Ángeles Mendieta Alatorre, Margarita Maza de Juárez. Epistolario, antología, iconografía y efemérides, México, Comisión Nacional para la Conmemoración del Centenario del Fallecimiento de Don Benito Juárez, 1972, 238 p., ils.
Rosaura Hernández Rodríguez
Dar vida a un conjunto de documentos y noticias históricas es ardua y delicada labor. Más aún, si el personaje estudiado cuenta con escasos elementos para una amplia biografía. Tal es el caso de Margarita Maza de Juárez.
Debido a la conmemoración del centenario de la muerte de su esposo, doña Margarita ha vuelto a ocupar la atención del país. Se trata de resaltar su personalidad como la de la compañera del hombre que hizo triunfar los principios liberales en México, tras una prolongada guerra que abarcó casi una década.
A través de una selección de documentos y efemérides que enmarcan la vida de la señora Maza de Juárez, la autora trató de dibujar la imagen comúnmente aceptada de la mujer mexicana: abnegada madre y esposa. Cuanto se sabe acerca de doña Margarita es que, con discreta actuación, colabora al sostenimiento económico de la familia cuando el esposo sufre los reveses políticos. En el destierro pierde a dos hijos y después regresa a la patria para gozar efímeramente el triunfo liberal, al momento en que la muerte la sorprende.
Sin embargo, de la documentación publicada por la profesora Mendieta, se desprenden actitudes que no han destacado ninguno de los biógrafos de la esposa de Juárez, y que la autora que comentamos pasa por alto: la formación intelectual de la señora Maza. Aunque se incluye en el libro un panorama destinado a la "educación de las doncellas", se refiere más bien a costumbres hogareñas y no a la formación cultural. Se anota que las jóvenes aprendían a leer pero no a escribir -caso excepcional el de Margarita-. Mas no se mencionan las lecturas permitidas a las damas ni siquiera las de instrucción religiosa como alguna historia sagrada que, aparte de dar una cultura general, sentaba las bases de la fe católica. En este aspecto surgen dudas acerca de la convicción religiosa de la señora Juárez. Dos comentarios suyos, dirigidos desde Nueva York, en una carta a su esposo, indican un marcado liberalismo: después de la muerte de sus dos hijos, no encontró calma espiritual. Le parecían desagradables las conversaciones de la familia con quien se hospedaba, pues sólo hablaban de "beaterías" que doña Margarita se esforzaba en creer "y no podía", como eran las confesiones, ayunos y jubileos. Calificó de "cerradas" a las señoras que aseguraban que sólo se salvarían los "fanáticos" y se condenarían los protestantes. A pesar de no compartir las opiniones de esas damas, Margarita les envidiaba su fe porque -decía ella misma- "si la tuviera no sería tan desgraciada y aún encontraría felicidad pensando en que mis hijos muertos están en el cielo". Si la "mochería", propia de la generalidad de las señoras de su época, no era aceptada por doña Margarita, sus ideas liberales no eran precisamente las que correspondían a la buena educación de una mexicana del siglo pasado. Puede alegarse que tanto los esposos Juárez como su familia recibieron los sacramentos de la Iglesia católica, pero la fe se demuestra en los momentos de dolor y angustia.
Otro ángulo poco estudiado es el de la participación política de las mexicanas. La profesora Mendieta insinúa una comparación -que no llega a establecer- entre Concepción Lombardo de Miramón y Margarita Maza de Juárez, ambas esposas de los presidentes de México, el conservador y el liberal. Las dos señoras defendieron sus ideas en sus respectivos círculos de acción.
Resulta desafortunada la comparación que la autora hace entre la señora Juárez y la emperatriz Carlota, ya que cada una de ellas provenía de diferentes círculos sociales y educativos.
De la abnegada matrona mexicana, que es la imagen que de doña Margarita presentaba la historia oficial, pudo la autora, dada la documentación que manejó, extraer la evolución ideológica de la mujer mexicana y que, gracias a ella, damas como las señoras Miramón y Juárez, rompieron los prejuicios ideológicos de su época, en ocasiones mucho más importantes que los sociales.
Presentar a los lectores documentos y escuetos datos históricos, sin una orientación que permita interpretarlos correctamente, hace un tanto estéril la labor de difusión que pretende darse a una obra como la que se reseña. Las antologías deben dar un panorama claro de la época para que los documentos incluidos adquieran, por sí mismos, su importancia histórica.
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Ernesto de la Torre Villar (editor), México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 4, 1972, p. 211-212.
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