Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

NARCISO MENDOZA Y JUAN N. ALMONTE
EN EL SITIO DE CUAUTLA

Jorge Gurría Lacroix


El sitio de Cuautla de Amilpas puede ser considerado como el acontecimiento más sobresaliente de la lucha por la independencia de México. Esta aseveración queda plenamente corroborada con la opinión vertida por el general Félix María Calleja, jefe de las fuerzas realistas, quien expresa:

Si la constancia y actividad de los defensores de Cuautla fuese con moralidad y dirigida a una justa causa, merecería algún día un lugar distinguido en la historia; estrechadas por nuestras tropas y afligidas por la necesidad, manifiestan alegría en todos los sucesos, entierran sus cadáveres con algazara, bailes y borrachera, al regreso de sus frecuentes salidas cualquiera que haya sido el éxito, imponiendo pena de la vida al que habla de desgracias o de rendición.[ 1 ]

Lucas Alamán, escritor conservador, nada favorable a la insurgencia, nos da este por demás imparcial parecer acerca de tal acción:

Los insurgentes dieron durante todo el asedio, pruebas de valor y de constancia, y en esta ocasión se demostró, más que en ninguna otra, cuán diverso hubiera podido ser el éxito de la revolución, si Hidalgo, en vez de presentar en campo raso masas numerosas de gente indisciplinada, se hubiese reducido a organizar el número de hombres que podía armar, y defender con ello las poblaciones que había ocupado y las fuertes posiciones en que abunda el país en que hizo sus campañas.

Respecto a la actuación de José María Morelos nos dice que: "Su reputación había crecido con los últimos sucesos, y aunque en el resultado del sitio de Cuautla, el triunfo quedase por parte de los realistas, la fama y la gloria fue sin duda para Morelos".[ 2 ]

A estos juicios, de personas de ninguna manera sospechosas de parcialidad hacia los sitiados, sumaremos los de Carlos María de Bustamante y Lorenzo de Zavala, simpatizadores de los independientes. El primero expresa:

Tal es, amigo mío, el célebre sitio de la villa de Cuautla, digno de escribirse por la pluma de Cursio Xenofonte, donde campeó el valor, la astucia, la sabiduría, la prudencia y el sufrimiento de los Morelos, Galeanas, y Bravos. ¡Prez eterno y famosa nombradía a tan ilustres caudillos![ 3 ]

El segundo, o sea Zavala, escribe:

Muchos meses resistió a un enemigo acostumbrado a triunfar de las tropas indisciplinadas de los insurgentes, y después de burlar sus esfuerzos hizo una retirada tranquila, sin que el jefe español osase perseguirlo. La fama del héroe se llevó entonces hasta las estrellas: un entusiasmo general ocupaba los espíritus de los criollos. En México mismo se cantaban los elogios del campeón nacional, y su nombre era ya una señal de triunfo para los mexicanos.[ 4 ]

Henos aquí ante la presencia de este episodio de la guerra de Independencia, que tanto prestigio diera a Morelos y que ha sido calificado como heroico tanto por partidarios de los insurgentes como de los realistas y sus seguidores. Pero, entre los hechos sucedidos al iniciarse el sitio de Cuautla hay uno que, por insólito, es tal vez el más conocido y que ha alcanzado mayor popularidad. Se trata de la actuación de Narciso Mendoza o García Mendoza, más conocido como el Ni ñ o Artillero, que tuvo lugar el día 19 de febrero de 1812, con motivo del ataque llevado a cabo por Calleja en contra de las tropas de Morelos que se habían establecido en Cuautla, un poco antes de iniciarse el sitio de esta villa.

Cosa por demás curiosa es que, en la historiografía contemporánea de la guerra de Independencia, al referirse al sitio de Cuautla no se haga la menor mención acerca de Narciso Mendoza, con excepción de Carlos María de Bustamante y de Felipe Benicio Montero, el que participó en el sitio y posteriormente hizo el relato de lo visto y oído por él.

El escrito de Bustamante constituye la información más temprana sobre Narciso Mendoza, ya que apareció desde la primera edición del Cuadro histórico, y dice a la letra:

Esta voz falsa de alarma produjo también funestos efectos en otros puntos, pues afectados de pavor sus defensores abandonaron la artillería, y la plazuela de San Diego casi quedó escueta; sólo se vio en ella un muchacho de doce años llamado Narciso: vínose sobre éste un dragón que le tiró un sablazo y le hirió un brazo; no tuvo este niño más efugio que afianzarse con una mano de un palo de la misma batería y con la otra tomar la mecha que estaba clavada en el suelo, dio casi maquinalmente fuego al cañón, que disparado en el momento más oportuno mató al dragón que le acababa de herir y contuvo al enemigo que avanzaba rápidamente. Con tan fausto e inesperado suceso, volvió a su puesto Galeana, y quedó restablecido el orden. Después de la acción, Morelos hizo que le llevasen a aquel jovencito a quien asignó una pensión de cuatro reales diarios, que percibió hasta que se evacuó la plaza. En el día está en la hacienda de Santa Inés sirviendo a don Antonio Zubieta: la patria debe dar sobre él una mirada de aprecio, así lo pido.[ 5 ]

Por tanto, según Bustamante, una falsa alarma hizo que la artillería situada en la Plazuela de San Diego fuera abandonada, quedando en ella sólo un muchacho de 12 años llamado Narciso quien, a pesar de haber sido herido en un brazo por un atacante, pudo disparar un cañón matando al agresor, con lo que consiguió detener al enemigo. Expresa también que Morelos premió a este niño con cuatro reales diarios mientras duró el sitio. También nos comunica que posteriormente Narciso trabajaba en la hacienda de Santa Inés, propiedad de Antonio Zubieta.

