Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México

LAS CAMPAÑAS DE PORFIRIO DÍAZ EN EL ESTADO DE GUERRERO

Rosaura Hernández Rodríguez



En la segunda mitad del siglo XIX México se agitaba en constantes revueltas. La guerra de Reforma dividió los corazones de los mexicanos y después la intervención francesa aumentó el caos en la ensangrentada República.

En las vicisitudes de estas luchas surgieron hombres presurosos a defender sus ideales y el suelo patrio. Porfirio Díaz se distinguió entre ellos, ya que la invasión napoleónica le proporcionó un vasto campo de acción en la lucha armada. Con gran escasez de equipo y elementos humanos preparados, cada ciudad, cada villa y cada población aportaban contingentes que formarían el conjunto del ejército mexicano.

Transcurría el mes de mayo de 1863 cuando la capital de la República fue tomada por el ejército invasor. El gobierno de Juárez se vio obligado a peregrinar dentro y fuera del territorio mexicano. Para octubre del año antes dicho se discutían en San Luis Potosí los graves problemas de la nación. Efectuados los cambios en el gabinete, los planes de guerra exigían hombres capaces de llevarlos a cabo con el mejor resultado. Era a la sazón secretario de Guerra Ignacio Comonfort, quien hizo reunir a los generales Porfirio Díaz y Felipe Berriozábal para formular una nueva campaña. El general Díaz debería tomar el mando de la primera división y marchar hacia Oaxaca con el objeto de establecer ahí un cuartel general de operaciones del Ejército de Oriente. El recorrido de este cuerpo fue largo y penoso. Caminos abruptos, enemigos por doquier y falta de alimentos constituían la orden del día de la división al mando de Porfirio Díaz. Para llegar a su meta atravesó los estados de Querétaro, Michoacán y Guerrero. El paso de dichas fuerzas por este último será el objeto de nuestra atención.

Las tropas salieron de San Juan del Río, Querétaro, el 6 de octubre de 1863 marchando a poca distancia de las fuerzas del imperialista Laureano Valdés, con las que tuvieron algunos encuentros.

El recorrido que el general Díaz menciona en sus Memorias indica que de San Juan del Río se dirigieron hacia Angangueo y Orocutín y de ahí "a un lugar cuyo nombre no se pudo averiguar porque estaba deshabitado y de allí a Zacualpan, Tetipac y Taxco".[ 1 ] Santibáñez, en su Historia del Ejército de Oriente dice que para llegar a Taxco el ejército sufrió dificultades "pues caminaba en terreno desconocido y por montañas casi inaccesibles hasta llegar a un lugar defendido por tropas franco-mexicanas que hicieron una resistencia tenaz".[ 2 ] No menciona los puntos tocados durante el recorrido.

La llegada de las tropas de Díaz a Taxco y la toma de ese lugar han dado origen a diversos comentarios. El mismo Porfirio Díaz en sus Memorias asienta que, al entrar en el estado de Guerrero, las tropas de Laureano Valdés trataron de impedirle el paso del río Mixteco, pero que después de un día y una noche de tiroteo el enemigo abandonó el campo y su columna siguió avanzando hasta que llegaron a Taxco el

27 de octubre de 1863, y como la ciudad estaba ocupada por los traidores, hubo que batirlos, emplearon en esta operación el día y la noche del 28 de octubre. Fue necesario también poner en jaque a la guarnición traidora que estaba en Iguala, para que no pudiera proteger a Taxco. Después de permanecer dos días en Taxco, seguí mi marcha pasando por Mexcala con dirección a Chilapa.[ 3 ]

Santibáñez, en su ya citada obra, manifiesta que después de cuatro días de malos ataques y desesperadas defensas en cuyas acciones se estaban perdiendo los escasos elementos y sacrificando el reducido ejército, el general Díaz decidió lanzarse contra la plaza de Taxco, cuyos defensores fueron replegados hasta el convento, punto fuerte de aquella población. El fuego intenso de uno y otro lado produjo un efecto de terribles consecuencias para los habitantes del pacífico mineral, cuyas casas se incendiaron en todo el perímetro exterior.

