Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

LAS LETRAS Y LAS ARMAS EN LA OBRA
MÉXICO: SU EVOLUCIÓN SOCIAL

Benjamín Flores Hernández


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INTRODUCCIÓN

Durante el curso de los años de 1900 y 1901, en pleno periodo del régimen presidencial del general Porfirio Díaz, aparecieron en México, publicadas por la prestigiada editorial barcelonesa de J. Ballescá y Compañía, Sucesor, los dos tomos recogidos en tres volúmenes de una obra colectiva que recibió el título de xico: su evolución social. Lo menos que de ellos podrá decirse, antes de emitir cualquier juicio sobre su contenido es que, por su cuidada tipografía, sus interesantes fotografías y sus ilustraciones, muy de acuerdo al gusto de fines del siglo pasado, conforman un libro bellísimo.

Por otra parte, lo primero que cabe comentar respecto a la obra en sí es que ésta constituye, después de xico a través de los siglos, la más importante fuente historiográfica y la más brillante interpretación de la realidad nacional, de acuerdo con la versión oficial de ella, compuesta colectivamente durante los años que median entre la Restauración de la República de 1867 y la Revolución de 1910. Estrictamente, el libro analizado no poseyó nunca el carácter de oficial, pero conviene tener en cuenta que buena parte de sus colaboradores habrían de llegar a ejercer importantes cargos dentro de la administración porfirista; dos de ellos -Bernardo Reyes y el propio director de la obra, Justo Sierra- llegaron incluso a desempeñar, por aquel tiempo, una secretaría de Estado. De cualquier modo, el obvio objetivo central perseguido con su publicación fue el de presentar al público, así nacional como extranjero -debe decirse que salió a la venta, simultáneamente, en versiones española, inglesa y francesa- todos los logros de progreso alcanzados por México durante los últimos tiempos, específicamente bajo el gobierno de Díaz. En cierto sentido, podría afirmarse, la obra fue concebida como un testimonio presentado al mundo y a la posteridad por unos hombres profundamente satisfechos con la tarea histórica que les había tocado cumplir. No es el comentado, propiamente, un libro de historiografía. Más que eso, pretende ser una exposición científica de la realidad mexicana de 1900 en todos sus aspectos fundamentales, uno de los cuales, claro está, será precisamente el de su desarrollo histórico. Y para cumplir con tal pretensión, se encargó a algunos distinguidos especialistas la redacción de ensayos sobre la evolución histórica y el estado actual de aquellos aspectos que, según la filosofía positivista, se consideraban los decisivos para la confirmación de una sociedad.

Al comentario de uno solo de estos tales estudios -el de la vida militar, compuesto por el general Bernardo Reyes, a la sazón recién promovido a ministro de Guerra y, antes y después, gobernador de Nuevo León- es a lo que quiero ceñirme en este trabajo. Sin embargo, para el mejor entendimiento de dicho ensayo resultará muy útil hacer, cuando menos, una pequeña introducción sobre el ambiente general dentro del cual apareciera el libro de referencia y sobre quiénes fueron los redactores de sus demás partes. Por tratarse de los del director de la obra -es decir, de los de quien hubo de encargarse de diseñar sus lineamientos-, habré de tratar algo más detalladamente los dos capítulos compuestos por Justo Sierra -por cierto, los de mayor relevancia teórica y política y los más propiamente historiográficos-, referente el primero de ellos a la historia política mexicana hasta el triunfo republicano de 1867 y el segundo a "la era actual”, o sea, a la vida política del país durante las tres últimas décadas del siglo XIX. Asimismo, en parte por su indiscutible valor intrínseco y por referirse a un apartado muy significativo de la vida social, y en parte por intereses algo más personales y familiares míos, también haré especial hincapié en el estudio de "Las letras patrias”, realizado por el abogado, literato y político tabasqueño Manuel Sánchez Mármol.

Que yo sepa, xico: su evolución social no ha vuelto a ser publicado en todo el conjunto de estudios que abarca. Algunos de ellos -como el de Bernardo Reyes- salieron a la luz, en forma de separata, simultáneamente a su aparición dentro del total de la obra. Posteriormente, parece, sólo los trabajos de Sierra, indiscutiblemente los más valiosos, han vuelto a editarse: primeramente, nada más sus primeros capítulos dentro de una Historia política de México (Colección Cervantes, 1917), y más adelante ya todo el texto de ambos; bajo el título de evolución política del pueblo mexicano, durante 1940 en edición de la Casa de España en México y en 1948 y 1977, respectivamente, en las dos impresiones que ha hecho la Universidad Nacional Autónoma de México de las Obras completas de don Justo.

Mis referencias a los trabajos de Reyes y Sánchez Mármol las hago de acuerdo con la edición original de 1900-1901; para las relativas al texto de Sierra, sigo la reimpresión de 1977 del tomo XII de sus Obras completas, en la edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman.[ 1 ]

UN LIBRO: MÉXICO: SU EVOLUCIÓN SOCIAL

Porfirismo y positivismo

Los de 1900-1901, vértice de dos siglos, fecha de publicación del libro analizado, son en nuestro país años en los cuales, firmemente instalado el gobierno de Porfirio Díaz, parecía todo marchar tranquilamente hacia el cabal cumplimiento de la tarea histórica de paz y reconciliación nacional, que éste había querido asumir ante el agotamiento por una parte, y la esperanza, por otra, de toda la nación.

El porfirismo, obra típica -y justificación- del cual xico: su evolución social debe ser entendido como el primer momento en el cual el país, gozando de un largo periodo de paz tras muchos años de agitación, pudo por fin lanzarse a tratar de hacer cumplir -ya no sólo en el texto de las leyes, sino en la realidad efectiva- los anhelos de progreso y modernidad, cuya posibilidad de consecución habían mantenido en buena medida las luchas intestinas del siglo XIX.

Concretamente, para la construcción de tal propósito, el porfirismo acabó echando mano de una filosofía determinada: la del positivismo cientificista, la cual le ofrecía el necesario apoyo teórico a sus deseos de superar conflictos pretéritos y de lanzarse por la ruta del progreso técnico. Como comenta Edmundo O'Gorman en su libro xico, el trauma de su historia:

es obvio que el cientificismo progresista característico del Porfiriato -que tanto enriqueció la literatura científica mexicana- es expresión inequívoca de esa voluntad de ser moderno que le venía faltando a la posibilidad de realizar el anhelo de prosperidad que se nos ha venido presentando como el motor de todo el proceso.[ 2 ]

Por lo demás, esta filosofía positivista, por sus mismas pretensiones absolutistas, por su convicción de ser ella la resumidora y superadora de todo el desarrollo histórico previo, servía de maravilla al intento de olvidar, como cosa del pasado, la vieja pugna entre conservadores y liberales, entre tradicionalistas y progresistas, que había ensangrentado por tantos años al país. Claro que tal conciliación no dejaba de ser ilusoria, toda vez que el positivismo no intentaba realmente solucionar el mencionado conflicto, sino solamente considerarlo superado por la ineludible marcha del progreso: metafísica pura, religión del progresismo. El positivismo mexicano, pues, fiel creyente en las leyes de la ciencia social, creyó que, una vez instalada la paz -así fuera por la fuerza-, ya no habría obstáculos para la consecución en el país de todos los beneficios técnicos de la modernidad. La libertad política, la cual a pesar de todo nunca se dejó de desear en primerísimo lugar, quedó relegada sin embargo como un fin que indudablemente habría de sobrevenir una vez encauzada definitivamente la patria por el rumbo del progreso.

Los positivistas, formados en México a través de la Escuela Nacional Preparatoria, creación de Gabino Barreda, creyeron firmemente en que por su acción impositiva llegaría México al mismo plano de las naciones más avanzadas de la época. Y, pues, se lanzaron con empeño a realizar tal labor. En lo político, hacia 1892, crearon el partido llamado de Unión Liberal, que popularmente fue conocido con el nombre del de los "científicos”, por medio del cual expusieron públicamente su programa de acción, basado fundamentalmente en la creación de un poder conservador que moderase las exageraciones de cualquier signo, garantizando así la marcha pacífica hacia el progreso, la cual consideraban como algo que, con la garantía indispensable del orden, era imposible de detener.

Pero, a la larga, como tantas y tantas doctrinas de pretensiones absolutistas, el positivismo también acabó por mostrar su ineficacia radical. A fin de cuentas, los mexicanos debieron comprender que no había nada preestablecido en la historia, que la consecución de la verdadera libertad política no era algo que se desprendiera naturalmente del progreso tecnológico y del enriquecimiento -verdadero y grande, pero no compartido por todos- que se dio por aquellos años de bonanza general para el país.

Pero tampoco deseamos nosotros dar categoría de absolutas a nuestras afirmaciones: no es posible condenar definitivamente a aquellos hombres, ciertamente bien intencionados, que creyeron encontrar en una doctrina, creada en el extranjero pero desarrollada en el país con matices muy nacionales, una salida para los agobiantes problemas de una nacionalidad en formación.

De cualquier modo, tampoco puede creerse que liberalismo y positivismo -"a la mexicana”- sean términos absolutamente contrapuestos. En realidad, el positivismo mexicano fue criatura engendrada y alimentada por el liberalismo. Recordemos, así, que el positivismo fue implantado en México como doctrina oficial de la Preparatoria gracias al apoyo otorgado por Juárez, el patriarca liberal, a Gabino Barreda. Por lo demás, casi todos los positivistas mexicanos, empezando por Justo Sierra y los demás redactores de xico: su evolución social, nunca dejaron de sentirse íntimamente vinculados con la causa del liberalismo triunfante en 1867. Es verdad que los positivistas intentaron conciliar los antiguos bandos de liberales y conservadores, pero resulta indudable que, entre ambos partidos, siempre tuvieron marcada predilección por el liberal, el cual representaba para ellos, la causa del progreso a la cual tanto culto rindieron siempre: en su concepto, los conservadores habían sido definitivamente derrotados después de las guerras civiles concluidas en 1867, y ya no tenían la más mínima oportunidad de acción, de hacer valederos sus tradicionales principios de hispanidad y catolicismo. Al igual que los liberales, los positivistas nunca confesaron abiertamente su oposición a la religión católica, e incluso promovieron su convivencia dentro del porfirismo; pero, por su calidad de filosofía de pretensiones absolutistas, en realidad positivismo y auténtica religiosidad cristiana eran términos excluyentes. En mucho, cuando los educadores positivistas -Sierra, eminentemente- hablaban de modernizar las mentes mexicanas, en lo que en realidad pensaban era en arrancarles sus creencias -"supersticiones”, dirían ellos- religiosas tradicionales, católicas. No nos hagamos ilusiones: también para la época que estudiamos lo moderno era sinónimo de inmanentismo.

En fin: el caso es que, sobre todo a partir de la década de los noventa, toda una nueva generación de mexicanos, distinta de la que había contribuido directamente con las armas a la caída del imperio de Maximiliano, hizo su entrada a la vida pública nacional con la pretensión de asignar un símbolo determinado a la marcha del país. La pacificación era ya un hecho, el encarrilamiento de México por la vía de la adquisición de determinados elementos típicos de la vida moderna también. De lo que se trataba era de mantener así las cosas y de elaborar una teoría que justificara -explicándolo suficientemente- el camino elegido por los sustentadores del poder.

Y tal fue, pues, la misión de los autores de xico: su evolución social, dar toda una interpretación de la historia de México de la cual se desprendiera indudablemente la bondad del sistema imperante en el país en los últimos tiempos. Y no pensemos en un mero acto de "justificación” en el sentido de dar por buenos simplemente los hechos del presente, sino en toda una sincerísima labor intelectual de razonar que el camino elegido era el justo, precisamente el que correspondía al bien de la nación.

