Martha Strauss Neuman
Para determinar la situación real prevaleciente en México, el presidente Woodrow Wilson decidió enviar agentes especiales que se dedicasen a investigar cuanto sucedía en el país. Esta decisión surgió de su profunda desconfianza hacia el personal del Departamento de Estado. Consideraba que muchos de los hombres que ocupaban puestos políticos eran aristócratas, productos de escuelas exclusivas de una sociedad snob, o bien, imitadores de las clases acomodadas.
Bajo la categoría de agentes ejecutivos especiales en México, se encontraban aquellas personas cuya misión requería su permanencia en el país durante periodos considerables de tiempo. Así, George C. Carothers, León J. Cánova, John P. Silliman y John W. Belt fueron agentes especiales durante la administración wilsoniana. Otros agentes importantes en México durante los años críticos 1913-1915 fueron: William Bayard Hale, Reginaldo del Valle, John Lind, James Keys, Paul Fuller, H. L. Hall y Duval West.[ 1 ]
A fines de mayo de 1913, llegó a México William Bayard Hale; desde un principio, sus despachos a Washington fueron sumamente alarmantes y en ellos expuso llanamente las graves dificultades por las que atravesaba el país, destacando principalmente el caos surgido como consecuencia de una economía profundamente deteriorada.[ 2 ] De Huerta opinó que era un borracho astuto:
El general Huerta es un anciano simiesco, de sangre india casi pura. Casi puede decirse que vive gracias al alcohol. Borracho o medio borracho (nunca se encuentra sobrio), jamás pierde perspicacia. Ha sido toda la vida un soldado, y uno de los mejores de México, y no conoce otros métodos que los de la violencia.[ 3 ]
De Lane Wilson dijo que causaba disgustos entre la colonia americana y que además había dejado de ser bien visto por Huerta; también lo acusaba de su conocimiento y hasta posible participación durante la Decena Trágica. En sus informes, los revolucionarios no salieron mejor librados; sólo De la Barra y Manuel Calero eran en su opinión personas capaces.[ 4 ]
El 3 de julio el presidente le escribió a Bryan:
Después de leer el informe de Hale y los últimos telegramas de Henry Lane Wilson, espero más que nunca que considere seriamente la posibilidad de llamar a Wilson, como lo sugerí en una nota reciente, y dejar los asuntos en manos de O'Shaughnessy, quien, usted se dará cuenta, está recomendado por Hale como un hombre perfectamente honesto.[ 5 ]
A mediados de ese mismo mes, Nelson O'Shaughnessy salió de los Estados Unidos rumbo a la capital mexicana con el título de "encargado de negocios". Casi al mismo tiempo, Lane Wilson fue llamado a Washington para "consultar acerca de la cuestión mexicana" y a principios de agosto Bryan le informó que el presidente había decidido aceptar su renuncia, ya que era evidente la profunda divergencia de opiniones acerca de la problemática mexicana.[ 6 ]
Mientras que Lane Wilson fue amigo de Huerta por necesidad, O'Shaughnessy lo fue por sinceridad. Gradualmente el mutuo respeto entre ambos se convirtió en afecto verdadero; el diplomático norteamericano encontró que Huerta era un hombre de trato fácil, excepto cuando se le hablaba de renunciar. Cuando se reunían, ambos se abrazaban y Huerta lo llamaba simplemente "Nelson" o "hijo" y le invitaba un trago.[ 7 ]
Deseoso de obtener información sobre la situación en los campos constitucionalista y zapatista, el presidente Wilson envió a su segundo agente especial, Reginaldo del Valle.[ 8 ] Supuestamente, su misión era secreta y sus mensajes siempre fueron redactados en clave y enviados a la dirección particular de un miembro del Departamento de Estado. Su itinerario comprendía un acercamiento con los constitucionalistas y después con los rebeldes del Sur. Del Valle tenía la ventaja de hablar español, pero su completa falta de experiencia diplomática y tacto, lo llevaron al fracaso: siendo secreta su misión, informó a un periódico de Los Ángeles el motivo de la misma, declarando asimismo que él sería el sucesor de Lane Wilson. Aparentemente Carranza no se impresionó con el enviado norteamericano y en Piedras Negras el primer jefe rompió las pláticas. Ante lo imprevisto de los sucesos, Wilson ordenó a Del Valle salir sigilosamente del país y no informar a nadie su destino.[ 9 ]
Dentro de la complicada situación, existía otro aspecto que causaba gran ansiedad en el ánimo de Woodrow Wilson: el reconocimiento de Huerta por parte de la Gran Bretaña. Tanto Wilson como Bryan sabían que los intereses petroleros de lord Cowdray (propietario de la Pearson Oil Company) habían influido en forma determinante en el reconocimiento a Huerta y pronto confirmaron sus creencias.[ 10 ] El embajador norteamericano en la Gran Bretaña, Walter Hines Page, escribió en julio que el ministro mexicano en Londres le había informado que la influencia de los intereses petroleros británicos era muy grande, debido al contrato existente entre la flota inglesa y la compañía de Cowdray. Así, el desorden no sólo minaba los intereses personales, sino que amenazaba los recursos de abastecimiento de los barcos ingleses.[ 11 ]
Sin embargo, ninguno de los dos gobiernos supo mantener una cooperación diplomática efectiva, que hubiera evitado pérdida de tiempo y confusión. El ministro inglés del Exterior, sir Edward Grey, era liberal al igual que Wilson y ambos, de haber mantenido relaciones, hubieran encontrado que compartían muchos pensamientos. Pero Wilson desconocía la diplomacia y tanto Bryan como Page no tenían más experiencia.[ 12 ]
La actitud indiferente del gobierno huertista y el apoyo que los países europeos se mostraban dispuestos a ofrecer al mexicano asustaron aún más al agente Hale, cuya presencia en México no era grata debido a los informes a veces exagerados que enviaba a Washington.[ 13 ] Como respuesta, el presidente norteamericano decidió enviar a su tercer agente confidencial: John Lind.
Al llegar el mes de julio, el presidente norteamericano decidió seguir el consejo del agente Hale de eliminar a Huerta y ayudar al pueblo mexicano a restablecer un nuevo gobierno en la ciudad de México. Para lograr este fin, resolvió utilizar una acción basada en la práctica moral, ya que al igual que sus consejeros más allegados, estaba convencido de que el apoyo económico por parte de concesionarios industriales, especialmente de los intereses petroleros británicos, era lo único que sostenía al poder huertista.
Resuelto a llevar a cabo una política desinteresada y deseoso de llegar a un conocimiento profundo de lo que realmente sucedía en México, decidió enviar a un nuevo agente especial. A pesar de que tanto Hale como Reginaldo del Valle no habían logrado establecer ninguna resolución efectiva con las autoridades mexicanas, Wilson se dio a la tarea de buscar de entre sus colaboradores a una persona capaz de ayudarlo a realizar la misión que él consideraba como un mandato divino.
Así, John Lind, caracterizado por su simpatía por los ideales de la "nueva libertad" y desvinculado de toda relación con los capitalistas, se convirtió en el tercer agente confidencial del presidente Wilson.
Con excepción de esto, Lind no poseía ninguna otra capacidad como emisario en México; no hablaba español, desconocía la problemática mexicana y no tenía ninguna experiencia diplomática previa, pero ofrecía a Wilson y a Bryan su virtud más importante: era un demócrata leal y progresista.[ 14 ]
John Lind nació el 25 de marzo de 1854 en la provincia de Smaland, Suecia. Debido a la continua falta de buenas cosechas, sus padres, dedicados a la agricultura, decidieron emigrar a nuevas tierras. Un primo de la madre de John, que había salido hacía tiempo de Suecia, regresó a su aldea nativa e informó a los Lind que América era un lugar lleno de oportunidades y riquezas. Así, en la primavera de 1868, los Lind iniciaron la travesía hacia el Nuevo Mundo; al llegar a los Estados Unidos, se dirigieron inmediatamente a una aldea sueca en Minnesota y allí se establecieron.[ 15 ]
Lind pasó la mayor parte de su vida en la ciudad ejerciendo la abogacía y realizando sus primeras incursiones en la vida política del país. Comenzó su carrera política como republicano y sostuvo puntos de vista conservadores. Permaneció tres periodos consecutivos en el Congreso entre 1887 y 1893, cobrando fama como un reformador de intachable honestidad. Pero se retiró del Congreso por la fuerte desmoralización que sufrió cuando su partido no pudo resolver las tendencias corruptas de los grandes industriales.