El punto clave de defensa en esa población era el convento, formidable fortaleza en la cual los habitantes presentaron una tenaz resistencia. Fue el primer combate de Porfirio Díaz como jefe del Ejército de Oriente. Se atribuye a esta batalla la misma importancia que a las de Miahuatlán, La Carbonera y el 2 de abril. El mérito de Díaz en esta ocasión fue la organización de los hombres a su mando. Sin constituir un ejército disciplinado, tuvieron que luchar contra fuerzas organizadas que defendían Taxco al mando de Marcos Toledo, "indio fanático de gran bravura", según el periódico francés L'Estafette.

Toledo, imperialista y defensor de la religión, alentó al pueblo en contra de los republicanos. Encontró gran ayuda y logró que las mismas mujeres fabricaran cartuchos.

Argüelles -cura del lugar- y un alemán llamado Carlos Fuch encabezaban un grupo que deseaba la paz. Para ello entablaron pláticas con Porfirio Díaz sin llegar a un acuerdo.

Las tropas republicanas continuaron su ataque destacando una columna por el rumbo de San Diego, al mando de Cirilo Tolsá, quien murió en el combate. Los sitiadores se desanimaron y sólo gracias a las arengas y ejemplo de Díaz redoblaron sus esfuerzos. Porfirio Díaz calculó que la falta de parque haría rendirse a la población. Toledo, a pesar de sus convicciones, tuvo que ceder y se entablaron nuevas pláticas. Los emisarios imperialistas fueron el alemán Fuch, el comisario municipal y otras personas enviadas por el cura Argüelles. Deseaban entregar la plaza pacíficamente si se respetaban sus vidas.

La comisión, al decir de Zamacois,[ 4 ] fue recibida por el general Díaz y éste, disgustado por la muerte de su amigo el coronel Cirilo Tolsá, los trató agriamente recapacitando después.

Existen dos versiones sobre el sitio de Taxco. La del periódico L'Estafette y la propia del general Díaz. La primera acentúa la irreligiosidad del jefe republicano y de sus tropas en una frase que, según el autor del artículo,[ 5 ] fue pronunciada por Díaz: "Si Dios está por Taxco, que fulmine a mis soldados", y algunas blasfemias de un soldado sinaloense en contra de la imagen de Santa Prisca, patrona del lugar. Estas irreverencias, enfurecieron al pueblo que sufrió además el saqueo de sus propiedades. El objetivo principal era la casa del suizo Jeker, destinada a ser destruida totalmente, pero el propietario habíase puesto en fuga. Sin embargo, lograron aprehenderlo las tropas de Figueroa.

El parte oficial, enviado al ministro de la Guerra, es la versión que el general Díaz asentó:

al comenzar el cañoneo que debía preceder al asalto, se presentaron unos comisionados de la plaza anunciándome que estaban dispuestos a rendirse con tal que se les garantizase la vida. Con este incidente suspendí mi ataque y manifesté a los comisionados una expresa prevención suprema de fusilar a todo traidor que se aprehenda con las armas en la mano, en consecuencia, si se rendían, no serían ejecutados sino presentados al Supremo Gobierno.[ 6 ]

Taxco capituló y sus habitantes sufrieron las fechorías de todo saqueo, robos, violaciones y pillaje, y el periódico comenta: "Si el señor Díaz, que pasa por ser uno de los más bravos y más honorables de los jefes juaristas, viola así las leyes de la guerra y su palabra, qué no serán los otros". (Firma el artículo, Ch. de Barrés).