El porfirismo, en fin, quiso ser la culminación de todo el proceso mexicano del siglo XIX, a través de la lucha del pueblo por su libertad. Y creyó encontrar esa culminación en la superación, como de cosa caduca, del antiguo conflicto liberal-conservador, suponiendo que en la historia todo está ya predeterminado por una inmanente tendencia al progreso. El sostén intelectual de tal forma de entender las cosas fue el positivismo, el cual vino a ser el símbolo concreto del afán de aquellos mexicanos de ser hombres modernos "en todos los órdenes de la vida, incluso en lo religioso”. Para conseguir tal cosa, como comenta Justo Sierra, "la evolución política de México ha sido sacrificada a las otras fases de su evolución social”.[ 3 ] Conseguir, a fuerza, por la instauración de una dictadura, la entrada de la patria por el sendero del modernismo: tal fue el deseo ferviente de Porfirio Díaz y de todos quienes vieron en el porfirismo una opción válida para México.[ 4 ] Sabemos que, a fin de cuentas, su empeño fracasó, en tanto que la revolución de 1910 pretendió destruir su obra. ¿Hasta qué punto lo logró? ¿Qué tan radicalmente equivocada fue la pretensión de los positivistas? Contestar a tales preguntas no cabe en las humildes pretensiones de este trabajo de mero análisis de textos.

Los colaboradores

Los ensayos publicados en el libro que comentamos, cuyo título completo es el siguiente: xico: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, se distribuyen de la siguiente forma:

TOMO I

Volumen 1

p. 7-32: "Del territorio de México y sus habitantes”, por Agustín Aragón.p. 33-314: "Historia política”, por Justo Sierra.

p. 315-346: "Instituciones políticas. Los estados de la Federación Mexicana. Relaciones Exteriores”, por Julio Zárate.

p. 347-416: "El ejército nacional”, por Bernardo Reyes.

Volumen 2

p. 417-466: "La ciencia en México. Los sabios. Elementos de trabajo científico. Participación del Estado y de los particulares. Contribución de México al progreso científico. Academias. Institutos. Revistas. Concursos científicos”, por Porfirio Parra.

p. 467-602: "La educación nacional”, por Ezequiel A. Chávez.

p. 603-663: "Las letras patrias”, por Manuel Sánchez Mármol.

p. 665-724: "El municipio. Los establecimientos penales. La asistencia pública”, por Miguel S. Macedo.

p. 725-773: "La evolución jurídica”, por Jorge Vera Estañol.

TOMO II

p. 5-48: "La evolución agrícola”, por Gerardo Raigosa.

p. 49-97: "La evolución minera”, por Gilberto Crespo y Martínez.

p. 99-158: "La evolución industrial”, por Carlos Díaz Dufoo.

p. 159-247: "Evolución mercantil”, por Pablo Macedo.

p. 249-325: "Comunicaciones y obras públicas”, por Pablo Macedo.

p. 327-413: “La Hacienda Pública ”, por Pablo Macedo.

p. 415-434: "Historia política. La era actual”, por Justo Sierra.

En atención a lo profundo que son todos estos estudios y a la abundancia de datos de que hacen gala, puede suponerse que la mayoría de los autores de ellos se sirvieron de ayudantes para su realización. Alguno sí reconoce explícitamente el auxilio de determinadas personas, por ejemplo Pablo Macedo, quien expresa su agradecimiento a la colaboración de Ángel de Campo.

A continuación, paso a dar algunos apuntes biográficos de los escritores de los artículos referidos. Me refiero a ellos en orden alfabético.

Aragón, Agustín. Nació en Jonacatepec, Morelos, en 1870; falleció en México, D. F., en 1954. Ingeniero. Ejerció algunos cargos oficiales durante el gobierno de Díaz. Fue reyista. Subsecretario de Fomento con la Convención de Aguascalientes. Presidente de la Academia Nacional de Ciencias. Editor de la Revista Positiva.

Crespo y Martínez, Gilberto. Nació en el puerto de Veracruz durante 1852; murió en Viena, Austria, en el curso de 1916. Ingeniero. Diputado. Subsecretario de Fomento de 1892 a 1899. Embajador en varios países -Cuba, Estados Unidos, Austria- durante los regímenes de Díaz y Madero.

Chávez, Ezequiel A. Nació en la ciudad de Aguascalientes en 1868; falleció en la capital de la república durante 1946. Abogado. Subsecretario de Educación Pública entre 1905 y 1911. Director de la Preparatoria y de la Escuela de Altos Estudios. Rector de la Universidad Nacional.

Díaz Dufoo, Carlos. Nació en Veracruz, Veracruz, en 1861; murió en México, D. F., durante 1941. Periodista, economista, dramaturgo.

Macedo, Miguel S. (nació en México, D. F., en 1856; falleció allí mismo en el curso de 1929). Abogado. Sucesivamente síndico, regidor y presidente -1898 y 1899- del ayuntamiento de la ciudad de México. Subsecretario de Gobernación, durante el régimen de Porfirio Díaz, entre 1906 y 1911. Fue uno de los fundadores de la Escuela Libre de Derecho.

Macedo, Pablo. Nació en México, D. F., durante 1851; murió en Madrid, España, en 1918. Abogado. Hermano del anterior. Diputado. Secretario de Gobierno del Distrito Federal. Maestro y director de la Escuela Nacional de Jurisprudencia.

Parra, Porfirio. Nació en Chihuahua, Chihuahua, en 1854; murió en México, D. F., durante 1912. Médico. Diputado y senador. En 1878 sustituyó a Gabino Barreda en la clase de Lógica de la Preparatoria, escuela de la que llegó a ser director. Miembro de las academias de Medicina y de la Lengua.

Raigosa, Genaro. Nació en Zacatecas, Zacatecas, durante 1847; falleció en la capital de la república en el curso de 1906. Abogado. Diputado y senador por San Luis Potosí. Ministro plenipotenciario para negociar un tratado naval con Alemania. Agente financiero de nuestro país en Londres.

Reyes, Bernardo. Nació en Guadalajara, Jalisco, durante 1849; falleció frente al Palacio Nacional de la ciudad de México el 9 de febrero de 1913. Militar. Su biografía aparece más adelante, en otro lugar de este trabajo.

nchez Mármol, Manuel. Nació en Cunduacán, Tabasco, en el curso de 1839; murió en México, D. F., durante 1912. Abogado. Su biografía aparece más adelante, en otro lugar de este trabajo.

Sierra, Justo. Nació en el puerto de Campeche durante 1848; murió en Madrid, España, en 1912. Abogado. Su biografía aparece más adelante, en otro lugar de este trabajo.

Vera Estañol, Jorge. Nació en la ciudad de México en el curso de 1873, y allí mismo dejó de existir el año de 1958. Abogado. Ministro de Educación Pública durante 1913, dentro del primer gabinete de Victoriano Huerta, al año siguiente debió salir exiliado. Radicó en Europa y Estados Unidos, de donde regresó al país en 1931. Es autor de un importante libro sobre la Revolución de 1910.

rate, Julio. Nació en Jalapa, Veracruz, durante 1844; falleció en San Ángel, D. F., en el curso de 1917. Abogado. Diputado y senador. Oficial mayor de Relaciones, con cuyo carácter se hizo cargo del despacho de ese ministerio hacia 1879 y 1880. Secretario general de Gobierno del estado de Veracruz. Ministro de la Suprema Corte de Justicia. Profesor de Historia en la Preparatoria. Escribió el tomo III -sobre la guerra de Independencia- del libro xico a través de los siglos.

Según un cuadro de generaciones que he ido estableciendo para la realización de otros trabajos, y cuya justificación resulta muy larga para apuntarla aquí, la estructura generacional de los autores de xico: su evolución social para 1900, año de aparición del primer tomo de dicha obra, sería la siguiente:

Viejo (perteneciente a la generación de los nacidos entre 1825 y 1839, de entre 61 y 75 años en 1900, que es la generación, entre otros, de Porfirio Díaz, Vicente Riva Palacio, Miguel Miramón y Manuel González):

Manuel Sánchez Mármol. Con 61 años en 1900.

Adultos maduros (pertenecientes a la generación de los nacidos entre 1840 y 1854, de entre cuarenta y seis y sesenta años en 1900, generación a la que pertenecen, también, Manuel Acuña y José María Velasco).

Julio Zárate, con 56 años en 1900.
Genaro Raigosa, con 53 años en 1900.
Justo Sierra, con 52 años en 1900.
Bernardo Reyes, con 51 años en 1900.
Pablo Macedo, con 49 años en 1900.
Gilberto Crespo y Martínez, con 48 años en 1900.
Porfirio Parra, con 46 años en 1900.

Adultos ascendentes (pertenecientes a la generación de los nacidos entre 1855 y 1869, de entre 31 y 45 años en 1900, y a la cual pertenecen, también, Ángel de Campo y Federico Gamboa):

Miguel S. Macedo, con 44 años en 1900.
Carlos Díaz Dufoo, con 39 años en 1900.
Ezequiel A. Chávez, con 32 años en 1900.

Jóvenes (pertenecientes a la generación de nacidos entre 1870 y 1884, y entre los 16 y los 30 años en 1900, y de la cual son también, entre otros, Luis Cabrera, Carlos Pereyra y José Vasconcelos):

Agustín Aragón, con 30 años en 1900.
Jorge Vera Estañol, con 27 años en 1900.

Según se ve, tanto por ser aquélla a la que pertenecen mayor número de sus colaboradores, como por ser la de su director, la generación más representativa de los autores de xico: social es la de los adultos "adultos maduros” en 1900, nacidos entre 1840 y 1854, la de aquellos que, siendo muy jóvenes todavía durante las guerras de Reforma, Intervención e Imperio, casi no habían tenido ninguna participación en ellas, aunque sí habían sido testigos de la exacerbación partidista ocurrida durante su curso. Esta generación, posterior a la de Porfirio Díaz, no llegó nunca a poseer el poder político de hecho: fue porfirista, pero no tanto por reconocer en Díaz al caudillo liberal cuanto por ver en su persona el brazo fuerte capaz de mantener a México por el rumbo del progreso. Su oportunidad de llegar a la presidencia del país, que se le presentó con Bernardo Reyes, fracasó finalmente; para el momento en que estalló la Revolución de 1910, cuando sus miembros contaban ya entre los 56 y los 70 años, ya no tenía nada que hacer: fueron otros más jóvenes quienes hicieron escuchar en ella su voz.

En cuanto al único de los autores de la obra analizada miembro de una generación anterior, Manuel Sánchez Mármol, nacido durante 1839, se halla tan en el límite entre ambas que bien puede pensarse que sus características generacionales son de transición. Respecto a los pertenecientes a generaciones posteriores, es muy probable que su participación en la redacción del libro se diera fundamentalmente en plan de colaboración con los escritores de más edad; la trayectoria de su vida, si bien muy marcada por el hecho de su voluntaria adscripción al porfirismo, no se cierra con la caída del general Díaz.

En resumen: así como xico a través de los siglos lo fuera de la anterior, xico: su evolución social es la obra historiográfica típica de aquella generación de mexicanos, cuyo exponente más característico fuera quizá Justo Sierra, quien vio en el positivismo la solución al problema nacional por ellos considerado como fundamental: el de superar de una vez por todas los conflictos intestinos y encauzar a México hacia el progreso marcado por las naciones modernas -Francia, más entrañablemente amada, los Estados Unidos, más próximos geográficamente.[ 5 ]

Sentido general de la obra

El punto de partida teórico, pues, de xico: su evolución social es el positivismo, un positivismo que, como ya se ha dicho, a pesar de inspirarse en el europeo, reviste características propias, en tanto que trata de adecuarse a la situación mexicana. Un positivismo, en primer lugar, que se acerca más al organicista de Spencer que al más elaborado filosóficamente de Comte. Y para la elaboración del libro que estudiamos, se hará de este positivismo método a seguir en toda la extensión del término tanto en el sentido de mero instrumento de trabajo como en el de marco de referencia teórica para la comprensión del sentido de toda la historia mexicana.

