Antonia Pi-Suñer Llorens
No fue, en consecuencia, culpa del general Filisola el que Texas quedase en poder de los rebeldes, y sí de los medios, que desde un principio no fueron proporcionados ni a la fuerza, ni al tiempo, ni a la empresa, ni a las operaciones que demandaba el sostener aquel departamento; de la falta de recursos que no se cuidó o no se pudieron remitir con oportunidad; del general Urrea que faltó a la verdad al gobierno y lo indujo a dictar providencias inoportunas; de la dilapidación de los caudales subsiguientes de la hacienda pública y de las circunstancias políticas en que desde entonces se ha visto la nación continuamente y, por último, de la Divina Providencia que así lo dispuso.[ 1 ]
Así terminan las Memorias de la primera campaña de Texas, escritas por el general Vicente Filisola, ejemplo de una fuente inagotable de datos para aquel que estudie dicho episodio de nuestra historia. Y así como éstas, muchas otras de tantos otros militares que por una razón u otra quisieron dejar plasmada, por escrito, su actuación en tal o cual campaña, no importando su rango, ya fueran simples soldados como José Enrique de la Peña o Carlos Sánchez Navarro; altos oficiales, como Pedro Delgado y Manuel María Giménez, o, inclusive, presidentes de la República como el general Antonio López de Santa Anna.
Nos proponemos hablar del interés que para la historia militar pueden tener unas Memorias de este género, en que se nos dan tantos datos para examinar el éxito o el fracaso de una campaña. Nos parece que el general Filisola es un personaje importante para la historia, ya no sólo militar, sino para la historia general de México y nos llama la atención que tanto su personalidad como su obra escrita no hayan sido objeto de un estudio más serio. La historia oficial lo ha tachado de traidor o simplemente de pusilánime, y así ya "etiquetado" ha quedado en el olvido. No se trata, aquí, de enjuiciarlo o determinar si su retirada de Texas fue acertada o no, si obró por miedo o por sensatez y si en realidad demostró un carácter débil, ya que no nos sentimos capacitados para examinarlo desde el punto de vista militar y aun político. Lo que nos interesa es el análisis de sus Memorias como una importante fuente historiográfica, no sólo para la guerra de Texas sino para todo aquel periodo de nuestra historia.
Antes de entrar en dicho análisis, nos parece básico dar algunos datos acerca de la vida de nuestro personaje. Nace don Vicente Filisola en 1785 en Ravello, reino de Nápoles; pasa de allí a España para luchar en contra de los franceses cuando la intervención napoleónica, para después venir a México con las tropas realistas. Ya aquí, será uno de los primeros oficiales en secundar el Plan de Iguala, y el primero en entrar con el Ejército Trigarante a la ciudad de México. En el mismo año será nombrado, por Iturbide, capitán general y jefe político superior de Guatemala, en el momento en que Centroamérica proclama su independencia de España y se une a México como parte integrante del Imperio Mexicano; con este cargo somete Filisola a los sublevados de San Salvador que no querían anexarse a México. Al proclamarse el Plan de Casa Mata, se adhiere a éste, traicionando por lo tanto la causa iturbidista. Tanto fue criticada su actuación en Centroamérica, que en 1824 escribió su primera obra justificativa: La cooperación de México en la independencia de Centro América. Tuvo después varios cargos como comandante general y en el año de 1829 combatió contra la expedición de Barradas; en 1831, por medio de su apoderado, José María de Aguirre, contrató con el gobierno grandes porciones de terrenos en Texas para colonizarlos con seiscientas familias extranjeras, o sea que desde entonces tuvo intereses, básicamente económicos, en aquella región. En 1832 fue vocal del Supremo Tribunal de Guerra, y apenas instalado el gobierno federal emanado de los Convenios de Zavaleta, fue nombrado comandante general de los Estados Internos de Oriente con la comisión de marchar a pacificar Texas que ya estaba en plena efervescencia y preparaba su segregación de la República. No había pasado un año cuando solicitó Filisola su relevo debido a una seria enfermedad y no contar, dice él, con recursos suficientes para pacificar aquella región. De regreso a México en 1834, permaneció alejado de la vida pública hasta que al iniciarse la guerra con Texas ofreció sus servicios al gobierno, nombrándolo el general Santa Anna segundo en jefe del ejército a su mando. Se