracaso para los Estados Unidos. El nuevo secretario de Estado norteamericano, Robert Lansing, representó al presidente Wilson. Se aceptó la mediación de Argentina, Brasil y Chile (el abc), con el objeto de poner el orden en México; pero Venustiano Carranza se rehusó a la petición de cesar hostilidades e hizo patente su deseo de reconquistar el país y llevar a cabo una reforma sin intromisión norteamericana.[ 55 ] Una vez más, Wilson había fracasado en su intento de dominar la situación en México. Finalmente había logrado que Victoriano Huerta abandonara el poder en julio de 1914, ya muy debilitado por las presiones internas y externas. Al ver que la revolución se había ido de sus manos, el presidente Wilson quiso que el nuevo gobierno favoreciera lo más posible a su país. El fracaso de la política internacional de Wilson puso en relieve que éste no podía dirigir los destinos de los demás países del continente americano, sino que éstos tenían que buscar su propio camino de acuerdo con sus necesidades y su historia.

Hacia 1914 los Estados Unidos tenían un futuro muy incierto en sus relaciones diplomáticas con Europa. Woodrow Wilson tuvo que resolver su posición frente al conflicto europeo, permitiendo con esto que los mexicanos tuvieran la libertad de decidir por sí mismos su porvenir.

Conclusiones

Nuestro trabajo ha consistido en una exposición de las cuestiones diplomáticas más importantes entre México y los Estados Unidos de Norteamérica dentro de un marco histórico determinado por los años 1913-1915.

Las diferencias suscitadas entre ambas naciones desembocaron en dos intervenciones armadas en México: la toma del puerto de Veracruz en abril de 1914 y el despliegue de las fuerzas militares del general Pershing en marzo de 1916 con el fin de derrotar a Francisco Villa por su ataque a la ciudad norteamericana de Columbus.

Podemos concluir que la actitud del presidente Wilson frente a la política internacional no se puede explicar sin entender antes el concepto norteamericano del mundo y de la vida. Como calvinista, actuó bajo el principio de predestinación que conforma, aún en nuestros días, la moral anglosajona. Existieron en él los conceptos de misión y destino muy particulares de la mentalidad de este pueblo que se definió a sí mismo como el elegido de Dios para imponer la ejemplaridad y el servicio del bien. Este conjunto de principios ha justificado su quehacer histórico. Guiados por la Providencia, los Estados Unidos asumieron el papel de portavoces de la regeneración moral y política del mundo. Existió, pues, un aparato ideológico que sirvió para justificar la política imperialista de los Estados Unidos.

Por otra parte, la historiografía marxista acusa a los historiadores norteamericanos de falsificar la política de los Estados Unidos con respecto a México. N. M. Lavrov asegura que Wilson encubrió sus afanes de intervención armada en México que preparó de antemano y ocultó bajo la pantalla de simpatía hacia el pueblo mexicano a quien ofreció su ayuda en favor de la democracia.[ 56 ] Me parece que la historiografía marxista emite un juicio subjetivo y severo, pues se remite a atacar al "imperialismo yankee" en todas sus manifestaciones y ven al presidente Wilson como un títere encaminado a "explotar" a los países subdesarrollados. Tenemos que entender que un hombre no actúa sólo movido por fuerzas caprichosas, sino por una voluntad propia que deriva de ciertos ideales, de determinadas tradiciones propias de cada cultura, en un tiempo determinado. Para Woodrow Wilson, la democracia fue un conjunto de principios. Había heredado de sus antecesores el dictamen de que todo gobierno justo emanaba de la voluntad del pueblo; pero existían naciones incapaces de gobernarse por sí mismas y necesitaban, por esto, la ayuda de los Estados Unidos. He aquí donde radicó el error de la política del presidente Wilson, quien tuvo presente una especie de entusiasmo por enseñar la perfección de su sistema de gobierno al resto de los países americanos. En un momento dado perdió de vista los objetivos principales que se había fijado, como fueron ayudar a México a establecer un gobierno basado en elecciones libres y proteger los derechos y propiedades de los residentes norteamericanos en este país. Además, se cegó por su obsesión de derrocar a Huerta, lo cual acarreó funestas consecuencias a ambos países. Woodrow Wilson fue un hombre de muchas e interesantes facetas. Al conocer los distintos aspectos de su vida, se comprende lo complejo de su personalidad, indudablemente producto de su tiempo.

La figura de Venustiano Carranza se contrapone a la del mandatario norteamericano. Fue siempre defensor de la soberanía del país, a causa de su claro concepto de nacionalidad. Terminó con el sueño wilsoniano de someter militarmente a México dentro de la esfera de influencia de los Estados Unidos.