Consideramos que no es nada aventurado pensar que toda la información sobre el acto realizado por Narciso Mendoza le fue proporcionada a Bustamante por el propio Morelos, con quien estuvo en contacto en múltiples ocasiones.

Conviene también señalar que Morelos no hace mención alguna de Narciso Mendoza, y su hecho, en las declaraciones de las causas que le siguieron, y otro tanto pasa con los partes de Calleja dirigidos al virrey sobre la acción de 19 de febrero de 1812 y el sitio de Cuautla. Alamán, que glosara el Cuadro histórico, hace caso omiso del dicho de Bustamante, misma actitud que adopta en otras muchas ocasiones al no concederle crédito en vista de las innumerables inexactitudes y exageraciones que contiene su obra.

Pablo Mendíbil, español desterrado en Inglaterra, que hiciera un resumen del Cuadro histórico de Carlos María de Bustamante, repite casi literalmente su dicho. La obra de Mendíbil apareció en 1828.[ 6 ]

Por lo que hace a Felipe Benicio Montero sabemos, por Ramón Mena, que "se filió en las fuerzas insurgentes poco antes del sitio de Cuautla; combatió en todo él prestando servicios que le valieron el grado de capitán, conferido por el gran Morelos". Nos entera también que murió en su ciudad natal, o sea Cuautla, a los 75 años de edad, en 1853.[ 7 ]

Respecto a los escritos de Montero, el propio Ramón Mena, después de hacer la descripción física del manuscrito, nos dice que en un principio se encontraba en el Archivo Municipal de Cuautla, que fue incendiado durante la intervención, salvándose de ser destruido y pasando a poder de un señor Gómez. Al morir éste lo adquirió Lucio Montero, nieto del autor, en buen estado y completo. Cuando Mena copió el manuscrito, que paraba en ese entonces -1909- en el Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, sólo tenía 94 fojas, faltando las cuatro primeras y las finales, sin poder precisar cuántas.[ 8 ]

Mena nos sigue informando que Montero lo facilitó a Lucas Alamán cuando éste escribía su Historia de México, cosa que dicho autor nos ratifica en la nota número 9 de la página 492. En ella nos refiere que Juan Félix Goyeneche, administrador de la hacienda de Casasano, y Felipe Montero, quien estuvo con Morelos en Cuautla durante el sitio, lo acompañaron a esta villa para explicarle todo lo ocurrido. Relata, también, que Montero le proporcionó "un plano y una extensa relación manuscrita que contiene muchos pormenores curiosos." O sea que Alamán tuvo como informante, respecto al sitio de Cuautla, a Felipe Benicio Montero, testigo de vista y oídas de lo que en él aconteció.[ 9 ]

En la propia nota nos comunica que "Montero ha sido comisionado por el Ayuntamiento de aquella ciudad, para poner a las calles nombres que recuerden los sucesos que en ellas tuvieron lugar".[ 10 ]

En efecto, la obra de Montero se divide en dos partes: La primera se denomina Las calles de Cuautla y la segunda, Relaciones curiosas e interesantes para la posteridad, que no es otra cosa sino el relato del sitio.

De acuerdo con lo expresado por Alamán, el viaje a Cuautla, en compañía de Goyeneche y Montero debió haber tenido lugar en 1848 o principios de 49, en vista de que el pie de imprenta del tomo segundo de su Historia es de la fecha últimamente citada. Por consecuencia si Alamán nos dice que a Montero se le acababa de comisionar para poner nombres a las calles de Cuautla, esto significa que dicha parte de sus escritos la redactó entre 1849 y 1853, en que falleció. No así la que aparece como parte segunda, cuyo manuscrito facilitó a Alamán, que fue compuesto, sin duda, antes de 1849, pero sin poder precisar en qué año lo hizo.

La obra de Montero ha merecido dos ediciones: la primera en 1909 y la segunda en 1927, cuyas fichas aparecen en la bibliografía consultada para la redacción de este trabajo, aparte de varias transcripciones de párrafos de la misma.

Hay que hacer notar que Alamán, según nos manifiesta, sólo tuvo en sus manos la hoy parte segunda, y no la relativa a las calles de Cuautla en que Montero hace referencia a la acción de Narciso García Mendoza, como él lo llama.