le ordenó que marchase a San Antonio Béjar, en ayuda del general Cos, pero antes de llegar nuestro personaje aquél ya había capitulado. Después de varias acciones militares sobre las cuales no viene al caso alargarnos aquí, el 22 de abril de 1835 recibió la noticia del desastre de San Jacinto y de la prisión de Santa Anna. Filisola decidió retirar las tropas hasta el río Colorado con la intención, dice él, de preparar una nueva campaña. Recibió días después una carta de Santa Anna en la que le pedía que se retirase y suspendiese todas las hostilidades, órdenes que acató sin tener en cuenta que aquél, al ser prisionero, no tenía ya autoridad alguna sobre él. El 12 de junio de 1835 recibió Filisola orden del Ministerio de Guerra de entregar el mando al general Urrea, quien había estado en contra de la retirada. Partió Filisola a la capital, resuelto a pedir que se le sometiera a un juicio; se le hizo un consejo de guerra ante el cual él se defendió, basándose en los partes oficiales, y quedando absuelto de los cargos que se le habían formulado. Entre tanto, el gobierno le dio una prueba de confianza comisionándolo para que formase el plan de una nueva campaña contra Texas, comisión que no aceptó hasta ser absuelto por el consejo. Inmediatamente después, se fue a Matamoros como jefe del Ejército del Norte, encargado de reconquistar Texas; allí permaneció largo tiempo sin poder emprender formal operación alguna por falta de recursos. Fracasada dicha campaña Filisola volvió a México donde desempeñó el cargo de comandante general. Luego lo perdemos de vista hasta 1848 en que lo encontramos como presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina, año en que principió a publicar, en el folletín de El Universal, sus Memorias sobre la guerra de Texas. Según Genaro García, esta obra la había escrito por el año de 1840. Murió nuestro personaje el 23 de julio de 1850 en una epidemia de cólera que asoló al país a mediados del siglo XIX.[ 2 ]
Vemos, pues, que la figura de Filisola es una figura clave para varios momentos de nuestra historia, y que está básicamente relacionada con dos problemas fronterizos que tuvieron grandes consecuencias para nuestro país, ya que representaron ambos grandes pérdidas de territorio. En las dos ocasiones él consideró necesario justificar su actuación, la que había sido considerada como ambigua. Al escribir sus Memorias, lo hace para quedar exculpado ante el juicio de la historia, juicio que tenían por vital los historiadores del siglo pasado.
Pasemos ahora al análisis de las dichas Memorias. Nos encontramos con que hay dos obras con el mismo título -con ligeras variaciones- y con contenido distinto. Ellas son:
a) Memorias para la historia de la guerra de Tejas por el señor general de división y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, Calle de la Cadena 13, 2 v., el uno de 1848, el otro de 1849.
b) Memorias para la historia de la guerra de Tejas por el general de división don Vicente Filisola, actual presidente del Supremo Tribunal de la Guerra y Marina de la República. Publicación de El Siglo Diez y Nueve, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1849. Son dos tomos, el uno inconcluso, comprendidos en un solo volumen.
A pesar de que llevan el mismo título y de tener el mismo objetivo, los dos libros son muy distintos. El primero es una obra escrita por un "redactor" anónimo que sigue los apuntes del autor, Filisola. Esto lo sabemos porque nos lo dice en el prólogo y lo va repitiendo a lo largo de la obra. El segundo, en cambio, está escrito por Filisola mismo. Don José C. Valadés, que se ha dedicado al estudio de este periodo, explica la existencia de los dos libros de la siguiente manera: "el redactor anónimo es el licenciado Agustín Escudero, amigo de Filisola, quien dejó inconforme al general por los arrestos literarios que en ella imprimió, no permitió que Escudero escribiese la segunda parte, y él mismo se encargó de hacerlo".[ 3 ] Desde luego el estilo y el lenguaje del redactor no son nada extraordinarios y sí existe un cierto desorden en cuanto a la exposición de los hechos en el primer libro de las Memorias, pero no podemos afirmar, de la manera tan categórica como lo hace Valadés, la razón por la cual Filisola le retiró sus apuntes al redactor, ya que en cuanto a estilo y lenguaje el segundo libro no aventaja en nada al primero; además de que al final de éste, vuelve a tener en sus manos los apuntes que -según Valadés- le había retirado nuestro autor.
