Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

EL NACIMIENTO DE LA RADIODIFUSIÓN MEXICANA

Rosalía Velázquez Estrada


Es evidente que los medios masivos de comunicación han venido incrementando su importancia e influencia dentro de la sociedad, de ahí que se hayan convertido en destacado objeto de análisis de diferentes ciencias, incluidas de manera sobresaliente las sociales. Así la radiodifusión mexicana como medio de comunicación de masas ha sido estudiada por sociólogos, publicistas, especialistas en ciencias de la comunicación y por psicólogos; sin embargo, poco se conoce y se ha investigado acerca de sus orígenes, objeto del presente artículo, en el cual se abordan, desde un punto de vista histórico, algunos aspectos de la radiodifusión mexicana, ocurridos durante los gobiernos de Obregón y Calles, utilizando como fuente básica la hemerografía de la época.

La radiotelefonía inalámbrica aparece en México en forma experimental. Las primeras comunicaciones con este carácter se realizaron, por un lado, en las estaciones radiotelegráficas del Estado, sin que se mostrara gran entusiasmo por ello y, por otro, en aparatos de un grupo de estudiantes preparatorianos interesados en los adelantos eléctricos que les llegaban a través de las revistas norteamericanas que circulaban en aquel entonces. Esto ocurría en los últimos años de la década que se inició en 1910.

Sobre las actividades experimentales de estos estudiantes nos dice el ingeniero Enrique Vaca, quien formó parte de este grupo:

En 1917, ya empezábamos con la cuestión del radio, ya empezábamos a ver revistas de Estados Unidos. A mí me gustaba mucho todo y muchos muchachos, como le digo entre ellos el ingeniero Ramiro Robles, Jorge Peredo y, una cosa curiosa [...] Lombardo Toledano. Entonces nos juntamos, hicimos un grupito como de ocho o diez y nos dedicábamos exclusivamente a estudiar; teníamos una cuota mensual, con eso comprábamos aparatos experimentales, pero nada de radio todavía [...]. Después de ahí, 1919 ó 1918, como a mí me gustaba empecé a ver junto con ellos, a hacer nuestros transmisores con bobinitas de los automóviles Ford, que era lo que producía la chispa al distribuidor del motor; entonces, con esa chispita poníamos nosotros nuestro condensador y de acuerdo con la longitud de la antena transmitíamos en chispa.[ 1 ]

Así empezó la radiodifusión en nuestro país. Los radioexperimentadores, que eran muy pocos todavía, instalaban en sus domicilios los aparatos y se comunicaban entre sí. Las distancias que recorría el mensaje del transmisor al receptor eran muy cortas de Mixcoac a Popotla o a Azcapotzalco. Transmitían a base de chispa, utilizando para ello la famosa galena, que no es otra cosa que sulfuro natural de plomo de color gris azulado. Este mineral servía como conductor de la chispa, haciendo posible la comunicación. El uso de receptores a base de galena siguió usándose aun ya entrada la fase de comercialización de aparatos de radio en México.

No sólo en la ciudad de México había interés por el reciente invento. En el norte del país también se experimentaba. En Monterrey un joven de nombre Constantino Tárnaba Jr. realizaba pruebas radiofónicas. Su posición socioeconómica le permitió realizar estudios de ingeniería en el Colegio de San Eduardo, en Austin, Texas, donde adquirió experiencia en este medio de comunicación. En 1919 instaló una pequeña estación transmisora en Monterrey a la que denominó la "Tárnava Notre Dame", mejor conocida como la TND. Para 1921 esta estación realizaba las primeras transmisiones públicas, aunque seguramente su auditorio era reducido, pues eran muy pocas las personas en la ciudad que poseían un receptor y la mayoría no conocía o ni siquiera había oído hablar de la "caja de música".[ 2 ]

Paralelamente a las transmisiones de la ciudad de Monterrey, en la capital del país, el doctor Adolfo Enrique Gómez Fernández con un transmisor marca Forest de veinte watts de potencia daba conciertos en los bajos del Teatro Ideal. La primera transmisión se efectuó el 27 de septiembre de 1921. La ayuda pecuniaria tanto para armar la estación como para realizar los radioconciertos provino del empresario del Ideal, señor Francisco Barra Vilela. Tanto el doctor Gómez como el señor Barra no continuaron en el terreno de la radiodifusión y su estación dejó de transmitirse en los primeros días de 1922.[ 3 ]

Resulta difícil conocer el número de radioexperimentadores mexicanos que realizaban pruebas inalámbricas en estos años, debido a que no existía ningún control de parte del Estado y no había una organización que los agrupara. Muchos de estos radiotécnicos trabajan en forma aislada y otros practicaban en provincia. Probablemente no ascendían a treinta radioaficionados, pero de hecho ya estaba sembrado el germen que provocó la fiebre por la radiotelefonía a partir de 1923 y que pudo madurar debido al impulso de los fabricantes de aparatos, de las casas comerciales que tenían en concesión la venta de receptores, de las industrias relacionadas con la radio y el relativo apoyo del Estado para que este medio de comunicación prosperara.

La radiodifusión mexicana se gesta en años difíciles, la situación del país era caótica. A la muerte de Carranza, en mayo de 1920, se enarbola el triunfo del grupo sonorense, formado por Adolfo de la Huerta, Obregón y Calles. Tras los seis meses de interinato de De la Huerta en que se trata de pacificar al país y se realizan las elecciones para la sucesión en el poder, sube a la presidencia Álvaro Obregón el 1o. de diciembre de 1920, quedando De la Huerta como secretario de Hacienda y Crédito Público y en la Secretaría de Gobernación Plutarco Elías Calles.

El gobierno de Obregón se enfrentó a innumerables problemas, el más apremiante en materia de política interna era el de lograr su hegemonía sobre la de los demás dirigentes de extracción revolucionaria. Obregón se encaminó a crear una unidad política y para lograrlo se atrajo a los jefes militares mediante diversas concesiones, comprando la lealtad a su persona y alejando o eliminando de la vida política a aquellos que se le oponían. Por otro lado, disminuyó el poder del ejército, reorganizándolo y reduciendo el número de sus efectivos. Para que el orden no se alterara por estas medidas se crearon "una serie de estímulos y compensaciones para los ex combatientes. Así se dieron tierras de las antiguas haciendas a muchos veteranos [...]. Igualmente se creó un programa de colonización de tierras nacionales".[ 4 ]

Un golpe más contra el militarismo fue el resultado de la rebelión delahuertista. Obregón aprovechó el pronunciamiento para eliminar del ejército a un buen número de generales que apoyaron al ex secretario de Hacienda en su intento de llegar nuevamente a la presidencia del país.[ 5 ]

La derrota de Adolfo de la Huerta consolidó aún más los lazos entre Obregón y Calles. El gobierno se vio apoyado por obreros y campesinos y contó asimismo con el respaldo de los Estados Unidos, que habían reconocido el gobierno de Obregón en las reuniones de Bucareli unos meses atrás. Este reconocimiento, que había llegado tan oportunamente para Obregón, determinó en buena medida el éxito de Obregón-Calles sobre el delahuertismo. Una vez sofocado el levantamiento se hace más dinámico el proceso de centralización política, lográndose una relativa estabilidad.

La situación económica del país era precaria. El país seguía dominado por el capital extranjero, que tenía sus inversiones en la minería, en el petróleo, en los servicios públicos, en la industria de transformación, etcétera. Al respecto nos dice el licenciado Cabrera en el balance que hace de los resultados de la Revolución: "Con excepción de nuestra producción carbonífera [...] el resto de nuestros productos de exportación se encontraba desde antes de la Revolución y se encuentran todavía en manos extranjeras".[ 6 ]

Es en estos años cuando se sientan las bases de nuevas industrias, por ejemplo, la automotriz. El país entra definitivamente a un desarrollo capitalista, aunque con características de dependencia. Tanto Obregón como Calles promovieron la industria, favorecieron a los hombres de empresa y muchos de los banqueros e industriales del periodo prerrevolucionario continuaron sus actividades.

Dentro del programa de reconstrucción del país se dio un creciente desarrollo del aparato administrativo. La burocracia acogió en su seno a la clase media; esta pequeña burguesía va a tener una función conciliadora, que responde a la política de equilibrio entre las diferentes clases sociales. Al respecto Lerner Sigal nos dice: "La capacidad de conciliación y de relación que desarrollan les garantiza un reconocimiento tanto de los sectores populares como de las clases altas, y esta aceptación se convierte en una garantía de su poder político".[ 7 ]

Durante los gobiernos de Obregón y Calles hubo cierta armonía entre el sector obrero y el Estado. El papel que desempeñó la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana) en los años veinte y principalmente durante el periodo de Calles fue decisiva. Su líder, Luis Napoleón Morones, ejercía gran influencia en los asuntos del país. Se decía que después de Obregón y Calles, era uno de los personajes más importantes de la política mexicana. Morones formaba parte del programa de reconstrucción del país a través de la CROM y de la Secretaría de Industria Comercio y Trabajo, de la que fue secretario durante la administración de Calles. A partir de esta posición estableció las normas que regirían las relaciones obrero-patronales, abocándose al proyecto estatal de modernizar y capitalizar a la República.

En este contexto se gesta la radiodifusión mexicana. Los primeros intentos, como ya hemos mencionado, fueron realizados por jóvenes técnicos entusiasmados en este nuevo medio de comunicación para quienes la radioexperimentación significaba una emoción continua. El ingeniero Enrique Vaca recuerda con apasionamiento la primera vez que escuchó un programa musical en su rudimentario aparato, construido por él mismo y otro radioaficionado llamado Jorge Peredo, con base en los circuitos publicados por una revista norteamericana especializada en radio y que se llamaba Electr ó nica. Transcribimos literalmente y respetando su estilo de conversar lo que el ingeniero Vaca a los ochenta años de edad nos refirió al respecto:

Yo tenía el número dos [refiriéndose a la revista], entonces vimos un circuito y lo hicimos, estábamos con eso oyendo, y un día oíamos los telégrafos y nos comunicábamos y oíamos barquitos de mar con chispa, todavía con chispa, y una noche estaba yo como a las doce de la noche oyendo y oigo que hacía un chiflido [refiriéndose al aparato], que hacía sss..., ssss..., sss..., al acercarle las manos. Pues ya se des compuso mi aparato.

Al otro día fui por Peredo: "Oye, me está pasando esto", y me contestó "a ver, hoy en la noche voy a oír, no sea que sea una señal". Y al otro día me encuentra y me dice: "yo también ya oí ese chiflido, entonces no es tu aparato, algo debe ser".

Bueno, llegamos en la noche a mi casa, él a su casa. Yo llegué y empecé a oír el mismo chiflido: "¡ah qué curioso!". Estaba yo con eso y quise sintonizar el aparato y oigo que al acercar la mano y al retirarla variaba la frecuencia, lo hacía muy agudo o muy grave. [Imitando el ruido que hacía el aparato, el ingeniero prosigue su relato]. Al ir acercando la mano, se hacía más grave y en eso acerco más la mano, se quita el zumbido y luego oigo música de Estados Unidos, de Norfolk; me quedé con la mano así parada y el audífono aquí [señalando su oído], y así estuve oyendo música y hablando inglés. Hacía cinco días que se había estrenado la estación de Norfolk, por eso no oíamos antes los chiflidos. Fue la primera estación comercial que hubo en Estados Unidos.

Desperté a toda mi familia, todavía vivía mi bisabuelita, "ven a oír", le dije; "¿a dónde es?, pues yo no le entiendo".

- No, pues es de Estados Unidos.

-¿ Cómo Estados Unidos?

- Pues sí - le expliqué como se transmitía y todo eso. -¡Qué barbaridad, increíble! - respondió.

Ya al otro día creyó que había soñado. Bueno total, llegué allá con Peredo. Le dije "mira es esto y haz lo mismo, acerca o retira la mano y verás cómo se oye".

Llegó al otro día y me dice:

-Ya lo oí también.

Oyó la misma estación. Así es que fíjese si no fue de las primeras cosas, no había bulbos, no había más que galena.[ 8 ]

Esta experiencia, dice el ingeniero, le sucedió más o menos en 1923, pero con toda seguridad su memoria lo traiciona, pues debió haber sido uno a dos años antes, en que ya existían estaciones comerciales en Estados Unidos. Desgraciadamente carecemos de información sobre la estación de Norfolk, para fijar exactamente la fecha.

Muchos de estos pioneros de la radiodifusión eran jóvenes ingenieros de la Escuela de Minería; algunos habían estudiado en Estados Unidos y otros habían aprendido la técnica con base en la práctica o, como se dice, eran "líricos".

Con el propósito de dar una visión general de quienes principalmente hicieron posible el desarrollo de la radiodifusión mexicana, presentamos la siguiente lista en orden alfabético, donde incluimos a los técnicos y algunos hombres de empresa que participaron, de alguna forma, en la gestación de este medio de comunicación en nuestro país y mencionamos algunos datos significativos sobre ellos. En la elaboración de esta nómina se utilizó la información recabada en la bibliografía y hemerografia, así como también testimonios orales.

JOSÉ ALLEN. Instaló una estación de radiotelegrafía en la azotea del Palacio Nacional. Trabajó en la estación del periódico El Mundo, en donde también escribía. Fue uno de los fundadores del Partido Comunista Mexicano.

RAÚL AZCÁRRAGA VIDAURRETA. Propietario de la estación CYL, del garaje La Alameda, que se dedicaba a la venta y reparación de autos de la Casa del Radio. Inició en el negocio de la radiodifusión a su hermano Emilio. A su muerte, en julio de 1971, era presidente del consejo de administración de Corporación Automotriz, vicepresidente de la televisión de Hermosillo y presidente del consejo administrativo de Exclusivas Aztecas, S. A.

EMILIO AZCÁRRAGA VIDAURRETA. Frecuentaba la estación CYL, propiedad de su hermano. Trabajó para la Mexico Music Company. Contrajo matrimonio con Laura Milmo, hija del banquero millonario Patricio Milmo, el 26 de septiembre de 1927.

JUAN BUCHANAN. Tenía una estación experimental que transmitía desde la colonia San Rafael. Ayudó técnicamente en la instalación de diversas estaciones difusoras. Adquirió entre sus compañeros prestigio de gran técnico. Fue miembro importante de la Liga de Radioaficionados.

MANUEL DOBLADO. Radioaficionado que trabajó para las estaciones del gobierno.

SALVADOR FRANCISCO DOMENZAIN. Ingeniero electricista. Activo miembro de la Liga Nacional de Radio, de la que fue fundador y tesorero. Montó la estación de la Secretaría de Relaciones Exteriores y la CYJ de la General Electric.

GENERAL GUILLERMO GARZA RAMOS. Prominente radioaficionado. Trabajó para el gobierno. Instaló en Villahermosa en 1928 una de las primeras estaciones emisoras del estado de Tabasco. Fundó la Escuela Nacional de Transmisiones en 1932.

JOSÉ DE LA HERRÁN. Radio experimentador. Montó y trabajó para varias estaciones entre las que se cuentan la J. H. de la Secretaría de Guerra y Marina, la CYB del Buen Tono, la CYL de Raúl Azcárraga y la XEW de Emilio Azcárraga, entre otras.

VICENTE LOMBARDO TOLEDANO. Líder laborista. De estudiante se interesó en las comunicaciones eléctricas. Formó parte de un grupo de radioexperimentadores. Participó en la Liga Central Mexicana de Radio.

ARTURO MARTÍNEZ. Copropietario de la estación CYO que en 1925 difundía música clásica.

JORGE MARRÓN. Técnico autodidacta. Practicó en Estados Unidos la radiofonía. Vendedor técnico de la Casa del Radio. Locutor de la CYL y más tarde de otras estaciones como la XEW. Se le conocía con el nombre de Dr. IQ.

MANUEL PERUSQUíA CAMACHO. Estudió Ingeniería en los Estados Unidos, becado por Carranza. Fue el primer mexicano en obtener una comunicación transoceánica. Inspector de radio de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas. Instaló y fue operador responsable de la XETR, XEX, XETF, XEAI y XEAW. Fue el segundo radioexperimentador autorizado por la Secretaría de Comunicaciones. Diseñó e instaló el primer equipo para la grabación de discos utilizando medios electrónicos para la Compañía Peerles de México. Fue cofundador del Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde realizó una brillante carrera. Tramitó dos solicitudes de patente sobre un sistema de televisión a colores y otra sobre televisión estereoscópica.

FÉLIX FULGENCIO PALAVICINI. Diputado al Congreso de 1917. Director del periódico El Universal. Se interesó por el nuevo medio de comunicación y apoyó a la estación CYL que se conocía con el nombre de "El Universal-La Casa del Radio". Tuvo una estación de experimentación. En 1930 adquirió la XEW a la que llamó "Radio Mundial", que no era otra que la CYJ de la General Electric. Afortunadamente se encuentra el expediente de esta transacción en el archivo de la antigua Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas.

JORGE PEREDO. Perteneció al primer grupo de radioexperimentación. Fue uno de los más entusiastas radioaficionados. Transmitía desde su estación de Mixcoac. Junto con Juan Buchanan, es uno de los radioaficionados que más grato recuerdo dejó en la mente de los pioneros que le sobreviven.

VÍCTOR PÉREZ TAYLOR. Operaba una pequeña estación emisora de veinte watts que respondía al llamado de VPT de su propiedad. Hermano del líder anarcosindicalista Rafael Pérez Taylor, quien figuró entre los fundadores de la Casa del Obrero Mundial y que se opuso verbalmente al desarrollo de la radiodifusión.

INGENIERO Y GENERAL JOSÉ FERNANDO RAMÍREZ. Gran impulsor de la radiodifusión mexicana. Utilizó sus influencias gubernamentales para apoyarla. Iniciador de una emisora instalada con su propio peculio, pero que respondía al nombre de J. H., emisora de la Secretaría de Guerra y Marina. Fundador de las primeras organizaciones de radioaficionados. Laboró en la Dirección General de Telégrafos Nacionales.

INGENIERO JOSÉ J. REYNOSO. Obtuvo concesiones de don Porfirio Díaz. Subsecretario de Hacienda de Carranza. Perteneció a la misma logia masónica a la que pertenecían Obregón y Calles. Miembro de la Cámara de Senadores en los años veinte. Impulsor de la radiodifusión comercial a través de la gerencia de la fábrica cigarrera "El Buen Tono", que patrocinaba la estación CYB.

MODESTO C. ROLLAND. Miembro de la Liga Central Mexicana de Radio, fungió como presidente de esta estación en 1923. Representó a los radioaficionados ante Obregón. Firmó el proyecto de reglamentación de radioemisoras presentado al gobierno. Realizó actividades políticas y cooperó con los gobiernos posrrevolucionarios.

FRANCISCO C. S TEFFENS. Propietario de una pequeña estación difusora que respondía a las iniciales I. J., que transmitía con regularidad.

MANUEL ZETINA. Copropietario de la estación CYO junto con Arturo Martínez. Hijo del millonario industrial Carlos B. Zetina, quien figuró entre los candidatos a la presidencia en las elecciones de 1924.

Estos técnicos al poco tiempo se integraron a diferentes actividades relacionadas con la electrónica, ya fuera como vendedores y consejeros de alguna casa comercial especializada en este ramo, ya prestando sus servicios a las estaciones difusoras que se empezaron a instalar, ya en el gobierno, tanto en labores administrativas en la Secretaría de Comunicaciones o como técnicos de la misma o en alguna estación estatal, por ejemplo, la de Chapultepec o la de la Secretaría de Educación Pública, por mencionar algunas.

La radiodifusión mexicana empieza a cobrar forma a partir de 1923. En este año se pasa del nivel puramente experimental al comercial. Las casas fabricantes de receptores y demás artículos de radio, como la General Electric o la Westinghouse, y las casas comerciales de artículos eléctricos, junto con las nacientes radiodifusoras, van a realizar una campaña publicitaria para que se genere dentro de la población el gusto por escuchar las radiotransmisiones, lo cual representaba para la industria extranjera de receptores, bulbos, bobinas, etcétera, la ampliación de su mercado. Para las casas comerciales instaladas en México, importadoras de estos productos, la campaña significaba mayores ventas y para las radiodifusoras de carácter comercial se traducía en ventas y promoción de sus artículos. Las primeras radioemisoras del país por lo general sólo anunciaban sus productos, por ejemplo, la radiodifusora CYB de la Compañía Cigarrera "El Buen Tono" sólo promovía los cigarros que ahí se fabricaban.

La campaña en pro del radio promovida por fabricantes, comerciantes y propietarios de radiodifusoras fue auxiliada por la prensa. Al igual que en los Estados Unidos se dio una alianza entre las radiodifusoras y los periódicos; éstos a través de sus páginas incitaban al lector para que se introdujera en el mundo mágico de la radio. Daban importancia a los adelantos que en esta rama ocurrían; publicaban el programa y horario de alguna estación y presentaban una reseña de los éxitos de su transmisiones.

Las casas comerciales de radio anunciaban sus productos en los periódicos y se hacían públicas las actividades e iniciativas de los grupos organizados de radioaficionados, los cuales desde 1922 habían constituido una Liga Nacional de Radio, la cual fue transformada el 6 de marzo de 1923 en Liga Central Mexicana de Radio, como resultado de la fusión del Centro de Ingenieros y del Club Central Mexicano de Radio. Las sesiones de la liga se llevaban a cabo en el segundo callejón de la Calle 5 de Mayo número 25, a unos cuantos pasos del zócalo.

Los miembros de esta liga pagaban una cuota mensual de un peso; para ese entonces el número de socios ascendía a quinientos; muchos de ellos apenas se iniciaban en la radiotelefonía y asistían a las sesiones para aprender el manejo de los receptores y poder escuchar los conciertos que captaba el "potente aparato" con el que contaba la liga; asimismo tenían derecho de asistir a las conferencias que brindaban personas doctas en la materia y que pertenecían a la misma liga, como era el caso del ingeniero Manuel L. Stampa.

Dentro de las actividades de la liga, la más importante fue su acercamiento con el presidente Obregón. El 15 de marzo se le envió un escrito avalado por quinientas firmas, en el que se le solicitaba su autorización para la creación de estaciones radiofónicas. Dos meses más tarde aparecía, en la edición del 11 de mayo de 1923 de El Universal, el proyecto de reglamento de estaciones radioemisoras presentado a Obregón por la liga.

La liga obtuvo el apoyo oficial para organizar la primera feria de la radio que tuvo una duración de dos semanas a partir del 16 de junio de 1923. La feria fue preparada con tiempo y se cuidaron todos los detalles, el evento respondía a la campaña de fabricantes, comerciantes, radiodifusoras y radiófilos por hacer del dominio público este medio de comunicación.

Desde el mes de mayo se le hizo propaganda, lo cual fomentó el entusiasmo de los ciudadanos por la radio, generando lo que se llamó en ese momento "radiomanía" o "fiebre radiofónica".

El periódico Excelsior escribía al respecto de la feria lo siguiente:

Desde que dimos cuenta a nuestros lectores de que la Liga Central de Radiotelefonía, conjuntamente con la Escuela de Ingenieros, estaba preparando activamente la primera feria que tendrá lugar en México, relativa al maravilloso invento, se ha despertado entre todos los socios de la mencionada liga, y en general entre todas las personas aficionadas al radio, un gran entusiasmo por esta primera feria [...]. El programa ha estado siendo elaborado con toda atención y habrá todo género de atractivos a base de radiotelefonía y radiotelegrafía. Entre los principales números se encuentran los de conciertos que estarán recibiendo de los Estados Unidos y de otros lugares del país [...]. Igualmente la concurrencia tendrá oportunidad de oír por el mismo conducto varias conferencias acerca de los últimos adelantos de la radiotelefonía. Dichas conferencias serán sustentadas por personas que en Estados Unidos están consideradas como verdaderos conocedores de la materia [...]. Uno de los principales resultados de la feria, para los aficionados y público en general, será la exhibición de películas tomadas en la vecina república del norte y que se refiere a la fabricación de los aparatos de radio. Esta enseñanza objetiva dará los mejores resultados, porque todos los aficionados podrán darse cuenta exacta de cómo están constituidos los principales órganos de los maravillosos aparatos [...]. En la feria mencionada habrá un importantísimo departamento dedicado a todas las casas tanto nacionales como extranjeras, para que allí puedan exhibir los más modernos aparatos acerca de la radiotelefonía, de modo que el público podrá darse cuenta de las diferentes calidades de aparatos, así como de todas las modificaciones que han sufrido últimamente dichos aparatos [...] hasta el momento ya han empezado a inscribirse numerosas casas que comercian con aparatos de radio entre los cuales figuran los siguientes: Hubard y Bourlon, Machinery Corporation, Westinghouse, Velasco y Compañía, Garage Alameda, Boer, General Electric Company, Robinson y Compañía, Parkers y Compañía, Compañía de Tranvías Eléctricos, S. A. [...]. Los Ferrocarriles Nacionales, comprendiendo la gran importancia que tendrá la exposición que habrá en nuestra república sobre radio y electricidad en general, ha acordado que se haga un descuento de treinta y tres por ciento en los pasajes de las personas que vengan de cualquier parte de la república a esta gran exhibición [...]. Todos los preparativos que se están haciendo para esta gran feria significan que tendrá un decidido éxito, pues bien se sabe el inmenso interés que está alcanzando en nuestra república todo lo relativo a comunicaciones por radio. Las principales casas que comercian en la radio y en artículos eléctricos ya están registradas y están haciendo sus arreglos para presentar exhibiciones muy interesantes.[ 9 ]

Analizando esta nota periodística podemos observar lo siguiente: que para mayo de 1923 operaban diversas casas comerciales en este ramo tanto extranjeras (por ejemplo, la General Electric y la Westinghouse ), como nacionales (Velasco y Compañía y Garage Alameda, propiedad de Raúl Azcárraga). Se pretendía aumentar el número de radioescuchas a través de clases en que se mostraba la autofabricación de receptores por medio de películas americanas y de conferencias dadas por americanos. Para esta fecha ya se ha constituido un grupo homogéneo que tiene intereses comunes y que trabaja con energía para que se desarrolle este nuevo medio de comunicación, representado por la Liga Central Mexicana de Radio, que es el primer antecedente de la actual Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión. Se obtuvo el reconocimiento y el apoyo del gobierno a este grupo al permitir el evento y aprobar el treinta y tres por ciento de descuento en los pasajes de los Ferrocarriles Nacionales a las personas que del interior de la república quisieran asistir a la feria, lo cual nos lleva a afirmar que esta feria se promovió a nivel nacional. La prensa fue un factor muy importante en el desarrollo de la radiodifusión mexicana, pues al apoyarla la dio a conocer, siendo el medio más eficaz para su preparación. Y, por último, es significativo el que la noticia a la que hemos hecho referencia fuera publicada en la primera página de la primera sección y con un encabezado que no podía pasar desapercibido para el lector.

La feria de la radio fue inaugurada por el presidente Obregón y se llevó a cabo en los patios del Palacio de Minería, ubicado en las calles de Tacuba. Las casas especializadas en artículos de radio y eléctricos en general, instalaron sus locales; también participaron las estaciones gubernamentales CYZ de los establecimientos fabriles y militares y la J. H. de la Secretaría de Guerra y Marina.

La estación CYL de "El Universal- la Casa del Radio" no sólo puso un vistoso local, sino que regalaba a los visitantes refrescos embotellados marca Radio, mandados a elaborar por Raúl Azcárraga. La antigua fábrica cigarrera "El Buen Tono", que en estas fechas realizaba pruebas para lanzar al aire su estación, puso al mercado una nueva marca de cigarros, que llamó "Radio" y que fue puesta a la venta en esta feria.

Este acontecimiento logró sus fines, despertó el entusiasmo de la gente por la radio. Las personas con posibilidades económicas compraban finos receptores importados y las que no tenían suficientes recursos construían sus propios aparatos con los materiales indispensables que estaban a su alcance. La tradición oral nos dice que elaboraban las bobinas para los receptores con las cajitas que contenían la avena marca Quaker, que al decir de los pioneros era ideal para este fin; la chispa la producían utilizando el mineral llamado galena. Ninguna clase social escapó al influjo de la radio.

En una carta enviada a la gerencia de la fábrica "El Buen Tono" y que fue reproducida por el periódico El Demócrata, el 30 de noviembre de 1923, se hace alusión al entusiasmo radiofónico en las clases populares:

Quienquiera que sea un poco observador y transite por las colonias humildes y barriadas de la ciudad, si fija un poco su atención, dirigiendo la vista hacia las azoteas de innumerables casas de vecindad, y en mayor de las de más pobre aspecto, podrá darse cuenta de la cantidad de antenas que desde las calles se domina. Luego se ve, a diferencia de las de las colonias de la capital, que aquellas no han sido levantadas por la casa instaladora de primer orden ni por electricista experto, sino que han sido erigidas a base de la más estricta economía. Muchas de esas antenas no tienen ¡que van a tener!, ni aun la cuarta parte de lo que los expertos señalan. Unos cuantos metros han servido para la antena y el resto para la "bajada" y, quizá, para la conexión con tierra. El aparato ha sido confeccionado por la industria casera y dos o tres audífonos sencillos, completan el equipo.[ 10 ]

El entusiasmo radiofónico en la población de la ciudad de México, gestado en el gobierno de Obregón, no disminuyó durante la presidencia de Calles. En 1928 todavía se considera el radio como la "nueva moda".[ 11 ] Este entusiasmo se manifestó en diversas formas; por ejemplo, en la prensa, con las secciones de radio e información sobre todo lo que acontecía en este medio; asimismo aparecían caricaturas o artículos jocosos sobre este invento, por ejemplo el publicado el 20 de julio de 1924 en El Demócrata, donde se hace una crítica a los bailes, juegos y adelantos científicos de esos años, recurriendo al diálogo simpático entre dos amigos:

- Ya ve usted -me decía- en la ciencia
qué notables inventos
que hace un siglo la gente los creería
cosas de brujería
estos descubrimientos;
el radio por notable... y por barato
se ha extendido en un rato
y hoy no hay azotea sin antena
de fierro o de carrizo, mala o buena,
ni casa que no tenga un aparato
de bulbo de galena,
ni familia que ahora se visite
que si es de noche no se nos invite
a escuchar el concierto
de la "ce, y griega... y ene" que por cierto
tienen una feroz monotonía,
y a los cuales ninguno asistiría
y nadie lo honraría con su presencia,
aunque fueran de pura invitación
noche a noche lo escuchan con paciencia
digna de mejor causa
y no hacen ni una pausa
ni platican ni nada,
están con su orejera bien pegada,
y yo, amigo, será que soy muy burro,
pero la verdad pura, que me aburro; el invento es
notable pero la costumbrita intolerable
¡Ah qué usted, don Ramón!
es como la afición
cuando estuvo el fonógrafo de moda
y la gente toda
se compró su vitrola en abonitos
y discos y más discos muy bonitos
pero que el dueño muy inoportuno
quería que se escuchara uno por uno,
y a mí a la octava pieza
me dolía horriblemente la cabeza,
a la décima ya
pensaba yo un poquito en su mamá
y me salía de allí sin despedida.[ 12 ]

La radio como podemos apreciar modificó las costumbres de la población. Se hizo de este medio un acontecimiento social, las personas que contaban con un receptor organizaban veladas para escuchar las audiciones.

Un reflejo del éxito de este nuevo medio de comunicación lo encontramos en la proliferación de estaciones de radio de todo género: comercial, experimental, gubernamental y de radioaficionados. Para observar de una manera más objetiva este fenómeno, se realizó una nómina de algunas de las estaciones que funcionaron durante los gobiernos de Obregón y Calles, basada en los datos que nos proporciona la hemerografía, el archivo de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas y de las estaciones que registra la escasa bibliografía que sobre este tema existe:

Cuadro 1

Estación
Fecha de operación
Propietario y género de estación
TND Octubre de 1921 Constantino Tárnava. Experimental y comercial
JH Inauguración oficial 19 de marzo de 1923 Secretaría de Guerra y Marina
CYL 1a. etapa 8 de mayo de1923 Raúl Azcárraga y El Universal Comercial
CYB Inauguración oficial 16 de septiembre de 1923 "El Buen Tono", S. A. Comercial
LCMR 1923 Liga Central Mexicana de Radio Experimental
CYZ 1923 Establecimientos fabriles y militares. Gubernamental
CYA 1923 Estaciones gubernamentales[ 13 ]

CZZ
CZA
El Mundo 14 de agosto de 1923 Dirigido por Martín Luis Guzmán Comercial
De la CROM 11 de noviembre de 1923 Donado por el gobierno a la Confederación Regional Obrera Mexicana
XICE 14 de diciembre de 1923 Estación del estado de Chihuahua. Gubernamental
CYX 15 de marzo de 1924 Periódico Excelsior. Apoyado por la empresa Parker
2-6-A Abril de 1923 De la "Casa Sagaón" en Tamaulipas. Dio un concierto para el partido Cívico Progresista que apoyaba la candidatura de Calles
Estación de la Eagle Pass Lumber Company.
En Coahuila.
Abril de 1923 Eagle Pass Lumber Company. Instalada por su gerente el señor Knofe (no se vuelve a mencionar en Coahuila el periódico)
Estación del PCP (Partido Cívico Progresista) 2 de mayo de 1924 Patrocinaba la campaña presidencial del general Calles
Estación del Centro Pro Calles en Oaxaca 16 de junio de 1924 El Centro Pro Calles instaló esta estación en Etla, Oaxaca, para promover la candidatura del general Calles
FAM 19 de junio de 1924 De la Escuela de Aviación Experimental Cultural
I-R 1924 Fábrica Nacional del Vestuario Comercial
I-O 20 de julio 1924 Manuel Zetina. Cultural
XEY de Yucatán 1924 Ingeniero Rubio C. Román T. Comercial
CZE 30 de noviembre 1924 Secretaría de Educación Pública Gubernamental
XEKAF 1925 Interventor José Ríos del Río Comercial
CYJ 1925 General Electric. Comercial
CYH 1925 High Life. Comercial
Estación de Toluca Febrero de 1926 Leopoldo M. Díaz
RYF en Oaxaca Febrero de 1926 Estación del señor Federico Zorrilla Buendía y otros radioaficionados. Experimental
JA 14 de febrero de 1926 Unión de Radioexperimentadores Mexicanos
XC-51 Febrero de 1926 Estación del Departamento de Aviación Experimental
XIX 1926 Interventor Francisco Morales Andrade. Comercial
CYI de Michoacán Octubre de 1926 Estación de divulgación en Michoacán
XIAJ 1927 Andrés de Matienzo
CYH de Monterrey 1928 Estación difusora de Puebla. Constantino Tárnava Jr. Comercial

Esta relación nos da un total de treinta y cuatro estaciones que difundían conciertos de una manera regular en la República, durante los gobiernos de Obregón y Calles sin contar las de los radioaficionados; esta cifra no representa la totalidad de estaciones que funcionaban en esa época, ya que hubo otras estaciones que transmitían. Para 1928 el número de estaciones transmisoras en la República Mexicana debió ser superior a las cuarenta y cinco, si tomamos en cuenta que para enero de 1924 existían según una nota periodística cuarenta y cinco estaciones transmisoras en la ciudad de México: "Se estima en quince mil el número de estaciones receptoras instaladas en la ciudad de México, y son exactamente cuarenta y cinco las transmisoras, de las cuales fueron ayer selladas por las autoridades militares treinta y cinco".[ 14 ]

El proceso de crecimiento de la radiodifusión fue constante y si en 1924 eran cuarenta y cinco estaciones en la capital, para 1928 su número debió por consecuencia haber aumentado en toda el país.