En 1898 volvió al Congreso como demócrata y dio su total apoyo a la candidatura presidencial del líder demócrata William J. Bryan, apoyo que desde entonces le demostraría constantemente.
Dos años más tarde, Lind aceptó el respaldo de los demócratas y populistas, y fue electo gobernador por el estado de Minnesota; al igual que Wilson años después, John Lind se dedicó a liberar la política y el comercio de intereses especiales y egoístas, pero se enfrentó a una facción obstruccionista a lo largo de su mandato, lo que le impidió realizar todas las reformas que se había propuesto. Sin embargo, su administración dio por resultado el inicio de una época progresista en Minnesota.[ 16 ]
Entre su administración gubernamental y su misión a México, Lind continuó ejerciendo gran influencia en su país. Fue electo al Congreso en 1902 pero se retiró voluntariamente después de un periodo, aunque permaneció fiel a su partido, al grado de organizar en Minnesota una delegación que apoyase a Wilson en la Convención Nacional Demócrata.
Después de las elecciones presidenciales de 1912, fue llamado a Washington para discutir la política con su viejo amigo y recién nombrado secretario de Estado, William J. Bryan.[ 17 ]
El 11 de junio de 1913, Wilson ofreció a Lind la embajada norteamericana en Suecia, pero éste la declinó firmemente:
La reflexión me convence que sería una política cuestionable para algún extranjero aceptar un nombramiento de ministro residente en su país natal. Podrían surgir complicaciones en las que la más prudente conducta no evitaría la crítica y las dificultades. Además preferiría permanecer en casa, donde podría contribuir en algo al rescate de nuestro estado y a la realización de la política de la administración.[ 18 ]
Este hecho altamente honesto así como la amistad que lo unía con Bryan convencieron al presidente americano de que John Lind era la persona ideal para representar sus intereses en México. Pero el ex gobernador de Minnesota era singularmente incompetente en lo referente a la diplomacia internacional; su único contacto previo con asuntos relativos a México había sido un telegrama que envió a Bryan sugiriendo el retiro de Lane Wilson, basado en la información que recibió de un oficial de la armada, y de su propia opinión desfavorable acerca del hermano del embajador, al cual había conocido años atrás en el Congreso.[ 19 ]
Sin embargo, tanto para Wilson como para su secretario de Estado, la inexperiencia de Lind era conveniente. En vista de no conocer México, no tenía prejuicios acerca de la situación ni había tenido contacto directo con el personal del Departamento de Estado, cuyas ideas diferían muchas veces de las del presidente.
Wilson buscaba un seguidor fiel que fuera devoto sólo a su política y la amistad entre Lind y Bryan aseguraba esa lealtad. Además, las concepciones antiimperialistas de Lind garantizaban que nunca propondría el regreso a la política de Lane Wilson. Por otra parte, Lind poseía ciertas cualidades que Wilson vio con agrado, como su capacidad de escuchar y de guardar un secreto.[ 20 ]
Lind no tenía preparación o entrenamiento diplomático antes de su misión a México. El 28 de julio de 1913, Bryan lo mandó llamar secretamente para discutir acerca de "una cuestión importante" que él ni siquiera imaginaba. Al aceptar el cargo que le encomendó la Casa Blanca, no recibió más instrucciones escritas que un proyecto de Wilson; sus únicas órdenes fueron asegurar que Huerta conviniera los acuerdos.[ 21 ]
Su misión a México fue preparada tan rápidamente que ni el gobierno mexicano ni la embajada americana sabían de la llegada del nuevo agente,[ 22 ] y únicamente se enteraron cuando el 5 de agosto el New York Times publicó una nota de Bryan dando a conocer la aceptación de la renuncia de Lane Wilson y la noticia de que John Lind vendría a México para desempeñar las funciones de consejero de la embajada:
El primer paso tomado por la administración de Wilson que busca la pacificación de México fue tomado hoy cuando el ex gobernador de Minnesota, John Lind, fue enviado a ese alterado país con instrucciones de actuar como mediador entre las facciones contendientes.
Antes de salir, el secretario Bryan anunció la aceptación de la renuncia de Henry Lane Wilson como embajador en México [...]
El informe oficial de Bryan sobre la misión de Lind decía:
El ex gobernador de Minnesota, John Lind, ha sido enviado a México como representante personal del presidente para actuar como consejero de la embajada en la presente situación. Cuando el presidente esté listo para comunicarse con las autoridades mexicanas para el restablecimiento de la paz, hará declaraciones públicas.[ 23 ]
Debido también a la falta de información verídica y completa, los periódicos mexicanos anunciaron que Lind venía a ocupar el puesto de embajador, pero que el presidente Wilson no anunciaría su política a seguir con México, hasta que su agente le transmitiese un amplio reporte sobre la situación por la que atravesaba el país.[ 24 ]
La inconsistencia de esta diplomacia y la improvisación con que actuó Wilson, determinó en gran medida, el fracaso eventual de la misión de Lind.
El error de Wilson al no dar aviso al gobierno mexicano de la llegada de Lind creó una atmósfera de miedo. El mensaje de Bryan fue muy escueto; anunció que Lind vendría en "misión pacífica", pero se rehusó a dar más detalles cuando O'Shaughnessy se lo pidió.[ 25 ]
Ni el mensaje del Departamento de Estado a la ciudad de México ni la prensa ofrecieron la más leve pista sobre el propósito de la misión de Lind, pero una divulgación en la administración dio como resultado que de forma mutilada aparecieran en los diarios las instrucciones que traía el emisario de Wilson. De estos comentarios se desencadenó la opinión de que el nuevo agente había sido enviado con el propósito de forzar inmediatamente a Huerta a abandonar el poder y entonces dirigir la formación de un nuevo gobierno provisional en el cual participaran los constitucionalistas.[ 26 ]
Por la ignorancia de su llegada, por la oscuridad de la misión que traía consigo y por el hecho de viajar a México en un buque de guerra, el gobierno federal vio el arribo del agente Lind como el inicio abierto de la intervención armada.
Por lo tanto, la noticia de su arribo fue recibida con general desagrado en todos los círculos diplomáticos. El embajador británico en Washington telegrafió a su país:
Lind es un político que ha sido útil a la Secretaría de Estado y tiene reputación de ser honesto pero obstinado. No sabe español y no tiene experiencia diplomática.
Se cree que sus instrucciones serán negociar con los líderes rivales a fin de lograr la pacificación. Se reportará al presidente, quien hará comentarios públicos tan pronto esté listo para comunicarse con las autoridades para restaurar la paz.
