Estudios de Historia Moderna y Contempor�nea de M�xico

LA INFLUENCIA DEL SECTOR EXTERNO EN EL PROCESO DE INDUSTRIALIZACIÓN MEXICANO DURANTE LOS PRIMEROS AÑOS POSREVOLUCIONARIOS, 1920-1940

Luis Cerda González


La problemática histórica de la dinámica desarrollo-atraso: planteamiento de hipótesis generales

La historia económica de México, desde su irrupción mundial como colonia española hasta la actualidad, ha estado caracterizada por su permanente contradicción entre el desarrollo económico y el atraso. El desenvolvimiento de un país conquistado que en calidad de colonia irrumpió en la economía internacional, evidentemente implicó la articulación violenta de los sistemas productivos antecedentes a otro sistema productivo dominante caracterizado por nuevas formas de producción y apropiación de los excedentes, sistema que era exógeno a la forma productiva interna y que la determinó.

Esta tendencia histórica ha sido dominante en el desarrollo económico de México como país atrasado. Ciertamente la historia de México debe ser expuesta tomando en consideración un factor tan importante y decisivo como lo es la trascendental influencia histórica occidental, especialmente en lo tocante al desarrollo económico. No obstante, es inconveniente pasar de este planteamiento a ordenar exclusivamente la investigación sólo en torno al fenómeno de la dependencia, puesto que ello se traduciría en una explicación unilateral que omitiría el tratamiento de un problema nodal, mismo que ahora expondremos en calidad de planteamiento general de nuestro artículo.

A la par que se desarrollan históricamente relaciones económicas que tienden al restringimiento de la economía nacional, hay procesos económicos que se inclinan hacia el desarrollo dentro de ciertos márgenes de autonomía nacional. México no sólo ha sido un país atrasado dentro de la historia del capitalismo, sino que también ha sido un país -como muchos otros- en continua negociación y práctica en la búsqueda por lograr procesos de integración económica nacional.

Debemos considerar que la expresión de los fenómenos históricos de manera alguna es unívoca ni constante, más bien, ellos evolucionan de una manera contradictoria y tendenciosa. Éste es el fundamento de la proposición teórica que a nuestro entender evita caer en planteamientos mecánicos que enjuician el desarrollo histórico de los países atrasados como el de la expresión de un modelo de economía de enclave enteramente dependiente de los países más desarrollados.

Siguiendo la lógica que guía la hipótesis anterior, se pueden desprender las siguientes hipótesis generales de trabajo:

  1. Las economías desarrolladas expresan históricamente sus intereses -como cualquier fenómeno- de manera contradictoria y fluctuante, pese a la tendencia imperante.
  2. La inserción de las economías no capitalistas al mundo y a las exigencias capitalistas no se expresa de una manera enteramente dependiente ni siquiera aun cuando estos países ya se han desenvuelto dentro de la economía internacional de tipo capitalista.
  3. Las tendencias históricas expansivas de los países desarrollados se vienen a combinar con las propias circunstancias históricas de los países subdesarrollados, produciéndose de esta manera fenómenos contradictorios a través de los cuales no sólo se expresa la tendencia a la dependencia sino también las tendencias dirigidas hacia el desarrollo económico autónomo.
  4. La presencia de elementos independientes en el desarrollo económico del país debe contemplarse como consecuencia de las contradicciones en la influencia extranjera, que necesariamente permiten el surgimiento de procesos económicos alternativos. Éste, pienso, es el sustrato que permite que se desarrollen en los distintos sectores sociales intereses por perpetuar relaciones de dependencia o intentar transformarlas hacia un desarrollo autónomo nacional. Las políticas económicas se producen como consecuencias de circunstancias históricas concretas, pero a su vez influyen en la expresión histórica de estas circunstancias.
  5. La expresión histórica de una tendencia dominante es el resultado de una relación de fuerzas. Dentro de procesos históricos mundiales la relación nacional con respecto a la economía mundial no es unívoca, estaría sujeta -como ya se apuntó- a una correlación de fuerzas nacionales e internacionales que afectara directamente en políticas económicas subsumidas en los intereses de los países desarrollados, o en políticas económicas de integración económica nacional sin la necesidad de articularse exclusivamente a través del comercio exterior. Sin embargo, somos de la idea de que las circunstancias históricas materiales afectan de manera decisiva en la prosecución de tal o cual política económica; pensamos que las condiciones históricas de contorno estimulan la viabilidad o la imposibilidad del pensarse tal o cual política económica.[ 1 ]

Dentro de esta dinámica desarrollo-atraso las relaciones económicas de México con respecto al exterior, ocupan un lugar preponderante la dinámica histórica que vayan tomando estas relaciones y que delimitará los espacios de desarrollo económico autónomo o dependiente del país atrasado con respecto a los países desarrollados.

De lo anterior se desprende que la historia del comercio exterior mexicano debe ser escrita profundizando en el impacto de estas relaciones con respecto a la conformación de la economía nacional. Por ejemplo, dentro de un análisis histórico superficial podría parecer que los tres siglos de colonialismo español se encontraron caracterizados sólo por el desarrollo de una economía “hacia fuera”, casi monoexportadora y por un proceso de continuidad casi simétrica de esta tendencia a lo largo del siglo XIX. Sin embargo, a la par que se desarrolla esta tendencia histórica que, si bien es dominante, también se desarrollan procesos de integración económica regionales y nacionales que tienden hacia el desarrollo productivo nacional.[ 2 ]

Si bien es importante, por ejemplo, considerar que durante la Colonia el sector dinámico de la economía será el de la producción minera de exportación, y posteriormente durante el siglo XIX, además de la producción minera, algunas áreas de la producción agrícola; no obstante debemos destacar en estos procesos que el desarrollo de los polos económicos exportadores precisa de insumos materiales necesarios para llevar a cabo sus procesos productivos; esta situación motiva la tendencia hacia una articulación económica nacional a través de los polos productivos de exportación. A este fenómeno se viene a insertar un segundo fenómeno histórico: el flujo de las importaciones no es uniforme, además de que el encarecimiento de los productos importados impide que las importaciones sean consumidas por amplias capas de la población, hecho que estimula la producción interna de ciertos bienes necesarios para la reproducción de la sociedad; incluso se estimulan procesos sustitutivos de cierto tipo de importaciones puesto que el lento flujo o encarecimiento de algunos bienes de consumo o de producción afectan de manera tan determinante el desenvolvimiento de la producción económica nacional, que necesariamente se buscan las salidas para intentar producirlos nacionalmente con objeto de evitar trastornos dentro del proceso productivo.

A través de la anterior ejemplificación, queremos remarcar que el elemento más importante a ser considerado dentro del análisis del comercio exterior y sus efectos en el proceso de desarrollo económico mexicano son las consecuencias que en la integración económica nacional producen el desarrollo de cierto tipo de polos económicos de exportaciones en la conformación de los sectores productivos nacionales, así como los efectos que producen el flujo de cierto tipo de importaciones y los momentos históricos de disminución o parálisis de estos flujos.

Históricamente, el desarrollo productivo interno no enfocado hacia la exportación se irá desenvolviendo dentro de los márgenes de procesos contradictorios en la expresión de una economía exportadora además altamente dependiente de cierto tipo de importaciones. En algunos momentos históricos los procesos de desarrollo de la economía mexicana tenderán a una disminución en la evolución económica integrada sólo a una economía hacia afuera, como consecuencia de las contradicciones exógenas que repercuten en el desenvolvimiento del comercio exterior y que modifican los procesos de articulación económica, o que sirven para llevar a cabo políticas económicas más próximas al desenvolvimiento económico autónomo. En otras ocasiones, esta economía nacional limitada por las relaciones económicas con el exterior y por la incidencia de elementos internos económicos, políticos y sociales, que impiden la integración económica regional y la conformación nacional del mercado interno, influirán negativamente en el desarrollo económico de corte autónomo.

Por último, queremos dejar apuntado que un elemento de gran importancia que define históricamente de manera muy determinante el atraso de México con respecto al exterior lo constituyen las formas de producción económica en la agricultura, mismas que desde la Colonia hasta la Revolución Mexicana inciden de manera desfavorable en la transición económica de un sistema productivo agrícola a uno industrial.