Veamos cómo nos lo plantean los propios interesados. El redactor nos dice al llegar al capítulo XXVI del segundo tomo:
las continuemos apoyándonos en las de otros escritores o testigos que nos merezcan confianza, pero que no pudiendo responder de ellos como por las del autor, también nos parece conveniente hacerlo advertir a nuestros lectores, entre tanto que volviendo a tocar de los sucesos posteriores en que tuvo parte el mismo autor, puede hacerse percibir que se han tomado en la misma pluma que los que hasta aquí van referidos.[ 4 ]
Varias veces nos vuelve a insistir en que está "muy embarazado" por no tener las fuentes con que contaba antes. Al analizar con detalle el texto vemos que lo que está sucintamente relatado son tres momentos en los que Filisola no estuvo presente: la toma del fuerte del Álamo, la batalla de San Jacinto y la prisión de Santa Anna; en cuanto vuelve a aparecer la figura de Filisola, el redactor usa de nuevo los apuntes. Por lo que se refiere a Filisola, en el primer capítulo del segundo libro -o sea "sus Memorias”- nos dice:
pero como tanto esta operación de guerra como todas las demás que después se ofrecieron en aquella penosísima y desgraciada campaña, están concebidas en dicho tomo en términos tan sucintos, sin los detalles necesarios para hacer conocer todo lo que el ejército mexicano trabajó y sufrió, y cuán poco merecedor fue del resultado que tuvieron sus padecimientos y heroica constancia, a consecuencia de no haber tenido a la mano entonces los datos que podían hacerlos conocer, porque la persona que los poseía no los quiso franquear, por consideraciones nacidas de sentimientos llenos de nobleza, y le fue preciso al amigo que redactaba las referidas memorias contentarse con dar al público puramente lo que constaba en los documentos que tuvo a la vista, quedando desde luego ignorados hechos que justifican al ejército de una manera digna y lo hacen acreedor a las consideraciones y aprecio a la patria, cuyos intereses y honor fue a sostener arrostrando miserias y peligros, que desde luego no han sufrido ningunas otras tropas; y que, en fin, una gran parte selló su obediencia y decisión con su propia sangre y no es justo queden relegados al olvido y tal vez marcados con una nota de ignominia, por consideraciones particulares, aunque provenientes de sentimientos nobles y caballerosos. Así, pues, hallándonos ya con la posibilidad de estampar aquéllos, tales como sucedieron, y desembarazados por motivos justos de todo escrúpulo, procedemos a la continuación de nuestra narración, y, mejor dicho, a ratificar al de nuestro amigo, justificándola con documentos autógrafos que no dejarán ninguna duda sobre la verdad de ella, ni aun a los más apasionados e incrédulos.[ 5 ]
Vemos que Filisola tiene toda la intención, en este su libro, de defender, apasionadamente, la actuación del ejército mexicano, y desde luego de limpiarse él de toda culpa al presentar documentos que esclarezcan toda la situación. Por lo tanto, en cuanto a la razón del porqué hay dos libros con el mismo título y distinto contenido, creemos que es ésta: Filisola tiene a la mano varios documentos autógrafos, entre ellos el del coronel Pedro Delgado, ayudante de campo del general Santa Anna, quien explica con gran detalle los padecimientos del ejército mexicano en la batalla de San Jacinto, la falta de previsión del general en jefe, la prisión de éste y de algunos de sus oficiales. Estos documentos apoyan, pues, la defensa de Filisola y por lo tanto va a aprovechar el ambiente antisantannista que se respira después de la triste derrota en la guerra contra los Estados Unidos para defender la actuación del ejército y de paso la suya, a costa de atacar a Santa Anna. Así es como no vemos por ningún lado la animadversión que don José C. Valadés presupone que tenía el autor en contra del redactor para quitarle los apuntes, sino más bien que Filisola se aprovechó de una coyuntura política para defenderse ante el juicio, en primera instancia, de sus contemporáneos y, en segunda, de la historia.
Pasemos ahora a analizar las diferencias entre las dos obras. La escrita personalmente por Filisola abarca ampliamente, de manera detallada y sobre todo muy documentada, la parte final de la guerra, a saber, la toma del fuerte del Álamo, la batalla de San Jacinto, la prisión de Santa Anna, la retirada de Filisola, la defensa que hace de ésta -la parte más larga del libro-, la causa que se le hace en México y la absolución que recibe por parte del consejo de guerra y del gobierno. Comprende también este libro datos concernientes a los preparativos de la segunda campaña de Texas, relación que queda trunca en el capítulo sexto del segundo tomo. Como hemos dicho, Filisola nos da un sinnúmero de documentos que son muy interesantes para justipreciar la historia de la guerra, pero en cambio para aquel que se interese por valorar dicha guerra en el contexto histórico mexicano, no le será de gran ayuda, pues lo que le interesa a nuestro autor es justificar su actitud ante la posteridad y esto lo hace con el solo hecho de presentar documentos y nada más.
La primera obra, en cambio, tiene más pretensiones de obra historiográfica. El redactor nos relata desde el descubrimiento y posesión de Texas por los españoles en el siglo XVII; la colonización española y la del México independiente; los preparativos de guerra por parte de los colonos anglosajones; la guerra en sí; la prisión de Santa Anna y la retirada del ejército; siendo estos últimos acontecimientos relatados de una manera bastante escueta. También presenta este libro gran cantidad de documentos de apoyo, no solamente referentes a la guerra, como ocurre en el otro, sino de toda índole, todos ellos importantes para el análisis del momento histórico. Encontramos en él, además, aseveraciones del redactor -o del autor- sobre lo que es la historia, sobre la veracidad de los datos, sobre la imparcialidad y objetividad del historiador, etcétera. En pocas palabras, no es una obra que gire solamente en torno a la defensa de Filisola, sino que nos da una idea bastante clara de cómo se fue creando la situación de enemistad y futura ruptura entre los colonos texanos y el gobierno mexicano, de la influencia decisiva de los acontecimientos de la capital y del papel que tuvieron en todo el asunto los Estados Unidos.
La siguiente pregunta que nos planteamos es por qué salen a la luz estas Memorias entre 1848 y 1849, cuando en realidad la defensa de Filisola había sido aceptada ya desde 1837. Tengamos presente que se acaba de firmar el Tratado de Guadalupe Hidalgo (1848), que la guerra con los Estados Unidos ha sido un acontecimiento traumático, que el pueblo mexicano no ha podido aceptar la pérdida del territorio y la total impotencia ante la ofensiva norteamericana. Todo esto lleva, por un lado, a hacer una serie de reflexiones sobre cuál ha sido la causa de tal desastre, en las que la tendencia liberal acusará a la conservadora de ser la causante y viceversa, y, por otro, a defender al ejército mexicano que ha sido gravemente vilipendiado. Recordemos que en esta misma fecha aparecen Los apuntes para la guerra entre México y los Estados Unidos, así como El nuevo Bernal Díaz del Castillo, ambos fruto de la desilusión y de la derrota y que plantean la posibilidad de una nueva y definitiva confrontación con la potencia del norte, por lo que hay que meditar sobre el pasado, tomar experiencia de éste y prepararse para lo que pueda venir en un futuro próximo. Por lo tanto, pensamos que el hecho de que Filisola se decida a publicar sus Memorias en este momento es bastante lógico. Por un lado, la guerra de Texas se considera como un preliminar de la guerra que acaba de terminar y anunciaba ya la terrible e insaciable ambición de los Estados Unidos, por lo que la experiencia de ésta hubiese podido servir de lección para -quizás- evitar la segunda, y por otro, como ya dijimos anteriormente, la figura de Santa Anna ha quedado de nuevo vilipendiada y nuestro autor aprovechará la atmósfera que se respira para defender su actitud y acusar al traidor.