Indudablemente el sitio de Taxco fue sangriento y las opiniones de uno y otro bando, aunque exageradas en parte, no deben tomarse como base única para juzgar la actitud de los jefes y subordinados autores de los hechos, hay que considerar que, en toda guerra, por más justa que se pretenda hacerla, siempre hay atropellos, violaciones y pillaje. México, entonces, no contaba con un verdadero ejército; era una "turba de patriotas" dice Santibáñez, y nosotros pensamos que era una muchedumbre fatigada por más de un mes de penosas jornadas, por lo que, al enfrentarse a una población rica, bien provista de alimentos y demás menesteres y defendida por habitantes celosos de su religión e ideas, el encuentro entre estos elementos debía ser cruento. Los desórdenes que las tropas de Díaz cometieron, no sin ser injuriadas por los taxqueños, no era posible que el general las controlase. Seguramente este sitio no lo dejó muy satisfecho por la actitud de sus soldados y quizá se sintió un tanto culpable porque no asienta nada en sus Memorias.

El 31 de octubre y después de permanecer dos días en Taxco emprendió la marcha rumbo a Iguala, plaza ocupada por el jefe enemigo Juan Vicario. El general Díaz -dice Santibáñez-nunca tuvo intención de atacar Iguala; su objeto era ponerse en comunicación con los generales Jiménez y Pinzón; pero, para cortar el camino y no fatigar a la tropa con marchas forzadas, era preciso acercarse a aquella región.

Aunque eran superiores las fuerzas y los elementos de Juan Vicario, Díaz era temido por el prestigio que alcanzó en el asalto de Taxco, y al organizar sus fuerzas para simular un ataque, Vicario se replegó al centro de la ciudad dando tiempo a que el ejército republicano descansara cuatro horas después de la fatigosa marcha.

Cuando Vicario esperaba el ataque, ya Díaz había conseguido el objeto de tener franco el paso y dispuso el desfile en perfecto orden dejando a Vicario burlado. Llegó Díaz a Tepecoacuilco a donde entregó a los prisioneros de Taxco a los generales Pinzón y Jiménez y continuó su marcha a Chilapa, donde permaneció cuatro días descansando y haciendo provisiones.

De Chilapa continuó la marcha al mesón Atlixtaca, Ayotzinapa, Tlapa, Ixcatiopa, Tlalistaquilla, Yucuyachi, Tonalá y Huajuapan de León, ya en el estado de Oaxaca, donde la división quedó al mando del general Rafael Benavides, y el general Díaz marchó a Oaxaca a preparar las mejores condiciones para su línea de Oriente. Desempeñando esta comisión permaneció hasta que fue llevado prisionero a Puebla después del sitio y toma de Oaxaca por Bazaine en febrero de 1865. Bien conocida es la fuga un tanto novelesca que el general Díaz efectuó de la prisión del convento de la Compañía en Puebla y vemos que una vez liberado, marcha con rumbo a un paraje donde el coronel Bernardino García debía esperarlo, situado en los confines del estado de Guerrero con el de Puebla y llamado Paso de Santa María del Río; pero como la cita la habían concertado para el 15 de septiembre y la evasión tuvo lugar el 20, el coronel García se había marchado ya y Díaz prosiguió la jornada acompañado de dos criados llegando al Paso del río Mixteco, y después de recorrer algunas millas llegaron al pueblo de Coyuca, donde se detuvo un poco, y al salir de dicha población, las fuerzas imperialistas al mando del coronel Flon atacaron al pueblo con el objeto de aprehender a los guerrilleros del coronel Bernardino García que habían ido a Coyuca para asistir a una fiesta que allí había. Díaz, aprovechando la confusión, pudo salir y encaminarse al rancho del coronel García a unas 15 millas del lugar, ya francamente en el estado de Guerrero. Permaneció ahí unos días y junto con García y algunos criados salió rumbo a Tehuitzingo, uno de los pueblos del estado de Puebla, limítrofe con Guerrero, donde había unos 20 infantes de guardia civil imperialista a los que sorprendieron sin resistencia, y sin derramamiento de sangre se apoderaron de sus armas y municiones, reclutando a su vez, voluntarios de ese pueblo pero sin armas, formando un grupo de 40 hombres y así comenzó nuevamente Porfirio Díaz su tercera campaña contra la intervención extranjera.

