Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

 

Romana Falcón, El agrarismo en Veracruz. La etapa radical (1928-1935),
México, El Colegio de México, 1977, ils., 180 p.
(Colección Centro de Estudios Internacionales, XVIII).

Jesús Monjarás-Ruiz


Durante el Porfiriato se centralizó el poder político, se propició la concentración de la propiedad rural y se intensificó la actividad comercial. Para 1910 existían enormes latifundios, un pequeño grupo se apoderó de la tierra mientras que el 95% de los campesinos no la tenían. La caída de Porfirio Díaz provocó una segmentación del poder que dio libre curso a las luchas internas entre los diferentes grupos políticos. Al finalizar lo que se ha denominado la lucha de facciones surgieron tantos focos de poder como generales y caciques existían. Cada uno se apoderó de una parte del país, su fuerza estaba en razón directa del poderío de su ejército particular. Apoyados en ella reclamaron para sí los cargos políticos a que se consideraron acreedores, unos se contentaron con una región o estado determinado y otros, más ambiciosos, fijaron sus metas a nivel nacional. En el aspecto económico la posesión latifundista de la tierra fue su objetivo principal; algunos, más audaces, se lanzaron a las empresas industriales. La falta de coherencia política hizo que pronto muchos de ellos defendieran con ardor un orden de cosas que poco antes habían combatido con encarnizamiento. Ya desde 1917 los líderes nacionales buscaron la forma de reducir los núcleos locales de poder, y para lograrlo se fijaron dos metas: centralizar el poder y subordinar las acciones de las organizaciones estatales a los intereses de la federación. Sin embargo, para el inicio de los años treinta, los líderes revolucionarios en gran parte únicamente habían sustituido a los antiguos caciques porfiristas y el ejército era la institución política base cuya influencia era decisiva en la toma de decisiones, además de ser el principal vehículo de movilidad social. En lo que al campo se refiere no se había modificado la estructura de la propiedad. Como primer paso para finalizar con este estado de cosas se buscó terminar con los ejércitos privados, proceso al que escaparon algunas entidades, entre ellas Veracruz, debido a que sus principales fuerzas eran irregulares y estaban formadas por contingentes de campesinos armados. En lo político, con la creación del Partido Nacional Revolucionario, que en gran medida llenó el vacío de poder dejado por Díaz, se creó un órgano central aglutinador del poder político. Al margen del proceso centralizador federal, en Veracruz se observaba una notable autonomía política y militar que intentó desafiar al proceso centralizador, contradicción insuperable que hizo imposible su desenvolvimiento. Así, de acuerdo con la autora, se puede considerar que gran parte de la historia contemporánea de México ha sido la de la lucha entre el poder ejecutivo, que dicta todas las directrices políticas a seguir, y los grupos regionales que han pugnado por un pluralismo autónomo.

Dentro de este marco general, la maestra Falcón, graduada del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México, busca historiar el desenvolvimiento del movimiento agrario veracruzano, uno de los intentos, para ella el más logrado, por implantar un desarrollo independiente. El libro consta de introducción, tres capítulos y, al final, las conclusiones. El primer capítulo nos ofrece una visión general del México agrario de la época, contrastándola con la de Veracruz. El segundo se ocupa del auge del agrarismo veracruzano, para dedicar el tercero y último al derrumbe del movimiento agrario en Veracruz. Más que ocuparnos del contenido del estudio de Falcón desde un punto de vista formal lo haremos atendiendo a lo que consideramos la lógica de su desarrollo, buscando destacar los aspectos que nos parecieron más interesantes.