Así, trató de asignarse a la elaboración de los diferentes estudios de que consta xico: su evolución social la mayor validez científica posible. Se creía en el valor universal de la ciencia, la cual, según Comte, era la que daba su consistencia al estadio de mayor desarrollo de la historia humana. Y, científicamente, trató de probarse que la sociedad mexicana había ido evolucionando paulatinamente, en medio de atroces convulsiones, siguiendo siempre la ruta del progreso. Como apunta el director de la obra, Justo Sierra, al final de su trabajo, en una cita que expone muy bien el sentido general que se quiso asignar al libro analizado:

Y esto hemos hecho: una labor provisional; con mayor copia de datos más científicamente depurados, otros reharán lo que hemos intentado hacer, y con mejor suceso. Pero nuestro empeño no habrá sido inútil, sin embargo. En primer lugar, si hemos procurado estudiar sin prejuicios las condiciones dinámicas de nuestra sociedad, no la hemos estudiado sin sistema. No nos toca exponerlo aquí en estilo de escuela; pero el título sólo de nuestro libro indicaba que, aun cuando pudiéramos disentir en la fórmula de las leyes sociales, y unos, siguiendo la escuela spenceriana, las asimilarán profundamente a las leyes biológicas, y otros las considerasen, de acuerdo con Giddings, esencialmente psicológicas, y la mayor parte acaso fundamentalmente históricas, en consonancia con Augusto Comte y Littré, todos hemos partido de este concepto: la sociedad es un ser vivo, por tanto, crece, se desenvuelve y se transforma; esta transformación perpetua es más intensa a compás de la energía interior con que el organismo social reacciona sobre los elementos exteriores para asimilárselos y hacerlos servir a su progresión.[ 6 ]

Y luego, tras exponer el método empleado, pasa el propio Sierra a explicar cómo es que, en su convicción, la ciencia, instrumento de trabajo, es al propio tiempo la única manera correcta de entender el mundo, el desarrollo de la historia universal y la vida misma en toda su extensión:

La ciencia, convertida en un instrumento prodigiosamente complejo y eficaz de trabajo, ha acelerado por centuplicaciones sucesivas la evolución de ciertos grupos humanos; los otros, o se subordinan incondicionalmente a los principales y pierden la conciencia de sí mismo y su personalidad, o precisamente apoyándose en ideales que son fuerzas morales, de tan perfecta realidad como las fuerzas físicas, tienden a aprovechar todo elemento exterior para consolidar su ecuación personal, y logran por resultante imprimir a su evolución una marcha, si no igual a la de quienes por condiciones peculiares llevan la vanguardia del movimiento humano, sí al nivel de sus necesidades de conservación y de bienestar.

Con este criterio hemos expuesto los fenómenos sociales mexicanos, que libros y documentos y declaraciones propios ponían a nuestro alcance; y lógicamente hemos inferido que, si todos los hechos de cuya certeza teníamos conciencia, acusaban, aunque en bien distintos grados, un movimiento creciente que resultaba del impulso interior conjugado con otros exteriores, ese movimiento es la evolución social mexicana. A este resultado total nos hemos atenido, aun cuando las condiciones y razones íntimas y profundamente reales de esa evolución sean, por escasez de datos y de estudios, más conjeturales que verdaderamente conocidas.[ 7 ]

En fin: la ciencia como punto de partida de la investigación y como pauta para entender la evolución de la sociedad, e incluso como ordenadora necesaria de la vida comunitaria y hasta de los actos morales del individuo. El positivismo en su máxima -y coherente, que todo hay que decirlo- expresión. Así, en opinión de sus redactores, la composición de xico: su evolución social, obra eminentemente científica y sociológica, marca la entrada de México al estadio científico de la evolución. Dado este paso, los siguientes -entre ellos el de la plena consecución de la libertad política- parecen consecuencia lógica e inevitable.

Y xico: su evolución social es una obra que, siguiendo tales lineamientos teóricos, resulta perfecta, cerrada en sí misma, sin fracturas. Basada en un espléndido acervo de información, las conclusiones a las que llega son absolutamente congruentes con los principios de interpretación que postula. Incurre en exageraciones, claro, pero es fundamentalmente honrada. Presenta una visión cabal, omniabarcante y coherente de la realidad mexicana.

¿Y cuál es esta visión de la realidad mexicana? Precisamente la de una sociedad que, en su evolución histórica, ha sido claramente representativa del ciclo progresista que se supone siguen todas las sociedades del mundo. Se entiende que el sentido de tal evolución ha sido el de la afanosa búsqueda de la libertad, o sea, de la propia posesión por parte del pueblo mexicano de su ser social. Se reconoce que tal sentido de la historia mexicana todavía no ha sido completamente realizado, pero siempre se considera que -con Díaz en el poder, claro- está a punto de conseguirse.

Por lo demás, en todo momento campea por la obra un espíritu de comprensión y de benevolencia hacia todos los mexicanos de todas las épocas, incluso aquellos que se comportaron equivocadamente; se cree, deben ser perdonados en atención a que, en el momento de su acción, todavía la evolución del país no permitía la necesaria corrección de perspectiva para impedir errores de apreciación.

México -pudo decirse tras la meticulosa observación de su realidad social que ha significado la elaboración del texto comentado- ha evolucionado en sentido positivo a lo largo del siglo XIX. No cabe duda -se afirma- de que su forma de ser es radicalmente distinta a la existente en el momento de la independencia. Todavía falta mucho por avanzar, pero los adelantos conseguidos muestran que los esfuerzos a realizar no pueden ser inútiles. México, se cree firmemente, está -¡por fin!- en la senda del progreso. Como concluye don Justo Sierra, con moderado pero incontenible optimismo, tras su análisis de los últimos años de vida política del país:

Existe, lo repetimos, una evolución social mexicana; nuestro progreso, compuesto de elementos exteriores, revela, al análisis, una reacción del elemento social sobre esos elementos para asimilárselos, para aprovecharlos en desenvolvimiento e intensidad de vida. Así nuestra personalidad nacional, al ponerse en relación directa con el mundo, se ha fortificado, ha crecido. Esa evolución es incipiente sin duda: en comparación de nuestro estado anterior al último tercio del pasado siglo, el camino recorrido es inmenso; y aun en comparación del camino recorrido en el mismo lapso por nuestros vecinos, y ése debe ser virilmente nuestro punto de mira y referencia perpetua, sin ilusiones, que serían mortales, pero sin desalientos, que serían cobardes, nuestro progreso ha dejado de ser insignificante.[ 8 ]

Ésta es la conclusión a la que llega, finalmente, el director de xico: su evolución social la cual, al quedar así asentada en un libro que alcanzó notable difusión inmediata, así en México como en los demás países de habla hispana e incluso -relativamente, claro- en algunos otros, se convierte en suprema justificación del régimen gubernamental que tal cosa había promovido. Y esa misma importancia de la obra de afirmar su creencia en la validez de una situación política determinada es la que sigue haciéndola interesante para nosotros -aparte, naturalmente, sus múltiples e innegables aciertos particulares-. En ella quedó plasmada, así, una interpretación del ser nacional mexicano en su desarrollo histórico y en su existencia concreta en un momento determinado, absolutamente congruente y magníficamente expresada: aquella que fue la propia de la brillante generación de mexicanos que, por primera vez, ya con la experiencia de un largo pasado de vida independiente, ciertamente muy difícil, estuvieron en condiciones de pararse a reflexionar, atravesando al fin el país por un periodo de paz ya largo y que pudo antojárseles inacabable, en el sentido y en las posibilidades de su nacionalidad; esa nacionalidad que, problemática y todo, sentían ellos ya absolutamente real e independiente de cualquier otra y, por ende, seguramente con un destino propio que cumplir.

Justo Sierra y "la evolución política del pueblo mexicano”

Para 1900, Justo Sierra Méndez, hijo del notable novelista Justo Sierra O'Reilly, contaba con 52 años de edad y era profesor en la Preparatoria y ministro de la Suprema Corte de Justicia; era ya, asimismo, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, de la que luego llegó a ser presidente. Había nacido en el puerto de Campeche, entonces perteneciente al estado de Yucatán, el 26 de enero de 1848. Su primera instrucción la recibió en su lugar de origen y en Mérida. Muerto su padre durante 1861, en compañía de su familia se trasladó a la capital de la república. Estudió en el Liceo Franco-Mexicano y en el Colegio de San Ildefonso. Para 1871 obtuvo su título de licenciado en Derecho; sin embargo, su verdadera vocación fue siempre la literatura. Durante 1876 luchó en favor del gobierno de José María Iglesias. Maestro de Historia General en la Preparatoria, también impartió clases en el Conservatorio Nacional de Música. Electo diputado federal en 1882, varias veces volvió a ocupar una curul en el Congreso.

Para 1901 se trasladó a Madrid con el objeto de participar en el Congreso Social y Económico Hispanoamericano. Al regresar a su patria se le nombró subsecretario de Justicia e Instrucción Pública; al separarse el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes del de Justicia, quedó como su titular; fungió como tal del 19 de diciembre de 1905 al 24 de marzo de 1911. El 27 de septiembre de 1910 restableció la Universidad Nacional. Después del triunfo de la Revolución iniciada por Francisco I. Madero, éste lo designó embajador y ministro plenipotenciario de México en España; desempeñando tal cargo, murió en Madrid la noche del 12 al 13 de septiembre de 1912. Trasladados sus restos al país, el 8 de octubre del mismo año fueron depositados en el Panteón Francés. Desde 1948 reposan en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

La bibliografía escrita por el maestro Justo Sierra es muy abundante; sus Obras completas, publicadas por la Universidad Nacional en 1948 y reeditadas en 1977, constan de quince tomos. Como periodista, colaboró en El Domingo, El Siglo Diez y Nueve, La Tribuna, El Federalista, El Renacimiento, La Libertad y El Mundo Ilustrado. Es autor de poesías, de unos Cuentos románticos y de la novela El ángel del porvenir. Sus libros de viaje son En tierra yankee y En la Europa latina. Aparte de su colaboración en xico: su evolución social, como historiador escribió varios textos escolares y Juárez: su obra y su tiempo.

Justo Sierra fue el encargado de dirigir la redacción del libro objeto de este trabajo. Fue él, pues, quien debió encargarse de coordinar sus diferentes partes y de asignar a la obra una dirección teórica definida. En realidad, puede decirse, fue el centro sobre el que giró toda la composición de ella y quien le dio su último sentido. La parte final, escrita por él, la dedicada a "la era actual”, es la conclusión final a la que pretende haber llegado todo el libro en su conjunto. No es exagerado afirmar que, aun siendo trabajo de equipo, el auténtico autor de xico: su evolución social, en tanto que su inspirador, su integrador y su orientador, resulta ser Justo Sierra.

La participación de don Justo en el libro, como ya se ha dicho, consta de dos partes: primeramente, en el primer volumen del primer tomo, el apartado dedicado a la "Historia política”; luego, al final de toda la obra, en el tomo II, el dedicado a "La era actual (1867-1900)”.

La "Historia política” la ha dividido en tres libros, cada uno de ellos dividido, a su vez, en varias partes. He aquí su esquema general:

HISTORIA POLÍTICA

Libro primero: Las civilizaciones aborígenes y la conquista. (Civilizaciones aborígenes, dos capítulos; la conquista, un capítulo.)

Libro segundo: El periodo colonial y la independencia. (Periodo colonial, seiscapítulos; la independencia, dos capítulos.)

Libro tercero: La República.
Primera parte: La anarquía (1825-1848); tres capítulos.
Segunda parte: La Reforma (1848-1867); tres capítulos.