Cabe también destacar que México siguió siendo por mucho tiempo el blanco de las miradas de las potencias europeas, pues significó un punto estratégico de contacto con los Estados Unidos, así como un poseedor casi inagotable de materias primas para abastecer sus exigencias económicas.

Por último, Woodrow Wilson, apelando a preceptos humanitarios, involucró a su país en la Primera Guerra Mundial, la cual acabó definitivamente con el aislacionismo norteamericano.

 

[ 1 ] Cit. en C. Degler et al., Historia de los Estados Unidos, traducción de Haroldo Dies, México, Limusa, 1981, p. 121-149.

[ 2 ] Véase Juan A. Ortega y Medina, Destino Manifiesto: sus razones históricas y su raíz teológica, México, Secretaría de Educación Pública, 1972 (SepSetentas, 49).

[ 3 ] Discurso de T. Roosevelt en José Luis Orozco, Las primicias del imperio, México, Premia, 1984, p. 43.

[ 4 ] Bertha Ulloa, La revolución intervenida, 2a. ed., México El Colegio de México, 1971, p. 152.

[ 5 ] Cit. A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p. 361.

[ 6 ] R. Woodbury, "Wilson y la intervención en Veracruz", Historia Mexicana, XVII, 2, octubre-diciembre 1967, p. 279.

[ 7 ] Cit. en A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p. 394.

[ 8 ] Cit. en José Luis Orozco, Las primicias del imperio, México, Premia, 1984, p. 113.

[ 9 ] Véase M. S. Alperovich, "Historia de las relaciones entre México y los Estados Unidos", en La revolución mexicana, cuatro estudios soviéticos, México, Ediciones de Cultura Popular, 1979, p. 133.

[ 10 ] Cit. en Friedrich Katz, La guerra secreta en México, 5a. ed., 2 v., México, era, 1982, v. I, p. 230.

[ 11 ] Véase C. Degler et al., Historia de los Estados Unidos, traducción de Haroldo Dies, México, Limusa, 1981, p. 148.

[ 12 ] Cit. del diplomático alemán Bernstorff, en Friedrich Katz, La guerra secreta en México, 5a. ed., 2 v., México, era, 1982, v. I, p. 219-220.

[ 13 ] Texto en francés. Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Impresos de Francisco León de la Barra, fondo X-I, carpeta I, leg. 70. Journe, 25 febrero 1914.

[ 14 ] En ABC de Madrid, marzo 7, 1914, Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Impresos de Francisco León de la Barra, fondo X-I, carpeta I, leg. 71.

[ 15 ] Cit. en Friedrich Katz, La guerra secreta en México, 5a. ed., 2 v., México, era, 1982, v. I, p. 219-220.

[ 16 ] Cit. en A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p. 369.

[ 17 ] No sólo había una mala información sobre las circunstancias en México, producto de los parciales despachos que el embajador Henry Lane Wilson habla mandado a su gobierno (1910-1913), sino también el presidente Woodrow Wilson tenía una particular visión de México que, según algunos especialistas, no era la correcta. Véase H. Cline, The United States and Mexico, Cambridge, Harvard University Press, 1953, p. 141.

[ 18 ] Carta del enviado Oscar Braniff a F. León de la Barra, 1913, Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Manuscritos de F. León de la Barra, fondo X-I, carpeta 3, leg. 275.

[ 19 ] Véase Henry Lane Wilson, Diplomatic episodes in Mexico, Belgium and Chile, Washington, Kennikat Press, 1972, p. 307-313.

[ 20 ] Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Manuscritos de F. León de la Barra, fondo X-I, carpeta 4, leg. 307.

[ 21 ] Carta de F. León de la Barra, agosto 26, 1913, Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Manuscritos de F. León de la Barra, fondo X-I, carpeta 4, leg. 327.

[ 22 ] Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Manuscritos de F. León de la Barra, fondo X-I, carpeta 3, leg. 269. El presidente Taft había ordenado el 11 de febrero de 1913 que fuerzas navales norteamericanas visitaran puertos mexicanos con el propósito de observar y reportar sobre la situación, particularmente sobre la protección dada a los extranjeros y sus intereses. La llegada de la flota causó un aumento del sentimiento antinorteamericano en México. Véase instrucciones del secretario de Estado P. Knox al cónsul en Tampico, 11 febrero 1913, National Archives of Washington, Despachos 1910-1929. Records of the Department of State Relative to Internal Affairs of Mexico, roll 23, 812.00/6145.

[ 23 ] Declaración de Victoriano Huerta al New York Herald, 9 agosto 1913, Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Impresos de F. León de la Barra, fondo X-I, carpeta I, leg. 12.

[ 24 ] A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p. 350.

[ 25 ] Robert Freeman Smith, Los Estados Unidos y el nacionalismo revolucionario en México, 1916-1932, México, Extemporáneos, 1972, p. 61.