El atraso en las formas productivas agrícolas en muchas regiones del país -especialmente en la zona sur- impidió un desarrollo agrícola capitalista en el campo, sujetando la mano de obra a diversas formas productivas no capitalistas.[ 3 ] Este fenómeno histórico no sólo impidió la afluencia de mano de obra para la producción artesanal manufacturera-artesanal, o fabril, sino que además impidió la articulación del mercado interno, puesto que en amplias capas de la población no existía capacidad de concurrencia y demanda, desestimulándose con ello la producción industrial y consecuentemente el desarrollo del sistema capitalista como eje de la articulación de la economía nacional.[ 4 ]

Antecedentes históricos inmediatos al periodo analizado

Hasta el último cuarto del siglo XIX, México se había caracterizado, dentro del contorno mundial, por ser un país básicamente monoexportador de plata e importador de manufacturas, fundamentalmente textiles.[ 5 ] A partir del Porfiriato, la época de un imperialismo económico agresivo, de los países más desarrollados, exportador de bienes de capital e inversionista en las industrias nacientes de los países atrasados, comenzaba a perfilarse; la carrera competitiva por monopolizar financiamientos, producciones económicas, servicios, mercados, etcétera, se iniciaba como una fuerte tendencia mundial que se evidenciaba en la articulación económica porfirista.

A la agresiva expansión de la economía mundial manejada por los países más desarrollados, se tenía que ligar un país básicamente agrícola, poco integrado en su economía interna y con un escaso desarrollo industrial. México tenía que insertarse a una determinada división internacional de las actividades productivas dentro de la cual, el país sería considerado como un exportador de productos primarios y un seguro comprador de productos industrializados. Dentro de este contorno, el país se verá obligado a desarrollarse en los límites de una economía internacional caracterizada por un inevitable intervencionismo económico de los países desarrollados sobre los que no lo eran; intervencionismo que estrechó las posibilidades de desarrollo económico capitalista autónomo para el país débil. El proceso de industrialización debió desarrollarse dentro de estos márgenes impuestos por la profunda internacionalización del capital financiero.

La economía mexicana orientada hacia la producción industrial aún era un elemento mínimo dentro de la producción económica interna, existiendo la posibilidad del avance industrial hacia el capitalismo, a través de dos procesos de desarrollo: el fortalecimiento de la economía de exportación y la intensificación de la producción industrial interna. Durante este periodo histórico, los polos dinámicos de la economía no serán ahora exclusivamente aquellos dedicados a la exportación, sino que al interior del país comenzará a desarrollarse una economía industrial orientada a cubrir las crecientes necesidades de la demanda interna. Los capitales monopolistas de los países capitalistas de punta, no sólo buscarán mercados comerciales convenientes a sus intereses económicos, sino que ahora invertirán en un país virgen con posibilidad de desarrollarse hacia el capitalismo pudiendo generar altas tasas de ganancia para los inversionistas.

La dialéctica de la relación aquí esbozada entre la expansión de los países capitalistas desarrollados y la necesaria inserción de un país como México a este momento histórico de la economía internacional, se presentará en los espacios de negociación con respecto a la penetración de los capitales extranjeros en la economía mexicana, con objeto de poner en marcha procesos de integración económica nacional orientados a cubrir las demandas de insumos requeridos por los países desarrollados; pero no sólo eso, sino que también con objeto de poner en marcha procesos de industrialización internos. Es decir, el proceso de industrialización mexicano no puede ser contemplado sólo como un factor motivado por la demanda externa, sino que también lo fue por necesidades económicas internas de los polos productivos enfocados hacia la exportación y también de las necesidades consuntivas de la población.

De lo anterior podemos desprender que el análisis sobre el proceso de desarrollo industrial mexicano debe ser planteado, a nuestro juicio, desde dos distintos niveles de problematización:

  1. ¿Cuál es la dimensión de integración económica interna que producen los polos económicos orientados hacia la exportación?
  2. ¿Cuál es la importancia de las necesidades de consumo interno en el proceso de desarrollo industrial?

El hecho de que a partir del Porfiriato, la exacción económica de las ganancias se dé no sólo a través del desenvolvimiento de una economía de exportación sino que, además a través de la participación activa de los capitales extranjeros en la planta productiva nacional, modificara poco a poco las pautas de comportamiento del comercio exterior. Si bien durante todo el siglo XIX el comercio exterior mexicano se caracterizó por ser básicamente monoexportador de plata y un importador de textiles, los cambios en la economía mundial condujeron a su vez a cambios en la política económica implementada por el régimen porfirista. El comercio exterior a la vez que se orientó a cubrir mercados de exportación mas diversificados, en el contenido de su demanda tuvo giros muy importantes; la producción de planta como el mineral más importante comenzó a ser sustituida paulatinamente por la demanda cada vez más creciente de minerales industriales, de petróleo y de materias primas agrícolas.[ 6 ]

Por otra parte, el renglón de importaciones comenzó también a sufrir cambios en su composición. La demanda de bienes de capital inmediatos y duraderos alcanzó cada vez mayor importancia en el conjunto de las importaciones; por ejemplo, en 1888-1889, los bienes de consumo importados representaban 73 427 000 pesos, mientras que los bienes de capital fueron demandados en 28 527 000 pesos. Para el año de 1909-1910 la proporción había cambiado; los bienes de consumo importados representaban 91 211 000 pesos, mientras que los bienes de capital 116 909 000 pesos.[ 7 ]

La creciente demanda de bienes de capital, por parte de México, representaba el crecimiento de un proceso de industrialización interno, la tasa de incremento del sector era entre 1878 y 1911 de un 3.6%. Las mercancías producidas eran básicamente bienes de consumo inmediato, dentro de los cuales destaca la producción textil.

Podríamos decir, a muy grandes rasgos, que durante el Porfiriato se verifican los primeros indicios de un moderno proceso de sustitución de importaciones de bienes de consumo, el cual se desprendía como resultado de las necesidades de reproducción económica de los polos exportadores de la economía mexicana.[ 8 ]

Semejante tipo de crecimiento económico nacional es limitado, pues:

El crecimiento que se orienta hacia las exportaciones atrae los recursos [humanos y físicos hacia] una especialización excesiva destinada a la producción de bienes específicos conforme a percepciones estacionarias y a corto plazo de las ventajas comparativas del mercado mundial. Cuando los términos del comercio varían desfavorablemente en el largo plazo, la economía puede no tener la capacidad para movilizar los recursos internos (o externos) hacia nuevos productos de exportación o hacia un sendero de crecimiento más orientado al desarrollo de mercados domésticos. El agotamiento de recursos naturales, así como el repartimiento de utilidades por parte de los inversionistas extranjeros, actúan como un freno al desarrollo que no tuvieron que enfrentar los países industrializados durante sus revoluciones industriales.[ 9 ]

La reflexión anterior se amolda bien al hecho histórico de que la revolución industrial que se comienza a experimentar durante los años de la dictadura porfirista se desarrolla limitada dentro de los márgenes de una economía nacional articulada hacia una fase determinada de desarrollo del capitalismo mundial, fase en la cual, los países subdesarrollados se insertan en ella, en calidad de productores de insumos.[ 10 ]

El sector industrial mexicano, orientado hacia la producción de bienes de consumo inmediato, encuentra sus incentivos, en tanto producto, en los efectos económicos multiplicadores experimentados por el desarrollo de los polos exportadores tanto agrícolas como mineros. Ahora bien, los eslabonamientos hacia adelante del sector industrial, a su vez, pudieron producir algún desarrollo de estos sectores antes mencionados, aunque su peso como factor dinámico en manera alguna fue el decisivo.

Por otra parte, el hecho de que el crecimiento en la capacidad de consumo de la población fuera lento significó un riesgo para los productores. Este fenómeno no fue el único que definió la inestabilidad del naciente mercado manufacturero. Otro elemento que produjo un crecimiento limitado del sector lo constituyó el que los eslabonamientos hacia atrás del sector manufacturero fueran totalmente débiles, puesto que las ramas manufactureras productoras de bienes de consumo, se veían imposibilitadas para desarrollar un sector productor de bienes de capital a la manera de los capitalismos clásicos. Estos modelos clásicos de industrialización nacionalmente eran imposibles de conseguir, debido a que los sectores productores de bienes de capital de los países desarrollados en ese momento, seguían políticas de exportación dentro de las cuales la demanda de los países subdesarrollados era de una importancia nodal.

Así, debido a estos factores ya señalados y sus interrelaciones con otros muchos elementos, la economía porfirista dependía notablemente, para su desarrollo, del comercio exterior y por supuesto de la inversión extranjera.[ 11 ] El ciclo de reproducción del capital consideraba una buena parte de su realización a través de las relaciones comerciales con el exterior. Prueba de la extrema dependencia de México con respecto a la economía mundial, lo fue históricamente el deterioro económico tan considerable que experimentó el país durante la primera década del presente siglo, como consecuencia de recesiones en la economía mundial, articuladas a una serie de calamidades naturales que habían deteriorado la producción agrícola. Ambos fenómenos conjugados, producirán una crisis económica que estimulara el descontento político de amplias capas de la población, con respecto al régimen porfirista.

