Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

JOSÉ IVES LIMANTOUR
JUZGADO POR FIGURAS CLAVES DEL PORFIRIATO

Marta Baranda


Es indudable que el círculo cerrado de los políticos del porfirismo, empezando por el propio Díaz, intuyeron, aceptaron o criticaron a Limantour y de ninguna manera pasó desapercibida para ellos su actuación y su personalidad política.

Ciertamente, aunada a la opinión pública, es de tomarse en cuenta lo que estos hombres expresaron en vida de Limantour, opiniones que muchas veces apoyaron o contradijeron la imagen del ministro que la prensa nacional e internacional había venido configurando. Valiéndonos de sus cartas y artículos publicados en los periódicos, conoceremos mejor qué tipo de intereses o sentimientos existieron entre ellos y por qué obró así Limantour en determinadas circunstancias.

Veamos cómo fueron las relaciones con su jefe inmediato, el general Díaz -amigo personal suyo y a la vez compadre-[ 1 ] y con el grupo científico, que sin él admitirlo lo consideró siempre como su "jefe" y el cual se sintió traicionado al final por Limantour; con Madero, el revolucionario que se atrevió a exigir la renuncia de Díaz y que, profundo admirador suyo le pidió continuar al frente de la Secretaría de Hacienda en el gobierno provisional; con Bernardo Reyes y Dehesa, sus enemigos políticos, cuya fuerza de grupos representaba una amenaza para el ejercicio de su influencia sobre Díaz.

La amistad personal entre Díaz y Limantour se desarrolla a lo largo de diecisiete años "sobre ruedas" y el presidente da continuamente prueba de ello en público. Refiriéndose a la no aceptación a la candidatura presidencial por parte de su ministro, dice:

Repito que acaso sea innecesaria para usted esta aclaración, pero a lo menos la aprovecho con gusto para hacer mención especial de los patrióticos sentimientos e importantes servicios del señor Limantour al país, dispuesto siempre a prestárselos sin más interés que el de verlo próspero y feliz.[ 2 ]

A Díaz Dufoo le confirma el 7 de febrero de 1900:

El señor Limantour fue mi candidato para la presidencia de la República, porque en él he encontrado cualidades que lo hacen digno de desempeñar ese cargo. En una elección mi voto estaría siempre en favor suyo.[ 3 ]

En efecto, el presidente había encontrado en su ministro toda la capacidad, habilidad, preparación y cultura que exigía la compleja esfera de las finanzas en los países capitalistas más avanzados; y Limantour se movió siempre en ella extraordinariamente bien por lo que pronto alcanzó para México ese prestigio en el extranjero que tanto interesaba al gobierno de Díaz, lo que a su vez daba a Limantour una fuerza cada día mayor. Sólo a partir de 1910, cuando las elecciones presidenciales, empezó a deteriorarse francamente su amistad, por la presión que hicieron sobre el presidente los partidarios de Dehesa, gobernador de Veracruz, para que éste ocupara la vicepresidencia en lugar de Corral. Limantour, firme en su decisión de imponer la reelección de su amigo, tuvo serias fricciones personales con el dictador y en señal de represalia se fue a París con el pretexto de tramitar los últimos ajustes en la reducción del pago de la deuda externa y permaneció allí más tiempo que el acostumbrado.

Desde que el presidente llegó a persuadirse que nuestro desacuerdo en varios puntos importantes de la gestión gubernamental podía dar por resultado mi separación del gabinete, adoptó la táctica de no hablar conmigo de dichos puntos e insensiblemente fue extendiendo su reserva a las cuestiones políticas en general.[ 4 ]

No asiste, a pesar de la insistencia de don Porfirio, a las fiestas del centenario de la Independencia del país. Lo que se vio como un desaire al presidente y demás diplomáticos que vinieron del extranjero para dicha ocasión.

Cuando Limantour deja saber a Díaz que no podrá asistir a la toma de posesión del 1 o. de diciembre, recibe un telegrama del subsecretario de Hacienda, Roberto Núñez, quien le dice:

Presidente profundamente disgustado al conocer telegrama de usted. Me dijo que, si usted no viene, también él pedirá licencia y que le sorprende mucho que en los momentos solemnes en que va a tomar posesión nuevamente del gobierno sus amigos lo abandonen.[ 5 ]

Pero cuando llegan a París noticias de la grave situación que amenaza al país con el movimiento revolucionario maderista, considera que es tiempo de regresar y a su vez reconciliarse y actuar conjuntamente con el presidente, quien lo necesitaba más que nunca:

Su posición como "consejero mayor" de Díaz había llegado a ser tan difícil que algunos de sus más leales amigos le habían aconsejado renunciar a su puesto y darle así al presidente la oportunidad de averiguar quién era el hombre fuerte en México. [ 6 ]

Pienso que, sin lugar a dudas, Díaz sabía que el hombre fuerte, fuera del país era Limantour, por todos los gobiernos y círculos financieros conocido y respetado. De esto estaba consciente también Limantour, y, dispuesto a esgrimir la fuerza de su personalidad y prestigio regresó tardíamente a procurar paz y orden, donde por primera vez don Porfirio lo había intentado sin éxito. Escribe entonces al presidente:

Antes de concluir esta carta quiero hacer a usted presentes mis sentimientos de gratitud por la significación, para mí muy halagadora, del hecho de no haber aceptado mi renuncia, por más que circunstancias de familia, entre otras razones, me hagan desear vivamente volver a la vida privada. De todos modos, puede usted contar, querido compadre, con la sincera devoción que siempre le he profesado, y con que al realizarse la última parte de la conversación de la deuda, regresará a su lado para seguir bregando, con el mismo gusto de siempre, este su compadre y amigo que tanto lo respeta y estima.[ 7 ]

Adelanta ya su punto de vista personal sobre los insurrectos, dejando entrever al presidente Díaz la línea de conducta que piensa que debe adoptarse con ellos y que impondrá a su llegada:

Me he dejado guiar exclusivamente por la convicción de que en las actuales circunstancias debe usarse, a la vez que mucha severidad para los que se han levantado en armas, toda la diplomacia posible para evitar que rompan lanzas contra el gobierno de una manera irremediable hombres de cierto prestigio y de algunos recursos.[ 8 ]

No será sino hasta palpar el problema, que Limantour comprenderá la necesidad apremiante de "componendas" y concesiones que tendrá que hacer el régimen para llegar a un arreglo pacífico con el movimiento revolucionario, mismo que subestimó en un principio.

Es innegable la influencia que tuvo a través de los años sobre el presidente, pero más marcadamente al final del régimen, cuando Díaz se apoyó tan decididamente en su persona, tal vez sintiéndose viejo, cansado y con varios achaques de salud, como principio de sordera y arteriosclerosis. En una entrevista en 1910 en el castillo de Chapultepec, realizada entre Díaz, Francisco Vázquez Gómez y el coronel Antonio Tovar, don Porfirio les decía: "Todo eso mismo pienso yo: pero Limantour me ha dicho que, si Corral no es electo vicepresidente, él se separará del gobierno [...], y qué voy a hacer sin Limantour".[ 9 ]

Manuel Calero afirma:

La gran influencia de Limantour sobre Díaz se siente especialmente hacia 1910, cuando estando el primero en Europa, el presidente se resistía a tomar decisión alguna sobre la grave situación política diciendo: "Esperaremos a que vuelva Pepe". [ 10 ]

El mismo Limantour, en entrevista con Samuel Espinosa de los Monteros, reconoce el ascendiente que tenía sobre Díaz:

Pensaba retirarme del gobierno y dejar la Secretaría de Hacienda, más que nada por la enfermedad de mi señora [...] considerando ser el único que pudiera hacer cambiar de política al señor presidente [...]; no me equivoqué, he logrado convencerlo y él me ha dicho: "está bien Pepe, que se haga lo que usted quiera". Por eso he sacrificado a mis amigos y antiguos compañeros de gabinete, ya que la creencia de la opinión era que éste constituía una oligarquía que absorbía todo.[ 11 ]

¿Por qué entonces, no empleó la fuerza de su influencia para hacer estos cambios de personal y de política mucho antes, es decir, con oportunidad, por ejemplo, a raíz de las declaraciones en la entrevista Díaz-Creelman? Cuando sorprendidos los colaboradores más cercanos del presidente empezaron a hacerse toda clase de conjeturas y Limantour vio en ellas dos propósitos fundamentales: el de justificar el régimen de gobierno en el pasado y el de infundir la creencia de que las próximas elecciones se efectuarían con apego a los principios democráticos.[ 12 ] ¿Por qué no se dio efectivamente a la tarea de crear un verdadero partido gobiernista, con un programa político que aplicara las reformas reclamadas por el desarrollo integral del país, insertando en éste muy principalmente a los campesinos... y las reformas de la administración de justicia y del sistema electoral con un verdadero sufragio efectivo? Es decir ¿por qué no luchó abiertamente para realizar el cambio en vez de conformarse con esbozar sólo de palabra su plan de acción, al presidente? Posiblemente temió un enfrentamiento violento con Díaz y también con sus enemigos políticos: los anticientíficos, con lo que terminaría por perder su puesto público y su poder; además los intereses de su clase con reformas económicas semejantes se verían directa y profundamente afectados, pues para mejoras en el campo, se les gravaría con mayores impuestos, se les obligaría a invertir en éste, lo que no era muy redituable, y a arriesgar su capital en un mercado cuyas compraventas de granos y productos estarían a merced de muchas eventualidades. Tal vez, conociendo demasiado a Díaz suponía que éste no abandonaría el poder sino hasta su muerte y valdría la pena esperar pacientemente el acontecimiento que no tardaría mucho, sin prestar mientras tanto suficiente atención a la miseria e injusticia en que vivía gran parte de la población y que reclamaba medidas de acción urgentes, pero que Limantour pensaba que podían esperar todavía.