Se sabe de buena fuente que el presidente está determinado a no reconocer a Huerta o fomentar la intervención, como lo ha recomendado al embajador norteamericano, pero espera, sin necesidad de utilizar la fuerza, arreglar por medio de Lind el retiro pacífico de Huerta, el reconocimiento de un presidente provisional y la celebración de elecciones constitucionales, con el apoyo de todos los partidos. Un informante me comunica que el plan del presidente seguramente fracasará, porque los partidos no aceptarán los resultados de la elección y los problemas continuarán como hasta ahora.[ 27 ]
La opinión pública americana tampoco favoreció la actitud tomada por Wilson. La convicción general residía en que el nombramiento de Lind fue una muestra de gratitud de Bryan y que su inexperiencia inevitablemente lo llevaría al fracaso, dejando en ridículo al propio Wilson.[ 28 ]
El 4 de agosto Lind partió de Washington con instrucciones precisas de Wilson; en ellas, el presidente unió varios principios y tópicos de su política latinoamericana, delineados por él mismo y por sus colaboradores más cercanos. En ellos subrayó también las responsabilidades especiales y el desinterés con que su gobierno deseaba actuar en México.[ 29 ]
La carta de recomendación que Wilson dio a Lind, decía:
A quien corresponda:
Esta [carta] es para presentar al honorable John Lind, quien va a México a solicitud mía y como mi representante personal para actuar como consejero de la Embajada Americana en la Ciudad de México. Pido para él la misma consideración que en otras circunstancias se daría a un representante acreditado del gobierno de los Estados Unidos.[ 30 ]
Las proposiciones que Lind debía presentar a las autoridades mexicanas fueron cuatro:
Las proposiciones de Wilson relacionadas con los asuntos internos de México no tenían posibilidades de éxito. Ningún gobierno podría consentir un armisticio con los rebeldes, ya que esto implicaba el reconocimiento a su beligerancia. El propio gobierno americano había rechazado proposiciones similares durante la guerra civil. Además, Wilson asumía que la única oposición para lograr el armisticio venía del gobierno federal, al cual consideraba como el factor principal de todos los problemas existentes en el país. En esto estuvo errado, ya que los constitucionalistas también rechazaron el armisticio, prefiriendo buscar una rotunda victoria militar.
La demanda de que Huerta renunciase a su candidatura era por demás innecesaria; la integridad nacional no permitiría que un gobernante mexicano fuese seleccionado por la Casa Blanca. Además, las leyes constitucionales señalaban que un presidente provisional no podía convertirse en candidato para las siguientes elecciones.
En lugar de buscar las garantías efectivas para que Huerta no postulara su candidatura y así proveer una oportunidad para rechazar la interferencia americana en los asuntos mexicanos, Wilson pudo haber expresado su confianza en que Huerta respetaría las limitaciones de la Constitución. Naturalmente, el presidente mexicano no podía admitir que la presión extranjera fuese a involucrarse en su candidatura.[ 32 ]
Obstinado en que sus ideales convenían a los intereses mexicanos, Wilson continuó rígidamente los lineamientos de su plan, expresando que todo aquel que lo estudiase con detenimiento se convencería de que era eminentemente altruista. Aparentemente nunca se le ocurrió pensar que Huerta no estaría de acuerdo en que su eliminación serviría para devolver el bienestar y la felicidad a los mexicanos. Su determinación de hacer a un lado a Huerta contradecía su convicción de que la mayoría de la gente apoyaba a Carranza, porque de haber sido esto cierto, no debía temer que Huerta triunfara en una elección honesta, y si el gobierno controlaba la elección, su candidato -Huerta o cualquier otro- triunfaría de seguro. De cualquier forma, la candidatura de Huerta era irrelevante.[ 33 ]
Los fuertes sentimientos de hostilidad que se desataron cuando se conoció el arribo próximo de Lind quedaron plasmados en la nota que el ministro Garza Aldape presentó a Nelson O'Shaughnessy el 6 de agosto:
Por acuerdo del señor presidente de la República, y como encargado ad interim, del despacho de la Secretaría de Relaciones Exteriores, tengo a honra manifestar a vuestra señoría que si el señor John Lind, que según noticias que el gobierno de México tiene, llegará próximamente a esta capital enviado por su excelencia el señor presidente de los Estados Unidos de América, no justifica debidamente su carácter oficial ante esta Cancillería ni es portador del reconocimiento del gobierno de México por parte del vuestro, su permanencia en la República no será grata.[ 34 ]
La prensa mexicana no tardó en mostrar una fuerte adhesión a la actitud tomada por el general Huerta:
El honor y la dignidad de la patria han encontrado un enérgico defensor en el señor presidente de la República.
Sus declaraciones, lanzadas a los cuatro vientos del mundo, dirán a las naciones la actitud de México frente a un amago de intervención por parte del gobierno americano.
Por eso, al rechazar a mister Lind, rechazamos la posibilidad de una injerencia extraña en una soberanía que no sólo está escrita en nuestras leyes, sino que ha sido fecundada con nuestra sangre.[ 35 ]
Quizá en espera de esta reacción, Bryan apremió a otros gobiernos para que intercedieran por el suyo, con el fin de que Huerta diese un recibimiento amistoso a Lind. De allí que el ministro británico del Exterior, sir Edward Grey, telegrafiara a México; Francia, Alemania y Rusia se mostraron menos interesados, pero cumplieron aunque sin entusiasmo.[ 36 ]
Al mismo tiempo, Bryan ordenó a O'Shaughnessy que comunicara al ministro de Relaciones Exteriores que Lind venía en misión de paz y que la opinión pública mexicana no debía dejarse llevar por informaciones amarillistas.[ 37 ]
El 9 de agosto la embajada americana declaró:
Esta embajada ha recibido hoy un cable del Departamento de Estado de Washington, en el que se manifiesta que la verdadera misión del ex gobernador Lind en México, sólo es conocida por el presidente Wilson, por el secretario Bryan y por el mismo mister Lind [...]
El mismo Departamento de Estado suplica a los altos funcionarios de México que suspendan toda clase de juicios acerca de ese viaje y que esperen a conocer la misión verdadera que pronto se sabrá.[ 38 ]
El mismo día 9 Lind arribó a Veracruz y su llegada sirvió para aumentar más aún la tensión. A pesar de que la muchedumbre que esperaba el barco no demostró ningún signo hostil, se tomaron medidas preventivas y una tropa de policías vigilaba la llegada del agente.
Bayard Hale y el almirante Fletcher, comandante este último del escuadrón norteamericano en aguas mexicanas, estuvieron a recibirlo en el puerto, y después de sostener una breve conversación con ellos, partió a la capital. A pesar del temor de que algo sucediera en el viaje, la tarde del 10 de agosto Lind, su esposa, Hale y el cónsul Canada llegaron sin tropiezo alguno a la ciudad de México.[ 39 ]
A pesar del modesto título de "consejero de la embajada", Lind fue investido de hecho con el poder (e incluso el sueldo) de un embajador. No fue nombrado formalmente porque eso equivaldría al reconocimiento de Huerta, pero venía con órdenes precisas para negociar con la autoridad máxima en México. El Departamento de Estado se comunicaba directamente con él, y Bryan escribió de puño y letra mucha de la extensa correspondencia que intercambió con Lind. Su primer mensaje ordenaba al nuevo agente "no revelar a nadie las opiniones del presidente",[ 40 ] ocultando también al personal de la embajada la naturaleza de su misión. Sujeto así a guardar un mutismo absoluto, los primeros días de su estancia en la capital desconcertaron tanto a los círculos diplomáticos como al propio pueblo mexicano.[ 41 ]
Wilson tenía sus razones al ordenar a Lind que dejara pasar algunos días antes de presentar sus proposiciones. El presidente no había anticipado la intensidad de la crítica desatada por el nombramiento de su nuevo agente. No sólo causó fervor su llegada, sino que la mayoría de los gobiernos que habían reconocido a Huerta también expresaron consternación. Sus diplomáticos vieron la misión con "regocijo", profetizaron un fracaso total y no tuvieron la menor inhibición en declararlo públicamente.[ 42 ]
Por otra parte, Wilson pudo haber tenido la acerba crítica que le mostró el senador William A. Smith, presidente del subcomité de Asuntos Exteriores que investigaba la situación en México, y que denunció una extensa agrupación rebelde en Washington que influía en la política administrativa del presidente. Esto, a su vez, había informado previamente al vicepresidente Thomas Marshall, que sentía miedo de algunos republicanos del Senado que trataban de hacer imposible la situación.[ 43 ]
De cualquier forma, Wilson se percató de que un serio problema se le avecinaría, ya que el Senado no estaba conforme en que el presidente tomase resoluciones en su política hacia México sin consultarlo previamente. Se dijo también que Lind no era el representante de la nación y que, por lo tanto, no podría proteger a los ciudadanos americanos que residían en México, aunque su habilidad y honestidad podrían traer algún beneficio en las relaciones con el vecino país.[ 44 ]
Durante algunos días, Lind no intentó acercarse a las autoridades mexicanas, ya que temía que la opinión pública -tan desfavorable a él- forzara al gobierno a dar una inmediata negativa a las proposiciones que traía; por su parte y después de considerarlo durante un día, Wilson le ordenó que procediera con su misión.