[ 26 ] Cit. de W. Wilson en A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p. 379.

[ 27 ] A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p. 350, 354.

[ 28 ] Cit. de W. Wilson en El Independiente, 21 de agosto, 1913, en Martha Strauss, "Woodrow Wilson rechaza a Victoriano Huerta", en Así fue la Revolución Mexicana, 8 v., México, Secretaría de Educación Pública, 1985, v. iv, p. 651.

[ 29 ] Alberto M. Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos, 2a. ed., 2 v., México, Jus, 1961, v. II, p. 239.

[ 30 ] Cit. en A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p. 387.

[ 31 ] Martha Strauss, "Estados Unidos y los constitucionalistas, la obligada y necesaria simpatía", en Así fue la Revolución Mexicana, 8 v., México, Secretaría de Educación Pública, 1985, v. iv, p. 668.

[ 32 ] Memorias de Victoriano Huerta, México, Vértice, 1957, 137 p.; Martha Strauss, "Estados Unidos y los constitucionalistas, la obligada y necesaria simpatía", en Así fue la Revolución Mexicana, 8 v., México, Secretaría de Educación Pública, 1985, v. IV, p. 646.

[ 33 ] Bertha Ulloa, La revolución intervenida, 2a. ed., México, El Colegio de México, 1971, p. 157.

[ 34 ] Friedrich Katz, La guerra secreta en México, 5a. ed., 2 v., México, era, 1982, v. I, p. 229.

[ 35 ] Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Impresos de F. León de la Barra, fondo X-I, carpeta I, leg. 7.

[ 36 ] A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p. 877.

[ 37 ] Cit. León de la Barra, 9 agosto 1913, Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Impresos de F. León de la Barra, fondo X-I, carpeta I, leg. 12.

[ 38 ] Alberto M. Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos, 2a. ed., 2 v., México, Jus, 1961, v. II, p. 245.

[ 39 ] A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p. 386.

[ 40 ] Friedrich Katz, La guerra secreta en México, 5a. ed., 2 v., México, era, 1982, v. I, p. 198.

[ 41 ] Alberto M. Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos, 2a. ed., 2 v., México, Jus, 1961, v. II, p. 243.

[ 42 ] Carta de Venustiano Carranza, 7 de julio 1913, Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Manuscritos, fondo XXI, carpeta 3, leg. 398.

[ 43 ] L. Kahle, "Robert Lansing and the recognition of Venustiano Carranza", Hispanic American Historical Review, XXXVIII, 3, August 1958, p. 359.

[ 44 ] Cit. en A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, v. II, p. 247.

[ 45 ] Alberto M. Carreño, La diplomacia extraordinaria entre México y Estados Unidos, 2a. ed., 2 v., México, Jus, 1961, v. II, p. 247.

[ 46 ] A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p. 383.

[ 47 ] B. Ulloa, "Carranza y el armamento norteamericano", en Historia Mexicana, XVII, 2, octubre-diciembre de 1967, p. 257.

[ 48 ] El presidente Wilson ordenó la ocupación del puerto de Veracruz en abril de 1914 y la Primera Guerra Mundial estalló a principios de agosto del mismo año. Los Estados Unidos se distrajeron de los acontecimientos de México para observar de cerca cómo se desenvolvían los sucesos en Europa. Llegaron a constituirse en el primer arsenal de los aliados, en los mayores proveedores de capital, alimento, vestido, etcétera. Apud Luis G. Zorrilla, Historia de las relaciones entre México y los Estados, 1800-1958, México, Porrúa, 1965 (Biblioteca Porrúa, 29), p. 271-272.

[ 49 ] A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p 892.

[ 50 ] Friedrich Katz, La guerra secreta en México, 5a. ed., 2 v., México, era, 1982, v. I, p. 227.

[ 51 ] A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p. 395.

[ 52 ] Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Manuscritos de F. León de la Barra, fondo X-I, carpeta I, leg. 76.

[ 53 ] Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Manuscritos de F. León de la Barra, fondo X-I, carpeta I, leg. 76; M. S. Alperovich, "Historia de las relaciones entre México y los Estados Unidos", en La Revolución Mexicana, cuatro estudios soviéticos, México, Ediciones de Cultura Popular, 1979, p. 122,

[ 54 ] A. Link, Wilson, the new freedom, New Jersey, Princeton University Press, 1967, p. 405.

[ 55 ] Centro de Estudios de Historia de México Condumex, Impresos de F. León de la Barra, fondo X-I, carpeta 2, leg. 122.

[ 56 ] N. M. Lavrov, " La Revolución Mexicana de 1910- 1917", en La Revolución Mexicana, cuatro estudios soviéticos, México, Ediciones de Cultura Popular, 1979, p. 111.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute, Carmen Vázquez Mantecón (editores), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 12, 1989, p. 141-161.

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