Una limitación que se encuentra el investigador de la radiodifusión mexicana en este periodo es la poca luz que el archivo de la Secretaría de Comunicaciones proporciona para este fin, ya que sólo aparecen seis expedientes en el lapso que nos ocupa. El material de este archivo es importante para el estudio de la década de los años treinta en adelante, ya que en su mayoría está completo; decimos en su mayoría y no en su totalidad porque faltan algunos expedientes. Por ejemplo, la primera parte de la estación XEW; por lo que la fuente básica para la elaboración de la relación expuesta fue la hemerografía de la época, que registró muchas veces de manera indirecta o escueta la existencia de esas estaciones.

Otra manifestación del entusiasmo que despertó la radio lo podemos observar en el aumento de casas comerciales dedicadas a este invento. Utilizando nuevamente la hemerografía, se encontró que, en el periodo a que se refiere este artículo, operaban en la ciudad de México dentro del ramo los siguientes establecimientos principales:

H. W. Beers Electric C. S. A., ubicado en San Juan de Letrán número 5, vendía especialmente receptores y piezas radiotelefónicas marca Kellogg.

Electro Motor S. A., ubicado en avenida Isabel la Católica número 43; vendía aparatos de la Telefunken y anunciaba con orgullo el modelo Federal Crosley, que contaba con la aceptación del público.

Radio Robinson, ubicado en la esquina de Gante y 16 de Septiembre.

J. M. Velasco y Compañía, ubicado en Uruguay 104. Vendía toda clase de aparatos telefónicos (radio).

Faustino Villar, avenida 16 de Septiembre número 27. Se anunciaba como casa especializada en aparatos y accesorios de radio.

La Antena, propiedad de J. F. Bracho y Compañía, ubicada en las calles de República de Chile.

Machinery Corporation, S. A. Palma 33.

Hocker Sbwell, S. A. en Dolores 2-4. Distribuidora de los aparatos marca de Forest.

El Ideal, propiedad de Ricardo J. Jiménez, situada en las calles de 5 de Febrero número 42.

A. E. G. Compañía Mexicana de Electricidad, S. A., ubicada en Isabel la Católica 63, representaba en México la firma de Telefunken.

G. L. Arrington en avenida Independencia 22.

Hubard y Bourlon en avenida 5 de Mayo número 34, esquina con Motolinía.

A. Wagner y Levien, en Capuchinas 21, enfrente de la calle de Gante.

La Casa del Radio, avenida Juárez 62, propiedad de Raúl Azcárraga.

De Lime Radio Service, casa ubicada en Nueva York, Estados Unidos. Vendía receptores para armar utilizando el servicio del correo.

El Imán, avenida Allende 84.

W. Oldenburger, representante de la fábrica Electrical Research Laboratories de Chicago (ERLA). Atendía los pedidos o consultas en el apartado 434 de México, Distrito Federal.

General Electric, S. A., en Balderas 53.

Westinghouse Electric International Company, en 16 de Septiembre número 58.

Compañía Southern Equipment, S. A., ubicada en Luis Moya 49.

El Reflex, ubicada en primera de Dolores 2-A.

Harry S. Mazal y Compañía, S. A., en Uruguay 80, representante y distribuidor del bulbo marca URECO.

The University Society, I. N. C., distribuidores generales de Viva Tonal Columbia 1928 y de discos Columbia.

Junto a la propaganda de estas firmas comerciales, empezaron a aparecer los anuncios de servicio para la compostura o construcción de aparatos receptores, que vienen a ser el antecedente de los hoy prolíficos talleres técnicos de radio y televisión. Por ejemplo, en diciembre de 1923 apareció el siguiente anuncio:

RADIO
Arreglo y construcción de aparatos
Ramón Romero Escobar.
Ingeniero Electromecánico.
San Juan de Letrán 59, altos 1.[ 15 ]

Estos talleres aparecen en México como consecuencia del desarrollo de la industria radiofónica. La gente que empezó a adquirir receptores ya fabricados, necesitó del técnico que se lo reparase o mantuviese en buenas condiciones, generando nuevos trabajos y aumentando la producción de aquéllos.

La industria radioeléctrica estaba constituida básicamente por compañías extranjeras; R. C. A., Westinghouse, General Electric, Stronberg-Carlson, Telefunken, Kellogg, Baldwin, Electrical Research Laboratories; URECO, Columbia y Philips. Estas fábricas tenían sus representantes, concesionarios y distribuidores en México. Por ejemplo, la Telefunken, que estaba representada por A.E.G., Compañía Mexicana de Electricidad, y la R. C. A. tenía por distribuidores en México a la General Electric y a la Westinghouse.

Estas marcas proveían al mercado mexicano de las piezas, accesorios y receptores requeridos por la demanda. El precio de un receptor o teléfono, como se le llamaba entonces, era variable; se podían adquirir unos desde trece pesos y otros hasta de ochocientos pesos. Había receptores de diversas marcas y modelos tanto de lujo como austeros; se vendían completos o por partes; asimismo, se anunciaban paquetes que contenían las piezas necesarias para la autofabricación.

De la investigación hemerográfica y de archivo realizada, hemos elaborado la siguiente relación de precios en el mercado de receptores y accesorios, que cubre aproximadamente los años de 1923 a 1928 y que corresponde a los principales establecimientos comerciales de la ciudad de México.

Cuadro 2

Marca
Modelo
Características
Precio
L. Robinson Número 1 Receptor de galena con su audífono, aislados y alcance de 50 kilómetros.
$ 13.75
L. Robinson Número 2 Receptor de tubo al vacío, con audífonos, baterías A y B, antena, bulbo, aisladores. Alcance 2 500 kilómetros.
$ 85.00
L. Robinson Número 3 Receptor tubo al vacío, con audífonos, batería A y B, antena, bulbo, aisladores, pararrayo. Alcance 4 500 kilómetros.
$ 225.00
Radiotte Receptor equipado con un juego de audífonos, 300 ohms, 100 pies alambre forrado, 2 aisladores, una abrazadera para tierra.
$ 18.50
Westinghouse R. C.
$ 190.00
Crosley Crosley X Paso radio frecuencia.
$ 190.00
Monroe Monroe D 7
$ 175.00
RCA Radiola V.
$ 240.00
RCA Radiola II Tipo portátil completo.
$ 175.00
Magnavoz Amplificador de sonido.
$ 85.00
Resodon 14 Receptor con un paso de amplificación de radio frecuencia, un detector y 2 pasos de amplificación de autofrecuencia.
$ 350.00
Western
Electric Company 10-A Amplificador de sonido
$ 400.00
De Forest * D-7A
$ 220.00
De Forest * D-10
$ 300.00
Murad * M.A.12
$ 187.00
Murad * M.A.15
$ 300.00
Murad * M.A.18
$ 220.00
Federal * 58
$ 320.00
Atlantic * De 1 bulbo.
$ 75.00
Atlantic * De 2 bulbos.
$ 115.00
Atlantic * Aparato de circuito sencillo regenerativo 1 bulbo.
$ 45.00
Atlantic * Aparato circuito sencillo regenerador 2 bulbos.
$ 75.00
Crosley * 8 Portátil.
$ 100.00
Philips Bulbo mágico C-509-a para todo aparato americano como detector y amplificador de radio y audio.
$ 3.00
RCA Receptor radiotelefónico RCA. Aparato más caro y perfecto que haya salido al mercado (junio de 1928).
$ 800.00

Los precios de los aparatos marcados con asterisco eran precios de barata e incluían "bulbos, batería, audífonos y material de antena exterior a donde es necesario y de cuadro en los aparatos que no necesitan antena exterior".[ 16 ]

La comercialización de los aparatos receptores amplió el campo de otros artículos como fueron los acumuladores marca Exide que eran utilizados principalmente en la industria automotriz y que también daban energía a los radiorreceptores y las baterías marca Eveready que se anunciaban así: "Las baterías Eveready para radio permiten oír mucho más claramente, eliminan el ruido, duran más tiempo y prestan servicio más satisfactorio que cualquiera otra para radio. Hay pilas y baterías Eveready para las distintas funciones de un aparato radiotelefónico".[ 17 ]

Otra industria que estuvo relacionada con la de la incipiente industria de la radio fue la del fonógrafo, la cual vio en ésta un peligro de mercado, por lo que los fabricantes resolvieron construir receptores y fonógrafos en un mismo aparato; esta situación se refleja claramente en un anuncio de una importante firma de fonógrafos la A. Wagner y Levien que en marzo de 1924 decía:

Si usted ya tiene un aparato receptor de radiotelefonía en su casa, indudablemente que habrá notado que no siempre le proporciona un gusto completo, ya sea por las condiciones de la atmósfera, ya sea por las horas en que transmiten los conciertos, o bien por no satisfacerle el programa que se le presenta al tomar sus audífonos. Por tal motivo, lo que a usted le falta es tener también en su sala un fonógrafo, aparato reproductor de música, con el que a toda hora, sin depender de todas aquellas circunstancias, usted mismo puede formular un programa de todo su agrado [...] precisamente estas consideraciones han inducido a algunos fabricantes de fonógrafos a combinar las dos cosas en una sola. Ya han salido al mercado algunas combinaciones de esta naturaleza, verdaderamente maravillosas, pero tienen el defecto de su elevado precio; defecto que subsana fácilmente comprando aisladamente cada aparato.[ 18 ]

Las compañías fonográficas, como podemos observar, resaltan las desventajas del radio con respecto al fonógrafo, pero algunas, como la RCA que fabricaba fonógrafos y receptores, complementaron ambos inventos. El precio de los fonógrafos era superior al de los receptores; un fonógrafo sencillo tenía un precio en el mercado de ciento cuarenta pesos y uno de calidad con gabinete de caoba y que tocaba quince discos de diez pulgadas dando cuerda una sola vez tenía un precio de mil quinientos pesos, que se podían pagar en abonos en la tienda de A. Wagner y Levien.[ 19 ]

Hemos realizado esta comparación ante los precios de los receptores y de los fonógrafos, por considerar que el hecho de que los primeros fueron más accesibles a la mayoría de la población, influyó notablemente en el desarrollo de la radiodifusión, al grado tal que al cabo de algunos años ya se pudo considerar como el principal medio de comunicación masiva.

Un factor que influyó en la expansión de la radiodifusión fue la fabricación casera de receptores. La gente de escasos recursos que no podía gastar trece pesos en un receptor podía fabricar uno mucho más económico. Fueron muchos los receptores de fabricación casera que funcionaban en los años veinte.

La posesión de un receptor de radio, por sencillo que fuese, si no era casero constituía un lujo para la clase obrera; sobre todo tomando en cuenta que el costo diario de la vida en el Distrito Federal, correspondiente al mes de junio de 1928 y calculado para la familia obrera constituida por cinco miembros, era de cinco pesos, cuarenta y siete centavos.[ 20 ] Además hay que tomar en consideración que el salario promedio era muchas veces menor al costo de la vida. Por ejemplo, en la industria tabacalera en el departamento de empaque se registran los siguientes salarios:

Cuadro 3

Ocupación del obrero
Máximo
Mínimo
Promedio
Almacén
$ 3.84
$ 3.28
$ 3.37
Cortadores
$ 7.12
$ 2.48
$ 4.09
Cabos
$ 6.40
$ 3.84
$ 5.52
Envolvedores
$ 3.28
$ 3.28
Empacadores
$ 3.28
$ 3.28
Encajilladoras
$ 3.28
$ 3.28
$ 3.28
Expendidores
$ 3.84
$ 328
$ 3.74
Engargoladoras
$ 3.28
$ 3.28
Barrendera
$ 2.00
$ 2.00
Envolvedoras
$ 2.50
$ 2.50[ 21 ]

A partir de estos datos podemos afirmar que a la clase obrera no le era fácil adquirir en el comercio un receptor de radio, mas no por eso dejaba de participar en el desarrollo radiodifusivo, ya que para obtener un receptor o escuchar las emisiones de radio había otros medios: construir el aparato casero; juntar cierto número de cajetillas de cigarros de la fábrica "El Buen Tono", para que ésta le "regalara" un receptor de galena; escuchar los conciertos en los receptores adquiridos por las agrupaciones sindicales afiliadas a la poderosa CROM; asistir a los centros de recreo en que el Estado había instalado receptores con su magnavox, que era una bocina que amplificaba el sonido permitiendo de ese modo la posibilidad de que la emisión fuera escuchada por varias personas.

En cambio, podemos decir que la industria radiofónica en un principio estaba destinada al gran consumo de la pequeña burguesía que era la clase con posibilidades de tener su propio aparato de fidelidad. Tomamos nuevamente a la industria tabacalera de "El Buen Tono" para ejemplificar lo anterior:

Cuadro 4

Ocupación
Máximo
Mínimo
Promedio del empleado
Apoderados
$ 1 123.00
$ 920.00
$ 988.33
Ayudante contador
$ 600.00
$ 125.00
$ 366.00
Director
$ 1550.00
$ 1 500.00
Cajero principal
$ 535.00
$ 535.00
Doctor
$350.00
$ 350.00
Jefe de mecánicos
$ 1 000.00
$ 1 000.00
Secretario
$ 760.00
$ 300.00
$ 530.00
Oficinistas
$ 360.00
$ 70.00
$ 177.00
Anunciante radio
$ 150.00
$150.00[ 22 ]

 

El desarrollo de la radiodifusión fue paulatino, pero tuvo momentos en que el ritmo de crecimiento se aceleraba para después volverse a estabilizar. Uno de los primeros momentos de éxito fue el "radio difusivo" año de 1923; según una información proporcionada a la prensa por la CROM a fines de ese año:

La radiotelefonía, que tan sorprendente progreso ha hecho en los últimos tiempos al grado de que en la ciudad de México existen a la fecha más de cuatro mil aparatos receptores, contra unos cuatrocientos que había apenas hace unos meses, va a ser utilizada por los obreros para hacer propaganda del movimiento social de dichas clases de la República.[ 23 ]

La cifra de cuatro mil receptores podría ser mayor, tomando en cuenta los aparatos caseros, de los que no podía saberse el número; pero aun así, son pocos los receptores que operaban, si tenemos en cuenta que la ciudad de México contaba en 1923 con 616 357 habitantes aproximadamente.

La aparición de antenas en las azoteas fue a partir de entonces un elemento más del ambiente citadino, barrios proletarios y colonias elegantes se vieron en muy poco tiempo "adornadas" con estos aparatos. La nueva fisonomía de la ciudad nos la describe así la prensa:

El observador que haya paseado por las colonias Roma, Juárez, habrá notado, sin duda alguna, cómo las azoteas de las casas se encuentran erizadas de antenas, que acusan la existencia de otras tantas estaciones receptoras de radiofonía; y esto sin contar las antenas de marco, que suman millares y que no es menester tenerlas a la intemperie, puesto que son capaces de recibir los sonidos encerradas, no digamos en una habitación, sino dentro de una caja fuerte.

Pero la verdadera afición por el radio se nota en la barriada de Guerrero, habitada por gente de no muy boyante condición económica, en donde también abundan los receptores, y que prueba que el radio ha dejado de ser esparcimiento de potentados para extenderse a todas las clases sociales.

Y como decimos en la barriada de Guerrero, podemos decir en todos los barrios de México, lo mismo en los aristocráticos de señoriales residencias, que en los humildes, donde la gente humilde habita en vecindades que son verdaderos pueblos.[ 24 ]

Al experimentar los efectos de la radiotelefonía los habitantes de la capital le atribuyen diferentes significados. Para algunos era una moda intrascendente; otros decían que se iniciaba la era de la radio; unos más pensaban que era un servicio social; otros emitían juicios morales sobre este medio de comunicación; por esto resulta interesante conocer el significado que tuvo la radiodifusión para los hombres en los años veinte.

La radiodifusión captó la atención de industriales, comerciantes, artistas, intelectuales, gobernantes y gente del pueblo, quienes le dieron diferentes significados. Podemos decir que la mayoría le atribuía cualidades positivas y tenía fe en este invento.