Conocida más o menos la vida de Montero y la historia de su manuscrito, procederemos a conocer la versión que nos da acerca del hecho que nos ocupa:

y la tropa nuestra de la brigada del señor don Hermenegildo Galeana, atendiendo a esto se metieron dentro de la casa, y desde el corredor de ella haciéndose de los pasamanos de pared, resistieron con denuedo sin poder avanzar los contrarios adelante a pesar del respeto del jefe que mandó ese costado que fue el conde de Casa Rul, quien al mismo tiempo de estar en esta operación estaba en la de salvar las cercas trozándolas con los gastadores para el callejón, y hacerse de la trinchera, la cual había quedado sola, creyendo los nuestros que sólo por dentro habían acometido, y un joven, hijo de este suelo, llamado Narciso García Mendoza, afecto a la artillería, había quedado allí solo con la atención a la calle mirando no se le aparecieran por allí los contrarios; mas cuando este joven vio de un golpe y repentinamente el callejón lleno de tropa en columnas cerradas haciendo fuego para la trinchera y como por un medio lugar que tuvo desconoció la tropa que avanzaba sobre la misma trinchera con precipitación, avisó adentro, pero tomando a un mismo tiempo el botafuego y sin aguardar a que le ordenaran hiciese uso de éste, él lo hizo oficiosamente, en términos que el metrallazo les hizo destrozo que no esperaban en ese lugar que tenían por más seguro, y como venía Rul a la cabeza, allí fue en donde salió mal herido, causándole después la muerte.[ 11 ]

En este relato de Montero, relativo a lo que aconteció en la Plazuela de San Diego durante el ataque de Calleja el 19 de febrero de 1812, podemos advertir que expresa: que el atacante lo fue el conde de Casa Rul, y que, el Narciso de Bustamante se convierte en Narciso García Mendoza, joven nativo de Cuautla, y afecto a la artillería, que se encontraba solo, y que el herido y después muerto fue el conde de Casa Rul.

La versión de Montero difiere de la de Bustamante en lo que hace a que el atacante fue el conde de Casa Rul, quien murió a causa de las heridas recibidas y no a un dragón, aparte de que da los apellidos de Narciso.

Aunque Montero estuvo en el sitio, no fue testigo presencial del acto realizado por el Niño Artillero, pues él mismo asienta, que éste se encontraba solo. Por otra parte, seguramente recibió mala información de sus compañeros acerca de la muerte del conde de Casa Rul, o bien la memoria le fue infiel, ya que Bustamante y Alamán aseguran que fue herido en lugar distinto a la Plazuela de San Diego.[ 12 ]

Hay que advertir, que a Montero le fue dable conocer algunas de las ediciones del Cuadro histórico, por haber sido impresas de 1823 a 1832, la primera, y de 1843 a 1846, la segunda, máxime que en la visita en que acompañó a Alamán a Cuautla éste dice haber revisado y corregido el plano de esa villa compuesto por Bustamante, lo que es indicador que llevaba el Cuadro histórico, a fin de corroborar el dicho de su autor. Montero, sin embargo, no coincide, como ya hemos hecho notar, con la versión de don Carlos, aunque sí está de acuerdo en la realización de la hazaña de Narciso Mendoza.

He aquí que Bustamante y Montero son las únicas fuentes que consignan la proeza de Narciso Mendoza. La primera de dudosa reputación y la segunda no demasiado confiable dados los razonamientos hechos, lo que pondría en tela de juicio la veracidad del motivo de nuestro estudio; pero es el caso que obra en mi poder copia facsimilar de una carta que dirige Narciso Mendoza a Juan N. Almonte, fechada en Ciudad del Carmen, Campeche, el 10 de agosto de 1864. Este documento lo conocí gracias a Manuel González Calzada, que fuera hasta hace poco subdirector de Publicaciones de la Secretaría de Hacienda. Esta secretaría cubre los salarios de unos investigadores que se encuentran clasificando el Archivo Histórico de Hacienda, que está depositado en el Archivo General de la Nación. Uno de los investigadores, el señor Arturo Romero, localizó la carta de Mendoza y la enseñó a Manuel González Calzada, quien la dio a conocer en El Gallo Ilustrado, suplemento del periódico El Día, a fines del año de 1977, sin poder precisar día y mes.

Poco después, González Calzada la remitió al Archivo General de la Nación, cuya directora, al acusarle recibo del documento, le expresó: "Esta carta será incorporada al ramo de Justicia-Imperio, v. 218, exp. 1, p. 1-2. Provisionalmente se conservará en el Fondo Reservado."

La descripción del documento es como sigue:

Está compuesto por dos hojas tamaño carta, escritas por el anverso y reverso.

Dirigido al señor general don Juan N. Almonte, gran mariscal de la Corte y ministro de la Casa Imperial.

Aparece fechada el 10 de agosto de 1864 en Carmen [Ciudad del Carmen, Campeche].

La caligrafía del texto de la carta no corresponde a la de la firma, lo que es indicador de que no es autógrafa del firmante, sino de algún amanuense.