Según Filisola, la experiencia de la reciente guerra ha sido dura, pero ha de servir para reflexionar y prepararse para el futuro: "aprovechémonos, pues, de las costosas experiencias que acabamos de comprar: generalicemos cuanto sea posible entre nosotros sus importantes revelaciones y comenzaremos a conocer y obsequiar nuestros verdaderos intereses”.[ 6 ] Y como cree que la historia es didáctica, se conduele de no haber escrito antes sobre la guerra de Texas, pues quizá sus Memorias hubiesen servido como guía para prever el futuro, y a pesar de que no lo dice abiertamente, lo deja entrever:
y aunque también estamos distantes de tener la presunción de creer que nuestra tarea hubiese podido en algún tiempo evitar, enmendar ni disminuir los desaciertos, los errores ni las desgracias de que se ha seguido últimamente la absoluta pérdida de Texas, no nos queda duda que bien podrán servir para que en lo sucesivo no se vuelvan a sufrir ni pérdidas semejantes ni una ignominia tan sensible como la de que nos hallamos cubiertos, al vernos forzados a comprar la paz con los Estados Unidos, a costa de tan inmensas concesiones como las que se nos han arrancado.[ 7 ]
Y así, ya más abiertamente, nos habla de "lección": "es nuestra intención hacer resaltar una lección tan provechosa para nuestros compatriotas, como de prudente precaución y poderosa defensa contra nuestros enemigos".[ 8 ] Y ya con pretensiones de gran historiador nos dice: "para que la historia sea una lección útil a todo el género humano, como la definen los sabios, debe hacerse ver en ella cómo han influido los sucesos en nuestra suerte actual buena o mala; si buena, para que fomentemos las causas de nuestra prosperidad, si mala, para que evitemos los errores que a ella nos han conducido".[ 9 ] En su papel de historiador, a Filisola le parecen fundamentales la veracidad de los datos y la objetividad del historiógrafo, y a lo largo de su obra insiste todo el tiempo en ello: "nuestra divisa es la verdad",[ 10 ] "si nosotros tuviéramos alguna pasión o mira en desfigurar la verdad",[ 11 ] "el único objeto que nos proponemos en nuestra tarea es probar la verdad".[ 12 ] Desde luego, objetividad y veracidad van juntas, y por ello se apoya en tantos documentos. Y así nos lo hace saber:
mas por nuestra parte este examen no será sino apoyado en los datos que hemos podido reunir con un empeño constante y en la calma de una reflexión concienzuda y desapasionada [...] a tal fin haremos uso de cuantas noticias y documentos fidedignos nos ha sido dable acopiar y los presentaremos en toda su integridad para que nunca pueda dudarse de la verdad con que escribimos.[ 13 ]
Y efectivamente el que escriba cierto tiempo después de la guerra de Texas le da la ventaja de poder utilizar como fuentes una serie de obras que ya han reflexionado sobre el asunto y él no hará más que citarlas o, a veces, copiarlas textualmente, comentándolas después. Esto lo hace por ejemplo con Texas y los Estados Unidos de Tornel y Mendívil, con textos sueltos de Mora, otros de Gutiérrez Estrada, Santa Anna, etcétera. En cuanto a documentos oficiales, ha tenido acceso a todos ellos para su defensa ante el consejo de guerra y por lo tanto los utiliza para dar más valor y objetividad a su obra. Sería interminable la lista de éstos, tanto en un libro como en el otro. Contienen correspondencia entre Austin y Mier y Terán, así como entre Austin y el mismo Filisola, Santa Anna y los distintos generales mexicanos de la guerra de Texas, entre estos generales y los diferentes ministros de Guerra y Marina -básicamente Tornel y Mendívil-; planes de campaña; partes de guerra; relaciones del ejército de operaciones; relaciones de material humano y de material bélico, etcétera, y por si esto no fuera poco, añade, en los dos volúmenes escritos por el "redactor", varios apéndices con documentos referentes al momento histórico que vive México: como ejemplo copia textualmente el Plan de Zavaleta. En dicha extensa recopilación debemos reconocer el afán del historiador "erudito" de que sea la posteridad la que emita su juicio sobre lo que realmente pasó.