Prueba de la confianza que tenía Díaz en su ministro fue haber dejado en sus manos la solución al problema revolucionario y apoyado las medidas pacíficas que propusiera, a pesar de las presiones del general Victoriano Huerta quien, habiendo participado en la campaña contra los mayas en Quintana Roo y combatido a los zapatistas del estado de Morelos, se empeñaba en presentar batalla a los insurrectos y a los norteamericanos en caso de intervención. Limantour consideraba insuficiente el cuerpo del ejército del que podía disponerse y veía que, si la guerra civil continuaba en el país, la intervención armada de los Estados Unidos sería un hecho. Le constaba que este peligro no era imaginario sino muy real:

Gobierno de los Estados Unidos contestó a nota que redactamos Ibarra y yo domingo último que retiraría buques de guerra de puertos mexicanos tan pronto como hicieran carbón.[ 13 ]

Habiendo sabido que el señor Taft regresaría hoy a esta ciudad y que mañana celebraría consejo de ministros, creí conveniente solicitar por telégrafo una audiencia, con objeto de discutir la situación para conocer el objeto real y los propósitos de ella, y trataré de influir en que la resolución que adopte mañana la junta de gabinete, en nada hiera el sentimiento público de México, justamente alarmado por los últimos actos de este gobierno.[ 14 ]

En la prensa norteamericana se decía:

Hay guerra en México, y esta guerra puede prolongarse por años, lo que seguramente constituye una amenaza de destrucción a las propiedades de los americanos en dicho país. La hora de intervenir ha sonado, debemos desempeñar el papel de pacificadores.[ 15 ]

La actitud pacifista de Limantour fue reprochada por los militares, como Antonio Tovar Coronel, de la vieja guardia porfirista y presidente del "Partido Nacionalista", y Victoriano Huerta, quienes vieron en ella una maniobra para que renunciara el presidente:

Por aquellos momentos, el señor Limantour, había dicho al presidente lo mismo que antes dijo a los señores Madero y doctor Vázquez Gómez, en la conferencia que con éstos tuvo en Nueva York, que el gobierno de los Estados Unidos había aproximado a nuestra frontera, para invadirnos, veinte mil soldados. Esa misma noticia la circulaba Limantour entre todas las personas que él creía podrían influir en el ánimo del presidente para que renunciara.[ 16 ]

Se le llegó a acusar entonces de traidor a Díaz y de haber provocado la caída de éste, dando el triunfo completo al movimiento revolucionario para manejarlo finalmente conforme a sus intereses personales, "Pero afortunadamente, no ha habido nada serio, más que el deseo vehemente de Limantour de entrar en componendas con la revolución para quedar él bien con ella".[ 17 ]

Al negarse Limantour a que Huerta precipitadamente consiguiera dos mil caballos para que el ejército hiciera frente a los revolucionarios, éste lo acusó de traidor a Díaz y exclamó: "La felonía está consumada".[ 18 ]

Viendo Limantour que las medidas que se tomaron no resolvían el conflicto, comprendió que lo único que quedaba por hacer era abandonar el poder y dejar la solución a los revolucionarios. La toma de Ciudad Juárez dio el golpe mortal al gobierno por el efecto moral que produjo. Así pues, convenció a Díaz de la imperativa necesidad de su renuncia. Desde ese momento, "Limantour manejaba y vigilaba la situación en la casa de Díaz, en la calle de la Cadena, controlando visitas de ministros e intermediarios".[ 19 ]

Esto no impidió que llegara a oídos del presidente que "las pláticas Limantour-Madero eran vistas por varios no para realizar la paz sino como un apresuramiento para la caída del viejo gobierno y que los de Madero ofrecían a Limantour un cargo en su gobierno cuando renunciara Díaz".[ 20 ] Lo que hizo cierta mella en el dictador, despertando un injusto resentimiento hacia Limantour que exhibe ante Vázquez Gómez: "Es cierto, usted tenía razón; por todos lados hay traición y voy a decirle a Limantour que en dónde está su patriotismo".[ 21 ]

El ministro veía, honestamente, que todo intento de arreglo era inútil:

La evidencia de que la opinión pública nos había totalmente abandonado, la imposibilidad manifiesta de reorganizar el ejército levantando más tropas, la terrible amenaza de la intervención extranjera, la seguridad de que la prolongación de la guerra civil se habría atribuido al deseo de que el general Díaz deseaba conservar el poder y no obedecía a un noble fin, el temor de exponer las reservas del gobierno y de los bancos al saqueo del populacho ayudado por los bandoleros de los alrededores, y de carecer de tiempo y de medios para hacer la entrega formal de las existencias del tesoro a los sucesores legales.[ 22 ]

La tirantez en las relaciones entre Díaz y Limantour trascendió a la opinión pública:

Se ha acusado a Limantour de doble juego en las postrimerías del régimen: en mi concepto no traicionó al general Díaz, podrá acusársele de no haber tomado una actitud enérgica en esos momentos, pero él fue el primero que comprendió que todo era ya inútil pues el gobierno de Díaz estaba irremediablemente perdido.[ 23 ]

No se ha sabido con certeza si Díaz y Limantour llegaron a reprocharse mutuamente lo que cada uno de ellos consideraba como actos de deslealtad hacia el otro, pero de lo que no hay lugar a duda es que hubo un serio disgusto o rompimiento y que pasó algún tiempo antes de que se reconciliaran en el extranjero.[ 24 ]

Esto nos lo confirma el propio hijo de Díaz:

A pregunta especial mía [al coronel Porfirio Díaz] sobre las versiones que corrían respecto de la actitud de Limantour, respondió en forma rotunda: " Fue un traidor con mi padre, quien en París siempre se negó a recibirlo ".[ 25 ]

Sin embargo, Rodolfo Reyes, enemigo político de Limantour, afectado directo en las decisiones de éste con respecto a su padre Bernardo Reyes, a quien se le detuvo en La Habana para impedir que luchara al frente del ejército federal o que se uniera con Madero, opina así de la actitud del ministro:

Mi convicción es que, si Limantour cedió ante la revolución y entregó la situación, luego de dudarlo hasta última hora (como lo demuestran sus tratos conmigo), lo hizo por flaqueza de espíritu, por falta de fe en los elementos que defendían al caduco régimen, por lo que se quiera, menos por egoísmo personal de salvarse.[ 26 ]

Y reconociendo sus capacidades deja asentado:

Eje de la política porfirista durante tantos años, hombre incuestionablemente de altura y capacidad superior a todos los que rodeaban al presidente, bandera de un grupo de hombres selectos que, de un modo u otro, fue factor decisivo para la caída del régimen, iba a tener el triste y doloroso destino de ser el que entregara la situación, exponiéndose a que el porfirismo intransigente y agónico lanzara sobre él el peor de los anatemas, "el de traidor a Díaz", que repito que para mí es injusto.[ 27 ]

A pesar de que ha habido quien afirme que la ruptura de la amistad entre Díaz y Limantour fue total:

Cuando Díaz murió en París, sus funerales revistieron una grandiosidad estupenda. Acompañaron el cadáver prominentes funcionarios franceses y extranjeros y casi todos los mexicanos. Limantour no concurrió.[ 28 ]

El ex ministro niega estas fricciones públicamente:

No accedí a las instancias que me hicieron Madero y De la Barra, para que formara parte de su gabinete en el gobierno provisional, y el señor general Díaz está tan lejos de pensar que lo he traicionado, que desde que salimos del país hasta el momento en que escribo estas líneas, me ha seguido colmando de finas atenciones y de pruebas inequívocas de la inalterable amistad con que siempre me ha honrado y que hoy más que nunca estimo y agradezco, y que finalmente habiéndole dado a conocer mi deseo de hacer en la presente carta esta última declaración, se ha servido autorizarme para mencionar expresamente su conformidad.[ 29 ]

Poco tiempo después escribe una carta a Demetrio Sodi, magistrado de la Suprema Corte de Justicia en la administración de Díaz, pidiendo a este último su intachable testimonio, con varias preguntas:

¿No es cierto que pronto quedamos convencidos todos los ministros de la ineficacia de las disposiciones militares para sofocar la insurrección y de la imposibilidad de poner remedio a esa deficiencia?

¿No es cierto que a poco tiempo nos convencimos también de la necesidad urgente de entrar en arreglos con Madero para conseguir cuanto antes la paz?

¿Tuvo usted alguna vez, durante las negociaciones de paz, la impresión de que abrigaba yo algún fin personal al esforzarme, con tanto empeño como tuve, en conseguir que terminara la revolución?

¿No es cierto que siempre que se trató de las indicaciones que me fueron hechas por el lado de la Revolución para que permaneciera yo en el nuevo gobierno rechacé la idea como absurda y que no valía la pena de tomarse en consideración?

¿No es cierto que el manifiesto del señor general Díaz a la nación fue discutido minuciosamente en un consejo de ministros y que uno de los párrafos cuya redacción se cuidó con mayor esmero fue el relativo a la renuncia del presidente?[ 30 ]

Creemos que los hechos hablan aquí por sí mismos. Limantour no fue un traidor a Díaz ni "entregó" al país al movimiento revolucionario buscando acomodo en el nuevo régimen. Se mostró por el contrario como un hombre político que buscó sinceramente salvar a México de la lucha civil, y viendo que fracasaban sus medidas, pues el régimen porfirista había llegado a su fin, decidió convencer a Díaz de renunciar al poder y acabar así con lo que él pensó que era el origen del conflicto. Por todo ello resulta injusto tacharlo de falta de patriotismo o de traición; obró como a todo lo largo de su carrera política, con mucha congruencia con su ideología positivista: buscar el crecimiento evolutivo del país a través del progreso mecánico, en medio del orden y la paz. Los enfrentamientos violentos, la lucha sangrienta, la intervención armada de otro país no podían más que traer el caos, la destrucción y el retroceso. Había pues que evitarlo. ¡Con cuánta angustia y horror habrá visto la inminente bancarrota del país y el derrumbe de su obra hacendaria a la que se diera tan empeñosamente por dieciocho años! Derrotado y resentido salió de México para no regresar jamás, pero su autoexilio no le impidió estar siempre al tanto de lo que pasaba en el país que amó desde muy joven, cuando eligió ser ciudadano suyo, y por el que trabajó esforzadamente al lado de Díaz, para merecerle un lugar reconocido y respetado de "nación civilizada".

Podemos concluir que su relación con Díaz fue profunda, sincera y leal. Los resentimientos que entre ambos existieron se dieron más que nada por la imagen de sí mismo, que cada uno de ellos tenía y que exigía siempre del otro la aprobación, el reconocimiento, la admiración y el apoyo incondicional a su labor. Cuando no se daban éstos surgía entonces la fricción y el rencor.

No solamente Díaz, sino también el grupo de los "científicos" se sintió traicionado por Limantour cuando éste les pidió que renunciaran para formar nuevo gabinete, según los deseos del presidente. No entendían que quien los había apoyado tanto por mucho tiempo les desconociera ahora su capacidad para seguir en la administración del gobierno. Lo que nos habla favorablemente de Limantour, quien tuvo mayor visión que ellos y más patriotismo.

Había sido este grupo, sin lugar a dudas, el blanco de las críticas durante una buena parte del Porfiriato. Sin embargo, cada día que pasaba cobraba mayor fuerza por dos motivos: Limantour los apoyaba decididamente (aunque no de una manera pública ni directa), y controlaban con sus inversiones personales o sus servicios profesionales, como banqueros o abogados de famosos bufetes, importantes capitales nacionales y extranjeros. Así que llegaron a influir indiscutiblemente en la política del gobierno, aunque Bulnes, a quien siempre se le consideró de dicho grupo, opinara: "Entre los científicos y el general Díaz no había más que una relación, la de la tolerancia".[ 31 ] La mayoría opinaba en contra:

Entre aquellos científicos que pusieron un cerco de engaños al presidente Díaz, había primates [sic] y había segundones. A la primera clasificación pertenecían Limantour, Pineda, Pimentel, etcétera, que se destacaban con luz propia.[ 32 ]

Entre los "segundones" había varios que trabajaban incansablemente para su lucro personal:

Los grandes negocios estaban en los despachos de los abogados que encabezaron las firmas del manifiesto reeleccionista de los científicos en 1892; allí se obtenían las concesiones, los deslindes y despojos de tierras.

