Arturo Langle Ramírez
Para la historia del México contemporáneo es uno de los hechos de mayor trascendencia, no se trata de una batalla más, sino de una serie de consecuencias que transformaron la vida misma de nuestro país, por tanto el siguiente análisis va encaminado a poner en claro cada una de ellas.
Bien podríamos en principio anotar la relación de los puntos a explicar: a) la batalla de acuerdo con la ciencia militar, b) significado histórico, c) lo que fue para la División del Norte.
Es posible que para muchos surja la pregunta sobre la existencia de la ciencia militar, por lo que creo conveniente presentar en brevísimas líneas el nacimiento de ella.
Junto con la aparición del hombre surgió la lucha y con ella la necesidad defensiva, máxime que en sus primeras épocas reinaba la ley del más fuerte, así aparecieron las primeras nociones elementales de la estrategia, había que buscar la igualdad de las fuerzas, había que equilibrar la diferencia física. Inclusive una de las definiciones de guerra más aceptada en la actualidad reafirma la idea anterior: "La guerra es, en consecuencia, un acto de fuerza para imponer nuestra voluntad al adversario".[ 1 ]
Conforme fue avanzando el tiempo aquella estrategia se fue transformando y pronto los historiadores dieron en llamarle el arte de la guerra; por ejemplo, se llegó a decir que Esparta mostró al mundo el arte de la guerra. La evolución siguió y continúa hasta nuestros días, pero ahora dentro de los lineamientos de una ciencia propiamente militar que comprende una gama de conocimientos geográficos, físicos, químicos, atómicos, meteorológicos, etcétera, y por supuesto, los de orden guerrero o militar.
Esa ciencia marca las características de lo que debe ser una batalla ideal, una contienda prevista de todo lo que pueda acontecer tanto a la ofensiva como a la defensiva. Y Zacatecas precisamente, en toda la historia del ejército mexicano es la que más se aproxima, la que más se asemeja a esa batalla clásica.
En el relato del general Federico Cervantes, testigo presencial del hecho que nos ocupa, dice en una de sus partes:
Dicha batalla presenta todas las fases: reconocimientos preliminares, toma de contacto con el enemigo, estrechamiento del círculo de sitio, distribución ordenada de las tropas, elección de posiciones y establecimiento meditado de la artillería; empleo eficaz de ésta, para apoyar el avance de las otras armas, elección de una reserva y de un frente principal de ataque, y de posiciones laterales, desarrollo regular y previsto de la batalla, asalto metodizado de las posiciones, esfuerzo final y persecución tan eficaz, que la reserva aniquiló a las tropas en su retirada.[ 2 ]
Ferrer de Mendiolea menciona: "el día 23 de junio, a las 10 horas, se inicia la batalla más táctica que tuvo la Revolución y que culmina a las 17 horas con la entrada de los primeros revolucionarios".[ 3 ]
Finalmente transcribo el comentario del general Sánchez Lamego: "es necesario hacer notar, que en este hecho de armas se aplicó, por primera vez con muy buen éxito, el empleo de la artillería en masa".[ 4 ]
Conociendo ya las opiniones del porqué la toma de Zacatecas es la que más se aproxima a la batalla clásica, podemos entrar someramente al desarrollo de la misma:
La línea de defensa se extendía aproximadamente a lo largo de 20 km, el campo de batalla tuvo dos escenarios: primero las elevaciones que rodean a la ciudad de Zacatecas y después las calles mismas al momento de la ocupación, entre las principales fortificaciones naturales aprovechadas por los federales para la defensa están los cerros de La Bufa, El Grillo, La Sierpe, Cerro Colorado, Los Clérigos y otros; contaban con un efectivo aproximado de 12 000 soldados, aunque la cifra no se ha podido confirmar pues mientras unos dicen que no llegaban a 7 000, otros aseguran que pasaban de 15 000; no hay que olvidar que nuestros militares inflan o reducen las cifras de acuerdo su conveniencia, es decir, los vencedores la aumentan para que el mérito sea mayor, en tanto los derrotados la disminuyen para justificar su fracaso, como en el caso del general Antonio G. Olea, federal que tomó parte en la defensa de Zacatecas, en sus relatos nos dice que se enfrentaron a las fuerzas enemigas "en una proporción de uno contra diez, en hombres y de uno contra cinco, en artillería y ametralladoras".[ 5 ]
Sobre el dato anterior, Ignacio Muñoz, ex capitán federal, aclara: "Acabo de leer una rectificación que el coronel Federico Cervantes hace al artículo publicado por el general de División Antonio G. Olea relacionado con la Batalla de Zacatecas, en la que también fui protagonista", más adelante dice:
Creo que es incuestionable que Villa obtuvo allí un triunfo legítimo puesto que de la guarnición, que pasaba de 10 000 hombres (no cinco mil, como seguramente por olvido afirmó el general Olea, ya que los hechos ocurrieron hace muchos años) seguramente sufrimos entre muertos, heridos y prisioneros, bajas por más de 7 000 hombres.[ 6 ]
Pero volvamos a las acciones, la División del Norte con cerca de 23 000 hombres de las tres armas se preparó para el asalto que se inició desde el día 21 de junio de 1914, con los combates preliminares que aunque de poca duración causaban bajas entre los contendientes: el ataque definitivo principió a las diez horas del día 23, con el bombardeo de la artillería sobre el cerro de Loreto, extendiéndose minutos después sobre los de La Sierpe, El Grillo y La Bufa; los infantes villistas adelantaron sus posiciones, pero sin lograr ocupar las alturas; puede decirse que la primera fase termina con el ablandamiento de la línea enemiga; vino después una corta tregua que ambos bandos utilizaron para recoger a los heridos y efectuar los desplazamientos de la artillería. El cerebro de estos combates, el general Felipe Ángeles, checaba todos los movimientos, en tanto que el comandante de la División del Norte, general Francisco Villa, daba las últimas indicaciones a su caballería para el asalto final.
