Ignacio F. González-Polo, Polotitlán de la Ilustración en el Estado de México.
Un caso de colonización y fundación de pueblos en el siglo XIX,
prólogo de Ernesto de la Torre Villar, México, Biblioteca Enciclopédica
del Estado de México, 1971, 261 p., ils.
Guillermo Porras Muñoz
Pocas poblaciones como esta Polotitlán pueden sentirse ufanas de haber merecido la atención de un historiador. Su atención se justifica, en parte, porque, como se puede colegir con sólo leer el título, la familia Polo dio su vida y su nombre al pueblo y de la misma familia proviene el autor, pero, caso singular, no se trata de un escritor vetusto, arrinconado en su provincia de la que canta sus penas y sus glorias. González-Polo es capitalino, de nacimiento, de porte y de raigambre, y estudia desde la misma capital el rincón más norteño del estado vecino que fuera solar de sus ilustres antecesores. No es éste, sin embargo, un relato genealógico limitado a intereses personales, sino más bien la solución particular, local, de un problema de enfoque nacional. Esto realmente es lo que explica el interés del autor en su tema.
Se inicia esta obra con un muy bien logrado estudio de la raquítica y mal distribuida población con que contaba México - la República , no el estado- al empezar la era de su vida independiente. El autor relata el enfrentamiento al problema, por lo menos de una manera teórica ya que hubo pocos logros en la práctica, desde el gobierno de Iturbide hasta "el reconocimiento oficial del fracaso de la colonización, en 1880". Ni la inmigración extranjera ni la colonización nacional, valgan las redundancias para mayor claridad, dieron resultado, excepto en Texas con las consecuencias tan sabidas.
Los Polo se anticiparon, motu proprio, a la solución del problema. En un paraje llamado San Nicolás de los Cerritos, de la municipalidad de Aculco, don Juan Luis Polo y doña Nicolasa María Dorantes tuvieron dieciocho hijos a partir de los años cuarenta del siglo XVIII. El éxito colonizador de este matrimonio resulta indiscutible. Así, no es extraño que la familia, con sus numerosas alianzas, viniera a diseminarse por aquellos lugares, que destacara localmente en el conato de Independencia de 1810, que dominara la política municipal a partir de 1829 y que, con otras familias afines, acabara fundando su propio pueblo: San Antonio del Río, o del Llano, o de la Soledad, o también "el Ventorrillo", pues era conocido por todos estos nombres tan descriptivos, se convirtió en San Antonio Polotitlán, por decreto del Congreso Constitucional del Estado de México, expedido el 10 de mayo de 1852, cabecera de la municipalidad del mismo nombre. Veintiséis años más tarde el pueblo fue erigido en villa y recibió su nombre actual.
En sucesivos capítulos, documentados, como toda esta obra, en el fruto de su difícil investigación en los archivos locales y en el General de la Nación así como en una bibliografía abundante, González-Polo estudia cada uno de los aspectos de la vida y el desarrollo de la nueva población hasta nuestro tiempo: demografía, agricultura, ganadería, minería, industria, comercio, obras públicas, comunicaciones, religión, educación, etcétera. Por su forma expositiva y su contenido exhaustivo, cada uno de estos temas es tratado con ejemplaridad. Complementan el texto varios mapas, dibujos e ilustraciones -que por su rareza resultan excepcionales-, y nueve testimonios documentales de importancia decisiva. Solamente notamos la falta de un índice analítico que siempre facilita la consulta de una publicación del alcance que tiene ésta. La bibliografía acredita el esfuerzo del autor por agotar todas las fuentes de su tratado.
Este volumen lleva el número veintidós en la colección titulada Biblioteca Enciclopédica del Estado de México, que desde hace casi diez años viene publicando Mario Colín, y que es la más importante aportación de cualquier estado de la República a la cultura nacional. En su acertado prólogo a la obra de González-Polo, Ernesto de la Torre Villar reseña el génesis y el desarrollo de esta valiosa "biblioteca", aportando datos de gran valor para todo lector y señalando la preclara labor del licenciado Colín, por la que hay que "felicitarse y felicitarlo".
Continúa el prologuista haciendo una semblanza física e intelectual tan exacta de González-Polo, que de no haber mencionado su nombre cualquiera que lo conoce lo habría identificado. Después analiza el contenido de la obra y destaca su importancia, con elogios muy merecidos para su autor.
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Ernesto de la Torre Villar, Arturo Langle, Álvaro Matute y Martín Quirarte (editores), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 5, p. 231-232.
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