Con la creciente decrepitud de Díaz "los científicos" y su jefe de facto, Limantour, fueron los amos absolutos del país. Creció el poder y la soberanía de los capitalistas extranjeros, aumentó la opresión del pueblo mexicano, abundaron los despojos de tierras a los mexicanos, se desbocó la explotación y expoliación de los recursos naturales del país por los capitales con matrices en el exterior.[ 33 ]

Tal vez una de las acusaciones más graves que se hicieron a los científicos, dentro del contexto histórico de su tiempo, fue la siguiente:

La solución del problema económico de México, que pudo haberse logrado por el fomento y desarrollo de las riquezas agrícolas, no se llevó a cabo, a pesar de que hubo oportunidad para ello, pues el grupo "científico" se opuso a la realización de esa gran causa. La responsabilidad de este acto, que tantas desgracias ha traído a la República, corresponde en primer término a su cabeza, don José Yves Limantour.[ 34 ]

Hemos visto que por el concepto del desarrollo acelerado netamente industrial al que se quería llevar al país se descuidó el ramo de la agricultura, y los banqueros, empresarios y demás inversionistas, sector socioeconómico al que pertenecían los "científicos", no prestaron el menor interés en él, considerándolo inseguro y poco redituable.

No podemos negar que algunos "científicos" hicieron grandes fortunas y progresaron extraordinariamente aprovechando su influencia con el poderoso ministro de Hacienda, por medio del sistema bancario que organizaron bajo la suprema dirección de Limantour dominando las fuentes interiores del dinero y del crédito.[ 35 ]

Me he inclinado alguna vez, es cierto, a favor de la protección a determinadas industrias dentro de los límites moderados, pero jamás he tenido acciones ni participación alguna en las empresas favorecidas, y desafío a mis detractores para que prueben lo contrario.[ 36 ]

A favor de la probidad de los científicos habla Díaz Dufoo:

Los científicos no constituían una cuadrilla de ladrones, esto lo sabían de sobra sus adversarios, por eso la campaña en su contra no presentó acusaciones personales. Digo mal: hubo una al señor Limantour, al que se acusó de proteger a los científicos con negocios en la Secretaría de Hacienda aprovechándose de su alta posición en el gobierno del general Díaz.[ 37 ]

Reproduce entonces una carta del ex ministro que escribió ante los ataques de Luis Cabrera:

Jamás he admitido en la Secretaría de Hacienda injerencia extraña ni he favorecido indebidamente a nadie; si los articulistas y oradores a quienes aludo tienen algo que reprobarme a este respecto, que salgan de su sistema de ataques vagos e impersonales y que expresen, nombres, negocios y las pruebas en que se apoyan.

No respondió nadie, sólo Cabrera con su "cargo concreto" a Reyes Spíndola y su periódico El Imparcial.[ 38 ]

A partir de 1911, con los acontecimientos de marzo, especialmente el cambio de gabinete, que afectó directamente a varios científicos -entre ellos Rosendo Pineda, secretario de Gobernación; Pablo Macedo, subsecretario de Gobernación; Enrique Creel, de Relaciones Exteriores; Olegario Molina, de Fomento, y Ramón Corral, vicepresidente- el grupo se sintió repudiado y traicionado por Limantour, al que no dejará de criticar y condenar desde entonces.

Bulnes publica un artículo en El Tiempo, reprobando a Limantour por su política:

En primer lugar el señor Limantour ha excluido al elemento "científico" y con especialidad a sus más predilectos amigos, que lo habían hecho perder mucho brillo moral. El público ha acogido con frenético entusiasmo esa exclusión porque para la inmensa mayoría del pueblo mexicano "ser científico" es peor que ser bandido. ¿Ha hecho bien el señor Limantour en excluir a sus amigos predilectos, entre los cuales nunca me he encontrado, del ministerio que ha formado? No, y voy a decir por qué. Si la opinión pública acepta que los científicos, por no haberse defendido, son una banda de miserables ladrones, también la opinión pública acepta que Limantour ha sido durante diecisiete años, el jefe de esa banda y que si actualmente ha tenido el buen pensamiento de convertirse en jefe de hombres honrados, no les queda a los de la "banda" más que dos cosas que hacer: separarse y defenderse.[ 39 ]

Muchos de ellos salieron de México para refugiarse en el extranjero. Desde allá se escribían unos a otros, desahogando su amargura y rencor contra Limantour, como lo vemos en la carta de Rosendo Pineda a Pablo Macedo:

Mi querido Pablito, desde principios de este mes ando acá, gracias al triunfo que tuvo a bien dar el señor Limantour a la familia Madero.[ 40 ]

Ramón Corral recibe carta de Miguel Macedo:

Como usted ya sabrá por la prensa, la caída del gobierno del general Díaz quedó ya absolutamente consumada; entregando elementos abundantes y capaces para vencer, y esto a un enemigo incapaz de aprovechar la victoria e impotente para dominar la situación y garantizar el orden. Ojalá los hechos vengan a dar la razón al señor Limantour y a demostrar que estoy en un error.[ 41 ]

Miguel Macedo escribe a su hermano Pablo, que está en París:

El convenio de paz fue, no el principio de la pacificación como quería y esperaba el señor Limantour, verdadero autor del desastre, sino la señal para que en todas partes, aun donde no habían aparecido revolucionarios, se levantaran grandes hordas y arrollaran a las autoridades constituidas, las que se encontraban desprovistas de toda clase de elementos de resistencia.[ 42 ]

Y en otra carta que envía a su hermano el 2 de agosto de 1911 le comenta:

Respecto de lo que hizo una vez llegado a ésta Limantour, no podemos dudar de que no fue sino una serie de desaciertos, que precipitó la caída del general Díaz y todos los males que estamos presenciando y que puede llegar hasta la pérdida de la nación. Y como el señor Limantour fue el único director de la política del gobierno desde que llegó hasta la caída, yo no puedo vacilar en creerlo el único responsable; de nadie tomó consejo y a nadie oyó, y como en todos sus actos aparecían el miedo y la debilidad quitó a don Porfirio lo único que lo mantenía en el poder y lo entregó hasta el ludibrio de la plebe. Siempre habíamos pensado que las habilidades de nuestro amigo el señor Limantour no eran en política tan sólidas como en finanzas: pero después de este espantoso fracaso, debemos quedar persuadidos para siempre de que nunca será capaz de resolver una situación política difícil, y menos si es de tormenta.[ 43 ]

En este mismo artículo periodístico se publica la carta de Roberto Núñez a Pablo Macedo, fechada en Nueva York a 2 de agosto de 1911:

Dice Joaquín Casasús que todo fue concertado aquí entre Limantour y los Madero, y que Limantour al principio aceptaba quedarse en el ministerio con De la Barra. Que Limantour dio a Madero más, muchísimo más de lo que aquel esperaba y creía. [ 44 ]

Ante la severidad y parcialidad de sus juicios resalta la falta de comprensión, por parte de los "científicos" al problema que enfrentaba el país, y particularmente el porfirismo agonizante, pues había perdido su razón de ser, desde mucho antes de marzo de 1911 y que la solución no consistía en la mayor o menor habilidad política de Limantour.

El mismo Roberto Núñez, subsecretario de Hacienda, junto con Limantour, comenta a Pablo Macedo:

Don Ramón Corral me dice que en México se ha publicado un folleto por Esquivel Obregón, uno de los comisionados oficiosos de paz, probando con documentos que el ministro [Limantour] concedió a Madero más de lo que éste pedía y esperaba.[ 45 ]

Y Rosendo Pineda, a quien se atribuía mayor habilidad política entre los "científicos", escribe a Pablo Macedo:

En mi concepto, Pablito, la cosa es grave, nosotros necesitamos saber a ciencia cierta a qué atenernos respecto de los móviles que determinaron a Limantour a repudiarnos y a llevar al general Díaz y al país entero al desastre.[ 46 ]

No sabemos a quiénes ni a cuántos de los "científicos" siguió frecuentando Limantour en el extranjero, pero de lo que sí estamos ciertos, es que éste guardó con amargura sus ataques y severos juicios, lo que fue a su vez factor decisivo para resolverlo a escribir sus Memorias políticas, a manera de respuesta, defensa y justificación.

Con lo que respecta a la relación Limantour-Madero, es innegable que este último admiraba al secretario de Hacienda y lo tenía en gran estima, considerándolo como hombre de notable inteligencia y vastísima preparación.

Además de ser los dos burgueses y terratenientes, se identificaba con él por varias razones: como era el haber estudiado ambos en el extranjero, en París, concretamente; en los conceptos compartidos de que México debía ocupar un lugar entre las naciones desarrolladas; que el progreso económico era requisito indispensable en la transformación del país; que todo buen gobierno requería de hombres aptos y honestos. Tanto uno como otro veían la necesidad del cambio político mucho más apremiante que el socio-económico. En cuanto a caracteres eran muy opuestos, Madero eminentemente idealista, Limantour decididamente práctico.

Siendo los Madero en Coahuila una familia acaudalada, de terratenientes y comerciantes, sostenían estrechos lazos con los principales bancos del norte del país, y por lo mismo tuvieron constantes asuntos que tratar con Limantour, a quien veían como amigo personal de la familia, sobre todo don Evaristo, el patriarca de los Madero. Contando con esta amistad, Francisco I. Madero escribe a Limantour en noviembre de 1909:

Como sé que usted tiene ideas democráticas y en el seno del gabinete siempre ha trabajado porque volvamos a un régimen constitucional y en todos sus actos se ha ceñido siempre a la ley, me dirijo a usted para llamarle la atención sobre los acontecimientos de Yucatán y demás que he apuntado para ver si logra con su poderosa y justificada influencia, que cesen esas persecuciones que tanto desprestigian al gobierno y tan graves consecuencias pueden tener haciendo perder al pueblo toda la esperanza de elegir sus mandatarios según las prescripciones de la ley.[ 47 ]

Limantour le contesta a Madero:

Permítame que no entre a discutir las consideraciones políticas que toca su expresada carta, porque si bien perseguimos uno y otro ideales democráticos, diferimos totalmente respecto del camino que para su realización conviene seguir.

También nos separa la apreciación de muchos hechos y la manera de presentar la verdad. Pero basta que acuda usted a mí apelando a razones de humanidad, para que, a pesar de mi firme propósito de alejarme de las cuestiones de mera política, procure yo hablar con quien corresponda en el sentido de los deseos de usted.[ 48 ]

El respeto que guardaba Madero hacia Limantour era conocido por todos los amigos del primero; Rafael Martínez, director de El Constitucional, órgano del centro antirreeleccionista de la ciudad de México, en una visita que le hizo Madero a la redacción le dijo:

A Limantour no lo vuelvas a atacar ni menos con la zafia con que lo han hecho el licenciado Ferrel y tú.

Le hice ver que era el alma negra de los científicos y enemigo de los antirreeleccionistas, y Madero me contestó: "No lo creas, mi familia le debe mucho, somos sus amigos y nos prestaría grandes servicios. No lo vuelvas a atacar ni publiques ataques contra él".[ 49 ]

Francisco I. Madero comenta sobre Limantour en una carta a su padre:

De él hablo muy poco en mi libro, pues no quiero que se traduzcan mis simpatías por él porque después yo no podría trabajar por él con la misma facilidad. Que aunque no soy incondicional de nadie sino de la democracia, siento por él grandísimas simpatías y con gusto trabajaré cuando sea oportuno porque él llegue a la vicepresidencia.[ 50 ]

Limantour por su parte, a su regreso a México en 1911, reprueba abiertamente la actuación y ambiciones de Madero. En entrevista con Manuel Amieva, éste lo interroga:

Señor, quizá usted vino de Europa con un plan trazado de antemano para terminar este estado de cosas y al llegar aquí se ha encontrado con un círculo de hierro que no lo deja obrar con libertad, ¿por qué no romperlo?