Los defensores, general Luis Medina Barrón, comandante en jefe, y sus segundos, los también generales Antonio G. Olea, Benjamín Argumedo y otros, se aprestaban a reorganizar sus fuerzas para lo que debía ser el último obstáculo para la revolución constitucionalista.
Se reinició el fuego, ahora con mayor ímpetu, pero más certero el constitucionalista; los federales empezaron a ceder, los infantes villistas se hicieron de las alturas; en todos los frentes se mejoraron posiciones y el enemigo empezó a replegarse hacia la población. Hacia las 5:50 de la tarde se vio una gran humareda en la ciudad; era un indicio de la derrota. Hacia esas horas el fuego revolucionario se multiplicaba y en cambio los federales casi lo interrumpían. La retirada no se hizo esperar, las tropas gobiernistas totalmente diezmadas tuvieron que darse a la fuga ante la presión de las fuerzas de reserva que, apostadas en Guadalupe, intentaban cortarla.
La victoria caía tal y como se había planeado, la artillería había cumplido con su misión destructiva y de apoyo, la infantería con su cometido de ganar posiciones, y la caballería se movilizó admirablemente en asaltos sorpresivos y en las acciones de persecución. La táctica de Ángeles y la bravura de Villa se fundieron para lograr la gran victoria.
Este hecho de armas trascendió al extranjero. En la revista francesa L´Illustration Française apareció el siguiente artículo firmado por Reginald Kann:
La inferioridad de los federales no quita nada al mérito de los vencedores. Los dispositivos tomados para el ataque, prueban que el comando posee un seguro instinto de la guerra y de la utilización del terreno. La ejecución es tan notable por la rapidez del movimiento ofensivo y su vigor poco común, que para obtener en tan poco tiempo un resultado tan completo, precisa una organización relativamente avanzada y procedimientos de combate que mucho se aproximan a los nuestros, lo que no se creía, generalmente.
Agrega, "que la ejecución fue obra del mando de oficiales valientes y de la intrepidez de los soldados de la División del Norte".[ 7 ]
El comentario anterior confirma total y definitivamente que la toma de Zacatecas es la batalla más táctica de nuestra historia.
Son dos los principales hechos históricos que registra la toma de Zacatecas y ambos de vital importancia para México: uno, el triunfo definitivo constitucionalista, y el otro, el rompimiento Carranza-Villa.
El año de 1914 marcó la senda del triunfo de las armas constitucionalistas. Todos los cuerpos del ejército e inclusive columnas volantes de segundo orden obtuvieron victorias sobre los federales. El cuerpo de ejército del noroeste, a las órdenes del general Álvaro Obregón, inició el desplazamiento hacia el sur desde Navojoa, Sonora, el día 25 de marzo; tras derrotar a los gobiernistas en Acaponeta, en Tepic y en Orendáin ocupó la importante plaza de Guadalajara el día 9 de julio, dirigiéndose días después a la ciudad de Querétaro a reunirse con el general Pablo González, para que ambos marcharan a Teoloyucan, Estado de México, donde llegaron el día 13 de agosto con la representación del primer jefe, Venustiano Carranza, para entablar las negociaciones sobre la entrega de la ciudad de México y del gobierno mismo de Francisco Carbajal, quien ocupaba la presidencia interinamente a consecuencia de la renuncia de Victoriano Huerta; los representantes gobiernistas fueron el general José Refugio Velasco, que era el secretario de la Guerra, y Eduardo Iturbide, como autoridad civil de la ciudad de México.
Pablo González, general en jefe del cuerpo de ejército del noreste, después de haber fracasado en octubre de 1913 en el asalto a la ciudad de Monterrey, logró finalmente su ocupación el día 24 de abril de 1914, posesionándose más tarde de Saltillo y dirigiéndose posteriormente a la ciudad de Querétaro, a la que llegó el día 8 de agosto, continuando hacia Teoloyucan al desempeño de la comisión ya relatada, en compañía del general Obregón.
La campaña de la División del Norte, comandada por el general Francisco Villa, había sido impresionante y los triunfos venían desde fines de 1913; en marzo de 1914 ocupaban a sangre y fuego Torreón; obtuvieron otras victorias como la de Ciudad Juárez, San Pedro de las Colonias, Paredón, etcétera, y hacia el mes de junio estaba lista para atacar Zacatecas, máxime que habían fracasado Pánfilo Natera y los hermanos Arrieta; por otra parte, ante el avance incontenible de la División del Norte, el gobierno presidido por el general Victoriano Huerta jugándose su última carta reunió en aquella plaza a lo mejor de su contingente, sumando un efectivo de 12 000 hombres que puso a las órdenes del general Luis Medina Barrón; los resultados como ya se mencionó fueron favorables a los constitucionalistas, pero lo más importante fue el desmoronamiento del ejército federal, y junto con él vino la caída definitiva del gobierno de Victoriano Huerta, ya que para el día 15 de julio de ese año presentaba su renuncia al Congreso de la Unión. En otras palabras fue el golpe de gracia al huertismo que, ante la falta de apoyo militar, tuvo que entregar el poder usurpado en aquellos trágicos acontecimientos de febrero de 1913.
Si la toma de Zacatecas significó el triunfo constitucionalista, es innegable que también trajo como consecuencia el principio de nuevas contiendas, de una lucha exterminadora; la guerra entre Villa y Carranza, aunque a decir verdad con un cariz un tanto personal.
La separación surgió cuando el primer jefe, sorpresivamente ordenó al general Pánfilo Natera y a los hermanos Arrieta que atacaran la importantísima plaza de Zacatecas. Los revolucionarios iniciaron los combates el día 10 de junio, pero con resultados negativos, pues en todos los asaltos fueron rechazados por las tropas del general Luis Medina Barrón; ello obligó a Natera a solicitar refuerzos para continuar los asaltos, por lo que Carranza ordenó al general Villa que enviara 5 000 hombres a las órdenes de José Isabel Robles o de Tomás Urbina. Villa pretextando que el primero estaba enfermo y que Urbina no se llevaba bien con los Arrieta, sugirió que marchase toda la División para evitar un nuevo descalabro. Se cruzaron varios telegramas sin que lograran ponerse de acuerdo el comandante del cuerpo y el primer jefe, siendo notorio que éste trataba de evitar a toda costa que Villa siguiera hacia el sur. Había que detener sus éxitos militares, ya que para estas fechas el guerrillero gozaba de mayor popularidad que el mismo Carranza.
Conforme avanzaban las conferencias telegráficas se hacía más tensa la situación, hasta que llegó al máximo con la renuncia de Villa, que por supuesto fue aceptada de inmediato. Carranza había logrado su objetivo; sin embargo, no contaba con la forma en que iban a reaccionar los demás jefes villistas y que fue totalmente contraria a lo que él esperaba. Es de suponerse que encabezados por el general Felipe Ángeles acordaron desconocer al primer jefe por la misma vía telegráfica; en uno de los mensajes se llegó hasta la insubordinación.
Villa con el apoyo de sus segundos y haciendo caso omiso de la primera jefatura se lanzó sobre Zacatecas hasta lograr no sólo el triunfo de la batalla, sino el triunfo de la revolución constitucionalista. Todavía con la euforia de la victoria, Francisco Villa notificó el resultado militar a Venustiano Carranza, lo que quiere decir que otra vez se disciplinaba a la primera jefatura.
A pesar del triunfo y de la sumisión de Villa, la semilla de la discordia y la envidia estaba sembrada y pronto su nefasto fruto debía enrojecer con sangre nuevamente los campos de batallas.
Es imprescindible analizar este acontecimiento desde el punto de vista representativo, para lo que debe considerarse el ejército villista. Con toda seguridad que desde el término "ejército villista" tendrá una crítica constante y despiadada, pero quién se atreve a negar que, dentro del movimiento en que intervino, llegó a ser el cuerpo más disciplinado, mejor armado y el más temible de todo el constitucionalismo. El que intente restarle méritos militares a esa División del Norte, que tan sólo ponga las campañas una frente a otra de cada uno de los revolucionarios y que analice efectivos, armamento y comandantes enemigos; este método será el más convincente y pondrá en claro la actuación de ese ejército dentro de nuestra Revolución.
La División del Norte nació ante la necesidad de unificación de las fuerzas revolucionarias que actuaban en los estados de Chihuahua y Coahuila, principalmente. Cuando Villa decidió atacar por primera vez la ciudad de Torreón precisó de los servicios de otros jefes. Además, a la partida inicial de Villa, como era lógico, se fueron uniendo numerosos jefes con sus tropas, y ello obligó a designar a un comandante en jefe, cargo que recayó en el general Francisco Villa. Así, en la hacienda de La Loma surgió lo que debía ser el cuerpo ejemplar del constitucionalismo.
La primera gran victoria se registró el 30 de septiembre de 1913, con la ocupación de Torreón, tras los combates de Avilés, Lerdo y Gómez Palacio. Marchó después sobre Chihuahua donde fue rechazado, pero sorpresivamente y mediante un ardid ocupó Ciudad Juárez el día 15 de octubre; el día 24 de noviembre lograba la maravillosa victoria de Tierra Blanca. Sobre estas acciones, dice Barragán: fue "una campaña verdaderamente fabulosa: asalto fulminante a Torreón, sitio de la ciudad de Chihuahua, audaz captura de Ciudad Juárez y espectacular victoria de Tierra Blanca".[ 8 ]
La aureola victoriosa seguía a la División. Así, el 10 de enero de 1914 tomaba la población de Ojinaga; regresó a Torreón, que había sido recuperado por los federales. Esta segunda toma resultó más sangrienta que la anterior, puesto que se prolongó por la magnífica defensa del general Refugio Velasco. Las acciones se registraron en los últimos días del mes de marzo del mismo año y como corolario a esta batalla se obtuvieron las victorias de San Pedro de las Colonias y Paredón.
Es conveniente indicar que para esa segunda toma de Torreón, Villa ya contó con los servicios del general Felipe Ángeles, quien se hizo cargo de la artillería del cuerpo, aumentando en esa forma su poderío. Se lograba fusionar el tecnicismo, la organización y los conocimientos artilleros de Ángeles con la temeridad, audacia y bravura de Pancho Villa.
El siguiente objetivo fue la ciudad de Zacatecas; era el camino lógico y natural. Sin embargo, la primera jefatura no estaba de acuerdo en permitir que los principales honores de la campaña constitucionalista se los llevara la División del Norte y su comandante, máxime que en estas fechas su fama había trascendido al extranjero y, por tanto, en él vislumbró un posible enemigo (y así lo fue).
Surgieron múltiples obstáculos de toda índole, pero el caso es que el grueso de la División del Norte culminó gloriosamente su campaña con la toma de Zacatecas, y así cerraba con sello de oro su actuación en el constitucionalismo. Nunca había existido un ejército que lograra en tan poco tiempo tan admirable e impresionante campaña.
Estamos a cincuenta años de la memorable batalla de Zacatecas y puede decirse que apenas entramos a la fase del ordenamiento de la verdad histórica de la revolución contemporánea, alejados de toda influencia tanto del orden político como de justificación.
[ 1 ] Karl von Clausewitz, De la guerra, p. 9.
[ 2 ] José T. Meléndez, Historia de la Revolución Mexicana, 2 v., México, Talleres Gráficos de la Nación, 1940, t. I, p. 293.
[ 3 ] Gabriel Ferrer de Mendiolea, Historia de la Revolución Mexicana, México, El Nacional, 1956, p. 95.
[ 4 ] Miguel A. Sánchez Lamego, Historia militar de la revolución constitucionalista. Tercera parte, México, Instituto Nacional de Estudios de la Revolución Mexicana, 1956, p. 95.
[ 5 ] José T. Meléndez, Historia de la Revolución Mexicana, 2 v., México, Talleres Gráficos de la Nación, 1940, t. I, p. 305.
[ 6 ] Ignacio Muñoz, Verdad y mito de la Revolución Mexicana, México, Ediciones Populares, 1960, t. II, p. 256.
[ 7 ] José T. Meléndez, Historia de la Revolución Mexicana, 2 v., México, Talleres Gráficos de la Nación, 1940, t. I, p. 290.
[ 8 ] Juan Barragán Rodríguez, Historia del ejército y de la revolución constitucionalista, 2 v., México, Stylo, 1946, t. I, p. 271.
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, José Valero Silva (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 1, 1965, p. 125-133.
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