Después de tener varias luchas en el estado de Puebla, donde se le habían incorporado fuerzas, Díaz se dirigió otra vez al estado de Guerrero con un ejército formado en dos compañías emprendiendo la marcha para Tlapa, en donde volviéronse a incorporar fuerzas al mando del coronel José Segura Guzmán procedentes de la Mixteca. En esa villa de Tlapa, el general Díaz escribió a su amigo don Justo Benítez con fecha 26 de septiembre de 1865, quejándose de la falta de armas para proseguir la lucha: "esta circunstancia me hizo avanzar a este punto -escribe- y probablemente llegaré a La Providencia, lugar de residencia del general Álvarez para ver si cuento con algunos recursos y darle un carácter más formal a mi trabajo".[ 7 ] Compara en esta ocasión la hacienda de Álvarez con la ciudad de Pekín porque sólo podía conseguirse ayuda si se era suriano o se llevaba abundante dinero. Pidió recursos a su amigo Benítez para sustentarse durante dos meses.[ 8 ]

Una vez en La Providencia, Díaz entrevistó a Juan Álvarez y consiguió 200 fusiles de percusión con municiones y órdenes para las autoridades del estado de Guerrero, de donde era gobernador don Diego Álvarez, para que le proporcionaran víveres.

Juan Álvarez trató a Díaz con extraordinaria amabilidad, no sólo de palabra, sino mostrándole su afecto con regalos de valor personal como una pistola y útiles de campaña. El hijo de Álvarez, don Diego, posiblemente sintió celos por ello, sobre todo, cuando don Juan manifestó a Díaz el deseo de participar directamente en la campaña, cosa que le impedía su edad, pues él no era "como los muchachos de ahora que sólo viven al calor del hogar".

Este incidente creó una atmósfera poco amable entre Diego Álvarez y Porfirio Díaz, quien recibió poca ayuda oficial para sus campañas. Al principio -dice el mismo Díaz- no le extrañó, pues la pobreza de la región no permitía el mantenimiento completo de las tropas. Más tarde, los partidarios de la República ayudaron a las tropas del general Díaz pidiéndole que ocultara tal ayuda a las autoridades del estado de Guerrero.

La rivalidad continuó más tiempo. Díaz sólo la mencionó una vez muerto don Juan Álvarez. El caso fue que, a fines de 1864, Díaz esperaba una remisión de armas procedente de los Estados Unidos, que debería conducir el general don Pedro Baranda y un norteamericano llamado Stone, al puerto de la Boca de Tecuanapa. Eran más de 500 fusiles con municiones. El envío procedía de la Legación Mexicana en Washington. Juan Álvarez avisó que estaban las armas y Díaz envió al teniente coronel Luis Mier y Terán con el dinero para pagar el pedido. Los gastos de internación hasta Pinotepa los pagaría el mismo Díaz. En dicho lugar, se encontraron Stone y Terán, cerraron el negocio y Terán marchó rumbo a Oaxaca. Una vez terminada la guerra, Diego Álvarez publicó los gastos hechos por su gobierno durante la intervención, en los que incluía el pago de dichas armas y municiones. Díaz hizo la rectificación, haciendo notar que él había rendido cuentas antes que don Diego, que si le faltaba algo de pagar, que le presentaran las facturas y las cubriría inmediatamente. Diego Álvarez nunca rectificó a Díaz.[ 9 ]

Otra carta nos da más luz sobre las actividades de Porfirio Díaz en Guerrero y es la que le dirigió a don José Antonio Godoy, cónsul de México en San Francisco, de fecha 30 de diciembre de 1865, desde la Cuesta de Santa Rosa, en la que le relata los acontecimientos sucedidos desde su salida de La Providencia.