El anuncio de la misión de Lind pareció indicar un cambio en la política norteamericana, y a pesar de que el nuevo agente trataba de concertar un pacto inaceptable para Huerta, los diplomáticos ingleses trataron de facilitar las negociaciones.
El embajador británico Stronge convenció a Huerta de encontrarse con el emisario americano como "simple ciudadano" e intercambiar opiniones "extraoficialmente". Tomando en consideración los fuertes temperamentos de ambos antagonistas, los citó privadamente apremiándolos a acatar un tono conciliatorio. Lind se sintió profundamente agraviado por el consejo de Stronge y desde entonces lo tomó como fiel partidario de Huerta.[ 45 ]
El 12 de agosto Lind reportó desde la capital que había sido recibido por el secretario de Relaciones Exteriores, Federico Gamboa, quien como resultado de cambios en el gabinete pasó a ocupar el puesto de Garza Aldape. Antiamericano desde los eventos de noviembre de 1910, Lind lo encontró como "una persona de trato difícil".[ 46 ]
En esta primera plática informal, Gamboa aseguró al agente norteamericano considerar muy seriamente las sugerencias que hiciera el gobierno de la Casa Blanca, se mostró conciliatorio, pero lo apremió a revelar cuanto antes la naturaleza exacta de su misión, subrayando que ninguna sugerencia podría ser estudiada si no incluía las estipulaciones para el reconocimiento. Como contestación, Lind explicó el "espíritu" de sus instrucciones, admitiendo que el presidente Wilson no pensaba en el reconocimiento bajo las circunstancias que prevalecían en el país.[ 47 ]
Al día siguiente, sus instrucciones fueron enviadas a los principales gobiernos extranjeros y publicadas por la prensa mexicana. Al enterarse Huerta de su contenido y fuertemente contrariado, hizo del conocimiento público que iría a la guerra antes de permitir la intervención americana en los asuntos que sólo eran de incumbencia nacional. Sin embargo, su reacción oficial fue más cauta, requiriendo nuevamente que Lind presentase credenciales apropiadas.[ 48 ]
La respuesta de Gamboa el día 16 fue terminante; explicó que el gobierno mexicano contestaba las proposiciones por varias razones:
Rechazó la afirmación de Lind en cuanto a que no se había progresado en el establecimiento de un gobierno respetado y obedecido, y declaró que el Distrito Federal, tres territorios y 18 de los 27 estados estaban bajo control federal. El gobierno provisional, continuó Gamboa, tenía 80 000 hombres en el ejército con el propósito de asegurar la paz y reducir a los rebeldes. Gamboa agregó que: Wilson "está trabajando bajo una seria desilusión cuando declara que la situación existente es incompatible con el acatamiento de sus obligaciones internacionales". Asimismo, estipuló que otras naciones ya habían otorgado el reconocimiento diplomático, que continuaban invirtiendo en la industria mexicana y que incluso habían ofrecido préstamos al país.[ 49 ]
Con respecto a pactar con los carrancistas, el ministro aseguró que era imposible, ya que los consideraba como bandidos; y en cuanto al retiro de Huerta de las próximas elecciones, Gamboa aseguró que la opinión pública habría de determinar la popularidad del general,[ 50 ] y que lo mejor que podría hacerse para resolver los problemas entre ambos gobiernos era intercambiar embajadores "sin condiciones previas".
La principal línea de ataque sustentada por Gamboa en sus entrevistas con Lind, fue argumentar en favor de que los Estados Unidos reconocieran a Huerta. Citó la acción del gobierno americano en el caso de Panamá, pero Lind rehusó discutir ese tema, por considerar que nada tenía que ver con la cuestión mexicana.
Por su parte, Lind insistía en que la demanda esencial de su gobierno radicaba en negar el reconocimiento a un gobierno de facto, que había asumido el poder bajo las circunstancias en que lo había hecho Huerta. En este punto, dijo, sus instrucciones eran estrictas y no se prestaban a negociaciones.[ 51 ]
La réplica mexicana sorprendió considerablemente a Wilson: el rechazo del gobierno mexicano definitivamente no entraba dentro de los planes del presidente americano. Por lo tanto, las instrucciones de Lind no cubrían esta eventualidad y, solamente después de haber presentado su nota, pidió a su gobierno instrucciones en caso de una "inesperada" posibilidad de rechazo.[ 52 ]
Era evidente la falta de planeación y, ante la negativa mexicana, los Estados Unidos dudaron, buscando otro camino. Pero a pesar de las amenazas que acompañaron a la protesta, no se siguió ninguna otra acción. En vista del silencio de Washington, Lind permaneció en la capital, continuó las negociaciones y actuó de acuerdo con su propia iniciativa.[ 53 ]
El intercambio de notas se había realizado a nivel exclusivamente diplomático, por lo tanto, el pueblo mexicano no estaba enterado del cauce que habían tomado las negociaciones. No fue sino hasta el 29 de agosto cuando el gobierno publicó los textos de las notas, con lo que la popularidad de Huerta se vio incrementada, ya que éste quedó como el defensor de la patria ante la intervención yanqui.[ 54 ] En los Estados Unidos no fueron menores las protestas; el New York Times expresó que, de haber ofrecido proposiciones aceptables y el reconocimiento a Huerta, se habría evitado la crisis.
Nuevamente Wilson quedaba profundamente desconcertado; la luz divina que lo guiaba parecía abandonarlo.
Mientras tanto, Lind continuaba ejerciendo presión sobre Huerta, sugiriéndole personalmente y sin instrucciones de la Casa Blanca que, a menos de que aceptase el plan wilsoniano, la administración americana se vería forzada a tomar uno de tres caminos:
Bryan consultó la propuesta de Lind con Wilson, aconsejando que las instrucciones fuesen comunicadas también a las potencias europeas; a Argentina, Brasil, Chile y Perú y a otros gobiernos representados en la ciudad de México. El presidente americano aprobó la idea e instruyó a Lind para hacer oficial la propuesta ante el gobierno mexicano.[ 56 ]
Ante las insistentes amenazas de Lind, Gamboa expresó sus deseos de trasladarse a Washington para tratar la cuestión mexicana directamente con el presidente. Cuando Wilson fue enterado de este hecho, se sintió ampliamente complacido, pues creyó que esto significaba un cambio en la actitud mexicana, por lo que aceptó recibir a Gamboa. Pero pasado el primer momento y al ver que la presión de Lind disminuía, el ministro mexicano no volvió a mencionar el viaje.[ 57 ]
Finalmente, Huerta acordó recibir a Lind, dispuesto a darle una respuesta firme y negativa a sus proposiciones, pero Rodolfo Reyes lo convenció de que una contestación moderada sería más apropiada en vista de la tirantez que reinaba en las relaciones entre ambos países. Cuando la entrevista se llevó a cabo, Huerta pasó la mayor parte de ella discutiendo la fuerza de su ejército, los medios que utilizaba para aumentarlo y el hecho de que esperaba la pronta y total pacificación del país. También habló de sus planes reformistas después de que la paz quedara restablecida, todo lo cual fue una réplica precisa al requerimiento wilsoniano de su renuncia. Por último, Huerta expresó sus deseos porque la estancia de Lind fuera placentera y que pronto se le nombrara embajador oficial en México.[ 58 ]
Más importante aún que la entrevista con Huerta fue la plática que Lind sostuvo al día siguiente con el ministro Stronge. Durante muchos días el embajador británico le había aconsejado que los Estados Unidos debían reconocer al gobierno de Huerta en bien de la paz y la estabilidad en México. Pero esta vez, en el curso de la conversación, Stronge le participó extraoficialmente que existía la posibilidad de llegar a un acuerdo efectivo con Huerta, si el Departamento de Estado solicitaba a los banqueros americanos la extensión de un préstamo al gobierno provisional. Lind pensó que esta idea debía ser considerada seriamente y así lo reportó a Washington.[ 59 ]
A partir del 20 de agosto, Lind comenzó a enviar mensajes a su gobierno aconsejando levantar el embargo de armas a los rebeldes y a ejercer una acción determinante en México, incluso la intervención armada si fuera preciso.[ 60 ]
Cuando Gamboa expresó su deseo de entrevistarse personalmente con Wilson, el primer impulso de Lind fue pensar que el ministro mexicano demostraba un afán sincero por terminar con el conflicto, pero después se dio cuenta de que posiblemente era una treta más de Huerta para ganar tiempo.