La caligrafía de la firma demuestra que su autor tenía poco conocimiento de la escritura, y que tal vez lo único que sabía era escribir su nombre y, por tanto, era de escasa ilustración.

El contenido de la carta es por demás interesante desde dos puntos de vista: primero, porque es en el buen sentido una autobiografía de Narciso Mendoza, en la que proporciona buena cantidad de datos para el conocimiento de su vida, hasta ahora ignorados. Segundo, porque parte de su contenido nos permitirá valuar o ratificar la historiografía relativa al sitio de Cuautla, y, en especial, la de su actuación en La Plazuela de San Diego el 19 de febrero de 1812.

La carta de Narciso Mendoza nos presenta la parte más importante de su vida desde el sitio de Cuautla hasta su estancia en Ciudad del Carmen, en 1864, desde donde la escribe. La mayor parte desconocida, ya que lo último que sabíamos de él, y que consigna Bustamante, era que estaba trabajando en la hacienda de Santa Inés, de Antonio Zubieta.[ 13 ] Mas ahora él mismo nos informa:

Que abandonó Cuautla al salir Morelos, entre las 10 y 11 de la noche, a la derecha del Calvario.

Que después tomaron por el llano de Bárcenas rumbo a Anacaplisca (Yecapixtla), y de allí al sur.

Que estuvo con las tropas de Morelos hasta que éste fue hecho prisionero en Tesmalaca, por las fuerzas de Matías Carranco.

Que después él y sus compañeros de armas se unieron al general Guerrero, pasando de Mezcala a Jonacatlán, según se infiere, hasta la consumación de la independencia por Agustín de Iturbide, siendo ascendido a coronel de artillería.

Que posteriormente estuvo "por todo Yucatán y ahora poco en Tabasco", con las fuerzas imperialistas.

Que en Tabasco se dedicó a fabricar fuegos artificiales, en donde estaba bajo las órdenes de Manuel Vega y Eduardo G. Arévalo, de las tropas imperiales. Esto es indicador de que participó en el encuentro entre Arévalo y Gregorio Méndez, en el Jahuacatal, lo que decidió el abandono de Tabasco por los imperialistas.

Que en seguimiento de dichas fuerzas llegó a Ciudad del Carmen.

Que el general Marín, sin duda don Tomás, le informó que el emperador Maximiliano lo había invitado a una celebración de la independencia en la capital del Imperio.

Que se encontraba sin recursos, viejo y cargado de familia, por lo que le pedía ayuda para trasladarse a México y después a su tierra.

Que los generales Guerrero e Iturbide lo ascendieron a coronel de artillería.

Y que cuando vio a Almonte en Tampico, estuvo a punto de irse con él a los Estados Unidos.

En cuanto al segundo punto de vista, veamos qué es lo que Narciso Mendoza nos dice al respecto:

[...] tomo la pluma para recordarle [le dice a Juan N. Almonte] que aún existe un subalterno de los que militaron a sus órdenes y al mando del señor Morelos que era el jefe de todas las fuerzas en 1812. Recordará vuestra excelencia que cuando fuimos atacados en Cuaucla [ sic ] de Amilpas, hoy Ciudad de Morelos, por el señor general Callejas, yo fui quien disparó el cañonazo que valió en gran parte para salir del apuro en que nos encontrábamos, habiendo yo sido herido en este mismo lugar por un dragón enemigo en el brazo izquierdo; y de allí resultó que por tan gloriosa herida se colocara una inscripción que decía "Calle de San Diego y valor de Narciso Mendoza", por cuya acción fui hecho comandante del cañoncito llamado "El Niño", con la dotación de los Costeñitos que también estaba bajo las inmediatas órdenes de vuestra excelencia.

En efecto, la carta de el Niño Artillero comprueba que éste participó en el sitio de Cuautla y que fue quien disparó el cañón que se encontraba en la Plazuela de San Diego, al tiempo que un dragón lo hería en el brazo izquierdo. Hay que hacer notar que no expresa que mató al dicho dragón y menos aún que éste fuera el conde de Casa Rul. Esta versión coincide con Bustamante en cuanto al disparo del cañón, en que fue herido en un brazo y en que no habla para nada de Casa Rul, y tampoco de que del disparo haya muerto el dragón; esto último tal vez lo omitió por pudor.

Respecto al escrito de Montero, recordemos que expresa que el conde de Casa Rul murió a consecuencia del cañonazo disparado por Mendoza. Esta aseveración cae por su propio peso al conocer el dicho de la persona que realizó tal hazaña, o sea la carta de Narciso Mendoza que estamos comentando.

Los anteriores razonamientos nos obligan a conceder todo el crédito a Carlos María de Bustamante, en relación con Narciso Mendoza, máxime que éste de ninguna manera osaría dirigirse en los términos que lo hizo a una persona como Almonte que había sido su jefe y quien conocía hasta en el menor detalle los sucedidos del sitio y, en particular, lo de Narciso Mendoza.

La conclusión es que, a pesar de que la mayor parte de las fuentes no hablan de Narciso Mendoza, a lo asegurado por Bustamante se le debe conceder crédito, en vista de la ratificación que contiene la carta de referencia.