Tlapa era amagada por una partida de austriacos y tiradores de las tres armas. Por la misma situación atravesaba Mexcala cuyo defensor, el general Jiménez, no podía ayudar a Tlapa. Díaz reclutó fuerzas en Chilapa y marchó en ayuda de Tlapa. Enterado el enemigo, replegó las fuerzas austriacas rumbo a Puebla y dejó solamente a los tiradores al mando del conservador Vizoso. Díaz se ingenió para engañar a este jefe imperialista haciéndole creer que no se movería de Tlapa. En esta forma logró sorprenderlo a las puertas de Comitlipa, que era el cuartel de Vizoso. Los republicanos acabaron con todo, destruyeron arenas, parque y caballos. Hicieron 24 prisioneros, 3 oficiales pasados por las armas, 5 heridos y 61 muertos. El jefe imperialista logró huir con el comentario de Porfirio Díaz: "los traidores, no siendo tan honrados como nosotros, están mucho mejor montados". Porfirio Díaz continuó defendiendo esa región, se desvió un poco hacia Acatlán y regresó a Tlapa. Organizó en este lugar fuerzas de guerrerenses que guardaran el orden en su provincia y marchó rumbo a Silacayoapan.[ 10 ]

En Tlapa, Porfirio Díaz se enteró de que Juárez prorrogaba su administración un periodo más debido a las necesidades de la nación, y del conflicto que éste había ocasionado con el general González Ortega y la actitud que contra el entonces presidente de la Suprema Corte tomóse por la publicación del decreto de Juárez de 8 de noviembre de 1865, en que el periodo presidencial se prorrogaba hasta el 30 de noviembre y se encauzaba al dicho general González Ortega. El general Díaz envió a don Matías Romero, ministro en Washington, una carta en la que le decía estar enterado de la prórroga presidencial de Juárez, que se había visto bien en todos los sectores. Su opinión propia consistía en obediencia absoluta a las autoridades, o, cuando no estaba de acuerdo con ellas, separarse de los cargos oficiales.[ 11 ]

Para diciembre de 1865 Díaz había derrotado a Trujeque en Tlaxiaco persiguiéndolo en su retirada hasta el pueblo de Santiago Olmeda, en donde abandonó la persecución para volver a Tlapa. En este lugar, en febrero de 1866, fue ayudado por el general Álvarez, quien hizo resistencia a la columna de don Juan Ortega, misma que marchaba rumbo a Admite con objeto de organizar un batallón. Para impedirle el paso, Porfirio Díaz, auxiliado por 200 hombres al mando del coronel Reguera, se dirigió por Róete a prestar auxilios. En el camino, acamparon en un lugar llamado Lo de Soto y, des cuidándose la avanzada de las guardias de Díaz, se aproximó el enemigo sin que éste tuviera aviso y dándose cuenta de su presencia al oír el tiroteo frente a la choza donde se albergaba, apresuradamente recogió sus armas y salió por la parte de atrás del jacal, derribando una pequeña barda. Poco después encontró 10 hombres de sus fuerzas que venían del río y con ellos se enfrentó al enemigo ayudado por algunos soldados del batallón Fieles de Oaxaca que, al mando del teniente coronel don Martín Rivera, hacían fuego sobre los traidores en una pequeña colina al centro de la ranchería. Pronto la caballería enemiga fue expulsada y se incorporaron a Díaz los tenientes coroneles don Marcos Bravo y don Bernardino García. Se continuó la persecución del enemigo hasta el Rancho del Alacrán en donde Porfirio recibió un aviso del general Ley va poniendo a sus órdenes hombres y bestias, con lo que aquél pudo continuar la jornada rumbo a Róete hasta los Horcones: "y notando que en este lugar podía presentarse acción con ventajas para nosotros, mandé al general Ley va que hicierais alto y me esperara. Una vez en los Horcones, me coloqué en condiciones de resistir un ataque, pero el enemigo no lo aceptó y volvió a pernoctar en Lo de Soto y nosotros en Róete".[ 12 ]

