Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

 

Moisés González Navarro, Anatomía del poder en México, 1848-1853,
México, El Colegio de México, 1977, x-499 p.
(Centro de Estudios Históricos, Nueva Serie, 23).

Miguel Soto


El propósito central de este libro es analizar el sexenio 1848-1853 con el objeto de esclarecer lo más posible "la naturaleza de una sociedad que permite, y aun favorece, la acción de [un] [...] personaje [...] [como Santa Anna]" que, como caudillo que era, va y viene varias veces. Se puede decir que las preguntas a las que intenta responder son ¿por qué es él indispensable?, ¿por qué todos lo requieren y lo solicitan?

Para resolver estas interrogantes Moisés González Navarro revisa una gran variedad de elementos sociales, de los que presentamos algunos ejemplos a continuación.

En primer término, examina la crisis del optimismo criollo con la derrota nacional de 1847. Destaca la desorganización del ejército mexicano que, a pesar de ser mayor en cantidad, fue hábilmente dispersado por el norteamericano en cada una de las batallas, por lo que esa mayoría se vio claramente nulificada. Menciona la capacidad organizativa de Santa Anna, quien a pesar de todo poco pudo hacer, pues la desobediencia e indisciplina de la mayoría de sus oficiales le impidieron cualquier ventaja, por lo que hubo de renunciar a la presidencia y salir del país. Por si fuera poco, las diferencias que se padecían en el seno del ejército no eran sino un reflejo de las que erosionaban patológicamente a la sociedad entera; los liberales "puros" pretendían llevar la guerra a sus últimas consecuencias con el objeto de provocar "la anexión total" de México a los Estados Unidos. A pesar de estos "nobles" esfuerzos, se firmó el Tratado de Paz de Guadalupe-Hidalgo con resultados ampliamente conocidos, los cuales provocaron una serie de inconformidades, la principal de ellas encabezada por Mariano Paredes y Arrillaga y secundada por el padre Jarauta y por Manuel Doblado. No obstante esto, el convenio fue ratificado aunque no del todo cumplido, pues los norteamericanos ni frenaban a los bárbaros en sus ataques que culminaban en la frontera mexicana, ni dejaban de anhelar una poca -o más bien mucha- tierra del norte mexicano.

Otro aspecto estudiado en el trabajo a que nos referimos es el de las guerras de castas o "de colores", provocadas la mayoría de ellas por los despojos de tierras a indios muy poco integrados a "la cultura nacional" y cuyos propósitos vitales diferían radicalmente del resto del país. Los casos más importantes por su dimensión a lo largo del sexenio revisado lo fueron Sierra Gorda y Yucatán. Ambos problemas están íntimamente relacionados con uno de los más decisivos, tanto en este libro como en la historia de México en general: la tenencia de la tierra. Aquí el autor se explaya en cuanto a erudición y manejo de conceptos, pues precisa que, si bien muchas haciendas producen para el mercado -rasgo peculiar del sistema capitalista de producción-, no trabajan con "mano de obra libre" asalariada, sino con peonaje más o menos tradicional de la hacienda, lo cual no deja de ser un rasgo semifeudal. Por tanto, la realidad resulta bastante más compleja que los esquemas teóricos de análisis. Relacionado también con esto, aborda los aspectos vanguardistas de desamortización de bienes comunales indígenas en varios estados de la República, sobre todo el caso de Michoacán, que con su inquieto gobernador Ocampo ya anunciaba lo que vendría después: el necesario enfrentamiento con la Iglesia.

Precisamente con motivo de la primera reforma, el autor cita algunas cantidades poco conocidas, o al menos poco divulgadas, sobre la reducción del pago del diezmo a partir de 1833; en algunos casos hasta en un 40%. Lo cual muestra que si bien la reforma general de Gómez Farías no prosperó, sí resquebrajó el orden anterior que ya no pudo recuperarse. Como consecuencia de esto se presenta la polémica michoacana sobre el pago de las obvenciones parroquiales, lo cual no obstó para que el obispo Munguía y el gobernador Ocampo colaboraran en algunas obras de servicio urbano. En todo caso, queda esbozada la debilidad política del partido moderado, al pretender abstenerse de tomar cartas contra los bienes de la Iglesia, pues el modelo capitalista de desarrollo hacía indispensable su redistribución.

Otro aspecto estudiado es el del libre comercio pretendido principalmente en varios puertos del país. Existe así el conflicto de los productos que debían pagar, o no, impuesto al pasar por el puerto de Tampico; se cita el beneficio que obtuvo la ciudad de Monterrey con el establecimiento de la nueva frontera, pues su comercio se incrementó considerablemente. Veracruz seguía siendo el enclave comercial más importante del país y los intereses de sus comerciantes fueron decisivos a la hora de la rebelión en contra del gobierno de Mariano Arista. En Mazatlán, los comerciantes extranjeros se encargaron nada menos que de derrocar al gobernador De la Vega porque favorecía el contrabando que los perjudicaba. En Guadalajara, no será casualidad que la sublevación contra el gobernador Jesús López Portillo se convierta en nacional, contra la presidencia de Arista, en buena medida impulsada por los comerciantes que protestan por los aranceles y los impuestos a los que estaban sometidos.

Un tema sumamente novedoso en cuanto a su presentación es el titulado "Dialéctica de la industrialización". En él se muestran los intereses encontrados del capital y el trabajo. Así, por ejemplo, las enormes diferencias de salarios que se pagaban a empleados mexicanos y a empleados extranjeros en el mismo nivel, en las minas de Real del Monte. La creciente proletarización en las haciendas azucareras de Morelos y el afán de libre comercio por parte de sus propietarios. Con respecto a este tipo de problemas, se plantean algunas soluciones comunes a liberales y conservadores, tales como el establecimiento de vías de comunicación y el ver en la inmigración extranjera a gran escala, la posible solución a muchos de los problemas nacionales. Aunque hay estas concurrencias, hay también las graves diferencias, sin duda la principal de ellas la forma de gobierno. El asunto se debate entre una representatividad "corporativa" por estamentos y de acuerdo con cada nivel social, o bien la representatividad "democrática" y libre de los ciudadanos.