Los obstáculos los pone Madero con su intransigencia al pretender que don Porfirio se retire, cosa que sería la anarquía del país, máxime cuando estamos dispuestos a conceder todo lo que Panchito desee o quiera.[ 51 ]

Las negociaciones con los Madero resaltan el peso y la influencia que tenía Limantour sobre Madero, como nos relata Vázquez Gómez, parte activa en ellas:

En junta que tuvimos el 30 de abril de 1911. Madero me dice al oído "Estoy comprometido con Limantour, acerca de no exigir la renuncia de Díaz, sino sólo la de Corral".[ 52 ]

Los intentos por lograr la paz, llevados a cabo entre los Madero y Limantour, fueron hondamente criticados más tarde por la opinión pública:

Si Limantour accedió a ciertas exigencias, fue porque él sabía que con los Madero contaba en forma incondicional y absoluta, más aún si tomamos en consideración que don Gustavo Madero en un SOS lanzado por medio de la prensa americana, pidió su influencia para solucionar el conflicto. El que les desbarató su juego fue Francisco Vázquez Gómez que exigió la renuncia del general Díaz y la eliminación de Limantour.[ 53 ]

Samuel Espinosa de los Monteros, partidario reyista, escribe:

Al llegar Limantour a Nueva York fue a visitar a los señores Madero para pactar con ellos la sucesión presidencial, a trueque de obligar al general Díaz a renunciar.[ 54 ]

Limantour hizo doble juego en su intervención por la paz, con los Madero [...] había traicionado al señor general Díaz.[ 55 ]

Limantour definitivamente no buscó acomodo en el nuevo régimen, a pesar de que el mismo Madero, desde un principio, y después De la Barra le pidieron que permaneciera en su puesto en el gobierno interino. Para él su vida pública había terminado con el porfirismo.

Tan luego como se supo de una manera cierta que el señor general Díaz renunciaría a la presidencia de la República, surgió un problema: el de la separación del señor Limantour del gobierno interino [...] pero el señor Madero insistía en que debía permanecer en el gobierno formando parte del gobierno interino, vista la importancia de sus funciones como secretario de Hacienda.[ 56 ]

Esto llega a oídos del general Díaz quien, confundido y receloso, le dice a Vázquez Gómez, temiendo que Limantour esté haciendo doble juego: "Es cierto, usted tenía razón: por todos lados hay traición y voy a decirle a Limantour que en dónde está su patriotismo".[ 57 ] De ese cargo se defenderá Limantour públicamente, enviando carta a El Imparcial, el 10 de diciembre de 1911, a la que ya hemos hecho referencia.

Francisco I. Madero le escribe a Limantour, que se encuentra en Deuville, Francia, respondiendo a una carta del ex ministro en la que pide se haga una investigación en los manejos de su gestión hacendaria que compruebe la honradez de su administración y calle la ola de ataques que se han desencadenado en su contra:

Siempre he creído que la gestión hacendaria de usted fue buena para el país y nunca he dado crédito a los que pretendían acusar a usted de defraudar en cualquier forma que sea el tesoro nacional. Ahora me es satisfactorio repetir a usted que tengo el mismo concepto de antes respecto a usted, y más le diré, de las secretarías de Estado la que tenía más bien arreglada sus cuentas era la de Hacienda [...]. Y que los actos de los hombres honrados se depuren y se aprecien debidamente los servicios prestados a la patria. Nunca he dudado que usted pertenece a esos últimos, por cuyo motivo puede tener la seguridad que la estimación que le he tenido permanecerá invariable.[ 58 ]

La misma opinión con respecto a Limantour guarda Ernesto Madero, quien al hacerse cargo de las finanzas en el nuevo gobierno declara enfáticamente: " La Secretaría de Hacienda estaba tan bien organizada que marchaba con la precisión de un reloj".[ 59 ]

Esta relación de estima personal y admiración fue la que existió por parte de Madero hacia Limantour, pero nunca fue políticamente "limantourista", como injustamente se le calificó. Si no juzgó conveniente plantear modificaciones a la política económica de Limantour fue porque siempre la consideró acertada. Por su parte éste buscó, hasta el último momento, salvar su obra de la que se sentía tan ufano; razón muy importante que lo movió entre otras cosas a buscar un arreglo pacífico con los Madero, que no iría más allá del cambio de personal en el gabinete, incluida la renuncia de Díaz y de varios gobernadores, y la aplicación real del sufragio efectivo y la no reelección; pero nunca consideró estas negociaciones como coyuntura para la realización de sus ambiciones personales de poder, asegurándose así, sitio en el nuevo gobierno. El error político de Limantour fue haber subvalorado en un principio a Madero y "su causa".

Limantour entra en contacto personal con Bernardo Reyes hacia fines de 1897, cuando siendo éste gobernador de Nuevo León, se entera de que el ministro de Hacienda planea ir a Tampico y lo invita a visitar Monterrey. Acepta y se le ofrece una recepción entusiasta:

Se nos colmó por parte de todo el mundo, de numerosas y exquisitas atenciones, en las que se advertía la mano del general Reyes, empeñado en dejarme la mejor impresión de lo que él llamaba su "obra", así como también de sus buenos sentimientos hacia mí.[ 60 ]

Antes de su salida a Monterrey, Díaz le encarga a Limantour que con toda discreción vaya viendo Reyes quién pudiera sustituirlo en la gubernatura pues pensaba llamarlo a la Secretaría de Guerra.[ 61 ]

A partir de entonces se entabla la amistad entre Limantour y Reyes, quienes mantendrán contacto a menudo:

Contesto en estas líneas sus dos favorecidas de 12 y 13 del corriente manifestándole, desde luego, mi agradecimiento por las buenas ausencias que ha hecho usted de mí, así como por las bondadosas frases que me dirige. Puede usted creer que es correspondido de mi parte, y que tengo la profunda convicción de que mi visita ha sido el punto de partida de relaciones íntimas y absolutamente leales entre nosotros.[ 62 ]

En diciembre de 1898 le escribe a Reyes:

Con los recuerdos muy vivos todavía, y siempre gratísimos, de los días que acabo de pasar con usted, me he puesto de nuevo al trabajo, que como usted comprende es hoy mucho mayor.[ 63 ]

Por entonces tenía el presidente la idea de retirarse temporalmente del gobierno para tomar un descanso de varios meses en el extranjero y dejar al cargo de él a Limantour, como presidente interino y a Bernardo Reyes, apoyándolo militarmente:

La fórmula Limantour-Reyes parecía tener todas las prerrogativas, Limantour representaba la tradicional hegemonía de los intereses creados; Reyes, el puente entre éstos y las aspiraciones de los de abajo.[ 64 ]

Sobre este asunto Limantour escribe

El presidente aprovechó las circunstancias para ir insensiblemente allegándome apoyos y amistades con el objeto de realizar sus fines consabidos [...]. De cualquier manera que sea, ya no fue un misterio para nadie, después de mi primer viaje a Monterrey, que el general Díaz preparaba alguna combinación basada en el concurso del general Reyes y del que habla.[ 65 ]

Pasado el verano de 1898, hubo un segundo viaje a Monterrey de Limantour, acompañado de Díaz, quien quería estrechar aún más los lazos entre el ministro y Reyes, y platicar ya abiertamente del apoyo que habría que brindar éste al "presidente interino" llegado el momento. La reacción del general Reyes fue en sentido muy positivo. "Agregó que vería con verdadera satisfacción que el proyecto se realizara, asegurándome que pondría todo el empeño de que fuera capaz para su mejor éxito".[ 66 ]

Sobre el particular, Juan Pedro Didapp nos dice: "Tal fue el pacto que ambos personajes juraron delante el presidente cumplir fielmente, sin hacerse la guerra sorda uno al otro".[ 67 ]

Díaz trataba a menudo el asunto de su retiro temporal, con Limantour, pero éste le exponía varios motivos para no aceptar la proposición, como eran el de su salud tan amenazada por frecuentes crisis hepáticas y su falta de experiencia y de habilidades políticas que le impedirían hacerse cargo de la Presidencia interina. Ante esto, don Porfirio decide aplazarlo y que el primero en tomar el descanso para una cura sea el secretario de Hacienda. Como veremos más adelante -al referirnos a Limantour y sus ambiciones presidenciales-, éste pensaba que era conveniente tomar dicha medida no en el periodo que faltaba poco por terminar, sino al comenzar el siguiente de 1900-1904.

A la muerte del general Felipe Berriozábal, ministro de Guerra y Marina, es llamado Reyes para ocupar el cargo. Aquí, en la ciudad de México, éste hace muy ostensibles sus simpatías por el ministro de Hacienda: "A diario se le veía en la Secretaría de Hacienda, en la calle y otros parajes públicos haciendo demostraciones de afecto y consideración al que esto escribe".[ 68 ]

Al mismo tiempo que se estrechaba la amistad de Limantour y Reyes, se despertaba la desconfianza del grupo "científico":

Al principiar el periodo presidencial comprendido de 1900 a 1904 los señores Reyes y Limantour marchaban en absoluta armonía; pero el licenciado Pineda y sus demás amigos comprendieron que la preponderancia de Reyes en el ánimo de Limantour les relegaba a un papel secundario en la política.[ 69 ]

Y empezaron a intrigar en contra de Reyes:

Cuando supo [Limantour] que Reyes abrigaba pretensiones presidenciales, empezó a hostilizar al ejército en el renglón de gastos hasta que sobrevinieron fricciones.[ 70 ]

No creemos que haya sido por instancias de los "científicos" el que el secretario de Hacienda recortara los gastos en Guerra y Marina, puesto que esa política la había seguido desde un principio a nivel de todas las dependencias del gobierno, ni tampoco que debido a ello recelara de Reyes. Como hombre político, pronto comprendió Limantour el peligro que representaba el general Reyes en un puesto tan importante, siendo como era "hombre de notorias e impacientes ambiciones",[ 71 ] con una popularidad que iba creciendo no sólo entre los militares, sino entre mucha gente del pueblo, por lo que se fue formando un partido en torno de él; así, desde el segundo año de su ministerio ya nadie dudaba de sus miras políticas: "El presidente me expuso sus temores en más de una ocasión, no sin agregar que él sabría reducirlo en seguida al orden al primer paso en falso que diese".[ 72 ]

Estas circunstancias vinieron a terminar con el "pacto de honor" entre Limantour y Reyes. El hijo de éste nos dice: "La unión entre Reyes y Limantour se fue aflojando desde que se pusieron en contacto en el ministerio porque eran hombres de educación y temperamento muy distintos".[ 73 ]

El enfrentamiento total sólo se da cuando Rodolfo, el hijo del general, y sus partidarios empiezan a lanzar ataques a Limantour en un periódico que abren en 1902, La Protesta: "Reyes y su hijo desencadenan una campaña infame contra Limantour, su obra financiera y su vida privada".[ 74 ]