Cansada la gente, acamparon en Quetzal, lugar rico en pastos y propicio para la pesca, donde don Juan Álvarez les proporcionó un refuerzo de infantería enviado desde La Providencia, con el cual logró hacer huir al enemigo en Pinotepa y llegar a Admite. En este lugar recibió aviso del general Álvarez de que el enemigo incursionabais otra vez en Guerrero, por lo que Díaz volvió a Tlapa, sitio en el cual se presentó un enviado del imperialista Vizoso ofreciéndole la incorporación de éste, cosa que aceptó Díaz siempre y cuando no fuera solo, sino con una fuerza considerable. Vizoso, quien se encontraba prisionero en Puebla, se dirigió a Chatilla, donde de acuerdo con la guarnición del lugar se levantó en armas matando al jefe político; comunicó este hecho a Díaz, quien protegió su incorporación hasta Chilla de la Sal. Vizoso aportó un contingente de 200 hombres y un obús de campaña.

Después de la incorporación de Vizoso, Díaz consideró que sus tropas eran carga pesada en aquellas miserables aldeas, y con recursos suficientes, marchó hacia Puebla, no sin dirigir las operaciones del general Ley va, quien prácticamente estuvo unido al cuartel de la línea de Oriente.

Desde esta época, el general Porfirio Díaz intervino en las campañas de Guerrero únicamente como jefe de la dicha línea de Oriente, no efectuando más incursiones personales.

La actuación del general Díaz en Guerrero no puede considerarse como una unidad, no fue sino una serie de escaramuzas, pero que, sin duda, y sin ser grandes batallas desde el punto de vista militar, ayudaron a hostilizar al invasor francés, no sin dificultades, ya que el estado de miseria de los pueblos y las dificultades habidas con Diego Álvarez no le fueron propicias para hacer una verdadera campaña.

[ 1 ] Porfirio Díaz, Archivo del general [ ... ] Memorias y documentos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, 1947, t. II, p. 42.

[ 2 ] Manuel Santibáñez, Reseña histórica del Cuerpo de Ejército de Oriente, México, Tipografía de la Oficina Impresora de Estampillas, 1893, t. II, p. 106.

[ 3 ] Porfirio Díaz, Archivo del general [ ... ] Memorias y documentos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, 1947, t. II, p. 44.

[ 4 ] Niceto de Zamacois, Historia de Méjico, Barcelona-Méjico, J. F. Parrés y Compañía, 1880, t. XVI, p. 809.

[ 5 ] L'Estafette, n. 113, v. 4, jueves 12 de noviembre de 1865.

[ 6 ] Manuel Santibáñez, Reseña histórica del Cuerpo de Ejército de Oriente, México, Tipografía de la Oficina Impresora de Estampillas, 1893, t. II, p. 112.

[ 7 ] Porfirio Díaz, Archivo del general [ ... ] Memorias y documentos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, 1947, t. II, p. 99.

[ 8 ] "Carta de Porfirio Díaz a Justo Benítez. Tlapa, 26 de septiembre de 1865", Porfirio Díaz, Archivo del general [ ... ] Memorias y documentos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, 1947, t. II, p. 271.

[ 9 ] Porfirio Díaz, Archivo del general [ ... ] Memorias y documentos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, 1947, t. II, p. 98-100.

[ 10 ] "Carta de Porfirio Díaz al cónsul de México en San Francisco don José Antonio Godoy. Cuesta de Santa Rosa, 30 de diciembre de 1865", Porfirio Díaz, Archivo del general [ ... ] Memorias y documentos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, 1947, t. II, p. 272-274.

[ 11 ] "Carta de Porfirio Díaz a Matías Romero. Tlapa, mayo 9 de 1866", Porfirio Díaz, Archivo del general [...] Memorias y documentos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, 1947, t. II, p. 123.

[ 12 ] Porfirio Díaz, Archivo del general [...] Memorias y documentos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Historia, 1947, t. II, p. 116.

Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 2, 1967, p. 147-156.

DR © 2006. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas