Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

 

Moisés González Navarro, Población y sociedad en México, 1900-1970,
2 v., México, Universidad Nacional Autónoma de México,
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, 1974 (Serie Estudios, 42).

Adela Pinet


Reconocido historiador y licenciado en Derecho, Moisés González Navarro se ha distinguido por sus estudios sobre la problemática social de México. A este tema ha dedicado la mayor parte de sus obras, explicando por medio de ellas el proceso histórico por el que ha atravesado nuestra sociedad y sus condiciones actuales.

Entre sus obras destaca la presente como una de las más vastas y precisas en lo que se refiere a datos e interpretaciones que aporta acerca de un tema inquietante que se ha venido escamoteando desde la Revolución. Esta obra patentiza las condiciones físicas reales en que ha vivido la población mexicana desde principios del siglo, las cuales demuestran cómo se han desvanecido los ideales revolucionarios tendientes al ascenso social, de los núcleos más numerosos y más necesitados de la sociedad, arrastrando con ello, a la Revolución y al país, a una grave crisis basada en la desigualdad social y económica.

Partiendo, como se dijo, de la última década del porfirismo, y tomando ésta como punto de comparación, el autor señala los intentos revolucionarios por renovar la sociedad, por edificar sobre la sólida base del nacionalismo una sociedad original, idea que constituyó el objetivo esencial del movimiento de 1910. El autor revela en esta obra una grave inquietud por la situación que las clases proletarias han venido sufriendo desde el porfirismo, y que sólo ha sido modificada levemente después de la Revolución. El tema central se analiza bajo dos subtemas, el primero se refiere a las condiciones físicas de la vida de la población: natalidad, vivienda, alimentación, salubridad, enfermedades y mortalidad; el segundo se centra en las relaciones del mexicano con el extranjero, subrayando sus condiciones de trabajo, las cuales siguen siendo inquietantes porque los aclamados objetivos logrados por la Revolución no favorecieron al campesino, y sólo en parte al obrero, cosa que pone en evidencia la contradicción entre la lucha por una igualdad económico-social que encarnó la Revolución y el sistema capitalista crecientemente dominante, que impuso una nueva burguesía alta y pequeña.

En primer lugar se analiza el problema del rápido crecimiento de la población, el cual se ha atribuido a la baja de mortalidad como consecuencia de la elevación del nivel de vida y al fomento de la cultura media. La desigual distribución de la población en la República, se hace notoria, y la concentración urbana se ha venido acelerando por el desarrollo económico, sobre todo en la ciudad de México, la cual

se explica por razones históricas, geográficas, por la centralización política, administrativa e industrial [...], la insuficiencia del ejido para sostener la familia, por la "explosión" demográfica y por el aumento de la desocupación agrícola [...] el resultado (de esta concentración en la capital) es que una cuarta parte de sus habitantes vive en condiciones inhumanas y parasitarias porque, en fin, no produce lo necesario para el sostenimiento de los servicios públicos adecuados [...] como el grado de industrialización del país no ha integrado a la masa agrícola en las actividades secundarias de la industria y terciarias de los servicios, el problema del ocio rural se convierte en un problema de subocupación urbana [v. I, p. 76-77].

Al analizar el núcleo familiar, el autor trata los problemas relativos al crecimiento de las familias numerosas, el debilitamiento de los lazos familiares, la nupcialidad, el concubinato y el divorcio. Es curioso señalar que el coeficiente de natalidad calculado por la Dirección de Estadística para 1900-1910 fue de 42.5 y sólo aumentó a 43.4 en 1970. Durante el Porfiriato y hasta la época de Miguel Alemán, aproximadamente, se mantuvo una política poblacionista y se combatía el control de la natalidad. Ya Ruiz Cortines "manifestó un claro pesimismo por la desproporción entre el aumento de la población, duplicada en los últimos 50 años y el volumen de los recursos agrícolas en explotación, con el natural encarecimiento de los artículos de primera necesidad" (v. I, p. 126-127), pero el "clima de opinión" no era alarmante. Al fin Díaz Ordaz abandonó el apotegma "gobernar es poblar" y se propuso aumentar la capacidad productiva para evitar restricciones de espacio, agua y electricidad.

¿Dónde vive el mexicano? González Navarro analiza el problema de la vivienda señalando que es paralelo al del crecimiento de la población. La obra sanitaria porfirista no benefició a las colonias pobres. El aumento de los habitantes de la capital trajo el anárquico nacimiento y crecimiento de numerosas colonias, en su mayoría sin los servicios sanitarios más indispensables. Mientras la población rica de la capital se iba desplazando al oeste y sur, las colonias proletarias rodeaban la ciudad por el este y el norte principalmente, el hueco lo ocupaban personas de la clase media. Fue a partir del gobierno de Calles que maduraron las instituciones oficiales destinadas a resolver el problema de la habitación, "pero pronto se advirtió un nuevo problema, no bastaba construir viviendas higiénicas y cómodas, porque algunas de las personas a quienes estaban destinadas no sentían la necesidad de la higiene ni de la comodidad; en realidad, el aumento de salario no se traducía en un cambio automático e inmediato de mentalidad" (v. I, p. 218).

¿Cómo vive el mexicano? Para explicar las causas del subdesarrollo, González Navarro señala la deficiencia en la alimentación y en la higiene, debidas a la miseria y a la falta de agua. Durante el Porfiriato y los años de lucha revolucionaria, el hambre era frecuente entre los pobres, y quienes podían comprar sus alimentos se quejaban por la adulteración de éstos. Por otro lado, se ha encontrado una conexión causal entre la pobreza de la alimentación campesina y el alcoholismo; desde fines del siglo pasado se tomaron diversas medidas para combatir este último, limitando el horario de cantinas, prohibiendo su venta en los centros fabriles, mineros, ejidos, y en general en los centros de población rural; se crearon impuestos a bebidas, se promovieron actividades deportivas, etcétera. Últimamente la importancia del alcoholismo tiende a reemplazarse por el uso de drogas heroicas y por el incremento que ha adquirido el consumo de cigarros.

El autor se aboca al estudio de las principales enfermedades que ha padecido la población mexicana y señala entre ellas la tuberculosis, las enfermedades venéreas, viruela y muchas más, contra las cuales el gobierno se enfrenta aumentando los servicios sanitarios y médico-sociales y ayudado en gran medida por los pasantes en Medicina, Odontología, Enfermería y Obstetricia. Se ha logrado hacer descender la mortalidad sobre todo desde la introducción de antibióticos. El coeficiente de mortalidad ha dejado de ser el mejor indicador de la salud, a diferencia de otras épocas en que contraer ciertas enfermedades era morir por su causa.

El segundo tomo de esta obra aborda el tema de las relaciones entre el mexicano y el extranjero. El móvil nacionalista que tuvo la Revolución al realzar lo mexicano y recelar de lo extranjero o combatirlo abiertamente fue uno de sus objetivos.

Como los intelectuales porfiristas miraban al indígena como un lastre, pensaban sustituirlo con una numerosa inmigración extranjera. En 1911 las dos terceras partes de las inversiones extranjeras en México corresponden a los norteamericanos, una quinta parte a los ingleses, quienes invirtieron en la minería y establecieron la primera línea de ferrocarriles en México; y poco menos de una décima parte corresponde a los franceses, quienes se dedicaron sobre todo a la industria textil. Con el objeto de aumentar la riqueza del país, la colonización recibió gran auge, México ha tenido contacto y fricción principalmente con los franceses, los chinos, los norteamericanos, los españoles y los guatemaltecos, pero en general ha perjudicado a indios y mestizos porque fueron despreciados y explotados por los extranjeros. Últimamente la discutida inmigración de capital extranjero ha sustituido la inmigración humana.

El problema del bracerismo es ampliamente tratado en esta obra, y aunque como muestra que se ha restringido, aún persiste, tanto porque los norteamericanos lo siguen necesitando como porque subsisten las causas de su emigración: desempleo y subocupación.

El rico contenido de esta obra se basa fundamentalmente, en fuentes primarias de naturaleza variada, tales como manuscritos (Ramo Obregón-Calles del Archivo General de la Nación), legislación federal y de los estados, memorias de las secretarías de Estado e informes del Poder Ejecutivo, relativos a la agricultura, asistencia pública y otros correspondientes al gobierno federal y a los estados; se revisó el Diario de Debates del Congreso de la Unión, la prensa periódica y, por supuesto, los censos y los anuarios estadísticos mexicanos y norteamericanos. Dedica un capítulo para definir el carácter y la naturaleza de los censos en México, sus deficiencias y el paulatino avance de sus técnicas, como advertencia a su utilidad como fuentes de primera mano. Refiriéndose a este tema explica que durante el Porfiriato se llevaron a cabo los tres primeros censos nacionales que se caracterizaron por su generalidad, uniformidad y simultaneidad. El movimiento revolucionario interrumpió el trabajo censal, pero en la medida en que aumentó la estabilidad política del país fue mejorando la estadística. En 1960 se usó por primera vez equipo electrónico.

La obra cuenta también con una amplia bibliografía que forman las fuentes secundarias y que el autor anota al final de su libro. Este levantamiento bibliográfico, minuciosamente elaborado, representa para el estudioso de la historia de la población mexicana contemporánea un recurso indispensable para sus investigaciones. Este apartado abarca casi la mitad del contenido del segundo tomo, y podría constituir un libro aparte de consulta bibliográfica.

Utilizando esta documentación y las técnicas demográficas, el autor estudia los fenómenos sociales aprovechando su experiencia histórica para enriquecer los datos de la estadística. La obra trata de describir esas estadísticas en su contexto histórico y físico para llegar a una explicación del desarrollo de la estructura social. Los logros de esta obra son una invitación al trabajo interdisciplinario entre demógrafos e historiadores, para que combinen las técnicas del primero con la crítica de las fuentes del segundo. El objetivo fundamental del autor en este libro es constituir una historia de la población, la cual forma parte de la historia social, y señalar sus relaciones con la sociedad y la cultura, y en grado menor con la economía y la política. Se analizan los problemas con objeto de darle unidad a la obra; el autor reconoce que en esta labor se plantea el problema de la "imparcialidad histórica", pues no se queda en la simple narración de los hechos.

Hay un interés especial en señalar las causas de los fenómenos que se estudian; al describir los cambios de la estructura social y el continuo movimiento en que ésta se desarrolla, se señala el motivo que incita a esa transformación en cada caso, pues la estructura social de ninguna manera es fija o estable ya que la historia misma no lo es. En su tenaz búsqueda por definir la etiología del subdesarrollo escarba el autor en los campos de la geografía, de la historia y de la demografía; investiga las relaciones entre los estados de la República y la capital, y también toma en cuenta las que se tienen con el extranjero, principalmente con Estados Unidos, pues como es sabido, su condición de desarrollo y situación geográfica determinan en gran parte las posibilidades de nuestro país.

El historiador subraya que, si bien las estructuras sociales son relativas y el proceso de cambio no se detiene, las condiciones de vida de la clase proletaria son lo único que parece mantenerse inmutable, a pesar de los intentos de los gobiernos posteriores a la Revolución.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 6, 1977, p. 219-222.

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