Filisola piensa que en el acontecer histórico las decisiones y acciones del hombre son las que cuentan, pero éstas pueden variar con el "destino", el cual juega también un papel muy importante. En esto notamos un rasgo típico del romanticismo, aunque a veces este "destino" tome la forma de la "providencia". Y así nos lo dice: "pero el destino lo preparó de otro modo",[ 14 ] o “la Divina Providencia así lo dispuso".[ 15 ]
Notamos que en el primer libro Filisola se muestra ecuánime y presenta los hechos y documentos para que la posteridad juzgue, emitiendo él mismo pocos juicios y queriendo ser objetivo: "Es importantísimo el juicio de la posteridad: porque ésta es la única autoridad competente para elevarlas [las acciones] a la categoría de buenas, verdaderas y acertadas".[ 16 ] Sin embargo, notamos que su intención de ser objetivo y no condenar se le olvida y encontramos apreciaciones como ésta: "insistimos en afirmar que la pérdida del territorio de Texas más bien ha sido una consecuencia necesaria de la imprevisión, del descuido o del error de nuestros gobiernos de todas épocas, a la que contribuyera en gran parte el espíritu de novedad, la ligereza y aun la infidelidad de algunos de nuestros mismos hermanos".[ 17 ] Más adelante dice "sólo ellos, los promovedores de las revueltas continuas [...] son los que reportarán en todo tiempo la inmensa responsabilidad que por todos estos crímenes tiene derecho a exigirles la historia",[ 18 ] apreciación en la que vemos que él ya está adelantándose al juicio de la historia.
En cambio, en el segundo libro, Filisola perderá la ecuanimidad y su trabajo consistirá en su defensa y en el ataque a Santa Anna. Desde luego sigue utilizando muchos documentos para apoyar su defensa y para que con ellos la posteridad juzgue si tenía razón, pero de hecho él ya está emitiendo su propio juicio y condenando al general en jefe, al que se referirá todo el tiempo con cierta ironía y amargura. He aquí unos ejemplos: "estas providencias tan atropelladas y contradictorias que el general en jefe variaba a cada día y a cada hora; su empeño en andar correteando con un puñado de hombres por aquellos desiertos desconocidos de todo el ejército";[ 19 ] "y como ninguna de estas operaciones había sido de acuerdo con el modo de ver del general Filisola, quien inútilmente había querido manifestar en distintas ocasiones su opinión al general en jefe, porque no escuchaba ninguna que no fuese enteramente en consecuencia con la suya".[ 20 ]
Acusándole así de falta de estrategia y de ingenio militar. Y para rematar su ataque, añade:
pudo decirse que el 21 de abril a las 5 de la tarde México lo [el territorio de Texas] había perdido para siempre por la ansiedad e indiscreción del general en jefe que no quiso contentarse con sólo el castigo, que con lo hecho, y la pérdida de cuanto tenía, sufrían los rebeldes, sino que los quería exterminar a todos para siempre [...] se ve, por último, en todas sus órdenes, instrucciones, providencias y operaciones que obraba sin ningún plan premeditado, político ni económico.[ 21 ]
Llegamos finalmente a la figura central de estas Memorias: Filisola visto por él mismo. Se retrata como un hombre ordenado y obediente -que siempre dice que hay que obedecer al jefe-, bondadoso y espléndido con su dinero -varias veces nos dice que tuvo que contribuir de su bolsa para pagar las tropas que estaban hambrientas y desnudas- un hombre, en fin, "abrumado de enfermedades, de trabajo y de miserias", y que sin embargo sigue adelante con su deber. Está altamente orgulloso de ser militar y nos habla siempre del honor del ejército mexicano que "arrostró miseria y peligros" y "que selló con su sangre su obediencia y decisión".[ 22 ] Se siente mexicano, o, al menos, siempre habla del bien y del honor de la patria que por supuesto es la mexicana, a pesar de ser él napolitano. No se define políticamente ya que en ciertos momentos dice que es de tendencia liberal y está de acuerdo con cuanto dice Mora sobre los acontecimientos de 1833, y después, en cambio, está en desacuerdo con Gómez Farías. Coincide a veces con Tornel, sobre todo en cuanto a su odio hacia los Estados Unidos, en lo que vemos un rasgo muy conservador. Y es que en el fondo es un apolítico. Piensa además que así debe serlo el "ejército", pues a lo único que se debe éste es a la patria, y así se lo dice en un momento dado a sus oficiales: "que fuese el que fuese el partido que triunfase en las revoluciones de entonces, siempre habría de apreciar sus esfuerzos y sus servicios, porque no se prestaban a ésta ni a la otra de las partes contendientes, sino a la patria toda, con la independencia del sistema de gobierno que en ella por fin se adaptase".[ 23 ]