Principales indicadores en la relación comercio exterior-industrialización, desde 1910 a 1929

El movimiento armado que va de 1910 hasta la entrada de la década de los años veinte impide coyunturalmente el desarrollo del mercado interno mexicano (aunque este restringimiento del mercado interno haya sido en otro momento una de las causas más importantes en el surgimiento de la Revolución Mexicana).

El hecho es que la inestabilidad política del país desarticuló lo medianamente articulado; verificándose como el ejemplo más claro, una sensible disminución entre 1910-1918 de la producción agrícola e industrial; colateralmente se restringieron el ingreso y la demanda. El movimiento armado necesariamente replegó históricamente las fuerzas productivas hacia formas de producción, intercambio, distribución y consumo de corte precapitalista. Por su parte, el comercio exterior adquirirá características adecuadas a la situación armada; ciertamente no se registrarán tendencias a la baja, las exportaciones mantendrán un ritmo creciente. Ello debido a que los polos productivos de exportación básicamente petroleros pero también mineros, en manos extranjeras, continuaron produciendo para los mercados externos cuyas ventas quedaron aseguradas a causa del conflicto bélico mundial de 1914-1917. Sin embargo, la consecuencia directa de esta orientación de las exportaciones durante la Revolución fue que la interrelación comercio exterior industrialización quedó interrumpida durante estos años.

Por otra parte, debemos considerar que el crecimiento del co mercio exterior de exportación se debió al respeto de los diferentes grupos militares por las aduanas y, en general, por la propiedad extranjera en bienes mineros extractivos, pues de ello en muchas ocasiones dependían las importaciones. Prueba de la importancia de este comercio externo de productos básicamente minero-petroleros es el hecho de que en 1911 estos productos representaron 62.5% de las exportaciones, mientras que para 1921 representaban 90% del conjunto.[ 12 ]

En lo tocante a las importaciones, durante los años revolucionarios se verificó un incremento en el rubro de consumo de materias vegetales, animales y minerales; sin embargo, se dio un descenso considerable del monto de las importaciones con una brusca recuperación a partir de 1918.[ 13 ] No obstante, conviene aclarar que el crecimiento en la demanda de importación de bienes de capital siguió su ritmo creciente en el total importado, aunque en montos menores.

A partir de 1917, con la toma del poder del Estado en manos del Ejército Constitucionalista, comenzó a desarrollarse una reactivación de la tendencia política orientada a centralizar el poder (trabajo que en la práctica prosiguió hasta la década de los años treinta). Desde el inicio de su proyección centralizadora, el nuevo Estado posrevolucionario será claro con respecto al proyecto de conducir al país por la vía de la industrialización apoyada en el dinamismo de los polos de exportación. Sólo que ahora la principal enseñanza que aportó la Revolución fue que el crecimiento económico debía ser impulsado por una mayor capacidad de ingreso a través de la modernización capitalista del campo y de los núcleos urbanos; la salarización u otras formas de liberación de la fuerza de trabajo se debían imponer como los ejes promotores del desarrollo de este mercado interno. Sin embargo, la Revolución no había terminado aún, el gobierno de Carranza llegó a su término plagado de conflictos sociales, especialmente porque las demandas de distintos grupos populares no habían sido atendidas. De ahí que la revuelta de Agua Prieta sea el producto no sólo del descontento de una facción del grupo en el poder, sino también del descontento popular.

En los hechos el gobierno fuerte emanado de la Revolución inicia su estabilización con Obregón; las políticas económicas y sociales fomentadas a partir de este gobierno y continuadas en líneas generales hasta el gobierno de Cárdenas, buscarán crear un fuerte mercado interno sostenido ahora por la necesidad de crear demanda en amplios grupos de empleados y asalariados que aseguraren la reproducción del ciclo industrial. México debía modernizarse como nación apoyada en el crecimiento de su industria incentivada por la demanda interna. Podríamos decir en forma muy sintética que los gobiernos posrevolucionarios persiguen los siguientes objetivos:

  1. Incorporar productivamente la fuerza de trabajo y el capital locales hacia formas productivas y de consumo propias del capitalismo industrial.[ 14 ]
  2. Fomentar la creación de un capital local tanto agrícola como industrial capaz de ser el eje de desarrollo de la economía mexicana,[ 15 ] ello a través de las siguientes políticas:
  • El fomento a la creación de obras de infraestructura de comunicaciones; caminos, carreteras, reestablecimiento y ampliación de ferrocarriles y telégrafos.
  • Obras de irrigación con objeto de apoyar el surgimiento de la agricultura moderna tanto de exportación como de consumo interno.[ 16 ]
  • Sistemas de crédito para la industria local para la agricultura, orientados éstos a beneficiar a pequeños y medianos productores.[ 17 ]

Dentro de este contexto, las preguntas a partir de las cuales se reflexionan las hipótesis de la siguiente parte de nuestro trabajo son las siguientes:

  1. ¿En qué sentido el comercio exterior y consecuentemente la inversión extranjera inciden en la política económica de los gobiernos revolucionarios hasta 1940?
  2. Si bien el nuevo proyecto político económico del gobierno era generar un proyecto capitalista donde el punto principal lo constituía la consigna de “México para los mexicanos”,[ 18 ] ¿cuáles fueron las coyunturas internas y externas que generaron todo un estira y afloja entre los intereses mexicanos y los extranjeros?
  3. ¿Cuáles son las coyunturas históricas tanto externas como internas que van guiando el camino del comercio exterior mexicano y en qué sentido influye éste sobre el proceso de industrialización?

Por otra parte, en este punto nos gustaría definir el porqué del corte histórico que abarca el periodo 1920-1940, relacionándolo con las preguntas formuladas anteriormente.

Los gobiernos que suben al poder a partir de 1920 tienen, como ya se apuntó, un proyecto histórico más acorde a las necesidades del país que el de los gobiernos anteriores, pese a que la dialéctica histórica que envolvía a estos proyectos externamente continuaba siendo la misma; en tanto que la dependencia económica de México con respecto a una fase de la economía mundial se mantenía bifurcada en los mismos dos sentidos: el sistema de comercio externo controlado por los países más desarrollados y, por otro lado, la inversión extranjera en campos clave del proceso productivo nacional. Los primeros gobiernos posrevolucionarios, sustancialmente los de Obregón y Calles, tratan de aflojarse la correa de transmisión de la que dependía México económicamente, sin lograrlo, hasta que se consiguen algunos resultados positivos durante el mandato de Cárdenas.

En 1930, a pesar de que Sterrett y Davis se quejaran amargamente de la política obrera y campesina, con respecto a la inversión extranjera y al clero por parte del gobierno, lo cierto es que México siguió dependiendo notoriamente para su financiamiento del comercio exterior y que desafortunadamente los espacios de negociación para el nuevo proyecto industrializador mexicano fueron muy limitados en lo tocante a independencia en relación con el extranjero. No obstante, todo un proyecto modernizante[ 19 ] se había alzado aparejando consecuencias muy importantes en el largo plazo para el desarrollo económico del país:

  1. El Estado se manifestaba como el promotor del desarrollo económico, financiando obras de infraestructura y apoyando créditos para capitalistas nacionales ubicados tanto en la agricultura como en la industria. Esta política tendrá una larga continuidad hasta nuestros días.
  2. La necesidad de crear asalariados agrícolas e industriales con posibilidades de ingreso era una nueva tendencia a la cual se acoplaban las políticas estatales,[ 20 ] fiscales, salariales, etcétera, así como las de las centrales sindicales[ 21 ] y partidos políticos ligados al aparato estatal. Esta política se mantendrá como tendencia a pesar de las escaladas inflacionarias y de la depresión económica de 1929 hasta 1939, en que comenzará a producirse una continua perdida en la capacidad de compra tanto obrera como campesina, que no podrá ser controlada por el gobierno sino durante el primer lustro del decenio de 1950.[ 22 ]

Por otra parte, como ya se apuntó, aunque pretendió llevarse a cabo bajo lineamientos nacionalistas la política de los primeros gobiernos posrevolucionarios, la relación de fuerzas de poder resultó negativa para los propósitos de la misma. La deuda exterior así como la caída de las exportaciones de la plata y del petróleo en 1926[ 23 ] fueron factores decisivos que promovieron otro tipo de negociaciones. Este fenómeno incluso condujo al endeudamiento externo del país con algunos bancos miembros del Comité Internacional de Banqueros.