Veracruz, nos dice la autora, ha sido caracterizado como uno de los centros del radicalismo mexicano; de ello son buena muestra sus actividades prerrevolucionarias, mismas que aunque en un principio tuvieron que ver fundamentalmente con los obreros después se ampliaron al campo. Aunque la falta de organización y el estallido de la revolución y sus consecuencias hicieron que entre 1910 y 1920 las leyes agrarias fueran letra muerta y que la antigua estructura "que se había conservado desde el siglo XVI", siguiera en pie. A la terminación de la fase armada de la revolución se inició, lentamente y con poco entusiasmo, el programa de distribución de la tierra. En Veracruz, cuando llegó como gobernador, en 1920, el coronel Adalberto Tejeda, era bien poco lo que se había hecho, a pesar de planes y comisiones. Tejeda, desde 1916, puso de manifiesto su radicalismo cuando, como jefe de las operaciones militares de Tuxpan, repartió treinta y cinco mil hectáreas a los campesinos, patentizando así su compromiso con el agrarismo. Sus méritos militares y su buen desempeño como político lo llevaron a ocupar la gubernatura de Veracruz de 1920 a 1923. Durante su mandato supo aprovechar el apoyo de las autoridades centrales y canalizó las condiciones existentes para iniciar la organización política y militar de los trabajadores y campesinos veracruzanos para lo cual recurrió a la ayuda de los comunistas de la entidad. De esta forma cambió el panorama de obreros y campesinos y se sentaron las bases para el ulterior desarrollo del movimiento agrario, al mismo tiempo que se extendía la organización política proletaria a la mayoría de los centros de trabajo veracruzanos.

Tejeda apoyó a los comunistas-anarquistas que a raíz de la huelga inquilinaria pensaron que el movimiento podía terminar en una revolución socialista nacional. Asimismo acudió a los líderes campesinos, alianza que culminó con la formación de la Liga Campesina Veracruzana, la cual tendría mucho peso y, como medio de fortalecimiento de sus medidas políticas, vigorizó a la guardia civil y entregó armas a los campesinos. Así, al mismo tiempo que se robustecía el gobierno local, las congregaciones campesinas estaban en posibilidad de hacerle frente a las guardias blancas de los terratenientes, apoyadas por las autoridades militares. Esta situación dejaba planteado el enfrentamiento entre terratenientes-fuerzas federales contra los campesinos, obreros-autoridades estatales.

Para adquirir mayor fuerza, los agraristas, en marzo de 1923, formaron la Liga de Comunidades Agrarias del Estado de Veracruz. Por su parte, el sindicalismo tuvo auge debido básicamente al apoyo del gobierno estatal. Lo anterior provocó que terratenientes y patrones fortalecieran sus posiciones. Con este fin aumentaron los efectivos de sus guardias blancas, estrecharon sus lazos con las autoridades militares, se organizaron políticamente y buscaron el apoyo del presidente. Hacia 1923 las fricciones eran tales que parecía inminente el enfrentamiento directo.

Ese mismo año estalló la rebelión delahuertista en la cual el comandante militar de Veracruz ocupó un puesto importante, suceso que vino a retardar la solución del conflicto y que fue hábilmente aprovechado por los agraristas, quienes contribuyeron a sofocarlo con las armas y con apoyo monetario. Esta demostración de eficacia y lealtad les permitió disfrutar de cierta autonomía. De esta forma, gracias a la organización política y armada de los campesinos, se comenzó a vencer a la burocracia estatal y a la oposición de las fuerzas federales y de los propietarios. Por su parte, el gobierno local introdujo innovaciones técnicas en la agricultura buscando su modernización. En 1923 los líderes agraristas lograron organizar a los campesinos en la mayor parte del estado con una orientación radical, esto es, socialista.

En 1925, durante el mandato del general Heriberto Jara, era considerable la fuerza de las guerrillas campesinas. En este tiempo también surgió el embrión de lo que más tarde sería la Liga Nacional Campesina que empezó a extender su influencia a otros estados de la República, aunque con poco éxito. Dicha liga representaba, en orden descendente, los intereses de Tejeda (en ese momento secretario de Gobernación), los de los líderes campesinos veracruzanos y los del Partido Comunista. A pesar de su radicalismo, la Liga Nacional defendió al gobierno federal y apoyó a Obregón durante su campaña reeleccionista aunque "sin compartir su ideología".

Entre 1920 y 1928 se afianzaron Tejeda y el movimiento popular pero, en la misma medida, se agudizaban sus discrepancias con el centro. En tanto que Obregón y Calles iniciaban una reforma estructural del ejército tendiente a terminar con los ejércitos personales, en Veracruz surgían las guerrillas campesinas. Eran, nos dice la autora, "tendencias contradictorias, que se acentuaban cuando el centro empezó a favorecer una política agraria diferente a la que demandaban las ligas veracruzanas. Se trataba de caminos inversos que presagiaban un choque".

Entre 1928 y 1932, durante la segunda administración de Tejeda, se desarrolla la época dorada del agrarismo veracruzano.