Poco más tarde, a la caída del general, el periódico reyista comentará: "De este conflicto ha resultado un herido, el general Reyes y un muerto, el señor Limantour".[ 75 ]

Ante dichos ataques Limantour decidió obrar enérgicamente y hablar directamente con Díaz de dos puntos, uno que había que sospechar de Reyes, pues siempre que se hablaba del proyecto del presidente de pedir licencia al Congreso para su viaje de descanso, el secretario de Guerra

Tocaba el punto con suma insistencia y nerviosidad, pretendiendo que empujáramos cada cual por su lado al presidente [...], mis observaciones negativas o dilatorias lo contrariaban a tal grado que alguna vez me pasó por la mente la sospecha de que tenía algún propósito [...], así que por este lado podría temerse un golpe de Estado, y lo segundo era que los ataques personales del hijo de Reyes y varios de sus partidarios eran ya tan insoportables que consideraba imposible seguir en un ministerio del que Reyes formara parte.[ 76 ]

Desde hacía tiempo Díaz venía acariciando la idea de que en México se podía dar ya un gobierno civil, como sucedía en los países republicanos más avanzados, entre ellos Estados Unidos y Francia. Habría que crear para ello un partido fuerte y unido que apoyara políticamente al candidato a la presidencia y un ejército disciplinado y leal que lo sostuviera. La actitud del general Reyes venía a poner en entredicho ese proyecto, por lo que, frente a estos argumentos de Limantour, Díaz no vaciló y pidió la renuncia a Reyes, pero sin separarlo totalmente de la administración pública haciendo que conservara su puesto de gobernador de Nuevo León, para mandarlo más tarde, en 1909, a una comisión militar en Europa. Por otra parte, Díaz se valdrá de este incidente para justificar la necesidad de su permanencia en el poder, si el país quería continuar el periodo de paz y auge económico que estaba viviendo. La medida es comentada por todas partes; Bulnes escribe:

Díaz dijo a Limantour en sustancia: por hacerle a usted justicia me he visto obligado a romper de una manera completa y cruel contra ese hombre impulsivo y ambicioso. Reyes es ya el mayor de mis enemigos, y procurará perjudicarme como pueda en todo lo que pueda.[ 77 ]

La supuesta conducta "desleal" de Reyes vino a afirmar a Díaz en la convicción de que su sucesor debía ser un civil como venía pensando desde que propuso la presidencia a Limantour. Y en 1903 al abordar el asunto de la vicepresidencia acoge de buen grado los dos nombres que le propone Limantour, o sea, los de Ramón Corral y Olegario Molina: "Le agradó sobre todo que no fuesen militares, por creer él que el adelanto moral del país permitía demostrar de esa manera la predominancia de la ley sobre la fuerza".[ 78 ]

Hacia fines de 1910, Limantour tiene frecuentes encuentros en París con el general Reyes, quien lo busca con insistencia para una reconciliación. Las noticias de esto llegan a México y causan alarma, pues algunos temen combinaciones políticas entre ellos, por lo que, al saberlo, Limantour escribe a Roberto Núñez:

Puede usted tranquilizar a todo el mundo sobre ese punto, seguro de que no he procurado otra cosa más que suavizar las asperezas de mera forma en nuestras relaciones personales [...]. Estoy más que nunca convencido de que debemos perdonar muchos males que se nos han hecho, que necesitamos admitir el concurso de cuantos puedan ser más o menos útiles al país.[ 79 ]

Esto nos revela claramente la opinión que se iba reforzando en Limantour, de que el movimiento revolucionario en México cobraba forma cada día que pasaba y la situación del país se empeoraba por lo que había que estar preparado para presentar batalla en todos los campos. Y en el militar sería muy provechoso el general Reyes:

En mis últimas conversaciones con el general [Reyes] se fueron deslizando poco a poco temas políticos [...]. Los puntos que más le preocupaban eran la desconfianza del presidente hacia él, la guerra que le hacían los "científicos" y su regreso a México, y al tocar cada uno de dichos puntos llegó al fin a solicitar mi intervención para que cesaran o se mitigaran las contrariedades que por esos lados le amargaban [...]. Hice, para complacerlo, lo que me pareció procedente.[ 80 ]

Limantour le escribe a Díaz:

El general Reyes ha estado procurando estrechar cada día más sus relaciones conmigo, y entiendo que al hacerlo lleva por mira granjearse de nuevo mi confianza y, por mi conducto, la de usted. Me parece muy impresionado por el peligro yankee, y aunque está lleno de rencor hacia algunas de las personas que rodean a usted, condena vigorosamente a los que han acudido a la violencia para trastornar al país, dando con eso motivo a la intervención norteamericana. Sospecho que en el fondo tiene la secreta esperanza de ser llamado para sofocar el movimiento revolucionario [...]. En una palabra, mi táctica con Reyes ha consistido en poner las cosas en tal estado que usted pueda en cualquier momento sacar de ello el partido que juzgue más a propósito, sin que para esto sea obstáculo el recuerdo de acontecimientos pasados.[ 81 ]

Lograda la reconciliación con Reyes, Limantour da por terminada su estancia en París, y está listo para regresar a México y trabajar en la estrategia para sofocar el movimiento revolucionario. Si una vez, ya en el país, detiene a Reyes en La Habana, no es por faltar a su palabra, sino porque considera que es ya demasiado tarde para presentar batalla militar a los revolucionarios y la lucha con las armas no llevaría más que a prolongar un inútil derramamiento de sangre.

La situación del ministro de Hacienda y Dehesa fue distinto. Entre ellos nunca existió amistad, su trato se limitó al campo de lo político. Desde 1892, como gobernador de Veracruz, fue Dehesa muy hábil en la administración de su puesto y cultivó una estrecha relación con el presidente y varios liberales radicales, entre ellos el ministro Baranda, con quien compartía una fuerte afinidad en ideas políticas; siendo uno de los puntos que más los unía la actividad que desplegaron ambos contra el partido científico.[ 82 ] A la muerte de Baranda (1909), sus partidarios se unen a los "dehesistas", con lo que al jefe de éstos se le llega a considerar como "el líder más poderoso del porfirismo" después de Díaz, y el enemigo más formidable de los "científicos" si los miembros del partido "dehesista" se mueven y agitan, el gobernante de Veracruz dará el golpe más duro a sus adversarios.[ 83 ] Con lo que Díaz llega a dudar entre Dehesa y Corral para la vicepresidencia, y de aquí el resentimiento de Limantour al que nos hemos referido anteriormente.

La opinión de Dehesa sobre Limantour era:

Sostengo que con el prestigio inconmensurable del general Díaz, el crédito del país no lo funda Limantour, pues lo único que ha hecho es explotarlo.[ 84 ]

Es cierto que el señor general Díaz habiéndose formado un concepto demasiado alto del señor Limantour, secretario de Hacienda, pensó que este señor podría sucederle y le ofreció apoyarlo para su designación.[ 85 ]

Y la de Limantour sobre Dehesa:

Dehesa y yo somos enemigos desde el vientre de nuestras madres, gritó Limantour cuando el doctor Espinosa de los Monteros le propuso lo incluyera en el proyecto de un gabinete reyista, maderista, limantourista, para terminar con la lucha revolucionaria.[ 86 ]

Limantour se expresaba así:

Teodoro es un hombre de una política muy rastrera, muy subterránea, sorda, siempre conspirando [...]. Si quieren nombrar gabinete dehesista, yo me iré a mi casa, si las personas de que es usted intérprete [dice al doctor Samuel Espinosa de los Monteros] creen que Teodoro es la salvación de la patria estamos perdidos.[ 87 ]

El encono que existía entre ellos nos lo explicamos perfectamente como enemigos políticos que eran: ambos luchaban por sus intereses, Limantour de grupo, Dehesa de partido; éste buscaba conquistar el poder, aquél seguir conservándolo; como amigos personales de Díaz se disputaban su "predilección". No era difícil prever para quién sería el triunfo, tomando en cuenta la opinión que el presidente tenía sobre la necesidad de conservar en su puesto al ministro de Hacienda, y la gran fuerza económica y política, podríamos añadir que internacional, con que contaba Limantour. La reelección de Corral como vicepresidente viene a demostrarlo.

Durante el gobierno interino de De la Barra, cuando los periódicos empiezan a publicar artículos que enjuician y condenan al régimen porfirista, Teodoro Dehesa se refiere a la huelga de Río Blanco y lo que ésta significó. Viéndose afectado en dicho artículo, Limantour se dirige de inmediato a su autor:

Acaba de llegar a mis manos El Diario del Hogar del 18 de junio donde se publicaron declaraciones de usted que me imputan la responsabilidad de lo que pasó el 7 de enero de 1907 en Río Blanco. Semejante aseveración me parece inverosímil, por lo absurda y calumniosa.[ 88 ]

Dehesa decide contestar la carta y empieza así una correspondencia política entre ellos sumamente interesante, que abarcará de julio de 1911 a febrero de 1912: "Entre otras cosas yo no dije que usted fuera responsable de lo ocurrido, sencillamente por no tener datos para hacer esa aseveración".[ 89 ]

Ante la rectificación, Limantour busca un acercamiento, prefiere tener a Dehesa de amigo que de enemigo.

Indudablemente ha habido y sigue habiendo gente interesada en ahondar un abismo entre nosotros dos. El artículo aludido, así como otros que le atribuyen a usted declaraciones absurdas por las que se arroja sobre mí exclusivamente la responsabilidad del éxito de la Revolución y otras muchas cosas por el estilo, son pruebas evidentes que existen por montones en nuestro país personas que no tienen otro anhelo que el de sembrar la discordia y mal disponen los ánimos.[ 90 ]

Pero Dehesa, se siente obligado a expresar la verdad tal como él la entiende:

Sufriría yo mucho si no dijese a usted lo cierto, y aunque ello sea motivo de disgusto para usted, lo prefiero, pues de esa manera, me estimará usted mejor. Ahora bien, hecha está la responsabilidad de mi opinión que la generalidad del país considera a usted culpable del presente que atravesamos. Si ello es un error, conviene que usted sepa que es muy común.[ 91 ]

Sumamente airado le contesta Limantour:

Apenas puedo creer, aun viéndolos calzados con su firma que sean de usted los conceptos contenidos en su carta del 17 de septiembre.

No rehúyo, por cierto, la parte de responsabilidad que me corresponde por la política de la administración del señor general Díaz en los últimos dos meses, pero protesto enérgicamente contra las tendencias de aquellos que se empeñan en hacer recaer sobre otros la culpa de sus propias faltas.[ 92 ]

La reacción de Dehesa es entonces atacar de frente y con toda dureza a Limantour, acusándolo en tres puntos muy concretos: haber tomado parte activa en la política del país después de declarar que se dedicaría exclusivamente al campo de Hacienda; haber impuesto a Corral para vicepresidente en contra de la voluntad de Díaz y del pueblo y, por último, haber dado el triunfo a los revolucionarios mediante concesiones mayores de las que pedían, alarmando al presidente con la amenaza de la intervención norteamericana:

Me limitaré a dar a usted las razones que fundan mi convicción de que usted, como hombre público, resulta culpable de cuanto ha pasado últimamente en nuestra República. Recordará usted que cuando se prolongó la reelección del general Díaz para el primer sexenio, usted, en carta que publicó El Imparcial declaró que no tomaría parte en la política del país y que se dedicaría única y exclusivamente al ramo de Hacienda que el mismo general le tenía confiado. ¿Preservó usted en su propósito? Tengo entendido que no, y de allí que su injerencia en la cosa pública hubiera desviado a ésta de su cauce natural.