Es de gran importancia considerar estos factores históricos que surgen en 1926, pues el país dependía, como antaño, demasiado de los ingresos por concepto del comercio exterior (de ellos fundamentalmente el petróleo), para llevar a cabo todo su proyecto de modernización industrializadora.[ 24 ] La caída mundial de los precios de la plata y del petróleo condujeron al país hacia una etapa económica que nosotros llamaremos de redefinición de su modelo de crecimiento.

Como ya hemos escrito con anterioridad, podríamos resumir en dos tendencias dominantes las posibilidades históricas de desarrollo económico para México: la tendencia de un crecimiento fundamentado en las actividades de exportación y en sus efectos multiplicadores dentro de las otras ramas de la producción; o bien, un desarrollo fundamentado en el crecimiento del mercado interno y del sector manufacturero. De hecho ambas posturas se encontraron íntimamente relacionadas, además de que las posibilidades de desarrollo de un modelo u otro se verificaron dentro de una negociación en una relación de fuerzas, bajo condiciones históricas determinadas.

La historia del México exportador, para 1926, en manera alguna estaba llegando a su fin sólo que comenzaba a compartir importancia con el surgimiento y desarrollo de una industria manufacturera orientada a la generación de bienes de consumo popular.[ 25 ]

Es en este punto, en el que nos parece pertinente aclarar que el proceso que se comienza a desarrollar a partir de 1926, en manera alguna es sólo de crisis; por el contrario, se trata de todo un proceso de redefinición de la economía mundial que necesariamente por sus características particulares condujo al país hacia el desarrollo de un proceso sustitutivo de importaciones que alentó las tendencias económicas del mercado interno en el largo plazo.

A partir de la coyuntura de 1926, el gobierno mexicano tendrá que reorganizarse para su financiamiento. Mientras que en 1910 el porcentaje de impuestos recabados para los ingresos federales en materia de importación fueron de 43.8%, durante la década de 1920-1930 éstos se mantuvieron en un 25% medio, como consecuencia de los efectos económicos ya apuntados con anterioridad. En lo tocante a impuestos por exportación, éstos se elevaron de 0.5% en 1910 a 8.1% en 1924, porcentaje que disminuyó hasta 4.5% en 1928.[ 26 ]

Con respecto al comercio exterior mexicano,[ 27 ] éste se había mantenido dentro de la misma dinámica antecedente, los productos minerales ocupaban el primer lugar en 1926, con un incremento de 335%[ 28 ] entre 1909 y 1926; la tendencia al estancamiento de la plata se había mantenido constante, pasando a representar junto con el oro, en 1903, 49.1% del grueso de las exportaciones; en 1927 sólo 13.8%. Por su parte los minerales de uso industrial tuvieron un incremento constante, pasando de 13.9%, en 1903, a 34.8% del total en 1927 (los metales más exportados fueron el zinc y el plomo, a Bélgica y Alemania).[ 29 ]

El petróleo como ya se apuntó tuvo el crecimiento más importante de su historia, así como un decremento drástico a partir de 1926, pues de representar en 1922 76.1% del total de exportaciones pasará en 1926 a 21.6%.[ 30 ]

Por otra parte, los productos agrícolas de exportación tendrán proporcionalmente alzas y bajas; sin embargo, su tendencia será más bien a la baja, aunque cabe aclarar que hay un proceso de recuperación entre 1926 y 1929, ello porque los rubros minero y petrolero caerán drásticamente. El hecho de que la producción agrícola de exportación represente un porcentaje fluctuante en su participación dentro del comercio exterior no significó que históricamente no representara una tendencia al crecimiento; por el contrario, Sterrett y Davis demostraban, en su informe al Comité Internacional de Banqueros, que los principales cultivos de exportación habían tenido incrementos sensibles (el ixtle, el café, el tomate, el garbanzo, el algodón, el azúcar y el arroz) entre 1920 y 1927.[ 31 ] En cuanto al henequén -el producto agrícola de exportación más importante-, éste manifestó un brusco descenso en 1921, para comenzar a recuperarse a partir de 1925; sin embargo, el monto vendido en 1927 aún no alcanzaba la proporción de 1920.

El rubro de importaciones podría ser diferenciado en este periodo, de 1920 a 1929, también en dos cortes: 1920-1925 y 1926-1929. Durante el primer periodo, los productos más demandados fueron los alimentos -vegetales y animales- y los minerales, puesto que las circunstancias históricas por las que atravesaba el país así lo exigían. A partir de 1925, comenzará a descender la importación de productos agrícolas y ganaderos, como consecuencia de la reactivación de estos rubros; no obstante, México seguiría importando este tipo de productos, aunque en montos menores. Por su parte, el renglón de importaciones manufactureras se centró en la compra de productos químicos y farmacéuticos, loza, vidrio labrado y madera, pero sobre todo, se mantuvo constante en la compra de bienes de capital, como resultado del desarrollo de la planta productiva interna.[ 32 ] Sin embargo, debemos aclarar que, aunque a simple vista la balanza de pagos mexicana durante la década 1920 y 1930 y posteriormente la de 1930-1940 aparezca como superavitaria, de lo que se podría deducir que el crecimiento económico financiado a través de un comercio exterior fue amplio, la realidad fue otra; la inversión extranjera ubicada en núcleos estratégicos de la economía: minas, petróleo, manufacturas y banca, principalmente, operaba en detrimento de la balanza de pagos, pues una parte considerable de las ganancias se transfería al extranjero.[ 33 ]

Según Sterrett y Davis, en 1927, las inversiones norteamericanas, británicas, francesas y algunas otras, ascendían a 4 600 millones de pesos.[ 34 ]

En un informe elaborado por la Asociación de Productores de Petróleo de México, a fines de 1927 se indica que, para 1926, los “elementos invisibles” en el comercio exterior mexicano habían causado un déficit global de 17 millones de pesos en la balanza. Aquel año habrían salido del país, según el informe, 129 millones de pesos, de los cuales sólo las compañías habían remitido 20 por concepto de utilidades.[ 35 ]

Ésta era una situación medular a la que debieron de enfrentarse los gobiernos de la década 1930-1940, dentro de una coyuntura favorable para la negociación positiva para de México.

Por otra parte, en lo tocante a la producción económica interna durante la década de 1920-1930,[ 36 ] la industria manufacturera pasó a representar 13.2% del producto interno bruto en cuanto a 1900, a 16.7% en 1930; los rubros del sector primario más importantes, agricultura y ganadería, disminuyeron su participación de 14.3 y 15.6% en 1900 a 13.1 y 10.6%, respectivamente, en 1930.

La importancia del petróleo y de la minería fue mayor que en 1900, pasando de 6.4 a 9.870 en materia mineral, mientras que el petróleo inició su etapa de proyección económica en la década de 1910-1920, pasando de representar 0.3% en 1910 a 3.7 en 1930.

El proceso de desarrollo industrial ciertamente tenía relación con el incremento de los nuevos productos de exportación, y de los que se habían mantenido en pie, puesto que el desarrollo de los polos exportadores crearon nuevas fuentes de ingreso además de mayor demanda. Sin embargo, colateralmente a este fenómeno, se desarrollaron actividades industriales que respondieron más bien a las necesidades internas: a la demanda popular de mejores niveles de vida, a las obras de infraestructura emprendidas por el nuevo gobierno que aumentaron la demanda tanto humana como productiva, al crecimiento de las burocracias civiles y públicas, al crecimiento del sector servicios; prueba del carácter interno del desarrollo industrial es que más de la mitad de la producción fabril, correspondía a la rama de textiles y alimentos.[ 37 ]

Nos parece importante definir que, a partir de este corte histórico coyuntural, aunado a la experiencia de la crisis económica mundial de 1929 y esta a su vez a la coyuntura desarrollada por la Segunda Guerra Mundial, el país iniciará una etapa de desarrollo industrial incentivada por el cierre del modelo de crecimiento fomentado por el comercio exterior, fortaleciéndose consecuentemente la vía del desarrollo industrial interno a través del obligado proceso de sustitución de importaciones.

