Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

 

Enrique Krauze, Daniel Cosío Villegas: una biografía intelectual,
México, Joaquín Mortiz, 1980, 320 p. (Confrontaciones. Los Críticos)

Álvaro Matute


El historiador norteamericano Hugh Hamill se preguntaba en un importante congreso celebrado en 1969, en Oaxtepec, qué habían hecho los historiadores académicos en relación con el cultivo de la biografía. Entonces, como ahora, todo parecía indicar que era un terreno que el historiador había cedido al hombre de letras por manifiesto desinterés en insistir en el relato de la vida de un solo hombre, acaso temeroso del anatema que se le podía lanzar desde la trinchera de la historia estructural, sociológica, marxista, consistente en recordarle que lo de Carlyle pasó ya hace mucho tiempo. Para un medio como el nuestro, que se deja empobrecer por actitudes, pero que se resiste a hacerlo por sus realizaciones, la biografía dejó de ser asunto del historiador académico, con las saludables excepciones de quienes no se arredraron ante lo que pudo haber sido la renuncia a la práctica biográfica y la entrega del género a otros especialistas.

El medio historiográfico mexicano permaneció marginado a ecos de polémicas internacionales, así como a realizaciones magistrales en este campo que, dicho sea de paso, es el que mayores vasos comunicantes ha tendido entre los historiadores y los lectores. Las soluciones de los biógrafos a dos objeciones importantes que se marcan a sus tareas: carencia de cientificidad e insistencia en el individualismo, implicaron recaídas extremas, o bien ofrecieron logros extraordinarios. En el primer caso, por ejemplo, la cientificidad ha tratado de ser salvada por el psicoanálisis. Se ha hecho referencia, con justicia, a que obras como la del reputado psicoanalista Erik Erikson sobre Lutero no es historia sino el psicoanálisis de un personaje histórico, es decir, como señala acertadamente Jacques Barzun, el objeto de la ciencia es distinto, así como las explicaciones: no es historia, es psicoanálisis diacrónico. Con todo y lo respetable que es Erikson y la luz que su investigación arroje no es historia ni el historiador debe abandonar sus recursos propios y convertirse en psicoanalista. El libro extraordinario a que he hecho referencia es el del desaparecido periodista, escritor e historiador polaco-inglés Isaac Deutscher, con sus libros magistrales sobre Trotsky y Stalin. En ellos se muestra cómo se entreteje el individuo en las estructuras y cómo la historia de la persona es significativa en la historia de la estructura.

Mientras que en otras latitudes la biografía sigue revelando contribuciones individuales a la historia de sus pueblos y cómo la historia de los pueblos conforma individualidades, en México apenas José Fuentes Mares ha insistido lo suficiente en el género, así como Enrique Krauze, con su libro de biografías colectivas, donde aparece el relato-explicación del quehacer de la generación de 1915, en el que los factores individuales, psíquicos (que no psicoanalíticos), formativos, escolares, históricos, aparecen en función del cotejo entre México y los siete (o más) sabios técnicos de la Revolución Mexicana. Otras muestras del rescate de la historia de personas aparece en los apoyos biográficos que desarrolla Héctor Aguilar Camín en La frontera nómada, para ubicar al Grupo Sonora en sus años formativos, "antes del reino", que permiten apoyar explicaciones sobre el propio reino. Finalmente, Luis González, en Los artífices del cardenismo, rescata la historia de personas en dos dimensiones: la colectiva y la individual. Por una parte pasa revista a la gente que contribuyó a la Revolución, de acuerdo con sus perspectivas de oriundez tanto generacional como regional (donde se da cabal cumplimiento a dos obsesiones históricas del autor) y, por otra, se indaga la trayectoria formativa del "epónimo del sexenio", Lázaro Cárdenas. Los libros mencionados aportan elementos básicos para dejar asentada la legitimidad del género como tal y del apoyo que la biografía da de hecho a la historia. Se le puede contestar a Hugh Hamill, trece años después, que los académicos han retornado a la biografía, aunque todavía son pocos y queda muchísimo trabajo por hacer.

Todo lo anterior es un rodeo, o mejor, un marco, para llegar al examen de la más reciente aportación de un historiador académico al género: el libro de Enrique Krauze sobre don Daniel Cosío Villegas, subtitulado, "una biografía intelectual".