Sin embargo, podría argüirse que la carta es falsa por no mediar un estudio caligráfico, mas considero que esto debe descartarse pues sería sumamente extraño que alguien se tomara la molestia de inventar un documento con ese contenido.

Es la carta, además, una especie de relación de méritos y servicios de un pobre soldado alejado de su patria chica por la que suspira y adonde desea volver y morir. Todo esto lo hace dirigirse a su antiguo jefe, recordándole lo por él pasado y la lealtad que siempre tuvo a Morelos, su padre.

Mas también vierte conceptos en contra de los enemigos del imperio, diciendo:

jamás he pertenecido al sistema vandálico de los que llaman liberales, por ellos estoy aquí pasando trabajos porque lo poco que había adquirido con mi trabajo personal trabajando fuegos artificiales, lo dejé en Tabasco y sólo salí, como todos, con lo puesto, por seguir a las tropas imperiales.

Al referirse a Maximiliano le llama "nuestro emperador", y en otra ocasión dice, "quiero morir en mi suelo patrio con las insignias de un soldado que no tiene más que amor a las armas y lealtad a sus jefes y emperador".

Es, en fin, esta carta un documento cuya importancia consiste en ratificar el dicho de don Carlos María de Bustamante acerca de la actuación de su autor en el sitio de Cuautla, así como por contener datos biográficos del mismo.

Con lo anterior damos por concluido lo relacionado con Narciso Mendoza en el sitio de Cuautla. Ahora pasaremos a la actuación de Juan N. Almonte, que anunciamos en el rubro de este ensayo, en virtud de que Mendoza le dice en su carta:

tomo la pluma para recordarle que aún existe un subalterno de los que militaron a sus órdenes y al mando del señor Morelos [...] recordará vuestra excelencia [...] fui hecho comandante del cañoncito llamado "El Niño", con la dotación de los Costeñitos que también estaba bajo las inmediatas órdenes de vuestra excelencia.

Tales hechos y relaciones entre Mendoza y Almonte nos movieron a atender también en este ensayo a la figura del último.

Previo al conocimiento de lo hecho por Almonte, consideramos de utilidad conocer su origen, ya que esta circunstancia lo llevó a Cuautla. A este respecto, en la causa instruida contra Morelos, en la primera audiencia, a preguntas que se le hicieron, contestó: "Hijos, dijo que tiene dos: Juan Nepomuceno y José."[ 14 ]

En la segunda monición de la propia causa se asentó que:

Preguntado de qué edad son los hijos que tiene y si los tuvo en matrimonio o fuera de él, dijo que el primero tiene trece años -Almonte- y el segundo uno, y ambos los tuvo fuera de matrimonio, porque no fue casado; que el primero lo tuvo en Brígida Almonte, soltera, vecina de Carácuaro, difunta.[ 15 ]

En la tercera audiencia de oficio, "Preguntado dónde están los hijos que tiene, dijo que el mayor, que tiene trece años lo despachó a estudiar en junio de este año a Estados Unidos".[ 16 ] A este respecto expresa que envió a su hijo a esa nación con los licenciados Herrera y Zárate porque no había colegio entre ellos, es decir en el territorio dominado u ocupado por los insurgentes.[ 17 ]

Lo anterior lo contestó en relación con la pregunta o acusación que se le hizo o sea: "que su ánimo ha sido -al mandar a Almonte a los Estados Unidos- que su pobre hijo estudie los libros corrompidos, que con tanta libertad corren en dichos Estados, y se forme un libertino hereje, capaz de llevar un día adelante las máximas de su sacrílego padre".[ 18 ]

Por otra parte, Morelos, en su contestación al capítulo 10, dijo:

que en cuanto a las ideas ridículas de que se le pregunta, nada sabe, y si es sobre la especie que se le ha alumbrado verbalmente, sobre el muchacho a quien llamaban el adivino algunos, asegura que él no tuvo parte en ese error, ni el muchacho era tenido por su hijo aunque en realidad lo era.[ 19 ]

Todo lo expresado por Morelos en sus declaraciones ratifica fehacientemente que reconoce que Juan Nepomuceno Almonte fue su hijo y que lo tuvo con Brígida Almonte, de Carácuaro. Esto hace caer por tierra la leyenda de que el apellido Almonte le venían porque cuando existía algún peligro, ordenaba: "llévense al niño al monte".

Bustamante, tal vez por pudor, en vista de que Morelos era sacerdote, dice de Almonte lo que sigue:

Morelos había mandado que nadie saliera fuera de las trincheras, orden que se desobedeció por su sobrino, niño de nueve años, poco más; éste tenía el título de capitán de una compañía de jóvenes emulantes en la división: estaba provista de todas plazas, y armada de carabinas chicas.[ 20 ]

Respecto a esto mismo, Alamán asienta:

Tenía consigo Morelos en Cuautla a su hijo mayor don Juan Nepomuceno Almonte, a quien en sus declaraciones dijo que llamaba "su adivino," aunque sin explicar el motivo. Para su instrucción o entretenimiento, había hecho se le formase una compañía de niños de su misma edad, de que lo nombró capitán y era conocida con el nombre de la "Compañía de los Emulantes". Estos niños salían a las trincheras, y una vez condujeron en triunfo a un dragón que hicieron prisionero, aunque él dijo que iba a presentarse a Morelos.[ 21 ]

En estos párrafos, de Bustamante y Alamán, encontramos información por demás interesante; misma que se ratifica en la carta de Narciso Mendoza, o sea, que Juan N. Almonte, hijo de Morelos, quien contaba 13 años de edad, fue durante el sitio de Cuautla el capitán o jefe de una compañía llamada de los Emulantes, compuesta por niños más o menos de su edad entre los que se encontraba el propio Narciso, de 12 años, y otros llamados los Costeñitos, seguramente por pertenecer a una de las castas, provenientes de la costa de lo que es hoy el estado de Guerrero. Alamán hace mención también a que Morelos declaró que a su hijo le llamaba "su adivino". Aquí podemos pensar que obró este historiador de mala fe, puesto que Morelos no asegura tal cosa, sino que ya vimos que expresa, "a quien llamaban el adivino algunos".

Según un documento que transcribe Alamán como apéndice número 22, en la cárcel de Cuautla, de orden del general Morelos había presos dieciocho muchachos, soldados del niño capitán, el que por la noche entró a la azotea con otro, y con reatas sacó a cuatro de ellos.[ 22 ]

Tales datos, unidos a la carta de Mendoza a Almonte, nos confirman la existencia de una compañía de niños que estaba comandada por el último, a la cual llamaban "de los Emulantes", según lo consignan Bustamante y Alamán, como ya lo hemos citado. Ahora bien, ¿de dónde viene esa designación de los emulantes?, ¿a qué se puede atribuir esto? El Diccionario de autoridades da al vocablo emular las siguientes acepciones: "Imitar, seguir el ejemplo de las acciones buenas y heroicas de otros". En este caso el modelo sería José María Morelos, o bien, "sentir mal de uno, contradecirle y repugnar, o refutar por malas sus operaciones", que bien podría tratarse de Félix María Calleja a quien estos niños combatían. Nos inclinamos porque a quien emulaban era a Morelos, por lo que la designación dada a la Compañía de los Emulantes encajase en la primera acepción.

En cuanto a que a Juan Nepomuceno Almonte lo llamaban "adivino", que Alamán malévolamente dice que Morelos lo llamaba "su adivino", es cosa que ya hemos comprobado que no es exacta. Esta versión, al parecer ingenua, no lo es tanto si traemos a cuento las declaraciones del indio insurgente José Marcelino Pedro Rodríguez, según atestigua Félix de Oya, quien aseguró que el acusado dijo: "si quería que lo llevasen a Cuautla después de muerto dijo que sí; pero que quién lo llevaba, y dio a entender que lo podían conducir hasta las inmediaciones del pueblo para que lo viesen y que a esta sazón, preguntó otro que no conoce, si acaso quería que lo llevasen para que lo resucitara el cura, y dijo sí". Esto mismo aseguró Jubenale Chapela.[ 23 ]

Pero Vicente Barrios, subteniente, expresó:

que habiendo varios que preguntaban al indio -Rodríguez- que para qué quería que lo llevasen a Cuautla después de muerto, le dijo uno a los concurrentes las siguientes palabras: será para que lo resucite el niño que tiene el cura y contestó secamente que sí.[ 24 ]

Preguntado el insurgente José Marcelino Pedro Rodríguez:

acerca del motivo que tenga para querer que lo lleven a Cuautla después de arcabuceado, dijo: que quería que lo llevasen para que lo viese el cura Morelos, y viera que por su causa andan perdiendo la vida, y reconvenido sobre que diga la verdad, pues hallándose presentes varios oficiales en esta mañana dijo públicamente que quería que lo llevasen a Cuautla, para que lo resucitase el cura, expuso: que no dijo tal cosa y que le atropellaban las palabras por lo que puede que les pareciera que lo había dicho, y que aunque es cierto que ha oído decir a mandones de Miacatlán que el cura halló un niño que resucitaba a los niños a los tres días, él jamás lo ha creído, y que ésta es la verdad.[ 25 ]

Si analizamos estas informaciones, podemos llegar a las siguientes conclusiones:

a) Es dable que entre la tropa de Morelos, compuesta en gran parte por gente humilde y por tanto crédula, hubiera corrido la voz de que este general, o su hijo, tuviera el don de resucitar a los que eran muertos por los enemigos.

b) Tal creencia pudo haber influido en el ánimo de personas tan sencillas y cándidas, de tal manera que, convencidas de que era cierto tal infundio, tuvieran un comportamiento por demás audaz y arrojado ante el enemigo, ya que tal creencia les aseguraba volver a la vida, en caso de morir. A este respecto, Calleja expresa:

estrechados por nuestras tropas y afligidos por la necesidad, manifiestan alegría en todos los sucesos, entierran sus cadáveres con algazara, bailes y borrachera, al regreso de sus frecuentes salidas cualquiera que haya sido el éxito, imponiendo pena de la vida al que hable de desgracias o rendición.[ 26 ]

Pero hay que agregar, además, que no cabe la menor duda de que, si la tropa de Morelos actuaba con valentía y desprecio de la vida, era en gran parte por la inspiración que su personalidad ejercía sobre ella, así como por el gran prestigio de que era poseedor en gran parte de la población novohispana.

c) Por otra parte, pudo también haber sido una falacia del nada recomendable Calleja, el haber hecho propalar tal versión a fin de desprestigiar a la figura de Morelos ante una sociedad tan extremadamente religiosa, dada su calidad de eclesiástico, lo que se ratifica cuando en el documento ya citado, continúa diciendo: "este clérigo es un segundo Mahoma que promete la resurrección temporal y después el paraíso con el goce de todas las pasiones a sus fieles musulmanes".[ 27 ]

Para finalizar, consideramos que la carta estudiada es un documento que entraña un gran interés en vista de que contiene una autobiografía de Narciso Mendoza y además ratifica y confirma el dicho de don Carlos María de Bustamante.

Por otra parte, es también importante porque en ella se habla de la participación de Juan N. Almonte, hijo de Morelos, como capitán de la Compañía de los Emulantes en el sitio de Cuautla, de la que formaba parte el Niño Artillero.

 

Carta manuscrita de Narciso Mendoza.

[ Ver facsimilar A ] [ Ver facsimiar B ]

Transcripción

Señor general don Juan N. Almonte, gran mariscal de la Corte
y ministro de la Casa Imperial. México.

Mi respetable señor

Carmen y agosto 10 de 1864

Aunque sin ninguna de vuestra excelencia a qué referirme, tomo la pluma para recordarle que aún existe un subalterno de los que militaron a sus órdenes y al mando del señor Morelos, que era el jefe de todas las fuerzas en 1812. Recordará vuestra excelencia que cuando fuimos atacados en Cuaucla [sic] de Amilpas, hoy Ciudad de Morelos, por el señor general Callejas, yo fui quien disparó el cañonazo que valió en gran parte para salir del apuro en que nos encontrábamos, habiendo yo sido herido en este mismo lugar por un dragón enemigo en el brazo izquierdo; y de allí resultó que por tan gloriosa herida se colocara una inscripción que decía "Calle de San Diego y valor de Narciso Mendoza", por cuya acción fui hecho comandante del cañoncito llamado "El Niño" con la dotación de los Costeñitos que también estaba bajo las inmediatas órdenes de vuestra excelencia. Este encargo desempeñé hasta que rompimos el sitio entre diez y once de la noche a la derecha del Calvario, donde estaba la mayor parte de la fuerza de mayor confianza del general Callejas, tomando el llano de Bárcenas rumbo de Anacaplisca [sic] y de allí anduvimos por varios puntos yéndonos para el sur. Tendrá vuestra excelencia presente que nunca desamparé las filas hasta la prisión de nuestro valiente general Morelos en Tesmalaca por el comandante don Matías Carranco que salió de Tepecuacuilco, el mismo que condujo a nuestro desgraciado general Morelos a México, habiéndonos hallado posteriormente dispersos en el expresado Tesmalaca. Después tuvimos que unirnos al general Guerrero que estaba al otro lado del río Mezcala de donde salimos para Jonacatlán en donde sostuvimos la causa hasta ver terminado nuestro feliz proyecto, hallándose en unión nuestra el general don Rómulo del Valle quien puede también dar razón a vuestra excelencia de mí y de mi conducta militar, así como de haber sido pasado por las armas mi desgraciado padre por los españoles en la salida del sitio referido.

Yo he estado por todo Yucatán y ahora poco en Tabasco, siempre sin cometer una defección siquiera, porque jamás he pertenecido al sistema vandálico de los que llaman liberales, por ellos estoy aquí pasando trabajos porque lo poco que había adquirido con mi trabajo personal trabajando fuegos artificiales lo dejé en Tabasco y sólo salí, como todos, con lo puesto por seguir las tropas imperiales. De ello son testigos los señores generales Vega don Manuel y don Eduardo G. Arévalo, los señores Espejo y Adalid, con quienes nos vinimos cuando evacuamos Tabasco.

Hoy he sabido, por el señor general Marín, que nuestro emperador hace una invitación a todos los honrados militares de esa venturosa época para que concurran a la celebridad de nuestra independencia a la capital del Imperio; pero aunque para mí sería el regocijo y placer mayor que pudiera apetecer en el mundo, pues concurriría a tener en esa gran capital la gloria de cooperar a la celebridad de lo que tanto trabajo y sangre nos costó ver realizado, me es por ahora del todo imposible por encontrarme sumamente anciano, cargado de familia y sin recursos como estamos la mayor parte de todos los que militamos en esa época por [la] que tanto suspiro.

Al dirigirme a vuestra excelencia no es otro mi objeto que hacerle presente que mi situación es bastante desgraciada y por lo mismo le suplico, por nuestra patria y cara independencia, vea si puede conseguir el que se me considere, y que consiga [que] se me den recursos para el transporte mío y de mi pobre esposa y familia para esa capital, porque quiero morir en mi suelo patrio con las insignias de un soldado que no tiene más que amor a las armas y lealtad a sus jefes y emperador.

Recordará vuestra excelencia que, cuando se dieron los ascensos por los señores generales Guerrero e Iturbide, fui nombrado coronel de artillería. También tendrá presente que la última vez que nos vimos en Tampico vuestra excelencia quería llevarme para los Estados Unidos y razones que no son del caso referir me hicieron no poder aceptar tan buena acogida como aquélla.

En fin, sin otra cosa más que referirle, tengo el honor de ponerme a sus órdenes como siempre, mandando lo que guste a este viejo coronel su subordinado y amigo que atentamente besa su mano.

Narsiso Mendosa


BIBLIOGRAFÍA

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[ 1 ] Félix María Calleja, "Oficio al virrey Venegas de 24 de abril de 1812", en Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1924, t. I, p. 357-358.

[ 2 ] Lucas Alamán, Historia de Méjico, México, J. Mariano Lara, 1849-1852, t. II, p. 531 y 533.

[ 3 ] Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico de la revolución mexicana, México, J. Mariano Lara, 1843-1846, t. II, p. 73 y 74.

[ 4 ] Lorenzo de Zavala, Ensayo histórico de las revoluciones de México, París, Dupont y Languione, 1831, t. I, p. 70.

[ 5 ] Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico de la revolución mexicana, México, J. Mariano Lara, 1843-1846, t. II, p. 45.

[ 6 ] Pablo Mendíbil, Resumen histórico de la revolución en los Estados Unidos Mexicanos, sacado del Cuadro histórico, Londres, R. Ackermann, 1828, p. 112.

[ 7 ] Antonio Peñafiel, Ciudades coloniales y capitales de la República Mexicana. Estado de Morelos, México, Secretaría de Fomento, 1909, p. 125. Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. I, p. 173.

[ 8 ] Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. I, p. 173.

[ 9 ] Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. I, p. 173. Lucas Alamán, Historia de Méjico, México, J. Mariano Lara, 1849-1852, t. II, p. 492, nota 9.
El escrito de Montero se conoce como: Manuscrito de la Historia del sitio de Cuautla, por don Felipe Benicio Montero, capitán del ejército del señor Morelos y testigo ocular del sitio.

[ 10 ] Lucas Alamán, Historia de Méjico, México, J. Mariano Lara, 1849-1852, t. II, p. 492, nota 9.

[ 11 ] Antonio Peñafiel, Ciudades coloniales y capitales de la República Mexicana. Estado de Morelos, México, Secretaría de Fomento, 1909, p. 134 y 135.

[ 12 ] Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico de la revolución mexicana, México, J. Mariano Lara, 1843-1846, t. II, p. 42. Lucas Alamán, Historia de Méjico, México, J. Mariano Lara, 1849-1852, t. II, p. 496.

[ 13 ] Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico de la revolución mexicana, México, J. Mariano Lara, 1843-1846, t. II, p. 45.

[ 14 ] "Causa instruida contra el señor cura don José María Morelos por la Inquisición de México. 1815", en Morelos, documentos inéditos y poco conocidos. México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. II, p. 11.

[ 15 ] Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. III, p. 13.

[ 16 ] Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. III, p. 15.

[ 17 ] Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. III, capítulo 16, p. 29.

[ 18 ] Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. III, capítulo 16, p. 21.

[ 19 ] Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. III, capítulo 10, p. 28.

[ 20 ] Carlos María de Bustamante, Cuadro histórico de la revolución mexicana, México, J. Mariano Lara, 1843-1846, t. II, p. 55. Por otra parte, conviene aclarar que el propio Morelos dice que su hijo Juan Nepomuceno tenía 13 años y no 9, como indica Bustamante.

[ 21 ] Lucas Alamán, Historia de Méjico, México, J. Mariano Lara, 1849-1852, t. II, p. 528.

[ 22 ] "Documento número 22, Parte del alcalde de la cárcel de Cuautla de 27 de febrero de 1812", en Lucas Alamán, Historia de Méjico, México, J. Mariano Lara, 1849-1852, t. II, apéndice, p. 56. Esta actuación del niño Almonte es indicadora de cómo Morelos condescendía en las acciones de su hijo hasta el grado de permitirle esas travesuras.

[ 23 ] "Proceso del indio José Marcelino Pedro Rodríguez", en Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. I, p. 315.

[ 24 ] Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. I, p. 316.

[ 25 ] Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. I, p. 316.

[ 26 ] "Oficio de Calleja al virrey Venegas, etcétera, de 24 de abril de 1812", en Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. I, p. 357 y 358.

[ 27 ] Morelos, documentos inéditos y poco conocidos, México, Secretaría de Educación Pública, 1927, t. I, p. 358.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 7, 1979, p. 43-65.

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