En fin, muchos otros aspectos podríamos abordar en el análisis de estas dos Memorias, ya que el material que nos brindan es inagotable pues abordan todos los problemas estratégicos, logísticos, políticos, económicos y sociales que se plantearon en dicha campaña. Sin embargo, lo único que hemos pretendido dentro del marco limitado de estas páginas ha sido hacer resaltar en forma sucinta la importancia capital que pueden tener este tipo de obras como fuentes historiográficas para la historia militar, rama de la historia que ha sido un tanto descuidada en nuestro país.
[ 1 ] Memorias para la historia de la guerra de Tejas por el general de División don Vicente Filisola, actual presidente del Supremo Tribunal de la Guerra y Marina de la República, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1849, p. 396.
[ 2 ] Pocos son los datos que se tienen sobre la vida de Filisola. Éstos que he incluido los saqué de sus Memorias en lo que se refieren a la guerra de Texas; los otros de Genaro García, Documentos inéditos o muy raros para la historia de México, México, 1909, v. XXXIII.
[ 3 ] José C. Valadés, Santa Anna y la guerra de Tejas, México, Imprenta Mundial, 1936, p. 247.
[ 4 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. II, p. 390.
[ 5 ] Memorias para la historia de la guerra de Tejas por el general de División don Vicente Filisola, actual presidente del Supremo Tribunal de la Guerra y Marina de la República, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1849, p. 5.
[ 6 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. I, p. 498.
[ 7 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. I, p. 497.
[ 8 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. I, p. V.
[ 9 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. I, p. 239.
[ 10 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. I, p. V.
[ 11 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. II, p. 322.
[ 12 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. II, p. 51.
[ 13 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. I, p. 20.
[ 14 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. I, p. 217.
[ 15 ] Memorias para la historia de la guerra de Tejas por el general de División don Vicente Filisola, actual presidente del Supremo Tribunal de la Guerra y Marina de la República, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1849, p. 396.
[ 16 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. I, p. 515.
[ 17 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. I, p. 497.
[ 18 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. I, p. 535.
[ 19 ] Memorias para la historia de la guerra de Tejas por el general de División don Vicente Filisola, actual presidente del Supremo Tribunal de la Guerra y Marina de la República, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1849, p. 21.
[ 20 ] Memorias para la historia de la guerra de Tejas por el general de División don Vicente Filisola, actual presidente del Supremo Tribunal de la Guerra y Marina de la República, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1849, p. 21.
[ 21 ] Memorias para la historia de la guerra de Tejas por el general de División don Vicente Filisola, actual presidente del Supremo Tribunal de la Guerra y Marina de la República, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1849, p. 132.
[ 22 ] Memorias para la historia de la guerra de Tejas por el general de División don Vicente Filisola, actual presidente del Supremo Tribunal de la Guerra y Marina de la República, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1849, p. 5.
[ 23 ] Memorias para al historia de la guerra de Texas por el señor general de División y actual presidente del Supremo Tribunal de Guerra y Marina de la República don Vicente Filisola, México, Tipografía de R. Rafael, 1848-1849, v. I, p. 387.
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 10, 1986, p. 125-136.
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