Su estudio de "La era actual” no lo subdivide. En cierto lugar de su trabajo, Sierra transcribe íntegramente varias páginas de su libro Juárez: su obra y su tiempo.

Ya he mencionado las varias ediciones que existen del texto de Sierra. La consultada por mí tiene una breve introducción y notas de Edmundo O'Gorman.

Siendo xico: su evolución social más una obra de divulgación que de investigación, ninguno de sus redactores hace en ella alarde de erudición ni cita muy rigurosamente las fuentes que ha consultado. Sin embargo, debe decirse que por todos los estudios campea una seriedad y un rigor fuera de toda duda. Tocante a la historia, la obra fundamental consultada por todos ellos -así por Sierra, de quien ahora tratamos- es xico a través de los siglos, la monumental obra en cinco volúmenes, dirigida por Vicente Riva Palacio, publicada en la década de los ochenta del siglo pasado por la misma editorial Ballescá. Otros autores, de los citados expresamente, que fueron consultados por Justo Sierra, son Manuel Orozco y Berra en su Historia antigua y de la conquista de México y sus Apuntes para la historia de la geografía en México; Juan Francisco Molina Solís en el Descubrimiento y conquista de Yucatán; Hernán Cortés en sus Cartas de relación; Bernal Díaz en su Historia verdadera, Sóstenes Rocha en unas memorias inéditas y Eduardo Ruiz en la "época y romancesca historia” que hace de la guerra, contra la Intervención y el Imperio en Michoacán.[ 9 ] Aunque nunca las cita expresamente, se adivina a cada paso su lectura de las Disertaciones y la Historia de México de Lucas Alamán. En cuanto a textos extranjeros, los que maneja con más frecuencia son los de autores franceses. Es curioso apuntar que Justo Sierra casi nunca hace transcripciones literales de las obras por él consultadas; menudean en su escrito los entrecomillados, pero en éstos, más que fieles traslaciones, lo que se halla son argumentos ajenos expresados con sus propias palabras.

Sierra confiesa las dificultades que halló en su búsqueda de datos para la redacción de su trabajo; muy probablemente, en ella recibió la ayuda de un equipo de colaboradores. Según él, en nuestro país resulta muy difícil la investigación historiográfica, puesto que los archivos no se hallan ordenados sistemáticamente y quienes han escrito de historia, muy frecuentemente, se han dejado llevar más por sus personales intereses de partido que por el afán de objetividad. Comenta, con respecto a su anhelo de llevar a cabo una investigación de alta categoría intelectual:

al terminar, nos confesamos vencidos [...]. No podía menos en un país en que apenas van tomando cuerpo los trabajos estadísticos; en donde no ha existido, sino por modo muy individual y deficiente, la devoción por los datos coleccionados y clasificados; en donde nuestros archivos, todavía sin organización, sin catálogos, sin facilidades de trabajo, son inmensos hacinamientos de papeles viejos que el tiempo y la incuria van reduciendo a polvo; en donde nuestros escritores han hecho de sus obras armas de partido, como era ineludible, basando sólo sobre hechos muy aparentes y muy rápidamente explicadas sus apreciaciones, y consolidando las teorías con que han interpretado nuestra historia y los prejuicios que la han falseado. Y descuidamos adrede el contingente de los documentos oficiales, también incompletísimos, porque éstos nunca tienen valor de probanza, puesto que obedecen a miras especialísimas, sino cuando están minuciosamente confrontados con otros orígenes distintos.[ 10 ]

De cualquier modo, lo que Sierra pretende hacer en su trabajo es más una labor de interpretación que de investigación histórica. Su intención es la de dar, a partir de su convicción positivista, toda una visión de la historia mexicana. Y lo que hace nuestro autor es una brillantísima explicación de la evolución de nuestro país; en ella tienen cabida, desde un determinado punto de vista, todos los acontecimientos. Trata de ser conciliatoria; no le gusta condenar irremisiblemente a nadie; para él, incluso quienes actuaron equivocadamente, lo hicieron por no hallarse en situación de poder proceder de otro modo.

Para Justo Sierra, firme en su positivismo, la historia es esencial, ineludiblemente, evolución, marcha hacia el progreso. No puede hacerse nada para impedir el progreso de un pueblo, lo único posible es, mediante la educación, acelerar este proceso, el cual de todos modos habría de producirse; cuando la evolución pacífica no resulta posible, sobreviene una revolución. Y la tarea del historiador consiste, entonces, en narrar la "evolución vital” del pueblo estudiado.[ 11 ]

Creyendo en la evolución supone, asimismo, que siempre llega el momento en que determinada forma de vida, en un tiempo muy fuerte, queda naturalmente muerta, sin posibilidades de supervivencia. Así, por ejemplo, la propia del periodo colonial mexicano una vez consumada la independencia.[ 12 ]

La tarea del historiador consiste, según él, en tratar de encontrar, a través de los datos reales hallados en la investigación, el "hecho social” verdadero, es decir, el sentido de la evolución de la sociedad historiada, bien es verdad que tal empeño, generalmente, confiesa, resulta muy difícil. Y si no se encuentra el referido "hecho social”, que es el único verdadero en definitiva, en cuanto a que es la clave de la interpretación histórica, la labor del investigador ha resultado perfectamente inútil. Argumenta Sierra:

En suma, el hecho; el fenómeno, o político o administrativo, o económico, o jurídico o moral, algunas veces diminuto y de tales modos oculto o velado por los acontecimientos de primer término, pero que, determinado por las condiciones de medio y de heredismo, es a su vez el determinante de la historia ostensible; el hecho social, en sus elementos constitutivos, nos huye casi siempre, porque, o no dejó huellas, o sus huellas se han perdido. Y sin él todo estudio resulta frustráneo, efímero, provisional cuando menos.[ 13 ]

Y esto que Sierra llama "hecho social” no es sino lo que constituye, en esencia, para el positivismo, la historia en su sentido de evolución hacia el progreso. Luego, mediante el estudio de los hechos sociales, podrá llegarse incluso al establecimiento de leyes sociales. Un ejemplo de ley a la que llega Sierra es la de que, en nuestro país, "cuando los sueldos se pagan, las revoluciones se apagan”.[ 14 ]

La actitud del historiador debe ser, entonces, seria, serena, objetiva, para hallarse en posibilidades de determinar la efectiva manera en que ha ido desarrollándose la evolución social de la entidad estudiada. Sin embargo, Sierra reconoce que, a veces, mantener tal actitud resulta empresa difícil, especialmente cuando se contempla con angustia cómo el pueblo analizado, entrañablemente amado, su México, se ha sumido muchas veces en una negra noche de la que parecía no acabar de salir nunca; así, exclama ante el oscuro panorama nacional en el momento de iniciarse la invasión norteamericana de 1846-1847:

Es cierto que la historia que, en nuestro tiempo, aspira a ser científica, debe vedarse la emoción y concentrarse en la fijación de los hechos, en su análisis y en la coordinación de sus caracteres dominantes, para verificar la síntesis; pero abundan los periodos de nuestra historia en que las repeticiones de los mismos errores, de las mismas culpas, con su lúgubre monotonía, comprimen el corazón de amargura y de pena. ¡Cuánta energía desperdiciada, cuánta fuerza derramada en la sangre de perennes contiendas, cuánto hogar pobre apagado, cuánta, cuán infinita cantidad de vejaciones individuales, preparando la definitiva humillación de la patria! [...] El periodo que de la guerra francesa viene a la guerra norteamericana es uno de los más espantables de nuestra trágica historia. Se reprodujo después, mas una claridad apuntaba en el horizonte; pero antes, no: en la noche.[ 15 ]

Y siguiendo su manera de entender la historia y la labor historiográfica, Sierra se lanza a elaborar su interpretación de la evolución histórica -él se reservó para sí la evolución política - del pueblo mexicano.

Su intención principal es la de asumir la historia mexicana como una historia nacional propia, con un sentido determinado de una situación previa -la conformada por la vida en los tiempos prehispánicos y en la Colonia -, a través del agitado siglo XIX, hasta el punto de llegada -no definitivo, claro, aunque sí de logros innegables- que es el momento en el cual escribe.

Para él, la historia de México no es sino la de la lucha del pueblo mexicano en su búsqueda de la libertad; para ello, narra fundamentalmente dos procesos: el de la emancipación del dominio español, por la guerra de Independencia, y el de la paulatina consecución de la libertad política, consumada legalmente con la promulgación de la Constitución de 1857 y de las Leyes de Reforma, pero todavía no plenamente conseguida en el plano de la efectividad real; no cree que los mexicanos estén ya aptos para el cabal disfrute de tal libertad, precisa primero educarlos, tarea que es la fundamental de la dictadura paternalista o ilustrada de Porfirio Díaz.

Como ya se ha dicho varias veces, Sierra muestra siempre un afán por integrar todos los acontecimientos, positivamente, a su interpretación de la historia mexicana. Así, por ejemplo, concede igual importancia a los ingredientes indígena y español para la formación de nuestra nacionalidad. Dice al respecto: "Los mexicanos somos los hijos de las dos razas: nacimos de la conquista: nuestras raíces están en la tierra que habitaron los pueblos aborígenes y en el suelo español. Este hecho domina toda nuestra historia; a él debemos nuestra alma”.[ 16 ]

Todo lo sucedido en suelo mexicano puede, debe, ser asumido; y el mejor medio para lograr tal cosa es precisamente el de su conocimiento por medio del estudio de la historia; así, por ejemplo, en la profundización de las investigaciones de las ruinas prehispánicas, sabe que "Nuestro país está sembrado de soberbios monumentos cuyos autores nos son desconocidos”.[ 17 ]

Sin embargo, como también cree en la suprema validez de los principios propios de la civilización occidental, no puede menos que justificar la conquista hecha por los españoles, la cual vino a terminar con los terribles excesos de sangre cometidos en los sacrificios aztecas: "Era preciso [reconoce] que este delirio religioso terminara; bendita la cruz o la espada que marcasen el fin de los ritos sangrientos”.[ 18 ]

Así como antes ha hablado de las virtudes de los pueblos indígenas, también se refiere gustoso a las de los españoles. La conquista, por su parte, a pesar de sus excesos de crueldad, fue una de las acciones más grandes de la humanidad; y dice de Hernán Cortés que su expedición "de exploración y rescate, se transformó en una de dominación y conquista. Probablemente, en esas condiciones, no se ha acometido empresa igual en la historia”.[ 19 ]

Por lo demás, no cabe negar todo lo que la civilización de estas tierras debe a los misioneros. Con aquellos religiosos cristianos, "Paz y civilización eran sinónimos”:[ 20 ]

hombres como Las Casas, Zumárraga y Quiroga, reconcilian a la historia, aun bajo el aspecto moral en que suelen colocarla los idealistas, con la cristianización de los americanos llevada a cabo por España, aun cuando su antecedente forzoso haya sido la conquista con todas sus violencias y horrores.[ 21 ]

Sin embargo, la labor civilizadora que los frailes llevaron a cabo con los indígenas se detuvo en su cristianización; es cierto que los salvó de los excesos sanguinarios de sus sacrificios a los ídolos, pero los mantuvo en las garras de la superstición. La labor con ellos ahora, dice Sierra, debe ser la de ayudarlos a terminar su evolución, llevándolos hasta la comprensión de los modernos adelantos de la civilización occidental, en los cuales tanto cree él. Afirma don Justo que, consumada su conversión en masa a la religión católica:

Entonces comenzó el sueño moral de la gran familia indígena. En donde estaba, al pie del altar, allí quedó, y en nuestros días yace todavía en grandes grupos en el mismo estado, con las mismas costumbres y las mismas supersticiones: tiene que silbar mucho tiempo la locomotora en sus oídos para arrancarla del sueño, tiene la escuela que soplar la verdad en sus almas por dos o tres generaciones todavía para hacerla andar.[ 22 ]