Rehusada por la opinión la candidatura de usted justa o injustamente, para la presidencia, tengo para mí que en la primera designación de vicepresidente el señor general Díaz se fijó en el señor Corral "como persona grata" a usted aunque no lo fuera para la nación, dando a usted con ese acto un testimonio de su personal consideración en aquella época.

Lanzada mi candidatura y la de Corral (para el sexenio de 1910) continúa la participación de usted en la cosa pública, usted que tenía arreglado su viaje para Europa lo suspendió hasta no conocer el resultado de la elección. Esto es, para descargar todo el peso de su influencia en el ánimo de nuestro general a fin de sacar avante la reelección de Corral, consumándose como sucedió la imposición[...] Cuando llegó usted aquí traía los fermentos de una paz que iniciada allá (Nueva York) dio al enemigo un valor que no tenía y al gobierno una debilidad mayor ante el concepto público. Alarmó usted el espíritu del señor general Díaz con el fantasma de la intervención americana.[ 93 ]

Limantour decide seguir defendiéndose de cargos como los que le hace Dehesa y escribe:

Usted, menos que nadie debe ignorar que mi candidatura para la presidencia no fue desechada por "la opinión", como dice su carta, sino por mi firme resolución de no aceptar, no obstante la insistencia con que la patrocinó el señor general Díaz [...].

La verdad es que como acabo de decir, nunca he tomado participación en la política, en el sentido de que se entiende en nuestro país, más que dentro de los límites y en los casos que fue estrictamente indispensable hacerlo para cumplir con los deberes de mi cargo. Que yo haya creído y siga creyendo que el señor Corral fuera, dadas las circunstancias de la época, el personaje que reunía mejores condiciones para el cargo de vicepresidente, nada más cierto. No: no es mi opinión a favor de Corral ni la candidatura de ese amigo lo que originó la revuelta. Ésta provino de causas complejas que no es ahora la oportunidad de mencionar.[ 94 ]

Dehesa no se cansa de seguir defendiendo "su punto de vista" e insiste, ahora, cuestionando a Limantour:

Que la influencia de usted fue decisiva durante largo tiempo y especialmente en los últimos meses de la administración pasada, resulta cándido negarlo y nada más natural sino que desde el elevado cargo que usted ocupó en el gabinete del señor general Díaz [fuera] ejerciendo la influencia política que le corresponde como Secretario de Estado y la muy especial que le concedía la confianza del señor Díaz.

Creo que sostener a Corral con empeño y firmeza fue un gravísimo error. De las penosas consecuencias que tal suceso produjo, ¿podemos considerar a usted irresponsable? ¿Lo es asimismo de las humillaciones por que pasó el gobierno anterior con los convenios de Ciudad Juárez? ¿Tampoco la responsabilidad de tales hechos es imputable a usted?

No Pepe, los que consideramos a usted como el autor principal del origen de la Revolución y como el causante del súbito hundimiento de la situación pasada, no andamos tan desacertados. No niego que en parte, la organización y manejos de los gobiernos locales, hayan originado serio descontento, pero ¿cuáles fueron esos gobiernos y quiénes disculpaban al señor presidente las faltas o errores que cometían?

El mal radical ha consistido en su injerencia en la cosa pública.[ 95 ]

Es después de esta carta que Dehesa recibirá la última de Limantour, y quedarán con ello, irreconciliablemente, como de hecho siempre lo habían sido, enemigos jurados.

Puedo asegurar mejor que usted, si se tratase de discutir una cuestión política y administrativa, que jamás he antepuesto las rivalidades y las consideraciones personales a los sagrados intereses de la patria.

En cuanto a las humillaciones a que usted alude, precisamente para que el gobierno no pasara por ellas fue por lo que opiné que valía más que el presidente y su gobierno dimitieran, que aceptar condiciones de los insurrectos, para continuar en el poder.[ 96 ]

No conforme Dehesa con el enjuiciamiento que le hace dejando al descubierto sus "debilidades y errores" se empeña en culparlo ante Díaz, alimentando con ello el resentimiento que éste guardara hacia su ministro y amigo personal, lo que debió haber aumentado la tirantez de su relación en París. Escribe así al ex presidente:

Lo asentado por mí en mis cartas a Limantour, y lo relatado por el señor general Huerta, convencen de la culpabilidad que he imputado al primero y eso me basta, aunque mucho habría que decir sobre el particular para corroborar más y más el cargo.[ 97 ]

Ya por terminar el año de 1913 le comenta:

Estamos a fin de año y aún no terminan las difíciles circunstancias por las cuales ha venido atravesando el país desde la renuncia de usted. Increíble parece todo cuanto ha acontecido. Y cada vez se robustece más mi convicción sobre el causante de tantas desdichas.[ 98 ]

Vemos a través de esta correspondencia, especialmente reveladora, que los cargos que se le hacen a Limantour son directos y personales. Se concretan las acusaciones que a partir de entonces se lanzarían contra él por tantos años. Aunque el acusado se defiende hábil e inteligentemente, se ve atrapado en tres puntos en los que no tiene salida: la imposición de Corral, su injerencia definitiva en la política porfiriana, principalmente al final del régimen, y su responsabilidad en tolerar y "proteger" gobiernos locales con los que el pueblo estaba tan descontento por las arbitrariedades y represalias ejercidas por ellos, como era el caso de Chihuahua con Creel y Terrazas, de Puebla con Mucio Martínez, de Morelos con Pablo Escandón, etcétera. Creemos, en lo personal, que éstos fueron precisamente los puntos más débiles en la carrera política de Limantour, y por lo mismo que más trató de rebatir.

De lo anterior podemos concluir que su influencia sobre Díaz le permitió hacer y deshacer no sólo en el terreno económico, sino político, convirtiéndolo a su vez en "dictador" en no pocas ocasiones. Al saberse imprescindible para el presidente, presionó a favor suyo, de su grupo y de su clase. Fue siempre leal a don Porfirio y no lo traicionó al final, como se llegó a decir; si a veces se dio entre los dos la fricción y el distanciamiento ello no desdice la fidelidad en su amistad y la profunda colaboración que existió por parte de ambos. Como secretario de Hacienda y brazo derecho de Díaz supo hacer fructificar la paz que éste impusiera en el país. Se necesitaron mutuamente, ya que, el uno sin el otro, no habrían podido brillar tanto.

Por lo que respecta a su trato con Madero, apreciamos la simpatía y admiración que éste sentía por el ministro, quien menospreció en un principio el movimiento maderista para entrar ya, muy fuera de tiempo, en arreglos con éste, mostrando una actitud bastante displicente y sin embargo tolerante, ante las "descaradas" pretensiones del joven revolucionario. Ni entendió ni aprobó la forma violenta con que exigía el cambio político, de aquí su premura por llegar a un arreglo que diera fin al caos y la lucha sangrienta que se desencadenaba ya a nivel nacional. Por lo mismo no consideró ni por un momento la posibilidad de colaborar en el nuevo régimen, que conquistaba en esa forma el poder.

Su contacto con Reyes -en un principio de franca amistad y colaboración, para convertirse poco después en enemigos políticos, y finalmente reconciliarse en París, ya en las postrimerías del Porfiriato, pero de una manera fría y distante sin desaparecer el recelo entre ellos- es, junto con el de Dehesa, una muestra de la habilidad política y de la gran fuerza que tenía Limantour. De ambas figuras se sirvió para colocar a Díaz entre la espada y la pared, y obligarlo a decidirse por su secretario de Hacienda, sacrificando a los otros dos. La habilidad de Limantour consistió en derrotarlos, sin sostener con ellos un enfrentamiento personal directo mientras contó con don Porfirio en la presidencia. Sin embargo, caído éste, tuvo que aceptar el reto que le lanzara Dehesa con su "correspondencia política" y defenderse furiosamente contra ataques tan graves y tan concretos.

En relación con el grupo "científico", aunque negara siempre ser el jefe, jugó un papel muy importante dentro de él. Fue desde luego el puente entre los "científicos" y Díaz; los impulsó política y económicamente a todo lo largo de su ministerio, hasta alcanzar para uno de ellos la vicepresidencia. Si al final Limantour rompe con ellos es porque comprende que una de las condiciones para las negociaciones de paz con los insurrectos, y una medida para calmar el descontento público es retirar al grupo del poder, y ante ello no vacila tampoco en sacrificarlos. Este medida es patriótica aunque tardía.

CONCLUSIONES

Del estudio que hemos venido realizando podemos desprender que Limantour, fiel a la ideología positivista, luchó siempre por una economía libre, un financiamiento a la producción, una política proteccionista para las nacientes industrias y el orden en los gastos públicos procurando equilibrar la balanza de ingresos y egresos, pues sólo así se podría hacer de México una gran nación moderna con un sólido desarrollo económico. Comprendió que era necesario, para alcanzarlo, trabajar por una concentración del poder y que el Estado interviniera en todos los asuntos económicos. Probó con su gestión hacendaria que ante todo la administración del gobierno debía ser práctica, dotando no sólo de orden, sino de sentido la economía nacional al planificarla. El marco en que había que encuadrarla era la libre competencia, estímulo necesario en una economía progresista. Siempre creyó que el renglón económico era la primera necesidad del país y el capital extranjero indispensable para su desarrollo. Esto dio por resultado que, buscando el avance económico, se anquilosara el desarrollo político y se descuidara el mejoramiento social.

Estaba convencido de que un gobierno poderoso debía asentarse en una tecnocracia capacitada, ya que eran los ilustrados -los más preparados- los que debían dirigir desde el poder; ellos serían los encargados de realizar el progreso económico y la educación del pueblo. Se identificó a lo largo de su vida con las elites (intelectual, política, económica y social). Como integrante de la burguesía, la clase dominante, y como hombre público, buscó el fortalecimiento de la dictadura que ejerciera un gran control y robusteciera los intereses y privilegios de los suyos, llegando a convertirse en uno de sus más sólidos pilares. Apoyó todas las reelecciones de Díaz aunque por otro lado sostuviera que estaba en contra de la perpetuidad en el poder. Esta aparente contradicción surgía de su frustrada candidatura presidencial y de la necesidad de que don Porfirio continuara para no perder el gran poder que ejercía desde la Secretaría de Hacienda: viendo que el dictador era invencible sería mejor seguir colaborando en su administración, tan favorable a la plutocracia y al desarrollo capitalista del país. Limantour fue así un convencido sostenedor de la dictadura -o sea de un gobierno civilista, no obstante estar a la cabeza de él un general, de mano dura, que contara con el respaldo del ejército, sin conceder a éste más beligerancia que la de apoyar al régimen incondicionalmente-, y responsable de muchos actos trascendentales de la misma. Veía que sólo un gobierno fuerte y dictatorial podía conservar el orden y la paz, requisitos indispensables para el progreso económico y político de México. Por lo tanto, nos atrevemos a decir que el éxito de la dictadura se debió a la acción conjunta de Díaz y Limantour.