La obra surgió de dos fuentes, por lo menos. Una de ellas es la que dio el marco de referencia que constituyó la primera obra de Krauze, Caudillos culturales en la Revolución Mexicana, donde aparece Cosío y su generación y, la otra, la relación estrecha del autor y el biografiado, quien en los últimos años de su vida concedió alrededor de una treintena de entrevistas autobiográficas a Krauze. El autor además, tuvo acceso al archivo particular de don Daniel y al de personas muy cercanas donde obtuvo una documentación irreprochable. Por otra parte, don Daniel Cosío Villegas fue un hombre que merecía tener un biógrafo, a pesar de haber escrito él mismo unas Memorias. Krauze consideró bien esto último, como consta en las propias páginas de la biografía y en la reseña que publicó cuando las Memorias de don Daniel aparecieron. De hecho un libro no excluye al otro, se complementan de una manera total, en la medida en que las explicaciones que se dan sobre la misma vida difieren por razones obvias. Ambos libros justifican plenamente la necesidad de conocer lo que en ellos se narra, la vida de Cosío Villegas bien vale la pena y aún puede dar lugar a más, si no biografías, sí a textos que analicen aspectos de su trayectoria intelectual difíciles de ser agotados. En suma, Krauze tuvo un gran tema, documentado de una manera magnífica.

La biografía intelectual de Cosío Villegas se divide en doce capítulos correspondientes a doce tramos significativos de la trayectoria vital de don Daniel. Cada uno de ellos constituye una estación a la que se llega con posibilidades amplias de ver todo lo que hay alrededor. Krauze entreteje de manera espléndida la vida de su biografiado con el contexto histórico que le corresponde. El contexto no es simplemente un marco de referencia sino algo que tiene su propia dinámica histórica, de manera que se puede ver la situación antes y después de la incidencia de don Daniel dentro de ella y la manera como esa experiencia se reflejó en la vida de Cosío.

El punto de partida lo da la figura paterna de don Miguel Arcángel Cosío Soberón, quien marcó a su hijo una infancia espartana, al decir de Luis González. El manejo que hace Krauze del caso no lo lleva a una suerte de psicoanálisis fácil, sino a establecer la explicación de muchas actitudes típicas del biografiado. En cuanto a la recreación histórica de los aspectos donde se desarrolló la vida de Cosío, es de fundamental interés el dedicado al Fondo de Cultura Económica, en el cual Krauze hace la historia de la institución, tanto de la manera como la administraba Cosío como de su impacto en el desarrollo y la madurez de la industria editorial mexicana en su aspecto empresarial así como en el intelectual. Capítulo muy bien llevado, deja constancia de lo que significó en la vida de Cosío, de lo que significó la vida de Cosío para el Fondo y del significado del Fondo en la cultura mexicana. El análisis del catálogo y de la relación de éste con su mercado, así como la incidencia de los intelectuales-productores, da pautas a seguir en la elaboración de la hasta hoy inexistente historia de la industria editorial mexicana.

La historia intelectual, entendida como la relación entre el medio histórico y las ideas, adquiere su mejor dimensión en el capítulo octavo: "El liberal de museo" y se complementa con el análisis posterior sobre la actividad de don Daniel como historiador. Con esos elementos, Krauze establece el marco que permite entender tanto al historiador de microscopio, el de la Historia moderna, como al moralista, el autor de ese difícil alegato contra los críticos Sierra y Rabasa, en defensa de la Constitución de 1857. Con ellos, se complementa el último don Daniel, el de los cuadernos de Joaquín Mortiz, conciencia crítica del sistema y del sexenio 1970-1976, "último don Daniel", que ya en 1947 había dado el gran diagnóstico, y en su indispensable texto "Justificación de la tirada", su gran testamento intelectual. Este último texto es acaso el que hizo a Krauze tanto biógrafo de Cosío como de la generación de 1915.

De regreso al punto de partida, Enrique Krauze, historiador académico, se ha convertido en el mejor exponente del género biográfico. Lo es por y a pesar de lo académico. El "por" se refiere al rigor, a la buena selección temática, al conocimiento profundo y certero de sus fuentes y a la magnífica percepción de las actitudes. Asimismo, a la más que correcta inserción del personaje en la historia. El "a pesar" se refiere a que Krauze abandona la academia en su expresión. Su libro está muy lejos del típico producto scholar, no es exhaustivo, no es solemne. El libro está escrito para todos y no para "media docena de colegas". Por esto último (y desde luego por muchas otras cosas) la dedicatoria a Luis González cobra mucho sentido. No es un texto esotérico.

Krauze fue siempre consciente de su simpatía por su tema de estudio. El último capítulo es reflexivo, se vuelve sobre sí y aparece el autor levantando datos sobre Cosío, grabando conversaciones, de la misma manera en que aparecía Francesco Rossi filmando El caso Matei. De hecho la biografía termina antes, en el capítulo undécimo, y el último es la reflexión, la gran conclusión. La recapitulación necesaria. Ahí se recuperan muchas cosas que fueron quedando a lo largo de todo el libro. Ahí se aprecia la honestidad intelectual de Krauze, de un biógrafo que puede, a pesar de la gran admiración por Cosío, señalar defectos, diferencias; decir que la distancia era el mejor elemento para mantener viva la amistad con don Daniel.

El género biográfico en México está en buenas manos. La lectura de Daniel Cosío Villegas: una biografía intelectual enseña más sobre la historia que muchos textos pseudoestructurales y da legitimidad plena a la historia de las personas.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 9, 1983, p. 345-348.

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