En el Archivo General de la Nación se encuentra una carta dirigida al secretario de Comunicaciones, Amado Aguirre, fechada el 13 de octubre de 1922, en la que se solicita autorización para establecer estaciones radiotelefónicas de divulgación (broadcasting) para lo cual se esgrimen las siguientes razones:

El sistema que se pretende establecer al mismo tiempo que constituye un medio de multiplicación de los medios de comunicación con que cuenta el país, proporcionará al gobierno [...] la facilidad de llevar a las escuelas, cuarteles, cárceles, etcétera, las noticias, diversiones, conciertos, conferencias y demás que serán radiadas, que pueden ser aprovechadas tanto para intensificar la cultura general del país, como también para la ilustración de los educandos y el ejército, por medio de un procedimiento que hace factible llevar a su conocimiento elementos de ilustración, que de otra manera no lo serían, así como procurar por medio de un plan adecuado la regeneración de los recursos de las distintas cárceles del país.[ 25 ]

Para el señor Luis G. Coindreau, signatario de esta misiva, la radio significa, aparte de un buen negocio que le proporcionaría ganancias en caso de que el gobierno aceptase su proyecto, un medio eficaz para el progreso social del país, ya que ve en éste, entre otras cualidades, la capacidad de regenerar reclusos y de promover la cultura.

Para el Estado la radiodifusión era un complemento de la radiocomunicación, que fue vista como un factor importante en el desarrollo del país. El significado que el gobierno le atribuía lo podemos observar en el discurso pronunciado por el ingeniero Luis Sánchez, vocero de México en Costa Rica, en la ceremonia efectuada con motivo de la instalación de la primera piedra de lo que sería una estación de radiocomunicación donada por México a ese país:

La estación de radio, que como símbolo de fraternal simpatía y amistad entre México y Costa Rica, se instalará en breve tiempo aquí, garantizará una comunicación segura y eficaz, directamente con la capital de la República Mexicana, y además con las estaciones que se colocarán en otros países de Centroamérica [...]. Este valioso sistema [refiriéndose a la radiotelefonía] proporcionará a Costa Rica, además, la oportunidad de efectuar un servicio unilateral de esparcimiento de suma importancia para el desarrollo cultural y económico del país. El gobierno estará en aptitud de transmitir diariamente de la manera más sencilla, eficaz y rápida las noticias oficiales de la prensa, de la bolsa, del movimiento marítimo, las observaciones meteorológicas y, en general, todas las promulgaciones o informaciones políticas, sociales y económicas a los más remotos lugares del país, como haciendas, plantas, minas, fábricas, pueblos y por fin a todos los ciudadanos de la república que hoy día se encuentran aislados entre sí y su capital, provocando por este medio un acercamiento de toda la nación en todos sus intereses [...]. Además, de esto, la instalación radiotelofónica de la Sabana, como dependencia de la H. Dirección General de Telégrafos Nacionales, estará en actitud y llamada a complacer el deseo a cierta parte del público, aunque se trate de un asunto de moda y sin objeto serio a ciertas horas de la noche con funciones artísticas o recreativas, como el llamado servicio broadcasting que abarque según la graduación de la energía empleada solamente la región de la república o toda América Central y aun más todavía. El desarrollo de la telefonía inalámbrica no puede apreciarse hoy día porque es un ramo como antes dicho completamente nuevo e incalculable en su perspectiva.[ 26 ]

Como se observa en el discurso expuesto, el valor más importante que le otorga el Estado mexicano a la radiodifusión es el acercamiento que este medio posibilita entre las comunidades apartadas de los grandes centros de población. Es la radio un valioso medio informativo que comunica a todos los ciudadanos de los sucesos más relevantes que acontecen en el interior y exterior del país, aparte de que lleva a los lugares más remotos cultura y entretenimiento; asimismo el Estado vio en la radiodifusión, a través de la Secretaría de Educación Pública, un medio para apoyar las misiones culturales emprendidas por Vasconcelos.

Para el ingeniero Juan C. Buchanan, uno de los más destacados radioaficionados de aquellos años, la radiodifusión significaba lo siguiente:

Puede asegurarse con certeza que el radio además de su gran utilidad científica es un elemento poderosísimo de unión entre los pueblos; el día en que todo el mundo sea aficionado se acabarán las guerras, pues serían guerras entre amigos y entre hermanos.[ 27 ]

Para el ingeniero Buchanan la radio no es sólo de utilidad científica sino que es un medio de comunicación que tiene la posibilidad de conducir a la paz. Este juicio fue común en algunos países, como Estados Unidos e Inglaterra, y estaba en boga en otros países.

La significación que se le dio a este medio fue motivo de preocupación de los periodistas de la época a que hemos circunscrito este artículo. En la edición del 5 de abril de 1923 de El Universal Ilustrado, apareció dentro de la sección titulada Nuestras Encuestas un artículo por demás interesante para nuestro tema, al que se le denominó de la siguiente manera: "¿Qué importancia social concede usted a la radiofonía?" Esta pregunta fue hecha a diversas personalidades del mundo de la política y el arte, y a un estudiante. Los entrevistados fueron: Alfonso Cravioto, miembro de la Cámara de Senadores; el licenciado Alejandro Quijano, político y periodista; Manolita Cabrera, artista; Rafael Pérez Taylor, político, y María del Carmen Ramírez, estudiante normalista. El entrevistador fue un periodista de apellido Ortega.

A continuación reproducimos el artículo:

En menos de quince días solares, la "radiofonía" ha llenado México, y el mundo y los espíritus. Ninguna inquietud como la que se ha despertado con esos hilos enigmáticos. Nadie sabe lo que sea en sí, nadie conoce lo profundo del "ente", pero todos conocen su profunda significación y el valor de ella, ya que hace "hombres semejantes a dioses". El interés de estas encuestas ha sido inusitado, y las respuestas variadas. Las hemos recogido aquí y allá, entre las personas más distintas y de papel social más lejano uno de otro.

Ésta es la contestación de un poeta. Como otras veces, no pudimos acercarnos a él. Comunicarnos un instante en una de esas conversaciones hondas de sentido en las que él debería dar todo, y enseñarnos. Porque Alfonso Cravioto es una persona dinámica, que va de un lugar a otro, al que únicamente se puede localizar en las tardes solemnemente aburridas de sesión en el Senado de la República.

Y como otras veces, nos tocó recoger un pliego. Unas cuantas líneas. Una firma rara.

La radiofonía tiene un valor social prodigioso; no sólo es instrumento de vasta fraternidad, de intensa cultura y de más perfecto comercio, sino que por ella en un porvenir muy hondo, pero que ya se presiente, las humanidades seguras que existen en todos los repliegues del infinito, acaso tomen amplia conciencia de su mutuo vivir, y la radiofonía también llegue a crear al "ciudadano del universo". Como pronto creará, sin duda al "ciudadano del mundo".

¿Acaso no es una respuesta de poeta?, es una videncia. Una voz que anuncia la fraternidad. Que deseará verla, realizarla.

Estos días de Semana Santa impiden encontrar a las gentes. Veraneo o trabajo, o recogimiento en la meditación de los motivos evocados. Tuvimos necesidad de sorprender, de buscar, de no soltar.

El licenciado Alejandro Quijano no había concurrido a su despacho. El sábado lo encontramos rodeado de visitantes, de quienes iban a arreglar negocios, a solicitar datos, noticias. En un intervalo, terminamos la breve entrevista iniciada por teléfono.

- Bueno, ¿despacho del licenciado Quijano? ¿ Habla la señorita San Martín? Sí, es una encuesta. ¿A las doce? En este momento vamos [...]. Para el licenciado Quijano la importancia de la radiofon í a es vital. Nos refería su viaje a Nueva York, en el que encontr ó que en seis meses los aparatos de radiofonía habían llenado los almacenes de la ciudad, violentando y acelerando la vida. Porque ponen al alcance de todo el mundo, del más pobre, todas esas cosas que sólo conocían de nombre, de prestigio.

- Lo han simplificado maravillosamente. Imagínese que ya sólo con un contacto eléctrico se tienen conciertos, conferencias, noticias. La palpitación del minuto ahora sí es cierto que se recoge, como el agua en el cuenco de las manos. Para los abogados, significa ahorro de energías y de tiempo. Nos será posible seguir sin gran trabajo la marcha de nuestros asuntos, violentarlos, terminarlos. La radiofonía anuncia para el mundo una nueva vida. Junto a ella palidecen y se esfuman todos los otros inventos; pierden importancia el teléfono, el fonógrafo, el telégrafo, porque se tiene junto al oído, con un simple movimiento [...].

Pronto nos tranformaremos y yo creo que tendremos una mayor fraternidad entre los hombres [...].

Silvestre Paradox me dijo, me aconsejó que esta encuesta se hiciera por teléfono, para dar una sombra de la radiofonía. Ya que no tenemos ésta, que todavía no nos llega. Pero fue imposible comunicarme con todos en esa forma, porque no existe en ella la perfección. Y no tenía deseos de insistir. De molestar con el timbre.

Señorita Cabrera, le ruego me conteste una encuesta. Es sencilla. Se trata de saber qué importancia social concede usted a la radiofonía, en su esfera de acción [...].