Con una clara conciencia de clase favoreció siempre a la burguesía, sin conceder al campesino ni al problema agrario la atención que requerían, por lo que el apoyo oficial al crecimiento de la agricultura en el país fue siendo cada día más raquítico. Se inclinó totalmente por una economía capitalista que se basaba en una política de industrialización ignorando la tradicional estructura agraria en que había vivido el país por siglos. Al no impulsar el campo, hubo que recurrir a la importación de productos agropecuarios y la situación económica de los peones, acasillados, comuneros y pequeños propietarios campesinos empeoraba sensiblemente al tiempo que se acentuaba la diferencia política, laboral y social entre la población urbana y la rural.

Para él la clase obrera, como en el resto de los países industrializados, no cobraba todavía la importancia necesaria para atender a sus justas demandas. Resultante de esto fue que secundara las medidas de represión, muchas veces violentas, dictadas por Díaz, para terminar con huelgas y otras manifestaciones de protesta. Ayudó al capital de las fábricas atrayendo las inversiones extranjeras e impulsando las nacionales, adoptó medidas proteccionistas en relación con los aranceles de las mismas y sin embargo no favoreció al sector obrero. De las masas siempre estuvo apartado y distante; su comportamiento ante ellas fue exageradamente cuidadoso y frío. Sentía una instintiva repugnancia por la violencia masiva, por eso ante el movimiento revolucionario no vaciló en sacrificar a la dictadura.

En su obra ordenada y metódica podemos apreciar al político, imprimiéndole el sello de su recia personalidad, tal como se lo había propuesto desde un principio. Logró desde luego un orden administrativo que fortaleciera la solidez del gobierno y un sistema que estimulara al capitalismo extranjero. Tuvo talento, habilidad y capacidad de trabajo. Su labor hacendaria consistió en ligar el desarrollo económico de México con la ideología del positivismo: lograr el progreso dentro de una paz mecánica que se fuera convirtiendo en orgánica, o sea, dentro de un proceso evolutivo llegar al máximo crecimiento económico. Pero, ¿qué grado de evolución social y política se alcanzó?, la respuesta la encontramos en el surgimiento del movimiento revolucionario.

En el orden mundial México alcanzó un lugar ciertamente de nación "civilizada", con un desarrollo económico notable, pero deforme, en el que se descuidaron áreas muy importantes como las agropecuarias; al mismo tiempo que la dependencia de capitales extranjeros fue siendo cada día mayor por nuestro mismo proceso de industrialización.

Es verdad que Limantour se propuso evitar los monopolios y la prioridad de los Estados Unidos sobre los europeos en los intereses económicos del país; sin embargo, no lo logró totalmente, ya que al fin del Porfiriato el capital norteamericano invertido en México era notoriamente mayor que el de las otras potencias extranjeras: sólo en minería explotaba las dos terceras partes de nuestras minas existentes; acaparaba la mayor parte de las importaciones y se había convertido en el más fuerte consumidor de los productos que exportábamos. No obstante esto, él buscó siempre el bienestar y la defensa de las finanzas nacionales procurando diversificar nuestro comercio exterior, evitando hasta donde se pudiera la dependencia económica de un sólo país, particularmente de los Estados Unidos, de cuyo peligro de penetración económica, política y cultural (por su proximidad geográfica), siempre estuvo consciente.

Su labor hacendaria correspondió decididamente a su época y a las condiciones del medio político y económico en que actuaba. Sus aciertos fueron muchos y de trascendencia definitiva, favoreciendo como nunca antes al erario público; supo agilizar la captación de impuestos por el gobierno federal; impulsó los bancos y las casas de bolsa; desarrolló notablemente el comercio interno y externo con la ampliación y planeación de vías férreas; fortaleció la incipiente industria nacional mediante las inversiones extranjeras y consiguió para México el prestigio de nación que cumplía con sus deudas externas.

Con su política hacendaria contribuyó a crear una superestructura que transformó al país técnicamente, pero que contenía graves contradicciones internas impulsando las relaciones de producción de las fuerzas de trabajo y, al mismo tiempo, frenando el desarrollo social y político de las mismas, robusteciendo los sectores patronal, comerciante y latifundista a costa del obrero y el campesino y concentrando la riqueza en pequeños y poderosos grupos.

Respecto a su actuación política podemos afirmar que en el exterior fue en todo momento acertada y exitosa; supo ganarse el respeto y la confianza de los países extranjeros que trataron con él. No siempre fue así dentro de la administración interna, donde a pesar de haber declarado varias veces que su labor se restringía al plano estrictamente de las finanzas, hizo política constantemente; a menudo con gran habilidad, como cuando se trataba de remover ministros que le estorbaban (Baranda, Reyes), o de apoyar gobernadores que consideraba necesarios para la dictadura, o de imponer un vicepresidente que le fuera incondicional, o de favorecer al grupo "científico". En una palabra, supo aprovechar admirablemente su influencia sobre Díaz. Pero en otras ocasiones, en cambio, obró con torpeza. Por ejemplo, cuando tuvo la oportunidad de crear (alejándose de los "científicos", como lo haría más tarde), un sólido partido político en las postrimerías del régimen, agrupando a su alrededor gente joven y valiosa que estuviera dispuesta a luchar por el poder (entre ellos Luis Cabrera, Manuel Calero, etcétera). Errores políticos fueron, a su vez, su acendrado favoritismo al grupo "científico" que tanta impopularidad iba cobrando, y su apoyo decidido a la reelección de Corral en contra de la voluntad popular y del mismo Díaz, en un momento de plena efervescencia política representado por la lucha electoral maderista. Su regreso tardío a México, cuando ya el movimiento armado había ido demasiado lejos y las negociaciones de paz no podrían ser más que un paliativo que retrasara por un tiempo muy breve la caída del régimen. Los acontecimientos que se sucedieron posteriormente en el país denuncian también fallas graves que tuvo, políticamente hablando, como fueron su enfoque del problema indígena y su falta de atención a la clase campesina y obrera, cuya adhesión o apoyo nunca le interesó, lo que es muy explicable en un gobierno donde no contaba realmente la democracia.

Una vez consumada la caída del régimen porfirista, su reputación de hombre público intachable se ve atacada por las más graves acusaciones. Su habilidad política es cuestionada y condenada; su patriotismo es puesto en entredicho; hasta aquellos que siempre lo consideraron jefe de su grupo político, resentidos se vuelven contra él exigiendo aclaraciones y explicaciones de su conducta hacia ellos. Esto obliga a Limantour a salir de su reserva personal y romper su silencio, respondiendo a ataques y condenaciones directas, para terminar por escribir, al final de su vida, sus memorias a manera de aclaración y justificación.

La opinión pública, que en un principio le fuera tan favorable, se convirtió así en agresivo enemigo y juez condenador, mostrándonos un claro panorama de lo que fue la crisis final del porfirismo y sus supervivientes políticos, que, buscando o no, acomodo en los nuevos gobiernos revolucionarios, condenaron o justificaron al régimen dictatorial y con él a Limantour, quien había sido a un tiempo factótum y liquidador del Porfiriato.

Por la actitud de la opinión pública ante la posibilidad de que Limantour asumiera la presidencia, nos damos cuenta de su falta de popularidad y de carisma. Toma conciencia de que ha de renunciar a sus aspiraciones presidenciales frustradas por el aferramiento al poder de parte de Díaz y la fuerza de la opinión pública, pero al mismo tiempo ello le sirve de acicate que reafirma su ambición de mando ejercido a veces a través de Díaz, y que lo llevará a cometer el error de la absurda imposición de Corral.

[ 1 ] Por ser don Porfirio padrino de bautizo de su hija María Teresa.

[ 2 ] Según carta que escribe Díaz a los gobernadores de los estados, en diciembre de 1899, publicada por Gameltedeo Azar Rei: "El señor José I. Limantour y sus detractores", El Heraldo Mexicano, 23 de mayo de 1911.

[ 3 ] El Heraldo Mexicano, 23 de mayo de 1911.

[ 4 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, p. 179-180.

[ 5 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, "Telegrama de Roberto Núñez a Limantour", fechado en México, 2 de noviembre de 1910, p. 181.

[ 6 ] Edward J. Bell, The political shame of Mexico, New York, Mc. Bride, Nast and Company, 1914, p. 20.

[ 7 ] Carta de Limantour a Díaz, París, 5 de diciembre de 1910, Archivo de Porfirio Díaz, leg. 36.

[ 8 ] Carta de Limantour a Díaz, fechada en París febrero 17 de 1911, Archivo de Porfirio Díaz, leg. 36.

[ 9 ] Anónimo, "Limantour fue el responsable de la imposición de Corral, y Madero estaba comprometido con Limantou", El Universal Gráfico, México, 18 de abril de 1933.

[ 10 ] Archivo Teodoro Dehesa (aún sin clasificar), entrevista realizada entre Limantour y el doctor Samuel Espinosa de los Monteros, fecha 29 de marzo de 1911.

[ 11 ] Manuel Calero, Un decenio de política mexicana, Nueva York, [s. e.], 1920, p. 41.

[ 12 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, p. 154.

[ 13 ] Telegrama de Limantour a Núñez, fechado en Nueva York, 14 de marzo de 1911, Archivo de Porfirio Díaz, leg. 36.

[ 14 ] Carta de De la Barra a Díaz, Washington, 17 de marzo de 1911, Archivo de Porfirio Díaz, leg. 36.

[ 15 ] Anónimo, "Is it time for intervention?", recorte de periódico, Archivo de Porfirio Díaz, leg. 36.

[ 16 ] Antonio Tovar, "Memorias. Por qué renunció el general Díaz", Excelsior, 7 de octubre de 1938.

[ 17 ] Francisco Vázquez Gómez, Memorias políticas, México, Imprenta Mundial, 1933. Carta de Pino Suárez a Vázquez Gómez, p. 106.

[ 18 ] Antonio Tovar, "Memorias. Por qué renunció el general Díaz", Excelsior, 7 de octubre de 1938, según carta de Sentíes a Dehesa de 24 de marzo de 1912.

[ 19 ] Francisco Vázquez Gómez, Memorias políticas, México, Imprenta Mundial, 1933. Carta de Pino Suárez a Vázquez Gómez,. 213.

[ 20 ] Francisco Vázquez Gómez, Memorias políticas, México, Imprenta Mundial, 1933. Carta de Pino Suárez a Vázquez Gómez, p. 219.

[ 21 ] Francisco Vázquez Gómez, Memorias políticas, México, Imprenta Mundial, 1933. Carta de Pino Suárez a Vázquez Gómez, p. 219. De este cargo se defenderá Limantour públicamente enviando una carta a El Imparcial, México, el 10 de diciembre de 1911.

[ 22 ] Carlos Serrano secretario particular de Limantour en París, "La responsabilidad del señor Limantour en la caída del gobierno del general Díaz", Excelsior, México, 20 de octubre de 1944, según carta en su poder de Limantour a Victoriano Salado Álvarez fechada en París, 20 de abril de 1912.

[ 23 ] Horacio Ávila, "El general Díaz y Limantour", El Universal Gráfico, México, 19 de abril de 1933.