Comercio exterior e industrialización, 1929-1940

Si tomamos en consideración que para esta época el comercio internacional servía fundamentalmente para comprar y vender productos primarios y materias primas, en condiciones de crisis necesariamente se redujeron de manera drástica el nivel de la demanda de estos productos. Los países desarrollados comenzaron a promover políticas proteccionistas con respecto a su producción agropecuaria.[ 38 ] “Los flujos de comercio internacional se derrumbaron. En los Estados Unidos las exportaciones totales, en el año de 1929, habían sido de 5 241 millones de dólares y las importaciones de 4 399. Para 1932, las cifras fueron 1611 y 1322, respectivamente”.[ 39 ] Las violentas repercusiones de esta crisis se dejaron sentir en Latinoamérica, teniendo que ser tomadas nuevas medidas al respecto. De esta situación se derivó lo que los economistas llaman modelo sustitutivo de importaciones. Es decir, el cierre de los mercados exteriores necesariamente hace que los países exportadores inicien una etapa redefinitoria en lo tocante a su proyecto económico, puesto que los recursos allegados por la vía de la exportación se restringen notoriamente, además de que las importaciones también son escasas. A ello se debe el que algunos países latinoamericanos, México entre ellos, hubiesen iniciado, a partir de la crisis de 1929, un proceso de desarrollo económico fincado en la producción industrial para sus mercados internos. Este fenómeno vendrá a ligarse posteriormente con otro, la Segunda Guerra Mundial iniciada en 1939. Pensamos que la unión de estos dos fenómenos permitió a algunos países latinoamericanos, la consolidación de un modelo de desarrollo económico más estable que el anterior, pero también sumamente frágil, por ser coyuntural.

Para México, la crisis de 1929 estimuló más aún la crisis económica que el país venía viviendo desde 1926. La nueva crisis golpea también en primera instancia al sector exportador y éste hacia adentro, generalizándose el fenómeno. Entre 1926 y 1929, las exportaciones mexicanas habían declinado, aunque justamente en el año de 1929 se verifica cierta mejoría; sin embargo, a partir de 1930 el monto comienza a descender más precipitadamente hasta llegar a sus grados más bajos en 1933.[ 40 ]

Por otra parte, la balanza de pagos, que antes de la crisis ya empezaba a acusar ciertos problemas -debido a que la balanza comercial, si bien favorablemente al país, ya se venía deteriorando-, con la depresión ve reforzada dicha tendencia, ya que este superávit comercial disminuyó aún más: el saldo positivo de 311 millones de pesos en 1926 siguió descendiendo hasta alcanzar el nivel mínimo de este periodo en 1930 con 109 millones. La capacidad de importar también se vio afectada por la salida de capitales extranjeros y por el deterioro en la relación de los términos de intercambio; el índice de precios de las exportaciones se redujo de 1929=100 a 1932=49.1, lo que junto con una reducción menos que proporcional de los precios de importación llevó al país a una relación de intercambio cada vez más desfavorable.[ 41 ]

El comercio exterior mexicano sufrirá un brusco descenso, registrándose una baja en 1933 tanto de las importaciones como de las exportaciones, 49% menor que las de 1928.[ 42 ]

Sin embargo, el efecto será corto, pues a partir de 1933, se inicia una recuperación, siendo el importe de las exportaciones 30% mayor en 1936 que el registrado en 1928, mientras que las importaciones 31%, respectivamente. La balanza de pagos experimenta una contabilidad superavitaria baja hasta 1933, en que inicia su recuperación; aunque cabe aclarar que el control extranjero de los polos de exportación disminuía mucho el margen de ganancia, además del nivel de fondos tributarios que el Estado tenía por concepto de impuestos al comercio exterior.

Durante toda esta década se mantendrá en marcha la tendencia histórica operante desde mucho tiempo atrás: la extraordinaria debilidad del país con respecto a los cambios en el exterior:

El control extranjero del sector exportador, el papel predominante de Estados Unidos en el comercio mexicano y la dependencia de las exportaciones para equilibrar los pagos internacionales (y para una proporción importante del ingreso gubernamental) significaban que la economía mexicana era extremadamente vulnerable a las presiones externas, tanto si éstas eran deliberadas como si eran consecuencia de los precios internacionales y las condiciones del mercado.[ 43 ]

El Estado, ante esta situación, trató de allegarse mayores recursos a través de un alza en las tarifas arancelarias que tenía como objeto aumentar los fondos fiscales. En síntesis, durante el periodo 1929-1934, el país experimentó una sensible baja económica, sólo que los efectos de la misma fueron más positivos que negativos, en tanto que dieron pie a la creación de un nuevo modelo de desarrollo. Si bien tanto el producto interno bruto como el comercio exterior disminuyeron, a partir de 1934 comenzarán a incrementarse de manera rápida y constante. Es precisamente dentro de esta coyuntura externa e interna que tiene una explicación estructural el comportamiento de la mecánica cardenista.

En lo que tocante al comercio exterior, a partir de 1934 se darán aumentos significativos en la producción general con algunos cambios en las tendencias. En cuanto a las materias minerales y el petróleo, se mantendrán representando más de 70% de las exportaciones. Los minerales de mayor importancia continuarán siendo el oro, la plata, el plomo, el cobre y el zinc, aunque con cambios en su porcentaje, pues los productos minerales de uso industrial seguirán su carrera de franco ascenso dentro de este renglón, rebasando en su valor a las exportaciones de oro y plata a partir de 1937.[ 44 ]

El petróleo mexicano se recuperará de la crisis productiva desde 1934, sin embargo no volverá a alcanzar durante esta década el nivel productivo registrado durante el primer lustro de la década de 1920-1930.

La exportación de productos vegetales se mantendrá en segundo lugar siendo sus principales exportaciones las de henequén, café y, a partir de 1934, plátano fresco; otros productos vegetales de menor importancia serán el ixtle, la raíz de zacatón, el chicle y las legumbres. En términos generales podemos decir que, a partir de 1929, hay una tendencia a la baja de los productos vegetales dentro del total exportado. Por su parte, la ganadería y la industria manufacturera experimentarán los ritmos de crecimiento más novedosos, recuperándose el primer rubro a partir de 1935 de la fuerte depresión en que había quedado después del movimiento revolucionario; sin embargo, cabe señalar que su participación dentro del porcentaje total se mantendrá en niveles bajos. Por su parte las manufacturas exportadas, si bien no son de consideración dentro del total, sus ritmos de crecimiento fueron ascendentes, aunque no pasaron de 2% del total de productos exportados.[ 45 ]

Por lo que respecta a las importaciones, éstas también experimentaran un incremento sensible a partir de 1934, aunque a ritmos bastante menores que los registrados por las exportaciones.[ 46 ] La tendencia al crecimiento de las importaciones de máquinas, aparatos y herramientas seguirá constante, pasando de representar en 1930 18% del total a 33.3% en 1939.[ 47 ] Por su parte, los productos alimenticios tanto vegetales como animales disminuirán en sus niveles de importación. El maíz, el trigo, la grasa animal, el huevo y otros productos serán sustituidos por la producción interna. Las materias minerales, junto con los productos de la industria química, sustituirán en importancia a los alimentos.

Estos cambios operados en el rubro de importaciones evidenciaban el paso de México hacia la consolidación industrial. Por su parte, las exportaciones serán un apoyo al crecimiento económico aunque no de manera tan significativa como lo fue la conformación de un mercado interno. Prueba de ello, es que mientras en 1928 el 39.88%, de los ingresos de la federación correspondían a impuestos exteriores, para 1935 el porcentaje había disminuido a un 22.93%

Si bien es cierto que la producción interna mexicana se vio afectada sensiblemente por la crisis de 1929, lo cierto es que fue por pocos años y leve en los dos sectores productivos más importantes: la agricultura y la industria manufacturera. La agricultura experimentará sólo una baja de 2%, entre 1929 y 1934, puesto que la mayor parte del sector se encontraba enfocado hacia la producción interna; la industria manufacturera, aunque afectada, pasa a una pronta recuperación a partir de 1934.[ 48 ]

Durante el decenio de 1930-1940 los rubros económicos que aportaban el producto interno bruto se aglutinaron en orden de importancia de la siguiente manera: comercio, otros servicios, manufacturas, agricultura, ganadería, gobierno, minería, petróleo, transportes, construcción, electricidad, silvicultura y pesca.[ 49 ]

De esta lista podemos desprender varias consecuencias: si tomamos en consideración que tanto el sector comercio como el sector servicios no son mayormente productivos, queda claro que durante el decenio 1930-1940 México se convertirá en un país orientado hacia la producción industrial, pero apoyado por un sector agrícola de importante participación en la economía. Por otra parte, debemos destacar que dos rubros importantes en lo referente a su participación dentro del producto interno bruto, el petróleo y la minería (sectores de exportación), durante el decenio 1920-1930 pasarán a ser sustituidos en orden de importancia por el sector gubernamental, teniendo éste un crecimiento acelerado.[ 50 ]

Por último, debemos remarcar la importancia de dos rubros económicos en continuo ascenso desde la década pasada, el de transportes y el de construcción.