Un intervalo de silencio. ¿Qué no iba a contestar la señorita Cabrera? Sí [...].

- La tendrá mayor en el futuro, porque nos ofrece oportunidad de simplificar nuestra vida.

Estarán a nuestro alcance conferencias científicas, literarias, conciertos, noticias, con una facilidad que nunca habíamos imaginado. Mi mayor deseo es que llegue pronto el día que podamos contar todos con nuestro aparato receptor, que nos dará una nueva sensación de vida [...].

Al llegar aquí, la señorita Manuela Cabrera colgó el teléfono.

Tuve interés y curiosidad en conocer la opinión de una colegiala, María del Carmen Ramírez. Háblame de poner en contacto un sentimiento distinto, con un nuevo punto de vista.

- ¿No sabe que en la [escuela] Normal hemos resuelto el problema de la asistencia a clase? Sencillamente. Simplemente. Nos basta y sobra con que la profesora dicte sus cátedras junto a un aparato emisor, y nosotras las recogemos en nuestra casa. Es divino [...].

Revolvió libros, cuadernos, hasta dar con lo que buscaba.

- Mire, en Estados Unidos las universidades van a simplificar su funcionamiento. Se han instalado grandes aparatos emisores con los que pueden dictar conferencias y dar conciertos que escuche todo el mundo. La enseñanza de idiomas se ha hecho cómoda y sencilla. Algún día tendremos eso entre nosotros [...] con un costo insignificante, todo el que lo desee se puede instruir.

Y vivir su vida de trabajo. Como la asistencia a las cátedras es lo de menos, todo el tiempo libre y que no se ocupa en las conferencias, se dedica al trabajo habitual.

Lo de la Normal era broma. Es cierto que algunos hemos pensado en simplificar nuestro sistema de estudio para poder trabajar, pero eso está lejano. Entre tanto, seguimos asistiendo puntualmente a clases. No queremos que nos reprueben al finalizar el año [...].

A las tres en punto. En el recibidor del hotel. En medio de la gente de todos los idiomas, de todos los países.

Lola Membrives es formal.

- ¿ La radiofonía? Es ésta la pregunta más rara que se me ha hecho. Veo que en dos meses ese invento ha llenado de inquietud a todo el mundo.

Yo le concedo una enorme importancia. Nos permitirá a los artistas que todos nos conozcan, darles nuestro arte. Esto es para mí lo más significativo: que nos difundirá, que nos esparcirá.

Y todo lo que contribuye a esparcir el arte, debe merecer nuestros elogios, nuestras alabanzas.

En esto, como en todo hay peligro. Aquí está en la "extensión". Pero creo que esto se remediará.

A mí me ha emocionado. Vamos a vivir mil vidas.

Rafael Pérez Taylor, antes que nada, es un orador. Ni siquiera en las conversaciones pierde su actitud. A cada momento se espera verlo erguido, con el amplio ademán de la tribuna y el gesto del que va a convencer o a emocionar.

- La radiofonía es el complemento de la pereza.

Pero nunca podrá dar una completa sensación de arte, de belleza, porque es más incompleta que el fonógrafo.

Yo creo y me atrevo a decir que la radiofonía es el afán de la burguesía por tener lo que nunca ha tenido: el arte.

El millonario grasoso podrá con ella tener, desde su sillón, el concierto del cantante o del músico. Y esto sin tener el gasto de energía que significa ir al teatro, a la sala.

No niego que sea importante, social y comercialmente hablando. Pero artísticamente, nunca. Porque no existe la unidad de emoción que dan al ambiente, el ademán, la figura, el gesto, quizás hasta el perfume de las mujeres.

No niego que pueda perfeccionarse. Pero, imagínese usted el desastre que sería escuchar un discurso de Demóstenes por radiofonía. Jamás alcanzaríamos la perfección de emoción, el milagro absoluto.

Y, en otro sentido, el periodismo debe ser el más encarnizado enemigo de la radiofonía, porque ésta va a matarlo y a quitarle toda su importancia. Hay que impedir a toda costa su difusión.[ 28 ]

Estas opiniones resultan significativas si se tiene en consideración que fueron expresadas en los albores de la radiodifusión mexicana. En abril de 1923, México no tenía más de tres radiodifusoras pero su efecto empezaba a dejarse sentir y se presentía su importancia.

Con base en la serie de opiniones expuestas, podemos concluir que la radiodifusión mexicana desde sus inicios tuvo un significado que por lo general estaba impregnado de optimismo: para la mayoría, la radio resultaba un invento prometedor que ofrecería grandes beneficios a la sociedad.

Los hombres de los años veinte, entusiasmados con la radiodifusión, vieron en ella, entre otras cualidades, un vehículo capaz de formar al ciudadano del mundo, un instrumento con poder de promover la paz y la fraternidad, un medio con gran capacidad para fomentar la cultura, favorecer el comercio, esparcir el arte, llevar el entretenimiento a todos los individuos y un factor muy importante en la integración social, política, económica y cultural de las comunidades rurales alejadas de los centros urbanos. En sí, la radiodifusión significó, para ellos, un gran avance en la comunicación humana.

[ 1 ] Entrevista con el ingeniero Enrique Vaca hecha por Rosalía Velázquez Estrada, febrero de 1979. El ingeniero Vaca fue uno de los primeros radioaficionados en México.

[ 2 ] Jorge Mejía Prieto, Historia de la radio y la televisión en México, México, Editores Asociados, 1972, p. 15.

[ 3 ] Felipe Gálvez Cancino, Los felices del alba, tesis, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 1975.

[ 4 ] Jorge Alberto Lozoya, El ejército mexicano, México, El Colegio de México, 1976 (Jornadas, 65), p. 55-56.

[ 5 ] Jorge Alberto Lozoya, El ejército mexicano, México, El Colegio de México, 1976 (Jornadas, 65), p. 156.

[ 6 ] Luis Cabrera, "Balance de la Revolución" en Eugenia Meyer, Luis Cabrera: teórico y crítico de la Revolución, México, Secretaría de Educación Pública, 1972 (Sep Setentas, 48), p. 138.

[ 7 ] Bertha Lerner Sigal, "Partido Revolucionario Institucional", en México, realidad de sus partidos, México, Instituto Mexicano de Estudios Políticos, 1970.

[ 8 ] Entrevista con el ingeniero Enrique Vaca.

[ 9 ] Excelsior, 9 de mayo de 1923.

[ 10 ] El Demócrata, 30 de noviembre de 1923.

[ 11 ] Cfr. El Universal, 5 de febrero de 1928, en que aparece una caricatura titulada como la Nueva Moda, refiriéndose a la radiodifusión.

[ 12 ] El Demócrata, 20 de julio de 1924.

[ 13 ] Jorge Mejía Prieto, Historia de la radio y la televisión en México, México, Editores Asociados, 1972, p. 31. No aclara el autor a qué dependencias gubernamentales pertenecían, como tampoco menciona la fuente de donde obtuvo la información. Probablemente una de éstas sería la de la Secretaría de Hacienda mandada instalar por A. J. Pani.

[ 14 ] El Universal, 16 de enero de 1924.

[ 15 ] El Universal, 23 de diciembre de 1923.

[ 16 ] El Universal, 25 de enero de 1925.

[ 17 ] El Universal, 9 de marzo de 1925.

[ 18 ] El Universal, 18 de marzo de 1924.

[ 19 ] El Universal, 18 de marzo de 1924.

[ 20 ] La industria, el comercio y el trabajo en México durante la gestión administrativa del señor general Plutarco Elías Calles, t. 3, Del trabajo y la previsión social, México, Tipografía Galas, 1928, p. 496.

[ 21 ] La industria, el comercio y el trabajo en México durante la gestión administrativa del señor general Plutarco Elías Calles, t. 3, Del trabajo y la previsión social, México, Tipografía Galas, 1928, p. 467.

[ 22 ] La industria, el comercio y el trabajo en México durante la gestión administrativa del señor general Plutarco Elías Calles, t. 3, Del trabajo y la previsión social, México, Tipografía Galas, 1928, p. 466.

[ 23 ] El Universal, 16 de noviembre de 1923.

[ 24 ] El Universal, 16 de enero de 1924.

[ 25 ] Solicitud de Luis G. Coindreau para instalar catorce estaciones broadcasting o de radiodifusión, Archivo General de la Nación, Obregón-Calles, exp. 803-221.

[ 26 ] Inalámbrica a Centroamérica, Archivo General de la Nación, Obregón-Calles, exp. 223-C 4, 19 de octubre de 1923.

[ 27 ] "Llamamiento a los aficionados al radio en la república", El Universal, 18 de marzo de 1923.

[ 28 ] El Universal Ilustrado, 5 de abril de 1923.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 9, 1983, p. 137-170.

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