Juan Hernández Luna, José Torres Orozco, el último positivista mexicano,
México, 1970, 151+12 p.
(Colección Un Gran Michoacano,
su Vida, su Pensamiento, su Acción).
Álvaro Matute
Señala Juan Hernández Luna, en su prólogo a este volumen, que uno de sus propósitos es el de
contribuir a corregir la imagen degradante que de los positivistas mexicanos nos legó el "pasado inmediato". Los filósofos católicos y los filósofos del Ateneo de la Juventud, contemporáneos de los positivistas mexicanos, han sido injustos con nuestros positivistas. Pintaron de ellos las más sangrientas caricaturas y los hicieron pasar a la historia como corruptores de la cultura nacional y cómplices de la dictadura porfirista; es decir, casi como si hubieran sido unos malhechores de la educación nacional.
Seguidamente, Hernández Luna agrega que su contribución, al publicar un estudio sobre el michoacano José Torres Orozco (1890-1925) y un importante conjunto de sus escritos, hará posible una futura y deseable reinterpretación del positivismo mexicano. Los señeros trabajos de Leopoldo Zea deben entenderse como puntos de partida hacia investigaciones más amplias.
Hernández Luna inicia con la publicación de la obra de Torres Orozco una colección que también es deseable que alcance una mayor difusión y continuidad. Su título, "Un gran michoacano...", permitiría aportaciones muy grandes a la historia regional. Los tres primeros volúmenes son, además del que encabeza esta nota, los siguientes: José Torres Orozco, Los datos de la filosofía, prólogo de Samuel Ramos y, también de Torres Orozco, Filosofía, psicología y ciencia. Este último, un grupo de escritos del nicolaíta, a los cuales Hernández Luna colocó como prólogo un manuscrito inédito de gran valor para la historia de las ideas en México. Su título es "La crisis del positivismo", según aparece citado por Zea, quien lo conoció a través del doctor Ramos. Está inconcluso y es la primera vez que se publica. En él, Torres Orozco polemiza contra dos ateneístas, Caso y Vasconcelos. De haberse publicado, hubiera dado lugar a una singular polémica. Torres Orozco establece una apasionada defensa del positivismo provinciano, que permaneció virgen durante la época de la lucha armada, de la influencia idealista e intuicionista de los miembros del Ateneo. Defiende en esas páginas el darwinismo social y niega, exponiendo sintéticamente el pensamiento de Comte, que el positivismo fuese la doctrina propia de la dictadura de Porfirio Díaz.
En el primer tomo, dedicado a exponer la vida y pensamiento de José Torres, Hernández Luna ofrece una biografía precisa y sencilla en la cual presenta al joven filósofo como producto de un ambiente familiar de tradición liberal, que al pasar a las aulas nicolaítas aprende la ciencia de su momento, el positivismo, que lo lleva a formarse -y más tarde a exponer- una visión del mundo. Cursó la carrera de Medicina, a la cual trató de dar un sentido social y humanitario dentro del máximo rigor científico. Señala el biógrafo la actividad maderista del joven estudiante y los viajes del médico a la capital y a algunas ciudades de la provincia. La parte medular del ensayo consiste en presentar el pensamiento de Torres y en establecer su filiación positivista. Dedica una parte importante a glosar la polémica entablada contra Caso y Vasconcelos, siguiendo el texto del manuscrito, principalmente, y otro escrito de Torres, publicado en la revista Minerva, de Morelia (15 de enero de 1917). La precisión en los conceptos es característica de Hernández Luna, quien logra recrear vivamente el tono combativo y riguroso de Torres. Complementa la edición una bibliografía completa del médico michoacano y un apéndice gráfico con retratos del biografiado, de sus familiares y de la señorita Dionisia Zamora Pallares, novia del joven filósofo, quien conservó sus manuscritos. De ellos se ofrece alguna página facsimiliar.
La contribución de Juan Hernández Luna para la historia de las ideas en México es importante, por cuanto ofrece material para emprender el estudio de ese objeto en un ámbito más amplio que el que ofrece la capital de la república. Ámbito importante, desde luego, pero insuficiente para explicar una historia que pretende ser de alcances nacionales. Es deseable que esta edición obtenga una distribución adecuada para que llegue a las manos de los estudiosos de nuestra historia ideológica.
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Ernesto de la Torre Villar (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 4, 1972, p. 209-210.
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