En síntesis, podríamos decir que, como respuesta a la crisis de 1929, México inicia su recuperación económica a través del fortalecimiento del aparato productivo industrial, desarrollándose un proceso industrial sustitutivo de importaciones, a la vez que ampliándose los giros industriales precedentes. La nula competencia interna de las mercancías mexicanas con las extranjeras, aunada a un sensible aumento del gasto público, pudo activar el crecimiento de este tipo de economía. Sin embargo, habría que marcar algunas contradicciones muy importantes en lo tocante a la puesta en práctica de este nuevo modelo de crecimiento:

  1. El Estado juega un papel muy importante no sólo como promotor industrial sino también como un constante inversionista, lo que ocasiona que las finanzas gubernamentales no fueran muy sólidas y que los industriales requirieran continuamente del apoyo del Estado para su reproducción económica.[ 51 ]
  2. La inversión extranjera directa es muy fuerte para 1934; la minería y el petróleo, así como la industria eléctrica y los ferrocarriles, se encuentran controlados por capitales extranjeros, fundamentalmente norteamericanos, fenómeno que restringe los espacios de movimiento para el desarrollo económico interno, así como los márgenes de las utilidades.[ 52 ]
  3. El cierre de los mercados exteriores de los países desarrollados es muy coyuntural, por lo que el proceso de industrialización sustitutivo de importaciones es muy débil en el largo plazo.
  4. El comercio exterior, aunado a la inversión extranjera, en su gran mayoría está monopolizado por los Estados Unidos, fenómeno que hace sumamente vulnerable a la economía nacional.

Dentro de estas condiciones nacionales fomentadas por los cambios en la economía mundial se irán gestando diferentes procesos de negociación entre México y los países desarrollados, especialmente los Estados Unidos; la relación de fuerzas no era, como no ha sido hasta ahora, muy equilibrada, a pesar de ello se dieron, dentro del decenio 1930-1940, resultados positivos para el futuro económico de México, aunque éstos sólo hayan sido coyunturales y muy poco estructurales en el largo plazo.

Cuadro 1
El comercio exterior de México, 1911-1945
(Valor en pesos)

Año
Importaciones
Exportaciones
1911-1912
182 662 311
297 989 129
1912-1913
192 292 462
300 405 552
1913-1914
171 313 712
319 146 260
1914
19 463 366
25 590 222
1915
52 831 306
251 202 986
1916
84 699 938
486 934 496
1917
190 439 591
306 726 284
1918
276 217 464
365 568 386
1919
237 038 347
393 790 000
1920
396 681 761
855 094 044
1921
493 161 741
756 923 697
1922
308 499 612
643 549 695
1923
315 108 526
568 471 114
1924
321 371 605
614 712 515
1925
390 996 172
682 169 832
1926
381 263 040
691 753 935
1927
346 387 272
633 658 850
1928
357 762 358
592 444 048
1929
382 247 637
590 658 605
1930
350 178 416
458 674 489
1931
216 585 416
399 711 314
1932
180 912 211
304 697 177
1933
244 475 056
364 967 039
1934
333 973 908
643 710 297
1935
406 136 234
750 292 490
1936
464 142 705
775 313 330
1937
613 755 448
892 388 563
1938
494 118 125
838 127 957
1939
629 703 225
914 389 882
1940
669 016 462
960 041 432
1941
915 110 234
729 515 609
1942
753 038 993
989 725 173
1943
909 583 302
1 130 228 780
1944
1 895 198 265
1 046 984 709
1945
1 604 404 468
1 271 878 431

FUENTE: México exportador, México, Banco Nacional de Comercio Exterior, 1939, y Anuario Estadístico del Comercio Exterior de los Estados Unidos Mexicanos, 1948.

 

Cuadro 2
Estructuras de la producción, 1900-1930
(Millones de pesos 1950)

Rubro
1900
%
1910
%
1930
%
Producto interno bruto
8 540
100.0
11 825
100.0
14 946
100.0
Agricultura
1 218
14.3
1 344
11.4
1 962
13.1
Ganadería
1 335
15.6
1 510
12.8
1 591
10.6
Manufactura
1 131
13.2
1 620
13.7
2 489
16.7
Minería
547
6.4
1 044
8.8
1 458
9.8
Petróleo
-
-
34
0.3
522
8.7
Transporte
264
3.1
330
2.8
793
5.3
Comercio
-
-
-
-
2 365
15.8
Gobierno
-
-
-
-
543
3.6
Otras actividades
4 045
47.4
5 943
50.3
3 193
21.4
FUENTE: C. W. Reynolds, La economía mexicana. Su estructura y crecimiento en el siglo XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 1973, p. 82-84.

 

Cuadro 3
Exportaciones por ramas productivas 1925-1937
(Porcentaje del total)

Año
Oro y plata
Petróleo
y sus derivados
Otros
productos minerales
Productos agrícolas
Productos
manu-
facturados
Productos granaderos
1903-1904
49.1
13.9
28.7
2.9
5.1
1904-1905
45.0
17.4
28.3
4.1
5.0
1905-1906
57.9
13.1
23.2
1.4
4.3
1906-1907
49.8
14.7
28.9
1.9
4.5
1907-1908
51.4
13.8
28.9
1.8
3.9
1908-1909
48.9
13.5
29.3
2.1
6.0
1909-1910
45.7
14.4
29.8
2.2
7.7
1910-1911
48.6
12.6
31.0
0.1
5.7
1911-1912
46.8
15.6
28.0
2.7
6.6
1912-1913
43.5
19.5
28.5
1.6
6.5
1920
15.6
60.4
9.0
12.3
1.7
0.7
1921
11.8
76.1
3.0
8.0
0.6
0.3
1922
17.0
64.0
7.1
10.4
0.6
0.6
1923
20.5
47.5
17.2
13.0
0.8
0.7
1924
19.8
47.7
15.4
15.6
0.5
0.8
1925
19.8
42.7
17.5
17.7
0.5
1.4
1926
19.8
32.8
23.0
21.3
0.7
2.0
1927
13.8
21.6
34.8
25.4
1.1
3.0
FUENTES: Datos obtenidos a partir del libro México exportador, México, Banco Nacional de Comercio Exterior, 1939, y de Sterrett y Davis, en su reporte enviado al Comité Internacional de Banqueros, “Fiscal and economic condition of Mexico”, 1928.

 

Cuadro 4
Exportaciones por ramas productivas, 1925-1937
(Porcentaje del total)

Año
Materias
animales
Materias
vegetales
Materias
minerales

Manufacturas
y diversos

1925
1.4
17.7
80.0
0.5
1926
2.0
21.3
75.6
0.7
1927
3.0
25.4
70.2
0.1
1928
3.4
28.9
66.7
0.9
1929
3.1
24.4
71.5
0.8
1930
3.6
24.9
70.4
0.9
1931
1.7
21.8
75.2
1.1
1932
1.8
24.0
72.0
1.9
1933
2.0
22.1
73.2
2.5
1934
1.6
14.2
83.1
1.0
1935
2.0
15.4
81.3
1.0
1936
2.0
22.2
74.6
1.0
1937
2.4
16.5
79.4
1.5
FUENTE: Datos obtenidos a partir del libro México exportador, México, Banco Nacional de Comercio Exterior, 1939.

 

Cuadro 5
Principales líneas de exportación, 1928-1939
(Miles de pesos)

Año
Materiales
animales
Materiales
vegetales
Materiales minerales
Manufacturas y diversos
Totales
1928
20 298
171 307
395 420
5 417
682 169
1929
18 642
144 472
422 795
4 748
691 753
1930
16 741
114 472
323 306
4 514
633 658
1931
7 082
87 533
300 634
4 416
592 444
1932
5 678
73 363
219 576
6 078
590 658
1933
7 620
80 749
267 454
9 142
458 674
1934
10 338
91 602
535 022
6 747
643 710
1935
15 588
116 096
610 680
7 917
750 292
1936
16 013
172 615
578 913
7 769
775 313
1937
21 556
148 052
708 704
14 075
892 388
1938
23 071
123 280
677 713
14 062
838 127
1939
45 235
141 485
708 583
19 084
914 389
Fuente: México exportador, México, Banco Nacional de Comercio Exterior, 1939, y Anuario Estadístico del Comercio Exterior de los Estados Unidos Mexicanos, 1939.

 

Cuadro 6
Producto interno bruto, 1929-1940
(Millones de pesos 1960)

Año
Agricultura
Ganadería
Silvicultura
Pesca
Minería
Petróleo
Manufacturas
Construcción
1929
4 145
2 840
177
37
2 296
1 121
4 435
902
1930
3 525
2 745
146
34
2 078
1 104
4 415
875
1931
4 662
2 841
209
22
1 813
897
4 195
756
1932
4 141
2 816
299
25
1 257
925
3 074
665
1933
4 579
2 790
423
20
1 311
1 021
4 084
852
1934
4 057
3 237
887
39
1 560
1 217
4 435
1 135
1935
4 282
3 407
393
37
1 619
1 245
5 153
979
1936
4 682
3 572
379
34
1 697
1 162
5 840
1 331
1937
4 511
3 664
327
39
1 938
1 331
5 994
1 520
1938
4 662
3 600
484
59
1 948
1 289
6 252
1 577
1939
5 223
3 641
609
49
1 767
1 317
6 752
963
1940
4 672
3 703
626
56
1 736
1 253
7 193
1 169

 

Cuadro 7

Año
Electricidad
Transportes
Gobierno
Comercio
Otros
servicios
Total
1929
253
942
1 814
11 405
6 286
36 652
1930
252
933
1 694
10 827
5 736
34 364
1931
253
879
1 532
11 697
5 743
35 503
1932
265
796
1 623
9 245
5 076
30 207
1933
144
690
1 605
10 663
5 328
33 620
1934
303
954
1 802
10 427
5 836
35 889
1935
341
893
1 956
11 995
6 249
38 549
1936
367
973
2 466
12 396
6 714
41 633
1937
392
1 060
24 007
12 929
5 879
43 011
1938
396
1 069
2 409
13 004
6 959
43 708
1939
345
1 135
3 286
14 281
6 696
46 058
1940
354
1 187
3 348
14 439
6 957
45 693
FUENTE: Leopoldo Solís, La realidad económica mexicana, México, Siglo XXI Editores, 1981, cuadro III-1.

 

[ 1 ] Una reflexión histórica parecida a la lógica de estos puntos, se puede encontrar en Mario Cerutti, “División capitalista de la producción, industrias y mercado interior, con estudio regional: Monterrey (1890-1910)”, en El siglo XIX en México, México, Claves Latinoamericanas, 1985.

[ 2 ] Elementos importantes para el análisis de esta integración económica en México durante la Colonia los aportan los siguientes textos: David Brading, Mineros y comerciantes en el México borbónico, México, Fondo de Cultura Económica, 1975, segunda y tercera partes. P. Bakewell, Minería y sociedad en el México colonial. Zacatecas (1546-1700), México, Fondo de Cultura Económica, 1984, capítulos 4-6. P. Hadley, Minería y sociedad en el centro minero de Santa Eulalia, Chihuahua (1709-1750), México, Fondo de Cultura Económica, 1979, capítulos IV-VI. En el caso del siglo XIX, véase J. Bazant, “Evolución de la industria textil poblana (1554-1845)”, Historia Mexicana, México, n. 15, 1964, y R. Potash, El Banco de Avío de México, 1821-1846, México, Fondo de Cultura Económica, 1959.

[ 3 ] Véase Friedrich Katz, La servidumbre agraria en México en la época porfiriana, México, Era, 1982.

[ 4 ] Véanse comentarios al respecto en S. Haber, “The porfirian industrial cycle: 1886 to 1930”, ponencia presentada en el Coloquio sobre Ciclos y Crisis de la Economía Mexicana, Center for United States/Mexican Studies, University of California, San Diego, 1985.

[ 5 ] Véase Inés Herrera Canales, Estadística de comercio exterior de México (1821-1875), México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1980 (Colección Científica, 87).

[ 6 ] Véase Estadísticas económicas del Porfiriato. Comercio exterior de México 1877-1911, México, El Colegio de México, 1960.

[ 7 ] Datos calculados en Estadísticas económicas del Porfiriato. Comercio exterior de México 1877-1911, México, El Colegio de México, 1960.

[ 8 ] “Durante el periodo considerado comenzó a aprovecharse en mayor medida la producción de materias primas locales, con la consiguiente 'sustitución de importaciones' en este renglón, variando, por lo tanto, la composición global de las importaciones, y que disminuyó en términos relativos la parte correspondiente a materias primas no elaboradas”. J. Ayala Blanco, “El nuevo Estado y la expansión de las manufacturas. México 1877- 1930”, en Desarrollo y crisis de la economía mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1981, p. 21.

[ 9 ] John Coatsworth, Los ferrocarriles durante el Porfiriato, México, Era, 1984.

[ 10 ] “En el último decenio del siglo el superávit de la balanza comercial alcanzó en promedio 25 millones de pesos anuales. Aunque el principal producto de exportación fue todavía el metal precioso, perdió importancia frente a los metales para la industria y los productos agropecuarios”. Luis González, “El liberalismo triunfante”, en Historia general de México, 4 v., México, El Colegio de México, 1978, v. 3, p. 234.

[ 11 ] “[...] la esencia de la estrategia [para el desarrollo económico] consistía en tomar cualquier medida que fuera necesaria para alentar grandes cantidades de inversiones extranjeras a venir a México; [sobre todo] las inversiones orientadas hacia la exportación, las relacionadas con la generación de productos para la venta en mercados extranjeros [que] eran incuestionablemente mucho más productivas y [que] condujeron hacia una expansión rápida de la producción en México durante las dos décadas que abarcaron el fin del siglo XIX y el principio del actual”. Daniel Cosío Villegas, Historia moderna de México, México, Hermes, 1965, v. VII, p. XIX.

[ 12 ] Véase Diego López Rosado, Historia y pensamiento económico de México. iv. Comercio Interior y Exterior. Sistema Monetario y del Crédito, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1971, p. 200.

[ 13 ] Véase México exportador, México, Banco Nacional de Comercio Exterior, 1939, p. 11-14.

[ 14 ] Gonzalo Robles, importante colaborador en el desarrollo de esta política económica posrevolucionaria, escribió al respecto: “En aquella infraestructura, que siguieron acrecentando todos los gobiernos de la Revolución, habría de encontrar la iniciativa privada 'economías externas' para sus empresas, y el consumidor mexicano provechos considerables derivados de la concurrencia a mercados más integrados, más dinámicos, con volúmenes de oferta cada vez mayores y más diversificados; como contrapartida el productor encontraría una capacidad de compra incrementada a consecuencia de un desarrollo balanceado. Esta acción oportuna del Estado, representa una de las premisas más importantes de la Revolución Mexicana”. Gonzalo Robles, “El desarrollo industrial”, en México, cincuenta años de revolución, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, t. I, p. 180.

[ 15 ] “A partir de 1917 el gasto público se fue dirigiendo no a las obras públicas que se dedicaran a la minería, sino que fue centralmente consagrado a los sistemas de irrigación, a los caminos secundarios de alimentación, a las redes de energía eléctrica, todo lo cual intentaba reforzar el mercado interno”. J. Ayala Blanco, “El nuevo Estado y la expansión de las manufacturas. México 1877- 1930”, en Desarrollo y crisis de la economía mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1981, p. 35.

[ 16 ] Véase Adolfo Orive Alba, “Las obras de irrigación”, en México, cincuenta años de revolución, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, t. I.

[ 17 ] Véase Raúl Ortiz Mena, “Moneda y crédito”, y Octaviano Campos Salas, “Las instituciones nacionales de crédito”, en México, cincuenta años de revolución, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, t. I.

[ 18 ] Véanse al respecto, los comentarios de los norteamericanos Sterret y Davis en su reporte enviado al Comité Internacional de Banqueros, “The fiscal and economic condition of Mexico”, en el parágrafo titulado “Policy towards foreigners and foreign capital”.

[ 19 ] Cuando Enrique Krauze y los otros autores del libro Historia de la Revolución Mexicana, 1924-1928. 10. La reconstrucción económica (México, El Colegio de México, 1977) manejan el concepto de “nueva política” emanada del gobierno mexicano, explican muchos elementos clave en lo tocante al intento de capitalización a través del fortalecimiento del mercado interno y de la promoción industrial, política que será el punto de partida de las subsecuentes políticas gubernamentales en México.

[ 20 ] Para 1930, los salarios se triplicaron, mientras que los precios subieron 239%, restándose así un margen benéfico de 61%. Véase Humberto Lombardo T., Construyendo México, 1940-1946, México, 1946.