Una vez organizada la conquista por parte de los españoles, empezó a vivir, bien que embrionariamente, la nueva nacionalidad, formada con la mezcla de las dos razas, la indígena y la española. Y comenzó la evolución histórica del nuevo pueblo: "el siglo XVI es un siglo de creación; el XVII es de conservación; el siguiente es de descomposición. Bajo estos fenómenos aparentes continúa su marcha lenta el crecimiento social”.[ 23 ]

Así las cosas, poco a poco fue surgiendo en los nacidos en la Nueva España el deseo de tomar el poder, hasta entonces sólo ejercido por gente venida de Europa; y nació, todavía en germen, para el siglo XVIII, una conciencia de nacionalidad. Para tales fechas:

El sentimiento patriótico se condensa en esta fórmula: la Nueva España para los mexicanos, o americanos, como decían nuestros abuelos, pero para llegar allí era preciso arrebatarla a los españoles; era necesaria la lucha, y una lucha probablemente desesperada.[ 24 ]

En tales circunstancias fue que estalló la revolución de Independencia; con ella, con los movimientos de Hidalgo y de Morelos, fue que nació ya, plenamente, la nacionalidad mexicana. En 1821, con la promulgación del plan de las Tres Garantías, surgió ante el mundo un nuevo país, gestado durante la Colonia, pero realmente creado a través de los once años que había durado la guerra de los insurgentes en contra del gobierno virreinal: "No, la nación mexicana no tenía trescientos años de vida, sino de laboriosa y deficiente gestación: en los once años de la lucha había venido a la luz, como nacen las naciones, al adquirir conciencia de sí mismas”.[ 25 ]

Así surgió México a la vida independiente. Y así comenzó su azaroso camino hacia la verdadera libertad, que es la libertad política. Pero, para conseguir ésta, era previo requisito, según Justo Sierra, la consecución de un estado de paz y tranquilidad, el cual no pudo alcanzarse sino después de más de cincuenta años de pugnas intestinas entre quienes defendían las formas de existencia, ya caducas, propias de la Colonia, y los que pretendían afincar, a machamartillo, los valores de la modernidad, en realidad -según Sierra- muy superiores a las posibilidades reales de asimilación de la nueva nación. Tan por encima de la sociedad mexicana estaban por el momento los postulados del liberalismo, que el máximo representante del quehacer gubernativo de por entonces era Antonio López de Santa Anna, "un ambicioso que creía que la patria era, no su madre, sino su concubina”.[ 26 ]

Siendo tal el estado de cosas, fue muy natural que México no pudiera conservar, siquiera, su integridad territorial; la guerra contra los Estados Unidos, dada la situación por la que atravesaba nuestro país estaba, de antemano, perdida. A fin de cuentas, la derrota frente a los yanquis vino a redundar en beneficio de la patria, pues ella fue el impulso que provocó la aceleración de la "segunda revolución” de nuestra historia, al hacer ver a la masa de la población la imposibilidad de seguir viviendo atenida a usos y costumbres ya caducos, tales como los propios de la sociedad colonial. Fue a raíz del desastre de 1847 que empezó a incubarse la que habría de venir a consumar la libertad política mexicana.

Y es que, para Sierra:

México no ha tenido más que dos revoluciones, es decir, dos aceleraciones violentas de su evolución, de ese movimiento íntimo originado por el medio, la raza y la historia, que impele a un grupo humano a realizar perennemente un ideal, un estado superior a aquel en que se encuentra; movimiento que, por el choque de causas externas, casi siempre se precipita, a riesgo de determinar formidables reacciones; entonces, lo repetimos, es una revolución. La primera fue la independencia, la emancipación de la metrópoli, nacida de la convicción a que el grupo criollo había llegado, de la impotencia de España para gobernarlo y de su capacidad para gobernarse; esta primera revolución fue determinada por la tentativa de conquista napoleónica en la Península. La segunda revolución fue la Reforma, fue la necesidad profunda de hacer establecer una Constitución política, es decir, un régimen de libertad, basándolo sobre una transformación social, sobre la supresión de las clases privilegiadas, sobre la distribución equitativa de la riqueza pública, en su mayor parte inmovilizada, sobre la regeneración del trabajo, sobre la creación plena de la conciencia nacional por medio de la educación popular; esta segunda revolución fue determinada por la invasión americana, que demostró la impotencia de las clases privilegiadas para salvar a la patria y la inconsistencia de un organismo que apenas si podía llamarse nación. En el fondo de la historia ambas revoluciones no son sino dos manifestaciones de un mismo trabajo social; emanciparse de España fue lo primero; fue lo segundo emanciparse del régimen colonial; dos etapas de una inmensa obra de creación en una persona nacional dueña de sí misma.[ 27 ]

En el párrafo anterior queda expuesta, así, toda la visión que tiene Sierra del proceso histórico que ha seguido México para irse haciendo a sí mismo como una nación plenamente consciente de su ser y de su destino. Iniciada, así, en 1854, en Ayutla, la segunda y definitiva revolución que iba a crear el ser de México, todo lo demás, hasta su triunfo final, estaba ya supuesto. La desesperada reacción de los conservadores para intentar cortar los avances de la modernidad estaba, desde el principio, llamada al fracaso; para los positivistas, un triunfo de lo tradicional, de lo vigente alguna vez en el pasado, es una radical imposibilidad.

Claro que tampoco era posible acelerar el cambio más de lo natural: lo moderno acabaría por imponerse en México, pero la rabiosa acción de los progresistas radicales no resultaba prudente; Sierra, "conservador” en el sentido de contrario a las actitudes exageradas, prefiere dar la razón a los liberales moderados, pues los supone sabedores de que la que se gestaba, con la promulgación de las leyes que desamortizaban los bienes eclesiásticos y los demás de manos muertas, "era en el fondo una gigantesca revolución social, de efectos infinitamente más lentos de lo que esperaban sus autores, pero segura, como todos los cambios radicales en la forma de la propiedad”.[ 28 ] Sierra, pues, no vacila en afirmar que "En el momento en que la constitución [de 1857] se promulgó no era posible cumplirla”;[ 29 ] pero al mismo tiempo afirma lo positivo de su promulgación, ya que significó nada menos que la legitimación de todo un programa de acción que, tras muchas vicisitudes, habría de encauzar al país por la senda del progreso.

Y el encargado de salvaguardar la Constitución a través de las terribles guerras de Tres Años, de la Intervención Francesa y del Imperio fue un magnífico ejemplar de la raza indígena. Benito Juárez quien, con la firmeza inquebrantable de su fe en los principios liberales, supo conducir al país, a lo largo de quince años decisivos de su historia, de una orilla en la que todavía privaban en la sociedad los valores coloniales, hasta otra en la cual se pudo vislumbrar, por fin, la incorporación de México a la modernidad. Juárez es uno de los mayores mexicanos para Justo Sierra.

Era un hombre; no era una intelectualidad notable [...] Juárez tenía la gran calidad de la raza indígena a que pertenecía, sin una gota de mezcla: la perseverancia [...]. Juárez creía también en él, pero secundariamente; de la que tenía plena conciencia era de la necesidad de cumplir con el deber, aun cuando vinieran el desastre y la muerte. A través de la Constitución y la Reforma veía la redención de la república indígena; ése era su verdadero ideal, a éste fue devoto siempre; emanciparla del clérigo, de la servidumbre rural, de la ignorancia, del retraimiento, del silencio, ése fue su recóndito y religioso anhelo; por eso fue liberal, por eso fue reformista, por eso fue grande; no es cierto que fuese un impasible, sufrió mucho y sintió mucho; no se removía su color, pero sí su corazón; moralmente es una entidad que forma vértice en la pirámide oscura de nuestras luchas civiles. En comparación suya parecen nada los talentos, las palabras, los actos de los próceres reactores: ellos eran lo que pasaba, lo que se iba; él era lo que quedaba, lo perdurable, la conciencia.[ 30 ]

Triunfante al fin la República, gracias a la fe de Juárez y de los demás liberales en el triunfo, todo quedó a punto para la puesta en marcha del país. Los trabajos en este sentido, iniciados por Juárez, fueron proseguidos por Lerdo, por Manuel González y, sobre todo, por Porfirio Díaz. Reconoce Sierra que, en el momento en que él escribe, no existe todavía en el país una auténtica democracia, pero está firmemente convencido de que, en todo lo demás, México ha progresado infinitamente: "la evolución política de México ha sido sacrificada a las otras fases de su evolución social”.[ 31 ]

Por lo demás, don Justo no puede menos que reconocer todo lo logrado bajo el gobierno autoritario y pacificador del general Díaz del cual dice:

puede bautizársele con el nombre de dictadura social, de cesarismo espontáneo, de lo que se quiera; la verdad es que tiene caracteres singulares que no permiten clasificarlo lógicamente en las formas clásicas del despotismo. Es un gobierno personal que amplía, defiende y robustece al gobierno legal. [Es] un poder que se ha elevado en un país que se ha elevado proporcionalmente también, y elevado no sólo en el orden material, sino en el moral, porque ese fenómeno es hijo de la voluntad nacional de salir definitivamente de la anarquía [...]. Para justificar la omnímoda autoridad del jefe actual de la República, habrá que aplicarle, como metro, la diferencia entre lo que se ha exigido de ella y lo que se ha obtenido.[ 32 ]

Así, pues, es como interpreta Sierra la evolución histórica de nuestra patria. De cualquier modo, y a pesar del dogmatismo a veces chocante de sus juicios, no puede dejarse de reconocer su trascendental importancia en nuestra historiografía; como apunta el doctor O'Gorman en el prólogo a la edición por mí consultada:

Pero la originalidad e imperecedero valor de la obra de Sierra están en la vigorosa interpretación que le da a nuestro discurrir histórico a la luz de sus convicciones, de sus penetrantes atisbos y hasta de sus temores; de tal suerte que la evolución del pueblo mexicano ha resultado ser el documento capital que tenemos para saber cuál fue la manera más aguda a que pudo llegarse a principios de este siglo en la comprensión del pasado mexicano.[ 33 ]

Una cosa más antes de dar por terminado nuestro análisis del maestro Sierra. Debemos tener presente que el interés de su aportación a la obra comentada no se centra sólo en su interpretación histórica. Radica también, y quizá antes, en el programa de acción que, derivado de su forma de entender el momento por el que atraviesa el país cuando él escribe, propone para coadyuvar en la evolución nacional. Y tal programa de acción se encierra en una palabra clave: educación.

La educación es la labor que, para justificar su acción como dictadura, debe emprender el porfirismo. ¿Y cómo debe ser esa educación, a qué debe tender? Sierra da la respuesta de una manera muy clara:

Convertir al terrígena en un valor social [...] identificar su espíritu y el nuestro por medio de la unidad de idioma, de aspiraciones, de amores y de odios, de criterio mental y de criterio moral; encender ante él el ideal divino de una patria para todos, de una patria grande y feliz; crear, en suma, el alma nacional, ésta es la meta asignada al esfuerzo del porvenir, ése es el programa de la educación nacional.[ 34 ]

Dictadura, pues, para garantizar el orden necesario para emprender el progreso; progreso material que ya se está realizando pero, sobre todo, progreso "moral” -palabra que gusta de repetir Sierra- gracias a una ardua labor de educar al pueblo. Y educar al pueblo, en suma, para hacerlo realmente libre, es decir, cabal dueño de su persona y de su destino, así personal como nacional.

Y así queda definido el deber; educar, quiere decir fortificar; la libertad, médula de leones, sólo ha sido, individual y colectivamente, el patrimonio de los fuertes; los débiles jamás han sido libres. Toda la evolución social mexicana habrá sido abortiva y frustránea si no llega a ese fin total: la libertad.