En diciembre de 1928 quedó constituido el Partido Nacional Revolucionario, a cuyo programa se opusieron agraristas y comunistas veracruzanos. En un principio la alianza Partido Comunista-agraristas veracruzanos parecía sólida, pero ya para julio de 1929 se dio el rompimiento total. En ese año, como consecuencia del asesinato de Obregón, surgió una crisis política a nivel nacional que, entre otras cosas, provocó la rebelión escobarista en la que se encontraban inmiscuidos los generales Manzo y Aguirre, este último jefe militar de Veracruz. Como en la rebelión delahuertista, los agraristas veracruzanos apoyaron incondicionalmente al gobierno federal, por su parte los comunistas condicionaron su ayuda, con peticiones que, de hecho, implicaban la caída del gobierno federal. El infantilismo y la falta de sentido crítico demostrados por los comunistas fue la causa que originó el rompimiento entre ambos grupos. Los agraristas salieron fortalecidos de la crisis, aumentaron su poder armado y su autonomía, lo que les permitió emprender reformas políticas y económicas. Por su parte, los comunistas lo único que consiguieron fue ser desarmados, que varios de sus hombres importantes fueran asesinados y, finalmente, que se desconociera al Partido Comunista como partido político.

El reforzamiento y la autonomía de los campesinos produjeron una reacción periodística a nivel local y nacional asociada a los grandes intereses; se les achacó a los campesinos toda clase de tropelías y se les tachaba de comunistas. Lo primero no dejaba de tener cierta verdad ya que, o muchos guerrilleros-campesinos se habían vuelto bandoleros, o partidas de bandoleros se hacían pasar por campesinos. Como consecuencia, los contingentes campesinos armados pronto empezaron a sentir las presiones del centro y hacia 1930 ya estaban de nuevo bajo control federal. Finalmente se terminaría con la organización de las guerrillas, perdiendo de esta forma su elemento decisivo el movimiento agrarista. Les quedaba la lucha política.

A partir de 1929 el Partido Nacional Revolucionario era la agrupación política más poderosa a nivel nacional, por lo que los agraristas veracruzanos pensaron luchar desde dentro; para ello buscaron vigorizar su posición política e iniciaron una transformación en el sistema de poder local, ocuparon cargos en la legislación estatal, en los municipios, en la Comisión Nacional Agraria y en el propio partido. Como resultado de lo anterior, durante la segunda administración de Tejeda, los ayuntamientos libres fueron el brazo ejecutor de la política agrarista veracruzana, misma que se contraponía a la federal y que presentaba un estado de excepción en relación con el resto del país. Obtuvieron importantes logros pero, al mismo tiempo, aumentaron las fricciones con el centro.

En 1930, con la pérdida de la dirección de la Liga Nacional Campesina, que pasó a manos del PNR, se inició el descenso del agrarismo veracruzano. Para estas fechas, el partido oficial había consolidado su poder en Veracruz. A lo anterior se sumó la creación de una organización agrarista propiciada por Portes Gil y Cárdenas. Así, la posición de Tejeda se hizo difícil, además en ese momento también se enfrentaba a las autoridades federales y a la anticipada efervescencia política causada por la próxima sucesión de mandatario estatal. En un último intento, ligado con sus pretensiones a la presidencia, Tejeda, al final de su segundo gobierno, buscó atraerse a los obreros mediante la expedición de una ley expropiatoria, medida desesperada que, aunque localmente provocó simpatía, le valió más ataques del centro y, finalmente, no prosperó. Aunque sin esperanzas, más tarde Tejeda presentaría su candidatura para las elecciones de 1934 para, después, desaparecer de la escena política. En relativamente poco tiempo se vinieron abajo los logros del tejedismo. Sin embargo, nos dice la autora, el agrarismo veracruzano no murió sino que se confundió con el cardenismo. El centro terminó tragándose al tejedismo.

Libro interesante el de Romana Falcón que contribuye a esclarecer el proceso de formación y el funcionamiento de nuestro peculiar "federalismo centralista", aunque su lectura resulta difícil, no tanto por la densidad de su contenido sino más bien por la falta de continuidad cronológica y temática que presenta.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), Ricardo Sánchez Flores (colaboración), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 8, 1980, p. 235-239.

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