A pesar de que Lind sólo poseía sospechas, la verdad es que Huerta realmente quería dar largas al asunto. Estaba próximo a contratar un empréstito con los banqueros mexicanos y esperaba con estos fondos vencer de una vez por todas a los revolucionarios, negando así a Wilson cualquier otra alternativa que no fuera el reconocimiento oficial a su gobierno.[ 61 ]
El ardid de Huerta no funcionó ya que Wilson rehusó ceder una pulgada. Después de permanecer a la expectativa varios días, ordenó a Lind informar a Gamboa que éste sería recibido extraoficialmente en los Estados Unidos, únicamente si las propuestas iniciales eran retiradas y si venía con el entendimiento de que la actitud norteamericana con respecto al reconocimiento seguía siendo la misma.
Además, Wilson informó a su agente que aceptaba su primer consejo, notificándole que estaba trabajando en la elaboración de un discurso que presentaría al Congreso, relatando la política seguida con México y la reseña global de las recientes negociaciones efectuadas en la capital mexicana. Pero -agregó Wilson- deseaba esperar unos días más antes de rendir su informe, pues le parecía que la actitud de Huerta se estaba suavizando y quería dar oportunidad a que Gamboa reconsiderara su postura.[ 62 ]
El 25 de agosto, Lind notificó a Gamboa que el presidente Wilson lo había autorizado para presentarle las siguientes condiciones:
Por otra parte, estas proposiciones presentaron una novedad: el soborno; si el gobierno mexicano aceptaba las demandas norteamericanas, Wilson lograría la contratación de un empréstito que resolvería las necesidades más apremiantes de México.[ 64 ]
Lind completaba así su misión original de presentar las proposiciones wilsonianas al gobierno mexicano, pero el presidente le ordenó permanecer en Veracruz para reportar las novedades. Lind había salido de la capital después de haber expuesto por segunda vez las demandas de su país, con la esperanza que su partida amedrentara al ejecutivo mexicano y empezara a hacer concesiones. Pensó pasar algunos días en Veracruz antes de volver a los Estados Unidos en caso de que Gamboa decidiera reanudar las relaciones, pero las nuevas órdenes de Wilson cambiaron sus planes.
De esta manera, la misión de Lind fue extendida de una breve estancia a siete meses, a lo largo de los cuales el emisario se convirtió en el principal consejero de Washington en México.[ 65 ]
Durante su estancia en la capital, Lind vivió la mayor parte del tiempo en la embajada americana, donde conoció a Nelson O'Shaughnessy, encargado de Negocios. Ambos eran tan diferentes entre sí como sólo pueden serlo un irlandés católico y un sueco ateo; O'Shaughnessy había sido secretario de la embajada hasta la renuncia de Lane Wilson y contaba con 37 años, mientras que Lind frisaba los 60.
Lind redactaba sus notas sin pedirle consejo, pero al parecer, durante su primera visita a la capital demostró cierta confianza en él. Sin embargo, O'Shaughnessy había adquirido las ideas de un diplomático profesional y no le entusiasmaba mucho la idea de ver llegar a México agentes confidenciales como Hale y Lind.
No estuvo en México durante la Decena Trágica, pero al igual que Lane Wilson era ardiente defensor del reconocimiento a Huerta y pensaba -como años después declaró- que toda la política de Wilson era "brutal, injustificada y estúpida".[ 66 ]
A partir del viaje de Lind a Veracruz, se presentó un doble problema entre México y los Estados Unidos. Por una parte, O'Shaughnessy quedó como encargado de Negocios en la ciudad de México y todos los trámites oficiales se efectuaron a través de su conducta. Pero por otra parte, Lind se convirtió en el "principal centinela de la política de vigilante espera",[ 67 ] y sus relaciones con O'Shaughnessy se estancaron en un mutuo pero frío respeto.
En cambio, las relaciones de Lind con Bayard Hale fueron desde un principio amistosas; no sucedió igual con el cónsul Canada, con quien mantenía constante comunicación, pero quien, al igual que O'Shaughnessy, no negaba su simpatía hacia el general Huerta.[ 68 ]
Lind llegó a Veracruz el 26 de agosto y el día siguiente recibió la contestación de Gamboa. Esta nota fue aún más sarcástica que la anterior y comenzaba por notar que el primer mensaje de Wilson había sido dirigido "A las personas que tienen ahora la autoridad o ejercen influencia en México", y la segunda hacía referencia al "presidente Huerta" y al "gobierno de facto".[ 69 ]
Con una ironía aplastante, Gamboa llamó la atención sobre el hecho de que las leyes mexicanas no permitían que el presidente provisional -en este caso Huerta- se postulara como candidato en las elecciones constitucionales.
Con respecto a la promesa de Wilson de utilizar su influencia en los banqueros americanos, se refirió a ella como "una atractiva propuesta, movida por intereses mezquinos, por medio de la cual renunciaríamos al derecho que incontrovertiblemente defendemos. Cuando la dignidad de una nación está en juego, creo que no existen suficientes préstamos para poder inducir a los encargados, por la ley, a mantener esa dignidad y no permitir que sea ultrajada".[ 70 ]
Aunque expresada en forma altiva, la nota de Gamboa concedía de hecho la demanda que más preocupaba a Wilson: que Huerta se eliminara a sí mismo de las futuras elecciones.[ 71 ]
El día 27 y en una actitud desafiante y enérgica, Gamboa leyó ante la Cámara todo lo sucedido desde que Lind llegó a México y dio a conocer las notas intercambiadas entre ambos gobiernos, así como la actitud intervencionista de la administración wilsoniana.
Asimismo, la prensa mexicana se expresó duramente de Lind, afirmando que su misión era de hecho intervencionista pero encubierta con el ropaje de la amistad y que el gobierno americano pretendía ejercer su voluntad en las elecciones presidenciales, ofreciendo a cambio el dinero de sus banqueros: "Las pretensiones del presidente de los Estados Unidos para intervenir, con sólo el derecho del más fuerte, en nuestros asuntos políticos y económicos fueron rechazadas con enérgico patriotismo".[ 72 ]
Wilson esperó cinco días más antes de presentar su informe al Congreso. En él, por primera vez explicó a éste y al pueblo americano su política hacia México. Delineó las proposiciones que Lind llevó a Huerta, el total rechazo de las mismas por parte del ejecutivo mexicano y declaró que los Estados Unidos mantendrían una política de "vigilante espera" y seguirían "la mejor práctica de las naciones en materia de neutralidad al prohibir la exportación de armas o pertrechos de guerra de cualquier clase" a cualquiera de las facciones contendientes en México,[ 73 ] pero que el gobierno americano mantendría abiertas las puertas de su amistad si México decidía cambiar de parecer. Además, Wilson apremió a los residentes americanos en México a abandonar cuanto antes el país.[ 74 ]
La resonancia de este mensaje pareció ser la señal de un cambio sustancial en la política; de hecho, el presidente deseaba ganar tiempo sin alterar significativamente su política. Desde un principio intentó lograr sus fines en México a través de una constante presión moral. Su mensaje al Congreso reafirmaba solamente dicha intención, ya que la política americana se quedó en las descuidadas instrucciones a Lind (restringidas únicamente a las negociaciones en la ciudad de México) y dedicadas no a la eliminación de Huerta, sino a su supresión de las futuras elecciones. [ 75 ]
Al enterarse Huerta de estas declaraciones, asumió una actitud optimista; pensó que si los rebeldes no tenían acceso al armamento norteamericano, a él le sería fácil acabarlos en unos cuantos meses. Muchos sectores recibieron favorablemente la noticia de la "vigilante espera", y al parecer, sólo los constitucionalistas se quejaron.[ 76 ]
La respuesta de Gamboa el día 27 de agosto y las afirmaciones de Lind acerca de que los Estados Unidos habían ganado una batalla esencial atenuaron la tensión en Washington e hicieron posible que Wilson y Bryan realizaran nuevos planes para lograr la pacificación de la República Mexicana.
Durante las siguientes cuatro o cinco semanas hubo una calma relativa en las relaciones entre ambos países; existían ciertos signos que dejaban entrever el éxito de la misión de Lind a pesar de su aparente fracaso. Éste creía sinceramente que Huerta se retiraría y convocaría a elecciones el 26 de octubre, además de que había expresado el deseo de enviar un agente confidencial a Washington.[ 77 ]
Lind jubilosamente reportó que, desde el punto de vista diplomático, su misión había sido todo un éxito y aconsejó que ya era tiempo de acercarse a los constitucionalistas:
Ya he pedido a Burnside [agregado militar americano] que me aconseje acerca del carácter de las fuerzas revolucionarias que estarán autorizadas ante nuestros buenos oficios para considerar las medidas del cese de hostilidades [...]. La lección del no reconocimiento es nuestra arma; creo que puede ser esgrimida efectivamente en el norte. El verdadero trabajo comienza ahora. No puedo profetizar éxito pero por la posibilidad de éste valen la pena nuestros mejores esfuerzos.[ 78 ]
Al día siguiente, Bryan le expresó sus congratulaciones así como las de Wilson, y le aconsejó estar preparado para recibir nuevas instrucciones. Por su parte, O'Shaughnessy informó al Departamento de Estado que Gamboa le había reiterado la promesa de que Huerta no sería candidato. Pero el encargado de Negocios tenía sus dudas y sugirió que si Wilson tomaba los pasos necesarios para convencer al gobierno federal de que la intervención armada sería necesaria en caso de que persistiera la situación, sus propuestas serían aceptadas. De igual modo, informó que las intenciones de los Estados Unidos de detener el envío de armas a México no eran vistas como un inconveniente para Huerta, ya que él recibía la mayor parte del armamento de las potencias europeas.[ 79 ]
Así, el embargo favoreció al gobierno federal, ya que los constitucionalistas se vieron cercados. Lind advirtió este desigual efecto tres días después del informe del presidente al Congreso:
El gobierno [de Huerta] aclama con gran satisfacción la actitud anunciada por los Estados Unidos prohibiendo efectivamente los cargamentos de pertrechos a México, sus deseos pueden ser y son obtenerlos de Europa. En vista de la situación sería prudente saber si los Estados Unidos están o no justificados de conocer lo referente a las municiones de guerra destinadas a México como contrabando sin consideración a su origen. En mi opinión ninguna política que no sea igualmente efectiva en contra de todos los combatientes resolverá la situación.[ 80 ]
Erróneamente, Lind había pensado que su precipitada salida de la capital intimidaría a Huerta, quien le pediría que se reanudaran las negociaciones, pero al no ver ninguna iniciativa por parte del gobierno mexicano, él por su propia cuenta telegrafió a O'Shaughnessy para que se aproximara al ministro de Relaciones Exteriores y le asegurara que estaba preparado para regresar a la capital y reanudar las pláticas. En una desalentadora contestación, O'Shaughnessy reportó que Gamboa pensaba que no existía ninguna razón por la cual el agente se trasladara nuevamente a la ciudad de México.
Para entonces, tanto Wilson como Bryan estaban preocupados de que futuros avances por parte de los Estados Unidos fuesen vistos como un deseo de hacer concesiones, pero tampoco querían que Lind se viese intimidado por Huerta. Así, en vez de llamarlo a Washington, se le ordenó permanecer en Veracruz, asumir el cargo de observador y reanudar las negociaciones sólo si así lo solicitaba el gobierno mexicano.[ 81 ]
La permanencia de Lind en Veracruz se prolongó hasta abril de 1914 y durante esos largos meses siguió de cerca la política de "vigilante espera". Su estancia en el puerto fue triste y solitaria y en sus informes a Washington se notaba la añoranza que sentía por regresar a su país. Sin embargo, este sentimiento se desvanecía con las cartas de Wilson y Bryan, que expresaban un profundo agradecimiento por los servicios tan indispensables que prestaba y que le rogaban permanecer en su puesto. El presidente le aseguraba que leía diariamente sus mensajes y que los tomaba muy en serio, y Bryan recalcaba que sus servicios eran considerados muy importantes para el Departamento de Estado.[ 82 ]
La actividad de Lind se concretó a recoger información y enviarla tanto a Wilson como al Departamento de Estado. Su estancia en Veracruz presentaba una doble situación: por un lado era ventajosa porque tenía acceso a opiniones muy variadas, tanto de nacionales como de extranjeros; pero por otra parte, había numerosos refugiados y fugitivos en la población flotante, quienes, con su presencia, dieron a Lind una visión distorsionada del panorama mexicano.[ 83 ]
A pesar de que en un principio Lind se había negado a recibir a ciudadanos ordinarios alegando su completo desconocimiento de la problemática nacional, a raíz del rechazo de las proposiciones y con motivo de su cada vez más fuerte simpatía por los constitucionalistas, su habitación del consulado americano se convirtió en el centro de reunión de los revolucionarios. Pero si bien su actitud se tornó observadora y recibió a gran número de visitantes, pronto se sintió abrumado por la cantidad de versiones que recibió.[ 84 ]
La primera fase de la misión de John Lind concluyó al mes escaso de haber llegado a México. Fracasó rotundamente en todo cuanto se le ordenó; las proposiciones idealistas de Wilson cayeron en los sordos oídos de Victoriano Huerta. Los ideales militares tan fuertemente arraigados en la mente de éste le impedían escuchar cualquier argumento sobre democracia o constitucionalidad, y ninguna teoría basada en la moralidad internacional lo convencería de que él y sus seguidores debían abandonar el poder.[ 85 ]
Las instrucciones de Lind fueron específicas y terminantes, pero su fracaso fue también el de Wilson. La indignación de éste era profunda pero veía la realidad mexicana a larga distancia, en tanto que la indignación de Lind iba en aumento mientras más tiempo permanecía en la escena nacional.
[ 1 ] Joseph Allen Flores, President Wilson's agents in Mexico, 1913-1915, tesis microfilmada inédita, Berkeley, University of California, 1959, 94 p., p. 7-9.
[ 2 ] Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 33-39.
[ 3 ] Arthur S. Link, La política de los Estados Unidos en América Latina, 1913-1916, traducción de Fernando Rosenzweig, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, 290 p., p. 47.
[ 4 ] Berta Ulloa, La revolución intervenida. Relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos (1910-1914), México, El Colegio de México, 1971, 394 p. (Centro de Estudios Históricos, nueva serie, 12), p. 111.
[ 5 ] Ray Stannard Baker, Woodrow Wilson. Life and letters, 8 v., Garden City (New York), Doubleday-Doran and Company, 1931, v. 4, p. 256; Harley Notter, The origins of the foreign policy of Woodrow Wilson, Baltimore, The Johns Hopkins Press, 1937, 696 p., p. 252.
[ 6 ] Ray Stannard Baker, Woodrow Wilson. Life and letters, 8 v., Garden City (New York), Doubleday-Doran and Company, 1931, v. 4, p. 262.
[ 7 ] G. Jay Rausch Jr., Victoriano Huerta, a political biography, s. l., University of Illinois, 1960, 290 p., ils., p. 133. Tesis microfilmada inédita.
[ 8 ] Berta Ulloa, La revolución intervenida. Relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos (1910-1914), México, El Colegio de México, 1971, 394 p. (Centro de Estudios Históricos, nueva serie, 12), p. 112.
[ 9 ] Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 40-43.
[ 10 ] Michael C. Meyer, Huerta, a political portrait, Lincoln, University of Nebraska Press, 1972, XVI-272 p., p. 121-122.
[ 11 ] Ray Stannard Baker, Woodrow Wilson. Life and letters, 8 v., Garden City (New York), Doubleday-Doran and Company, 1931, v. 4, p. 256.
[ 12 ] Ray Stannard Baker, Woodrow Wilson. Life and letters, 8 v., Garden City (New York), Doubleday-Doran and Company, 1931, v. 4, p. 256-257.
[ 13 ] A los pocos días de haber llegado a México, John Lind reportó al Departamento de Estado los rumores del posible arresto y expulsión de Hale. Al parecer, la decisión del gobierno mexicano se basó en las apreciaciones de Lane Wilson, quien siempre estuvo seguro de que Hale propició su renuncia y buscando la venganza, desprestigió cuanto pudo al agente especial ante el ejecutivo mexicano. Lind a Bryan, sin fecha, recibido 16 agosto 1913, National Archives of Washington, State Department Record Relating to Internal Affairs of Mexico, 1910-1929, Record Group 59, 812.00/8379.
[ 14 ] Testimonio de William F. Buckley, 6 diciembre 1919, y John Lind, 27 abril 1920, Senate Documents, 66 Cong., 2a. ses., n. 285, p. 767-814, 2318; entrevista con Lind, 12 noviembre 1919, en William F. Buckley Manuscripts, Latin American Collection, University of Texas; citado en Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 63-64.
[ 15 ] George M. Stephenson, John Lind of Minnesota, Port Washington (New York)/London, Kennikat Press, 1971, 398 p., ils., p. 4, 6, 7.
[ 16 ] Larry D. Hill, "The progressive politician as a diplomat: the case of John Lind in Mexico", The Americas, v. XXVII, n. 4, abril 1971, p. 355-372, p. 357; Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 92.
[ 17 ] Larry D. Hill, "The progressive politician as a diplomat: the case of John Lind in Mexico", The Americas, v. XXVII, n. 4, abril 1971, p. 355-372, p. 358.
[ 18 ] Contestación telegráfica a un telegrama de Wilson a Lind, 11 junio 1913, citado en George M. Stephenson, John Lind of Minnesota, Port Washington (New York)/London, Kennikat Press, 1971, 398 p., ils., p. 207.
[ 19 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 92.
[ 20 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 92; John P. Harrison, "Un análisis norteamericano de la Revolución Mexicana en 1913", Historia Mexicana, v. V, n. 4, abril-junio 1956, p. 598-618, p. 602-603.
[ 21 ] Bryan a Wilson, julio 31, 1913, Bryan-Wilson Correspondence, I, 106, citado en Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 93.
[ 22 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 93.
[ 23 ] M. Beltrán al secretario de Relaciones Exteriores, 6 agosto 1913, Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Revolución Mexicana, recorte del Morning Sun que contiene noticias relativas a la misión de Lind, año 1913, exp. H/210 (72:73) "913"/1, leg. 1, f. 233.
[ 24 ] El Imparcial, 6 agosto 1913, p. 1, 8.
[ 25 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 93.
[ 26 ] New York Times, 5 agosto 1913, p. 1; New York World, 5 agosto 1913, citado en Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 69.
[ 27 ] Spring-Rice a Grey, 21 julio 1913, n. 172, F0371/1674, exp. 6269/35096, citado en Peter Calvert, The Mexican Revolution, 1910-1914. The diplomacy of Anglo-American conflict, Cambridge, University Press, 1968, 332 p., mapas (Cambridge Latin American Studies), p. 201-212.
[ 28 ] El País, 6 agosto 1913, p. 1, 4.
[ 29 ] Edward P. Haley, Revolution and intervention: the diplomacy of Taft and Wilson with Mexico, 1910-1917, Cambridge/London, the Massachusetts Institute of Technology Press, 1970, 294 p., ils., p. 97-98.
[ 30 ] G. Jay Rausch Jr., Victoriano Huerta, a political biography, tesis microfilmada inédita, s. l., University of Illinois, 1960, 290 p., ils., p. 160.
[ 31 ] Edward P. Haley, Revolution and intervention: the diplomacy of Taft and Wilson with Mexico, 1910-1917, Cambridge/London, the Massachusetts Institute of Technology Press, 1970, 294 p., ils., p. 97-98.
[ 32 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 90-91.
[ 33 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 91.
[ 34 ] Garza Aldape a O'Shaughnessy, 6 agosto 1913, Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, Revolución Mexicana, exp. 16-10-122 (II), leg. 1, f. 223; O'Shaughnessy a Bryan, 7 agosto 1913, National Archives of Washington, 812.00/8573.
[ 35 ] El Imparcial, 7 agosto 1913, p. 1-2.
[ 36 ] G. Jay Rausch Jr., Victoriano Huerta, a political biography, tesis microfilmada inédita, s. l., University of Illinois, 1960, 290 p., ils., p. 162. Al parecer, estos comunicados tuvieron algún efecto e hicieron menos frío el recibimiento de Lind. Por otra parte, Huerta en realidad no deseaba tomar ninguna medida drástica que entorpeciera aún más sus relaciones con la Casa Blanca.
[ 37 ] Bryan a O'Shaughnessy, 6 agosto 1913, National Archives of Washington, 812.00/8241.
[ 38 ] El Imparcial, 9 agosto 1913, p. 1-2.
[ 39 ] Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 71.
[ 40 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 94; Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 68-69.
[ 41 ] O'Shaughnessy a Bryan, 10 agosto 1913, y Bryan a Lind, 10 agosto 1913, National Archives of Washington, 812.00/8287 y 812.00/8274A, respectivamente; El Imparcial, 16 agosto 1913, p. 1.
[ 42 ] Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 73.
[ 43 ] Wilson a Marshall, agosto 4, 1913, Wilson Papers, exp. VI, citado en Harley Notter, The origins of the foreign policy of Woodrow Wilson, Baltimore, The Johns Hopkins Press, 1937, 696 p., p. 257.
[ 44 ] Congressional Record, 63 Cong., 1a. ses., v. I, p. 3133, 3175, citado en Joseph Allen Flores, President Wilson's agents in Mexico, 1913-1915, tesis microfilmada inédita, Berkeley, University of California, 1959, 94 p., p. 30-31.
[ 45 ] Lind a Bryan, 10 agosto 1913, Lind Papers, y Lind a Bryan, 16 agosto 1913, Wilson Papers, exp. II, citado en Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 129.
[ 46 ] Peter Calvert, The Mexican Revolution, 1910-1914. The diplomacy of Anglo-American conflict, Cambridge, University Press, 1968, 332 p., mapas (Cambridge Latin American Studies), p. 204-205; O'Shaughnessy a Bryan, 12 agosto 1913, National Archives of Washington, 812.00/8317.
[ 47 ] Berta Ulloa, La revolución intervenida. Relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos (1910-1914), México, El Colegio de México, 1971, 394 p. (Centro de Estudios Históricos, nueva serie, 12), p. 117-118; Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 75; Lind a Bryan, 12 agosto 1913, National Archives of Washington, 812.00-8314.
[ 48 ] Edward P. Haley, Revolution and intervention: the diplomacy of Taft and Wilson with Mexico, 1910-1917, Cambridge/London, the Massachusetts Institute of Technology Press, 1970, 294 p., ils., p. 98.
[ 49 ] Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 78.
[ 50 ] Foreign Relations, 1913, p. 823-27, citado en Joseph Allen Flores, President Wilson's agents in Mexico, 1913-1915, tesis microfilmada inédita, Berkeley, University of California, 1959, 94 p., p. 32-33; Luis Lara Pardo, Matchs de dictadores, Wilson contra Huerta, Carranza contra Wilson, México, A. P. Márquez, 1942, 304 p., p. 64.
[ 51 ] George M. Stephenson, John Lind of Minnesota, Port Washington (New York)/London, Kennikat Press, 1971, 398 p., ils., p. 218.
[ 52 ] Edward P. Haley, Revolution and intervention: the diplomacy of Taft and Wilson with Mexico, 1910-1917, Cambridge/London, the Massachusetts Institute of Technology Press, 1970, 294 p., ils., p. 99; Berta Ulloa, La revolución intervenida. Relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos (1910-1914), México, El Colegio de México, 1971, 394 p. (Centro de Estudios Históricos, nueva serie, 12), p. 119-20.
[ 53 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 97; Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 79.
[ 54 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 97; Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 79; El País, 29 agosto 1913, p. 1, 5.
[ 55 ] Lind a Bryan, 18 agosto 1913, National Archives of Washington, 812.00/10641A.
[ 56 ] Edward P. Haley, Revolution and intervention: the diplomacy of Taft and Wilson with Mexico, 1910-1917, Cambridge/London, the Massachusetts Institute of Technology Press, 1970, 294 p., ils., p. 99.
[ 57 ] Berta Ulloa, La revolución intervenida. Relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos (1910-1914), México, El Colegio de México, 1971, 394 p. (Centro de Estudios Históricos, nueva serie, 12), p. 120-121.
[ 58 ] George M. Stephenson, John Lind of Minnesota, Port Washington (New York)/London, Kennikat Press, 1971, 398 p., ils., p. 219; G. Jay Rausch Jr., Victoriano Huerta, a political biography, tesis microfilmada inédita, s. l., University of Illinois, 1960, 290 p., ils., p. 163-164.
[ 59 ] Lind a Bryan, sin fecha, Lind Papers ; Lind a Bryan, 20 agosto 1913, Wilson Papers, ser. 2, caja 95, citado en Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 80-81.
[ 60 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 101-102.
[ 61 ] Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 82.
[ 62 ] Bryan a Lind, 22 agosto 1913, National Archives of Washington, 812.00/10642; Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 82.
[ 63 ] Joseph Allen Flores, President Wilson's agents in Mexico, 1913-1915, tesis microfilmada inédita, Berkeley, University of California, 1959, 94 p., p. 33.
[ 64 ] Berta Ulloa, La revolución intervenida. Relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos (1910-1914), México, El Colegio de México, 1971, 394 p. (Centro de Estudios Históricos, nueva serie, 12), p. 121.
[ 65 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 101.
[ 66 ] George M. Stephenson, John Lind of Minnesota, Port Washington (New York)/London, Kennikat Press, 1971, 398 p., ils., p. 222.
[ 67 ] Berta Ulloa, La revolución intervenida. Relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos (1910-1914), México, El Colegio de México, 1971, 394 p. (Centro de Estudios Históricos, nueva serie, 12), p. 124.
[ 68 ] Berta Ulloa, La revolución intervenida. Relaciones diplomáticas entre México y Estados Unidos (1910-1914), México, El Colegio de México, 1971, 394 p. (Centro de Estudios Históricos, nueva serie, 12); G. Jay Rausch Jr., Victoriano Huerta, a political biography, tesis microfilmada inédita, s. l., University of Illinois, 1960, 290 p., ils., p. 165-166.
[ 69 ] George M. Stephenson, John Lind of Minnesota, Port Washington (New York)/London, Kennikat Press, 1971, 398 p., ils., p. 222.
[ 70 ] George M. Stephenson, John Lind of Minnesota, Port Washington (New York)/London, Kennikat Press, 1971, 398 p., ils., p. 222; Joseph Allen Flores, President Wilson's agents in Mexico, 1913-1915, tesis microfilmada inédita, Berkeley, University of California, 1959, 94 p., p. 36.
[ 71 ] Arthur S. Link, Woodrow Wilson and the progressive era, 1910-1917, introducción de Harry Steele Commager y Richard Brandon Morris, New York, Harper and Row Publishers, 1954, 332 p., ils., mapas, p. 115.
[ 72 ] El Imparcial, 28 agosto 1913, p. 1-3, 5, 8.
[ 73 ] Arthur S. Link, Woodrow Wilson and the progressive era, 1910-1917, introducción de Harry Steele Commager y Richard Brandon Morris, New York, Harper and Row Publishers, 1954, 332 p., ils., mapas, p. 115.
[ 74 ] Bryan a Shanklin, 27 agosto 1913, National Archives of Washington, 812.00/8600A.
[ 75 ] Edward P. Haley, Revolution and intervention: the diplomacy of Taft and Wilson with Mexico, 1910-1917, Cambridge/London, the Massachusetts Institute of Technology Press, 1970, 294 p., ils., p. 100-101.
[ 76 ] G. Jay Rausch Jr., Victoriano Huerta, a political biography, tesis microfilmada inédita, s. l., University of Illinois, 1960, 290 p., ils., p. 167.
[ 77 ] Arthur S. Link, Woodrow Wilson and the progressive era, 1910-1917, introducción de Harry Steele Commager y Richard Brandon Morris, New York, Harper and Row Publishers, 1954, 332 p., ils., mapas, p. 115-116; Arthur S. Link, La política de los Estados Unidos en América Latina, 1913-1916, trad. de Fernando Rosenzweig, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, 290 p., p. 56.
[ 78 ] Lind a Bryan, agosto 1913, Wilson Papers, ser. 2, citado en Edward P. Haley, Revolution and intervention: the diplomacy of Taft and Wilson with Mexico, 1910-1917, Cambridge/London, the Massachusetts Institute of Technology Press, 1970, 294 p., ils., p. 101.
[ 79 ] Lind a Bryan, agosto 1913, Wilson Papers, ser. 2, citado en Edward P. Haley, Revolution and intervention: the diplomacy of Taft and Wilson with Mexico, 1910-1917, Cambridge/London, the Massachusetts Institute of Technology Press, 1970, 294 p., ils., p. 102; O'Shaughnessy a Bryan, 28 agosto 1913, National Archives of Washington, 812.00/8606.
[ 80 ] Lind a Bryan, 30 agosto 1913, National Archives of Washington, 812.00-10494; Edward P. Haley, Revolution and intervention: the diplomacy of Taft and Wilson with Mexico, 1910-1917, Cambridge/London, the Massachusetts Institute of Technology Press, 1970, 294 p., ils., p. 103.
[ 81 ] Lind a O'Shaughnessy, 28 agosto 1913, y O'Shaughnessy a Lind, 28 agosto 1913, Lind Papers, citado en Harry D. Hill, Emissaries to a revolution. Woodrow Wilson's executive agents in Mexico, Baton Rouge, Louisiana State University Press, 1973, 394 p., ils., p. 87-88.
[ 82 ] George M. Stephenson, John Lind of Minnesota, Port Washington (New York)/London, Kennikat Press, 1971, 398 p., ils., p. 223.
[ 83 ] George M. Stephenson, John Lind of Minnesota, Port Washington (New York)/London, Kennikat Press, 1971, 398 p., ils., p. 230.
[ 84 ] Kenneth J. Grieb, The United States and Huerta, Nebraska, University of Nebraska Press, 1969, 234 p., ils., p. 102.
[ 85 ] George M. Stephenson, John Lind of Minnesota, Port Washington (New York)/London, Kennikat Press, 1971, 398 p., ils., p. 223.
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 6, 1977, p. 97-151.
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