La historia del pueblo mexicano, así, alcanzará la plenitud de su destino: toda su evolución, a fin de cuentas, no ha sido sino una larga, azarosa, apasionante lucha por alcanzar el pleno goce de la libertad. Y ya Justo Sierra, desde su perspectiva, cree atisbar en la lejanía la inmensidad de tal meta, para la consecución final de la cual, cree, sólo hace falta terminar con la educación del pueblo en la verdadera filosofía, que es -claro- la del positivismo.

Manuel Sánchez Mármol y "Las letras patrias”

Hijo de Ceferino Sánchez y Josefa Mármol, Manuel Sánchez Mármol nació en Cunduacán, Tabasco, el 25 de mayo de 1839. Después de cursar la educación primaria en su pueblo natal, a los catorce años, se le concedió una beca para estudiar en el seminario conciliar de San Ildefonso de Mérida; de allí pasó a Chiapas donde siguió la carrera de abogado, recibiéndose durante 1864. Desde muy joven se dedicó al periodismo y con un condiscípulo del seminario hizo dos periódicos manuscritos: El Rayo y El Investigador. Luego colaboró en El Álbum Yucateco y en El Repertorio Pintoresco. También en Yucatán fundó la sociedad literaria “La Concordia ” y escribió en el periódico de ésta, La Guirnalda. Con José Peón Contreras y Manuel Roque Castellanos publicó el periódico satírico La Burla, y con Eligio Ancona, Román Aldana y Pedro de Regil, El Clamor Público. Fue edil del ayuntamiento de Mérida. Luchó contra la Intervención Francesa y el Imperio de Maximiliano desde los periódicos El Águila Azteca y El Disidente, habiendo sido reproducidos algunos de sus artículos para estas publicaciones en El Siglo XIX de la ciudad de México, en agosto de 1862. Fue secretario de Gregorio Méndez, caudillo de la lucha tabasqueña en contra de los imperialistas. Resultó electo diputado al Congreso tabasqueño y más tarde fue secretario general de gobierno de su estado natal. Restaurada la República en 1867, fundó el periódico El Radical. Desde 1871 fungió como diputado federal por su estado. Protestó cuando Lerdo de Tejada se reeligió como presidente en 1876 y sirvió al movimiento legalista de José María Iglesias, con quien colaboró como ministro de Justicia. Al triunfo del Plan de Tuxtepec regresó a Tabasco, donde se le nombró director del recién fundado Instituto Juárez y magistrado del Tribunal Superior de Justicia del estado. Para 1892 fue de nuevo electo diputado federal; vino a México y aquí se instaló como abogado. Más tarde, hacia 1904, fue electo senador. En 1902 actuó como delegado a la II Conferencia Panamericana que se celebró en México. Impartió la clase de Historia Patria en la Preparatoria. En 1906 ingresó a la Academia Mexicana de la Lengua. Falleció en la capital mexicana el 6 de marzo de 1912.

Su actividad de escritor la desarrolló sobre todo componiendo novelas, tales como Pocahontas, Juanita Souza, El brindis de Navidad y Previvida; en todas ellas se muestra en la transición del Romanticismo al Realismo.

La contribución de Sánchez Mármol a la obra xico: su evolución social se refiere al desarrollo que ha tenido en nuestro país la literatura, hasta alcanzar el estado que tiene en el momento en que él escribe. La estructura que sigue para tratar su tema es la siguiente:

Introducción

I. Ojeada retrospectiva (La Colonia)
II. Elementos generales de la literatura mexicana. Su desarrollo y progresos (Características generales de la literatura mexicana)
III. La obra literaria

1. La poética
a) Lírica
b) Épica
c) La dramática
d) La novela

2. La prosa
a) El periodismo. Polemistas, críticos, costumbristas
b) Historiógrafos, sociólogos, viajistas
c) Oradores

IV. Estado actual de las letras mexicanas
V. Porvenir de las letras patrias (Conclusión)

Siguiendo un orden muy definido, al abordar el inciso "La obra literaria” va tratando cada uno de los géneros a que se refiere por épocas sucesivas; y cada una de éstas, en cada una de las tres ciudades que él considera aquéllas en las cuales la vida literaria ha sido más importante desde tiempos de la Colonia: México, Guadalajara y Mérida. El mismo método sigue para estudiar el "Estado actual de las letras patrias”.

Por acuerdo que tuvo con el editor de la obra, nunca se refiere a ningún autor
todavía vivo, pues no desea -dice- cometer injusticias con los escritores aún en activo.[ 35 ]

Resulta difícil determinar cuál fue la bibliografía utilizada por Manuel Sánchez Mármol para la elaboración de su trabajo, pues no es fácil decir cuáles de las obras literarias que cita para ir analizando las ha leído personalmente. En general, su conocimiento de la literatura nacional, así como de la española y de la francesa, parece notablemente sólido. Entre las obras de consulta que manifiesta haber tenido a la mano cuentan las siguientes: en primer lugar, la Antología de poetas hispanoamericanos de Marcelino Menéndez Pelayo y la Historia crítica de la poesía en México de don Francisco Pimentel -con quien no se halla muy de acuerdo en varios puntos, especialmente en lo que haya de entenderse por poesía-; luego, la Breve noticia de los novelistas mexicanos en el siglo XIX de Luis González Obregón, la Reseña histórica del teatro en México de Enrique Olavarría y Ferrari y el artículo "Algunas consideraciones de la literatura mexicana” de José María Vigil, aparecido en el tomo I de la Revista Mensual Mexicana. Igualmente, señala la ayuda que le han brindado, con noticias y consejos, Francisco Sosa y Manuel Sales Cepeda en lo referente a Yucatán y Mariano Salado Álvarez en relación con lo jalisciense.

Por lo demás, hace continuas referencias a obras extranjeras, especialmente francesas; y menciona, aparte, a muchos literatos españoles destacados de su época, a Carlos Maurras, a Regnier, a Ibsen, a Macaulay y al estudio "Littératures de décadence”, de Renato Daumic, publicado en la Revue de Deux Mondes del 15 de septiembre de 1899. Todo esto muestra el interés con que en el México culto del tiempo eran seguidos los más modernos movimientos literarios europeos.

Lo primero que puede decirse del trabajo de Sánchez Mármol es que el autor lo emprende con la convicción de que la literatura es magnífica expresión del ser nacional: a cada nación corresponde una literatura propia; y así, sólo en la medida en que México sea independiente, poseerá una literatura nacional.

Por lo demás, en el estudio de su literatura habrán de encontrarse los resortes íntimos que conforman la realidad de un pueblo cualquiera, y comenta al inicio de su disertación:

Si, según la pintoresca frase de Carlos Maurras, la historia es la ceniza de los muertos, la literatura es, en cambio, la sangre, el alma de los pueblos, como que por ella perviven y sobreviven aun después de borrados de la carta del mundo.

Pulsación de vida en todas las complejas manifestaciones del humano ser, la literatura contiene en sí misma los elementos necesarios para reconstruir y galvanizar los modos de existencia de sociedades ya difuntas. Más prestigiosa que la sangre del mártir de Nápoles [San Genaro], reproduce a la continua el retorno a la vida de cosas devoradas por el tiempo, y así desaparecieran de la faz del suelo ciudades, instituciones, religión, leyes y hasta la historia del pueblo determinado, en tanto subsistan documentos de su literatura, puede estarse cierto de que tal pueblo resurgirá a la vida en lo que ésta tiene de más intenso e íntimo, a la luz de aquella enseñanza.

Y es que mientras la historia relata y comenta la vida pública de los pueblos, las evoluciones de la masa, su avance o retroceso, en una palabra, la fenomenalidad del conjunto, la literatura refleja y detalla la vida de los individuos, la compenetración de sus actos, sus usos y costumbres, las tendencias a que propenden, en suma, las peculiaridades de su vida interior, por donde se hace manifiesto un estado social determinado, en plena y palpitante actividad.[ 36 ]

La literatura es, pues, antes que nada, reflejo, imagen de vida: de la vida del pueblo al que corresponde. Y, así, todo lo escrito, en el estilo que sea y de acuerdo con cualquier tipo de canon, con tal de referirse de algún modo a la forma de vida de cierto pueblo, es literatura. Sin embargo, para su estudio, Sánchez Mármol sólo habrá de referirse "a lo que más propiamente y en el sentido más estricto entendemos por literatura, esto es, aquella manifestación intelectual de la palabra escrita que aspira a la expresión de lo bello”.[ 37 ]

Pero lo bello no sólo entendido formalmente sino, sobre todo, como expresión de una manera radical de entender el mundo y la naturaleza; tal es la poesía, la cual es sin duda, la más alta manifestación de lo literario. ¿Qué es la poesía? Una revelación en el sentido religioso de la palabra:

Mas no estriba en el arte de versificar el ser poeta: radica en más alta potencia, en más singular disposición. "Estos ciegos, según la expresión con que Anatolio France ha amplificado el antiguo Vates (adivino), que ven lo que no perciben los otros mortales”, no brotan como nidada de codornices: son rara avis, provistos de facultades privativas, tal cual se requiere, ora para remontarse a las idealidades psíquicas y revelar en lenguaje humano y bajo formas sensibles lo abstracto e incorpóreo, ora para abismarse en las hondas simas de la conciencia y sacar del fondo la perla o el cieno, que todo eso yace confundido en los arcanos de nuestra esencia, ora para interpretar las voces de la naturaleza en su sentido íntimo, no de todos penetrado. Esto es ser poeta.[ 38 ]

La poesía, así, es la forma más alta que alcanza la vida humana, en cuanto radical manera de entender el rumbo y de cantar la esencia misma de la vida. Y cualquier género literario, con tal de que cumpla con esa manera sublime de ser, puede aspirar a ser poesía en todo el sentido de la palabra sobre todo, la novela, que es, para Sánchez Mármol, el género más importante de la literatura moderna. Y dice con emoción al iniciar el estudio de los novelistas mexicanos, satisfecho del importante desarrollo que ha alcanzado en nuestro país el cultivo de la novela:

Abrimos la sección más importante de la presente labor; importante por lo mucho y bueno que del género se ha producido en nuestro país: importante porque en él, como en ningún otro, puede hallarse y estudiarse nuestra índole característica, la expresión de nuestro nacionalismo: importante, en fin, porque es el poema en que se congloba, se condena e intensifica la vida de un pueblo en todos sus órdenes y producciones, en todos sus géneros y categorías [...]. Última expresión a que ha llegado el arte, es lira, es arpa de infinitas cuerdas: es trompa, es flauta de sonidos infinitos: paleta de inagotables colores, cincel de cortes innúmeros [...]. Todo lo pinta, todo lo traduce, así se trate de aspectos o situaciones del mundo externo como los fenómenos que se operan en los abismos del yo.[ 39 ]

Lo que le importa a Sánchez Mármol es, pues, más el fondo poético que pueda existir en la expresión literaria, que la forma concreta adoptada para expresarlo. Por eso, aunque aprecia en mucho el apego a las formas clásicas, se da perfecta cuenta de que éstas, en algún momento, pueden llegar a perder vigencia en el avance de los tiempos. Dice a este respecto:

Respeto profundo guardamos a las doctrinas del Clasicismo, al que adeuda la humana cultura la revelación y enseñanza de los arcanos de la belleza en letras y arte; mas nuestro respeto no va hasta el fanatismo. Hay que reconocer que más de un canon horaciano ha perdido autoridad, muy principalmente, porque la evolución del arte, su perfeccionamiento, que sería temerario negar, ha
desechado reglas que, o no se conforman con la naturaleza, más atenta y sabiamente estudiada, o la circunscriben a un solo punto de vista, donde los tiene múltiples.[ 40 ]

Aunque en este trabajo Sánchez Mármol no sea propiamente historiador, tendrán interés especial para nosotros las alusiones que, sobre lo que sea la historia para él, presenta a lo largo de "Las letras patrias”. No olvidemos que, aunque nunca escribió un texto de historiografía propiamente dicho, durante muchos años desempeñó la cátedra de Historia Patria en la Preparatoria.