[ 24 ] Rodolfo Reyes, De mi vida, memorias políticas 1899-1913, Madrid, Nueva Madrid, 1919, p. 123.

[ 25 ] Ricardo García Granados, Por qué y cómo cayó Porfirio Díaz, México, Andrés Botas e hijo, 1928, p. 236.

[ 26 ] Vito Alessio Robles, "El general Díaz y su ministro Limantour", Todo, México, 6 de noviembre de 1947.

[ 27 ] Rodolfo Reyes, De mi vida, memorias políticas 1899-1913, Madrid, Nueva Madrid, 1919, p. 124.

[ 28 ] Elías L. Torres, "La traición de Limantour al general Díaz", El Imparcial, México, 24 de octubre de 1943.

[ 29 ] José Ives Limantour, "Una carta", El Imparcial, México, 10 de diciembre de 1911.

[ 30 ] Carlos Serrano, "Documentos auténticos para la historia de México", Excelsior, México, 27 de julio de 1945; carta de Limantour a Demetrio Sodi, fechada en París a 12 de marzo de 1913.

[ 31 ] Archivo General de la Nación, Fondo Bulnes, "Apuntes", doc./265, leg. 3.

[ 32 ] Anónimo, "Poliedro, Lanz Duret, Político", La Prensa, México, 28 de diciembre de 1928.

[ 33 ] Pedro María Anaya Ibarra, "Quetzalcóatl y Tezcatlipoca", El Nacional, México, 29 de mayo de 1913.

[ 34 ] Anónimo, "El panorama científico I", El Independiente, México, 29 de mayo de 1913.

[ 35 ] Manuel Calero, Un decenio de política mexicana, Nueva York, [s. e.], 1920, p. 19.

[ 36 ] José Ives Limantour, "Una carta", El Imparcial, México, 10 de diciembre de 1911.

[ 37 ] Carlos Díaz Dufoo, "La cuadrilla de ladrones", Excelsior, México, 8 de septiembre de 1927.

[ 38 ] Carlos Díaz Dufoo, "La cuadrilla de ladrones", Excelsior, México, 8 de septiembre de 1927.

[ 39 ] Ricardo García Granados, Por qué y cómo cayó Porfirio Díaz, México, Andrés Botas e hijo, 1928, p. 178.

[ 40 ] Elías L. Torres, "La traición de Limantour al general Díaz", El Informador, Guadalajara, 24 de octubre de 1943.

[ 41 ] Anónimo, "El archivo de la reacción", El Universal, México, 27 de septiembre de 1917.

[ 42 ] Anónimo, "El archivo de la reacción", carta de Miguel Macedo a Corral, fechada en México, 5 de julio de 1911, El Universal, México, 28 de septiembre de 1917.

[ 43 ] Anónimo, "El archivo de la reacción", carta de Miguel Macedo a su hermano Pablo, fechada en México, 2 de agosto de 1911, El Universal, México, 28 de septiembre de 1917.

[ 44 ] El Universal, México, 28 de septiembre de 1917. Carta de Roberto Núñez a Pablo Macedo.

[ 45 ] Anónimo, "El archivo de la reacción", carta de Roberto Núñez a Pablo Macedo, fechada el 4 de agosto de 1911, El Universal, México, 29 de septiembre de 1917.

[ 46 ] Anónimo, "Carta de Rosendo Pineda a Pablo Macedo", fechada en Nueva York el 28 de agosto de 1911, El Universal.

[ 47 ] Alfredo Álvarez, El limantourismo de Francisco I. Madero, Carta de Madero a Limantour, fechada en Tehuacán, Puebla, el 18 de noviembre de 1919, México, Casa Orientación para Varones, 1934.

[ 48 ] Alfredo Álvarez, El limantourismo de Francisco I. Madero, Carta de Madero a Limantour, fechada en Tehuacán, Puebla, el 18 de noviembre de 1919, México, Casa Orientación para Varones, 1934. Carta de Limantour a Madero 25 de noviembre de 1909.

[ 49 ] Rafael Martínez, "Madero y la verdad histórica", Excelsior, 12 de mayo de 1933.

[ 50 ] Octavio Magaña Cerda, "De la Barra frente a la Revolución ", Hoy, México, 23 de junio de 1951, transcripción de la carta de Madero a su padre.

[ 51 ] Manuel Amieva, "Narraciones y rectificaciones históricas", La Prensa, San Antonio, Texas, 26 de septiembre de 1929.

[ 52 ] Francisco Vázquez Gómez, Memorias políticas, México, Imprenta Mundial, 1933. Carta de Pino Suárez a Vázquez Gómez, p. 132.

[ 53 ] Octavio Magaña Cerda, "Historia documental de la Revolución ", El Universal, México, 21 de agosto de 1951.

[ 54 ] Samuel Espinosa de los Monteros, "La tempestad del señor Díaz Dufoo y las migajas políticas", Excelsior, México, 16 de noviembre de 1929.

[ 55 ] Manuel Amieva, "Limantour y el general Día", El Universal, 7 de mayo de 1933.

[ 56 ] Francisco Vázquez Gómez, Memorias políticas, México, Imprenta Mundial, 1933. Carta de Pino Suárez a Vázquez Gómez, p. 197.

[ 57 ] Francisco Vázquez Gómez, Memorias políticas, México, Imprenta Mundial, 1933. Carta de Pino Suárez a Vázquez Gómez, p. 219.

[ 58 ] Alfredo Álvarez, El limantourismo de Francisco I. Madero, Carta de Madero a Limantour, fechada en Tehuacán, Puebla, el 18 de noviembre de 1919, México, Casa Orientación para Varones, 1934. Carta de Madero a Limantour fechada en Tehuacán, Puebla, a 3 de agosto de 1911.

[ 59 ] Juan Sánchez Azcona, "La rehabilitación del crédito nacional depende de la política económica del gobierno", El Mundo, Tampico, 14 de junio de 1930.

[ 60 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, p. 114.

[ 61 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, p. 115.

[ 62 ] Carta confidencial de Limantour a Reyes, fechada en México, 18 de marzo de 1898, Archivo Alfonso Reyes, Fondo Bernardo Reyes, doc./5348.

[ 63 ] Carta de Limantour a Reyes, del 29 de diciembre de 1898, Archivo Alfonso Reyes, Fondo Bernardo Reyes, doc./5439.

[ 64 ] Francisco de J. Hernández, "De Reyes a Madero", Todo, México, 20 de noviembre de 1941.

[ 65 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, p. 115.

[ 66 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, p. 117.

[ 67 ] Juan Pedro Didapp, Partidos políticos de México, México, Librería Española, 1903, p. 310.

[ 68 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, p. 130.

[ 69 ] Antonio Tovar, "Sucedidos de antaño", Excelsior, México, 19 de septiembre de 1938.

[ 70 ] Excelsior, 19 de septiembre de 1938.

[ 71 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, p. 118.

[ 72 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, p. 132.

[ 73 ] Rodolfo Reyes, "Historia de lo que pudo ser", Todo, México, 24 de abril de 1952.

[ 74 ] Archivo General de la Nación, Fondo Francisco Bulnes, "Apuntes", doc./284, leg. 4.

[ 75 ] Anónimo, "La carta del señor Limantour, comentarios", El Tercer Imperio, Monterrey, 11 de junio de 1904, Archivo Alfonso Reyes, Fondo Bernardo Reyes, doc./7026.

[ 76 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, p. 131.

[ 77 ] Archivo General de la Nación, Fondo Bulnes, "Apuntes", doc./284, leg. 4.

[ 78 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, p. 143.

[ 79 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, carta a Roberto Núñez, París, 20 de diciembre de 1910.

[ 80 ] José Ives Limantour, Apuntes sobre mi vida pública, México, Porrúa, 1963, p. 194.

[ 81 ] Carta de Limantour a Díaz, París, 17 de febrero de 1911, Archivo de Porfirio Díaz, leg. 36.

[ 82 ] Juan Pedro Didapp, Partidos políticos de México, México, Librería Española, 1903, p. 293.

[ 83 ] Juan Pedro Didapp, Partidos políticos de México, México, Librería Española, 1903, p. 296.

[ 84 ] Carta de Dehesa a Bulnes, sin fecha, Archivo Teodoro Dehesa, doc./sin clasificar.

[ 85 ] Carta de Dehesa al historiador Carlos Pereyra, fechada en Veracruz, el 18 de diciembre de 1934 con título: "Para la historia", Archivo Teodoro Dehesa.

[ 86 ] José C. Valadés, "Violenta entrevista con don Ramón Corral", La Prensa, San Antonio, Texas, 6 de noviembre de 1932.

[ 87 ] Transcripción de una entrevista realizada entre el doctor Samuel Espinosa de los Monteros y Limantour, el 29 de marzo de 1911, Archivo Teodoro Dehesa, doc./sin clasificar.

[ 88 ] José Ives Limantour y Teodoro Dehesa, "Correspondencia política", Excelsior, México, 27 de febrero de 1939. Carta de Limantour a Dehesa fechada en París el 8 de julio de 1911.

[ 89 ] José Ives Limantour y Teodoro Dehesa, "Correspondencia política", Excelsior, México, 27 de febrero de 1939. Carta de Dehesa a Limantour, fechada en Veracruz el 30 de julio de 1911.

[ 90 ] José Ives Limantour y Teodoro Dehesa: "Correspondencia política", Excelsior, México, 27 de febrero de 1939. Cartas de Limantour a Dehesa de 22 de agosto de 1911.

[ 91 ] José Ives Limantour y Teodoro Dehesa, "Correspondencia política", Excelsior, México, 27 de febrero de 1939. Carta de Dehesa a Limantour, Veracruz, 17 de septiembre de 1911.

[ 92 ] José Ives Limantour y Teodoro Dehesa, "Correspondencia política", Excelsior, México, 28 de febrero de 1939. Carta de Limantour a Dehesa, fechada en París el 14 de octubre de 1911.

[ 93 ] José Ives Limantour y Teodoro Dehesa: "Correspondencia política", Excelsior, México, 28 febrero 1939. Carta de Dehesa a Limantour fechada en Veracruz a 14 de noviembre de 1911.

[ 94 ] José Ives Limantour y Teodoro Dehesa, "Correspondencia política", Excelsior, México, 1o. marzo de 1939, Carta de Limantour a Dehesa, fechada en París, 20 de noviembre de 1911.

[ 95 ] José Ives Limantour y Teodoro Dehesa, "Correspondencia política", Excelsior, México, 3 de marzo de 1939. Carta de Dehesa a Limantour, Veracruz, 25 de enero de 1912.

[ 96 ] María Elena Sodi de Pallares, "¿Contribuyó Limantour a la caída del general Díaz?", Excelsior, 28 abril 1949, transcripción de la carta de Limantour a Dehesa, fechada en París, 24 de febrero de 1912.

[ 97 ] Carta de Dehesa a Díaz, fechada en Xalapa, 4 de mayo de 1912, Archivo Teodoro Dehesa, doc./sin clasificar.

[ 98 ] Carta de Dehesa a Díaz, Veracruz, 31 de diciembre de 1913, Archivo Teodoro Dehesa, doc./sin clasificar.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 9, 1983, p. 97-136.

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