Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

 

William D. Raat, El positivismo durante el Porfiriato, 1876-1910,
traducción de Andrés Lira, México, Secretaría de Educación Pública,
1975, 175 p. (SepSetentas, 228).

Josefina MacGregor Gárate


La filosofía positivista en México, especialmente desde la aparición de las obras de Leopoldo Zea relativas a ella, ha estado en el marco de los intereses de los estudiosos de la historia moderna y contemporánea de México. William Raat no escapa a ese interés, aun cuando él mismo asienta en su libro El positivismo durante el Porfiriato que diversos autores han abundado sobre el asunto.

Raat, por principio, manifiesta su desacuerdo con la identidad que han establecido los historiadores entre el positivismo y el régimen porfirista, y presenta como tesis contraria a la de aquéllos, que dicha doctrina, "como gran sistema ideado por Comte, no alcanzó el rango de filosofía política oficial del régimen; [pues] fue ante todo una filosofía de la educación que se adoptó oficialmente hasta 1896 en el nuevo Plan de Estudios [de la Escuela Nacional Preparatoria]".

Para probar lo anterior, procede a explicar los supuestos de la filosofía comtiana y su introducción en México por Gabino Barreda. Establece la relación que existe entre los grupos sociales de entonces y sus actitudes frente a la filosofía positivista. Así, Raat considera que los hombres que estudia, del México de los finales del siglo XIX y principios del XX, sostenían una posición "ciencista", esto es, una propensión hacia el saber científico, más que una actitud propiamente positivista.

Raat analiza los posibles "medios de difusión" de la filosofía positivista, y, entre la Escuela Nacional Preparatoria, la prensa, la historia y la literatura, determina que sólo aquella institución y la Revista Positiva se ocuparon de difundir abiertamente la filosofía positivista.

Por otra parte, el autor expone -circunscribiéndose al periodo que va de 1876 a 1910- las diferentes posturas de los pensadores y políticos mexicanos respecto al positivismo, entre los que incluye a algunos "científicos". De este análisis, Raat desprende que no existe una verdadera relación entre el positivismo y este grupo de "científicos" tal y como han asegurado diferentes autores.

A lo largo de la obra de Raat es posible observar dos tendencias predominantes: una, combatir la identificación del positivismo con el Porfiriato; y otra, rechazar las conclusiones de Leopoldo Zea, al que en buena medida culpa por dicha identificación. Refuta la afirmación de este autor en el sentido de que el positivismo es la ideología predominante del Porfiriato.

Respecto al primer propósito, debemos decir que Raat nos brinda un buen análisis de las ideas de la época al exponer con claridad y rigor las características de la obra de pensadores y políticos, algunos de los cuales, como Miguel Macedo, Enrique Creel y Ramón Manterola, han sido escasamente estudiados. Pese a esto, creemos que su objetivo general resulta fallido. Veamos por qué.

El principal argumento de Raat para apoyar su tesis es que en México no se respetaron totalmente los lineamientos de la filosofía comtiana, sino que fue matizada por la influencia de otros autores. A lo anterior, agrega el autor que, salvo en contados casos, la defensa doctrinal y la polémica en torno al positivismo no se llevó a cabo en términos de especulación filosófica. Así, le parece que Limantour está más preocupado por las "estadísticas" que por la filosofía; y el periódico La Libertad se aboca más a las cuestiones de orden práctico que a la difusión del positivismo como doctrina filosófica.

De lo anterior, podemos concluir que para el autor el dogma y el método positivistas son dos elementos inseparables. Por ello, cuando destaca en los análisis particulares que los autores revisados por él sí aplicaron el método, concluye que no eran positivistas porque no estaban de acuerdo con el dogma. Sin embargo, esta aplicación metodológica es suficiente para considerar a tales autores como positivistas. Es de señalarse que precisamente su "independencia intelectual", como en el caso de Sierra, demuestra su apego a los postulados de la doctrina, pues esta corriente considera que su método, el positivista, tiene por objeto establecer un fondo común de verdades a través de la inducción, la observación y la experimentación. Así, lo "positivo" es una actitud que construye, es un método que no desecha un conocimiento o idea hasta que no es sustituido por otro, lo cual garantiza el orden científico.

El positivismo, pues, no se cierra a las nuevas ideas, sino que las toma en cuenta a través de una actitud positiva, según su utilidad social. En este sentido, creemos que se apegaron más al ideal positivista aquellos que dieron cabida a nuevos conceptos, que los positivistas ortodoxos que se cerraron a ellos, puesto que los primeros le dieron a la doctrina más posibilidades de realización práctica que los últimos.

Bien podemos censurar a Raat su afán de querer encontrar en el régimen de Díaz una defensa de la filosofía positivista como tal, y una actitud especulativa entre los políticos. Éstos, los políticos, hacen política y no filosofía, aun cuando en el fondo de aquélla puedan encontrarse supuestos filosóficos explícitos o implícitos. La posibilidad de saber en qué medida el Porfiriato es positivista en sus realizaciones radica en el análisis de las decisiones políticas -cosa en la que estamos de acuerdo con Raat-, pero es una tarea por demás ardua y compleja. Aunque, apartándonos del autor, si aceptamos que gente como Sierra y Limantour, secretarios de Estado, son positivistas, no es difícil admitir que su positivismo influyó en el gobierno del que formaban parte, cuando menos en las esferas de sus atribuciones.

Pese a estas dificultades, y aun cuando pudiera afirmarse que Porfirio Díaz no era un positivista y sí un liberal, es innegable que fue el método positivista aplicado por sus contemporáneos el que pudo dar cuenta y justificación del Porfiriato; ya que éste resultaría condenado a la luz del liberalismo.

A la vista de lo anterior, es posible establecer una relación muy estrecha y aun una identificación entre el positivismo y el Porfiriato.

Respecto al otro propósito que observamos en Raat, en el sentido de refutar algunas conclusiones de Zea, se advierte que el autor no examina ni rebate los supuestos de los trabajos de éste. Olvida que Zea, aunque filósofo, destaca la estrecha relación que debe existir entre historia y filosofía y la circunstancialidad de esta disciplina. Esto lleva a Zea a plantearse la existencia de un positivismo mexicano, aplicado a la circunstancia mexicana, y de una doctrina en la que se entrelazan necesariamente teoría y práctica.

También olvida Raat que Zea y Abelardo Villegas -a quienes considera autores de los mejores trabajos sobre el tema- aclaran perfectamente la amplitud que puede darse al término "positivismo", incluyendo en él no sólo al pensamiento comtiano sino también al de Spencer y Mill.

Para Zea "el positivismo será una doctrina con pretensiones universales, pero la forma en que ha sido interpretada y utilizada por los mexicanos es mexicana". Por ello, el estudio del positivismo mexicano llevará a examinar el proceso de adaptación a la circunstancia mexicana. Aclarado lo anterior, si algunos historiadores identifican sin estos matices positivismo y Porfiriato, culpa es de los historiadores y no de Zea.

Revisadas las dos tendencias que anotamos en un principio, no es posible concluir esta reseña sin manifestar nuestra extrañeza por la ausencia dentro de la obra de Raat de dos autores: Emilio Rabasa en el campo de la historia y Andrés Molina Enríquez en el de la sociología. Ya que, si bien la obra de Rabasa es posterior a la época que analiza Raat, no podemos olvidar que este autor, a través del método positivista, da razón del Porfiriato. En cuanto a Molina Enríquez, Raat toma como punto de partida su obra para presentar sus consideraciones sobre los grupos sociales de aquella época, sin hacer un análisis de ella. Creemos que, aun cuando sostenga que el trabajo de Molina Enríquez es precursor de la Revolución Mexicana, debió dar cuenta de él, aunque sólo fuera por lo que de positivista se ha dicho que tiene, y así presentar a quien, siguiendo el método positivista, no llegó a justificar totalmente al régimen de Díaz.

También debe destacarse que, frente a la minuciosidad del acopio de fuentes y la precisión al particularizar las ideas de la época, se observan imprecisiones lamentables. Vayan como ejemplo algunas de ellas.

Raat se aventura a llamar periódico católico a El Diario del Hogar, clasificación que poco toma en cuenta la posición de su director, el liberal Filomeno Mata. También se advierte cierta confusión en las fechas, ya que Raat señala el año de 1904 como la fecha de la caída de la facción reyista, cuando ésta ocurrió en 1902. Refiriéndose a las elecciones de 1904, afirma que Díaz desterró a Reyes, encarceló a Madero y favoreció a Dehesa, sin aclarar que esto ocurrió en 1909-1910. Asimismo vemos a Raat asegurar que existió un Partido Democrático que apoyó a Bernardo Reyes, cuando lo que se sabe es que se llamó Club Organizador del Partido Democrático y nunca lanzó oficialmente la candidatura del general, aun cuando algunos de sus miembros sí lo apoyaron.

Raat lanza varias ideas que bien merecen una aclaración mayor dada su importancia, como es la que se refiere a que en el siglo XIX las doctrinas de mayor influencia en América Latina fueron el positivismo, el darwinismo social y el marxismo, o bien la que asienta que Flores Magón y Madero fueron los voceros del proletariado.

Además, se requiere de una mayor precisión en algunos conceptos, pues a lo anterior agrega que Madero era un conservador y Díaz un liberal tradicional, o bien que los "científicos" eran antirreyistas, omitiendo decir qué se proponían como grupo político.

Para finalizar podemos decir que los planteamientos y conclusiones de Zea siguen en pie, pese a los embates de Raat. Aún es posible asegurar con aquél que el positivismo es "una doctrina filosófica puesta al servicio de un determinado grupo político y social en contra de otros grupos". Y recapitulando diremos que, aunque Raat no llega a destruir la identificación entre positivismo y Porfiriato, al analizar en su libro a tan diversos autores -desconocidos algunos de ellos-, hace una excelente aportación a los estudios de la época y a la historia de las ideas en México.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 6, 1977, p. 224-227.

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