Así llegamos a lo que el autor llama La lucha por el poder. Aquí se destaca la composición liberal del gabinete del gobierno de Arista. En él están, en un principio, liberales moderados como Payno y, al final, puros como Prieto. No sólo algunos conceptos de este sexenio se estaban cociendo entonces para después aplicarse efectivamente con el triunfo de la revolución de Ayutla, sino también algunos hombres.

Aunque el presidente Arista salió airoso del juicio a que fue sometido por su actuación en la guerra contra los Estados Unidos, nunca dejó de estar seriamente maniatado por el Congreso. El suyo, fue el gobierno de un ejecutivo francamente sometido al legislativo. A pesar de contar con un vocero como El Monitor Republicano, no hubo manera de acallar las voces de protesta de los dos lados: liberales puros y conservadores. Con su administración se mostraron evidentemente las limitaciones del partido moderado, que no satisfacía ni a unos ni a otros. De tal modo, aunque el vocero oficial achacó en su primer momento -julio de 1852- a la revuelta de Guadalajara el tener móviles conservadores, en los puertos de la República el grito era: "¡abajo los aranceles! ¡Libre comercio!" Por otra parte, al ver la lista de algunos financieros de la revuelta, se observa que hay de todo un poco, clérigos, comerciantes e industriales.

Fue así como se planteó el regreso necesario de Antonio López de Santa Anna, quien por cierto había empezado a trabajar en ese sentido desde octubre de 1851. Pero no fue sino hasta septiembre del siguiente año cuando hubo la suficiente fuerza política para hablar abiertamente de su retorno al poder. A partir de entonces el derrumbamiento de Arista se acelera, y en abril de 1853 aparece Santa Anna en las costas de Veracruz. Desde antes de pisar tierra mexicana, el futuro presidente recibió opiniones y puntos de vista sobre lo que este país requería. De tal modo se presentaron, entre otras, la "carta" de Lucas Alamán en la que le explica a Santa Anna los motivos y propósitos del partido conservador; de igual manera le fue presentada la carta de Miguel Lerdo de Tejada por lo que concierne a los liberales.

Parece más bien que hubo por parte de Santa Anna algún compromiso con el grupo de Alamán, pero si lo hubo fue bastante breve, pues la repentina muerte del patriarca conservador lo dejó libre. A partir de entonces -al igual que en ocasiones anteriores- "no se entregó a nadie" y ahí estuvo su fuerza y su principal debilidad. De hecho no satisfizo a nadie. Al rastrear las posibles causas de su caída, González Navarro plantea la posibilidad de que Su Alteza Serenísima no supiera granjearse la confianza de Juan Álvarez, quien se le rebeló en la primera oportunidad que tuvo. Sin embargo, le parece más convincente la explicación de la inquietud de los liberales egresados de los institutos de Jalisco y Michoacán, quienes no tolerarían más al dictador. Otra posibilidad está en la solución zodiacal que plantea Agustín Yáñez, pues por estar Santa Anna bajo el signo de Piscis era "paranoico y cambiante". Pero, ante esto "poco se avanza" hacia el esclarecimiento de esa realidad. Pareciera más bien que la explicación fundamental de Santa Anna es que "nunca se entregó a nadie". Y ésta, su última vez, no fue la excepción a esa regla.

Si bien ésta es una parte de la respuesta, no es del todo satisfactoria, pues al plantear la actitud de Santa Anna como permanente, ya que nunca se comprometió políticamente con nadie, es hacerle poco favor histórico. Ante un planteamiento como éste, quedan pendientes las preguntas que originan este estudio: ¿por qué todos lo buscan?, ¿por qué él es el imprescindible? Pues habría que aclarar por qué en tan variadas ocasiones como lo son 1833, 1841, 1846 y 1853 Santa Anna se presenta como el único capaz de salvar la situación. En concreto, en relación con el sexenio que revisa el libro de González Navarro, cabría decir algunas cosas.

A pesar de la gran variedad de temas tratados -que parecen pretender la totalidad-, no hay una idea central que les dé la debida correspondencia o integración con la conducta de Santa Anna. En buena medida falta la propia interpretación del autor. Tal vez el motivo de esto es que el libro se define constantemente en función de las fuentes consultadas, por lo que en ocasiones uno no sabe quién emite los juicios, si el autor o la fuente citada. Por ejemplo, al referirse a las soluciones liberal y conservadora, menciona que para los cincuenta no se había planteado la posibilidad de una república central que conciliara de algún modo ambas posturas ¿y la profecía del padre Mier?

En donde sí hay una clara intervención del autor es en la conclusión de su estudio. Al señalar los posibles motivos principales para el triunfo de la revolución de Ayutla y su significado, González Navarro sugiere que el siglo XIX mexicano es una continuación de la conquista española en varios sentidos. Aunque no se comparta esta aseveración, no se puede menospreciar de ningún modo la cantidad de trabajo que ha desarrollado el autor para llegar a sus propias conclusiones.

De cualquier manera, éste es el caso de un libro que no puede ser ignorado por el estudioso de la centuria pasada de nuestra historia, pues en él encontrará muchas novedades y posibilidades para enriquecer el análisis de ese periodo.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), Ricardo Sánchez Flores (colaboración), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 8, 1980, p. 239-242.

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