[ 21 ] English Walling, en su libro The Mexican question, escribía en 1827: “El objetivo principal de las centrales sindicales, para el cual han asegurado la cordial cooperación con las grandes organizaciones empresariales, es construir la industria mexicana con la idea de incrementar numéricamente la clase obrera, proporcionarle mejores trabajos y niveles de vida, además, de independizar económicamente al país”.

[ 22 ] Véase al respecto: Jeffrey Bortz, “Price and wage cycles in recent Mexican history”, ponencia presentada en el Seminario Cycles and Crises in the Mexican Economy: the Long View, San Diego, California, mayo 1985.

[ 23 ] “La exportación de plata y oro creció a partir de 1922; en 1926, sufrió un descenso debido a la baja producción de oro y a la caída del precio internacional de la plata, que se comenzó a sentir en julio de 1926. Siguiendo líneas paralelas a las de la producción, el comercio exterior de petróleo floreció hasta 1922, cuando se inició su descenso; entre 1921 -cuando México fue el segundo productor petrolero del mundo- y 1927, cuando fue rebasado por la urss y Venezuela, las exportaciones se redujeron en 76%. La caída entre 1926 y 1927 fue la más abrupta, 42%”. Jean Meyer, Enrique Krauze y Cayetano Reyes, Historia de la Revolución Mexicana, 1924-1928. 10. La reconstrucción económica, México, El Colegio de México, 1977, p. 215.

[ 24 ] Para mayores datos consultar: Jean Meyer, Enrique Krauze y Cayetano Reyes, Historia de la Revolución Mexicana, 1924-1928. 10. La reconstrucción económica, México, El Colegio de México, 1977, p. 27.

[ 25 ] Véase cuadro número 3. Dentro de la estructura económica de la producción interna, el crecimiento de la industria manufacturera así como del comercio fue mayor que en ninguno de los otros rubros económicos.

[ 26 ] Datos obtenidos en Sterrett y Davis, “The fiscal and economic condition of Mexico”, Comité Internacional de Banqueros, p. 50.

[ 27 ] Consultése, para este apartado en su conjunto, el cuadro número 3.

[ 28 ] Véase Sherwell G. Butler, Mexico's capacity to pay. A general analysis of the present internacional economic position of Mexico, Washington, s. e., 1929.

[ 29 ] Jean Meyer, Enrique Krauze y Cayetano Reyes, Historia de la Revolución Mexicana, 1924-1928. 10. La reconstrucción económica, México, El Colegio de México, 1977, p. 215.

[ 30 ] Al respecto apuntan Meyer, Krauze y Reyes: “La competencia de Colombia y Venezuela, la sobreproducción en los Estados Unidos, la nueva legislación nacionalista de México, la improductividad de los pozos, determinaron entre otros factores, un descenso impresionante de los ingresos por concepto de producción y venta de petróleo”, Historia de la Revolución Mexicana, 1924-1928. 10. La reconstrucción económica, México, El Colegio de México, 1977, p. 27.

[ 31 ] Véase Sterrett y Davis, “The fiscal and economic condition of Mexico”, Comité Internacional de Banqueros, p. 152-154.

[ 32 ] Consultar datos en Diego López Rosado, Historia y pensamiento económico de México. iv. Comercio Interior y Exterior. Sistema Monetario y del Crédito, México, U niversidad Nacional Autónoma de México, 1971, p. 203-206: “el hecho más sobresaliente de la política comercial sería el cambio fundamental en la estructura de las importaciones, la substitución de un intercambio que llevaba a gastar una gran parte de los recursos de divisas en mercancías innecesarias y artículos de consumo, por otro que conduciría a usarlos de modo predominante en la compra de maquinaria, equipo y materias primas industriales...”, p. 210.

[ 33 ] Véase Sterrett y Davis, “The fiscal and economic condition of Mexico”, Comité Internacional de Banqueros, p. 117-119.

[ 34 ] Sterrett y Davis, “The fiscal and economic condition of Mexico”, Comité Internacional de Banqueros, p. 17.

[ 35 ] Merril Rippy, Oil and the Mexican Revolution, Ball State University, 1972, p. 124, citado por Jean Meyer, Enrique Krauze y Cayetano Reyes, Historia de la Revolución Mexicana, 1924-1928. 10. La reconstrucción económica, México, El Colegio de México, 1977, p. 229.

[ 36 ] Véase W. Reynolds Clark, La economía mexicana. Su estructura y crecimiento en el siglo XX, México, 1973, p. 82-84, y cuadro 2.

[ 37 ] “[...] al término de la década de 1920-1930, la industria manufacturera reflejaba un cambio favorable: 45% del empleo industrial correspondía al sector fabril y el resto a la producción artesanal y familiar. En 1929, existían 48 255 establecimientos y el número de obreros de las fábricas censadas era de 316 330. Dentro del total de la población productiva, el porcentaje correspondiente a los trabajadores industriales pasó de 10.94 en 1921 a 13.4 en 1930; [en este último año] de toda la producción industrial, correspondía 33% a la rama alimentaria; 28% a la industria textil; 26% al grupo de industrias de la construcción, electricidad, madera y muebles, papel, artes gráficas, vidrio, hule, tabaco, peletería, óptica y joyería; el 13% restante a la química y a la siderúrgica.” Emilio Vera Blanco, “La industria de la transformación”, en México, cincuenta años de revolución, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, v. I, p. 269.

[ 38 ] Véase Aldo Ferrer, Economía internacional contemporánea, México, Fondo de Cultura Económica, 1983, p. 28-30.

[ 39 ] T. K. Galbraith, El crack del 29, Barcelona, Seix Barral, 1965, p. 129.

[ 40 ] Consúltese cuadro 1.

[ 41 ] Ciro Velasco, “El desarrollo industrial de México en la década 1930-1940. Las bases del proceso de industrialización”, en Desarrollo y crisis de la economía mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1981, p. 51.

[ 42 ] Consúltese México en cifras, México, Secretaría de la Economía Nacional, Dirección General de Estadística, comentario número 24, 1937.

[ 43 ] Nora Hamilton, México, los límites de la autonomía del Estado, México, Era, 1983, p. 175.

[ 44 ] Consúltese México exportador, México, Banco Nacional de Comercio Exterior, 1939, capítulo ix, productos minerales, y Anuario Estadístico del Comercio Exterior de los Estados Unidos Mexicanos 1939, México, Secretaría de la Economía Nacional, Dirección General de Estadística, 1941, p. 1177.

[ 45 ] Véase cuadro 4.

[ 46 ] Consúltese cuadro 1.

[ 47 ] Consúltese Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos 1939, México, Secretaría de la Economía Nacional, Dirección General de Estadística, 1941, p. 1172-1177. “En marzo de 1937, el secretario de Hacienda, Suárez, presentó al agregado comercial norteamericano en México una lista de compras realizadas por el gobierno mexicano en Estados Unidos, efectuadas la mayoría entre diciembre de 1934 y enero de 1936, por una cantidad superior a 91 millones de pesos [aproximadamente 28.8 millones de dólares], incluidos cincuenta millones de pesos de equipo rodante y otros materiales para los Ferrocarriles Nacionales; ocho millones de maquinaria para el ingenio azucarero de Zacatepec; once millones de maquinaria, productos eléctricos, vehículos y otros para la Secretaría de Comunicaciones; y 5.8 millones para maquinaria de riego y equipo.” Nora Hamilton, México, los límites de la autonomía del Estado, México, Era, 1983, p. 185.

[ 48 ] En 1929 la industria manufacturera representaba 12% del producto interno bruto; para 1935 ya había ascendido a 13.3%.

[ 49 ] Consúltese cuadro 6.

[ 50 ] “Las inversiones del sector público, categorizadas separadamente del presupuesto del gobierno federal, también reflejan la distinta orientación política del gobierno de Cárdenas. En la década anterior (1925-1934), las inversiones autorizadas en el sector público fluctuaron entre 85 y 100 millones de pesos; durante el sexenio de Cárdenas aumentaron de 137 millones de pesos en 1935 a 290 millones en 1940.” Nora Hamilton, México, los límites de la autonomía del Estado, México, Era, 1983, p. 175.

[ 51 ] Las tendencias mencionadas en las páginas 245 y 246 de nuestro trabajo tendrán su momento de mayor vigor durante el gobierno de Cárdenas.

[ 52 ] Desde nuestro punto de vista, se pueden explicar las diferentes nacionalizaciones durante la época de Cárdenas.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 11, 1988, p. 233-261.

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