A él se le plantea el problema de si la historia es, o no, propiamente literatura. Y, siguiendo su opinión de que la literatura, en el más alto de sus momentos, es poesía -revelación-, se resuelve por la afirmativa. En su concepto, la historia debe tender a mostrar una verdad, a revelar a los ojos del lector la manera en que, en el pasado, fueron realmente las cosas; a interpretar el pasado. En tal sentido, la historia es una obra de arte y, por lo tanto, literatura. Resulta interesantísima la idea que tiene de lo que es -y de lo que debe ser- la obra de historiografía:

¿La historia es literatura?

Indudablemente que sí, cuando por historia se entiende no el simple relato de los sucesos acaecidos en determinado periodo de la vida de un pueblo o de una sociedad, expuesto sin arte, sin otra mira que la de trasmitir a los postreros la memoria de tales sucesos, que ésa es la crónica. La historia es literatura cuando el que la escribe se apodera de los acontecimientos y los estudia, "para reconstituir, según la pintoresca frase de M. Gaston de Boissier, una verdad de conjunto, con fragmentos de verdad”. En la historia deben, pues, entrar tres elementos del arte: objeto, modo y finalidad. No basta que un libro contenga la narración de sucesos de la mayor importancia, para que reivindique el nombre de historia; precisa que la narración, además de escrita en forma que interese al lector, aspire a un fin determinado, fin que, como en toda obra de arte, depende de las peculiares concepciones y tendencias del que las ejecuta.[ 41 ]

Y luego, establecido ese concepto, pasa a ver si ha habido o no auténticos historiadores en México. Contesta: "Así formulada la tesis, ¿tenemos historiadores? Sí, y de excelencia suprema, aunque hasta hoy, salvo algún texto para servir al profesorado, limitados a escribir de historia nacional”.[ 42 ]

A continuación analiza a los historiadores mexicanos más importantes.[ 43 ] Las obras de José María Tornel y Carlos María de Bustamante son, para él, más de memorias que de historia propiamente dicha; a las de José María Luis Mora y Lorenzo de Zavala les critica el referirse, apasionadamente, a sucesos a los que no fueron extraños; Mora le parece más sociólogo que historiador, lo mismo que Luis G. Cuevas. A xico a través de los siglos lo llama "obra monumental”, y de Orozco y Berra señala que "satisfacía a todas las condiciones que en el historiador deben concurrir: ciencia circunstanciada de los acontecimientos, recto juicio y ánimo imparcial”.[ 44 ]

Finalmente, el más importante historiador mexicano, a su juicio, ha sido Lucas Alamán, a quien critica, sin embargo, su filiación conservadora. De cualquier modo, su juicio sobre el eminente guanajuatense resulta en conjunto muy positivo:

El mayor de nuestros historiógrafos es don Lucas Alamán [...] y sería, sin duda, el más estimado de nuestros historiadores si su filosofía no fuera estática, más española que mexicana. Como sucede en general, por no decir absolutamente, con cuantos se dedican a obras de ese género, la pluma de Alamán corre con frecuencia mojada en la tinta de sus pasiones, de sus personales odios o afectos que son natural producto de sus ideales políticos. Fuera de esta tacha, que es dudoso que sea exclusivamente suya, los trabajos del insigne estadista demuestran la suma de sabiduría de que estaba dotado, y el gran conocimiento que atesoraba de nuestros hombres y nuestras cosas.[ 45 ]

Manuel Sánchez Mármol sí cree que existe una literatura mexicana propiamente dicha pues, siendo México una nación independiente de España, ha querido seguir una vida separada de la española en todos los sentidos; así, en el literario. Claro que seguirá teniendo muchos puntos de contacto con aquella literatura de la cual proviene la suya, y con la cual mantiene, asimismo, una igualdad de lengua.

Es cierto que la literatura mexicana, que no nació sino hasta el momento de la independencia, no ha tenido un desarrollo mayormente importante; pero Sánchez Mármol cree que, gracias a la paz instaurada por el régimen de Porfirio Díaz, la cual está llevando a cabo el desarrollo económico requerido para cualquier otro tipo de desarrollo, en muy poco tiempo podrá surgir una gran literatura nacional, correspondiente a la gran nación en que está a punto de convertirse México.

Ni la prehispánica ni la colonial fueron literaturas propiamente mexicanas, pues no existió México, realmente, sino hasta el movimiento de independencia. Separándose políticamente de la metrópoli, México quiso romper definitivamente con todo lo español. Y no es que niegue el valor de la literatura clásica española, sino que, simplemente, no cree que tenga nada que ver con la mexicana actual. Juan Ruiz de Alarcón y Sor Juana Inés de la Cruz fueron, en su opinión, altísimos exponentes de la literatura española, pero su influencia para el desarrollo literario mexicano, piensa, es prácticamente nula.

No se trata de referirme aquí a los juicios que emite acerca de cada uno de los escritores mexicanos. Bástenos señalar que ellos, más o menos profundos y siempre -como propios de un positivista conciliador- benevolentes, muestran en todo momento un generoso espíritu de comprensión, incluso hasta para con quienes no puede estar de acuerdo por su ideología y actuación política; así, sus opiniones acerca del poeta y periodista conservador Ignacio Aguilar y Marocho son muy positivas.

Sólo para ejemplificar las preferencias literarias de Sánchez Mármol, he de mencionar aquí que, para él los más altos exponentes que ha tenido hasta su época la literatura nacional han sido Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano y Vicente Riva Palacio, "los más poderosos impulsores y reguladores de nuestra evolución literaria”.[ 46 ] En cuanto al género que más relevancia ha tenido en nuestro país, indudablemente que es la novela, apunta:

Que hemos florecido en la novela, ¿quién osará negarlo? Que la hemos cultivado en todas sus formas ¿quién se atreverá a contradecirlo? Que poseemos una novela nuestra, esencialmente mexicana ¿cómo ponerlo en duda? Allí están de pie, solemnes y victoriosos, Fernández de Lizardi, Sierra, Orozco, Cuéllar, Altamirano, Riva Palacio y no pocos más.[ 47 ]

La interpretación que hace Sánchez Mármol del desarrollo de la historia mexicana es bastante similar a la de Justo Sierra, aunque en algunos puntos no sigue a éste al pie de la letra.

Sabe muy bien don Manuel que las dos entidades donde se enraíza la nacionalidad mexicana son la prehispánica aborigen y la española conquistadora, sin embargo, no cree que ninguna de ellas tenga todavía vigencia en la moderna vida mexicana. Racialmente, es indudable que de ellas desciende México; cultural y nacionalmente, empero, poco tienen que ver con nuestra actual nación:

El pueblo, la agrupación azteca que ocupó la región de Anáhuac, desapareció por la conquista de Cortés [...].

Por más que procedamos de incubación española, tampoco somos pueblo español, dado que, por el hecho de la emancipación, quedamos constituyendo nacionalidad aparte, dotada de instituciones diversas de las de la que fuera Metrópoli, con gérmenes de propia vitalidad, tendiendo a fines que nada tienen que ver con los de aquélla.[ 48 ]

Sin embargo, la mera consecución política de la separación de España no significó en sí todo el cambio esencial entre el modo de ser colonial y el nacional, este último tenía raíces que partían de plena época de dominación, el primero siguió dando sus últimos latidos hasta bien avanzado el siglo XIX. Comenta Sánchez Mármol:

Consumada nuestra independencia de puro hecho por la ininterrumpida serie de deslealtades del autor del plan de Iguala, por ley de lógica fueron desenvolviéndose ulteriores acontecimientos, virtualmente contenidos en el mero hecho de la emancipación.

No era independizarnos de España echar al último virrey: no era crear una nacionalidad dar una nueva denominación geográfica a la colonia: el viejo régimen persistía en tanto nuevas instituciones no vinieran a hacer efectivo un cambio radical en nuestra civilización política y en nuestras costumbres.[ 49 ]

Durante cincuenta años, la vida mexicana consistió en la pugna entre los sostenedores de las nuevas ideas y quienes pretendían salvar la vigencia de los caducos valores propios de la vida colonial. Finalmente, fue la revolución de Reforma, enarboladora de la Constitución de 1857, la que consiguió asentar en definitiva la nacionalidad mexicana; y el caudillo de este movimiento, "fundador del México de la civilización”, fue Benito Juárez.[ 50 ] Al triunfo de este grande hombre, firmísimo y definitivo paladín de la República, en 1867, empezó a vivir, ya en toda su magnitud, la nacionalidad mexicana; fue entonces que

De nuestra tierra, calcinada por el fuego de mil combates, apagado con la sangre de millones de víctimas, rompían generosos y vivíficos gérmenes, llamados sin duda a operar nuestra evolución más grandiosa, a dar cuerpo a nuestros ideales y consistencia real a nuestras aspiraciones.[ 51 ]

El triunfo de las nuevas formas de pensar y de vivir fue absoluto, como era inevitable. La tarea, entonces, fue la de la conciliación, permitiendo la entrada a la actividad política de los supervivientes defensores de la tradición; su causa estaba ya irremisiblemente muerta, sus desesperados intentos para revivirla no venían sino a confirmar la victoria de la democracia:

Fundidas, y no por arte de magia, sino por virtualidad económica, estas dos últimas tendencias [la del espíritu moderno y la del tradicionalista], de esta armonía política ha resultado la desaparición de antagonismos, de ininteligencias, de desacuerdos, puesto que los intereses parciales son otras tantas fuerzas que actúan en una misma dirección.

Y esta capitulación de las viejas facciones no es siquiera turbada por la actitud contradictoria del que fue partido tradicionalista, puesto que de facto se ha sometido a la evolución política consumada. No lucha ya por el predominio de sus ideales; se conforma con que hayan muerto, y si los llora y aún ostenta vida, es únicamente en el periodismo, y más en calidad de censor de lo que piensan y hacen los hombres de la política que como propagandista del sistema que antaño sostuviera.

Y su visión del desarrollo de la literatura mexicana está, como era de esperarse, íntimamente relacionada con la que tiene de la historia nacional: a la manera concreta en que ha sido la evolución social del pueblo mexicano, corresponde una literatura realizada de acuerdo con determinadas características. Por ello, no cabe pedir la existencia, hasta ese momento, de una literatura especialmente evolucionada en México, puesto que ésta es aún una nación joven; así, argumenta:

Las literaturas no son entidades que se formen de una a otra estación. Es la acción duradera del tiempo la que les va dando el ser [...]. Pedir a un pueblo nuevo [como es el mexicano, claro], que ostente una literatura característica, al igual de naciones seculares, pecaría de temeridad.[ 52 ]

La conquista de una literatura propia es algo que va anejo al desenvolvimiento de la vida nacional en todos sus demás aspectos: fundamentalmente, con el desarrollo social. Por tal cosa, ha sido a partir de que en nuestro país han empezado a hacerse efectivos los logros del liberalismo, que ha empezado a haber una auténtica literatura. Sobre todo, después de la restauración de la República, con la definitiva derrota de los reaccionarios, ha sido cuando puede decirse que, verdaderamente, comienza a desarrollarse la literatura en nuestro país de modo definitivo:

A partir de esta nueva época las fuerzas del país, antes dispersas y a las veces, desmaridadas, obran ya de consuno y en armonía, para producir una resultante general de progreso. La literatura se resiente de ello, y ya la capital viene a ser como el Areópago en que se congrega y brilla cuanto vale en letras y arte, para irradiar y esparcirse del centro a la periferia.[ 53 ]

Empero, el momento en que ha de producirse la final entrada de la nación mexicana en el campo de las grandes producciones literarias todavía no ha llegado. El momento de paz y engrandecimiento material por el que atraviesa el país ya lo augura, pero previamente debe completarse el desarrollo económico del país; razona don Manuel:

Empero no es ésta la hora de la literatura. Otra finalidad reclama y absorbe nuestras fuerzas.

En el estado actual de la civilización, individuos y pueblo han menester asegurarse, ante todo, el bienestar, base y cimiento de todo adelanto, de todo goce no turbado por la inquietud del mañana.[ 54 ]

Mas la hora del decisivo avance intelectual mexicano está ya muy próxima. Así lo prometen los veinte años ininterrumpidos de paz de que ha gozado ya la nación. Superada la anarquía que por tanto tiempo impidiera la efectiva civilización del pueblo, ésta empieza ya, poco a poco, a hacerse realidad.

De cualquier modo, como conclusión de su trabajo, puede suponer Sánchez Mármol, basado en la realidad social que contempla, que muy pronto empezarán a recolectarse los frutos literarios que cabe esperar de una nacionalidad tan prometedora como la mexicana, conquistada a través de una lucha tan difícil y sostenida hasta entonces, por los mejores de entre los mexicanos, con una fe enorme y avasalladora:

Defendida nuestra cultura en la medida en que está siéndolo, cumplido el programa económico, nuestra grande y justificada preocupación por el presente, hay derecho a prometerse que la literatura nacional se mostrara gallarda y pujante, dando frutos en sazón, como por el otoño bien cuidado huerto.[ 55 ]

El ensayo de Sánchez Mármol, pues, como en general todo el libro de xico: su evolución social, es de un fuerte optimismo. Conscientes de las dificultades que ya han sido superadas, los hombres del positivismo, creyentes en las leyes inapelables de la evolución hacia el progreso, no pueden menos de creer que el futuro que se presenta a México es espléndido. Así, Sánchez Mármol, hemos visto, está convencido de que la literatura mexicana por venir será magnífica.

Claro que todavía han de salir al encuentro imponentes obstáculos: pero éstos, ante la imbatible fuerza de nuestra nacionalidad, habrán de ser finalmente destruidos.

El empeño, ahora, para procurar el engrandecimiento de nuestra literatura ha de ser, fundamentalmente, el de defender nuestra lengua propia, guardándola de las influencias extranjeras: ¿cómo?, "cultivándola, cuidando de que no se deje invadir de elementos extraños y corruptos”.[ 56 ]

Pero esta defensa de la lengua española no ha de ser mero afán de mantenerla estática, atenida a unas normas que la marcha del tiempo puede haber convertido en anacrónicas. Antes al contrario, defenderla ha de querer decir enriquecerla, mantenerla viva, válida y apropiada para la expresión de todos los conceptos, incluso aquellos necesarios para la discusión de los últimos avances de la ciencia. Sánchez Mármol, que para 1906 habría de llegar a ser electo académico de la lengua, es muy claro en la postura de casticismo y apertura del lenguaje que pregona:

No que mantengamos el espíritu de puerta cerrada, sistema invariablemente seguido por los maestros y reguladores del habla castellana, ya insostenible ante la avalancha de inventos, que creando cosas nuevas imponen la necesidad de nuevas palabras con qué expresarlos: insostenible en medio de este torbellino de los pueblos, en que se mezclan y confunden unos con otros: no así, sino acreciendo su caudal presente con vocablos que, aunque peregrinos, de uso forzoso, puedan hallar acogida en nuestro idioma sin que éste pierda su linaje, acomodándolos a su genio y estructura.[ 57 ]

El castellano, en México, sufre necesariamente la influencia de dos literaturas: la francesa y la anglosajona. La de la primera de ellas tiene ya una gran tradición y no fue bastante para perderla el odio hacia Francia consiguiente a la invasión de Napoleón III de 1862. Sánchez Mármol se muestra decidido amante de la literatura francesa, a la cual considera a la vanguardia de todas las del mundo. Por lo demás -dice-, a través de ella es como han llegado a México las producciones de gran cantidad de lenguas, y comenta:

El monopolio que Francia ejerce en nuestro país en materia literaria débese, más que a otra cosa, a su singular genio propagandista, que hizo decir a uno de sus más ilustres pensadores que toda grande idea, para penetrar en la conciencia humana, necesita antes hacerse francesa.[ 58 ]

La otra influencia -no sólo idiomática, sino de todos los aspectos de la cultura- que necesariamente ha de resentir nuestro país es la anglosajona, en virtud, primordialmente, de la vecindad de México con los Estados Unidos. Esta presencia norteamericana tan cercana a la patria, que ya tiene tanto que lamentar de ella, no acaba de dejar de preocuparle, toda vez que la penetración de muchos aspectos del vivir norteamericano son cada día más evidentes. Pero nuestro autor encuentra una salida -ingenua, pero comprensible en su momento de optimismo en la fuerza avasalladora de la nacionalidad mexicana- al agobiante problema de la necesidad de convivir con el imperialismo estadounidense; cree posible que, así como los Estados Unidos influyen en nuestra sociedad con su poderosa personalidad pragmática, México podría también proporcionar a dicha nación cuando menos un aspecto de su forma de ser, el de su generosidad:

Todo esto nos conduce a una conclusión: que somos pueblos [el mexicano y el norteamericano], ya que no hermanos por la comunidad de origen, sí por la del interés y de las aspiraciones. De esta hermandad resultarán beneficios recíprocos; tomaremos el uno del otro lo que es peculiar de cada uno: nosotros de ellos, ese admirable sentido práctico que asegura el éxito de sus empresas; ellos de nosotros, este generoso espíritu latino que no se encierra dentro de las conveniencias del egoísmo, sino que procura hacer extensivo el bien a la humanidad entera.[ 59 ]

Suponiendo verdad que la entraña de nuestro ser nacional fuera la de "este generoso espíritu latino” -el cual, por cierto, no se había referido antes en todo su trabajo- ¿de dónde saca el bueno de Sánchez Mármol que a los Estados Unidos les interese "intercambiarlo” con nosotros a vuelta de "ese admirable sentido práctico” suyo?

Pero, en fin, y pese a lo difícil que pueda hacérsenos aceptar pretensiones tan discutibles como la anterior, la verdad es que Manuel Sánchez Mármol cumple muy bien con el objetivo que se había propuesto en el momento de ponerse a escribir: el de demostrar la existencia de una literatura propia y exclusiva de la nacionalidad mexicana:

Nuestra literatura existe [quiere dejar esto bien sentado]; hay una literatura mexicana, que es la conclusión a la que aspirábamos condujera este estudio a cuyo término tocamos. Como toda entidad que se manifiesta en el tiempo y el espacio, tuvo un germen, su desarrollo, su crecimiento, y al pasar por estos estados ha operado y continúa operando las evoluciones inherentes a los organismos dotados de vitalidad.[ 60 ]

[ 1 ] He aquí, pues, las tres fichas completas de los trabajos, según las ediciones que emplearé para la elaboración de este análisis: Bernardo Reyes, "Cuarta parte. El ejército nacional”, en Justo Sierra, director, xico: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana: de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., mapas, retrs., láms., t. I, v. I, p. 347-416. Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, xico: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 603-663. Justo Sierra, Obras completas, XII. evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60).

[ 2 ] Edmundo O'Gorman, xico: el trauma de su historia, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, XII-119 p. (Coordinación de Humanidades), p. 89 y 90.

[ 3 ] Edmundo O'Gorman, xico: el trauma de su historia, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, XII-119 p. (Coordinación de Humanidades), p. 89 y 90.

[ 4 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 396 y 397.

[ 5 ] Sin partir de datos tan concretos como los recogidos aquí, Leopoldo Zea intuye muy bien la existencia de una generación típicamente positivista; así lo demuestra el siguiente párrafo de su libro El pensamiento latinoamericano, 2 v., México, Pormaca, 1965 (Colección Pormaca, 12 y 17), v. II, p. 166, en el cual, incluso, llega a precisar en los años que van de 1880 a 1910 los de su acción fundamental; según mis cálculos, los precisos años centrales en que ella hubo de llevarse a cabo, estrictamente, serían los que corren de 1877 a 1907, es decir, tomando como vértice para el nacimiento de dicha generación el año de 1847, entre los treinta y los sesenta años de su "edad generacional”. Según tal cálculo, 1907 sería la fecha en la cual empezó a dejar de tener vigencia real el porfirismo. Valga como hipótesis de trabajo. El párrafo de Zea al que he hecho mención dice así: "Tal fue la obra que pretendió realizar una generación, la que se hizo cargo de los destinos de México entre los años de 1880 y 1910. Esta generación trató de establecer el orden en la conciencia de los mexicanos y el orden en su organización social. Establecieron un nuevo tipo de educación nacional y trataron, igualmente, de establecer un nuevo tipo de orden social. Se pretendió hacer de la ciencia la base de ambos órdenes: el positivismo fue el instrumento para establecer el orden mental; el porfirismo, la expresión del nuevo orden social”.

[ 6 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 362.

[ 7 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 362.

[ 8 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 397 y 398.

[ 9 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 350.

[ 10 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 361.

[ 11 ] Así, tras algunas disquisiciones sobre determinadas semejanzas de los toltecas con los griegos y de los aztecas con los romanos, regresa a su discurso con las siguientes palabras Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 34: "Prescindamos de estos fáciles ejercicios retóricos y resumamos la evolución vital del grupo azteca”.

[ 12 ] Véase, por ejemplo, Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 195 y 208.

[ 13 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 361.

[ 14 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 189.

[ 15 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 220.

[ 16 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 56.

[ 17 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 37.

[ 18 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 44.

[ 19 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 50.

[ 20 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 87.

[ 21 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 75.

[ 22 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 88.

[ 23 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 111.

[ 24 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 150.

[ 25 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 173 y 174.

[ 26 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 223.

[ 27 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 251 y 252.

[ 28 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 276.

[ 29 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 285.

[ 30 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 290-291.

[ 31 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 396.

[ 32 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 396.

[ 33 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 6.

[ 34 ] Justo Sierra, Obras completas, XII. Evolución política del pueblo mexicano, edición establecida y anotada por Edmundo O'Gorman, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1977, 426 p., retrs. (Nueva Biblioteca Mexicana, 60), p. 398.

[ 35 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 650.

[ 36 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 603.

[ 37 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 604.

[ 38 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 615.

[ 39 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 634.

[ 40 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 614.

[ 41 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 643.

[ 42 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 642.

[ 43 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 644.

[ 44 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 644.

[ 45 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 643.

[ 46 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 623.

[ 47 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 634.

[ 48 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 607.

[ 49 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 612.

[ 50 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 627.

[ 51 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 651.

[ 52 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 604 y 605.

[ 53 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 628.

[ 54 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 606.

[ 55 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 607.

[ 56 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 662.

[ 57 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 662.

[ 58 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 652.

[ 59 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 662.

[ 60 ] Manuel Sánchez Mármol, "Literatura. Parte séptima. Las letras patrias”, en Justo Sierra, director, México: su evolución social. Síntesis de la historia política, de la organización administrativa y militar y del estado económico de la Federación Mexicana; de su adelantamiento en el orden intelectual; de su estructura territorial y del desarrollo de su población, y de los medios de comunicación nacionales e internacionales; de sus conquistas en el campo industrial, agrícola, minero, mercantil, etc., etc. Inventario monumental que resume en trabajos magistrales los grandes progresos de la nación en el siglo XIX, 2 t. en 3 v., México, J. Ballescá y Compañía, Sucesor, Editor, 1900-1901, ils., grabs., retrs., mapas, láms., t. I, v. II, p. 659.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 9, 1983, p. 35-95.

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